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Monegros, el documental


“Monegros” responde a un documental reflexivo y de creatividad excepcional, donde la mirada, la curiosa mirada, observa una realidad a través de una cámara que, a la vez, se cuestiona a sí misma. Sin duda, “Monegros” es una obra experimental y artística llena de detalles y matices propios del surrealismo que reflexiona sobre el propio lenguaje cinematográfico y, en este caso, sobre el género documental. Una obra sublime que recientemente la Filmoteca de Zaragoza ha restaurado magistralmente.

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Antonio Artero

La elección de Los Monegros parece que no es casual, la presencia de José Antonio Labordeta, como protagonista, imprime un fuerte nexo de unión del documental con el territorio, a través de las raíces del gran poeta y cantautor aragonés. Pero a la vez, el documental bien podría haber sido rodado en cualquier otra parte de aquella España subdesarrollada. Aun así, “Monegros” resulta un marco de partida más que poético en los versos de Labordeta, de sentimiento y territorio, “Monegros” es una verdadera obra maestra, artística y de culto.

“La obra no está exenta de sentido del humor y en ella no puede faltar, además de la región de Los Monegros, la figura de José Antonio Labordeta y tres de sus canciones.”

Mariana Artero

“Monegros” pone en duda su propia realidad, la que trata de reflejar en un estilo documental que ha sido comparado con “Las Hurdes”, del  gran genio aragonés y ampliamente reconocido Luis Buñuel. Pero “Monegros” no es todo lo que realmente parece y guarda grandes distancias con la obra de Buñuel. Realizado en 1969, el documental fue posible gracias a la colaboración de la Caja General de Ahorros de la Inmaculada de Zaragoza. Un trabajo que según Mariana Artero, hija de Antonio, “tenía en mente desde el año 1961 y no pudo realizarlo hasta 1969 por problemas económicos».

“El director, tras participar en las Primeras Jornadas Internacionales de Cine (Sitges, 1967), se encontraba en su fase más experimental y este “documental” es el reflejo de las búsquedas ideológicas y estéticas del sitgismo en este género. Si bien el film hace uso de los recursos propios del documental tradicional (voz en off e información de carácter científico), es con el fin de lograr el desmontaje de las formas de representación dominantes en este género.”

Colección en contexto. Caso de estudio 5. Antonio Artero. Monegros.

CDAN Centro de Arte y Naturaleza. Fundación Beulas, Huesca.

El director, guionista y ensayista Antonio Artero Coduras nació en 1936 en la cárcel de Zaragoza, a raíz del encarcelamiento de su madre por su condición anarquista en la zona sublevada. Una fuerte impronta libertaria que le acompañó a Antonio toda su vida y que reflejó y transmitió en su obra. Así, sus principios fue un corto sobre la Base Aérea Americana de Zaragoza y, entre sus obras, realizó una de las primeras obras cinematográficas en aragonés con el corto Pleito a lo sol (1980). Sus otras obras son: Doña Rosita la soltera (1965), El tesoro del capitán Tornado (1967), con Antonio Ozores, Del Tres al Once (1968) corto. Blanco sobre Blanco (1969) corto. Yo creo que…(1975), con Juan Diego y Concha Velasco Olavide, documental (1976), corto para el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Trágala, perro (1981), Amparo Muñoz, Fernando Rey y Cecilia Roth. Cartas desde Huesca (1993), con Óscar Ladoire. Además, Antonio Artero fue co-guionista de Una gota de sangre para morir amando (1973), dirigida por Eloy de la Iglesia y Bodas de Sangre (1981), dirigida por Carlos Saura.

Unos meses más tarde, en la reunión de los Clubs de Cine que se celebró en Sitges, Artero insistió en su apuesta por un cine más radical –de allí saldría una especie de manifiesto “por un cine más independiente, al margen de las estructuras sindicales, estatales e incluso industriales, y por la absoluta libertad en la expresión cinematográfica”- que iba a cristalizar en Blanco sobre blanco (una proyección sin película en una pantalla completamente blanca) y en Del tres al once, un cortometraje hecho con las guías de proyección de dos rollos que le había regalado Pablo del Amo. -El primero era una reflexión del cine, qué son las sombras chinescas y también sobre la destrucción del discurso representativo del cine. El segundo era una meditación sobre lo que no se ve, lo que se escamotea al espectador. Yo recuerdo que en el viejo Iris daba saltos de alegría cuando veía aquellos inicios de la película con colas, con números, con rayas. Decía: ¡Qué bonito! Esa experiencia cristalizó en el documental Monegros, cuando se decía aquello de “Atención, atención”.

