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Arbórea sabina, apuntes ante un modelo cultural


La sabina albar (Juniperus thurifera), principal sabina de Los Monegros, suele presentar gran diversidad de porte. En general, es considerada de porte bajo y arbustivo, con una copa cónica u ovalada en ejemplares jóvenes o bien desarrollados, pudiendo ser asimétrica, irregular, y en ejemplares desmochados aplanada. Sin embargo, es capaz de sobrepasar hasta los 25 metros de altura gracias a la intervención humana. Así, por medio de la poda, se han desarrollado características sabinas de gran porte arbóreo que salpican el paisaje monegrino, vestigios de un paisaje histórico que nos ha sido conservado.

Efectivamente, a lo largo de los tiempos las sabinas han sido objeto de podas, principalmente como aprovechamiento de leñas menores, pero también como aporte para el ganado, sin olvidar su efecto frente a incendios. Las sabinas sin podar, que apenas se desarrollan, se denominan “sabinizos” mientras que el proceso tradicional de poda se ha denominado “ramiar”. Francisco Lasierra, El Chato de Pallaruelo de Monegros, recuerda como se rameaban las sabinas, en su artículo “Las Sabinas”, publicado en la revista Quio, “Hoy los antes citados (sabinizos) se dan en nuestra monte en cantidades muy numerosas, estas sabinas sino se cortan las ramas de debajo, operación que aqui denominamos «ramiar” y que en realidad se llama poda, en vez de ser árboles con un crecimiento normal están prácticamente siempre igual, y más bien son como arbustos. Tengo ejemplos de cuando era pequeño, de algunas ramiadas con mi padre, y que con el paso de los años se han convertido en árboles; así, algunos vecinos de Pallaruelo, que vamos ramiando bastantes, esperamos ver los frutos de su crecimiento.” Sin embargo, una cita de 1819 en el libro de ordinaciones de Perdiguera, aportadas por Constantino Escuer, sobre la regulación de la poda de las sabinas, aparece el término “Escemalar”: “Pena del que escemala carrasca o sabina. Instituimos y mandamos que a cualquier vecino o avitador que se cogiese escemalando carrascas o sabinas, tenga de pena por cada cemal de carrasca 30 sueldos y de sabina 10 sueldos”.  El caso, de la pena por “escemalar”, Escuer apunta “Hay que tener en cuenta que, según el Aragonario, escamalar es: desgajar, desmochar, desramar, podar, tronchar. Por otra parte, según el mismo diccionario, zemal es un tocón y camal es una rama. Con lo cual, esa pena podía ir destinada al que cortase ramas gruesas, o al que arrancase los tocones. Pienso que más lo primero que lo segundo”.

La tradición oral ha apreciado la leña de sabina como combustible doméstico, tanto en hogares como en hornos de leña o fraguas. Por el contrario, nunca la ha considerado buena para carbón. “Los propietarios de sabinas se dejaban antiguamente algunas, seleccionadas al efecto, para tener leña con que calentarse durante su vejez. Sin embargo, hay quien dice que da mucho olor y puede provocar dolor de cabeza. Probablemente ello sea más cierto en la leña poco seca.” (Usos etnobotánicos de la Sabina Albar y arbustos que le acompañan en Aragón, L. Villar, Instituto Pirenaico de Ecología. Espagne J.V. Ferrández. Instituto Pirenaico de Ecología, Espagne).

En su poda tradicional, encontramos citas en Segovia, donde las sabinas se podaban “reguilar” con frecuencia para acelerar su formación y de paso conseguir forraje para las ovejas. “También para que se posasen los pájaros y poder cazarlos. En algunos casos indican: “Tanto personal que había antes, descabezaban los árboles, podaban de cualquier manera por la escasez de leña, y por eso no crecían tanto”. Igualmente, en Los Monegros, las ramas se empleaban como alimento para el ganado: “Forraje verde o seco La rama de sabina, denominada barda, bardera o ramonizo, es considerada buena forrajera para las ovejas; se cortaba en invierno como forraje, sobre todo los inviernos duros. Según indican “los animales también comen los frutos”. Hay curiosos comentarios de pastores en relación con las variedades de esta especie según la palatabilidad del ganado. Así distinguen sabinas amargas y sabinas más dulces: “les gustan más las ramas que tienen agállaras (agallas)”, “algunas ramas son más amargas y no les gustan”. Pasto En general la sabina es apreciada como buen forraje, aunque las jóvenes no son comidas por las ovejas” (Emilio Blanco. Inventario Español de los Conocimientos Tradicionales relativos a la Biodiversidad. Miteco).

