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Francisco Paul Peralta 


De familia numerosa, fueron cuatro hermanos y aunque la casa estaba bien posicionada, a Paco, por ser de los pequeños, le tocó poco. Así, que Paco nació en 1919 en Capdesaso. Su abuelo Miguel, de casa «Las Paules», fue alcalde de Capdesaso y construyó un molino de aceite junto a la balsa: “tuvo que marchar  a Barcelona para comprar una enorme viga para hacer la prensa del molino”. Tenía mucho ganado y hacía trashumancia, las subía y bajaba andando a Anso. Su padre José fue jornalero y de joven trató de marchar a la guerra de Cuba, pero su padre habló con casa Torres y lo mandó a trabajar a su casa para evitar que marchase a Cuba. Su madre Pilar era muy trabajadora y cosía para la gente.

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Francisco Paul Peralta

En Capdesaso el agua la cogían de una fuente, Francisco iba con una burra y la cargaba con cuatro cantaros, en verano escaseaba y era habitual tener que hacer cola por las noches: «Estaba la balsa, pero el agua no era para beber».  Por el monte de Capdesaso había un reguero hacía Lalueza, Francisco estuvo encargado del agua ya que esa zona se regaba. Una vez acudió al pueblo el obispo y Capdesaso fue una fiesta, pero Paco no pudo ir, además saltó mal un brazal y se dio un buen talegazo.

Estudió poco, la pobre maestra era muy pobre y llevaba hasta piojos, la pobre chica casi no podía enseñar nada. Al tiempo, Paco consiguió estudiar en la escuela nocturna. Después de la escuela trabajó de mozo pequeño en Lalueza. Allí se dedicó a labrar, a ir a buscar paja para la caballería, ir a la siega y con un carro llevaba las mujeres para la siega, para dar la gavilla. El primer año ganó unas 500 pts al año, el segundo año unas 600 pts.

Al estallar la guerra, junto a otros cuatro chicos, se volvieron a Capdesaso. Con la relativa calma aprovecharon para hacer muchas meriendas. Durante la guerra estuvo en los dos bandos, en ambos lados tuvo suerte. En un bando se apuntó con la banda a tocar el tambor. También estuvo por tierras catalanas, por el frente de Lérida y en el Prat de Llobregat una vez terminada la guerra. En el frente de Lérida trataron de ocupar un pueblo, fue cuando se produjo el desembalse del embalse de Camarasa que arrasó con fuerza aguas abajo, una acción planificada (Las presas como arma).

En el Prat de Llobregat estuvo después de la guerra, cuando fue llamado a filas. Allí coincidió con unos prisioneros que mandaron para construir un hangar, aquellos habían estado trabajando construyendo el puente de Sariñena. Aquellos trabajadores iban a descansar a Capdesaso, allí una mujer les cosía las capotas, se llamaba Pilar “¡más buena mujer!”, era la madre de Francisco. En el aeropuerto, francisco tenía que tirar un bote de humo cuando un avión se aproximaba para aterrizar y así, el humo, les indicaba la dirección del viento. Una vez bajó un Teniente Coronel y a Francisco le exclamó: “Tú como yo”, señalando su pelo. Paco, que lo llevaba algo largo, se lo cortó sin dudar.

Paco vivió en el barrio de la estación de Sariñena, bajaba a Sariñena andando a trabajar, hiciese sol, viento, niebla o nieve. Tenía 21 años y estaba recién licenciado. Al tiempo Paco tuvo coche y moto, trabajó en casa Anoro del barrio de la estación de Sariñena. En casa Anoro trabajó en el molino de piensos, estaba frente la harinera, molían castañas pilongas, cebada y maíz, aunque no mucho ya que estaba intervenido, «¡Y alfalfa!, se molía mucha alfalfa». Se rompía a menudo la correa de transmisión del motor al molino y  tenían que repararla. Acudía Ramoner, el guarnicionero y la cosía.

También Anoro hacía el servicio de correos, compró un camión y le dijo a Paco: “Mírate bien que luego lo has de llevar tú”. Y así fue, Paco llevó el camión hasta los 64 años. Paco hacia el transporte de la harinera, sacos de 100 kilos a los vagones de tren. Con el camión iba a Candasnos, Peñalba, Sena, Bujaraloz… entonces se mandaba mucho en vagones y algo para la harinera. Francisco trasladó la maquinaria de la antigua harinera, camino de los olivares, a la nueva Harinera Monegros de la estación de Sariñena.