Antón castro

El documental cuenta con la fotografía de Raúl Artigot, director y guionista aragonés especializado en el color y reconocido por su excelente trabajo “su trabajo es solicitado por los realizadores más inquietos y exigentes de nuestro cine, por aquellos que buscan en el cromatismo un aliado esencial para la ambientación” (Artigot, Raúl. Gran Enciclopedia Aragonesa).

“Monegros” está dedicado al también director de cine Juan Antonio Barden, a quien el documental se refiere: “Se rompió la nariz cerca de Bujaraloz cuando quiso hacer un film sobre: Monegros”. ¿Ficción o realidad? Es la verdadera naturaleza del documental, la reflexión que nos propone y que, como espectadores, vamos descubriendo a lo largo de sus veintiséis minutos de duración.

“Monegros”, en palabras de Mariana, «Funciona un poco como ensayo o también de propuesta teórica en torno al propio lenguaje cinematográfico del documental, que en este caso, el autor le da la vuelta para decirnos que la cámara y el director sirven como mediación a esa realidad».

Entre los sonidos que imponían miedo y cautela, recibió la extraña propuesta de un viejo amigo, el cineasta Antonio Artero (fallecido en 2004), recalado en Madrid, ciudad en la que comenzó una carrera muy ligada al cine experimental. Artero había nacido en la cárcel de Torrero en 1936, donde su madre, que era anarquista, cumplía prisión. Artero pensó en Labordeta para que le compusiese una canción, pero vio en él al personaje idóneo para interpretar a un ser humano que se funde en un paisaje tan imponente como el de los Monegros aragoneses. El rodaje en Semana Santa constituyó una fiesta. Se les unió el sociólogo Enrique Grilló y el cineasta y viejo amigo de juventud Manolo Rotellar. Para que el clima surrealista que acunó don Luis Buñuel tuviese su presencia en la película, aquella primavera llegó húmeda, y los Monegros, siempre secos y pardos, se mostraron tan verdes como una pradera irlandesa… Yo asistí al preestreno que tuvo lugar en el colegio La Salle. Esa noche fue el «acontecimiento» del año y el todo la Zaragoza cultural se dio de codazos para obtener una entrada. Pero antes se ofreció el estreno, que resultó un poco enrevesado y accidentado. Labordeta se lo contó a la especialista en cine Vicky Calavia: «Ramón Sáinz de Varanda (abogado y futuro alcalde de la ciudad) había conseguido un aval para la película de medio millón de pesetas que patrocinaba la CAI (Caja de Ahorros de la Inmaculada). Pero en el pase privado que se proyectó en una salita de la caja (cine Actualidades) saltaron chispas, siendo el momento de máxima tensión la escena del baño de una mujer desnuda. Fue terrible. Los directivos de la CAI retiraron el aval y la película de la circulación, quedándose de albacea (que no de avalista) Emilio Gastón.»

Joaquín Carbonell. Querido Labordeta.

 

4, 5, 8, 4, 5… ¡Atención, atención! Títulos pop.

Una corta sucesión de tebeos novelados, fotogramas de un hombre que escapa de la ciudad en busca de la tranquilidad y la pureza del agua, simbolizan los inicios cinematográficos de un joven Antonio Artero “Aquel cine que Artero hacía con sus amigos en casa o en la calle, con tiras de los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín o El guerrero del antifaz. -Cogíamos un tebeo, lo recortábamos y lo íbamos pegando en tiras, a veces incluso por atrás. Y luego lo enrollábamos en dos palos de polo de helado. Y a la caja le hacíamos un rectángulo, a modo de pantalla. Metíamos los palos por el interior de la caja y los íbamos haciendo rodar-“ (Antón Castro. Antonio Artero: Con nosotros para siempre y de viva voz).

