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Maribel Tella Pisa y Marí Carmen Ballarín Moreno


Maribel Tella Pisa y Marí Carmen Ballarin Moreno.

El Pesquero es aquel barquito que navegaba y navegaba hasta quedar varado en tierra firme, tan adentro, que, sin darse cuenta, echó su ancla en la huerta del río Alcanadre, en su capital, Sariñena. Aquel barquito, encalló en aguas entre la Acequieta y la acequia del Molino, por eso no es de extrañar que Francho Rodes, en “Bocabulario Monegrino”, recoja que responde a un topónimo menor en el que se encuentra una importante acequia de riego y varios colectores. Pero ese barquito, ese Pesquero del Mediterráneo en verdad no se perdió, si no que buscó su lugar, aquel Pesquero del tío Pepe, tal y como cuenta Manuel Antonio Corvinos amarró en Sariñena para dar nombre a dicho lugar y recordar el mar que surcaba en plena libertad. Así, muchos aún recordaran la casa del Pesquero, la casa del tío Pepe en honor a su barquito de Barcelona llamado “El Pesquero”.

Pero el Pesquero también es un camino por el que había que cruzar las acequias y había que tener cuidado con no caer. Lavaban la ropa y la vida transcurría entre los vecinos que por allí vivían, en ese tramo de la calle del Muro, de la Ronda de San Francisco. El Muro, en referencia a la antigua muralla, que delimitaba la población dejando en su lado exterior parte de la gran huerta sariñenense que aún se dibuja, aunque ya algo abandonada.

Por el Pesquero andaban sueltos los patos, Mari Carmen Ballarin Moreno recuerda ver como sacaban los patos por el Pesquero a “apacentar”. También se acuerda Maribel Tella Pisa, a quien, si no la despertaban por la mañana, cuando salían, se ponía a llorar. Manolo Coto le decía que no llorase, que ya volverían.

Los patos los criaban para comer, al igual que las gallinas, conejos, pavos, … Maribel recuerda que había árboles de hoja de mayo, de los que cogían las hojas y la mezclaban con la cabezuela y la tercerilla. Molían los zurros de maíz y hacían la cabezuela y la tercerilla, este último era más fino. Luego, en una olla cocían los restos de comidas, sobras, de todo y patatas, algunas que se habían puesto malas o eran muy pequeñas, o las peladuras y lo vertían en la vacieta sobre la cabezuela y la tercerilla y se lo daban como alimento a los animales; aunque siempre había quien pasaba hambre y echaba mano y zarpado a la boca.

Maribel Tella Pisa nació en Sariñena en 1950 y Marí Carmen Ballarín Moreno en Huesca en 1953. Ambas han vivido y viven en la calle San Francisco, de cara al Pesquero que mucho ha cambiado. Entonces era una senda que bajaba a las huertas, al huerter, de paso, pero también de encuentro, de charradetas y donde tenía la casa Pepe y Emilieta. Emilieta era modista y cosía para la gente, muchas fueron a aprender de ella.

El Pesquero, entrada al huerto de Ibor.

Las acequias estaban descubiertas y había un puentecico pequeño donde lavaban. Una vez, la cría de Rosendo se cayó al cruzar el puente del Pesquero. Maribel recuerda ver lavar la ropa en el Pesquero, en cambio, Marí Carmen no lo ha llegado a ver, pero su abuela se lo contaba. -A veces había unas ratas enormes-, recuerdan ambas.

Las mujeres hacían de todo, lavar la ropa a la acequia o al río, iban al campo, al carbón, sin sueldo y trabajaban mucho, sin parar. Hacían la comida, cuidaban de los críos y los abuelos, cosían, punto media, ganchillo, bordaban…. todo, incluso la matacía.

En la escuela, Maribel aprendió a bordar, le decía la maestra -¡Si supieras de letras tanto como bordar!-. Luego le enseñó a bordar Maribel Aznar, sobrina de las Antonas. Maribel se fue a Barcelona de pequeña, al salir de la escuela, un año y volvió y estuvo dos años con las Ballarinas hasta que pudo comprarse una maquina y ponerse a coser con Aznar La tienda de las Ballarinas era grande con cajones de madera y techos altos.

