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Santa Águeda y el juego de las olletas en Huerto


Hoy es día de Águeda Santa
que tantos martirios le hicieron pasar
.

Cuplilla a santa Águeda.

Cada 5 de febrero, como en muchos lugares, en Huerto se conmemora la festividad religiosa de santa Águeda; una de las fiestas más populares, conocida principalmente por conmemorarse y celebrar el día de las mujeres. Gracias a Maribel Ferrer, Marimar Alquezar, Conchita Casbas y Tere Zubiri, nos acercamos a conocer esta particular celebración de santa Águeda en el lugar de Huerto.

La fiesta de santa Águeda en Los Monegros, como en muchos otros lugares, cobra mucha importancia como festividad donde las mujeres son las protagonistas. Lo refleja perfectamente Elisa Laúna a sus 93 años de edad, recordando como antes los hombres no podían salir ni participar en nada “Sí se veía a un hombre por la calle se le encorría y se trataba de desnudarlo. Si se le veía trabajando, con la obra, se le tiraba el yeso o el cemento, se le tiraba la obra”. Solamente podían salir los hombres al baile y eran las mujeres quienes les sacaban a bailar. Pero en Huerto la fiesta adquiere una singularidad especial, muy identitaria, de la que, en palabras de Pablo Gracia Castel, Huerto siente un especial orgullo por esta fiesta” y así lo demuestran cada año, sin duda son “sus raíces culturales más propias”.

Aunque no se había perdido, algunas partes se dejaron de realizar por algunos años y había perdido vitalidad; en gran parte debido a la continua despoblación que afecta desde hace décadas al medio rural. Gracias al folclorista Pablo Gracia Castel, a su labor ingente de investigación y empuje por el pueblo, en sus tradiciones, folclore y cultura, los festejos tradicionales de santa Águeda volvieron a revivir con fuerza en Huerto. “Antes había mucho más folklore, había mucha más gente viviendo en Huerto, se ha pasado de los 1000 habitantes a unos 200” recuerda Elisa Laúna.

A las 6:30 de la mañana, cada 5 de febrero, como manda la tradición, comienza la festividad de santa Águeda en Huerto. Suena una campana y las mujeres, reunidas en la plaza de la iglesia, comienzan a recorrer las calles de la localidad entonando, a modo de despertaderas o auroras, las tradicionales “cuplillas” a santa Águeda. Durante el recorrido van llegando a los sitios prefijados donde, de forma grupal, entonan las cuplillas. Para Pablo Gracia Castel “Este ha sido el acto que, según cuentan las mujeres de Huerto, ha persistido inalterable y continuado, ya que se conserva tal y como se ha hecho siempre”.

Cuplillas de santa Águeda

Hoy es día de Águeda Santa

que tantos martirios le hicieron pasar.

Y su padre como un gran hereje

sus divinos pechos le mandó cortar.

Ya se sube Águeda a un castillo

por ver si la muerte se puede librar.

Es Águeda, mártir soberana

que por Jesucristo la vida perdió

Y prefiere derramar su sangre

por todas devotas de su devoción.

Devotas ¡venid!, devotas ¡llegad!.

A rezar el Rosario de Águeda,

si de Dios la gloria queréis alcanzar.

¡Viva Santa Águeda!

A las cuplillas le sigue el rosario, desde la iglesia se parte en procesión rezando el rosario “Allí están preparados los faroles, la cruz parroquial y el estandarte de la parroquia con la imagen de la Inmaculada”. Rezando el rosario, con los faroles y el estandarte, se da una vuelta al pueblo y se vuelve a acabar en la iglesia.

En cada uno de los misterios se canta una “Dios te salve”, variando la melodía entre tres, todas ellas populares. Entre un misterio y otro se canta una canción o plegaria diferente, entre las siguientes:

-Eres más pura.

-Tomad Virgen pura.

-Estrella de los mares.

-Salve madre.

-Divina Virgen.

Al llegar a la Iglesia, se acaba de rezar, y antes de la última oración se canta la salve en latín, que es popular. Para acabar este acto se entona un canto de despedida que dice así:

“Adiós Madre, adiós Virgen querida,

otro año esperamos volver,

a ofrecerte las bellas rosas

de esperanza, de amor y de fe”.

A la salida de la Iglesia, me cuentan las mujeres, que antiguamente era el momento de gastar bromas a los hombres que acudían a trabajar, o preparaban las labores de este día.  Algunas de esas bromas consistían en tirar la carga de paja, o de agua, o de leña, que traían de las eras hacia las casas. También se solía correr tras los hombres, y si se cogían, se les bajaba los pantalones.

Luego toca cargar fuerzas y llega el momento dulce de la mañana, las participantes se deleitan con un chocolate caliente. Elisa Laúna recuerda como “Casa Arasanz celebraban mucho santa Águeda y Aguedeta de Arasanz preparaba chocolate y rosquillas para todas”.

Llegado el mediodía, se parte desde la iglesia en procesión. Las mujeres llevan la peana con la santa, la llevan las mujeres recientemente casadas, que hayan parido o vayan a parir.

Se sale en procesión, igual que para el rosario, con la cruz de la parroquia y el estandarte. Ahora el cura está presente, y se coloca en el centro de la procesión. Se cantan los mismos cantos que por la mañana, las salves, las plegarias… dando la misma vuelta al pueblo. Todas las mujeres van en dos filas, bastante organizadas.

Al regresar a la iglesia se celebra la misa a santa Águeda, se cantan los cantos de la celebración y se realiza el ofertorio, el martirio y la ofrenda. El Martirio no se hacía antes pero se incorporó para que no se pierda.

En el ofertorio se colocan dos cestos que contienen trozos de bizcocho, en el altar para que el cura los bendiga. Es el llamado “pan bendito” que al término de la misa se repartirá entre los asistentes. Son trozos cuadrados de unos quince centímetros de lado y no demasiado gruesos. Están hechos en la panadería de Huerto. Lo hornean en unas tapas grandes que las señoras cortan luego en los trozos y los colocan en los cestos.

Después de bendecido el pan, el cura procede a dar a besar una reliquia de Santa Engracia, que es patrona de Huerto. Mientras los asistentes pasan a besarla, se entona un canto llamado “MARTIRIO DE SANTA ÁGUEDA”. Voy a explicar cómo se recuperó este canto más detenidamente:

Este canto dejó de cantarse hace más de 50 años, aunque se guardaba vivo en la memoria de algunas de las mujeres de Huerto. Para su recuperación hubo un dato que según cuenta Pablo Gracia, despistó bastante, ya que D. Juan José Demur (organista de la Catedral de Huesca) lo recoge en su cancionero, aunque las fuentes que él cita, como informantes, no lo recordaban. Otras personan lo sabían únicamente recitado, otras lo entonaban utilizando la melodía de “EL ROMANCE”, siendo incorrecto, ya que este canto es de muy diferentes características.

Tras la misa, se canta el Romance de santa Águeda. Las mujeres, describe Pablo, se colocan a los pies del altar, en dos grupos enfrentados y comienzan a cantar el romance «Lo más peculiar de este canto es la forma en la que se realiza.» Comienza a cantar el primer grupo y canta las dos primeras frases. El segundo grupo comienza a cantar repitiendo la segunda frase y añadiendo la tercera. El primer grupo repite la tercera e incorpora la cuarta. Así sucesivamente hasta el final. Las dos últimas frases las cantan los dos grupos juntos.»

Luego se celebra el juego de la olleta, “uno de los actos más particulares de la festividad de santa Águeda en Huerto”. Para ello, las mujeres se juntan a las afueras de la iglesia formando un corro, separadas a cierta distancia, y comienzan a lanzarse las olletas a modo de juego. Las olletas o cazueletas de barro se las van lanzando una a una hasta que van cayendo al suelo y terminan por romperse: “Se utiliza la picardía para lanzar la cazuela, la fuerza, la altura del recorrido, …”. Antiguamente, apunta Elisa Laúna, “Se guisaba con cazuelas y otros recipientes de barro. Los que se quedaban inservibles se guardaban para el día de santa Águeda para el tradicional juego de las olletas. También se empleaban los cantaros de agua, perolas u ollas.” Para Maribel “Es una renovación”, aunque actualmente se compran.

Luego vermut y comida. Hasta las cinco de la tarde, cuando se celebran las corridas, una serie de tres o cuatro carreras entre diferentes grupos:

  1. Entre mujeres casadas.
  2. Entre mujeres solteras.
  3. Entre hombres, (moderno).
  4. Entre niños y niñas.

Se realizan cuatro carreras. La primera de las niñas más pequeñas (3, 4, 5 y 6 años). Corren unos 30 metros. La segunda es de las niñas más mayores (7, 8, 9 y 10 años). Corren unos 100 metros. La tercera es la de las mujeres más jóvenes, solteras y casadas, entre 25 y 40 años. Corren también unos 100 metros. La última carrera es para las más mayores, entre los 50 y 60 años. Ellas sólo corren unos 50 metros. La salida a todas las carreras la da el alguacil del pueblo con una vieja trompeta que servía antiguamente para pregonar.

De premio se entregan unas roscas, unas tartas de bizcocho de forma circular adornadas con merengue y que se acaban compartiendo entre todas junto a un chocolate que de nuevo realizan. Para finalizar, se hacía baile, las mujeres sacaban a bailar a los hombres. Por una vez, eran ellas quienes podían elegir.

La festividad de santa Águeda goza de gran vida en Huerto, su arraigo, su singularidad, la hacen muy especial. Gracias, de nuevo, a Maribel Ferrer, Marimar Alquezar, Conchita Casbas y Tere Zubiri que han trasmitido el orgullo por su tradición y que cada año vuelven a realizar con gran ilusión. Y también gracias a Elisa Laúna, por esos recuerdos y a Pablo Gracia Castel, por compartir sus investigaciones y sabiduría.