Una descripción sobre Los Monegros va introduciendo el documental donde la reflexión sobre el mismo género documental va adquiriendo su propio sentido: “El documental no es un documento. Siempre hay una mediación, que es la cámara. Yo cogí una realidad arquetipada y, a diferencia de lo que hizo Buñuel en Las Hurdes, quise ofrecer una negación de la realidad. Yo creo que al cineasta le es imposible dar la realidad. Con Monegros quise negar la existencia del documental” (Antón Castro. Antonio Artero: Con nosotros para siempre y de viva voz).

Los campos, los rabiosos secanos monegrinos, los arcos del real monasterio de Santa María de Sijena, la torre de la iglesia de Alcubierre…  imágenes que se van sucediendo mientras la voz en off va aportando datos sobre la comarca aragonesa de Los Monegros, sin renunciar a cuestionar la estructura de la propiedad privad, estableciendo que el director y su compromiso político social iban de la mano

Los suelos adquieren su impronta, los suelos áridos arenosos y arcillosos, la mirada al paisaje seco hasta sumergirse en las balsas de agua, buceando en el oasis de sus aguas. “Monegros” refleja la antigua cultura del agua, la escasez y su recogida en balsas, acarreada a las casas en modernos tractores con cubas frente al antiguo carro tonelero tirado por un mulo. “Monegros” reivindica su valor etnográfico, reflejando la realidad que ha querido cuestionar e incluso evitar.

Las Arcillas

Estas arcillas viejas,
estas arcillas pobres,
sólo crían miseria,
sólo producen hambre.

Hambre y camino.
Hambre todos los meses.
Camino largo y duro
a las ciudades.

Sólo quedan los viejos
y los barrancos,
como esqueletos rotos
contra la tarde.

Tardes que se hacen noches,
noches eternas,
esperando la vuelta
que nunca llega.

Estas arcillas viejas…

Las saladas de Bujaraloz con el palacio de los Condes de Sastago, las salinas explotadas pon un catalán mientras un hombre va paleando la sal… Y la sabina irrumpe con su inmutable, inalterable, inamovible e imperturbable presencia, solitaria en un pedregal: “árbol cuya resistencia a la sequía se pone a prueba en esta región”. La sabina da paso al desaparecido poblado de Moncalvo, en los retos de la antigua pared de su iglesia gótica, de una pared que se resiste a desaparecer. En sus ruinas Labordeta interpreta “Montesnegros”, donde el equipo de grabación aparece retratado, entre ellos Manolo Rotellar, primer director del Archivo de la Filmoteca de Zaragoza, que protege con un paraguas a Labordeta mientras toca y canta. En la vieja pared de Moncalvo aparece una pintada “1959”, un año en el que muchos pueblos de colonización se estaban construyendo y para los cuales se utilizaron piedras de las desaparecidas casas del olvidado poblado de Moncalvo.

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El río Alcanadre discurre por las secuencias filmográficas del documental, los suelos siempre van teniendo su presencia, la salinidad, igual que los detalles: la cámara, el objetivo, las cajas de películas, las colas numeradas, el diagrama de escalas de colores fotográficos de la casa Kodak… Todo nos lleva a tener muy presente que estamos ante un documental, reflejando el proceso de grabación, como una advertencia ¡atención! ¡atención!, como un guiño a Vertov y su gran obra “El hombre de la cámara”.

Tras pasar un pajar semiderruido, la tradición oral y la memoria irrumpe con fuerza. La música del dance de Sariñena, la figura del pastor y el gran mayoral del dance de Sariñena Antonio Susín Palacio, recitando y manteniendo fluido dialogo con el rebadán Domingo Lana Novellón. Domingo Lana recuerda cuando se rodó el documental, la escena con Susín la grabaron en el piso de Manolo Berdun, en la plaza de la iglesia de Sariñena. Al parecer, el equipo de rodaje estableció su base de operaciones en Sariñena a finales de primavera de 1969 (Colección en contexto. Caso de estudio 5. Antonio Artero. Monegros. CDAN Centro de Arte y Naturaleza. Fundación Beulas, Huesca). “Fuimos a cenar al Hotel Anoro y tras la cena Labordeta sacó la guitarra y tocó algunas canciones” recuerda Domingo, a quien Labordeta le regaló un disco con cuatro canciones.