Francisco se casó con una chica de Huesca y vivieron en la casa del cura de la estación, de mosén Pedro, Pedro Verga Ochoa. Su mujer bajó a las fiestas, su padre era guardia municipal. Se llamaba María Dieste y se casaron en Huesca. En aquellos años el barrio de la estación tenía mucha vida, era un barrio pequeño pero había muchos ferroviarios, algunos vivían en vagones. Había un bar en casa de Francisquer “El parador”, una casa agrícola de toda la vida, daban cafés y meriendas, estaba la señora Millera, que prácticamente se crio allí. También estaba «Casa Gil», un hospedaje, y casa «El Gorrión» que era bar y tienda. Había mucho estraperlo en la estación, con los ferroviarios. En «Casa Gil», del señor Rafael, a la vez que tenían a la guardia civil cenando, por el corral sacaban el trigo.

Los viajeros paraban poco en la estación, aunque había mucha gente trabajando. Cambiaban de máquina y gastaban mucho carbón, había una enorme pilada de viguetas de carbón. También estaban los silos, trabajaba Pepe Casas, almacenaban el grano y luego lo vendían para siembra, venían de todas las partes de la provincia a buscar trigo para sembrar. El jefe del silo era Coronas y Acín el escribiente (vivía al lado de la casa del botero).

Los almacenes de la entrada por Sariñena eran los almacenes de Blasco, luego pasaron a Amado Pueyo para la harinera. Más tarde fueron del servicio nacional, se metían vagones grandes por una puerta pequeña. Anoro también tuvo un almacén de abonos, guardaban garbanzos para piensos

Mosén Pedro iba a Sariñena, Lastanosa, Capdesaso y a la estación. A Lastanosa iba y volvía en tren, paraba a cualquier tren, aunque fuese un expreso. Una vez le salió la policía a mosén Pedro, había parado un expreso a las cinco de la mañana, interpeló a su condición de cura para imponerse, dijo que tenía que cumplir con su obligación de celebrar misa.  Mosén Pedro era un cura muy peculiar, en vez de decir que uno se había casado decía que se había suicidado.

A los cuarenta años trabajando, a Francisco le mandaron a Segarra a trabajar, marchó junto a otro chico con los camiones. Estuvo dos años hasta que cerró la empresa y ya se jubiló.

Paco posee una gran memoria llena de recuerdos y anécdotas, se ríe recordando alguna y no duda de contarme la que le sucedió con mi abuelo Emiliano Gaspar. A Emiliano se lo encontró con el coche parado y echando humo subiendo a la estación, mi abuelo estaba asustado pensando que el coche le iba a comenzar a arder. Paco pronto descubrió el problema, pues Emiliano había olvidado quitar el freno de mano y el coche parecía echar fuego. “Un día me encontré una tarjeta de crédito por la calle, miré el nombre ¿y a que no sabes de quién era? Era de tu abuela Asunción Paraled”.

Así que inevitablemente acabamos con ganas de saber más pero también agradecido de haber pasado un agradable rato con Francisco, con su vida, historias y anécdotas. Gracias Paco por todo lo aprendido y por contarlo. Y un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

Harinera de Monegros


Históricamente, Sariñena ha perdido la mayor parte de su patrimonio. El castillo, las murallas, el convento del Carmen,  la iglesia de Loreto, el antiguo ayuntamiento, fuentes, lavaderos, arcos, porches, puentes sobre el Alcanadre… han pasado a formar parte de la triste lista de patrimonio perdido.

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 Especialmente destructiva fue la guerra civil, afectando duramente a la villa :  «El resultado del bombardeo es devastador, más de cien casas son destruidas y en unas sesenta su destrucción varía entre un 10% y un 75%. Marzo, 1938 (Salvador Trallero, Sariñena Antigua).» 

Pero de nuestro maltrecho patrimonio aparecen, casi desapercibidas, la cerámica de Palau, el matadero municipal, la gran chimenea, los silos, la harinera y los almacenes del barrio de La Estación. Todo un excepcional conjunto patrimonial industrial, con la particularidad que la cerámica y la harinera de la Estación corresponden al mismo arquitecto: Amado Pueyo Mesple.