Textos: La fiesta de santa Águeda en Huerto. Gracia Castel, Pablo.

Sara Villellas Martínez


Sara Villellas Martínez representa a muchas de las personas que han tenido que desarrollar su carrera profesional fuera de su pueblo. Periodista y locutora de noticias en Aragón Radio, su voz nos ha transmitido la actualidad a través de las ondas aragonesas. Persona brillante, profesional, cercana, toda una comunicadora que reflexiona sobre el periodismo y sobre su papel en el medio rural. Hoy le toca ser noticia.

Soy Sara Villellas Martínez, quinta del 80, y me criaron y educaron en Sariñena hasta los 18 años, cuando me marché a estudiar Periodismo a Madrid, siendo consciente de que ya no regresaría. De mi infancia recuerdo a Sor Felisa en el patio de “las monjas”; la sabiduría de Mariano Baches para enseñarnos de los libros y de la vida (gracias siempre, Mariano); soñar en clase que nos tocaba la lotería para repoblar esos Monegros secos, casi perdidos (cuando todavía se repoblaba con árboles y no con personas); las bajadas en monopatín por la calle Larrosa; jugar a las casetas en Los Cuadrones; nuestra Casa de Juventud; las verbenas en la discoteca; las Peñas…

Elegí periodismo porque es una profesión que te impide dejar de estudiar. Como decían en la Facultad, así sabemos “un poco de todo y mucho de nada”. También me impactaba el poder que tiene la palabra y la necesidad de saber usarla.

A Los Monegros regreso a ver a la familia y a las amistades.


¿Qué es el periodismo? En general y desde el medio rural, sus dificultades.

En la actualidad desconozco dónde queda el periodismo. Probablemente hay resquicios del mismo en los pequeños medios de comunicación, donde la información va directamente de la fuente al público. Y algunos atisbos de periodismo de investigación. Lo demás, desde mi punto de vista, se ha convertido en información “de carril”, de rueda de prensa, con textos copiados de gabinetes de comunicación y un lenguaje alejado de la realidad y de lo que a la ciudadanía podría interesarle. Y en cuanto al periodismo en el medio rural, su dificultad supongo que reside en su propia supervivencia. Si no hay medios económicos detrás es difícil mantenerlo, los salarios son precarios, las funciones de los periodistas en el medio rural se multiplican, algunos son locutores, comerciales, fotógrafos, cámaras de video, expertos en redes sociales… el “periodista orquesta”.

El papel de la mujer en el medio rural, como trabajadoras y periodistas o colaboradoras.


Siendo una profesión en la que la mayoría de trabajadoras son mujeres, también en el medio rural, se suele dar más visibilidad a los hombres. Por eso, gracias por la visibilidad y por estas líneas. Creo que una profesión sin horarios ni calendarios como ésta ya es bastante difícil de llevar, como para hacerlo sin medios, en el medio rural, con dificultades para conciliar y con escaso margen para ocupar puestos de responsabilidad.


¿Papel, radio, televisión o medio digital?

He probado todo menos televisión, porque no me gusta que se me vea ni que se me reconozca. Con 19 años las ondas me engancharon y ahí sigo. La radio siempre está ahí. Siempre. Para informar de cualquier noticia en el mismo instante en el que ocurre, para acompañar en todo momento, para entretener, escuchar música, y ahora mucho más especializada a través de podcast.

¿Un medio de comunicación? Un/a periodista de referencia?

Os Monegros me parece un gran medio de comunicación por varias palabras que me parecen clave: memoria, no olvidar y rostros en femenino. 

Periodistas de referencia: Ángels Barceló y Maruja Torres. La Mirada de Maruja me parece simplemente genial.


¿Un personaje de Los Monegros?

Todas las mujeres que durante décadas han trabajado fuera y dentro de casa, lo mismo en la agricultura, que en la ganadería, que criando a los hijos, que cuidando a padres, suegros, tíos, sin remuneración, sin que fuera considerado “trabajo” y sin que se les reconociera su esfuerzo. Y todas aquellas que no pudieron tener el futuro que habían elegido porque les obligaron a “quedarse en casa”.

¿Qué momento histórico, suceso o hecho de Los Monegros os gustaría  haber cubierto?


Quizá el proceso del inicio de la vida en los pueblos de colonización. Contar las historias de quienes empezaron una nueva vida en una zona como Monegros, sobre todo en los inicios, cuando no tenían ni los servicios más básicos.

¿Una noticia importante en Los Monegros? ¿Cuál ha sido?


Supongo que “el agua”, el regadío, que cambió sustancialmente la cultura agraria de la zona. Siempre he creído que su tardanza tuvo un impacto no sólo económico, sino social y cultural, si se compara con otras zonas que se desarrollaron antes.

¿Una noticia soñada para Los Monegros?


Quizá una buena noticia sería que, siendo un territorio del que sale tanta materia prima, los productos  agrarios y ganaderos se procesaran y comercializaran desde allí. Poco valor añadido dejamos en la tierra si todo se importa bruto, sin elaborar.

Aunque, para dar que hablar, a veces sueño con que los vecinos de mi pueblo se olvidan de las cuatro ruedas y van andando al colegio, a por el pan o a por tabaco. Me gustaría beber agua del grifo los 365 días sin sustos. Y respirar otro aire. Me gustaría ver más verde, menos árboles podados como para leña y menos asfalto. Diría que a veces nos empeñamos en copiar las desventajas de las ciudades.


Un lugar de Los Monegros

El Castillo Cuadrado de San Lorenzo del Flumen. Por apego.

Marga Bretos Cazcarra


Marga Bretos Cazcarra lleva años como colaboradora del Diario del Altoaragón, además de participar en otros medios. Su cercanía y pasión, su humildad y a la vez su constante trabajo la hacen una persona excepcional, siempre poniendo en valor a nuestros pueblos y a su gente. Una trayectoria encomiable digna de reconocer. Hoy le toca a ella ser protagonista.

Nací en Sariñena y siempre he vivido aquí, si bien hubo una época que me gustaba vivir en Zaragoza o Huesca, pero cuando volvía, me emocionaba cuando veía La Laguna. Soy sariñenese total y creo que es un sentimiento que he inculcado a mis hijas y nietas, de hecho, Eva dice que su pueblo es Sariñena…Mar todavía no habla.

 ¿Cómo has llegado a ser colaboradora?

Fue en 2009, cuando Elena Villellas dejó de trabajar para el Diario del Altoaragón y Javier García Antón me propuso colaborar durante unos meses hasta que encontraran a la persona adecuada…¡llevan buscando 14 años!.

¿Qué es el periodismo? En general y desde el medio rural, sus dificultades.

Como todos sabéis no soy periodista, simplemente colaboro con el Diario y con la revista Quio, pero considero que es una forma de dar voz a nuestros pueblos, que se caracteriza por la cercanía con los vecinos, agrupaciones y colectivos, que son los que realizan casi todas las actividades. También pienso que es una vía para difundir la cultura, tradiciones y patrimonio de los pueblos, una forma de hacer saber que nuestros pueblos están vivos.

Dificultades, no muchas, solo que igual tienes que escribir de un concierto de piano, que, de alfalfa, que de dance…hay que leer mucho y estar muy al día, incluso hay quien te utiliza para su propio beneficio, pero eso, afortunadamente, pasa muy poco.

El papel de la mujer en el medio rural, como trabajadoras y periodistas o colaboradoras.

La mujer es básica en las zonas rurales. Tenemos que hacer de todo y luchar por desarrollarnos como persona, como madres, como trabajadoras, lo de la conciliación familiar no existe, pero es motivador ver los ejemplos de mujeres rurales emprendedoras y los proyectos innovadores que han puesto en marcha.

Aquí tenemos tres ejemplos muy claros, Elena Villellas con tres hijos, Patricia Puertolas con mellizas y Victoria Fortuño con mellizos, tres grandes profesionales que llegan a todo, trabajo, familia, casa… y además lo hacen todo muy bien, siempre con una gran empatía y objetividad.

¿Papel, radio, televisión o medio digital?

Papel en primer lugar y medio digital, que ayuda mucho.

¿Un medio de comunicación? ¿Un/a periodista de referencia?

Los periódicos de Huesca y Zaragoza, son como más de casa.

Periodista de referencia, no, periodistas, las tres de aquí, Elena, Patricia y Victoria y a los que admiro mucho: Javier García Antón, Myriam Martínez, Mercedes Manterola y el gran Leontxo García, sobre todo por sus charlas y narraciones de sus viajes.

¿Un personaje de Los Monegros?

Ufff, hay muchos, uno de ellos eres tú, Joaquín Ruiz, otro Alberto Lasheras, el fotógrafo Fernando G Seral, hay una gran lista de personas entrañables y queridas por su bien hacer, por su personalidad, por su esfuerzo por mantener esta tierra viva.

¿Qué momento histórico, suceso o hecho de Los Monegros os gustaría 
haber cubierto?

La inauguración del Canal de Los Monegros y ver las caras de las canalistas de Lanaja.

¿Una noticia importante en Los Monegros? ¿Cuál ha sido?

La insensatez de Gran Scala, solo sirvió para poner a Los Monegros en el mundo.

¿Qué noticia consideras ha sido la más importante para Los Monegros?

La recuperación de La Cartuja de las Fuentes y de los Bienes de Sijena.

¿Una noticia soñada para Los Monegros?