Félix Tabueña, antiguo pastor de Pallaruelo de Monegros, contaba como se podaban las sabinas: “Las ramas las aprovechaban para el ganado y el hogar”. Con el astral las iba desramando, se guardaba la astraleta en el cinturón y trepaba hasta la copa hasta dejarles una buena corona. Las dejaban bien podadas y así se formaban buenos fustes, ideales para la construcción de casas. A veces le decían que podaba demasiado, pero esas sabinas que podó en una marguin de un campo, cerca de la balsa del ahogau, nunca se murieron: “Las sabinas se mueren cuando se dejan yermos los campos, unos valles los abandonaron y las sabinas se secaron”.

Para Francisco Lasierra, las hojas que había en las sabinas eran exquisito manjar para el ganado lanar, pero muy especialmente para las cabras, hasta tal punto, que solían estar por la zona de monte más poblada de sabinas y así se mantenían mucho mejor. Igualmente lo atestigua José Luis Campos, pastor de Monegrillo, “Sin podar, a ellas, al ganado ovino y caprino, les gusta mucho…se escuelgan igual ovejas que cabras. Yo les doy en la mano de las de abajo y no las quieren, de un metro y medio para arriba sí.”

Entendiendo la poda como actividad cultural y tradicional, resulta interesante la iniciativa que el Parque Natural de la Puebla de San Miguel, Comunidad Valenciana, dentro de su programa de conservación de ejemplares monumentales, que en noviembre del 2012 llevó a cabo con la poda de Sabina Albar mediante técnicas tradicionales. Su objetivo fue estudiar los métodos tradicionales y la gestión realizada durante años que han favorecido notablemente la conservación de estos árboles centenarios “Antiguamente los vecinos de Puebla “Echaban una sabina”, nombre como se conoce a este tipo de poda, para poder aprovechar sus ramas para el ganado. Esta técnica consistía en la poda completa de la sabina para sanearla y fortalecerla, solía hacerse cada 10 o 12 años dependiendo del crecimiento de la sabina. Sus ramas se podaban y eran utilizadas para alimentar el ganado durante el invierno, proporcionaban zonas de sesteo, de ellas obtenían la madera para la construcción de casas.”

Como hemos visto anteriormente, una de la finalidad de la poda era la búsqueda de grandes fustes para destinar a la construcción. La corta de los fustes enteros ha sido destinada para la construcción como vigas, dinteles, pilares y postes, para cercados, tapias y vallas, además para fabricación de herramientas y fabricación de muebles y enseres doméstico. No obstante, hay que apuntar la pudrición del interior del tronco de la sabina, se suelen ahuecar con el tiempo, lo que muchos grandes portes no han servido para la construcción o para la fabricación de muebles. Paco Lasierra, el Chato, cita como las sabinas que estaban en las fincas gozaban del privilegio de los agricultores, si bien se utilizaban algunas para puertas, cletas, tableros de carro y muchos objetos que de su madera muy resistente al paso del tiempo se hacían.

A su vez, los portes finos han destacado por su resistencia a la producción, siendo utilizados en balsas y en el cauce del río Ebro: “En el Ebro aún permanecen postes de sabina, los colocaban antiguamente para la pesca de anguilas, hace ya más de 40 años. Con la madera de sabina se construían piezas para los pozos, iba muy bien la sabina pues es resistente a la pudrición. Según un viejo carpintero, amigo de Javier Blasco, la sabina no servía de mucho, pues la pequeña tiene muchos nudos y las grandes están podridas por dentro.” (Las sabinas de Los Monegros). También aguantaban bien la pudrición hundidos en el fiemo, y eran colocados en las parideras como puntales para separar corderos u ovejas en lactancia. “Los mismos palos servían a veces para cerrar la paridera de un modo rudimentario”. “En Lanaja y otros pueblos de Monegros, para aumentar el volumen de carga de los carros, al acarrear la «garba» (miés) a las eras, se usaban «pugas» y «pugones», que prolongaban el varal por ambos lados y por atrás. Las «portaderas» o capachos de mimbre para llevar las uvas al «cubo» o lagar, se remataban con madera de trabina, sobre todo por la parte de las asas, por su tenacidad.” (Usos etnobotánicos de la Sabina Albar y arbustos que le acompañan en Aragón, L. Villar, Instituto Pirenaico de Ecología. Espagne J.V. Ferrández. Instituto Pirenaico de Ecología, Espagne).

