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XI Cuerpo del Ejército del Este


Sariñena fue Cuartel General del XI Cuerpo del Ejército del Este. En el presente trabajo, realizamos una aproximación a la estructura militar durante la guerra civil en la zona republicana, contextualizada en el Frente de Los Monegros y su punto neurálgico de Sariñena. Un desarrollo complejo no exento de conflictos y lucha de poderes, de organizaciones paralelas; una historia compleja y controvertida, aún en nuestros días, donde dar una foto fija resulta complicado. Donde cometer errores es fácil, pero que tratamos de dilucidar con diversos apuntes, tratando de comprender un entramado complejo hasta llegar al XI Cuerpo del Ejército del Este establecido en Sariñena como Cuartel General hasta la caída del frente de Aragón y su traslado a Lérida.  

La sublevación

Con el inicio de la sublevación militar, el 18 de julio de 1936, Aragón queda dividido en dos, de norte a sur, partido por la mitad. En Zaragoza, las tropas de Miguel Cabanillas secundan la sublevación militar e igualmente pasa en Huesca y Teruel capital. La zona oeste de Aragón queda en manos de los nacionales, mientras la parte este de los republicanos.

Aquellos primeros días, la estructura del ejército, en la España leal a la República, queda trastocada. Los Estados Mayores en Madrid, Valencia y Barcelona se desintegran: “En la División catalana buena parte del Estado Mayor había participado directamente en la conspiración y la sublevación. En la Primera División (Madrid), disuelta el 22 de julio, la oficialidad pasó a situación de disponibilidad y en muchos casos buscó ocultarse, pasar a zona rebelde o refugiarse en una embajada. El Estado Mayor de la Tercera División (Valencia) se mantuvo sobre el papel, hasta que el general Miaja lo disolvió a mediados de agosto cuando ya el poder civil y miliciano estaba en manos del Comité Ejecutivo Popular. En la Cuarta División (Barcelona) el caos revolucionario frustró un intento de recomponer la División.” (Tesis doctoral Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española (1936-1939). Arturo García Álvarez-Coque).

El Ministerio de la Guerra del gobierno de la República, presidido por José Giral, con grandes dificultades, trata de crear un Ejército de Voluntarios, formando para ello la Inspección General de Milicias: «Pero la realidad de su atomización y la urgencia de las operaciones, así como la formación de milicias populares armadas por partidos y organizaciones sindicales dificultó el proyecto» (Wikipedia). Este vacío es ocupado por los partidos y sindicatos para organizar columnas de milicianos para combatir la sublevación militar.

El Comité Central de Milicias

El Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña se crea el 21 de julio de 1936, formado por partidos y sindicatos catalanes para organizar, principalmente, milicias populares. Se considera que nace ante la falta de legitimidad del estado y de la misma Generalidad de Cataluña, organizándose como un gobierno paralelo a la Generalidad, con la que convivio durante dos meses y dominado principalmente por fuerzas de la CNT.

Diversas columnas de milicianos, formadas y organizadas por partidos políticos y sindicatos, parten desde Barcelona al Frente de Aragón.

El 31 de julio de 1936, el gobierno de la Generalidad establece una Consejería de Defensa para hacerse cargo de las cuestiones militares. El teniente coronel Felipe Díaz Sandino es nombrado Consejero de Defensa y Vicente Guarner subsecretario de la Consejería quien, en agosto de 1936, queda encargado de organizar las columnas que parten al Frente de Aragón. El 3 de septiembre de 1936, la Consejería de Defensa de la Generalidad, decreta la creación de la Escuela Popular de Guerra. “Oficiales de Estado Mayor leales (Matilla, Martínez Anglada, Martínez Visiedo, San Juan y Guarner), pasaron a servir en la Consejería de Defensa de la Generalitat” (Tesis doctoral Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española (1936-1939). Arturo García Álvarez-Coque).

El Comité Central de Milicias continúa hasta su disolución el 27 de septiembre de 1936 por parte de Díaz Sandino. El 1 de octubre es disuelto definitivamente, quedando las milicias en un cuestionable control bajo la Consejería de Defensa de le Generalidad de Cataluña.

El Consejo Regional de Defensa de Aragón 

El Consejo Regional de Defensa de Aragón (CRDA), también conocido como Consejo de Aragón, se crea el 6 de octubre de 1936; aunque no es legalizado hasta el 23 de diciembre del mismo año. Un gobierno autónomo que constituyó un Estado Libertario propio en el Aragón republicano.

El Consejo, en su esencia dominado por la CNT, es presidido por Joaquín Ascaso. Durante sus diez meses de existencia, actúa organizando administrativamente la mitad oriental de Aragón; aunque, de facto, no tuvo ningún control sobre las milicias que operaban en el frente de Aragón. Es considerado un gobierno autónomo y revolucionario, impulsando las colectividades; se puede decir que impulsó medidas económicas revolucionarias, fortaleciendo las colectividades al mismo tiempo que luchaba contra el fascismo.

El Consejo Regional de Defensa de Aragón opera hasta su ilegalización y disolución tras el decreto del 18 de agosto de 1937 por parte del presidente de la República Juan Negrín. Joaquín Ascaso es detenido, interviniendo la 11ª División del comandante Lister. José Ignacio Mantecón es nombrado gobernador general de Aragón.

La militarización de las milicias, hacia un Ejército Popular de la Republica

El 11 de septiembre de 1936, el Estado Mayor del Ministro de la Guerra, dicta las Directivas a que deben sujetar su actuación los jefes de columna, sector y teatro de operaciones, a fin de garantizar la unidad de acción. En el mismo se definen las zonas de operaciones: Centro, Aragonés, Andaluz y Norte y su composición sectorial, estableciendo “En cada teatro de operaciones ejercerá el mando de todas las fuerzas […] un jefe militar auxiliado por un Estado Mayor […]. Igualmente, en cada sector existirá un jefe militar con su Estado Mayor así como en las columnas de un mismo sector cuando el efectivo de ellas sea superior a 4.000 hombres” (AGMAV, C.232, 1, 2).

A su vez, el gobierno de Largo Caballero comienza la militarización de las milicias, una serie de medidas que unifican y organizan todas las fuerzas en un ejército regular, hasta suprimir las columnas de milicias de sindicatos y partidos para ser englobados en el ejército popular subordinado al gobierno.

Así, las milicias son disueltas y las distintas unidades son reorganizadas en el Ejército Popular de la República, entre octubre de 1936 y la primera mitad de 1937. En realidad, este proceso es convulso, debido a la oposición de las milicias anarquistas y del POUM a la militarización, por lo que esta no llega a materializarse hasta los sucesos de mayo de 1937.

Mando de la circunscripción del Centro

Con la organización del Ejército Popular de la República, a finales de octubre de 1936, se reorganiza el frente aragonés y sus columnas. Para ello, la Consejería de Defensa de la Generalidad, a través del Comité Central de Milicias, en la denominada Asamblea del Comité de Guerra del Frente de Aragón o Conferencia de Sariñena, impone «A todo el frente de Aragón un mando único» (Les Milícies Antifeixistes de Catalunya. Voluntaris per la libertat. Berger, Gonzalo). El Comité Central de Milicias, en el mismo mes de octubre, se autodisuelve, pasando sus miembros a formar parte del gobierno de la Generalidad como consejeros. Para el historiador y periodista Víctor Pardo Lancina, es un intento de la Generalitat por recuperar el control del frente de Aragón (A una milla de Huesca, diario de una enfermera australiana en la Guerra Civil española. Pardo Lancina, Víctor).

De esta manera, en octubre de 1936 el frente aragonés queda dividido en tres circunscripciones y dos sectores. De las tres circunscripciones del frente aragonés, el frente de Los Monegros abarca parte de la Circunscripción Norte y Centro del frente de Aragón, asumiendo Sariñena el Mando de la Circunscripción del Centro.

La restructuración, aprobada en octubre de 1936, del frente de Aragón, establece tres grandes circunscripciones y dos sectores:

  • La circunscripción del Norte, con mando en Barbastro, comprendía las columnas “Roja” y “Negra”, “Aguiluchos”, la del P.O.U.M. y la del coronel Villalba.
  • La circunscripción del Centro, con mando en Sariñena incluía las columnas de Durruti y la Del Barrio.
  • La circunscripción del Sur, con mando en Caspe, agrupaba todas las columnas que se habían agregado a la de Ortiz.

“Los dos sectores eran el «Maciá-Companys» con mando en Montalbán, y el Pirenaico con mando en Boltaña. Todas estas fuerzas quedaban bajo el mando del comandante don Alfonso de los Reyes, quien además seguía teniendo a su cargo todas las fuerzas de Aviación”. (Morera, Arturo. La guerra del 36 en Sariñena).

Asimismo, las circunscripciones se dividen en sectores y subsectores, quedando Aragón definido en seis sectores: Alto Aragón, Norte Aragón, Centro Aragón, Sur-Ebro, Montalban y Teruel. De aquellos seis sectores, los sectores Norte Aragón y Centro Aragón abarcan el frente de Los Monegros.

Dirección General del Frente delegada de la Consejería de Defensa de la Generalidad en Sariñena

Sin embargo, antes de asumir completamente el mando de todas las fuerzas por parte del Gobierno de la República, en octubre de 1936, con la reorganización del frente, se establece una Dirección General del Frente delegada de la Consejería de Defensa de la Generalidad en Sariñena. El comandante Alfonso de los Reyes es elegido como jefe único de todas las fuerzas, con su cuartel general en Sariñena, como jefe general de operaciones del frente aragonés.

Todas las fuerzas del frente de Aragón quedan bajo el mando del comandante Alfonso de los Reyes, además seguía teniendo a su cargo todas las fuerzas de Aviación. Así, en palabras de Arturo Morera «En Sariñena se establecía una Dirección General del Frente delegada de la Consejería de Defensa de la Generalidad». Mientras el comandante Reyes es elegido como jefe único de todas las fuerzas, la jefatura o jefe del Estado Mayor, de la delegación de Sariñena, recae a cargo del comandante de infantería José Guarner Vivancos, hermano del comandante Vicente Guarner Vivancos, encargado en la organización de la Consejería de Defensa de la Generalitat como un Estado Mayor.

«El teniente coronel Vicente Guarner, jefe de Estado Mayor en la Consejería de Defensa de la Generalidad de Cataluña, sugirió al Comité Central de Milicias sus ideas de cómo debían coordinarse las actividades de las columnas. El plan fue aceptado, no sin resistencias, y Sariñena se convertiría en pieza clave en la marcha de la guerra a partir de mediados de octubre de 1936.» (Morera, Arturo. La guerra del 36 en Sariñena).

El Estado Mayor, Cuartel General de Sariñena

El establecimiento del mando único, entre las fuerzas republicanas, se asume el 16 de octubre de 1936 por el Ministerio de la Guerra a través del Estado Mayor Central: “No como órgano ejecutivo del Mando, sino como cuerpo consultivo y auxiliar de quien lo ejerce, o sea, del jefe superior” (Decreto publicado en la Gaceta el 16 de octubre de 1936. Tesis doctoral Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española (1936-1939). Arturo García Álvarez-Coque). El mismo Arturo García Álvarez-Coque apunta que, después del decreto de militarización de las milicias, el papel del Estado Mayor debía ser el de dirigir la transformación de las fuerzas milicianas en un Ejército Popular que debería parecerse cada vez más a un ejército regular.

El Cuartel General de Sariñena se organiza como un Estado Mayor, como Delegación en el frente de Aragón. Como se ha mencionado anteriormente, se estable por el comandante Vicente Guarner, quien se encarga de la jefatura del Estado Mayor de Sariñena: “Se organizó como un Estado Mayor con militares profesionales, elegidos por el Comité de Milicias. Entre ellos figuraba como jefe José Guarner, hermano de Vicente, aunque el único profesional de EM era el comandante Ricardo Clavería. Se intentaba una coordinación con el EMC en Valencia. Vicente Guarner fue enviado a esa ciudad a final de noviembre “Para exponer la situación del frente, la organización militar catalana y la escasez de medios de guerra de que disponíamos. Traté de estos asuntos con mi compañero de Estado Mayor Manuel Estrada” (Tesis doctoral Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española (1936-1939). Arturo García Álvarez-Coque).

El Estado Mayor de Sariñena se engloba bajo el Estado Mayor Central, con sede en Valencia, cuyo mando respondía a Toribio Martínez Cabrera.

Tarragona. Hacia el frente de Sariñena. El sacerdote Ángel García i Rollán ha estado designado para formar parte del Estado Mayor de Sariñena, por la cual cosa ha de abandonar sus actividades en el comité antifascista local.
  La Publicitat: (16 de octubre 1936).
Por el alto mando ha estado designado al Estado Mayor del frente de Sariñena el capitán de infantería Josep García Rollán. El señor García Rollán hasta ahora había actuado en el comité de las milicias tarraconenses.
La Veu de Catalunya: diari catalá d’avisos, noticias y anuncis.  Any 46, Núm. 12580 (17 oct. 1936) Ed. Matí.

El Cuartel General se ubica en casa Torres, en la actual plaza Estatuto de Aragón, conocida popularmente como plaza de Villanueva. «La ubicación física de estas personas y muchas otras a sus órdenes en general, tuvo su lugar preferente en la casa señorial de D. Mariano Torres, previamente requisada.» (Arturo Morera. La guerra del 36 en Sariñena).

El Estado Mayor de Sariñena contaba con tres secciones: «Organización del Frente», al mando del comandante García Rollán; «De Información», dirigida por el comandante Jaime Bosch y «Operaciones» a cargo del comandante de Estado Mayor Ricardo Clavería Iglesias. «Completaban la nómina de cuadros militares en Sariñena el teniente coronel diplomado de Estado Mayor Carlos Botet, como comandante principal de la Artillería en el frente; el comandante Martorell, de Ingenieros, tenía a su cargo la organización de las unidades de su especialidad en todo el frente aragonés; por último, el doctor Bergós fue el encargado de organizar puestos de socorro y curación en las líneas, así como los hospitales de Barbastro, Fraga y Caspe» (Morera, Arturo. La guerra del 36 en Sariñena).

«Las funciones de este Estado Mayor van a comenzar con la creación de un grupo de unidades de fortificación y obras de las cuales fueron responsables tres ingenieros militares entre ellos Miguel Ramírez de Cartagena, con dos arquitectos, dos aparejadores y dos técnicos del ramo de la construcción. Además, los trabajos de organización del Estado Mayor para las operaciones en Aragón se van a complementar con la constitución de un grupo de transmisores y señales del que fue responsable el ingeniero de telecomunicaciones Sánchez Cordobés y se impulsará a cargo del responsable de municiones de las industrias de guerra con el nombramiento de María» (La columna MaciàCompanys. Hernández Cardona, Francesc Xavier i David Iñiguez Gràcia).

A mediados de diciembre de 1936, Toribio Martínez Cabrera visita el Estado Mayor de Sariñena junto al teniente coronel Vicente Guarner Vivancos. Unas semanas antes, Vicente Guarner Vivancos, entre los días del 16 al 21 de noviembre del 36, ya había visitado el Estado Mayor de Sariñena: «Para inspeccionar el funcionamiento del Estado Mayor en el cuartel general de Sariñena, el teniente coronel Vicente Guarner se personó en nuestra villa en los días 16 al 21 de noviembre. Vicente Guarner volvió a Sariñena acompañado del general jefe del Estado Mayor Central, Toribio Martínez Cabrera, a mediados de diciembre de 1936, en un intento de montar operaciones en Aragón para descongestionar el frente de Madrid» (Arturo Morera. La guerra del 36 en Sariñena).

«Las diferentes columnas se relacionaron entre sí mediante una Dirección Superior del Frente de Aragón y Estado Mayor Técnico, residente en Sariñena».  

Carlos Hervas Puyal, Sanitat a Catalunya durant la República i la Guerra Civil.

Aunque el Cuartel General de Sariñena contaba con militares profesionales, elegidos por el Comité de Milicias, Arturo García Álvarez-Coque (Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española 1936-1939), apunta que el único profesional de Estado Mayor era el comandante Ricardo Clavería: «Como Delegación en el frente de Aragón, en octubre de 1936 Guarner estableció el Cuartel General de Sariñena, que se organizó como un Estado Mayor con militares profesionales, elegidos por el Comité de Milicias. Entre ellos figuraba como jefe José Guarner, hermano de Vicente, aunque el único profesional del Estado Mayor era el comandante Ricardo Clavería. Además, Arturo García Álvarez-Coque detalla cómo se intentaba una coordinación con el Estado Mayor Central en Valencia: «Vicente Guarner fue enviado a esa ciudad a final de noviembre “para exponer la situación del frente, la organización militar catalana y la escasez de medios de guerra de que disponíamos. Traté de estos asuntos con mi compañero de Estado Mayor Manuel Estrada”. 

José Guarner Vivancos fue un militar catalán, asesor de la columna de Los Aguiluchos y miembro del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. Llegó a ser jefe de Estado Mayor de la 24.ª División y del XXIV Cuerpo de Ejército. Acabó exiliado en México.

El Ejército Popular de Cataluña

A pesar de asumir el mando único el Gobierno de la República, el 6 de diciembre de 1936, la Generalidad de Cataluña crea el Ejército Popular de Cataluña, en el mismo sentido de militarizar las milicias del frente de Aragón y tener su control. Su creación choca con el reciente formado Ejército Popular, creando reticencias por parte del Gobierno Republicano. A su vez, la propuesta del Ejército Popular de Cataluña, se apunta que no contó con el apoyo de las fuerzas del PSUC y la UGT, inclinadas a integrarse en el Ejército Popular de Largo Caballero, mientras que las filas anarquistas no llegaron a oponerse del todo al permitirles cierta independencia que perderían al integrarse en el Ejército Republicano. Sin embargo, aunque el 28 de octubre se decreta la militarización de las milicias, el Ejército Popular de Cataluña nunca logra tener el control de ellas.

Aun así, el coronel Vicente Guarner, subsecretario de la Consejería de Defensa, el 20 de febrero firma el decreto que reorganizó la estructura del Ejército catalán, conformado por cinco divisiones «Ascaso», «Durruti», «Jubert», «Carlos Marx» y «Lenin» y  dos agrupaciones independientes, las antiguas columnas Macià-Companys y Volant Catalana (Castillo, Santiago (2011). Historia de la UGT. Un sindicalismo en guerra, 1936-1939. Siglo XXI de España).