‘El auge de empleo y emprendimiento hace que los jóvenes monegrinos se queden a vivir en su comarca”

Un lugar de Los Monegros

Varios, La Laguna de Sariñena, el río Alcanadre, la Sierra de Jubierre…, Los Monegros son únicos y sus cielos un constante espectáculo.

Cosetas de Sena


En el municipio monegrino de Sena, en el marco del Museo de Oficios Antiguos de Monegros, un grupo de mujeres conversó y dialogó sobre las cosetas de antes, los recuerdos y vivencias que narran una forma de vida que queda en el pasado. Así, recogemos los testimonios de Pilar Royo Naya, nacida en Huesca en 1943, aunque ha vivido toda su vida en Sena; Paz Ferrer Uriol, nacida en Sena en 1943; Josefina Almerge Opi, nacida en Sena en 1953; Rocío Sanz Redrado, natural de Boquiñeni donde nació en 1970, desde 1990 vive en Sena; Nieves Hernández Laborda, natural de San Juan, desde 1990 vive en Sena y Pili Monter Ardanui, nacida en Sena en 1942.

Cuando Josefina llegó al mundo, en su Sena natal, “El médico estaba borracho”, pues era el médico de la localidad quien se encargaba de los partos. En Sena, durante muchos años, estuvo el doctor Ignacio. También las familiares y vecinas ayudaban en los partos, sobre todo preparando agua caliente. “Si bajaba puntiagudo es que iba a ser chico”, pues antes se prefería que fuese chico “Que hacía la casa grande”. Aunque tristemente había mucha mortalidad, enfermedades como el sarampión provocaban muertes prematuras, la vida era más frágil. Cuando alguien moría a corta edad las campanas tocaban las a mortijuelo.

A los recién nacidos se les bautizaba pronto, a los ocho días y durante el bautizo se tiraban peladillas. A las chicas se les hacía  pronto los agujeros en las orejas, a los pocos meses, con una aguja “y antes de los pendientes se ponía un hilo”. Se les daba galletas con leche, especialmente cuando no había mucha leche. Pronto se llevaban a las monjas, iban desde lo dos a los seis años y de los seis hasta los catorce años se iba a la escuela pública. Las clases eran separadas por sexos y también el patio de recreo. Las monjas hacían teatro, hasta los seis años lo hacían juntos y después separaban a chicos de chicas. En la escuela se aprendía geografía, matemáticas, ortografía, se hacían dictados y enseñaban religión. Por las tardes aprendían a coser, bordar, ganchillo, realizaban paños de costura, punto alado y escapulario. Las monjas cobraban por enseñar a coser. Paz fue a coser a casa del sastre. En la escuela daban leche en polvo y queso en lata (1956-1960). Las mujeres no salían a estudiar fuera, “al seminario de Huesca solo iban hombres”. 

También en la iglesia había separación por sexos “Los hombres a la izquierda y las mujeres a la derecha”. La ropa debía de ser muy correcta y había que ir con velo, chaqueta o manguitos cubriendo los brazos, falda larga y con medias. Por Sena, los curas de la diócesis de Lérida eran mucho más severos que los de Huesca. Todos los domingos tenían catequesis. Cuando se hacía cine, en la plaza, las películas se clasificaban por colores: “El blanco para todos los públicos, el azul a partir de los 12 años, el rosa desde los 21 años y el grama era peligrosa para todos”. 

En el río se bañaban con un viso, estaba muy mirado con quien iban las chicas. Al baile no les dejaban entrar hasta que no eran mozas, hasta los 14 años, normalmente iban en cuadrilla. Antes les tenía que llevar un chico, el novio o algún chico que les fuese a buscar. Incluso en la escuela castigaban a quienes habían ido al baile, doña Asunción les daba con una regleta.

A la plaza acudían de vez en cuando los Ongaros (Húngaros), “¡Qué han venido los Ongaros!” y los zagales y zagalas corrían a la plaza para ver el espectáculo donde hacían bailar a un pobre onso (oso).  

Se casaban pronto, a partir de los 24 años y como ajuar normalmente mantelería o sabanas. Después de la boda muchas marchaban pronto de viaje de novios, a las tres de la madrugada para ir a coger el tren al Tormillo o el coche a Barbastro o Lérida. Paz recuerda que cogió el tren en el Tormillo a Barcelona, llevaron dos pollos en segunda clase, como pago para alojarse en casa de unos familiares.

Se hacían la propia lana y tejían jerseys, toquetas y calcetines, se hilaba la lana y escorpinaba (desanchar la lana). Con cantaros, sobre la cabeza, iban a buscar agua a la acequia y la llevaban a las casas. No había agua corriente, ni mucho menos baños, así que las necesidades se hacían en el corral. El aseo personal se realizaba con palanganas “Poquer a poquer se iba dando uno agua por las partes del cuerpo”. La ropa se lavaba en la acequia y para blanquearla se calentaba agua con ceniza y se colaba, luego, aquella agua, se empleaba para lavar la ropa blanca. Para fregar el suelo de rodillas se utilizaba una almadeta para proteger las rodillas.

En Sena había buena huerta. Se hacía matacías, se hacían farinetas y se comían los lechacines. Para elaborar las farinetas primero se cernía el panizo. Pan con manteca y azúcar o pan con vino y azúcar, era la típica merienda, sobre todo después del recreo. Lo normal era tener en casa manteca de bochiga (vejiga de cerdo),  la bochiga se llenaba de manteca para almacenarla colgada en la cocina. Había estraperlo con la estación de ferrocarril del Tormillo, a donde se iba a vender trigo, cebada y harina. Además se hacía esparto y algo de sogueta, principalmente para su uso local. Hacer sogueta era cosa de hombres. La calderada, a base de patata, remolacha y todo lo que sobraba, se daba a los tocinos. 

Cuando celebraban los quintos había una semana de bailes, se ponían unas botas y pedían por el pueblo huevos con los que hacían farinosos o panetes de pan. Las puertas de las casas se ataban con fencejos para no dejar salir, era una trastada.

Para santa Agueda las mujeres sacaban a bailar a los chicos, ellas elegían. Se tocaba las campanas, se merendaba y en la plaza se hacía una rueda y se cantaba.

Algunas noches se espanotaba, de las panotas del panizo se separaba la cascarota para hacer colchones, también las cascarotas se daban como forraje a las vacas. A las fincas de Presiñena iban las chicas a plantar espárragos que acababan en la conservera de Sariñena.

Se amasaba en casa y se llevaba a cocer al horno. A servir marcharon muchas mujeres, sobre todo a Barcelona y también a Francia. En los cañizos secaban melocotones (orejones) e higos “¡Ay! que habrá tronada, a entrar los cañizos al cubierto”. Embotellaban tomates, para conserva y lo hacían en botellas porque no había botes. Comían cantillos de pan, que tostaban y daban con ajo y luego escaldaban con agua hirviendo. Muy parecido a las conocidas sopas de ajo.

El luto era muy riguroso, a Paz le duró siete años, no le dejaban ni comprar una aradio (radio). Las mujeres mayores llevaban el luto para siempre “Señal de luto-medio luto”.

La entrevista se realizó en Sena el 26 de abril del 2018. Gracias al Museo de Oficios de Monegros por abrirnos sus puertas a su maravillosa ventana al pasado, atesorando objetos que enseñan una forma de vida que hemos ido dejando atrás. Y gracias a Pilar, Paz, Josefina, Rocío, Nieves y Pili.

Marité Basols Tena


Campeona de España de tiro con arco en sala y mejor deportista del año de Aragón en 1975, algunos de los muchos títulos, campeonatos y reconocimientos que alcanzó la sariñenense María Teresa Basols Tena. A través de su hija, Marian Torres Basols, descubrimos su extraordinaria figura, una deportista de la modalidad de tiro con arco que sin duda, según Marian, fue una grande cuando su deporte era casi desconocido y muy rudimentario viendo los arcos de ahora.

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Marité Basols Tena

María Teresa Basols Tena nació en Sariñena el 24  de noviembre de 1932, hija  de Juan Basols, familia de comerciantes. Su abuelo Juanillo tenía la línea de Huesca a Lérida, un coche tirado por caballos -Era muy gordo, subía al coche y se movía haciendo hueco para que pudiesen subir dos personas más-. Su padre, Juanito Basols, era buena persona y ante todo era hombre de palabra. Puede que tuviese que ver algo con la harinera, pero su gran negocio fue la gasolinera y un almacén de coloniales, una gran tienda de ultramarinos que se encontraba al lado de la gasolinera.

A Marité, como siempre la han conocido, no le dejaba leer su madre -si le pillaba un libro lo quemaba-. Fue a estudiar a Zaragoza aunque a los trece años tuvo que regresar para trabajar en casa. La cocinera siempre estaba  mala, así que Marité se dedicó principalmente a la cocina y cada día tenía que cocinar hasta cuatro menús diferentes. Hacía de todo en casa y además atendía la gasolinera, con los surtidores de antes que surtían a través de una bomba que se accionaba manualmente -Le daba unas veinte veces con cada brazo, era como hacer galeras, menudos brazos se le ponían de fuertes-. Los bidones eran de 200 litros.

A los diecisiete años comenzó a salir con él que con el tiempo llegó a ser su marido. Vivía en la casa al otro lado de la calle y se las ingeniaron para poner una cuerda a modo de teléfono y por donde, además, se pasaban notas hasta que los descubrieron. La familia de José Juan Torres Ricart provenía de Boltaña y había venido para ejercer como secretario del juzgado. Durante la guerra, su padre José Torres Menac fue militar en el bando republicano.