Las sabinas salpican diversas zonas de Los Monegros como linde de tierras de cultivo o de sombra y protección y a la vez formando bosquetes de sabinas generalmente por la sierra de Alcubierre. “Por supuesto, este árbol es valorado por su sombra y frescor en verano; por ello era a veces respetado en las lindes de algunas tierras de cultivo donde a veces quedan grandes ejemplares” (Emilio Blanco. Inventario Español de los Conocimientos Tradicionales relativos a la Biodiversidad. Miteco). Sobre la sombra de la sabina y su cultura, Francisco Lasierra escribió  “La sombra de las sabinas ha sido y es utilizada para infinidad de cosas, cuando se hacían las faenas del campo a mano, a la hora de la comida, eran lugares donde se estaba más fresco, así algunas sabinas que estaban en sitios estratégicos se cuidaban de forma que no diese el sol en todo el día; mención especial merece la siega, cuando en muchos casos comían todos los segadores debajo de ellas; también se ponían las bebidas (agua y vino) para que estuviesen frescas. Los pastores igualmente han buscado la sombra de las sabinas para sentarse, al igual que los perros de estos, que así reposaban del trabajo que les daba el ganado.”

La formación de sabinas arbóreas, al igual que las dehesas, el trasmocho del fresno o del chopo cabecero, son formas culturales de gestión del arbolado, que configuran un paisaje antrópico, muy ligado al uso del territorio con la actividad agrícola y ganadera. Sin embargo, la poda no deja de ser una actividad humana, que puede traer beneficios al árbol o por el contrario causar daños o perjuicios al árbol y a la masa. Las ramas bajas ayudan a conservar la humedad del suelo, evitan una mayor radiación y evapotranspiración, además de favorecer una mayor biodiversidad asociada, sobre todo entomofauna, además de líquenes o su relación “simbiotica” con la efedra, lo que a muchos lleva desaconsejar completamente su poda.

Sin embargo, de acuerdo con algunos estudios sobre selvicultura de sabinas, las recomendaciones sobre su poda apuntan que las podas bajas de las ramas inferiores de las sabinas adultas creen que pueden ser beneficiosas para la masa (muchas veces el porte de la sabina está formado por ramas desde la base) posibilitando un mayor desarrollo de los fustes, lo que además elimina riesgo de propagación del fuego (Cuerda~ 1995): “La poda puede suponer un plus de alimento para el ganado por mejora del tapiz herbáceo bajo la copa (Costa el al., 1986~ Tárrega y Luis. 1989~ y Gómez Manzaneque.1991) y por el propio ramón, e incluso resultarían aconsejables por razones fitosanitarias (menos puntisecado. ramas secas. etc.)».

«No llegamos tan lejos como algunos autores. que refiriéndose a los sabinares estiman que el ramoneo puede ser compatible con la conservación y mejora de estas masas (Fernández-Yuste el al., 1986). pero sí consideramos que una poda técnica con argumentos silvícolas y bajo determinadas características del arbolado~ no sólo no es incompatible con la conservación, sino que es deseable y mejora a la masa. En la práctica la Administración Forestal no ha permitido esa actuación (actualmente parece que ya se permite), aunque el Decreto 12/1987 que regula la protección del sabinar sí lo aprueba (por debajo del tercio superior de la altura total del pie)“ (Gestión de los sabinares albares (Juniperus thurifera L.) Occidentales de la provincia de Albacete. Eduardo Orozco Bayo, Juan José Martínez Sánchez, Alfonso San Miguel Avanz).”

Estas prácticas tradicionales poco a poco se han ido perdiendo, abandonado una gestión que a lo largo de los años ha producido una serie de árboles característicos, sabinas de porte arbóreo, algunas incluidas en el inventario de árboles singulares de Aragón como la sabina Cascarosa de Monegrillo, con una altura de 16 metros o la sabina Filada Jorge de Lanaja, con 12 metros de altura, ambas considerados árboles monumentales. En definitiva, el presente articulo no más pretende realizar una aproximación a la consideración de esta actividad como patrimonio cultural y patrimonial, un modelo de gestión tradicional, que ha creado un paisaje con identidad, manteniendo un carácter agrosilvopastoral tradicional aportando servicios de carácter social, paisajístico y de hábitat. La sabina árborea ¿Un patrimonio cultural?.