Los sucesos de mayo de 1937

En mayo de 1937, la militarización de las milicias y su control genera enfrentamientos ante la negativa de columnas que se negaban a ello, por un lado, el gobierno de Largo Caballero y los comunistas y por la otra parte los anarquistas y el POUM, acabando desencadenando los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, unos enfrentamientos violentos entre las dos facciones por las calles de Barcelona.

Tras los sucesos, el Ejército Popular de Cataluña es disuelto, siendo su estructura asumida por el Ejército Popular Republicano, culminando la militarización de las milicias. 

El Ejército del Este

Disueltos el Consejo de Aragón y el Ejército Popular de Cataluña y con la definitiva militarización de las milicias, la organización del frente de Largo Caballero continúa su proceso. El Ejército Popular de la República se fracciona en varios ejércitos a lo largo del territorio leal a la república, constituyendo los ejércitos del Centro, Sur, Levante, Este y Norte. Cada Ejército, que se componía en diferentes Cuerpo, estos en Divisiones; cada División se componía de unas dos a cuatro Brigadas Mixtas; mientras las Brigadas Mixtas englobaban cuatro Batallones y estos unas cuatro Compañías. Así, el 6 de mayo de 1937, con la unificación de todos los ejércitos en divisiones y brigadas mixtas, la organización del frente de Aragón pasa a denominarse Ejército del Este. (Situación de las diversas unidades y milicias republicanas en Los Monegros).

El Ejército del Este integra todas las fuerzas que operaban en el frente de Aragón, a las órdenes del general Sebastián Pozas Perea, dividido en tres cuerpos de ejército X, XI y XII con sus divisiones y brigadas. El frente cubierto llegaba desde la frontera francesa hasta Rilo, en la provincia de Teruel y contó con las divisiones 28º y 29º en Huesca, 26º y 27º en Sariñena y 25º y 30 en Caspe. “En el mes de junio se le añadió la 44º División, mientras la 33º fue a Andalucía.” («Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939» de Carlos Engel). Para Arturo García Álvarez-Coque, en mayo de 1937, el “l’Exèrcit de Catalunya” se transforma en el Ejército del Este (Tesis doctoral Los militares de Estado Mayor en la Guerra Civil española (1936-1939). Arturo García Álvarez-Coque).

“En diciembre de 1937 sufre algunos cambios: Ejército del Centro, Ejército de Extremadura, Ejército de Andalucía, Ejército de Levante, Ejército de Maniobra y, Ejército del Este. Julio-Agosto de 1938 se reestructura en: Grupo de Ejércitos de la Región Central, Grupo de Ejércitos de la Región Oriental.” (Pares).

“Finalmente quedó formado por los cuerpos del ejercito X XI y XII, hasta la campaña de Aragón, en que se le incorporó el XVIII Cuerpo de Ejército de Maniobra, que había quedado aislado al Norte del Ebro. Con estas unidades formó dos agrupaciones, la Agrupación Norte, con los Cuerpos de Ejército X (divisiones 42, 31 y 34) y XI (divisiones 26″, 30 y 32″), con los Cuerpos XVIII (divisiones 27, 60 y 72 y XII (divisiones 16, 44 y Bellvís). Mandaba la agrupación Norte el teniente coronel de Estado Mayor Javier Linares Aranzabe, y la Sur, el teniente el de Artillería Antonio Cordón García. En estos momentos el frente defendido por el Ejército del Ese abarcaba desde la frontera francesa, hasta la línea Villagrasa-Tárrega-Cervera-Manresa, en que limitaba con el Ejército del Ebro. En la batalla del Ebro y en la retirada por Cataluña dispuso de los Cuerpos de Ejército X, XI y XVIII, uniéndosele en la carrera hacia la frontera el XV Cuerpo de Ejército, procedente de la Reserva General.”

“Estaba mandado por el general de división Sebastián Pozas Perea, teniendo como comisario, a Virgilio Llanos Mantecón; jefe de Estado Mayor, al teniente coronel de Infantería Vicente Guarner Vivancos, comandante general de artillería, al coronel de artillería Ricardo Jiménez de la Beraza y comandante general de Ingenieros al teniente coronel de Ingenieros Heriberto Durán Casalpeu. Estos mandos sufrieron cambios en los meses siguientes, así. Pozas fue relevado por el teniente coronel de Infantería Juan Perca Capulino el teniente coronel de Estado Mayor Javier Linares Aranzabe y el comandante de Infantería Aniceto Carvajal Sobrino, fueron jefes de Estado Mayor, el teniente coronel de artillería Carlos Botet Vehí, comandante general de artillería, y Crescenciano Bilbao Castellanos y Eduardo Castillo Blanco, comisarios.”

«Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939» de Carlos Engel.

Mandos, de acuerdo con Carlos Engel, antes de su retirada a Cataluña:

  • Jefe teniente coronel de Infantería Juan Perea Capulino.
  • Comisario José Ignacio Mantecón Navasa.
  • Jefe de Estado Mayor, teniente coronel de Estado Mayor Javier Linares Aranzabe.
  • 1ª Sección coronel de Caballería Pedro Sánchez Plaza.
  • 2ª Sección comandante Jaime Bosch Biosca.
  • 2 jefe de Estado Mayor y 3 Sección: teniente coronel de Infantería José Martínez Anglada.
  • 4ª Sección teniente coronel de Infantería Enrique Sacanell Lázaro.
  • 5ª Sección capitán de milicias José Caparrós Flores.
  • Comandante General de Artillería.
  • Teniente coronel de Artillería Ricardo Ballinas Pasarón.
  • Grupo de Información Artillera comandante de Artillería Cándido Rancaño Rodríguez.
  • Parque de Artillería teniente coronel de Artillería Ismael Palau Ferrer.
  • Comandante General de Ingenieros coronel de Ingenieros Ramón Martorell Orzet.
  • Fortificaciones comandante de Ingenieros Pedro Llabrés Sancho.
  • Servicio de Ingenieros: mayor de milicias Jesús Belón Díaz.
  • Transmisiones: mayor de milicias Santiago Herrera.
  • Intendencia coronel de Intendencia Juan Rodríguez Quirós.
  • Sanidad mayor Carlos Diez.

Ejército Popular de la República (EPR)

Ejército del Este: Se encontraba a lo largo y ancho del frente de Aragón y en aquel momento no era más que un ejército sobre el papel si bien se mantenían numerosas columnas y unidades de anarquistas de la CNT-FAI, nacionalistas catalanes o los comunistas del PSUC y el POUM. Disfrutaban de una superioridad de 80.000 hombres frente a 30.000 que alineaban los sublevados, pero la permanencia de milicias y columnas impedía un funcionamiento eficaz.

La organización del ejército se basó al principio mismo de su creación en las Brigadas Mixtas: Estas se componían de cuatro batallones (las cuales en un primer momento solían organizarse según sindicatos y partidos políticos); A su vez, cada batallón estaba formado por varias compañías. Las Brigadas Mixtas no solían exceder el número de 3000 combatientes y conforme avanzase la guerra se organizarían en regimientos, divisiones, cuerpos de ejército y Ejércitos de campo.

Wikipedia

El XI Cuerpo del Ejército del Este

La unidad del XI Cuerpo del Ejército del Este es creada el 6 de junio de 1937, en el seno del Ejército del Este. El XI Cuerpo se componía por las divisiones 26.ª, 27.ª y 32.ª,​ teniendo su cuartel general en Sariñena. ​ Cubría la línea del frente que iba desde el sur de Huesca, en unión con el X Cuerpo de Ejército, hasta el Ebro, donde se unía con el XII Cuerpo de Ejército. Durante los siguientes meses algunas de sus fuerzas intervienen en las ofensivas de Zaragoza y Belchite, las cuales, sin embargo, no llegaron a dar los frutos apetecidos («Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939» de Carlos Engel).

En la primavera de 1938, durante la campaña de Aragón, las fuerzas del XI Cuerpo de Ejército no son capaces de hacer frente a la presión de las unidades franquistas. Para comienzos de abril, los restos del cuerpo de ejército había establecido sus posiciones a lo largo de la línea defensiva del río Segre. Durante los siguientes meses no toma parte en operaciones militares de relevancia, reorganizando sus maltrechas fuerzas tras la retirada en Aragón. Tras el comienzo de la campaña de Cataluña, mantiene la resistencia en sus posiciones defensiva, logrando algunas unidades ofrecer una fuerte oposición —como fue el caso de la 26.ª División—. A pesar de ello, la presión enemiga no remite y a comienzos de 1939 el XI Cuerpo de Ejército se ve obligado a retirarse hacia la frontera francesa junto al resto del Ejército del Este.

Carlos Engels recoge la siguiente relación de mandos de XI Cuerpo del Ejército del Este:

Comandantes

  • Teniente coronel de infantería Alfonso Reyes González-Cárdenas.
  • Comandante de infantería Antonio Gil Otero (agosto 1937).
  • Comandante de infantería Bartolomé Muntané Cirici (13 de marzo de 1938).
  • Teniente coronel de Carabineros Francisco Galán Rodríguez (4 de abril de 1938).
  • Teniente coronel de infantería Manuel Márquez Sánchez de Movellán (30 de diciembre de 1938).

Comisarios

  • Juan Manuel Molina, de la CNT.
  • Julián Muñoz Lizcano, del PSOE (1 de agosto de 1938).

Jefes de Estado Mayor

  • Comandante de Estado Mayor Ricardo Clavería Iglesias.
  • Coronel de infantería Mariano Fernández Berbiela (diciembre de 1937).

Mayor de milicias Antonio Muñoz Lizcano (diciembre 1938).
CPA: capitán de Artillería Feliciano Escalona Agrar.
CPI D de milicias Antonio Muñoz Lizcano (diciembre 1938).
CPA: capitán de Artillería Feliciano Escalona Agrar.
CPI: D.
INTENDENCIA: mayor de milicias Miguel Martí Reverté.
SANIDAD: D.
BATALLAS: Aragón y Cataluña.
PUBLICACIÓN: «Independencia» y «Noviembre».

En la documentación consultada aparece Jerónimo Roig (Septiembre de 1937) como jefe del Estado Mayor de Sariñena. Igualmente F. López (Septiembre de 1937). F. Saiz (Septiembre de 1937).

Alzola Mendiola, Juan (1909-?)  (Participa con varios cargos, teniente ayudante del Jefe de Sanidad, del sector de Ubidea-Gorbea, Oficial de jefatura de Sanidad (14 Cuerpo), Capitán ayudante del XI y XX Cuerpo del ejército y en el Estado Mayor del Ejército de Tierra). (Pares).

Carlos Engel apunta que la culminación del proceso de militarización de las columnas es la creación de las Brigadas Mixtas, unidades básicas del nuevo ejército. Para supervisar la fidelidad de las distintas fuerzas se crea la figura de Comisario Político, un oficial militar designado por el gobierno para garantizar la unidad militar.

Composición del XI Cuerpo del Ejército del Este.

La Brigada Mixta, en su estructura inicial de octubre de 1936, “Estaba formada por un cuartel general, cuatro batallones de infantería, cada uno compuesto por cuatro compañías, un escuadrón de caballería, un grupo de artillería de campaña, un grupo mixto de ingenieros y trasmisiones, y unidades de servicios” (Herrero Pérez, José Vicente (2003). «De la división orgánica a la brigada mixta: la evolución de las grandes unidades en España, 1914-1939». Revista de Historia Militar (Instituto de Historia y Cultura Militar) (93): 109-134).

En relación a la distribución de las Brigadas Mixtas, Engel subraya que las adscripciones de las Brigadas Mixtas, a las grandes unidades, es muy variable en el transcurso de la guerra y por ello no es posible dar una visión estática de la organización del ejército popular. Las Brigadas Mixtas desaparecen con la disolución del Ejército Popular al final de la guerra civil.

Como hemos visto anteriormente, las brigadas mixtas se enmarcaban en divisiones, divisiones que desglosamos con sus respectivas brigadas mixtas de acuerdo a la relación e información desarrollada por Carlos Engel en su trabajo «Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939».

  • Divisiones 26ª, 27ª y 32ª (julio 1937).
  • Divisiones 26ª, 32ª, 44ª y 45ª (octubre 1937).
  • Divisiones 26ª y 32ª (diciembre 1937).
  • Divisiones 26ª, 30ª y 32ª (19 de abril de 1938).
  • Divisiones 26ª y 34ª (3 de septiembre de 1938).
  • Divisiones 26ª, 32ª y 30ª (diciembre 1938).
  • Divisiones 26 y 34 y BM 62 Y 176 (27 de diciembre de 1938).
  • Divisiones 30ª y 31ª (2 de enero de 1939).

26ª División.

Creada el 28 de abril de 1937. Frente de Aragón y Cataluña con puesto de mando avanzado en Bujaraloz comprendiendo las Brigadas Mixtas 119ª, 120ª y 121ª, jefe mayor de milicias Ricardo Sanz García, comisario Ricardo Rionda Castro (CNT) y Pedro Pey Sardá, de CNT (2.1938), jefe de Estado Mayor comandante de infantería Ramón Rodríguez Bozmediano, comandante de infantería Pedro Cervera Serreta (febrero de 1938). (Carlos Engel).

  • La 119ª Brigada Mixta se organiza en mayo de 1937 en el frente de Aragón, con el 1º Regimiento de la División «Durruti». La unidad fue puesta bajo el mando del mayor de milicias Domingo Belmonte Cova y encuadrada en la 26ª División del XI Cuerpo del Ejército, nueva designación de la «Durruti». El jefe de Estado Mayor era el oficial de milicias José Marculet y el comisario, Martín Gental Masdeu, de la CNT; Marculet fue relevado pronto por el capitán de Infantería Ismael Massot Pascual que, al comenzar la guerra, era teniente del Cuerpo de Asalto en Madrid. (Carlos Engel).

La Brigada es trasladada desde su sector, al de Pina, a Farlete para colaborar en la batalla de Belchite. Su papel en los combates no debió ser muy brillante, cuando Kleber decía de ella «No sirve para nada…». Después de estas operaciones pasa a cubrir el sector de Noguera-Pallaresa del frente de Huesca. Su actuación en la campaña de Aragón pasa totalmente desapercibida, uniéndose a las fuerzas situadas al Norte del Ebro y termina el 19 de abril de 1938, en La Granja de San Vicente Ferrer. En la ofensiva nacional sobre Cataluña, la 119ª Brigada Mixta fue adscrita a la reserva general del GERO, careciendo su actuación de relieve. La 119ª Brigada Mixta publicaba el periódico «Trazos». (Carlos Engel).

  • La 120ª Brigada Mixta se crea en mayo de 1937 en el frente de Aragón, con el 2º Regimiento de la División «Durruti» ahora 26ª, del XI Cuerpo de Ejército, en la que queda encuadrada. Su jefe respondía al mayor de milicias Joaquín Morlanes Jaulín y el comisario Manuel Pobel Uriarte, de la CNT. En la jefatura de Estado Mayor se sucedieron el capitán de Infantería Ramón Ramos Babiloni, un antiguo capitán retirado, el alférez de complemento de Infantería Manuel Fuentes Nieto, pasado a la escala activa, y el capitán de milicias G. Marquina. La Brigada cubría el sector de la Ermita de San Martín en el frente de Huesca. (Carlos Engel).
  • La 121ª Brigada Mixta, creada en mayo de 1937, se organiza en el frente de Aragón y a base del 3º Regimiento de la División «Durruti”, ahora 26ª, del XI Cuerpo de Ejército, en la que queda encuadrada. Su primer jefe es el teniente de Caballería Pascual Gil de Montes Villar, un alférez de complemento pasado a la escala activa, y el comandante de Infantería Manuel Bustos García que, el 18 de julio de 1936 era capitán del Cuerpo de Asalto e Barcelona, como jefe de Estado Mayor. En el comisariado se sucedieron Pedro Fernández Alonso, José Nadal, Adolfo Arnal García y Juan San Ricart, todos de la CNT. LA 121ª BM cubría el sector de Farlete. Participa en la batalla de Belchite en el sector de Fuentes de Ebro. (Carlos Engel).

27ª División.

Creada el 28 de abril de 1937. Frente de Aragón y compuesta por las brigadas mixtas 122ª, 123ª y 124ª. Jefe mayor de milicias Manuel Trueba Mirones, mayor de milicias José del Barrio Navarra (Diciembre 1937) / Marcelino Usatorre (28.3.38). Comisario Felipe García-Guerrero Matas del PSUC y César Abis Gundián (1.8.38). Jefe EM comandante de infantería Eligio Mateo Sousa, mayor de milicias Manuel Colinas (diciembre 1937). (Carlos Engel).

  • La 122ª Brigada Mixta se constituye en mayo de 1937 con el 1º Regimiento de la División «Carlos Marx», ahora 27ª, del XXI Cuerpo de Ejército, a la que queda adscrita. Como jefe el mayor de milicias Marcelino Usatorre Royos, jefe de Estado Mayor el capitán de Infantería Manuel Labandera Genovés que, al comenzar la guerra, lo era del Batallón de Montaña Madrid nº 5 de guarnición en la Seo de Urgel y comisario, Ignacio Tresaco Ayerre, del PCUS. AL formarse la Brigada se hallaba en el frente de Huesca, donde toma parte en la ofensiva de junio de 1937. (Carlos Engel).
  • En mayo de 1937 se forma la 123ª Brigada Mixta con el 2ª Regimiento de la División «Carlos Marx», ahora 27ª, del XXI Cuerpo de Ejército, a la que fue adjudicada. Su jefe el comandante de Infantería Enrique Oubiña Fernández-Cid que había sido capitán del Batallón de Montaña Madrid nº 5 de la guarnición de la Seo de Urgel. El jefe de Estado Mayor el capitán de Infantería Silverio Gallego Salvador quien, el 18 de julio de 1936, era teniente del Regimiento Alcántara nº 14 de Barcelona, y el comisario Francesco Scotti. La 123ª Brigada Mixta tenía una alta proporción de extranjeros en sus filas, reclutados entre los participantes en la Olimpiada Popular de Barcelona. Participa en la ofensiva sobre Huesca en junio de 1937 y el 11 de agosto procede a disolver el Consejo de Aragón en su sector. (Carlos Engel).
  • La 124ª Brigada Mixta se forma en mayo de 1937, con el 3ª Regimiento de la División «Carlos Marx», 27ª, según la nueva denominación, del XXI Cuerpo de Ejército, en la que quedó encuadrada. Su jefe el teniente coronel de la Guardia Civil Alfredo Semprún Ramos quien, al iniciarse el conflicto, era comandante del 4º Tercio en Madrid. Su mando es breve, pues al mes siguiente, ya había sido reemplazado por el mayor de milicias José del Barrio Navarra. El jefe de Estado Mayor era el capitán de milicias Comas y el comisario Millán Muñoz Galache, del PSUC.  Situada en el frente de Huesca, participa en la ofensiva contra esta capital en junio de 1937. (Carlos Engel).