José Juan estudió en Barcelona, realizando los estudios de profesor de Mercantil. Su padre José Torres vendía esparto y hacía de acomodador en el cine, tenía que pagar el colegio. En Fraga, José Juan trabajó como gerente en la empresa familiar Arnau. El 7 de octubre 1957 se casaron en Zaragoza, él tenía 28 años y Marité 24. Aun vivieron tres años en Fraga hasta que en 1960 se vinieron a vivir a Sariñena.

En Sariñena gestionó las tierras y la gasolinera de la familia Basols y fueron a vivir a la casa familiar de los padres de Marité, en la avenida Huesca. La casa es de antes de la guerra, de líneas simples y funcionales, claro exponente de la arquitectura racionalistas de principios del siglo XX. Durante la guerra civil cayeron algunas bombas en el huerto pero la casa no sufrió daños y aún se conserva en la actualidad.

Fue por la década de 1970 cuando su tío Juan Antonio les regaló un arco y comenzaron a tirar toda la familia. Hicieron un trípode con unos palos y con dos o tres serones, esteras o espuertas, colocaban una diana y disparaban. Marian tenía entonces unos quince años y cuenta que tiraban en el huerto de casa. Marité debía tener unos cuarenta años y poco a poco se fue aficionando y comenzó a participar en torneos.

En 1971 se celebró en Sariñena el 1er concurso o torneo san Antolín a nivel provincial de Tiro con Arco. En 1974 Juan Antonio fue al campamento de España quedándose el decimosexto, llegó a conseguir el título de maestro arquero.

Marité fue galardonada en 1974 como deportista del año de Huesca, en 1975 participó en el  campeonato de España de tiro con arco en sala, obteniendo el primer puesto en el premio San Lorenzo. Aquel mismo año de 1975, Marité fue reconocida como una de las mejores deportistas provinciales participando en la Fiesta de exaltación del deporte y en 1976 como  mejor deportista de Aragón.

Participaron en muchos torneos y se clasificaban a los campeonatos de España, su alto nivel les valía para conseguir las Estrellas Fita1000, un reconocimiento que obtenían cuando alcanzaban los 1000 puntos en torneos oficiales. Un reconocimiento que otorgaban las diferentes federaciones y en su caso la Federación Oscense de Tiro con Arco.

La implicación familiar fue total, incluso José Juan, su marido, que iba a todos los campeonatos, acabo haciéndose juez -Incluso llegó a ejercer de árbitro internacional en un torneo en Francia-.

Fue una gran profesional del deporte, a base de técnica y entrenamiento -Como mínimo entrenaba unas dos horas diarias-. Tenía una excepcional puntería, a pesar de tener un ojo con visión reducida, el otro lo había agudizado excepcionalmente, con un rifle era capaz de agujerear una moneda. Con el arco disparaban a 30 y 50 metros, tenía una puntería increíble. Ella misma se fabricaba las flechas que utilizaba.

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Marité y Jan Antonio

Marité murió a los 68 años de edad, en el 2001 tras una dura batalla contra el cáncer. Junto a su cuñado Juan Antonio Torres llevó a Sariñena por diferentes torneos y campeonatos por toda España incluso en el extranjero. Una gran deportista que tuvo gran repercusión en los medios, reconocida y querida por su grandeza como persona, toda una abanderada de Sariñena digna de reconocer.

Gracias Marian por compartir la gran historia de tu madre.

 

Marisa Sanz Anoro (1938-2007)


Marisa fue una persona muy querida en Sariñena. Sin duda fue el alma y el corazón vivo del hotel Anoro de Sariñena, un hotel que durante décadas fue centro neurálgico de la villa y puerta de entrada a la localidad, por donde pasaron infinidad de viajeros y visitantes. Pero además, Marisa fue una persona comprometida con el pueblo y con su gente. Una extraordinaria mujer cuya memoria y recuerdo es nuestro mejor homenaje.

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Su madre María Luisa Anoro Casañola, natural de Sariñena, nació en la Fonda Casañola, abierta en 1900 por su abuelo Jorge Casañola Casabón y que en los años veinte, Miguel Anoro Pueyo, padre de María Luisa, convirtió en el conocido Hotel Anoro. Desde muy joven María Luisa trabajó en el negocio familiar hasta que comenzó la guerra civil y la UGT socializó el hotel durante la contienda, periodo que sirvió de alojamiento a los mandos del aeródromo de Alas Rojas. Además, su padre Miguel Anoro Pueyo fue hecho preso al poco de estallar la guerra y María Luisa, que tenía  22 años, se quedó sola con su madre. Su hermano, Luis Anoro Casañola, había sido administrador de casa Bastaras, familia terrateniente propietaria de la Cartuja de Las Fuentes, y se había ganado la animadversión de la gente más humilde al haberse prohibido la caza en tierras del rico hacendado, actividad que practicaban sobre todo las familias más humildes para dar de comer a sus hijos. Aquel odio lo terminó pagando su padre, pues entonces Luis trabajaba en Huesca para Automóviles La Oscense. Afortunadamente, y con la ayuda de algún miembro del comité local, Miguel Anoro pudo salir de la cárcel indemne, aunque estuvo a punto de morir fusilado.

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Miguel Anoro y Marisa.

En aquel ambiente bélico, María Luisa conoció a Juan Sanz Benito, que había llegado a primeros de agosto como conductor del Comandante Reyes, jefe del campo de aviación “Alas Rojas” de Sariñena. Juan llegó al hotel y quedó enamorado a primera vista de María Luisa. Cuando pudo, ayudó a Miguel Anoro a salir de Sariñena con su mujer, María Casañola, y su hija María Luisa, y las llevó a Barcelona, donde había emigrado hacía tiempo el hermano de Miguel, Manuel Anoro.

Juan Sanz Benito había nacido en Barcelona, de donde era su padre, Juan Antonio Sanz. Pero su madre descendía de Sariñena. Juan Sanz, por tanto, seguía teniendo familia en Sariñena, entre otros Ángel Benito Vicente, que regentó un puesto de periódicos y revistas durante años en la calle Dato. Es posible que sus conexiones familiares llevaran a sus superiores a destinarlo como conductor de confianza del Comandante Reyes, dado que Juan, antes de la guerra, trabajaba ya como policía secreta de la Generalitat.

 

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María Luisa y Juan se casaron en enero de 1937, en Barcelona, primero por lo civil y, al día siguiente, en secreto, por la Iglesia, ceremonia que celebró el rector del seminario de Gerona. Al año siguiente nació Marisa Sanz Anoro en el Estartit, Gerona, un 14 de mayo de 1938. Sin embargo, Marisa siempre se sintió sariñenense y aragonesa.

Tras la contienda, la familia Sanz Anoro huyó a Francia por Portbou, aunque pronto regresaron por el país vasco. Juan acabó preso en Bilbao mientras Marisa y su madre volvieron a Sariñena. A su regreso encontraron todo el hotel desecho y arruinado. A pesar de todo, volvieron a rehacer el hotel y sus puertas volvieron a abrirse. Juan estuvo dos meses recluido en Bilbao depurando responsabilidades, y al no tenerlas, fue liberado y quiso juntarse con la familia. Pero el hermano mayor de María Luisa, Luis, se negó a recibir “al rojo que se había casado con su hermana” y Juan tuvo que pasar dos años viviendo solo en Zaragoza, donde trabajó como camarero del Plata, donde adoptó el apodo de “Pitt”. Dos años más tarde, en 1941, pudo la familia volver a estar unida en Sariñena y, en 1942, nació su segunda hija, Pili.

Juan Sanz y el FC Sariñena

Juan Sanz dirigiendo una sesión de estrategia deportiva con el F.C. Sariñena

Juan Sanz había nacido en una familia burguesa, pues su padre había sido un próspero empresario. Al volver a Sariñena, no era nadie. Su suegro, Miguel Anoro, seguía siendo el dueño del hotel. María Luisa regentaba el hotel con su padre, sobre todo tras la muerte de su madre, María Casañola, en 1945. Juan se encargó especialmente del servicio de transporte, pues el hotel tenía su pequeño autobús para transportar viajeros desde la estación de Sariñena al pueblo. Así que, sobrado de horas, y siendo todo un artista, se dedicó a otras tareas.  Juan fue todo un referente de aquella época en Sariñena, revolucionando el ambiente cultural y deportivo. Fue entrenador del F.C. Sariñena, cronista deportivo del “Nueva España” de Huesca –donde firmaba sus crónicas como “Juanito”–, y miembro muy activo de la federación. Como tocaba el violín desde su infancia, junto con el maestro José Guioni Lavetti, hicieron la primera agrupación musical de Sariñena. Entrenó a toda una generación a tocar de oído al crear la  primera rondalla de jotas de Sariñena. Realizaron las primeras actuaciones en el antiguo cine Victoria, donde cantaban y bailaban jotas. Marisa Sanz Anoro comenzó a dar sus primeras voces como cantadora de jotas, haciendo pareja con Domingo Lana Novellón. Juan también organizaba teatro y Felipe Fabana era la pareja artística de Marisa. Con la idea de mejorar su economía, también se dedicó a pintar. Hizo cientos de cuadritos con escenas cubistas de toreros que luego mandaba a Jaca donde las vendían las tiendas a los turistas franceses, tarea en la que le ayudó Salvador Trallero Galicia. Para tal actividad, rescató su nombre artístico “Pitt”, con el que firmaba los cuadros. Y, en esa inquieta búsqueda de su propia “empresa”, llegó incluso a criar y vender canarios, actividad que le reportó más ocio que negocio. Juan murió en octubre de 1957 tras una enfermedad final relacionada con su diabetes. Habían sido 16 años de intensa vida en Sariñena que marcaron a mucha gente, sobre todo a Marisa, que siempre adoró a su padre.