Las sabinas de Los Monegros


    El territorio de Los Monegros es conocido por su particular paisaje estepario, donde las sabinas representan el máximo desarrollo de la vegetación en zonas de mayor aridez de Los Monegros. Habitan la tierra agrietada por la sed, de escasas precipitaciones y permanecen erguidas bajo la sofocante intensidad solar estival, resistiendo la intensa fuerza del cierzo y escondidas entre la boira de heladores inviernos. Los Monegros es un contraste estacional, de un amplio rango climático, un paraíso por descubrir que exige paciencia y reflexión ante unos horizontes amplios y profundos que invitan a perdernos en sus solitarios páramos semidesérticos con sus singulares y características sabinas.

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Sabina monegrina.

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Distribución Sabina albar, Península Ibérica.

En el rigor de la estepa monegrina, la sabina albar (Juniperus thurifera) salpica el paisaje, presentando un gran desarrollo, en contra de la percepción generalizada de ser una especie de crecimiento lento. Botánicamente, las sabinas responden al grupo de las coníferas o pínidas, del género Juniperus. Pertenece al dominio del Coscojar-Espinar con sabina albar (Rhamno-Cocciferetum Thuriferetosum). Un dominio que se distribuye entre los 300 a los 450 m. de altitud, en un territorio de un régimen térmico extremadamente cálido y con escasas precipitaciones. Se desarrolla entre relieves de vales donde abundan afloramientos de yesos y donde son frecuentes las inversiones térmicas, las nieblas persistentes en invierno y el cierzo. Estas condiciones, según el ecólogo César Pedrocchi Renault, establece el carácter montano de la sabina albar y lleva a aceptar la idea de Rivas-Martínez de considerar la independencia de esta subasociación climática (Thuriferetosum) respecto al Rhamno-Cocciferetum, diferenciándola como asociación Juniperetum phoeniceo-thuriferae (Br.-Br. & O. de Bolòs), Rivas-Martínez, 1987.

«Las sabinas resisten la sequía con la misma firmeza que los habitantes de estas tierras, acostumbrados hasta 7años seguidos casi sin llover; además, la caída de varias hojas viejas, junto a la buena calidad de la tierra aporta materia orgánica para subsistencia de la planta.»

Francisco Lasierra, El Chato de Pallaruelo de Monegros. 

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Sabinar monegrino.

El sabinar albar en Aragón, principalmente, ocupa grandes zonas en los fondos de la depresión del valle del Ebro (Pallaruelo, Castejón de Monegros, Retuerta de Pina…) y en zonas altas de Teruel. En Los Monegros se distribuye por zonas del piedemonte de la sierra de Alcubierre, formando bosquetes de lo que debieron ser verdaderos bosques de sabinas. Para Javier Blasco, la retuerta de Pina representa un vestigio, en si mismo, de los antiguos sabinares monegrinos. Se constata con la presencia de especies como el espino negro (Rhamnus lycioides), Asparagus acutifolius, Ephedra mayor, carrasquilla (Rhamnus alaternus), coscoja (Quercus coccifera) y Osyris alba. La sabina albar aparece acompañada junto a otras especies como el pino carrasco, el enebro (Juniperus Oxycedrus) y la sabina negra (Juniperus Phoenicea). Por los llanos agrícolas de secano, la sabina albar presenta una estructura abierta de ejemplares aislados en los márgenes de los campos, destacando por su belleza el sabinar de Pallaruelo de Monegros, el puerto de la Portellada o los montes de Farlete y Monegrillo. Por contra, en vaguadas y vales suelen formar bosquetes muy densos, ocupando los espacios que antiguamente eran aprovechados por el ganado y para la obtención de leñas, principalmente en la sierra de Alcubierre

Para Miguel Ortega (Los bosques de Los Monegros), en Los Monegros «Es el lugar del mundo donde vive con diferencia a menor altitud, y si esta aquí es por el frío invernal, lo de la sequedad simplemente lo soporta. Este es un árbol típico de las parameras ibéricas, lugares fríos que comparte con la carrasca y el roble quejigo, pero ocupando los suelos de peor calidad como los muy pedregosos; pues es un árbol de pleno sol y no soporta crecer bajo la sombra de otras especies de mayor desarrollo. La pregunta es ¿entonces como puede vivir en Los Monegros?, pues aprovechando donde no tiene competencia, como las depresiones donde se acumula el frío, con sus nieblas heladas y la escarcha formando el dorondón, aquí ningún otro árbol le hará sombra, y (nunca mejor expresado), demasiado frío para el pino carrasco y demasiado seco para la carrasca y el quejigo.»