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Molino harinero

Es Ángel Ponz quien me abre los ojos para descubrir la harinera. Un edificio de dos naves rectangulares, partidas por una torre que sobresale tres cuerpos, con aleros y pináculos. Un bien industrial catalogado por María Pilar Biel Ibáñez en el Inventario del patrimonio Industrial y la obra pública de Aragón (SIPCA) y por el ayuntamiento de Sariñena. Ángel Ponz andaba buscando el antiguo molino harinero de Sariñena, en el que trabajó su padre antes de la guerra civil «El molinero 40008». Uno de los molinos, propiedad de Amado Pueyo, se encontraba por la huerta del Suso, camino de los Olivares, de funcionamiento hidráulico gracias a un pequeño salto en la acequia. En 1947, aquel desaparecido molino, se agrupa con «La Monegrina», sencilla fabrica harinera, dando como resultado de la fusión «Harinera de Monegros S.A»

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Plano de La Monegrina

En el lugar de La Monegrina se construye en 1949 la actual Harinera de Monegros, «una edificación industrial racionalista de posguerra que presenta elementos decorativos de tradición historicista». Por su calidad arquitectónica  es considerada “una de las mejores edificaciones de la comarca, la cual debería ser estudiada mas a fondo evaluando su interés para la Historia del Arte y en especial para el Patrimonio Industrial, por considerar su estructura (sobretodo la fachada exterior), como un ejemplo escaso en la comarca y posiblemente único en la provincia”  Sistema de Información del Patrimonio Cultural aragonés (SIPCA).

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El interior de la harinera es espectacular, sorprende por su gran estado de conservación, preservando una maquinaria de mediados del siglo XX, fabricada en maderas nobles, configura un importante conjunto museístico de gran singularidad y relevancia. Tanto el edificio como su interior poseen un gran valor patrimonial que debería ser protegido. La Harinera de Monegros forma parte de nuestra historia y se complementa con un rico entorno ferroviario y con los imponentes silos cercanos, dos estructuras industriales agrarias de mitad del siglo XX. 

DSC09295La Harinera se encuentra actualmente en proceso de venta a un coste muy aceptable para cualquier institución. Es indudable que el conjunto es un espacio museístico muy singular y único, un extraordinario activo sariñenense. El barrio de  La Estación se encuentra muy deprimido y muy necesitado de actuaciones que frenen su deterioro. Harinera de Monegros es una oportunidad para revitalizar el barrio de La estación, oportunidad que debería ser valorada y estudiada.

Harinera de Monegros S.A. llegó a emplear entre 25 a 30 personas, Jorge Anoro fue gerente en la década de los sesenta y en aquella época, el barrio de La estación, contaba con cerca de los 400 habitantes. Molían todo el día, con turnos de día y de noche, además tenían que ser muy cuidadosos con la limpieza y con el cuidado de las maderas. Los primeros años funcionaron sin silos, pues no fueron colocados hasta mediados de los setenta, aún recuerda Jorge Anoro como cargaban sobre sus espaldas sacos de hasta 100 kilos.

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Es un edificio con muchas historias, de familias de harineros, de trabajadores con un gran apego y sentimiento por su lugar de trabajo, su harinera. Tan necesaria fue y ahora se olvida, se abandona a su injusto deterioro. ¡Gracias Jorge y Rosa María Palacín!, por transmitirme tanto, por enseñarme y explicarme el alma, el corazón y el gran tesoro que es la Harinera de Monegros.

¡Gracias Ángel Ponz!, por toda la información facilitada, por darme el placer de conocerte y hacerme descubrir el patrimonio industrial de Sariñena.

Dedicado a todas las personas que han trabajado en la harinera y en los antiguos molinos. Esperando y soñando que «Harinera de Monegros» no pase a engrosar la lista del patrimonio sariñenense perdido.

Harinera Monegros

El molinero 4008


Al recuperar la memoria etnográfica de la villa de Sariñena aparecieron referencias sobre antiguos y desaparecidos molinos, retazos de nuestra historia que pasaron sin más, perdidos por los entresijos de la esquiva e inmaterial memoria. Pero cada detalle es capaz de reabrirnos una nueva ventana en el tiempo y destapar el arcón de recuerdos de la vieja cadiera monegrina.

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Ángel Ponz en la harinera de Sariñena.

La ventana la abrió Ángel Ponz Poderós buscando el antiguo molino de harina de Sariñena. Lo recordaba de su niñez, pasó muchos días de su infancia en el molino y, aunque estuviese en ruinas, esperaba reconocerlo.

Existía constancia de los desaparecidos molinos de aceite, uno por el camino de la residencia de la tercera edad, siguiendo la acequia del molino, y otro por donde ahora está el actual cine “el molino”, del que aún se conserva la enorme chimenea. Desafortunadamente, del molino de harina no teníamos referencia.

Al final, a raíz de los relatos de las vivencias de Manuel Olivan, surgió la huella de un antiguo molino harinero de Sariñena, camino de los olivares hacia la estación de tren. (La guerra, sucesos)

“En uno de los bombardeos a Sariñena, Manuel se encontraba volviendo de recoger leña de romero del gallipuente, con su padre; leña para el molino de harina camino Los Olivares.” 