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Marisa haciendo teatro con Felipe Fabana.

Marisa

Marisa

Marisa estudió en las escuelas nacionales y más tarde en el recién abierto colegio de la Milagrosa de Sariñena, de las Hijas de la Caridad, para marchar luego como interna al colegio de Santa Ana de Zaragoza, donde terminó el bachillerato elemental. De vuelta a casa, continuó haciendo mecanografía, contabilidad y otros cursos que las monjas ofrecían a las chicas en la década de los cincuenta, mientras se convertía en una verdadera hostelera a pesar de su juventud. Tras la muerte de su padre, tuvo que hacerse cargo del hotel Anoro. Marisa hacía de cocinera, de gestora, de contable… era la cara amable del hotel Anoro, la puerta abierta de Sariñena, donde todos entraban cuando llegaban a Sariñena. Había gasolinera y transporte al barrio de la Estación para los viajeros del tren. Mariano Alegre era el chófer y también tenían algo de tierras que llevaba Manolo el Sete, mientras Jorge, el Popilo, cultivaba la huerta.

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Marisa en primer plano,  detrás sus primos hermano: de pie, Jorge Anoro Abenoza; segunda fila José María Edo Anoro, Miguel Anoro Abenoza, María Anoro Rapún y Luis Anoro Rapún.

A aquella puerta de entrada que era el hotel fue donde llegó perdido Mariano Yzuel Abadía, natural de Aruej, Villanúa, cerca de Canfranc. Había salido de casa con su moto y acabó en Sariñena, donde conocía a Fidel Bailo, entonces secretario del ayuntamiento de Sariñena. Fidel lo llevó al hotel para alojarlo y allí conoció a Marisa. Él con 24 años y ella con 20 iniciaron una relación que acabó en matrimonio tras seis meses de noviazgo e intercambio de cartas. Se casaron el 7 de marzo de 1959 en la zaragozana iglesia del seminario  de San Carlos Borromeo, celebrando el banquete en la Posada de las Almas. Tuvieron siete hijos: Juan, Pepe, Luisa Mari, Manolo, Miguel, Kike y Javi.

Marisa y Mariano crearon el Hostal Ylsa, comprando poco a poco el patrimonio de los Anoro. Este establecimiento fue el gran referente de la hostelería de Sariñena, sobre todo tras la apertura del bar en 1960, con un estilo moderno, música de sinfonola y barra donde podían alternar los jóvenes de ambos sexos en un ambiente de respeto y alegría. Cientos de parejas de Monegros celebraron su boda allí y cientos de niños tuvieron en aquellos comedores el banquete de su primera comunión.

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Postal Hostal Ylsa

Marisa siempre estaba de puertas afuera ayudando a los demás, un gran lado humano que era para lo bueno y para lo malo. Asistía a los partos ayudando al practicante, Domingo Pardo El Chespe y, a veces, se llevaba a su hija Luisa María –“Vamos, qué viene la cigüeña”- pero Luisa María nunca la veía –“¿Dónde está la cigüeña?”-, respondía. También asistía en los accidentes, socorría y ayudaba con Mariano mucho antes que llegase la Cruz Roja. Entraba en las casas cuando yacía muerta alguna anciana solitaria y amortajaba a los muertos cuando se lo pedía alguna familia. Marisa siempre estaba dispuesta para los demás, sin dudar en acoger personas solitarias o desamparadas.

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Marisa y Mariano con sus hijos.

Marisa fue concejal por UCD durante la legislatura 1979-1983, en plena transición española, bajo la alcaldía de Antonio Torres Asín. Con ella se comenzó a planificar la residencia de la tercera edad y se gestó la escuela municipal de jotas, participando en la creación y fundación del grupo folclórico Aires Monegrinos. También creó la asociación de padres y madres de Sariñena cuando se hizo el instituto de educación secundaria Gaspar Lax. Con la celebración del XXV aniversario de aquellas primeras elecciones, a Marisa se le hizo entrega de una placa por su paso como concejal pues fue la primera mujer concejal del ayuntamiento democrático de Sariñena.

En 1983 se separó de su marido y marchó con sus siete hijos a Zaragoza. Allí se hizo cargo de la cafetería de la Delegación de Hacienda, al lado de la puerta del Carmen, que regentó con su hijo Pepe y el trabajo y el apoyo laboral del resto de sus hijos. Allí fue cocinera 25 años hasta su jubilación. En la cafetería daban unos 200 desayunos y unas 190 comidas al día. También estuvo, muy poco tiempo, en el Club Náutico de Zaragoza, que lo llevaba su hijo José Luis. Una vida dedicada a la hostelería que se le reconoció en el año 2000 cuando la Asociación Provincial de Huesca de Hostelería y Turismo le premió con la insignia de honor.

En Zaragoza gozó de una extraordinaria actividad. Una mujer vital, imparable, dinámica, que creó la asociación ASDA de separados y divorciados de Aragón, una asociación que buscaba ser un lugar de encuentro y que organizó diferentes actividades, cenas y excursiones. Fue voluntaria en el Teléfono de la Esperanza en Zaragoza, en el APA del Colegio Calasancio y en el Centro Maín de las salesianas del Actur, donde dio clases de alfabetización. También participó en la creación de la asociación de mujeres Boira del Actur, de la que fue su secretaria y miembro directivo.

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Marisa con su hijo Juan en Camerún.

Viajó varias veces a Nueva York donde su hijo Juan estuvo de sacerdote, pues Juan era escolapio. Juan también estuvo de misionero en Camerún y Marisa fue a verlo. En ambos lugares causó una gran impresión por su capacidad de empatizar y comunicarse con personas de distintas lenguas y culturas, aún sin dominar el idioma. Dos de sus hijos, Manolo y Miguel, se casaron con chicas de Nueva York, lo que le llevó de nuevo allí para la boda del primero con Jessica en 1989 y para cuidar en Manhattan a su nieto Andrés, hijo de Miguel y Damaris, durante sus primeros seis meses en 1997. Hacerse presente en la vida de sus nietos (llegó a conocer a 11)  fue una de las etapas más felices de su vida, una vida entregada a su familia, que convocaba cada domingo alrededor de una mesa generosa y sabrosa en los dos pisos que habitó en Zaragoza, donde el espacio se quedaba siempre pequeño para tan gran familia.

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Marisa con su hijo Juan cantando jotas. 

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Jesús Budios, Antonio Torres y Marisa.

En abril del 2007 la Rondalla Aires Monegrinos realizó un homenaje a Marisa junto a Jesús Budios. Marisa siempre llevó muy adentro la jota, amenizando las bodas y celebraciones que se hacían en el hotel y educando a sus hijos en este arte. Cuando terminaban los banquetes de boda, para la sobremesa, Marisa se quitaba el delantal y salía de la cocina con alguno de sus hijos con la guitarra y siempre comenzaba cantando la jota de “Los Labradores”. Marisa conoció a los cantadores el Pastor de Andorra y a Mariano Fonts, y fue amiga del estudioso y médico Fernando Solsona Motrel. Marisa fue una apasionada de la jota, siempre orgullosa de ser aragonesa.

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Marisa murió a los 69 años de edad, el 15 de noviembre del 2007, víctima de un cáncer. Queda su gran recuerdo y su familia, una gran saga, que llevan en el corazón el gran centro neurálgico que fue el hotel Anoro, hoy Hotel Sariñena. Una parte de la historia reciente de Sariñena donde Marisa fue todo un referente, sin duda una persona excepcional que perdurará en la historia y memoria de la Villa de Sariñena.

Gracias a Luisa María Yzuel Sanz por todo lo contado y a Juan Yzuel Sanz por ser parte de este artículo, correcciones, aportación y redacción.

Joaquín Ruiz Gaspar y Juan Yzuel Sanz.

 

Mari Cruz Anoro Barrieras “La Morena” taxista de Barcelona


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Mari Cruz Anoro Barrieras “La Morena”

Justicia Clara Sarrate Anoro nació en Sariñena el 5 de septiembre de 1947, en una casa en la avenida Huesca, al lado del cuartel. Pero su niñez la pasó en calle Larrosa, en la parte alta, donde vivieron. A partir de Clara conocemos la vida de su madre Mari Cruz Anoro Barrieras, quien, tras emigrar a Barcelona con su familia, fue la primera mujer taxista de la ciudad Condal.

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Mari Cruz Anoro Barrieras, conocida como “La Morena”, nació en Sariñena el 3 de mayo de 1923. Contrajo matrimonio con Prudencio Sarrate Gabriel y tuvieron cuatro hijos: Prudencio, José María y los mellizos Rafael y Clara. “Fuimos una novedad en el pueblo cuando nacimos” apunta Clara, “No era habitual que nacieran mellizos”. Prudencio nació en Sariñena un 11 de abril de 1908 y trabajó de chofer para casa Torres aunque falleció joven, el 22 de abril de 1956, a los 48 años de edad. Mari Cruz se quedó viuda a los 33 años con sus cuatro hijos, Clara tenía solamente 8 años. Prudencio tenía dos hermanos: Antonio, que murió a los 48 años, y Mercedes Sarrate. La familia de los Sarrate había sido una importante saga de pasteleros.