Las sabinas de Los Monegros nunca surcaron mares ya que terminaron en techumbres como vigas y en humo después de ser reducidas a carbón. Y vieron las recuas de mulas primero, y al tractor después, transformando la monteriza en huebra y sementero condenándolas finalmente a vivir en lindes entre cultivos. A las supervivientes. A las últimas.

Javier Blasco Zumeta

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Crecimiento anual julio 2013

«La sabina es de tronco grueso y corteza grisácea agrietada en tiras filamentosas, forman copas frondosas, cónicas cuando son jóvenes, que se redondean con la edad, suelen alcanzar alturas de hasta diez metros o más.» En contra de lo que se cree no son de crecimiento especialmente lento y gran longevidad, los años de lluvia suelen crecer tanto como los pinos y los que no llueve, según César Pedrocchi, menos o nada. «Los botánicos han escrito que engrosan el diámetro de su tronco un promedio de solo 3 mm anuales. No pueden, ni necesitan, crecer más rápido ya que ningún otro árbol puede vivir ahí y quitarles la luz», explica Javier Blasco Zumeta. Crecen despacio y viven mucho. En Los Monegros la sabina tiene un crecimiento claramente bimodal, con un pico primaveral y otro otoñal. “Esta gran plasticidad para ajustar sus patrones de crecimiento hace presuponer que puede llegar a ser capaz de aguantar unos niveles muy elevados de estrés, como consecuencia de un previsible clima futuro más seco y cálido”. Así concluye un estudio que compara sabinas de Soria y Los Monegros. «El crecimiento de los árboles se inicia en marzo y se detiene totalmente durante el verano. Con las lluvias de septiembre los árboles vuelven a generar madera hasta noviembre. Las sabinas de mayor longevidad constatadas en la península ibérica son las de Calatañazor, con cerca de 500 años, lejos de la creencia de edades milenarias en las sabinas. Su madera es muy resinosa y aromática.»

Miguel Ortega señala que, a través de sus anillos de crecimiento (de menos de 1 mm), podemos comprobar como es capaz de sobrevivir con esta sequedad, pues es un árbol que con buenas condiciones, en fondos de vales o los años lluviosos, puede tener grandes crecimientos (anillos de cerca de 10 mm) «Con las lluvias de primavera el árbol va creciendo pero llegando el verano deja de crecer, entra en descanso pues no tiene suficiente agua, y así espera hasta final del verano o en otoño, si cae suficiente agua vuelve a crecer, y no dejará de hacerlo hasta la llegada del frío cuando el resto de árboles ya están en descanso, en su tronco queda registrado con un falso anillo en cada momento de crecimiento a lo largo de un mismo año. Así  con esta frugalidad, plasticidad y sabiendo aprovechar el momento nos podemos encontrar con estas grandes sabinas en Los Monegros (que por cierto, no se ha comprobado de una forma científica que ninguna sea milenaria).»

El nombre científico de esta especie, thurifera, significa «productora de incienso», ya que su madera es muy aromática, de olor resinoso agradable, por lo que se ha quemado para este fin, produciendo un olor muy penetrante que al decir de las gentes ahuyenta a los insectos y según Pío Font Quer hace huir a las serpientes.

La sabina negral, Juniperus Phoenicea, es más oscura y se parece más a los cipreses, sus frutos al madurar son de un color rojizo, su nombre Phoenicea hace referencia a su coloración. Los frutos “gayubas” de la sabina albar al madurar adquiere un tono azul oscuro.

La Sabina

Allí permanece quieta
igual que la soledad,
pasa el tiempo por sus ramas
y no las puede truncar.

Quieta,
altiva,
la sabina
testifica
que bajo ella
se agruparon
los anarquistas.

Soporta la ira del cierzo
igual que un barco a la mar
y bajo la densa niebla
es como un ángel guardián.

Cuando paso por su lado
me entran ganas de abrazar
el viejo y duro tronco
que la hace realidad.

Y allí permanece enhiesta
como un monegrino más
sabiendo, como ellos saben,
lo duro que es pelear.