32ª División.

Creada el 28 de abril de 1937. Cuerpo de Ejército: XI CE; X CE (2.1.39) y XI CE (27.1.39) Frente: Aragón y Cataluña. Puesto de mando: Gerona, Tarragona (28 de julio de 1938) y Alcañiz (agosto 1938). Composición: BM 137ª, 140ª y 141ª; BM 137ª, 141ª y 142ª (febrero 1938) y BM 137ª y 142ª (2 de enero de 1939). Mandos Jefe: coronel de Caballería Alfonso Arana Vivanco, comandante de Infantería Manuel Gancedo Sáinz (julio 1937) Comisario: Cristóbal Albadetrecu, Francisco Señer Martín, de CNT y Andrés Semitiel Rubio, del PSOE. Jefe de EM: mayor de milicias Emilio Bosch Montes teniente de milicias Felipe Félix Moreno Gómez (6.11.38). (Carlos Engel).

  • La 137ª Brigada Mixta se crea en mayo de 1937 como reserva del Ejército del Este, al mando del teniente coronel José Brinquis Moure quien, al comenzar la guerra, era comandante mayor del regimiento Alcántara nº 14 de guarnición en Barcelona. Se incorpora a la 32ª División del XI Cuerpo de Ejército y, a finales de julio, es enviada al Parque Samá, cerca de Tarragona, donde completa su instrucción. Al iniciarse la ofensiva nacional, en el frente de Aragón, la Brigada recibe orden de cubrir la orilla izquierda del Ebro en Quinto, donde se produce el paso del río por las fuerzas de la 13ª División del general Barrón y de la 5ª de Navarra del general Sánchez González. Los combates en esta cabeza de puente son encarnizados y la 137ª Brigada Mixta sufre importantes pérdidas que la obligan a retirarse por Los Monegros. El 25 de marzo de 1938 se hallaba en Bujaraloz, plaza que tuvo que abandonar. Finalmente puede reagruparse con la 32ª División en Mongay. (Carlos Engel).
  • La 140ª Brigada Mixta se organiza en mayo de 1937, como reserva del Ejército del Este, integrándose en la 32ª División del XI Cuerpo de Ejército. Su primer jefe el teniente coronel de Infantería Humberto Gil Cabrera quien, el 18 de julio de 1936, era comandante y se hallaba en situación de disponible en Barcelona. El jefe de Estado Mayor el capitán de Infantería Manuel Tió Vila, antiguo capitán retirado y comisario Luis Deltell Bernal, del PSUC. Después del período de instrucción se hace cargo de la Brigada el mayor de milicias Rodolfo Bosch Pearson, pero al ser procesado por el fusilamiento de milicianos del POUM integrantes de la Brigada, es reemplazado por el mayor de su misma escala Eusebio Sanz. (Carlos Engel).
  • En mayo de 1937 se crea la 141ª Brigada Mixta como reserva del Ejército del Este, en la 32ª División del X Cuerpo de Ejército. Estaba integrada principalmente por milicianos anarquistas. El mando recae en el comandante de Infantería Sebastián Zamora Medina quien, al comenzar la guerra, era capitán del Regimiento Albuera nº 16 de Lérida. Desempeña las funciones de jefe de Estado Mayor el capitán de milicias Hernández Oñate y las de comisario Justino Villaverde Ramos, de la CNT. El mando de la Brigada pasa pronto a manos del mayor de milicias Eduardo Barceló Llacuri. La 141ª Brigada Mixta operaba en el frente de Huesca. (Carlos Engel).
  • En los meses de mayo y junio de 1937 se organiza en Cataluña la 142ª Brigada Mixta, disuelta en octubre de 1937 sus efectivos son incorporados a la 32ª División del XI Cuerpo de Ejército y se forma una nueva 142ª Brigada Mixta con los batallones 565º al 568º, perdiendo su carácter original. La unidad reaparece en la campaña de Aragón, cubriendo la orilla izquierda del Ebro en Quinto, donde es arrollada por los nacionales al cruzar el río por ese punto. La retirada lleva a la 142º Brigada Mixta a Bujaraloz, plaza que pierde el 25 de marzo de 1938; Candasnos; Fraga, evacuada el día 27, y Lérida. (Carlos Engel).

El Estado Mayor del XI Cuerpo del Ejército del Este en Sariñena

El Estado Mayor de Sariñena con su Cuartel General continúo funcionando. Actuaba, como hemos comentado anteriormente, no como mando si no como órgano de organización “El Estado Mayor es un órgano impersonal, auxiliar directo del jefe de la unidad. No tiene funciones de mando ni puede dar órdenes por su obra, siempre por delegación del jefe, cuyas ordenes debe transmitir exactamente, cuidando y vigilando su puntual cumplimiento.” (AGMAV,C.813,1,2 Instrucción nº2 del XI cuerpo de Ejército sobre normas para el funcionamiento y organización de los estados mayores de división y brigada 2 hojas).

Su organización respondía a la siguiente estructura:

En las Divisiones

  • Un jefe de Estado Mayor.
  • Una sección de organización (A cargo de un oficial).
  • Una sección de información (Dos oficiales, dos sargentos y equipos correspondientes).
  • Una sección de operaciones (Con tres oficiales).
  • Una sección de servicios (A cargo de un oficial y un sargento).
  • Una sección de cartografía (A cargo de un oficial).

En las Brigadas

  • Un jefe de Estado Mayor, además jefe de instrucción.
  • Una sección de organización y servicios (A cargo de un oficial).
  • Una sección de información (A cargo de un oficial, un sargento y los equipos de observación necesarios).
  • Una sección de operaciones (A cargo de un oficial).
  • Una sección de cartografía (A cargo de un oficial).

Cada sección tenía los siguientes asuntos encomendados:

  • Organización: Selección de jefes, oficiales y asimilados. Fichero de los mismos. …. de fuerza. Altas y bajas por todos conceptos. Licencias y permisos. Cambios de destino y de situación. Documentación de carácter personal. Sueldos y haberes y gratificaciones. Reclutamiento. Voluntariado. Ascensos. Justicia militar. Pases y pasaportes. Servicios de orden. Comandancias militares. Proclamas. Relaciones con las autoridades civiles.
  • Información: Información del campo enemigo. Gráficos del despliegue enemigo. Orden de batalla enemigo. Observatorios. Observación. Planes de investigación. Proclamas de información. Evadidos. Prisioneros. Claves. Cifrado y descifrado. Información y control del personal. Relación con el S.I.M. Censura postal y telegráfica. Censura de prensa. Escucha radiotelegráfica. Material de observación. Partes de información.
  • Operaciones: Operaciones en campaña. Movimientos de fuerzas. Instrucción de los cuadros y de la tropa. Fortificación. Destrucciones. Planes de fuego. Gráficos del despliegue de las fuerzas propias.  Partes de operaciones. Reconocimientos militares. Transmisiones. Mano de obras de ingenieros y obreros. Servicio de campaña. Servicios de guarnición.

Servicios:

  • Artillería: Estado de municiones. Partes de consumo de municiones. Dotaciones. Exposición de municiones. Entregas y estados de armamento. Hadompoziciones. Material de protección contra gases. Depósitos. Falleres. Petición al escalón superior
  • Ingenieros: Material de fortificación. Movimiento del parque. Entregas. Explosivos. Parque. Depósitos. Talleres. Peticiones al escalón superior.
  • Intendencia: Abastecimiento de toda clase de víveres y combustible. Vestuario. Equipo. Material de acuartelamiento y campamento. Menaje de cocina. Recuperación. Material regimental. Gasolina. Lubrificantes. Grasas. Pagaduría. Parques. Depósitos. Talleres. Peticiones al escalón superior.
  • Sanidad: Dotaciones de material sanitario y cura y su reposición. Enfermerías y hospitales. Recuperación de enfermos y heridos. Higiene. Profilaxis. Epidemias. Enterramientos. Estadística sanitaria. Asistencia al ganado. Higiene veterinaria. Epizoótica. Parques. Farmacias.  Peticiones al escalón superior.
  • Remonta: Estados y dotaciones de ganado. Reposición. Bajas. Altas. Depósitos de remonte. Peticiones al escalón superior.
  • Correo: Todo lo relacionado con este servicio excepto en lo que afecta a la censura postal.
  • Cartografía: Cartografía del sector. Dotaciones. Entregas. Trabajos de dibujo y fotografía. Peticiones al escalón superior.

En el funcionamiento interno de los Estados Mayores, todo trabajo interno de un Estado Mayor, sea cual sea el escalón de mando al que pertenezca, se ejecutaba bajo la dirección del jefe de Estado Mayor, quien respondía ante el jefe de la unidad de su buen funcionamiento.

Los cometidos de cada uno de sus componentes son:

  • Jefe de Estado Mayor: Apertura de la correspondencia oficial. Resumen de la misma y su distribución decretada a las distintas secciones (Pasando previamente por el registro general de entradas). Los decretos los estampará el jefe de su puño y letra y señalarán claramente lo que se debe hacer y la fecha en que se debe hacer. Resumir los datos de índole toda que influyan en la situación material y moral de la unidad, para poder informar a su jefe. Recibir las orientaciones del bando para acordar a ellas al trabajo de las secciones. Informarse por los jefes de los servicios del estado de estos, a fin de facilitar su misión, coordinándolos y anticipándose a sus necesidades. Distribuir los cometidos especiales entre los oficiales del Estado Mayor. Inspección de la contabilidad del material y del gobierno del Cuartel General.
  • Primera sección (Organización): Llevar al día: Registro de entradas y salidas de los documentos de la sección. Relaciones y ficheros de jefes y oficiales. Estado de fuerza de unidades dependientes del Cuartel General. Alta y baja del personal, por todos los conceptos. Libro-registro de permisos concedidos, procedimientos judiciales y gubernativos y pasaportes y pases. Diario de bajas de guerra clasificadas. Tramitación a dos fechas (Como máximo) de los demás asuntos.
  • Segunda sección (Información) Llevar al día: Diarios de información. Gráfico de despliegue del enemigo.
  • Tercera sección (Operaciones): Llevar al día registro de entradas y salidas de documentos en la sección. Diario de operaciones. Gráficos del despliegue propio. Gráficos de la red de transmisiones. Progresos del pala de fortificación. Progresos del plan de destrucciones. Registro de ordenes de operaciones. Partes de operaciones. Distribución de la mano de obra. Memoria descriptiva del sector por reconocimientos efectuados. Tramitar demás documentos con la urgencia que el asunto exija.
  • Cuarta sección (Servicios): Llevar al día registro de entradas y salidas de documentos en la sección. Estados de armamentos, ganados, municiones y material de transportes. Parte de consumo de municiones de todas clases. Existencias en los parques de artillería, ingenieros y sanidad. Movimiento suministro en los depósitos de intendencia. Estados de vestuario, equipo y menaje. Resumen de peticiones pendientes de concesión. Gráficos de carreteras, caminos, pistas y su viabilidad. Existencias y consumo de gasolina, lubricantes y grasas. Camas vacantes en enfermería y hospitales. Movimiento de la enfermería de mando. Tramitar los asuntos que no sean urgentes con menos de tres fechas de su entrada en la sección.
  • Quinta sección (Cartografía): Llevar al día: Registro de entrada y salida de documentos en la sección. Registro de cartografía. Los mapas del sector o zona. Panorámicas del frente desde los diversos observatorios. Ejecución de cuantos trabajos de fotografía y dibujo se le encomienden.

AGMAV,C.813,1,3 Plantilla de cuartel general del  XI cuerpo del Ejército 1 hojas.

Ordenes Generales

Desde el Estado Mayor en Sariñena se dictaban Ordenes Generales, prácticamente comunicados de circulares del Ministerio de Defensa Nacional y transmisión de diferentes Ordenes Generales (AGMAV,C.813,1,1 Órdenes generales del XI cuerpo del Ejército 31 hojas). A la vez aparecen documento firmados en Lérida, sede del XI cuerpo del Ejército que debió compartir con Sariñena algunos meses antes de la caída del frente de Aragón, documentos que no incluimos.

  • Orden General del 12 de agosto de 1936, firmado por el jefe del Estado Mayor Ricardo Claveria. La orden cita la incorporación de jefe de los servicios farmacéuticos del XI Cuerpo del Ejército Pablo Cirera Feliu y la necesidad del adecuado transporte y almacenamiento de a “subsistencia animal” para evitar problemas de salud en las tropas.
  • Orden General del día 5 de septiembre de 1937 de nombramiento de José Del Barrio jefe de la 27. ª División, firmado en Sariñena por el entonces jefe del Estado Mayor Jerónimo Roig. 
  • Orden General del día 5 de septiembre de 1937: Arts único. Los jefes de División, Brigada, Cuerpo o Unidad, dependientes de este Cuerpo de Ejército procurarán, por todos los medios a su alcance, que bajo ningún concepto ni pretexto, se retengan los vehículos que se utilicen para transportes generales, los cuales forman parte de la Reserva General, que la mueve exclusivamente el Jefe del E.M. por conducto de la Jefatura de los Servicios de Retaguardia y Transporte. Las infracciones de esta disposición serán consideradas como falta muy grave y corregidos por el alto Mendo con las sanciones, que estime pertinentes. Los jefes y oficiales del Cuerpo de Tren, darán cuente por el conducto más rápido, de todas las faltes que se cometan en la ejecución de estas instrucciones. Firmado en Sariñena por el jefe del Estado Mayor Jerónimo Roig. 
  • Orden General del día 7 de septiembre de 1937 de “Concentración en Caja e incorporación a filas de los individuos del cuerpo de Servicios Auxiliares pertenecientes a los reemplazos de 1936 a 1931 ambos inclusive”. Firmado por el jefe del Estado Mayor F. López. En el mismo mes de septiembre hay un comunicado para localizar milicianos requeridos por el tribunal popular.
  • Orden General del día 9 de septiembre de 1937, por la que se transmite la felicitación de Ministro de Defensa Nacional al Ejército del Este por la toma de Belchite. La felicitación se hace pública “Para general satisfacción de todos los componentes del ejército” desde el mando de del jefe del Estado mayor A. Cordón. Igualmente se reproducen diversas felicitaciones al comandante del Ejército del Este Sebastián Pozas, telegramas del presidente del congreso de los diputados Martínez barrios, del comisario de la 107 Brigada, del 201 Batallón, del comisario inspector Ejército Centro, del comisario de la 5ª Brigada de Carabineros, del jefe superior de policía de Cataluña, del jefe regimiento naval, del jefe y comisario de la 36ª Brigada, del secretario del PSUC o del general Miaja. La orden, firmada en Sariñena, está realizada por el jefe del Estado Mayor Jerónimo Roig.
  • Orden General del día 12 de septiembre de 1937, circular para cubrir las setecientas plazas de la escuela popular de guerra nº 3. Firmado F. Saiz.
  • Orden General del día 20 de septiembre de 1937, traslada una circular del Ejército de Tierra y lleva la firma del jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 22 de septiembre de 1937, traslada circular del Ministerio de Defensa Nacional. Firmado por el jefe de Estado Mayor A. Cordón.
  • Adición a la Orden General del día 20 septiembre de 1937 del Ejército de Tierra sobre el plazo de liquidación y pago de las obligaciones del cuerpo correspondientes al ejercicio de 1936. Firmado por el jefe del Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 17 septiembre de 1937, sobre el poder de suministrar con las debidas garantías la cartera militar al personal con derecho a ella. A la vez dictamina la creación del distintivo de mando, en adición a la orden circular del Ministerio de Defensa Nacional: “El distintivo consistirá en una estrella de tres puntas, dorada, para los jefes de Gran Unidad e Inspectores, y de color azul celeste, para los jefes de Estado Mayor, llevando una los mandos de Brigada, dos de División, tres los de Cuerpo de Ejército, y cuatro los de Ejército.”
  • Comunicación debida a ausentarse el comisario del ejército del Este Virgilio Llanos, siendo sustituido por unos días por José Miret, comisario de la 31.ª División.  Orden de S.E. jefe de Estado Mayor A. Cordón y el jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 17 septiembre de 1937, traslado de la circular del subsecretario de defensa nacional sobre normalizar la entrega de material cartográfico necesario a las fuerzas combatientes. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 2 de octubre de 1937, sobre oficialidad de milicias. Firmado jefe del Estado Mayor A. Cordón.
  • Orden General del día 5 de octubre de 1937, sobre reclamación de haberes o pensiones. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 11 de octubre de 1937, “Ante la necesidad de proveer al personal de los frentes y a los enfermos y heridos, a consecuencia de la campaña, de los elementos de abrigo necesarios”. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Adición a la Orden General 11 de octubre de 1937, “A partir de mañana el reconocimiento facultativo lo pasarán los oficiales médicos de cada Cuerpo a las nueve horas”. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 15 de octubre de 1937, “Los jefes de Cuerpo de Ejército, Unidades independientes y comandantes militares de este ejército, manifestarán con urgencia a la Sección de Organización, Personal y A.G. de este Cuartel General si pertenece a los mismos el individuo Jaime Villa y Castells de 27 años natural de Oló. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 17 de octubre de 1937, comunicación de la publicación en el Diario Oficial 246 de la convocatoria para Escuela Popular número 3 (Ingenieros) y para la número cinco (Transmisiones) para el conocimiento de interesados. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Adición a la Orden General del día 18 de octubre de 1937, “Queda terminantemente prohibido el que las familias de los jefes, oficiales, clases y soldados residan en la zona avanzada de este Cuerpo de Ejército (Limitada por el río Cinca), debiendo las familias mencionadas que se encuentren en la zona de referencia trasladarse fuera de ella teniendo de plazo hasta fin del presente mes. Firmado jefe de Estado Mayor J. Sitjar.
  • Orden General del día 21 de octubre de 1937, para que los jefes de cuerpos, dependencias y unidades dependientes de este cuerpo de Ejército remitan a este cuartel general (Sección Organización) relación del personal que sea de oficio panadero.
  • El Ministerio de Defensa Nacional en Orden Singular de fecha 14 de octubre de 1937 (D.O. 247) publica lo siguiente:

El derecho a extracción de raciones concedido a generales, jefes, oficiales, sargentos y personal militarizado afecto a los ejércitos por los artículos 43 y 44 del Reglamento de los servicios de Intendencia en campaña, queda modificado en el sentido de que nadie podrá extraerse, con carácter reintegrable, sea cualquiera la categoría del perceptor y la zona en que preste servicio, una diaria de la composición máxima siguiente:

20 gramos de café tostado.