Mari Cruz había aprendido todo sobre pastelería y con un carrito iba vendiendo por todo el pueblo. Cuando Clara salía de la escuela iba a vender. En invierno vendían castañas, además de piruletas y caramelos que hacían en casa. Los envolvía Clara con sus amigas y se quedaban con los sobrantes de caramelo al despegarlos del molde. También hacían tartas y bollos. En verano hacían helados, los hacían ellas, compraban el hielo y lo guardaban en un lugar fresco. Helados de nata, vainilla, fresa, chocolate… en corte o en cucurucho. Llevaban en el carro una especie de lechera de unos 20 litros donde guardaban los helados. La lechera la llevaban dentro de un tonel en el carro y ponían hielo picado entre el tonel y la lechera para conservar los helados. El hielo lo picaban ellas. Cuando había fútbol, Clara subía con otro carrito a vender al campo, mientras Mari Cruz se quedaba en la plaza de la Iglesia para vender a la gente que iba al cine Victoria o al Casino.

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Familia Sarrate Anoro

Además, para vivir recogían esparto, sobretodo su hermano mayor “Se hacía heridas en las manos con el esparto”. También recogían vid en la vendimia o almendras para casa Torres. Sus hermanos se hacían espadas de madera “Eran unos tiempos muy distintos, lo normal era llevar parches en la ropa”. Pero Mari Cruz, con tres varones, vio que sus hijos no tenían mucho futuro en Sariñena “No podían aprender ningún oficio en Sariñena”. Mari Cruz tenía a su hermana mayor y dos hermanos en Barcelona. El marido de su hermana tenía una empresa de transportes, así que los dos hermanos mayores marcharon a trabajar, primero como mozos de carga y descarga hasta que tuvieron la edad para sacarse el carnet de conducir. Mientras, el pequeño comenzó a trabajar en un taller como aprendiz de mecánico.

A Clara le encontraron trabajo en las oficinas de un laboratorio farmacéutico. Antes, Clara aprendió a escribir a máquina en Sariñena, pagando clases particulares a la profesora María. Clara era muy aplicada, incluso cosiendo le bordó el ajuar a la hija de María. En el laboratorio farmacéutico, Clara trabajó primero en el envasado de medicamentos hasta que quedó un puesto vacante en oficinas.

Mari Cruz encontró trabajo en una portería donde se alojó toda la familia. Tuvieron que dar una entrada para coger la portería. El trabajo era controlar la entrada y salida del edificio, además de su limpieza. Tenían dos habitaciones, en una dormían los hermanos y en la otra Mari Cruz y Clara. Estuvieron unos tres años y allí fue cuando compraron su primera televisión. Los hermanos cobraban las semanadas, cada semana les pagaban su trabajo “Todos aportábamos el sueldo y entre todos pudimos comprar un piso en la calle Provenza de Barcelona”.

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La familia continuó trabajando y ahorrando hasta que decidieron comprar un taxi. Los dos hermanos camioneros habían ido desarrollando  dolencias conduciendo el camión y decidieron cambiarlo por el taxi. Así, los dos hermanos se turnaron con el taxi y, si había una avería, el hermano mecánico la arreglaba. Con el tiempo, Mari Cruz decidió sacarse el carnet de taxista y comenzó a llevar el taxi cuando los hermanos regresaron a los camiones. Esta circunstancia comenzó a despertar interés y Mari Cruz fue considerada la primera mujer taxista de Barcelona, destacando en un mundo de hombres y apareciendo en programas de radio, radio nacional de España, y televisión.

La televisión, la cadena 2, se interesó por Mari cruz y la retrató en el programa “Retrat de dona”. “De alguna manera, lo hizo más por gusto que por necesidad”, apunta Clara. Por aquel entonces, Mari Cruz conoció a Julio Cesáreo Casabona y comenzó a tener una relación con él. Pronto  empezó la idea de volver a Sariñena y así fue, al final acabó casándose con Julio Cesáreo Casabona. Se casaron en Sariñena y la boda despertó el interés de una cadena de televisión que acudió, pues Mari Cruz había cogido cierta relevancia al haber sido la primera mujer taxista de Barcelona. Aunque siempre se ha considerado a Margarita López Grau como primera mujer taxista de Barcelona, este hecho posiblemente se debe a que Margarita fue la primera en obtener la titularidad de la licencia de su taxi barcelonés.

Clara se sacó el carnet cuando cumplió la mayoría de edad a los 21 años, tuvo que hacer el servicio social para podérselo sacar, la mujer no lo tenía fácil.

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Julio Cesáreo murió en Sariñena en 1994 a los 75 años de edad y Mari Cruz el 27 de mayo de 1997 a los 72 años de edad. Clara cambió de empresa y durante sus últimos cinco años, antes de jubilarse, montó su propio videoclub. Clara es testimonio vivo de la migración que marchó del pueblo a las ciudades abriéndose paso en tiempos difíciles. Al final, todos los hermanos acabaron comprándose su propio piso, entonces por medio de cooperativas. Los hermanos volvieron al mundo del transporte.

Historias de esfuerzo y trabajo, de salir adelante que recordamos con la responsabilidad de aprender para continuar construyendo nuestro presente, conscientes de nuestro pasado. Gracias a Clara por esta entrevista.

En recuerdo de Raquel


Todo el mundo la recuerda por su nombre, pero poco más sabían de ella debido al  aislamiento social al que se vio sometida. Por eso, a través de las siguientes líneas, voy a tratar de clarificar la semblanza de una persona que no tuvo suerte en sus últimos años y que los sobrellevó como pudo.

   Los datos que unos y otros me han facilitado deben servir para desentrañar los orígenes y vida de una sariñenense y, sobre todo, para recapacitar y hacer un poco de justicia a una persona culta y bondadosa.

Historias de tiempos difíciles XXX – En recuerdo de Raquel.

Por Manuel Antonio Corvinos Portella

Sus abuelos maternos fueron: Santiago Lorda, natural de Sariñena y vecino de Zaragoza y Juana Serrate, natural de Barbastro y también vecina de Zaragoza. Tuvieron una hija a la que llamaron Felisa. Sus abuelos paternos fueron: Pierre Py, natural de Aurillac y vecino de Narbona (ambas localidades de la occitania francesa) y María Ana Benaset Meral, nacida en Lidi Bel Abbes, provincia de Orán (actual Argelia). Tuvieron, al menos,  un hijo al que llamaron Elías.

En un momento dado y sin saberse los motivos, los tres fijaron su residencia en Zaragoza y abrieron una relojería. El oficio de orfebre, platero o relojero es muy típico del pueblo judío.

Los padres de Raquel fueron: Elías Py Benaset, nacido en Carcasonna (Francia) en 1853 y de oficio el de la familia, o sea, relojero.  Felisa Lorda Serrate, nacida en  Zaragoza en1860, de profesión las propias de su sexo (así consta en su certificado de defunción). Se conocieron y se casaron.

La pareja, por motivos económicos, decide trasladar su residencia a Sariñena y abrir una relojería. El origen sariñenense del padre de Felisa quizá pudo ser una de las razones que les impulso a tomar esa decisión; otra pudo ser el contar con vivienda propia y una tercera la falta de un comercio de la especialidad en Sariñena.

Vivieron en la calle Fatás número 14 y tuvieron cinco hijos a los que pusieron nombres inequívocamente judíos, excepto el de Luis que es de origen francés.

Raquel debió de ser  la tercera, nació en 1897 y falleció en 1978. Luis nació en 1900 y falleció a los pocos días víctima de bronquitis, Daniel  nació en 1902 y murió en 1904, de  Elías e Ismael se desconocen sus datos de nacimiento y defunción, pero es muy posible que fueran el primero y el segundo.

Parece ser que Elías  fue guardia civil y a su jubilación ejerció de sereno y guardia municipal en Sariñena. Los que lo conocieron recuerdan poco de él, eso sí, resaltan su gran altura.

Felisa murió en Sariñena en 1945 y fue enterrada en nuestro cementerio. Por lo tanto, Raquel se quedó sola y sin ningún medio de vida con 48 años. Del padre de Raquel (Elías) nada se sabe, no existe certificado de defunción en Sariñena (aunque sí que falleció antes que su esposa) y nadie se acuerda de él, por esa razón se le ha perdido la pista. Debió morir en Huesca o Zaragoza y allí lo enterrarían. Actuaron como testigos de los natalicios personas y funcionarios como   Miguel Escanero Carpi, Timoteo Morén Sarra, Joaquín Blasco Bosque, Francisco Mirallas Rodellar, Casimiro Lana Almudévar  y la comadrona Catalina Levetti.

Si nos centramos en los apellidos de los hermanos vemos que eran Py-Lorda-Benaset-Serrate. El apellido Py es de origen judío y aparece situado geográficamente en la región occitana del sur de Francia. El apellido Benaset también es judío y se extiende por el sur de Francia, por el Levante español y por el norte de África. Los apellidos Lorda o Lordá y Serrate son altoaragoneses.

La ubicación norteafricana del apellido Benaset es muy curiosa y puede explicarse por las numerosas migraciones entre España y Argelia que hubo a partir del siglo XV. La más importante, por su número, fue la de los judíos sefarditas al ser expulsados por los Reyes Católicos en 1492. Pudiera ser que esta fuese la razón que llevara a la familia Benaset a fijar su residencia en la citada región del norte de África.

Durante la época colonial francesa y más concretamente en el año 1870 se concede la ciudadanía francesa a todos los judíos argelinos, por lo que es de suponer que en esta época los Benaset deciden trasladar su residencia a Francia debido a las turbulencias sociales de la región argelina.

En cuanto al modo de vida de Felisa y Raquel debió de ser muy precario desde el momento de la viudez, puesto que  se vieron obligadas a vender, en el patio de su casa, todo tipo de hortalizas, frutas y huevos que le proporcionaba la familia Anoro-Novellón y además ambas realizaban por encargo bordados, puntillas y ganchillo para mantelerías y juegos de cama. Cuando murió Felisa, Raquel tuvo que espabilar y a falta de otros medios económicos, se dedicó a comprar y vender huevos y lotería por las casas.  Incluso se desplazaba a pie a pueblos como Albalatillo y Lanaja para llevar a cabo este pequeño comercio.