                                                    José Antonio Labordeta

Las sabinas en Los Monegros han mantenido una estrecha relación con el ser humano, los portes largos y rectos han sido aprovechados para la construcción de mases, masías y aldeas (casetas de monte), construyendo la parte principal del esqueleto del tejado. Además, las ramas de las sabinas constituían una fuente de alimento invernal para el ganado lanar. Esta gestión tradicional de las sabinas, desarrollando su porte arbóreo, lleva a considerar la técnica como un modelo cultural semejante al trasmocho de chopos cabeceros, «Arbórea sabina, apuntes ante un modelo cultural»

Visitando enormes sabinas con un viejo pastor de Pallaruelo de Monegros, Félix Tabueña, uno descubre sorprendentes ejemplares del sabinar de Pallaruelo de Monegros, con la mirada de quien ha visto crecer las sabinas. Con su saber, transmitido generaciones tras generaciones, enseña que la mano del hombre ha contribuido en el desarrollo de las características sabinas de porte largo y desnudo. En invierno, cuando escaseaba el alimento para el ganado, los pastores las desmochaban, las podaban. Las sabinas las han formado a base de “ramiar” que es como se conoce la labor de la poda. Para no causar la muerte de las sabinas, cada año podaban un piso.

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Contemplando una centenaria sabina.

Paco Lasierra, natural de Pallaruelo de Monegros, escribió en 1990 dos artículos para la revista “Quio” sobre las sabinas monegrinas. En el llama sabinizos a las sabinas sin podar que no llegan a alcanzar un porte arbóreo quedando en arbusto. Igualmente que Félix Tabueña, denomina «Ramiar» al proceso de poda de las sabinas: «Estas sabinas si no se cortan las ramas de debajo, operación que aquí denominamos «ramiar” y que en realidad se llama poda, en vez de ser árboles con un crecimiento normal están prácticamente siempre igual, y más bien son como arbustos tengo ejemplos de cuando era pequeño, de algunas ramiadas con mi padre, y que con el paso de los años se han convertido en árboles; así, algunos vecinos de Pallaruelo, que vamos ramiando bastantes, esperamos ver los frutos de su crecimiento».  Lasierra describe como las sabinas del marguin o márgenes de los campos agrícolas, se han empleado tradicionalmente para puertas, cletas (cleta: Ara. puerta rústica consistente en un armazón de palos o estacas), tableros de carro… Su madera es muy resistente, lo que ha dado píe al falso mito de la armada invencible, aunque dura y difícil de trabajar. Javier Blasco Zumeta cuenta que en Pina se empleaban para hacer estacas (empalizados) para sujetar las ribas de las acequias o del río. En el Ebro aún permanecen postes de sabina, los colocaban antiguamente para la pesca de anguilas, hace ya más de 40 años. Con la madera de sabina se construían piezas para los pozos, iba muy bien la sabina pues es resistente a la pudrición. Según un viejo carpintero, amigo de Javier Blasco, la sabina no servía de mucho, pues la pequeña tiene muchos nudos y las grandes están podridas por dentro. También aguantaban bien la pudrición hundidos en el fiemo, y eran colocados en las parideras como puntales para separar corderos u ovejas en lactancia. “Los mismos palos servían a veces para cerrar la paridera de un modo rudimentario”. “En Lanaja y otros pueblos de Monegros, para aumentar el volumen de carga de los carros, al acarrear la «garba» (miés) a las eras, se usaban «pugas» y «pugones», que prolongaban el varal por ambos lados y por atrás. Las «portaderas» o capachos de mimbre para llevar las uvas al «cubo» o lagar, se remataban con madera de trabina, sobre todo por la parte de las asas, por su tenacidad.” (Usos etnobotánicos de la Sabina Albar y arbustos que le acompañan en Aragón, L. Villar, Instituto Pirenaico de Ecología. Espagne J.V. Ferrández. Instituto Pirenaico de Ecología, Espagne).

            «Las cabras solían estar donde más sabinas había, cuanto más viejas mejor, un exquisito manjar para el ganado lanar. Cuando se compraba una caballería nueva, para saber si era buena para el trabajo se le enganchaba una sabina arrancada para ver como tiraba. Las sabinas servían para refugio del sol, para el descanso de la faenas del campo, para el almuerzo, comida o merienda. Un lugar fresco para conservar la comida y la bebida y descansar de la siega, o resguardarse el pastor y sus perros.

            Hace su nido el pájaro carpintero “el aguacero”. En las sabinas viejas es más fácil, ya que por dentro están huecas, después los huecos los aprovechan para criar los mochuelos, lirones, ratas de campo y Paco narra que una vez al asomarse se encontró un par de lagartos que le dieron un buen susto.  En sus ramas anidan las palomas torcaces, la garza o picaraza, cernícalos, esparveros o águilas, en sabinas viejas y grandes.