La madre de Maribel, Crescencia Pisa era una carbonera, una de aquellas muchas mujeres que iban a buscar carbón a la estación de Sariñena. Lo llamaban ir a “respigar carbón” y llevaban un saco para recogerlo que luego cargaban sobre sus espaldas; uno o dos sacos. Subía a la estación con otras mujeres y recogían el carbón que se caía. En la estación había vigilantes, pero había atrevidas que si podían cogían del bueno y si les veían les echaban el alto. Si respigaban el carbón del suelo, según el guardia que había, hacía la vista gorda. Uno de los guardias era Guillermo Latorre, era uno de los buenos

También tenían el problema de encontrarse con la guardia civil por el camino, a su madre no le pararon nunca, pero a alguna que llevaba mucho cargamento le quitaron parte. Iban con frio, lluvia… una vez que nevó, su madre se resbaló y cayó con todo el carbón.

Lo recogían para la estufa, cocinas de carbón y leña, algunas eran de obra. Lo vendían si les sobraba algo y a quien les pedía. Recuerdan que iba Míguela Sampudela a buscar carbón. Igualmente recuerdan a la Cuca, la madre de la Tía Paca la Rompe esquinas. Se ayudaban mucho entre ellas, eran muy jóvenes.

Mari Carmen recuerda que viajaba mucho y cogía muchos trenes, la estación era un transito continuo. Ispa tenía el coche que subía y bajaba pasajeros, equipajes y mercancías, tenía su despacho en casa de los Ticanos, a un lado de la droguería de Sobella y enfrente de los periódicos de Lucia. Allí recogía y repartía los paquetes y mercancías y vendía billetes de tren. El hermano de Maribel trabajaba para Ispa, un año que nevó mucho, al ver que no volvía a casa, fue a preguntar al despacho de Ispa con tan mala suerte que se cayó por la nieve y se rompió un tobillo.

Marí Carmen se acuerda de la cárcel, entonces vivía cerca de ella. La cárcel estaba en la placeta, un edificio viejo casi ya en desuso; debía ser provisional antes de trasladar los presos a Huesca. Se acuerda de una mujer que mató al marido, sería en torno a 1957: -Al parecer eran dos mujeres recién casadas que se turnaban para cuidar a los hijos mientras la otra iba al río a lavar la ropa. Pero un día, una de aquellas mujeres se olvidó el jabón y al regresar a casa pilló al marido con la vecina y lo mató. Aquella mujer por las noches lloraba y gritaba mucho, sufriendo por su hijo que había quedado solo ¡Ay mi Esperanzita!-. A Marí Carmen le daba mucho miedo la cárcel, -cada dos por tres se escapaban de ella, estaba super vieja-.

Se iba a buscar hielo a casa Porta, que tenía un despacho al lado del Hotel. Antes estaba donde la pescadería de Gloria “El Ancla”. En frente estaba la Marta, con su frutería y verdulería. Al lado la taberna del Peti, las Ballarinas, mercería y que cogían punto de media y fotografía Rosendo. También estaba la tienda de ultramarinos de Emilio Portella, el Currutaco. Luego llevaron la tienda Pepe y Emilieta que vivieron en el Pesquero.

Ambas recuerdan a Carmen La Hermosa y su carnicera, a los Pierretes y su tienda de pinturas enfrente de casa Ancho. El Bodegón que estaba donde ahora está Pacheco. Los bolos y el futbolín de Pitera, donde ahora de esta Charly Sport, y los tebeos de Angelito. La carnicería la Tora, casa Soto (Peluquería) y Asunción. Maribel se acuerda como su abuela Petra iba a comprar la carne a la Tora en el cruce. Todo ha cambiado mucho.

Las mujeres en mayo, cuando comenzaba el calor, bajaban al río a lavar la lana, siempre que bajase el río limpio, no turbio y sin barrete, Llevaban unas canastas donde metían la lana para que se escurriese, luego la tendían para que se secase por las piedras y luego la volvían a guardar en las cestas. La llevaban al colchonero, a Pedro Sabate y este hacía los colchones; unos eran ingleses, colchón recto, y otros cogidos. 