Según me contó Esperanza Marcial de Albalatillo cada semana se acercaba a su pueblo caminando, llevaba dos grandes cestas de color claro colgadas de sus brazos con la ilusión de llenarlas con los huevos que compraba por las casas. Como Raquel tenía cierta relación con la citada familia por haberles regalado un gatito, siempre se pasaba a verlos y al mismo tiempo les preguntaba por el minino. También aprovechaba para pedirles un vaso de vino y comerse el almuerzo que ella traía.

Luego Esperanza me especificó que para poder regresar a Sariñena y debido al peso de la cestas utilizaba un sistema muy peculiar consistente en transportar las cestas por etapas, de tal manera que llevaba una de ellas unos cuantos metros y la depositaba en el suelo volviendo sobres sus pasos para realizar la misma operación con la otra.

Raquel era de familia educada, tenía bastante cultura y trataba a todo el mundo de usted. Además sabía bordar y realizaba con soltura encaje de bolillos. En la foto que acompaña a este escrito se puede ver un mantel bordado por la propia Raquel que pertenece a Esperanza.

Durante varios años tuvo un puesto de chucherías en la calle del Mercado donde vendía caramelos de menta, chupones, peladillas, “pegadolsas”, cerezas, abugos, manzanetas… Los niños aprovechaban su bondad y acostumbraban a engañarla sustrayéndole alguna chuchería.

Debido a la extrema necesidad a la que se vio abocada dejó su vivienda en  la calle Fatás 14 y se trasladó a la casa número 4 de la avenida de Monegros, propiedad de la familia Blasco, precisamente donde hoy se encuentra un taller mecánico. En 1964, y dada su pobreza extrema, la Junta Provincial de Beneficencia le concedió una ayuda por enfermedad con la obligación de notificarles su defunción cuando ésta ocurriera.

Su fallecimiento ocurrió en el Hospital Provincial de Huesca víctima de un ictus un día 27 de noviembre de 1978  y fue enterrada en Sariñena, donde descansan su madre y alguno de sus hermanos. Aunque esto último no lo he podido verificar.

Ante la falta de recursos de Raquel, Lola Blasco se encargó de realizar una colecta entre el vecindario para que sus restos reposaran en nuestro cementerio con la dignidad debida.  La tienda de las hermanas Romerales sirvió como lugar de recogida de los donativos.

Encorvada en sus últimos tiempos, ignorada por unos, menospreciada por otros, y compadecida por los menos vivió con la sola compañía y cariño de unos gatos a los que adoraba, reprendía y quería como si fuesen sus hijos y también de un perro de raza indeterminada de color marrón claro con manchas blancas que respondía al nombre de Leal y que la seguía a cualquier lugar de Sariñena. Pero que nunca llevó por los  pueblos que Raquel visitaba.

La vida la abocó a ese final, pero la sociedad local poco hizo por ella, salvo ironizar, darle la espalda y en algunos momentos atormentarla con burlas y crueldades infantiles.

Esa incomprensión e insensibilidad humana la llevó a vivir aislada y a rodearse de unos animales que le daban lo que los primeros le negaban. Hasta su hermoso nombre estuvo inconscientemente vedado en nuestro pueblo durante varias generaciones.

Sirva este escrito para recordar a una persona que vivió entre nosotros, no la comprendimos y no la supimos ayudar.

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Este trabajo ha sido realizado gracias a personas como Faustino Blanco, Ilda Gómez, Esperanza Marcial, la inestimable información del Juzgado de Paz y la colaboración de otras personas que no desean que se mencione su nombre.

  A todas ellas muchas gracias.

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LOS SEFARDITAS

   Sefarad es el nombre con que los judíos conocen a España y por ese motivo los habitantes de este pueblo y sus descendientes tienen el gentilicio de sefarditas.

  Se calcula que fueron alrededor de 100.000 los judíos que tuvieron que tomar camino de la diáspora (dispersión) expulsados por los Reyes Católicos en 1492.

  Sus lugares principales de destino fueron  Portugal, numerosos países de Europa, norte de África, Grecia  o Turquía.

  Su lenguaje era y es el denominado ladino o castellano antiguo con vocablos propios hebreos..

Manuel Antonio Corvinos Portella

Carmen Mir Loscertales


Vital y dinámica, familiar y amiga de sus amigas y vecinas, una mujer fuerte que ha sacado adelante su familia. Una campeona del guiñote, gran aficionada y jugadora. Así es Carmen, siempre muy alegre que nos acerca la vida de antes con ese cariño de siempre, de sus tortas de cuchara, magdalenas y farinosos que nos daba para merendar de críos, cuando con su nieto Luis, parábamos para verla. Con su nieta Carolina descubrimos a Carmen, con muchas historias y otras muchas que quedan por contar. 

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Carolina y Carmen.

De casa  “La Droguera”, Carmen nació en Sariñena el 3 de septiembre de 1927, en la calle de los Ángeles. Su padre trabajó en la estación “siempre iba y venía”, recuerda Carmen. Su madre Rosa Loscertales Tierz natural de Lalueza, de casa Guallart, fue de buena casa aunque fue la pequeña y tuvo que buscarse la vida. Una vez en Sariñena, Rosa iba mucho a casa Moreno, allí jugaba a las cartas mientras Carmen saltaba a la comba y jugaba a las tabas con otras chicas. Rosa lavó para otras mujeres en Sariñena, «fue muy querida y trabajadora». Ademas, Rosa vivía junto a su hermano Manuel que era padre de Santiago, Josefa “la del Romea” y Mª Carmen, que se criaron junto a ella, siendo primas hermanas de Carmen: “nos une un gran vinculo familiar”.

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Carmen Mir y Eugenia Palacio.

Fueron cinco hermanos en casa: Carmen, Fina, Manuel “El Cubano”, Antonio y Jesús. Carmen fue muy amiga de Carmen Santolaria, hermana del que después fue su marido, iban a jugar al solar donde luego hicieron la casa, por la calle Ronda san Francisco: “Éramos como hermanas, íbamos a bailar, a saltar a la comba…”. Carmen aprendió a coser en casa de Dolores “La Hermosa”, la mujer del barbero: «la barbería la tenía por la calle del Mercado».

Carmen fue a la escuela muy poco, la guerra le pilló justo entonces y esta se interrumpió. Carmen recuerda la sirena y las campanas que avisaban de los bombardeos y tener que ir corriendo al refugio de Torres, donde se juntaban muchísima gente. A Carmen se le murió un hermano «Jugando con una pelota que resultó ser una bomba».

Su abuelos Antonio Loscertales, “El Zumarro” y su mujer Carmen Tierz Marías celebraron antes de hora la entrada de los nacionales y rezagados republicanos los asesinaron cuando se retiraban. La casa familiar la escachó la aviación durante los bombardeos, así que después de la guerra se mudaron a casa de los abuelos a la calle Larosa. Allí se reunían mucho la familia y tiempos después en la casa de la calle del Horno, casa de su hermana Fina. Tras la guerra, el racionamiento fue vital: “Tanto tocaba por uno”.

“Esa casa siempre estaba con gente y todos recuerdan a mi tía Fina y a mi bisabuela Rosa  con mucho cariño por su cercanía y su generosidad de tener siempre la casa abierta»

 Carolina Santolaria Lafita

Carmen se casó muy joven, a los dieciocho años. A su marido lo conoció en el cine del teatro Romea, él se acercaba al gallinero para verla y estar cerca de ella. Su marido fue Francisco Santolaria Cazacarra, conocido por el apodo de “El Calistro”. Paco tenía campos y fue labrador, además de ir con los albañiles: “Iba con todos”. Francisco tuvo mulas y carro y con el tiempo fue encargado en “Pretensados Alcanadre”, haciendo vigas. Su hermana Luisa tuvo una pescadería por el callejón del Saco, donde actualmente se encuentra el bar La Lifara.

En casa tenían conejos, pollos, pavos y mucha huerta, hacían conserva, mermeladas, peras cocidas al vapor, tomate embotado… “Para todo el año, sobre todo para pasar el invierno”. Paco le hacía ir de joven al huerto para ayudar con las faenas, pero a Carmen no le gustaba mucho. Tuvieron tres hijos: Luis, Paco y Rosa. Cuando estaba embarazada del primero le mataron al suegro en la conservera: “Escondía la caza y debieron pensar que era un maqui, le dispararon».

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Carmen y Abelina

Los domingos por la mañana iban al casino a tomar vermut. Iban al Casino con el Riau (que tuvo un bar), con Abelina, Marianeta, Carmen y Florentín (El Cartujano). Iban al cine y a bailar los domingos por la tarde, había orquestas y casi siempre la orquesta sariñenense Cobalto.

Se juntaban en las casas a merendar, tortas de casa y a jugar a las cartas. En verano por las noches a la fresca, en la calle se juntaban las vecinas y hablaban. Carmen ha sido una gran jugadora de cartas y con su compañera Abelina han ganado numerosos campeonatos de guiñote, tanto en la residencia como en el Casino. ¡¡Todas unas campeonas!!.

También Carmen ha tenido una grandísima amistad con su cuñada María Jesús, mujer de su hermano Manuel “El Cubano”, a quien recuerda con ternura porque eran los dos mayores: «Se supo buscar la vida». Manuel regentó la tasca de “El Cubano”  siendo muy popular sus meriendas y él mismo. Allí han pasado alguna navidad todos juntos, al lado del hogar que estaba al final del local.