            Nadie que se haya criado en Pallaruelo podrá contemplar la sabina y permanecer impasible, por ser una de las cosas que nos identifican”

                                                                                                                Francisco Lasierra

Incluso las sabinas se empleaban para comprobar la fuerza de las caballerías, tal y como recuerda Francisco Lasierra: «También yo recuerdo en mi propia casa, cuando se compraba alguna caballería, para probarla se enganchaba en alguna sabina que hubiese arrancada, así, meciéndole arrastrarla, se sabía si era apta para el trabajo».

No hay que olvidar la sombra de la sabina, Francisco Lasierra dice que  la sombra de las sabinas ha sido y es utilizada para infinidad de cosas: «Cuando se hacían las faenas del campo a mano, a la hora de la comida, eran lugares donde se estaba más fresco, así algunas sabinas que estaban en sitios estratégicos se cuidaban de forma que no diese el sol en todo el día; mención especial merece la siega, cuando en muchos casos comían todos los segadores debajo de ellas; también se ponían las bebidas (agua y vino) para que estuviesen frescas. Los pastores igualmente han buscado la sombra de las sabinas para sentarse, al igual que los perros de estos, que así reposaban del trabajo que les daba el ganado.» En la misma línea lo recoge Emilio Blanco (Inventario Español de los Conocimientos Tradicionales relativos a la Biodiversidad. Miteco), destacando también su papel en los lindes de los campos: “Por supuesto, este árbol es valorado por su sombra y frescor en verano; por ello era a veces respetado en las lindes de algunas tierras de cultivo donde a veces quedan grandes ejemplares”. 

Como curiosidad en Lanaja se obtenía una miera «olorosa» o aceite de sabina y enebro para curar las heridas de las ovejas, o bien las cabras después del parto «Ahora bien, la miera más común o «aceite de cade» se obtenía por destilación del leño de Juniperus oxycedrus y se usaba entre otras cosas, para untar patas fracturadas al entablillarlas, para curar la tiña o untar tumores infectados. También se ponía un recipiente de tal aceite colgado en las cuadras para ahuyentar las moscas y se untaban los agujeros para que» «no entraran los ratones. En uso humano, se empleaba dicho aceite para calmar el dolor de muelas, untado en algodón y aplicado, pero sin abusar porque de otra manera «quema la dentadura y se caen los dientes». Precisamente, el cocimiento de las «bolas» o frutos de este «chinebro» o enebro se toma para curar catarros o para las infecciones de riñón (Ferrández & Sanz, 1993).» (Usos etnobotánicos de la Sabina Albar y arbustos que le acompañan en Aragón, L. Villar, Instituto Pirenaico de Ecología. Espagne J.V. Ferrández. Instituto Pirenaico de Ecología, Espagne).

«Con la ceniza de sabina se desinfectaban y cauterizaban las desolladuras provocadas en la piel de las ovejas durante el esquileo.» (Usos etnobotánicos de la Sabina Albar y arbustos que le acompañan en Aragón, L. Villar, Instituto Pirenaico de Ecología. Espagne J.V. Ferrández. Instituto Pirenaico de Ecología, Espagne).

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Sabina en el monte de Castejón de Monegros. 

Diferentes estudios realizados por el profesor Javier Blasco Zumeta han dado como resultado una gran biodiversidad relacionada a los sabinares monegrinos, que encuentran un adecuado hábitat en la base de las sabinas, entre sus extendidas ramas. Se han encontrado 16 especies de himenópteros, uno de los mayores ordenes de insectos, con la cita primera de una especie en la región Paleártica. En otro estudio, se recogen nueve especies y se encuentran tres nuevas citas de piojos (malófagos), parásitos de aves. También existe un estudio sobre los pulgones en los sabinares, en el que se constataron 112 especies, de las que al menos dos fueron nuevas especies descubiertas. Un diverso microhábitat en cada sabina, donde, además, las mismas ramas mantienen humedad necesaria para su buen desarrollo y microfauna que va generando nutrientes.

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Campos salpicados de sabinas en sus márgenes.

La deforestación de los Monegros está lejos del mito de la falsa tala masiva para la construcción de la armada invencible.  La deforestación, posiblemente se  desarrolló en un primera etapa sobre los siglos XIV y XV, en cuyo periodo se produzco un brutal proceso desforestador en el valle del Ebro que desencadeno la formación del delta del Ebro, aunque no hay constancia de una severa deforestación en Los Monegros.