50 gramos de azúcar.

250 gramos de legumbres secas o pastas para sopa.

250 gramos de carne fresca o sustitutivos.

100 mililitros de aceite.

250 mililitros de vino.

Una ración de pan.

Cada 100 gramos de legumbres secas pueden sustituirse por 150 de arroz.

Mensualmente y con el mismo carácter, podrán extraer seis latas de leche condensada, dos kilogramos de tomate en conserva y dos kilogramos de jabón.

Los artículos que por su calidad lo permitan, podrán extraerse diaria, semanal, quincenal o mensualmente.

Quedan terminantemente prohibidas extracciones que excedan de la cuantía fijada.

Articulo 2.-Los jefes de las unidades dependientes de este ejército y afectos al mismo, remitirán a la brevedad posible a este Estado Mayor (Sección de Organización) relación nominal del personal que sea de oficio panadero.

Firmado el jefe del Estado Mayor.

  • Adición a la Orden General del día 21 de octubre de 1937, sobre la orden anterior, artículo 2.
  • Orden General del día 22 de octubre de 1937, sobre circular para que los oficiales y clases de las escalas activas del ejército que se encontrasen, además, en posición de empleos superiores en milicias manifestasen por instancia su opción entre ambos empleos de ejército o de milicias. Firmado el jefe del Estado Mayor A. Codón.

La historia del Cuartel General del XI Cuerpo del Ejército en Sariñena acaba con la ofensiva del bando sublevado en Aragón, Sariñena cae el 26 de marzo de 1938. El Ejército del Este dejó de existir el 8 de febrero de 1939, al cruzar la frontera en Le Perthus. («Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939» de Carlos Engel).

Salvador Dabau i Caussa y el piano de Monegrillo


Salvador Dabau i Caussa, natural de Vilajuïga, nació el 2 de marzo de 1909, maestro y músico, estudió magisterio y música, dominaba el piano, el órgano, el violín y la viola. Amplió sus estudios musicales en el conservatorio superior de música del Liceo y formó parte de la orquesta sinfónica de Gerona, como instrumentista de viola. A lo largo de su vida compuso unas 35 habaneras e hizo arreglos de unas cincuenta. Dabau es autor de habaneras tan populares como La barca abandonadaEntre las barcasUn canto de amor (letra de Carles Casanovas), El canto del mar (letra de Anton Vilàs), El viejo y la barcaViento de Garbí (letra de Armand Beneyto), y también de los conciertos para piano Havanera para una difunta y Casi una habanera .

Salvador Dabau i Caussa en el Frente de Aragón. (Foto fondo Familia Dabau – CdD Montgrí, illes Medes i Baix Ter. Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

La guerra civil le sorprendió en Torroella de Montgrí, donde ejercía como maestro. A pesar de sus convicciones religiosas y sus ideales de derechas, en septiembre de 1937 recibió la orden de presentarse en la caja de movilización de Gerona. Antes de partir hacía el frente, Dabau se despide de su familia “Era un día triste. Las golondrinas, en grandes bandadas, chillando, cubrían los hilos de las líneas eléctricas. Se reunían para levantar el vuelo hacia países más cálidos. Estoy muy triste…”. (Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

El 22 de septiembre sale hacía Bujaraloz para unirse a la 26ª División, antigua columna Durruti, en el frente de Los Monegros. Su primer destino es el cruce de Gelsa – Monegrillo con la carretera de Zaragoza a Lérida. “De unos ochocientos hombres reunidos, habría cerca de seiscientos analfabetos, entre ellos oficiales y sargentos. Solamente coincidieron cinco maestros y un licenciado. Todos ellos fueron enchufados en la plana Mayor excepto Dabau que fue destinado a Transmisiones”. (Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

Sus memorias, a modo de diario de un combatiente, fueron anotadas en ocho libretas escolares, recogiendo fotografías, planos, programas, recortes de prensa, etc. Dichas libretas dieron pie al artículo de Joan Surroca i Sens sobre la vida de Salvador Dabau i Caussa, del que principalmente basamos el presente artículo. Joan Surroca i Sens, natural de Torroella de Montgrí, es un educador, museólogo y político catalán autor de varias obras y escritos.  

Dabau estuvo a las órdenes de los sargentos Santacreu i Cabanes, voluntarios de la columna Durruti. “El primero, uno anarquista puro. Una bellísima persona. Un idealista con todas las cualidades buenas a las que puede llegar una persona humana. Fue como un padre para todos nosotros”. Joan Surroca i Sens apunta que del segundo no puede decir tantos elogios. En su destino, Dabau “Tuvo la oportunidad de aprender el alfabeto Morse y se ejercitó en el lanzamiento de granadas, pero ¡simulándolo con rocas! Estaban situados a quince kilómetros en retaguardia del frente, una distancia que les permitía escuchar las explosiones de la artillería.” (Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

Mapa del frente de Los Monegros, por Salvador Dabau i Caussa. (Foto fondo Familia Dabau – CdD Montgrí, illes Medes i Baix Ter. Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

“El sr. Dabau se acuerda de Torroella de forma muy viva durante el tiempo en frente: “Añora terriblemente a la familia, a los amigos, esa mi escuela donde voy dejar a aquellos alumnos magníficos que tanto me querían. Aquella clase donde preside, en sitio preferente, la foto que les dediqué cuando me despedí de ellos. Todos lloraban”. Escribía a sus alumnos y amistades de

Torroella y era correspondido con cartas y bultos de ropa y alimentos. Manifiesta alegrías como esta: “Recibo un paquete que me envían mis alumnos de Torroella. Contiene un jersey confeccionado por Elvira, Pepita, Pilar y otros alumnos. Dicen que me añoran mucho. Que recuerdan esas excursiones, aquellas veladas. También esas historias que les contaba… Los chicos me envían seis pichones ya cocidos. Qué lástima que cuando han llegado al frente estaban todos corrompidos. Los he tenido que tirar… Son unos alumnos maravillosos. Yo también les añoro mucho… ¿Cuándo volveré a verlos?… ¡Maldita guerra!”. En otra ocasión: “… he recibido una docena de huevos. He ido con el cocinero de la plana mayor (un labrador de la comarca de Olot) para que quisiera freírmelos; quería obsequiar a los compañeros de la chabola. Cuando, a la hora de cena, he ido a recoger los huevos fritos, el sinvergüenza del cocinero, con todo el cinismo del mundo, me contesta: ‘Ya se les han comido los comisarios y el comandante. ¡Verás, yo tengo que estar bien con ellos! ¡Tengo que conservar el enchufe!”. Momentos después, llegaban dos milicianos que llevaban unas enormes ratas ya despellejadas. El cocinero las ha cocido con la misma cazuela de los célebres huevos fritos. Seguramente los comisarios y comandante no las han catado. Cuando los dos milicianos con gran satisfacción se las comían, el nuestro cocinero echaba las lentejas o los garbanzos dentro de la cazuela donde permanecía todavía un dedo de grasa de rata. ¡Exquisito! ”.

Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens

El 18 de octubre es destinado aposiciones avanzadas, a primera línea del frente, desde donde pudo contemplar, en la distancia, el templo del Pilar de Zaragoza: “…el corazón se me va. He hecho la promesa de que si salgo de esta maldita guerra escribiré una misa dedicada a la Virgen del Pilar”. Joan Surroca i Sens señala que Dabau cumplió con su promesa y la pieza se estrenó en la iglesia de San Genís de Torroella el día de Corpus del año 1942.

Su vocación de maestro le llevó a ejercer en el frente, dedicándose a “dar lecciones a analfabetos de forma intermitente”. Fue destinado a Monegrillo donde descubrió un piano. Empezó a tocar junto a un miliciano que le acompañaba con el violín, hasta el punto que en un festival benéfico, a favor de refugiados, interpretó con gran éxito la Rapsodia núm. 2 de Litz. A raíz de ello, recoge Joan Surroca i Sens, “La voz corrió y le van invitar a realizar conciertos en Sariñena, Pina de Ebro y La Almolda. Fue nombrado, además director de la banda de la división.”

En Monegrillo se encontró con miembros del Comité de Torroella de Montgrí y temió por su vida “Una sensación de pánico se ha apoderado de mí. Todos saben que yo soy un elemento de derechas. Asiduo concurrente al casal de “can per lo senyal” de Torroella. Persona de ‘misa’… Me veo perdido si me delatan y un susto invade todo mi cuerpo… ¿Qué debo hacer?… ¿Cómo debo reaccionar? He logrado capear el temporal lo mejor que he podido (…). Contra lo que yo temía, han sido amables conmigo. Parece que tienen gran alegría de encontrarme entre ellos. Saben que muchos elementos de derechas torroellenses se encuentran al lado franquista… pero yo estoy entre los defensores de la República”. (Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

Entre los milicianos conoció a un amigo de un maestro procedente de Orce (Granada), Joan Surroca i Sens detalla que llegó a tenerle tanta confianza que acabó confiándole su secreto: «Mira como pienso yo», y se sacó un santocristo que llevaba en el bolsillo. Al ver que su amigo, tal y como sospechaba, coincidía con las creencias, dejó escrito: “Éramos más que hermanos… Nos unía el vínculo del mayor de los ideales: el de la creencia en Dios. El de la fe acompañada de una fortísima esperanza…”. A lo largo del medio año que va formar parte del ejército republicano planearon pasarse al otro bando, sin que nunca pudieran concretarlo.” (Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

Dibujo de Salvador Dabau i Caussa de posiciones en la sierra de Alcubierre. (foto fondo Familia Dabau – CdD Montgrí, illes Medes i Baix Ter. Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

Al poco, fue destinado a la Brigada 119, posicionada en el sector de Monte Oscuro (Sierra de Alcubierre), hasta la ofensiva nacional de marzo de 1938. “La Brigada se encontraba en el sector de la montaña de Loma Negra y de allí se vio obligada a retirarse a Monte Oscuro. Dabau tuvo la oportunidad de escabullirse y esconderse hasta llegar a la llanura. Aunque no lo manifiesta explícitamente, es verosímil que aspiraba a pasarse en el ejército nacional. Ahora, pues, era el momento para hacer realidad sus deseos. Deambuló perdido hasta que se encontró cara a cara con un grupo de soldados y rodeado de fusiles. Respiró tranquilo al observar que eran de los nacionales por la franja roja que llevaba el cabo. Lo hicieron prisionero.” (Salvador Dabau i Caussa (1909-2002) en el centenari del seu naixement [II] -1937 / 1942- Joan Surroca i Sens).

Acabó detenido en Santander, en el campo de concentración de la Magdalena. Pero pronto consiguió el aval necesario y se incorporó al bando nacional. Durante su vida, ejerció como maestro durante más de 47 años, además de su actividad musical, de sardanas y habaneras. Falleció en Gerona el 3 de diciembre del 2002.

Relatos por Los Monegros


Por Victoria Trigo Bello.

Laguna Sariñena

La tierra abrió sus brazos para conservar en ellos el agua. La tierra quiso ser playa de un último mar, guardar para los humanos un resto de aquel Génesis de océanos sin límites.

En esa laguna que marca el contraste con el secano -con ese alma sólida de la piedra y de la arcilla-, cabrillean ninfas que eligieron permanecer donde el azul solo habita arriba, nanas para el recién nacido que aterrizó en este mundo en la pobreza monegrina del barrio de la Estación. En esa laguna de olas menores y cuentos que nadie escribió, arrullo a ese niño y le dibujo barcos de nata para irnos a navegar.

Laguna de Sariñena, remanso de la memoria, solaz de la nostalgia, paisaje que mira sereno y habla de dioses pequeños que se instalan muy adentro.

Tozales muy totales

Una mañana ideal para un recorrido que resultó algo más exigente de lo que cabía esperar, dada la escasa señalización para las rutas a los diferentes tozales. Debería prestarse más atención a estos parajes que contienen bellezas paisajísticas y que resultan atractivos para caminantes y para amantes de la fotografía, espacios en las antípodas de las masificaciones de otras zonas.


Los Tozales de Jubierre son coreografías para bailarines que evolucionan con parsimonia de siglos. Los Tozales de Jubierre son el gota a gota del viento, la tierra y el agua felizmente conjuntados.


Los Tozales de Jubierre son esfinges anárquicas, quizás aspirantes a pirámides de un país onírico, miradores que surgen con espontaneidad de saludo amistoso e invitan a conocerlos.

El agua y el viento son alfareros. Ella abre caminos a su antojo, siembra venas por doquier, y él amasa la tierra para improvisar mástiles y torreones.

Paisaje interesante que resultaría más accesible con una adecuada señalización.

Monegros merece ser visitado.

Victoria Trigo Bello.
19 de febrero de 2023.

Barrio de la Estación


Segundo premio.- XXII CERTAMEN DE LITERATURA «MIGUEL ARTIGAS” Monreal del Campo.- Año 2022.

Este relato se basa en una foto que existe en realidad y que fue realizada -posiblemente en 1933- por un fotógrafo desconocido en un barrio rural ferroviario.

El topónimo Parrasernil es ficticio.

Rosalía y Dionisio y sus hijos Lourdes y Esteban en el Barrio de la Estación de Sariñena.

Por Victoria Trigo Bello .

A mi padre.

Barrio de la Estación

Aún pudo ver y verse mi padre en esa foto con las últimas luces de sus ojos. Hija mía, hija mía, sollozaba mi niño anciano y rendido… Esa foto, salvo en el número de personajes, se parece un poco al cartel de la película Los Santos Inocentes. A Delibes le hubiera inspirado una familia tan pobre, la misma que compondría una estampa pintoresca para aquel fotógrafo anónimo que recogía las imágenes de una barriada crecida junto al ferrocarril. A Delibes y a su castellano profundo les habría dictado una novela esa familia con lo mejor de su armario, varada en ese tiempo desde el que miran los muertos, una familia con la sorpresa de ser fotografiada allí, en el Barrio de la Estación de Parrasernil, a pocos metros de donde la vida era un estruendo de ruedas y del fuego que circulaba por los carriles.

Esa foto hoy comparte escritorio con mi ordenador. Como telón de fondo de la misma, tras el grupo aparece una parcela de planta única, vivienda alquilada por lo poco que pudiera permitirse un sueldo de mozo de tren asignado a esa estación, que llegó con su mujer y con una hija y apenas instalados vio nacer al heredero de su miseria al que tuvieron que meter en agua helada para que rompiera a llorar. Mis abuelos con expresión de estupor, ambos sentados en el centro de la escena. Ella, repeinada, mira con la desconfianza propia de una montañesa que sabe de las soledades de mil senderos de herradura y de la aspereza de una aldea perdida donde vale más un buey que una persona. Tiene a su izquierda a la primogénita, de cinco años y con la falda levantada por una ráfaga que le deja la braga al descubierto. El patriarca, envejecido de todos los peonajes de sol a sol que jalonaron su juventud, luce su chaqueta que huele a alcanfor, la que se pone con el pantalón bueno -el de tela de rayita y que también huele a alcanfor-, y calza los zapatos brillantes de cuando se casó -que le incomodan porque sus pies tratan más con las alpargatas que con el material fino del calcero para señoritos-, sostiene un cigarro de picadura en su mano diestra y con la otra respalda al chaval. Por último, este chaval, una criatura con un triciclo famélico al que una piedra ante la rueda delantera frustra el intento de escapar del posado.

La estación era el arrabal, el Gólgota de los obreros donde el tiempo y la existencia se medían en trenes. Ningún reloj mejor que el péndulo de esos dioses de hierro en sus idas y venidas, la carbonilla como estela, el vapor acolchando la mordedura de bielas y contra bielas. Una iglesia pequeña, suficiente para almas sin otra esperanza que la de marchar. Una cantina en la que algún trago de más y alguna mala racha en los naipes suponía más dificultad en la dificultad. Y los trenes, los trenes cargados de noches gélidas o de soles de brea, espadas que atravesaban ese paisaje de tierra roja, tierra de carne y sangre que adivinaba la proximidad de una guerra y que intuían que con ella todas las desgracias conocidas resultarían, por comparación, penurias aceptables, pecados veniales que con un poco de penitencia serían perdonables y no supondrían nada más grave que un diminuto borrón en un lienzo inmenso.

Esteban Trigo Estúa en la Estación ferroviaria de Sariñena.

El casco urbano de Parrasernil era otra cosa, otro planeta. Parrasernil era el pueblo. Parrasernil era la laguna, el ayuntamiento, las aceras, la escuela, las casas más habitables, el palacete venido a menos –la parte baja eran cuadras- pero con un escudo que hablaba de una lejana hidalguía, los edificios para gente que, aun siendo humilde, no se rozara mucho con el mal. El mal verdadero y mayúsculo se quedaba en el Barrio de la Estación, en sus calles polvorientas, en el paso a nivel que se abría y cerraba como las fauces de un monstruo. El mal era aquel calor que se pegaba amarillo y pajizo a las paredes, el otoño larguísimo como una culebra o una maldición, las lluvias que caían con desgana, hijas de nubes aburridas, los cristales eternamente sucios, las bombillas heridas de melancolía, los gatos apedreados, la jaula de una cardelina muda. El mal era el hambre en la infancia de rodillas huesudas, en las botas de puntera descosida, en la roña tras las orejas. El mal era el aviso de los trenes taladrando el silencio sin cesar, esposados a la vía hasta que se cayeran a pedazos.