«La taberna de El Cubano venia  ya de su abuela Manuela por parte de su padre, que provenía de Alcolea, así  que tiene más de 100 años el bar”.

Carolina Santolaria Lafita

Carmen es muy familiar y muy querida por los suyos, amigas y vecinas. Su vida está llena de recuerdos y vivencias que con gran afecto nos ha transmitido, gracias Carmen. Y gracias a Carolina Santolaria Lafita, nieta de Carmen, que con su gran cariño y admiración a su abuela ha hecho posible esta entrevista.

La memoria de ellas


La memoria de ellas responde a una síntesis de todo lo recogido con la serie biográfica de Rostros, una retrospectiva sobre la mujer monegrina. Una reflexión sobre el papel de la mujer rural en nuestro pasado más reciente, aportando una visión etnográfica y a la vez social. Ellas, un motor de cambio social que ha configurado nuestra realidad actual y que continúa luchando por una sociedad más justa e igualitaria.

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En el sistema patriarcal, la mujer ha estado predeterminada a ocupar un papel secundario, dirigido tanto por la educación tradicional en la escuela como por la religión, estableciendo un rol secundario de servidumbre bajo el control familiar y conyugal. Hasta hace unas pocas décadas las mujeres eran educadas para sus labores, para satisfacer a su esposo, hijos e hijas y sin reconocimiento social ni laboral, reproduciendo así las desigualdades estructurales entre hombres y mujeres. Todo sin derechos, que han tenido que ir conquistando: el derecho a voto, a disponer de sus propios bienes, a abrir una cuenta sin la autorización de su marido, a acceder al mercado laboral, a adquirir la patria potestad sobre sus hijos/as, al divorcio, al aborto…, con un horizonte de igualdad abierto pero aún por vencer: equiparación salarial, cuotas de poder y de dirección, eliminación de la explotación y la violencia….

En 1915, las mujeres de Lanaja marcharon caminando a Huesca reclamando pan y trabajo, reivindicando el futuro de su pueblo. A pesar de ser expulsadas de Huesca por la fuerza y devueltas hasta Lanaja en dos autobuses que fletó el propio Gobierno Civil, aquellas mujeres se convirtieron en todo un ejemplo de lucha.

La educación tradicional subordinaba a la mujer para ser una buena esposa, sin posibilidad ni expectativas de acceder a estudios superiores ni desarrollar una carrera profesional. Las labores de costura han ocupado gran parte de su “educación”: punto atrás, hilvanes, vainica, pespuntes, costuras, ojales, bordados, lagarteras, punto de cruz, festones, patrones de ropa… y tal como recuerda Manuel Antonio Corvinos, en Las Escuelas Nacionales de Sariñena en los años cincuenta, “Mientras cosían una compañera les leía pasajes de algún libro religioso”.

Clases separadas por sexo, una educación sesgada con un fin sexista de una sociedad patriarcal y machista. El franquismo ahondó en la sociedad Española un modelo de mujer dependiente del hombre, de aquel “macho ibérico”, retrocediendo los avances que había significado la segunda república Española, aboliendo el voto femenino, el divorcio, el aborto y volviendo a una educación separada por sexos. Una impronta aún presente en el subconsciente social español.

Así, desde muy jóvenes ellas comenzaban a realizar tareas familiares: cuidar a sus hermanos/as, ir a buscar agua y leñas, cocinar, limpiar, lavar, fregar, ayudar a cuidar a los mayores en casa… Ahora resulta inconcebible no tener agua corriente, ni luz eléctrica, ni calefacción, ni productos sin elaborar… recursos básicos donde la mujer resultó vital para la supervivencia familiar. El agua la iban a buscar a las balsas, a las fuentes, a los pozos o a los ríos; especialmente en Los Monegros a las balsas, pues el agua ha sido un elemento vital escaso. Con los cántaros sobre su cabeza, las mujeres dedicaban gran parte de su tiempo a acarrear agua a las casas y la almacenaban en tinajas que luego poco a poco se iba disponiendo en los hogares.

Igualmente sobre sus cabezas portaban los cestos de ropa que iban a lavar a los lavaderos o a los ríos, el esfuerzo de restregar, una tarea de horas interminables sufriendo los fríos invernales y los calores estivales. Horas restregando la ropa sobre la piedra de lavar, a veces de rodillas, igual que cuando fregaban el suelo. También lavaban profusamente la lana esquilada de las ovejas y la cardaban para luego hilarla y tejer jerséis, chaquetas, toquillas, calcetines… Y los colchones y almohadas de lana, que cada cierto tiempo había que varear para esponjar y limpiar la lana.

De jóvenes no podían salir solas, a los bailes debían ir acompañadas y siempre vigiladas, era el chico quien sacaba a la chica a bailar. Los casamientos tenían que contar con el consentimiento paterno, influyendo la condición social y económica, encorsetando también en muchos casos al hombre.

Ellas hacían su propio ajuar, bordaban cuidadosamente sábanas y manteles y además se confeccionaban sus trajes de novia, de color negro tradicional hasta que llegó el blanco. Cuando se casaban ellas se dedicaban a sus labores, a cuidar del marido, hijos/as y mayores de la casa. Un trabajo ni valorado ni reconocido.

Recoger leña, mantener el fuego, hacer la comida, atender las gallinas, los conejos y tocinos, matar pollos y gallinas, desplumarlos, la matacía, capolar, embutir, cuidar el huerto, hacer conservas, ordeñar las vacas y las cabras, limpiar la caza y guisarla, amasar el pan y llevarlo al horno, administrar la casa, recoger almendras, las olivas, los higos, secar, hacer mermeladas…

Dejar a fiar y a deber, el trueque entre productos, la economía familiar, enseñar a coser, hacer apaños, parches, remendar y arreglar descosidos; las cosas se reutilizaban, no había abundancia, sino escasez. Además las tareas eran más pacientes y más costosas, las lentejas se limpiaban desplazando de un montón a otro una a una, las borrajas y los cardos se limpiaban finamente, la cocción era más lenta… todo era más artesanal.

Ellas iban a la siega, a dar la gavilla y a atar las garbas, a la trilla… se cubrían los brazos para que el sol no les tomase pues era síntoma de baja condición social. Las más pobres iban a respigar los campos ya cosechados y en algunos lugares se iba a la remolacha, durante el invierno, pasando mucho frío. Ellas recogían el esparto y lo trabajaban hasta elaborar con sus duras manos la sogueta.

Había más solidaridad, se ayudaba en los partos, las comadronas, y existía la figura de ama de leche, mujeres que ayudaban a sacar adelante amamantando criaturas que sus madres no podían alimentar. El hambre fue una constante. Se casaban muy jóvenes y la mortalidad infantil fue muy grande.

Muchas iban a servir a casas por dormir y comer, sin sueldo. Muchas marchaban a las ciudades para tener condiciones más dignas, tener una pequeña remuneración; algunas sólo tenían unas horas libres los domingos por la tarde.

La decencia y la apariencia, bien tapadas y recatadas, el no significarse, el control social de la iglesia, la confesión y en misa, las mujeres a la derecha y los hombres a la izquierda. El duelo, guardar el luto al hombre imponiéndose el negro y la tristeza durante años; la alegría y el color respondían a una falta de respeto al difunto que la sociedad no toleraba. Se velaban los muertos en las casas y el luto se extendía a todas las mujeres de la casa. Incluso mujeres jóvenes encadenaban lutos de algún hermano y padre, perdiendo su juventud e incluso la edad para casarse. Ellas, que se quedaron viudas, con trabajos que no fueron reconocidos y se encontraron con miserables pensiones no contributivas.

Ellas tomaban la fresca por las noches de verano, se juntaban a la caída de la noche para hablar y contarse las cosas, en invierno se recogían al calor del hogar. Ellas han sido motor de la transmisión oral, del saber popular, de recetas, remedios tradicionales y medicinales, trucos, consejos, refranes, historias, leyendas, juegos… ¡Cuánta memoria se pierde con ellas!.

Sobrevivieron valientes, sin tiempo para la rendición. En Sariñena subían al barrio de la Estación y cogían carbón de los trenes para calentar sus hogares, arriesgándose a encontrar a la Guardia Civil que les requisaba el cargamento. También formaron parte del estraperlo que hubo entre poblaciones y en especial con la línea de ferrocarril, se vendía trigo a comerciantes que iban en los trenes, era una forma de sobrevivir.

El tiempo atrapa aquella memoria y el silencio se apodera de una memoria a veces tan amarga que resulta casi imposible pronunciar. Cómo recuperar la realidad de tantas mujeres que se vieron obligadas a conseguir avales para salvar a sus padres, maridos e hijos tras la guerra, al chantaje y abuso al que se vieron sometidas, para que no fuesen fusilados. Aquellas luchadoras que acudían al Auxilio Social con sus hijos/as hambrientos, señaladas,rapadas, castigadas, encarceladas y desterradas. Aquellas que se les presentaba en casa la guardia civil preguntando sobre sus maridos, hijos o padres para encontrarlos y fusilarlos. Aquellas despreciadas socialmente y aquellas obligadas a ser obedientes, aguantar y callar. Aquellas mujeres cumplieron un doble castigo: ser roja y mujer. Aquellas que primero fueron pecadoras, luego brujas, histéricas y locas.

Ellas, mujeres de nuestra memoria más reciente son nuestras raíces y su memoria debería no ser olvidada, pues su lucha es ejemplo para continuar construyendo una sociedad más justa, libre y plenamente igualitaria. Ellas no se merecen el olvido, ni la desmemoria porque ello significa renegar de nuestra esencia, de ellas, como de nuestra madre naturaleza.

A la memoria de ellas.