El documental continúa recorriendo Los Monegros, con la carretera nacional II a su paso por Bujaraloz, se ven pasar aquellos camiones y coches de la época y después Labordeta por una carretera solitaria, con su guitarra, interpretando ¿A dónde van las carretas?. Luego, el documental se detiene en La Almolda, donde “venden caracoles” mientras se entrelazan algunas pinturas, posiblemente de Sijena. Resulta una mirada inquieta y curiosa, reflejando el vivir cotidiano de un pueblo, sus gentes y su reacción ante las cámaras. Se desarrolla una secuencia en movimiento recorriendo una calle y deteniéndose ante la gente. “Monegros” es considerado por la Fundación José Antonio Labordeta como “Inaudito documental vanguardista”, Artero experimenta y crea y, en un instante del documental, presenta aun ave rapaz muerta en un árbol. Artero busca la reflexión, conversa y dialoga con lo que capta y no deja indiferente al espectador.

“Monegros” cuestiona la mecanización, los avances de la época y los nuevos modelos de agricultura. En el documental aparece el recién construido pueblo de colonización de san Juan del Flumen, término municipal de Sariñena, con las calles de tierra y sus nuevos habitantes, Artero retrata un hombre en un fotograma en negativo.

Al final, Labordeta interpreta su última canción “Dónde se van”, aparece por detrás de una locomotora a vapor con la Harinera de Monegros como fondo. Domingo Lana estuvo presente durante la grabación de aquella escena y también en la de Moncalvo, hace ya 50 años.

Homenajeando a Joaquín Costa, el documental se despide con la mirada curiosa, como intrusa, de una mujer risueña que observa a los observadores, a los documentalistas que tratan de recoger la realidad, o no “El cine no es la realidad”.

NOTAS DEL DIRECTOR:

Monegros es un documental cinematográfico y una reflexión sobre el cine. Yo creo que un grupo de hombres que pasan unos días en una región subdesarrollada, como la objeto primario de este film, y se plantean críticamente su “rol”, sólo pueden entender su “instalación” tal y como se pretende decir en el cortometraje. Esto es: que había una cámara, una película virgen, un aparato de sonido…y unos técnicos. Pero…y aquí empezaron nuestras dudas. Nosotros sólo poseemos elementos del conjunto del sistema cultural: elementos convencionales, representativos. Sin embargo, la REALIDAD estaba allí y sólo allí. Nunca en la pantalla, nunca en el arrastre de la Arriflex, nunca en la película Kodak…Todo –el material técnico y nosotrosera la reificación del sistema. Y nadie ante aquellas tierras y sus habitantes puede reificar. Por ello Monegros es un intento de investigar en los códigos y pasar a continuación a impugnarlos, intentar saber de qué sistema de determinaciones partimos cuando decidimos emitir una comunicación. Nuestras sociedades modernas, cuyo modelo cultural es de origen burgués, se apoyan en la práctica del código enmascarado, del fetichismo del código vergonzosamente inserto en una escenografía y un contexto autodefinido como verista y naturalista. ¿Cómo puede liberarse el cine de la sociedad de signos vergonzantes en la que nació? Quizá la solución para una vanguardia consciente esté en la búsqueda de un código MATERIALISTA, que escape radicalmente a la categoría de expresión, autor, etc. Toda concepción REPRESENTATIVA admite la existencia de un significado trascendental y responde sólo a preguntas y necesidades que pertenecen al idealismo filosófico. Hoy la tarea más urgente se presenta como desalienación del código. Manifestar el código del que forma parte el sistema, repito, constituye en estos momentos la única salida de todo arte que se quiera y pretenda de nuevo.

Texto de Antonio Artero para la hoja de sala repartida con motivo de la proyección Monegros en el Cine Club ACOP, el 30 de octubre de 1971.