Mi padre conservaba esa foto amortajada como un cadáver que no quería enterrar por completo. Era el fósil de su niñez, el único vestigio de su lugar de nacimiento en un verano de moscas que tejían su plaga sobre el cesto en que lo dejaba su madre para irse a lavar la colada de quien pudiera pagarle por la ofrenda de su espalda sacrificada, por sus manos de esparto, con las uñas comidas por la sosa. Esa foto de los cuatro ante la parcela, esa foto de esos pobretones hoy a pocos centímetros de la pantalla donde desfilan cotizaciones de bolsa y valores con los que configuro un sinfín de gráficos e informes, fue rescatada por mí cuando buscaba la póliza de decesos suscrita por mis abuelos en la década de los cuarenta, cuando se puso de moda asegurarse un hueco digno para los restos mortales. Me iba a tocar en breve utilizarla y ya se había interesado gentilmente por ella la directora del geriátrico para saber a quién llamar si usted no estuviera localizable cuando se produzca el óbito.

Esa foto me traslada a las últimas semanas de mi padre, cuando él deambulaba penosamente con el andador por los jardines, todavía saludando a otros residentes entre resoplidos asmáticos, sus paseos de calvario –los médicos, erre que erre en que saliera a tomar el aire- antes de fracturarse la otra cadera y quedar definitivamente encamado. Esa foto en sepia, con sus piernecillas tiernas en tensión, sus músculos aún de leche, pero ya rabiosos sobre los pedales como jinete en un caballo torpe, sus labios apretados tragando aquella frustración, negando una sonrisa al hombre desconocido que se la pediría tras una cámara montada sobre un trípode, marcó un hito en la vida de mi padre. Ese día de la foto, mi padre descubriría que no había camino posible con la barrera de un guijarro cerrándole el paso. Ese día mi padre aprendería a perder, a prensar la ira mandíbula contra mandíbula, a aguantar esa detención, esa brida, porque un fotógrafo daba órdenes y todos le obedecían.

Aún pudo ver y verse mi padre en esa foto con las últimas luces de sus ojos. Hija mía, hija mía, sollozaba mi niño anciano y rendido. Aún pudo sostenerla con sus manos ya abanico de venas secas, archipiélago de manchas, flores de cementerio. Aún pudo sonreír su rostro de mejillas hundidas al chiquillo que se empinaba sobre los pedales de aquel trasto, quizás préstamo de algún amigo un poco menos pobre. Aún pude yo encontrar en las piernas lacias de mi padre moribundo -sus pies presos en las taloneras, con las úlceras ansiosas de graparse a su pellejo- la fragilidad de aquel niño que no podía remontar el dique, la oposición de esa piedra. 

Enmarqué la foto y la coloqué como detalle vintage en mi despacho de ejecutiva. Aunque cercana a mi jubilación, no quiero privarme de esa imagen en el lugar donde desde hace muchos años paso más horas que en mi casa. He pensado también en el regreso que cinco décadas después del disparo de aquel fotógrafo hicimos al Barrio de la Estación con mi padre -entonces ya padre y abuelo-, para rastrear algún vestigio, algún hierro de triciclo oxidado que aún latiera por allí. He pensado en la búsqueda infructuosa que hicimos de alguna brizna de raíz, en nuestro tímido pulsar el timbre de la puerta de una casa –la única que parecía habitada-, en pronunciar el apellido Clavería ante una mujer, aproximadamente de mi edad, que hizo salir a su marido, algo mayor, y en cómo, entre ella y él, los dos a una, apenas pudieron tejer una sombra de lo que fuera aquel ayer tan lejano. Que si la harinera, que si una firma de gaseosas, que sí, que sí, que en una parcela hubo una pareja que venían -¿de dónde dicen ustedes que eran…?- con una chica y pronto les nació un chico, pero que no podían precisar más, porque todo eso era lo que ellos habían oído contar de siempre… De siempre y ya de nunca. Y luego, en aquella visita a Parrasernil, mi padre, cincuentón de buena planta, posó con estilo de actor bajo el cartel que identificaba la estación, jefe onírico de aquellos trenes tan perdidos.

Esteban y Victoria Trigo.

He pensado en lo que serían esos amaneceres de somier de paja y sábana basta, con el sueño hecho ojeras, los adultos siempre madrugando para hacer cualquier chapuza para algún amo pasajero, que la nómina del tren daba poco de sí. Lo que usted mande, no se preocupe. O si no me paga ahora, ya me dará algo para mis hijos, que les gustaron mucho los bollos y el chocolate de la semana pasada. He pensado en ese cuarteto de mis abuelos, mi padre y mi tía, ante la novedad de un fotógrafo, en el repetido estate quieto, hijo mío, no seas travieso, que este señor nos va a retratar. He escuchado a mi abuela preguntar si aquello costaría mucho dinero. He escuchado a mi abuelo responderle que no importaba, que así tendrían una foto para enviar a los parientes de Argentina, para que vieran qué majos estaban los chicos. He escuchado a mi tía decir que hacía frío, que se le metía el aire en los ojos, que le daba miedo aquel hombre tan serio que se escondía al otro lado de ese armatoste. He escuchado a mi padre insistir con un quiero marcharme y exprimir un chirrido de aquel cacharro, aquel jamelgo rodante que se negaba a avanzar.

Y también he escuchado la agonía de esas locomotoras cansadas pero a pesar de ello siempre grandiosas con su cargamento larguísimo, diosas descendientes de dinosaurios que evolucionaron del reino animal a un reino metalúrgico en el que latía un infierno. Y los juramentos de algún fogonero si el carbón era de mala calidad y las paladas resultaban insuficientes para alimentar aquel vientre de fuego. Y el silbato del Jefe de Estación que, banderín rojo enrollado, daba la salida a un maquinista que se sentiría, quizás, piloto de un avión que volaba por tierra.

Y junto a ellos, como coro gris e imprescindible decorado de la epopeya ferroviaria, he visto a los viajeros de maleta pobretona y pañuelo paquetero asomados a esas ventanillas para los adioses añadidos. He visto a las mujeres de abrigo raído y medias de muchos inviernos. He visto las lágrimas de todos los nunca jamases, las últimas recomendaciones en el andén. Porque la gente, más que venir se iba. Era raro ver a alguien esperando a quien llegara. Era raro un abrazo de bienvenida. Y, como bastidor del escenario, las traviesas crucificadas bajo aquellos carriles que las convertían en teclas de un piano trágico.

En esa foto de aquella familia ferroviaria está la negación de la esperanza. Y ahora yo, con mi padre ya ceniza a pie de vía, retorno a ese instante ahogado en el océano de trenadas de esa playa parrasernillense hoy casi desierta. Y desde la nostalgia heredada puedo inventar la historia de un crío navegando con un triciclo por los charcos, un crío al que un día cualquiera, un día sin marca alguna en el calendario, llama su padre desde lejos para que vuelva a casa. Allí, en el reducido comedor de aquella parcela, un señor se toma una copita de anís y dice al padre que les hará la foto en cuanto estén los cuatro listos, que mejor que no tarden para aprovechar la luz, que pronto dejará de ser tan buena para impresionar el negativo. Y su padre contesta que enseguida, como usted diga, y lleva al hijo recién entrado de la calle a lavar las manos y la cara con una astilla de jabón que huele a sebo que hay junto a un cubo de cinc que reposa en el pequeño patio interior, bajo los tendedores de alambre, cerca del ponedor donde una gallina vieja ejecuta cada pocos días el milagro de un huevo para alejar un poco la sombra del cuchillo. La madre, que ya ha abrochado a la chica los zapatos de ir a misa el domingo, aguarda a su retoño con una camisita limpia, sacada del paquete de ropa que recibieron de unos primos de Madrid, que les mandan todo lo que ya no sirve a sus hijos.

El fotógrafo comienza a preparar su equipo. Primero sale el padre, con orgullo de cabeza de familia, que pone dos sillas ante la puerta de la casa. Le sigue la madre, con las dudas de qué se le ha perdido allí a ese individuo un tanto atildado, de bigote pelirrojo y manos blanquísimas, que les ha entregado una tarjeta con la dirección de su estudio en Barcelona –la abuela, analfabeta, coge con recelo ese rectángulo de cartulina- y el artista visitante asegura que enviará antes de un mes la fotografía. Mejor dicho, las fotografías, porque serán dos copias, que el señor me ha pedido una para sus parientes, ¿verdad? Tras mi abuela va la chica, vergonzosa, que se arrima a su madre y, a regañadientes, se separa un poco obedeciendo al fotógrafo. Venga, guapa, no te pegues tanto a tu mamá, que llevas un vestido muy bonito y no lo vas a lucir. No, no coja a la chica en brazos, que ya es muy grande, no se la ponga encima. La chica ha de estar de pie y a su derecha, señora. Usted está ahí bien, sentada junto a su esposo. Por último él, mi padre, que no ha consentido en dejar dentro de casa el triciclo. Bueno, no importa, queda bien el niño así, con los pies en los pedales, aclara el fotógrafo. A ver, ahora miren todos aquí sin pestañear… No, no, no, que el chico se mueve. Nuevo intento. Otra vez el crío haciendo mención de largarse. No, hombre de Dios, no le pegue al chico que si se pone a llorar será peor porque perderemos más tiempo. A ver si esto sirve para conseguir que se esté quieto… Y el fotógrafo del bigote pelirrojo y las manos blanquísimas, se agacha, coge una piedra y la coloca allí, en la base de la rueda delantera, como un cepo que la amarrara y la soldara al suelo. Y mi padre callado, impotente ante esa piedra que ha hecho encallar su triciclo.

Ya está. Mire, ya que ha sido usted tan amable de invitarme a esa copita, le hago un descuento y así la mujer se queda más tranquila. Seguro que habrán salido los cuatro estupendamente. Yo conozco bien mi oficio. Antes de un mes pondré en camino la fotografía. Dos fotografías, sí señora, dos. Luego, lo que tarde en llegar, que eso ya no depende de mí. Sí, descuide caballero, que ya he anotado las señas. Sí, le prometo que en letra bien grande pondré Parrasernil y, en letra aún mayor, Barrio de la Estación, para que no se pierda dando vueltas por la localidad. No, si la quieren enmarcada, eso es otro precio, señor mío. Además, hágame caso, aunque costara lo mismo, mejor enviarles solo la foto –dos fotos, señora, dos, duerma tranquila-, porque seguramente les llegaría el cristal roto, que ustedes mejor que nadie sabrán lo mal que tratan los paquetes en estos furgones, que agarran las sacas del correo y las lanzan como si las quisieran despeñar. Luego ya, compren un marco en Lérida o en Zaragoza. O quizás lo haya en Huesca, que para algo es también capital de provincia. La verdad, no creo que en un pueblo tan pequeño como Parrasernil haya alguna tienda de cosas finas así, vamos, me extrañaría mucho. Y gesticulaba como si sus brazos remataran en abanicos en vez de en manos.

Para la abuela, cada vez que veía pasar al cartero era un interrogante. Que no, mujer, que no hay nada a nombre de ustedes. Joder, qué pesada, todos los días preguntando. ¿Se cree que voy a quedarme para mí algo suyo? Igualmente cada día, bronca con el abuelo. Que si ese fotógrafo les había sacado los dineros y no les iba a enviar nada. Que si a saber si se perdía el sobre. Que si en mala hora le habían pagado por adelantado, que si algo quería ese hombre, que hubiera vuelto con la foto –con las dos fotos-, y entonces, después de ver si merecía la pena el resultado, le pagarían. Y el abuelo, harto de escucharla, le replicaba siempre lo mismo. ¡Qué termita eres, como si fuera el fin del mundo que ese floripondio nos hubiese timado! ¿Para qué iba él a querer la foto de unos pobretones? ¿Te crees que no fotografiará a gente importante y se sacará copia bien grande de militares y actrices, para poner en el escaparate? Y la abuela, vuelta a la carga de que eso de la foto sería una estafa, un sacaperras. Entonces el abuelo, incapaz de hacerla callar, pegaba un golpe en la mesa y se marchaba a la cantina dando un portazo.

Pero el sobre llegó cuando el tema estaba casi olvidado. En papel marrón rígido, con las señas puestas como había dicho el remitente, recibieron la foto –las dos fotos- y quedó atrás la pesadilla de la abuela de haber tirado el dinero y las discusiones con el abuelo. Y era cierto lo anunciado por el fotógrafo: habían salido muy bien. Hasta el vestido de la cría abanicado por el viento les hizo gracia. Fíjate, qué moza se le ve ya, apuntaría la abuela. Y mira el chaval, qué fuerza se le nota en las piernas, añadiría el abuelo satisfecho de la bravura que apuntaba su vástago.

Y, casi al instante, se pondría a buscar papel fino para escribir con bastante soltura a los parientes de Argentina. Queridos todos: os mandamos una foto para que conozcáis a los chicos. Nosotros vamos tirando, gracias a Dios. Ya nos contestaréis y nos diréis si os ha gustado. El crío no se quería estar quieto y el fotógrafo le puso una piedra delante de la rueda, ¿la veis? Ya llevamos dos años aquí en Parrasernil, en el Barrio de la Estación. En cuanto pueda, pediré cambiar a otro destino y a ver si allí encontramos una casa más grande, porque otra vez estamos esperando familia. Nos va mal, pero hay que aceptarlo a ver si trae un pan bajo el brazo. Nos da igual si es chico o chica con tal de que venga bien. ¿Qué tal estáis vosotros? Escribidnos pronto, que nos agradará leer lo que contéis. No sé cuándo os llegará la presente. Aquí termina el verano y ya hay alguna tormenta. Recibid el cariño de vuestros hermanos y sobrinos que no os olvidan.

Aún pudo ver y verse mi padre en esa foto con las últimas luces de sus ojos. Hija mía, hija mía, sollozaba mi niño anciano y rendido.

Los trenes rugían al otro lado, muy cerca. Él ya no podía pedalear.

José Esteban Senabre


José Esteban Senabre nació en Barcelona el día de San Esteban del año 1915. El mundo estaba en guerra, en España reinaba Alfonso XIII y Francisco Franco era ascendido a Capitán por sus méritos en la guerra del Rif de Marruecos.

Por Jesús Esteban.

José era hijo de militar, cuando nació, su padre andaba luchando en tierras africanas, tratando de hacer carrera. Poco o casi nada se preocupó de él, de hecho, no se conocieron hasta después de finalizada la guerra civil. Fueron sus abuelos, Rodrigo y Zoila, los que cuidaron de su crecimiento y educación. Rodrigo, de origen cántabro, era marino mercante, capitán de barcos de vapor como el Alcudia o el Sagunto.  

·        Sargento del Bon (Batallón)de Zapadores Ejército Popular de Cataluña (Centro Documental de la Memoria Histórica, DNSD-SECRETARIA, FICHERO,17,E0043983).

El inicio de la guerra civil le pilló con 20 años en Barcelona, donde se mal ganaba la vida como contable. Los ideales de juventud, unido al clásico “estar en el lugar y momentos adecuados”, le llevaron a enrolarse en las milicias republicanas, previo paso por la Escuela Popular de Guerra, creada para dotar de mandos intermedios al Ejército Republicano. En dicha Escuela se formó como mando antes de tener un destino en el frente: Sargento del Batallón de Zapadores en el frente de Aragón, unidad perteneciente a la columna Lluis Companys. Era el mes de Abril del año 1937.

Sargento, propuesto para ingreso en la Escuela Popular de Mando y Enseñanza Militar de Valencia. S.M. Carp. 2066. Fol. 33. (Centro Documental de la Memoria Histórica, DNSD-SECRETARIA, FICHERO,17,E0043983).

Sargento de la 4ª Compañía del Batallón de Zapadores del frente de Aragón. (
Centro Documental de la Memoria Histórica, DNSD-SECRETARÍA, FICHERO,17. E0043981)
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José Esteban pasó por Sariñena en torno a junio de 1937, inmortalizándose en una fotografía en el río Alcanadre. La imagen la envió a sus «Queridos primos Santiago y José Luis» firmado por Pepe, Sariñena (Huesca) a 6 de junio de 1937. Para Antonio Olivan, el lugar parece responder «A la zona entre El Tozal de Mataliebres y la gravera de Albalatillo, más concretamente enfrente donde está ahora la depuradora, que casualmente allí existía un vado antiguamente, y que te llevaba a mitad recta de Sena y en línea recta en la otra dirección está el Campo de Aviación». Quizá podemos suponer que estuvo alojado en el campo de aviación de «Alas Rojas», no hace muchos días antes, el Batallón Los Topos pertenecientes al Regimiento de Zapadores Minadores, se había establecido en la localidad de Sariñena, a los que el Consejo Municipal de Sariñena tuvo que buscar alojamiento para tareas de desescombro tras la explosión del polvorín en pleno centro de la localidad (La guerra civil en Sariñena).

José Esteban Senabre en el río Alcanadre a su paso por Sariñena. Hay un detalle en el cinto del uniforme: la torre que indica que pertenecía al cuerpo de ingenieros.

José estuvo en el batallón de Zapadores del frente de Aragón cuya delegación política estuvo ubicada en los locales que ocupaba el Primer Parque de Ingenieros en Sariñena.

En el frente de Aragón luchó hasta su derrota y retirada en la primavera del 1938. Volvió con vida a Barcelona, que era mucho, donde presenció la entrada en la ciudad de las tropas nacionales el 26 de Enero de 1939.

Terminada la guerra rehízo su vida. Contrajo matrimonio con Conchita Rierola y tuvieron 7 hijos, 6 chicas y un varón, a los que hicieron crecer con salud y, pese a las enormes dificultades económicas, darles una educación. Falleció en Barcelona el 8 de Octubre de 1982, a la edad de 66 años.

La escuela del Barrio de la Estación en los años sesenta.


A mí me gustaba mucho ir a la escuela; tanto debió ser que le cogí gusto y no dejé de hacerlo en toda mi vida. Dicen que la vocación para dedicarte a la docencia te la suele contagiar alguno de los maestros que has tenido viéndolo disfrutar dando clase; por este motivo les doy las gracias porque de alguna manera decidieron que me dedicara a esta profesión tan bonita, arriesgada y emocionante.

Por Asun Porta Murlanch.

Merendola. Mari Carmen Garcés, Montse Blasco, Asun Porta, María José Villa y María Rosa Sancho, también está Mercedes Pérez en el lado izquierdo

Pero vamos a los años sesenta…

Salíamos de casa con mi hermano cartera en mano ―no se habían inventado las que iban cargadas a la espalda y, si existían, al Barrio de la Estación no habían llegado―.  Íbamos  con unos minutos de antelación porque nos gustaba entretenernos por el camino con cualquier cosa: un hormiguero, un gorrión que se había caído del nido, el perro de Francisquer que lo incordiábamos y nos encorría siempre. La despedida de mi madre era: ¡cuidado con el tren! Cruzábamos las vías varias veces al día: para ir a la escuela, a la iglesia, a comprar, a ver a los amigos… La estación,  el traqueteo de ir y venir de los trenes, su característico pitido, los raíles y las personas que trabajaban allí, así como las familias que en aquella década vivían en el Barrio, formaban parte de nuestra vida.