A la actividad ganadera se le puede atribuir una segunda etapa desforestadora, del siglo XV al XVIII, consiguiendo pastos y evitando la regeneración. El geógrafo portugués Labaña en 1611, en su paso por los Monegros, no referencia la presencia ni de sabinas ni sabinares. Frutos afirma que en el siglo XVIII el sabinar (más o menos extendido) era explotado para leñas, madera de construcción y carbón, y el sobrepastoreo lo hicieron  retroceder. Aunque Braun-Blanquet & Bolòs (l.c.) sostienen que la deforestación se debió a la tala del sabinar, impidiendo el ganado la posterior repoblación.

En la obra «De la flora Española o Historias de las plantas» de Joseph Quer de 1784 hay una cita muy interesante en relación con la sabina: «En los terrenos del Reyno de Aragón es muy familiar, y con particularidad en los Monegros cerca de la Venta, que llaman de Santa Lucía; y es tan abundante en todo aquel país, que en muchas Villas y Lugares no queman otra leña.» Los llanos de santa Lucía comprendían, de una forma muy general, desde la parte sur de la sierra de Alcubierre hasta la ribera del Ebro.

La historia de la economía de Aragón, Asso, I. 1798 se refiere a la Sierra de Alcubierre como “está cordillera estuvo muy poblada de pinares y carrascales, que suministraban abundante materia para carbón, pero hace algunos años que los  cortes hechos incontroladamente han disminuido en gran parte aquellos bosques”.

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Bosquetes de sabinas.

Es con la llegada del siglo XX cuando según César Pedrocchi se produce la mayor deforestación debido a la gran roturación de tierras para uso agrícola. Pero el desuso de  leñas como combustible, el abandono de tierras y la desaparición de rebaños y el pastoreo han propiciado una gran recuperación de la masa forestal. En la sierra de Alcubierre encontramos bosquetes de sabinas y ejemplares formando masa mixta con el pino carrasco, además de aparecer salpicando los márgenes de campos.

La paleogeografía considera a los bosques de sabinas relictos, paisajes vegetales que ya existían en el cretácico y han viajada a través del túnel del tiempo. Actualmente, los sabinares se encuentran en expansión y configuran un paisaje indisociable a Los Monegros. Incluso, como dice Paco Lasierra, en las sabinas tienen tanto arraigo que han servido para dar nombre a fincas y partidas, así por ejemple, en Pallaruelo de Monegros «Hay una parte denominada Los Sabinales, otra finca particular con el nombre del Corral de la Sabina, también ha habido sabinas con nombre propio, destacando cuatro que había en la finca «Los Cubilares” y por su forma de nacer en cuatro recibían el nombre de El Palio».

Nuestros sabinares son especiales y tienen alma de leyenda, pues cuentan que el celebre Bandido Cucaracha escondía su botín en una vieja sabina, o la Virgen de la Sabina en Farlete, templo barroco levantado en el lugar donde la virgen se apareció a un pastor erguida sobre una sabina. En defionitiva, cada sabina es un tesoro, un patrimonio, un monumento por proteger, signo de identidad de nuestra querida tierra de Los Monegros. Incluso algunas de las sabinas monegrinas están incluidas en el inventario de árboles singulares de Aragón, estas son la sabina Cascarosa de Monegrillo, con una altura de 16 metros o la sabina Filada Jorge de Lanaja, con 12 metros de altura, ambas considerados árboles monumentales. 

Imprescindible: «Sabinas Monegros». Un blog donde explica el proceso para reproducir la sabina albar y sus cuidados posteriores. Un blog muy recomendable, interesante y didáctico, de obligada lectura.

  • César Pedrocchi Renault. Ecología de Los Monegros. IEA, 1998.
  • Jorge Serrano Bolea. Árboles y arbustos de Los Monegros, PRAMES, 2003.
  • Variedad biogeográfica del territorio aragonés. A. Longares Alardren.
  • Especies de Hymenoptera Ceraphronoidea colectadas en un sabinar de  Juniperus thurifera L.  Los Monegros. Paul Desart. Javier Blasco Zumeta.
  • Malófagos parásitos de aves de un sabinar de Los Monegros (Insecta:  Mallophaga). Javier Blasco Zumeta y María Paz Martín Mateo.
  • Pulgones (Hemiptera Aphididae) de un sabinar de Juniperus thurifera de Los Monegros. M. Victoria Seco Fernández, M. Pilar Mier Durante,  Javier Blasco  Zumeta y Juan M. Nieto Nafría.
  • Blanco Castro, Emilio et alii. Los Bosques Ibéricos: Una interpretación geobotánica. Barcelona. Planeta, 1998.
  • Los bosques de Los Monegros. Miguel Ortega.
  • De la flora Española o Historias de las plantas. Joseph Quer.