Trinidad Capistros Becana

Su familia, su casa, sus recuerdos y ella, Trini. Una mujer puntal de su familia, cercana y querida por los suyos. Trini ha sido muy feliz y ha querido mucho a su marido, con trabajo nunca les ha faltado de nada. Se ha ganado la vida con sudor, sabiendo que todo tiene su esfuerzo y que al final la felicidad es la satisfacción de haber salido adelante y estar junto a los suyos.

Trini Rostro

Trinidad Capistros

            Hija de labradores, Trinidad nació en Robres el 21 de enero de 1930. Su madre tuvo 14 hijos de los que solamente sobrevivieron cinco chicas, Trinidad y sus cuatro hermanas. Las cinco han vivido en Robres, aunque alguna vez han tenido que salir fuera a ganarse la vida sirviendo en otras casas.

            En casa tenían mucha viña, incluso a veces no tenían suficiente sitio para guardar el vino que producían; además tenían oliveras y campos de secano. A Trinidad nunca le gustó ir a la escuela, fue hasta los catorce años, pero en cuanto podía se iba al campo a ayudar a su padre: a vendimiar, a podar, a recoger fajuelos, a recoger las gavillas, a llevar en bicicleta la comida a la siega…

            En casa, en una pequeña cueva se encontraba la zolleta y durante la guerra la convirtieron en refugio: “era el lugar más seguro”. Cuando sonaban las sirenas corrían a refugiarse a la zolleta y con un colchón tapaban la entrada. En un bombardeo se taponó la entrada y su tío tuvo que abrir una salida al pajar de al lado. En aquel bombardeo, Robres quedó muy destruido: “Esos recuerdos nunca se olvidan, madres que lloraban la marcha de sus hijos, familias en carros que escapaban… el frente estaba muy cerca.”

            Durante su niñez compraban un kilo de naranjas por un kilo de trapos, jugaban al corro de la patata, a escondrijos, a las tabas, a muñecas de trapo y les hacían vestidos. Trinidad recuerda como desde Sariñena acudían a comprar hierro. En Robres cada casa tenía su pozo, el agua la usaban para lavar y para fregar. El agua de boca la iban a buscar a las balsas, principalmente a la balsa buena y a la balsa nueva. Cuando llovía recogían el agua que bajaba por el barranco y llenaban las balsas. En el pueblo había tres carros con cubas grandes que se arrendaban para ir a buscar el agua, la llevaban a la balsa y con cubos la llenaban. Gracias a casa de su madre tenían caballería, dos yeguas y una mula muy nerviosa, con ellas realizaban trabajos agrícolas y acarreaban agua. Una vez en casa llenaban las tinajas y la almacenaban. Cuando la consumían la colaban, colocaban un paño, un ziazo, para que no pasasen los cuquetes: “el agua no se estropeaba nada”. Trinidad aún se acuerda cuando se lavaban en un balde, se aclaraba el pelo con agua con un poco de vinagre y desinfectaba las posibles liendres y piojos… La ropa se lavaba en casa, en el bación, y la aclaraba en el pozo y años más tarde en el abrevadero.  Cuando llegó el agua a Robres pusieron una red de fuentes y con los años ya llegó directamente a las casas.

            A los diecisiete años marchó a servir a Alcubierre, a casa del médico. A Trini le daba mucha pena dejar su familia y su pueblo, siempre ha sido muy familiar, estar con los suyos y, aunque estuvo poco tiempo y cerca, no dejo de enviar cartas a casa para mantener el contacto. Estuvo poco más de dos meses, hacia faenas del hogar y abría la consulta recibiendo a los pacientes. También marchó a servir a Zaragoza, de niñera a cuidar los cuatro hijos de una familia. Aguantó un año y pronto se volvió a Robres, pues por aquellos tiempos ya cortejaba con su futuro marido. Había que marchar a servir, te daban alojamiento, comida y algún dinero, así se quitaba una boca que alimentar en casa.

            La hermana mayor aprendió costura, ejerció de modista y enseñó a Trini a coser: “Antes si se rompía la albarca se cosía con liza y un punzón”. En casa tenían su propio horno donde cocían su pan, hacían aceite y vino, uvas pasas, higos secos y tenían su pequeño huerto. El huerto lo tenían en casa y lo regaban gracias al pozo, con una carrucha sacaban el agua a pozales. Tenían tocinos, ovejas, gallinas, pollos, conejos y cabras que apacentaba un mozo del pueblo con el resto de cabras de Robres: “sólo se bebía leche de cabra, no había otra”. Su tío era muy leñero, recogía ontinas, aliagas, fajuelos de la vid y si podían hacían algún pino si dejaban por Leciñena. En casa vivían ocho personas: las cinco hermanas, los padres y el tío. A su padre le gustaba mucho trabajar en el campo, tenían una caseta de labranza en el campo donde tenían las oliveras y la viña. Trinidad de niña iba a llevar la comida al campo y a dar la gavilla en la siega y a trillar a la era, “¡hacía mucho calor!”.  Por la sierra tenían unas fajas por Pui Ladrón (San Simón/ Las tres Huegas), estaba lejos y tenían que quedarse una semana segando, se quedaban en una caseta que tenían en el monte junto a una balseta. Bajaban ya con el grano, trillaban y aventaban en el mismo monte. Trinidad heredó de su padre las ganas de ir al campo

            Trinidad se casó a los veintiún años con Alberto Tolosana, tras dos años de noviazgo. Como las mujeres de su época, Trini se casó de negro. Alberto era de casa de agricultores, casa a la que fueron tras contraer matrimonio. Allí vivieron con su suegro y una hermana de Alberto, la casa estaba algo vieja y tenían pocos recursos. Era una casa vieja de adoba, con suelos de tierra y abajo tenía una pequeña bodega con las tinajas y toneles. Hacía poco que habían puesto la luz y aún recuerda como en casa de su madre iban con el candil de aceite y la lámpara de carburo.

            En 1945 compraron una vaca y dos terneros, por lo que comenzaron a ir vendiendo leche a algunas casas vecinas. Pronto vendieron los terneros y compraron otra vaca, llegaron a tener ocho vacas y hasta un despacho de leche que vendía  a todo el pueblo.

            Su marido Albero aprendió a escribir a maquina a pesar de tener el brazo derecho malo, sabía escribir y leer: “pequeño pero listo y trabajador”. A veces Alberto iba a esquilar con un tío suyo, a tijera, para ganarse algo de dinero. Con el tiempo se compraron un tractor y fue haciendo faenas para otros, mejoraron mucho su situación y pudieron construirse una nueva casa.

            Han viajado mucho, a la montaña y viajes con el Inserso a Mallorca, Canarias, Benidorm…. En Robres iban mucho al hogar del jubilado, Alberto fue presidente de la asociación de la 3ª edad. En verano se salía a tomar la fresca y se hacía hasta alguna cena conjunta. Fruto del matrimonio nacieron Aurora y Ángeles.  Trini siempre ha sido muy familiar y le gusta que le vaya a visitar su familia. Su marido falleció el año pasado y de él guarda muchos recuerdos y cariño. Puro ejemplo de mujer de profundas raíces monegrinas.

       Esta mirada se enmarca dentro de la serie “Rostros”, que va relatando diferentes visiones de mujeres monegrinas y su trabajo en el medio rural de Los Monegros. Muchas gracias a Silvia Herrera.

 

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