Mi hermano José Luis  iba a la clase de los chicos y yo a la de las chicas como era normal en aquella época. El número de alumnos variaba de año en año pero entre los dos grupos rara vez bajábamos de los veinte.

La cartera nos pesaba poco, unos llevaban el Catón, el Parvulito o una cartilla para aprender a leer y los cuadernos de caligrafía; otros, los más mayores, llevábamos la enciclopedia Álvarez (que era un libro más grueso donde estaban todas las materias), el cuaderno de dos líneas ―indispensable para seguir haciendo buena letra, cosa que conmigo no funcionó―, el plumier de madera con unas pocas pinturas, las plumillas, la tinta china de colores, el lápiz, la goma de Milán, unas cuantas pinturas y el tajador. Y no faltaba alguna canica, los cromos para cambiar, las chapas aplastadas por el tren que colocábamos con cuidado en los raíles, la goma para jugar y hasta algún tebeo del Capitán Trueno o Jabato que nos encantaban.

Las clases tenían unos enormes ventanales orientados al sur por donde nos entraba el sol. Enfrente de la entrada, una pizarra enorme con su clarión ―que es una palabra preciosa que con el tiempo pasó a ser tiza―, la mesa de la maestra, los pupitres, un armario con libros y en el centro una estufa. Al lado, un cuarto donde se guardaba el carbón, el pozal con el badil para recoger el carbón y llevarlo a la estufa, algo de leña y apoyados en una esquina los mapas enrollados, algún armario, una mesa y algún pupitre viejo.

Los pupitres estaban perfectamente alineados. En la madera estaban las huellas, a modo de muescas o pequeños dibujos que habían labrado en algún momento de rabia o despiste nuestros predecesores y que permanecían con los años. En la parte alta había un surco alargado para dejar el lápiz y  un hueco redondo para poner el tintero y así poder copiar textos a plumilla o pintarlos con la tinta china de colores.

Al entrar, antes de sentarnos, rezábamos o cantábamos alguna canción patriótica, que era lo que en aquellos años dictaban las normas, después corregíamos las cuatro operaciones que nos habían puesto de deberes: una suma de «tres pisos», una resta de llevar, una multiplicación por cuatro cifras y una división enorme. Los más mayores también debíamos hacer un par de problemas de cuatro operaciones, que en nuestro caso servían como punto de encuentro de toda la familia. En mi casa los hacíamos entre todos, mi padre decía que al final se trataba de entenderlos para saber contestar al día siguiente las preguntas de la maestra.

No nos librábamos ningún día del dictado, y si teníamos faltas había que escribirlas decenas y cientos de veces,  hasta que las habíamos interiorizado correctamente. También si nos portábamos mal el castigo más normal, además de algún cachete o quedarnos sin recreo, era el copiar cien veces: me portaré bien. La verdad es que no daba mucho resultado pues el que era travieso y algo movido, pronto se le olvidaba.

Leíamos y copiábamos cuentos, fábulas, vidas de santos, trozos de la historia de España llena de héroes, conquistadores y reyes justos y valientes. Esos trozos de la historia o definiciones gramaticales las debíamos aprender de memoria,  la mayoría de las veces sin entender siquiera qué significaban. Nos sucedía igual con el catecismo, nos lo sabíamos de memoria aunque mucho de lo que allí se explicaba no lo entendiéramos muy bien.

Alguna tarde las chicas dedicábamos un rato a coser porque se suponía que en un futuro necesitaríamos zurcir calcetines, bordar sábanas y mantelerías…, pero sobre todo remendar la ropa que en aquellos tiempos no era muy abundante. Todas teníamos un pañito de batista blanco dónde entrenábamos con finura y paciencia: pasadas, punto atrás, sobrehilar, bodoques, punto al lado, bordado de lagartera, cadeneta… También hacíamos trabajos manuales con granos de arroz, garbanzos o pinzas de madera como los chicos, y dibujábamos. Recuerdo especialmente una técnica que me gustaba mucho: el calcado. Si querías copiar un dibujo del libro, por ejemplo Santiago Apóstol, debías calcarlo en papel de celofán que era traslúcido, le dabas la vuelta y ennegrecerlo con el lápiz, entonces lo colocabas sobre el cuaderno y lo volvías a repasar teniendo mucho cuidado que no se moviera pues le podía quedar algún pie o la cabeza fuera de su sitio al Santo Apóstol.

En los primeros años de la década al salir al recreo ya estaba preparada el agua caliente para echarnos los polvos y hacer un vaso de leche. Obligatorio tomarla. Recuerdo el olor a vainilla, el sabor dulzón y como se deshacían los grumos en la boca. A nosotros nos gustaba más la leche de vaca que nos traían de Capdesaso o íbamos a comprar a casa de la Señora Antonia y el señor Feliciano, detrás de la escuela, que también tenían horno de pan y carnecería.

Teníamos un botijo para beber agua fresca colocado a la salida entre las dos clases, de él bebíamos todos. Alguna vez se llenó de bichos y alguno se los tragó con los consiguientes espasmos, arcadas y risas; claro, entonces no sabíamos que pasados los años los venderían como un gran manjar.

Aunque el espacio de recreo estaba limitado por la carretera y un camino, rara vez jugábamos solo allí. Nos movíamos por las casas de alrededor si tocaba esconderse.  En un pueblo que en nuestros ratos libres recorríamos  todos los rincones, poner límites a un espacio abierto es como meter en una jaula de pájaros una mosca. Todo el barrio era nuestra casa y por todo nos movíamos libremente.

En el mes de mayo hacíamos un altar a la Virgen con manteles blancos con puntillas y flores naturales que íbamos trayendo de las que teníamos en casa, del jardín o del huerto. Y todos los días, los diez últimos minutos de clase, rezábamos, recitábamos poesías  y le cantábamos canciones a la Virgen muy devotos, serios y formales.

Un año plantamos cipreses bordeando el recreo, cada uno el suyo para que lo  cuidáramos y estuviéramos orgullosos de verlo crecer.  Hoy, después de casi sesenta años, todavía se conserva alguno.

Hasta los diez años tuve de maestra a Dña. Tere Guillén, la señorita Tere como la llamábamos nosotros, le teníamos mucho cariño y respeto. Recuerdo su voz, su pelo rubio siempre tan bien peinado con esas ondas y sus gafas que a mí me parecían preciosas. En la clase de al lado tuvieron a Don Manuel y Don Ramón Sambía. Cuando faltaba la señorita Tere nos pasaban a todos a la clase de Don Ramón y nos encantaba porque sacaba su microscopio y nos pinchaba el dedo con un alfiler para ver los glóbulos rojos de la sangre, también las células de las hojas de la cebolla y los gránulos de almidón de la patata.

Alguna vez para la primavera solíamos hacer alguna excursión: nos íbamos a caminar un buen rato por algún camino cercano, parábamos a merendar y vuelta.

Cuando cumplí los diez años llegaron al barrio Don Francisco Pons y Dña. Urbana Ruiz que serían los que nos prepararían para examinarnos de bachiller en el Instituto Ramón y Cajal de Huesca, en junio y con una sola prueba por cada asignatura, ahí te lo jugabas todo. Entonces ya teníamos un libro para cada asignatura. Ella nos daba gimnasia y música a las chicas. Yo tenía muy mal oído y no había manera de solfear nada, así que, mi prima Trinita que estudiaba solfeo y piano me grababa en un magnetófono todas las canciones del libro, y todo era cuestión de oírlas cien veces hasta que te la aprendías de memoria: Sol-fa-mi-fa-sol-la-si-do-re-do-si-sol-fa-mi-fa-sol-la-si-do-la-sol… Si las repetías tal cual en el examen, tenías un sobresaliente. Yo no aprendí música pero alguna de aquellas canciones con su sol-fa-mi-,  no se me han olvidado.

D. Francisco me contagió la pasión por las matemáticas y las ciencias, sus explicaciones y ejemplos eran cristalinos y siempre te invitaba a razonar con sus preguntas.  Creo que su forma de explicar y de hacerme pensar fue el detonante de mi vocación de maestra. Para que me aprendiera sin dudar todos los rincones de España ―como así exigía el libro de primero de bachiller―, me hizo construir un gran mapa mudo y fuimos poniendo las cordilleras con chinchetas marrones, las ciudades con rojas, los ríos con azules, las provincias con negras, … y poco a poco aquel mapa se llenó. Llegamos a contar casi quinientas chinchetas por todo el territorio español. Con el tiempo y el esfuerzo bastaba con señalar una para saber qué era y dónde se situaba.

Salvo las matemáticas y el latín, todo lo demás debíamos aprenderlo de memoria, ¡hasta las tablas de gimnasia!: el libro de «pe a pa» porque en junio nos lo jugábamos todo a un solo examen. Lástima que el tiempo y el poco uso de algunas de las cosas que tanto nos costó memorizar se hayan borrado totalmente.

En el recreo jugábamos todos juntos, chicos y chicas: al corro, al chocolate inglés, a cortar el hilo, a la goma, a la comba, al escondite, a las tabas, a las canicas, al pañuelo, a «churro mediamanga y mangaentera», al diábolo, zancos hechos con latas, a hacer caminos en la tierra, puentes con palos…

En el barrio éramos una gran familia en el que la mayoría trabajaban alrededor del tren que en aquellos años funcionaban con máquina de vapor.  Cuando llegó el TAF con su motor de gas oíl todos nos alegramos pero al mismo ritmo que el motor de los trenes se modernizaba, la gente del barrio iba marchando, luego llego el TER, el TALGO, … y después ya prescindieron hasta del jefe de estación.

La escuela se cerró en 1971. Mi hermano pequeño tuvo que ir junto a otros niños del barrio, ya quedaban poquitos, a la escuela de Sariñena. 

El edificio de mi escuela se convirtió con el tiempo en un centro de la Cruz Roja donde mi hermano Jaime  junto con otros jóvenes de Sariñena hicieron la mili. Hoy es un centro social que se abre para las fiestas del Barrio o cuando algún vecino lo solicita. El recreo se ha arreglado como un parque y alguna vez, raramente, se ve algún niño con su madre o su abuela, pero si me acerco y cierro los ojos, aún puedo oír aquellas alegres canciones y el griterío con nuestras voces de niños.

La escuela ha cambiado mucho igual que la sociedad en la que vivimos pero, para cada uno, siempre formará parte de nuestras vidas porque mucho de lo que hoy somos lo empezamos a forjar en la escuela.

Asun Porta.

Villa de Sariñena


Sariñena villa inmortal, inconmensurable de tiempos pretéritos, noble historia, pasado, presente y futuro. Resistes imparable al tiempo, a la vera del Alcanadre que nos brinda su paso con sus aguas entrecortadas, badinas, ripas y frondoso y bello soto. Resistes, al igual que la altiva ermita de Santiago, fundada en tiempos por tu discípulo San Eufrasio, y permaneces erguida y entronada, con tu crucero, contemplando, con tu románica elegancia, la villa que tanto nos enorgullece, nos cuida y protege.

Contempla la ermita la huerta vieja, aquella que tanta hambre aplacó. Somos hijos de la huerta, de sus hortalizas y frutos, aunque seamos carnones, sariñenenses y sariñenensas somos hijas de la acequia Valdera y del Molino, de las jadas, jadicos y jadetas que tanto ahondaron la tierra y la hoz y dalla que tantos secanos segaron. Somos hijos del esparto, de los pastos y ganados que apacentaron tus agostadas tierras, encostradas y secas como una piel desnuda agrietada por la sed, de pastores de yermos y rabiosos secanos. Somos hijas de las Almunias, Cachicorba, las Ciquinaltas y Ciquinbajas, los Cajales y Corcullos, los Sasos, Presiñena o Puyalón, de Salaver, Miranda, Moncalvo, La Cenadilla y La Sandena, de las masadas, casetas, parideras y balsas, del barranco Malfaras y el Gallipuente. Somos hijos de la vid, las almendreras y oliveras, de las higueras, las manzaneras, minglaneras y pereras, de nuestros abuelos y abuelas. De los campos roturados, despedregados, de la transformación y modernización de regadíos, felizmente fértiles, regados con aguas del canal que tanto dolor causaron y la lluvia que tanto rogamos, Virgen de las Fuentes.

Somos hijas del cierzo, del bochorno, la boira y la ontina y el sisallo, de la aliaga y el ababol, de la tamarizera y la rabosa, de la cardelina y el gurrión, del ciquilín y el esparvero, de la sabina y la carrasca, del albardín y el jabalí, del arraclán y la gripia, somos polvo y al norte los Pirineos. Somos la Isuela y su corriente chispeante, de su devenir y porvenir. Somos de la sierra callada, de la sierra Alcubierre que da nombre a nuestros oscuros montes de Los Monegros. Somos de los yesos, del salagón y las calizas. Somos hijos del mallacán, del arar y labrar, de cosechar un futuro que espiga como la cebada y el trigo y despunta como el panizo.

Sí, somos hijos del sol, aquel que implacable nos domina desde el horizonte, aquel que nos forja como tierra árida y se abre paso en la vida. Siempre con rasmia y sin reblar. Corazón ardiente en cada amanecer y en cada vibrante atardecer, con su paleta de colores en el cielo, de rojizos profundos que hacen arder al mismo cielo. Somos hijos de la noche, de un firmamento rebosante de estrellas y un universo deslumbrante.

Sariñena palpitante, de calles inquietantes, con sus cicatrices del pasado, con sus arrugas que esconden tantas historias de sus gentes, de su ir y venir, de una villa de fuerte impronta y seña de identidad. Somos hijos de la adoba, del tapial, del ladrillo, cañizos y tejares, de sillares de areniscas y pueblo herido de guerra que siempre ha sabido volverse a levantar. Somos de cada casa, con su propio apodo o mote.

De Aragón, tierra y villa, escudo rojo corazón, entre ramas de olivo y laurel, corona real y cinco escudetes señales de Aragón, dorada ballesta, cargada de ilusión por una tierra baldía hecha hogar y paisaje, con el esfuerzo y lucha de sus gentes; nuestra memoria y legado.

San Salvador, rondan entorno a ti joteros y joteras con voz valiente y brava, templada y fuerte, bailan y honran danzantes sus antiguas danzas y vibra Sariñena al son de la gaita que tanto furor aguarda, tanto como amor te profesamos, villa de Sariñena.

Sariñena azul y blanco, azul como su laguna, oasis de Los Monegros y blanco como la pureza de su gente, que en nuestro corazón llevamos bordada nuestra villa, la inmortal y siempre eterna villa de Sariñena. Zagales y zagalas, quios y quias, peñistas, la agrupación de Peñas y el Casino, la albahaca y la Virgen de Loreto, el melocotón con vino, la pañoleta y el fajín ¡Preta el codo gaitero! Que Sariñena vibra con tan solo sentir el rugir del bordón, la bordoneta y el clarín con piel de culebra. Que comiencen las mudanzas y los palos a entrechocar, los cascabeles a resonar, los danzantes y volantes con su cintas rojas y verdes, el diálogo entre el mayoral y el rabadán -la pastorada-, el duelo entre moros y cristianos, el rosco, los dichos, el degollau y el tarirán a nuestro patrón san Antolín.

Historia y tradición. Cultura en un pueblo de artesanos, del tonelero y el botero, el guarnicionero, carnicerías y todas las tiendas y negocios de siempre, de sus plazas llenas de risas, de correteos por sus calles, por las Barceladas, el Carmen, Castillo Alto, Corruncueis, el Enado, el Mercado, el Mercadal, el Portillo, la Ronda de San Francisco o el Muro, por los Cuadrones o el barrio de la Estación y su patrón San Jorge, con sus silos, harinera y estación ferroviaria, por camino las Torres, los Esquiñones o los Olivares, por las eras, placetas y replacetas, el pesquero o las fuentes de Villanueva, del Cántaro, del Matadero, del León o la fontaneta del Juez y a la fresca, en las noches de verano, mientras el Alcanadre pasa sereno y tranquilo y en sus orillas late este lugar que llevamos grabado en nuestros corazones, querida villa, villa de Sariñena.

De los sucesos acaecidos en la Villa de Sarinyena a finales del siglo XV


           

 Los hechos que a continuación narro, bien pudieron haber sucedido en la vieja villa de Sarinyena en un momento en el que la Edad Media daba sus últimos coletazos y se avecinaba la era de la modernidad y la razón. Por aquel entonces gobernaba el reino de Aragón el Católico Fernando II apoyado en la sombra por la Inquisición y su brazo secular. Mientras tanto los judíos soportaban su enésima persecución.

Por M.A Corvinos Portella.

   La noche del 14 de septiembre de 1485 fue asesinado en la Seo de Çaragoça Pedro de Arbués, primer inquisidor general del nuevo Tribunal del Santo Oficio del reino de Aragón. El crimen, instigado por la comunidad conversa zaragozana, motivó una dura represión contra los judíos alentada por el pueblo y se extendió por todos los confines del reino aragonés.

 Hasta la villa de Sarinyena llegaron los sobresaltos de la persecución y seguramente por esa circunstancia ocurrió un suceso a finales del año 1487 en el que se vio envuelto un judío converso llamado Johan de Santa Fe. Era comerciante de productos agrícolas y ganaderos que exportaba a Levante y también prestamista cuando surgía la oportunidad. El vigilante que lo denunció aseguraba haberle visto leer el Talmud, mudarse de ropa los sábados y por si fuera poco hacer el ayuno del Yom Kippur.

  Esas acusaciones en aquellos tiempos revueltos, generalmente terminaban como poco con la ruina de los presuntos acusados. Por este motivo, las minorías conversas debían ir con mucho cuidado con lo que hacían o decían puesto que si alguno de ellos era sorprendido en actitudes contradictorias sería catalogado de judaizante “ipso facto”. También solía haber denuncias falsas guiadas por intereses personales, denuncias que si se llegaba a revelar su falsedad no acostumbraban a tener consecuencias para el desaprensivo confidente.