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Ángel Ponz esculpiendo a la diosa Minerva

Ángel Ponz ha vivido los últimos cincuenta años en Alemania, nació en Sádaba pero vino de joven a vivir a Sariñena. Su padre Antonio Ponz Beatove nació en 1900 en Tosos, donde  aprendió el oficio de molinero de la mano de sus padres Manuel y Jacoba, en el molino familiar. Pronto fue a trabajar de molinero a Sádaba, donde contrajo matrimonio con Adela Poderós. Luego vinieron a vivir a Sariñena y Antonio trabajó en el antiguo molino harinero. En el desaparecido molino, Ángel recuerda, con ocho años, ver cargar sacos de harina en los camiones.

Aquel segundo molino se hallaba donde actualmente se encuentra la harinera de Sariñena, próxima a la estación ferroviaria. Ángel ha investigado y documentado la historia del antiguo molino, gracias a la ayuda de la Universidad de Zaragoza. Ahora descubrimos el esplendido tesoro patrimonial que constituye la actual harinera, un singular edificio construido en 1940, fruto de la anterior, que deberíamos saber reconocer y conservar: Harinera de Monegros.

La familia Ponz-Poderós vivió en Sariñena, en la calle Soldevila, donde nacieron tres de los cinco hermanos. Hasta que en marzo de 1938, con el avance de las tropas franquistas, se vieron obligados a huir cargando sus pertenencias en mulas, a Monzón y luego a Barcelona. A pesar de no tener ninguna implicación política ni sindical, Antonio defendió la república contra el fascismo, participando en la batalla del Ebro y en retirada destinado a Montjuich. La familia permaneció por un tiempo en Barcelona y Antonio se podía escapar a verlos, de vez en cuando recibían la visita del padre-soldado y ese día era un día de fiesta.

Al finalizar la guerra la familia regresó a Sádaba, mientras que Antonio se retiró a Francia con su unidad militar. Permaneció en distintos campos de refugiados: Argelès, Le Vernet, Barcarés y Saint Cyprien.

Se alistó en la 116 Compañía de Trabajadores y, junto a sus compañeros, fue detenido por los alemanes en la primavera de 1940. Fue trasladado primero al stalag VIII C y, en octubre, al XII D, desde donde escribió una última carta a su esposa Adela.

Tras la visita de la Gestapo, que identificó a los republicanos españoles, se formó un convoy que deportó a Mauthausen unos 700 presos –entre los que se encontraba Antonio- . En el campo ingresaron el 25 de enero de 1941 y le adjudicaron la matrícula 4008. Unas semanas más tarde, el 8 de abril, fue trasladado a Gusen.

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Antonio Ponz Beatove

El 8 de noviembre de 1941 se registró la muerte de Antonio Ponz Beatove, victima del fascismo en un campo de exterminio nazi. Su memoria y dignidad permanece en los recuerdos y la historia; en aquel viejo molino. Su memoria se materializa en la desaparecida rueda de molino y en la inadvertida harinera que tantas historias atesoró.

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Escultura Santiago, Zaragoza. Ángel Ponz.

Ángel marchó con la primera inmigración a Alemania y ahora ve como van llegando de nuevo. Ha trabajado la escultura de la piedra, especialmente del mármol, dejando su obra en varias restauraciones como en la catedral de Estrasburgo, los palacios de Mannheim, de Bruchhsal y de Schwetzingen, la iglesia jesuita de Mannheim y la imagen de Santiago en la fachada de la parroquia de Santiago de Zaragoza. Sin duda,  Ángel es un gran artista y escultor aragonés, ha trabajado la maestría de la piedra, hijo de molinero, fruto del sueño de quienes lucharon por un mundo mejor y acabaron muriendo entre los 186 peldaños de la maldita escalera de Mauthausem.

Ángel recuerda las corridas a los refugios durante la guerra civil y estar presente en la plaza de la iglesia cuando tiraban de una soga para arrancar el retablo. Vivió su niñez en Sariñena y, sobre todo, en aquel viejo molino donde los recuerdos aún permanecen, en la memoria que no se resigna a desvanecer y que vuelve a resurgir, a estar presente recordando y rindiendo sentido homenaje al molinero 4008.

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Proyecto escultura Mauthausen, Ángel Ponz.

Mientras me quede voz, hablaré de mis muertos.
Tan quietos, tan callados, tan molestos.
Mientras me quede voz, hablaré de sus sueños,
de todas las traiciones, de todos los silencios,
de sus huesos sin nombre, esperando el regreso.
De su entrega absoluta, de su dolor de invierno.
Mientras me quede voz, no han de callar mis muertos.

Marisa Peña

Zancarriana w