En las cocinas tenían el cantoral, para colocar los cantaros, había algunos de granito y otros de madera. En muchas casas tenían una cadiera con una mesa para comer.  En las habitaciones solían tener un pequeño armario empotrado, con cristales. Al abuelo se le subió el pollino, el hijo de la burra, al piso de arriba por las escaleras y para bajarlo lo tuvo que hacer recular hacia atrás.

Mari Carmen recuerda como en casa de sus abuelos solo tenían una cuchara, primero la cogía su abuela y luego su abuelo. Compraron una casa en el Muro por 3.000 pesetas, cerca de la placeta. Al lado de Perifollos, al lado estaba la abuela de Marí Cruz la Nonas, el Menses (Soltero) pañuelo y boina, con el basurero (Inés) el señor Manolo.

Merendaban pan con vino y azúcar o pan con tomate. La conserva de tomate la ponía en botellas de vidrio verde, que iba a buscar a los bares. Con un embudo introducía la salsa de tomate. Compraban unos polvos en las hermanas para conservar. La madre de Maribel tenía una tozina que hacía criar, el recrío, y los vendía.

Se acuerdan de los camiones de Nivelcampo, que eran verdes, pues debieron emplear camiones viejos del ejército. También estuvo Regiones Devastadas, los ingenieros vivían en casa Paraled, tenían cocineras y camareras, también estaban haciendo los pueblos de colonización. En donde Guissona, estaba para sembrar Ascens, semillas. En el lugar de la peluquería de Flora estaba el bar de Rials con patio terraza donde ponía un entoldado. Detrás de Guissona estuvo unos años sor Alicia, solo dos monjas, era de pago  

Maribel ha estado trabajando en el sector de la limpieza, encargada de la limpieza del Banco Huesca y más tarde en el Banco Bilbao Vizcaya.

Marí Carmen trabajó en la conservera, su exmarido estuvo de electricista. Los dueños de la Conservera de Sariñena eran navarros y hacían conserva de tomate, puerro, tomate frito, alcachofa, pimientos… Había unas ollas enormes, llenaban las latas y las sellaban. El puerro se limpiaba afuera de las naves, iban en barquillas que ponían todas en línea. Pesaban y tanto habían hecho y tanto pagaban. Se trabajaba a temporada. Se encendía la fábrica y se hacía la conserva y se enlataba.

El Pesquero, Sariñena. Fotografía Asunción Paraled Millera.

Vivencias de antes que recordamos gracias a Maribel y Marí Carmen, vecinas, con quienes te saludas, sonríes, te paras a hablar y a veces aún te encuentras en el Pesquero; en aquel lugar mágico para algunos, en el que tanto jugué con mis amigos Vicente el Casero y Alberto Fragio. Y gracias a Manuel Antonio Corvinos Portella, quien no cesa en que el Pesquero tenga su dignidad y dejé de ser un lugar abandonado y sucio.

Al Pesquero

Tal vez vuelvas a navegar, Pesquero varado en este desierto de árida estepa sureña, del sur del Alto Aragón, donde el desierto se apodera de unos Pirineos distantes.

Quizá vuelvas a navegar, entre olas que te dejen llevar, entre brisas que acaricien tus velas, igual entre mares que fueron y quisieron ser océano.

Pesquero, varado en este desierto seco, de playas interminables que nunca acaban de desembocar, en acantilados que acaban rompiendo la tierra, así, sin más, en la misma tierra que se agrieta a la sed.  Sueño con tu Pesquero varado. Sueño con el mar extendido entre tu casa blanca de sábanas blancas, sacudidas al viento, mecidas, como las velas de tu pequeño Pesquero que siempre soñó con navegar, que siempre soñó con la mar.

Se baten las velas como alas de mariposas, como el aleteo de los gorriones revoloteando con tus andares, mirando el cielo tan azulado como la más hermosa mar en calma donde navegar es siempre es libertad.

Lo llamó El Pesquero, a su lugar, a su casa blanca por donde corrían las aguas de unas acequias, de la Acequieta y del Molino donde a veces aún se siente el oleaje y la misma brisa del mar.

Quizá, también, porque cerca, una pequeña laguna soñó con ser algún día mar.