  En el caso que nos ocupa, el delator era un “familiar” (así eran llamados los vigilantes de la pureza cristiana) a las órdenes del tribunal inquisitorial y daba la casualidad que dicho confidente tenía una deuda de 300 sueldos jaqueses a un interés del 8% con el denunciado.

  Avisado el Tribunal de la Inquisición de Çaragoça por el prior de Sarinyena, no tardó en dirigirse el Santo Oficio a la villa para analizar si la denuncia era conforme a delito o no y obrar en consecuencia.

  Era pues el primer viernes del undécimo mes del año del señor de 1487 cuando el inquisidor ordinario Martín García, maestro en Sancta Theología, canónigo de la Seu de Çaragoça, vicario de dicho Sancto Oficio de la Inquisición y amigo de Pedro de Arbués, se llegó hasta la villa con el fin de iniciar las indagaciones pertinentes y los trámites necesarios que en estos casos se llevaban a cabo.

  Serían la cuatro de la tarde cuando, entre la bruma habitual del invierno monegrino, apareció el cortejo por el camino que viene de Çaragoça y que divide en dos a la laguna de la villa. El inquisidor se hacía acompañar de un teólogo llamado Agustín Oliván, del asesor doctor en derecho Andrés Palacios, del notario Juan de Anchías por si fuese necesario registrar las propiedades del encausado, de un escribano, de dos sacerdotes dominicos y de dos alguaciles.

  Aquella inquietante comitiva fue recibida por el sonido acusador de las campanas de la torre; también por distintas dignidades eclesiásticas como Juan de Rebolledo, primogénito de los señores de Salas Altas y Salas Bajas, abad de Montearagón y de San Victorian; por el converso Sánchez prior del priorato de Sarinyena; por mossen Salvador Gómez vicario de San Salvador y por el resto de clérigos y racioneros.

  Entre las autoridades civiles estaban los jurados de la villa, los cuatro consejeros del concejo, el notario, el sobrejuntero y el lugarteniente del justicia.

  Y como espectadores curiosos y ávidos de presenciar aquel primer acto de la morbosa representación teatral que se avecinaba, se llegó un gentío que con sus antorchas iluminaba el mortecino crepúsculo.

  El viejo lavadero, que es abastecido por la acequia denominada Baldera, sirvió como punto de reunión para grupos tan dispares.

  Después de los besamanos, bendiciones y saludos preceptivos, todos juntos se aproximaron a los altos muros que protegen la villa y sin entrar en ella cogieron el camino de la izquierda que bordea la muralla aproximándose al arrabal de los moriscos que habitan en la calle denominada Meca.

  Llegados al citado barrio, la turbamulta giró a la derecha y se dirigió al viejo convento de los franciscanos, que se halla contiguo a la iglesia de Loreto y cuya fundación data de mitad del siglo XIII. Allí, los del Santo Oficio fueron recibidos por el superior y por sus veinte frailes menores conventuales con sus hábitos de color gris. Después de las salutaciones y de un breve oficio litúrgico, los inquisidores y demás acompañantes religiosos tomaron alojamiento en el cenobio, los laicos en alguna dependencia del castillo y el resto se fue cada uno a su casa comentando preocupados la experiencia vivida.

  Al día siguiente sábado, Martín García, hombre circunspecto y de mirada sagaz, mandó al alguacil que clavara en la puerta de la iglesia del Salvador (antigua mezquita reconvertida hacia el año 1.141) un requerimiento por el que conminaba a todo el pueblo (158 fuegos, el equivalente a unos 700 habitantes) a que asistiera a la misa dominical del día 6.

  Amaneció para los “pecadores” el citado día entre nieblas, miedos y malos augurios. También amaneció para los cristianos viejos que, a pesar de su contrastada pureza de sangre, no las tenían todas consigo. Y, por supuesto, amaneció entre los muros terrosos del convento franciscano después de que se cumpliesen los rezos de maitines.  

   Aposentada definitivamente la luz entre los mortales, no tardó en abrirse el portalón del Monasterio de San Francisco. Salieron los clérigos entre las miradas de los curiosos y, sin mediar palabra, se fueron colocando en orden preeminente antes de dar comienzo a la procesión. En primer lugar, y abriendo camino, se situaron los dos clérigos dominicos, uno portaba la Cruz Verde de la inquisición enlutada con velo negro por la tristeza que causaban a la iglesia los agravios de sus hijos y el otro con una antorcha recordando el fuego del infierno. Inmediatamente detrás se colocaron las figuras del legado del Santo Tribunal y la del abad de Montearagón, después el resto de representantes inquisitoriales y clérigos. Seis frailes del convento flanqueaban con antorchas a la comitiva que con paso ceremonioso se dirigió hacia su destino entre el soniquete de las plegarias y la fascinación que produce el incienso.

 Accedieron a la villa por la puerta norte de la muralla y se fueron adentrando por entre las callejuelas bien empedradas de Sarinyena que desembocan en la plaza que acoge al templo vicarial. El gentío expectante no perdía detalle del ceremonial que le ofrecían los eclesiásticos y seguía atónito las evoluciones de los ministros de Dios.

  Mientras la procesión discurría hacia San Salvador, las campanas bandeadas por Johan de Corrigel no cesaban de recordar a los fieles cuál era su obligación esa mañana. En las puertas de la iglesia estaban esperando: el vicario Mossen Salvador Gómez; los clérigos Mossen Belenguer Martín, Mossen Carcassén, Mossen Guillem Dolz y Mossen López Conesa; los 18 racioneros, entre los que destacaban Antonio Úrbez Reyner, Iosephi Mazuque, Antonio Mazuque (naturales de la villa y ordenados curas) y trece más; el Hermitanyo de Santa María de Las Fuentes; Pere Miguel hospitalero encargado del albergue de los caminantes que van a Santiago; Johan Fames (lugarteniente del Justicia); Jayme Carcares (Merino cobrador de impuesto reales); Steban de la Cueba notario de la villa; Martín Falcón Escribano Real, el Sobrejuntero encargado del mantenimiento del orden público y los tres jurados de la villa.

  Llegada la comitiva a las escaleras del templo y después de los saludos de rigor, todos juntos entraron en el lugar sagrado y se acercaron al presbiterio. Allí el inquisidor se sentó en un lugar preferente al lado del altar mayor, el resto de clérigos en los primeros bancos y el pueblo llano donde pudo.

  Comenzó la misa con los cantos ordinarios de frailes y racioneros, sonidos que poco a poco se fueron introduciendo inexorablemente en las preocupadas conciencias de creyentes y conversos. El miedo que se escapaba de aquellas desdichadas almas volaba a sus anchas por la bóveda del templo mezclándose con el humo de las velas, con el olor a incienso, las letanías y los motetes. Aquella extraña combinación de emociones, sustancias volátiles y soniquetes fue transformando la atmósfera sacra en una antesala del desasosiego y la incertidumbre.

  Terminó el evangelio y el dominico de más edad subió al púlpito donde comenzó un sermón vibrante dedicado íntegramente a resaltar la fe católica y a exhortar a los vecinos a defenderla. Seguidamente, se rezó el Credo y se llevó a cabo la liturgia de la Eucaristía, terminada ésta y después de la bendición final se levantó el reverendo inquisidor de su sitial, se encaminó al púlpito con la lentitud del que se sabe superior, subió pausadamente los seis peldaños y llegando a lo alto de la plataforma miró fijamente, durante unos eternos segundos, a los presentes. Su mirada los hizo sentir culpables de algún secreto pecado. Inmediatamente y mientras utilizaba su dedo índice como puntero acusador, procedió a leer con atronadora y amenazante voz los pecados y las herejías que hasta los oídos del Santo Tribunal habían llegado.

  Terminado el alegato, cambió el tono de su diatriba animando a todos los feligreses a acudir a los Tribunales de la Inquisición para descargar sus conciencias. Finalizó su intervención dando el nombre del presunto culpable y le dirigió las siguientes palabras: -Johan de Santa Fe, te conmino a que abjures de tus herejías y pecados cometidos contra las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia. Si no lo haces serás excomulgado y tu alma acabará en el fuego eterno del infierno y tus herederos serán desposeídos de todos los bienes terrenales que posees.- advirtió intimidante el clérigo.- Pero si te retractas, obtendrás el perdón de la Iglesia y tu familia mantendrá el patrimonio y las rentas de que dispones.-concluyó indulgente.

   Luego acabó animando al resto de la población a que delatará a algún otro hereje, si lo hubiese.

  Finalizada la invectiva de Monterrubio, la mayoría de feligreses se sintieron aliviados y el templo se llenó de murmullos y suspiros.

  Al concluir el oficio litúrgico, las autoridades y el pueblo en masa prestaron juramento de defender la fe y ayudar en la persecución de los herejes. Después, el “culpable” fue llevado a la torre que hacía las veces de calabozo entre las miradas atónitas de unos y los vituperios de los más exaltados.

  Aquella misma tarde Esperanza Santa Fe, mujer de Paulo de Santa Fe y cuñada del reo, y Clara Diez, mujer de Martín Díez,se acercaron apesadumbradas al convento de los franciscanos y pidieron convertirse a la fe cristiana y allí mismo recibieron el bautismo. El notario Juan de Anchías tomó nota de la conversión y extendió el acta que las convertía en cristianas nuevas.

  El resto de la tarde el convento fue un ir y venir de presuntos testigos que fueron contando al tribunal lo que pretendían saber o lo que habían oído decir de segunda o tercera mano del judío converso.

  Los comisionados de la Inquisición visitaban diariamente al “marrano” (judeo converso que seguía practicando el judaísmo secretamente) para llevar a cabo el programa que la institución tenía pensados para estas ocasiones.

  El primer día, lunes 7 de noviembre, preguntaron al desgraciado por su instrucción religiosa, o sea, por el conocimiento que tenía de las principales oraciones católicas, tales como el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo y el rezo del Santo Rosario. Al ver que su conocimiento sobre esta materia era impecable ese día no lo importunaron más.    

  Al día siguiente y recién comenzada el alba, los delegados del tribunal se acercaron hasta la torre para interpelar al reo sobre sus herejías:

-¡Johan de Santa Fe!, ¿admites o niegas las herejías de las que se te acusa?. Has de saber que en caso de que te obceques y rechaces las acusaciones, el tribunal no se hace responsable de los daños que se te puedan causar.

  Él, a pesar de las claras amenazas, negó vehementemente todos los cargos que se le atribuían.

  -No soy culpable de lo que se me acusa, es una falsedad que ha propalado alguien contra mi persona por algún motivo que desconozco y por eso mismo no puedo aceptar mi culpabilidadarguyó, entre apesadumbrado, afligido y digno.

  Entonces los alguaciles, a una señal del inquisidor, comenzaron a torturarle. Ese primer día de suplicios le aplicaron la técnica de los cordeles. Rodeáronle con ellos brazos y piernas y fueron tensándolos progresivamente hasta que el dolor le hizo perder el conocimiento. El dolor debió ser insufrible, pero ese día el converso resistió los embates de los verdugos.

  La tercera jornada no auguraba nada bueno para el reo. El día se levantó gris y la densa niebla que lo envolvía todo parecía querer añadir un toque fantasmagórico a la representación dramática que se estaba viviendo.

  El tribunal se personó en la torre y después de cerciorarse de la situación del judío le preguntaron sobre su modo de vida y por los viajes que había realizado. Luego le volvieron a inquirir sobre la herejía y como volvió a negar la acusación le fue aplicado el potro. Para ello le ataron pies y manos a dos rodillos y los alguaciles los hicieron girar poco a poco de manera que el cuerpo del desventurado infeliz se iba estirando irremediablemente hasta cerca del desmembramiento. El dolor se hacía inaguantable, causándole gran aflicción y quebranto. Los quejidos salían por las estrechas aspilleras angustiando los corazones de los pocos habitantes que se habían congregado a los pies de la torre. A pesar de todo tampoco ese día consiguieron arrancarle ninguna confesión.   

  El jueves día 10 y antes de preguntarle nada le administraron el tormento del agua o suplicio del ahogamiento. Lo colocaron boca arriba y le introdujeron un paño en la boca, enseguida le fueron derramando lentamente un cántaro de agua sobre ella simulando un ahogamiento. Los espasmos y las toses que siguieron a la asfixia lo dejaron exhausto, casi muerto, por lo que tuvo que ser atendido por el cirujano local. Terminada esta tortura, el inquisidor le recordó que su negativa a aceptar los cargos podría salirle muy cara a él y a su familia, pues además de perder el patrimonio les esperaba el destierro. Hacia las dos de la tarde se marcharon todos y le dejaron meditar sobre lo que le estaba ocurriendo.

  El viernes 11 de noviembre apareció por la villa el prestigioso jurista Blas Dorante de Salazar (esposo de la sarinyenense Mariana de la Estrella) acompañado de dos pasantes, enviados por la Alhama de Çaragoça para ayudar al presunto hereje a elegir la solución más práctica para todos. Terminado el asesoramiento, los tres juristas se reunieron con Martín García y le manifestaron que el reo estaba dispuesto a admitir sus pecados y abjurar de sus costumbres judaicas.

  El inquisidor aceptó la solución y les comunicó que el domingo día 13 estaría todo dispuesto para llevar a cabo, en la iglesia del Salvador, el Auto de Fe Singular establecido por la Inquisición para estos casos. Para ello, manifestó que se realizaría una ceremonia colectiva con el objetivo de reafirmar la fe de los feligreses y de oficializar la culpabilidad del acusado.

  El sábado a las dos de la tarde se llevó a cabo la procesión de la Cruz Verde (símbolo de la Inquisición) por las calles principales de la villa hasta el templo del Salvador donde quedó alojada.

  Llegada la madrugada del domingo 13 de noviembre de 1487 se reactivó la vida en el convento franciscano y después de maitines y de un ligero refrigerio se puso en marcha el cortejo dirigiéndose a la prisión para recoger al reo. Al llegar, lo vistieron con un sambenito de color amarillo (color de los arrepentidos) y le colocaron un capirote en la cabeza. Reanudaron la marcha hacia el templo parroquial entre la máxima expectación popular.

  La iglesia, como cabía esperar, estaba abarrotada de familiares, vecinos y autoridades, ávidos todos de presenciar el desenlace de aquel drama.

   En el presbiterio, alrededor de una gran mesa, se sentaron: Monterrubio en la presidencia y a ambos lados se colocaron el teólogo Agustín Oliván, el jurista Andrés Palacios, el notario Juan de Anchías, un escribano y los dos dominicos. De pie figuraban los dos alguaciles.

  En primer lugar, uno de los dominicos subió al púlpito y realizó un sermón que versó mayoritariamente sobre las herejías y la abominación que Dios sentía por ellas. Seguidamente tuvo lugar el proceso de reconciliación con el juramento del reo que avalaba las confesiones realizadas por él en la cárcel y a partir de ese momento, ya no hizo falta seguir con la causa y el tribunal se retiró a deliberar durante un tiempo prudencial.

  Serían las doce del mediodía cuando regresaron los inquisidores de sus cavilaciones. Todo el mundo se puso de pie en señal de respeto. En medio de un gran silencio y después de ocupar sus asientos los miembros del tribunal, tomó la palabra el notario Juan de Anchías y se aprestó a leer el veredicto:

-Johan de Santa Fe, has sido hallado culpable de practicar ciertas costumbres heréticas por lo que se te culpa de judaizante y por ello deberás cumplir las siguientes penas aliviadas por tu sincero arrepentimiento: vestirás el sambenito durante un período de tres meses, pagarás a la hacienda del rey una cuantía dineraria de 400 sueldos, dispensarás la deuda del delator, pagarás las costas del proceso y no podrás salir de la villa hasta el total cumplimiento de dichas penas.

   Oídas las sanciones, el reo no dijo nada y marchó a su casa cabizbajo acompañado por sus familiares. En llegando a ella se dispuso a dar gracias, posiblemente a Jehová, por haber salido casi indemne de una situación tan apurada.

   Pasado el tiempo establecido y cumplimentado todo el castigo, la familia Santa Fe, no soportando las vejaciones sufridas, vendió su casa y sus negocios y se estableció en la villa de Montsó. Poco tiempo después le siguieron otros judíos y conversos hasta que la judería de Sarinyena se quedó vacía.

   A pesar de todo, los judíos ya nunca alcanzarían la paz en estas tierras en las que habían nacido puesto que en la definitiva persecución, la de 1.492, fueron expulsados por los Reyes Católicos. Se estima que en ese año de 1.492 debía haber unos 9.000 judíos en Aragón y que 5.000 de ellos eligieron el exilio. La mayoría tomaron los caminos de Navarra, del norte de África o de Turquía y los que se quedaron lo hicieron convirtiéndose al cristianismo.

   Tras incontables siglos de permanencia en la península, cerca de 100.000 judíos dejaron Sefarad y tanto ellos como sus descendientes se siguen llamando sefarditas.

                                                                               M.A Corvinos Portella.

                  

La Cartuja de las Fuentes, crónica de un humilde pasajero


Aventurarse por estas tierras, en pleno verano, resulta de lo más inapropiado, por no decir del todo desaconsejable. Y me dirijo a vosotros, ávidos lectores, que ya sabéis de la dureza del estío aragonés, del calor sofocante del que uno no puede escapar, de esa sed insaciable que acaba mermando el mayor de los espíritus aventureros; por muy Campeador o Quijotesco gustes ser. 

Aquí, en Los Monegros, arden las mismas piedras y el mismo suelo; para nada resulta extraño que puedan morar aquí los diablos. Malditos paramos bajo al azote de un sol implacable, donde encontrar una sombra es ardua tarea, solamente algún escaso árbol salpica el camino, entre los campos abiertos dorados de cebada y trigo. Parecían interminables, con ese horizonte claro y con la sierra callada de Alcubierre al fondo, oscura, inquietante, con su recortada silueta y misteriosa impronta donde historias de bandoleros se suceden mucho más allá de sus confines.

Ya me hubiese gustado no hablar del bochorno, de ese aire abrasador que golpea la débil faz y agrieta la tierra, pues, en estas tierras, hasta el aire arde.  No puede ser de otra manera y el carruaje del correo aprovecha las horas de menor calor para proseguir su empresa hacía Zaragoza, recorriendo el viejo camino real desde que partimos de Monzón.

Sin mucho tardar alcanzamos Sariñena, villa inmortal donde las haya, y su rica vega a orillas del Alcanadre. Cuando el sol culminaba en el cielo, guardamos merecido descanso, no sin antes deleitarnos de una deliciosa y copiosa comida y regar nuestros ansiosos estómagos con vino recio de la zona. Un vino duro que por lo menos engañaba la sed. A la tarde dejamos atrás la inmortal villa, pasando por su salada laguna, con el hedor de un muladar donde se amontonaban los huesos apilados de aquel preciado bestia que con tanto esfuerzo ha sacado adelante a esta pobre gente. Toda una oda a la muerte y a la vida.

Habréis notado una desafección por parte de quién redacta estás atrevidas líneas, pues así fue parte de la idea que me acompañó durante gran parte del trayecto, hasta que descubrí lo que, sin duda alguna, debería de considerarse como un auténtico oasis en el corazón de Los Monegros y, por qué no decir, de todo Aragón.   

Primero avisté su torre elevada en la planicie, destacando en el agreste paisaje, entre secarrales de espartos, albardín, ontinares y sisallares, romerales y tomillares, y secanos llenos de segadores resecos, con callos en las manos y la carga a cuestas de una cosecha que apresuraba llenar los graneros. Entenderéis, queridos lectores, que esta es tierra de sed y hambre, de cosechas perdidas, sequias, plagas de langostas y otros males que a veces hacen comprender a quienes se echan al monte, al mal oficio de bandolero, de malhechores y rufianes delincuentes.

Pero volviendo a lo que en verdad nos atañe, allí estaba una de las más desconocidas cartujas, mimetizada en el agreste paisaje, con su color a tierra, formando parte de ella. No obviare que sentí un recogimiento al acercarme, era como si hubiese estado aguardando mi llegada, esperando, y yo no hubiese tenido o deseado otro fin o destino en mi aventura de la vida que acabar acudiendo a su feliz encuentro.

Los hermanos se afanaban en los trabajos de la vida, llevaban una rica huerta y cuidaban el ganado, los pastos y secanos del predio, de un olivar y vid. Dentro, los padres llevaban su retiro y recogimiento, de silencio, y su espiritualidad emanaba de las paredes del monasterio, lo impregnaba todo. Indudablemente, la virgen protege este templo perdido en mitad de la nada, en un lugar de los olvidados Monegros.

En los aledaños del monasterio, como por arte de magia, brotanan unas aguas milagrosas de una fuente manantial. Aflora de las entrañas de la tierra un agua apreciada y deseada, con propiedades curativas y, con total certeza, bendecida por la venerable Virgen de Nuestra Señora de las Fuentes. Estas dichosas aguas aplacan la sed que tanto aflige esta tierra, la rabiosa sed que se apodera de todo y hace de la vida una lucha constante. No negaréis que no hay mayor milagro en la tierra que el agua que nos da la vida y bien podéis hacer gala de ello las gentes de Los Monegros.

A la entrada del recinto amurallado, si os acercáis a ella, hallaréis una pequeña hospedería donde, como no podía de ser de otra manera, acabamos recogidos. El trato fue cordial, los aposentos sencillos pero acogedores, suficiente para gentes de paso. Reinaba la paz y se guardaba escrupuloso silencio, había que respetar el trabajo de los hermanos y el silencio de los padres, no se podía perturbar la atmosfera divina que gobernaba el barroco cenobio.

Al caer la noche, en su profundo silencio, algo me hizo abandonar mis aposentos. No fue ningún ruido ni nada me molestó, fue algo interior, algo me estaba llamando. Salí al patio del monasterio, todo permanecía en rigurosa calma, solamente el aire se movía ligeramente refrescando la noche. El cielo rebosaba de estrellas mientras paseaba por su patio, no tardé en alcanzar la puerta de la iglesia, estaba entreabierta y sentí que alguien había en su interior.

La curiosidad pudo con mi alma y no puedo aún dejar de evitar mi sorpresa y jubilo cuando pude contemplar la iglesia y, aunque estaba completamente a oscuras, se apreciaba un conjunto de pinturas de extraordinaria belleza, de colorido y calidad. Quedé absorto, recorrí una a una cada pintura, por la iglesia, por su paredes, bóveda, cúpula, tribuna y claustrillo, allí entré a una de las capillas, completamente a oscuras, sentí una presencia. Advertí su larga túnica blanca con capucha, su rostro contemplativo mirando las pinturas, escudriñando cada pincelada, como quien admira su obra. Se atusaba su larga y espesa barba blanca, no dejaba de mirar cada detalle, sin alterarse de mi presencia, pues en verdad ni me advirtió, ni se percató que estaba allí. Solo más pude hacer que retirarme de nuevo a mis aposentos.

A la mañana siguiente, antes de remprender la marcha, pude volver a contemplar la iglesia, la luz se apoderaba maravillosamente del espacio y las pinturas lucían en todo su esplendor. En una de las pinturas vi el rostro de Fray Manuel Bayeu y para mí sorpresa correspondía al mismo monje de la noche anterior. Fray Manuel Bayeu era el autor de tal inconmensurable obra, pintor entre los grandes. -Tristemente nos dejó hace poco más de un año-, fueron las palabras que dijo un hermano que nos acompañaba en nuestra visita mientras yo me quedaba absolutamente perplejo. Involuntariamente, un escalofrío me invadió el cuerpo, un tremendo recogimiento se apoderó de mí, no dije palabra, quedé mudo y a nadie conté que me había sucedido la noche pasada. Quedé tan sumamente impresionado que hasta dudé de mi cordura, si fue el maldito vino de esta tierra o si había sido un sueño en mi profundo dormir.

Me despedí prosiguiendo mi camino, dejando atrás sus muros y su silueta que se iba perdiendo en el horizonte. ¡Ay mis gozos por esta cartuja, de mis entrañas, devoto de su virgen y de su fuente de vida que fluye como la sangre en el cuerpo! ¡Ay de mi, que veo presencias en la casa de dios! ¡Ay mi virgen, a ti me debo!

Sí, tuve la suerte de encontrar entre sus muros al más desconocido de los Bayeu, saga de pintores familiarmente unida al ilustre, entre los más ilustres, extraordinario pintor de corte Francisco de Goya. Parece que es obra del mismo Goya, los coloridos murales no dejan indiferente a quien tiene el privilegio de poder contemplarlos.

Me permitiré en no caer en el efecto de no volver a elogiar las pinturas que envuelven tan majestuoso templo, de anticipar al lector en sus maravillas para que las podáis contemplar en persona y sorprenderos por vosotros mismos. Pues es bien sabida su belleza y espectacularidad en su grandeza mural que no deja impasible hasta al menos formado en estas ilustradas artes.

En vano dije anteriormente que en estas tierras debía de morar el diablo, llevado por una desacertada y superficial impresión, pues he de ser digno de reconocer mi error y rendirme a los pies de esta tierra hermosa que resulta todo un milagro para la vida. Debéis de ser sabedores, que en mi ha dejado profunda impresión y huella, que desde entonces es dado en mí una imperiosa necesidad de transmitir tales misterios que me acontecieron, pues, si en alguna ocasión tenéis el privilegio de contemplar la gloria de la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, recordar que entre sus paredes aún mora Fray Manuel Bayeu velando por sus pinturas, protegiéndolas al paso del tiempo para que sean eternas.

Miguel Rui
El Eco de la Luz
5 de agosto de 1810

Artículo de ficción. Os Monegros, 2022.

Manuel Conde López


Militar sanitario, Manuel Conde López fue médico del campo de aviación Alas Rojas de Sariñena durante la guerra de España de 1936 y gran amigo y compañero del teniente coronel Alfonso de los Reyes González. En 1988 publicó “Memorias de un médico militar” recogiendo su vida y vivencias donde la persona del doctor Conde, en palabras de Francisco Alonso Fernández (Catedrático jefe del departamento de Psiquiatría de la Universidad Complutense y Académico de la nacional de Medicina) responde a un auténtico compendio de humanismo, simpatía e inteligencia que queda reflejado en las páginas de sus memorias.

Sariñena (Huesca), Agosto de 1936. Agencia EFE. Oficiales y suboficiales de aviación, entre ellos el médico Manuel Conde López (dcha), observan una bomba de aviación.

Médico militar por añadidura hijo y hermano de médicos militares, Manuel Conde López nació en Badajoz el 2 de diciembre de 1901, aunque su vida siempre ha transcurrido por diferentes lugares. A los quince años ingresa voluntario en el ejército, estudia en la facultad de medicina de san Carlos de Madrid y acaba accediendo, por oposición, a alumno interno en el Hospital Cínico de san Carlos. Al tiempo, fue destinado al área de dermatología. Se licencia en medicina en 1924 y en septiembre del mismo año es nombrado Alférez Médico Alumno de la Academia de Sanidad Militar. En 1925 aprueba los exámenes de las asignaturas del doctorado en la Facultad de Medicina.

Promovido al empleo de teniente médico, es destinado a la guarnición de Burgos, “Hasta el traslado forzoso a Marruecos” donde toma parte, en un equipo quirúrgico, en el desembarco de Alhucemas. Allí permanece en varios destinos, como el hospital de Cala del Quemado, la enfermería de Dardrius, el peñón de Vélez de la Gomera o el hospital militar de Tetuán.

En plena república, es destinado a Aviación en León y luego a Sevilla donde obtiene por concurso la plaza del curso de Dermovenereología en el Hospital de Madrid-Carabanchel y después, a su finalización, destinado al Hospital de Barcelona.

Con la sublevación militar de julio de 1936, Conde hace valer su juramento militar y defiende el gobierno legal de la república -Todo hombre y más si es militar, es un perjuro si no cumple sus juramentos-. El 18 de Julio de 1936 se presenta en el aeródromo de Prat de Llobregat desde donde se organiza un convoy hacía Lérida y Sariñena -En la ambulancia con el practicante que teníamos en Lérida formamos parte del convoy-. En dichas localidades, Manuel prestó sus servicios hasta su ascenso a comandante Médico.

Aunque algunas referencias citan como una avioneta de reconocimiento De Havilland 87 “Hornet Moth” salió de Lérida, el 1 de agosto de 1936, pilotada por Francisco Pérez Mur junto con el comandante Alfonso de los Reyes, jefe de las operaciones aéreas en el frente de Aragón, para elegir el emplazamiento del aeródromo de Alas Rojas. Conde apunta que fue el capitán piloto Amador Silverio quien fue designado a elegir el emplazamiento del aeródromo.

Instalado el aeródromo, en sus memorias realiza una descripción del mismo: –El campo de aviación se situó a unos 4 km. de Sariñena y, a unos 3 km. de la carretera que une dicha población con Bujaraloz y Caspe casi tocando al pueblecito de Albalatillo, pueblo con cuyos habitantes estábamos constante mente en contacto. Hacia el oeste de la carretera, queda el campo de vuelo, prácticamente un cuadrado bastante grande, pues se trataba de terreno llano de cultivo. Al este, en una extensión un poco menor a la del campo de vuelo, se montó el campamento, con sus instalaciones, todavía rudimentarias. Había algunas tiendas de campaña de forma cónica con cabida para una docena de personas con sus catres de campaña. Los catres eran de lona montada sobre un bastidor de madera plegable, cómodos, especialmente si se había podido requisar un colchón de lana. En una de dichas tiendas se instaló el botiquín. En otra se instaló la cocina. Para comedor del personal volante había un toldo fijado a unas estacas. En nuestra tienda botiquín dormíamos el teniente médico Barceló Cabré y el practicante. –

En su relato, da cuenta del funcionamiento del aeródromo, del izado de la bandera cada mañana, la existencia de la emisora Alas Rojas o una tremenda tormenta que sufrieron el 10 de agosto de 1936. Además, da cuenta de su vinculación con el Hospital Militar de Sariñena y con parte de los médicos catalanes que operaban en el hospital de guerra.

Sariñena (Huesca), Agosto de 1936. Agencia EFE. Varios oficiales recorriendo el campo de aviación. Entre ellos, Manuel Conde López, Alfonso Reyes González, José del Barrio y el teniente coronel Grao.

Conde fue amigo del médico de Sariñena D. Pedro Cascales Ballarín, -buen médico y mejor persona, cuya amistad ha perdurado-. Se ofreció como compañero -pues los elementos de que disponíamos contrastaban con la escasez de medios en el ambiente rural-.

Entre sus memorias, hay una preciosa anécdota:

-Un día me envió a un niño de unos diez años de edad, que presentaba en una pierna una herida superficial por quemadura accidental con gasolina. Le puse un apósito y la herida cicatrizó. Este niño era un superdotado y desde el primer momento nos llamó la atención, por lo que se ganó el afecto del comandante Reyes y del comisario político Franco Quizá, que le entregaron una escopeta para su defensa y le ofrecieron toda la protección que necesitase su familia. Al cabo de unos treinta años, siendo presidente de la Sociedad Médica Hispano-Americana de New York, entre los nuevos ingresados estaba aquel niño de Albalatillo, Aurelio Usón Calvo, el que me reconoció al cabo del tiempo y me dice: «Vd. es el capitán médico Conde que me curó hace años una pierna en Sariñena». Desde entonces nació una verdadera amistad en New York donde ambos ejercíamos la Medicina, el Profesor Aurelio Usón en el Medical Center de Columbia University como destacado urólogo e investigador y yo en mi consulto rio de Medicina General en el populoso Bronx habitado por una mayoría de portorriqueños y otros hispanoparlantes.-

Conde ayudó a su amigo Pedro Cascales, quien -todo triste y afectado, pues elementos incontrolados se llevaron preso a un cuñado suyo, padre del actual notario de Madrid D. Alberto Ballarin. La solución llegó de manos del jefe de la escuadrilla Alas Rojas –Había que actuar con eficacia y rápidamente para salvar una vida y el encargado del rescate fue el capitán piloto, jefe de la escuadrilla «Alas Rojas», que con sus soldados de Aviación en una operación sorpresa, devolvió a su casa sano y salvo a D. Ignacio Ballarín -.

El 30 de junio de 1937, por Orden Circular, Conde es confirmado en la situación de “Al servicio del Arma de Aviación- a Manuel Conde López (entre otros médicos) con el cargo de Delegado de Sanidad zona Centro Sur y jefe de Sanidad de aviación-  (El servicio de sanidad de aviación en la zona gubernamental de la guerra civil).

En agosto de 1937, sufre lesiones graves en acto de servicio que le llevó a estar hospitalizado unos cuantos meses en Lérida y Barcelona. Una vez restablecido, es destinado al Hospital de Aviación de Barcelona y designado delegado de Sanidad de Aviación de la Zona Centro-Sur. -Con la perdida de Cataluña, el comandante médico Conde se hace cargo de la Jefatura de Sanidad hasta la terminación de hostilidades en abril de 1939- (El servicio de sanidad de aviación en la zona gubernamental de la guerra civil).

Con la finalización de la guerra, Conde se exilia a través del puerto de Alicante a Orán, donde pasa unos días en un campo de concentración hasta su salida para París. Finalmente, con el comienzo de la segunda guerra mundial, abandona Francia partiendo de La Rochelle a Buenos Aires a bordo del «Massilia»: – Cuando el barco comenzó a separarse del muelle y apenas había desatracado, el mismo sitio donde había estado fue bombardeado por un avión solitario franquista. Aquellas horas angustiosas de miles y miles de hombres atrapados por una geografía y una coyuntura política y militar que les impide toda retirada -.

Tras cinco años en la capital del Río de la Plata, se traslada a Nueva York y Boston, donde ejerce como médico residente en el «Boston City Hospital», especializándose en medicina familiar, al igual que en Nueva York.

Asiste a varios congresos, entre ellos «The World Medical Association», como Observador Internacional. Además, fue presidente y premio de la Sociedad Médica Hispano Americana de Nueva York en el año 1965 y miembro activo de la Academia de Familia de Estados Unidos.

Ficha Manuel Conde López. CDMH.

Con los años, tras la caída del régimen dictatorial, en 1977, tras el largo exilio regresa a España, instalándose en Madrid. Se reincorpora al Colegio Oficial de Médicos de Madrid e ingresa en la Sociedad Española de Médicos Escritores.

Con la libertad, regresa a Sariñena y Albalatillo, donde se reencuentra con su viejo amigo Pedro Cascales: -Al cabo de más de treinta años me encuentro en Albalatillo con el Dr. Cascales y después de abrazarnos me dice: «Perdona Conde que no te diese las gracias por tu intervención en el rescate de mi cuñado, pues tu marcha a Barcelona me impidió hacerlo».

No deja de realizar viajes a Nueva York. Y otras partes de Estados Unidos El 5 de octubre de 1982, asiste en San Francisco a la entrega del grado de «Fellow» de «American Academy of Family Phisician». Tuvo licencia para ejercer la Medicina en el Estado de New York hasta el año de 1989.

En 1985 se le concede el empleo de coronel Médico.

Además, Conde realizó numerosas publicaciones, apuntamos algunas de ellas, destacando su trabajo sobre los médicos exiliados:  

  • El servicio de sanidad de aviación en la zona gubernamental de la guerra civil.
  • Higiene militar; por el Dr. Manuel Conde López 1935 Editorial  J. Sánchez de Ocaña.
  • Excmo. Sr. D. José Gómez Ocaña; por Manuel Conde López y Fernando Conde López; Lugar de publicación  Madrid Editorial Sucesor de Enrique Teodoro Fecha de publicación  1922.
  • Conde, Manuel. Médicos exiliados, desde 1939 a 1942. Consulta semanal, números 132, 133, 134 y 135. Noviembre de 1981.

Manuel Conde López (n. Badajoz, 1901). Se exilió en la República Argentina en 1939 y solamente se conoce un trabajo suyo de la especialidad publicado en una revista regionalista: “La lucha contra las enfermedades venéreas», Extremadura, V, n.° 5-8, Bue nos Aires, 1940”.

(Ciencia española en el exilio (1939-1989): el exilio de los científicos españoles. Francisco Giral)

El sábado 30 de noviembre, tras una breve enfermedad, falleció en el hospital Roosevelt de Nueva York Manuel Conde López a los 90 años de edad. Se encontraba en Nueva York para asistir a la reunión anual de la Sociedad Hispano-Americana de Medicina de Nueva York y recibir el galardón con que distingue anualmente dicha sociedad a uno de sus más destacados miembros, y que fue otorgado el 14 de octubre «en mérito a su continuado y encomiable interés en el estudio de las ciencias médicas».