Pilar Royo López, natural de Sariñena, es mujer vital y de buena memoria, ha trabajado prácticamente desde su infancia, especialmente para casa Torres, haciendo, como dice: –de todo-. Su marido, Vicente Villellas Betes, fue guarda de campo, un oficio tradicional, ya desaparecido en Sariñena, y que a través de la misma Pilar y su hijo Vicente nos adentramos.
Pilar Royo López.
Pilar Royo López nació el 5 de junio de 1932. De casa de los Custodios, Pilar vivió su infancia en la calle Castillo Alto, una casa justo antes de las escaleretas, cerca de donde vivía Paco Cascabillo. Aunque tenían un poco de tierras, su padre trabajaba para casa Torres, en la tierra, y se encargaba de la brigada que trabajaba para la casa -estaba al tanto de los trabajos-.
Pilar no fue muy estudiosa, fue a las escuelas nacionales y aún recuerda a don Pio, doña Victoria o doña María. Les hacían hacer en el patio actividades, algunas como representaciones y a veces acudía el alcalde y concejales –una vez me hicieron recitar unos versos y gané un bolso para ir a la escuela-. En las nacionales había un gran patio, grande, recuerda Pilar, donde jugaban: -el patio daba a los Esquiñones, por la parte de atrás, donde había una puerta falsa-.
Pilar era la segunda de cuatro hermanas y pronto comenzó trabajar en casa, empezando a hacer encargos y al final no paró de hacer trabajos hasta que fue dejando la escuela. Pronto fue a trabajar a casa Torres, a casa de Mariano. Entonces, casa Torres se encontraba encima del Enado, en la plaza Villanueva, donde estaba la casa nueva y al otro lado la casa vieja, al lado de casa Bolero, donde vivían los de las Tiletas. Allí hacía de todo -todo lo que me mandaban- de ir a comprar a realizar todas las faenas y labores de una casa, de limpieza, cocina o cuidado de los críos. Pilar no paraba nunca, además Fermina, la ama de llaves, era muy exigente -lo primero que me hacía hacer era peinarla-. Pilar se acuerda de ver a los jornaleros comer en el patio.
Su marido Vicente Villellas Betes nació en Lalueza en 1928 y vino a Sariñena con su familia. Su padre entró de Guardia de Campo, oficio que continuó Vicente.
Vicente trabajó en distintas faenas, como labrador, segador, haciendo esparto o como pastor; en casa aún recuerdan cuando llevaba las vacas por la laguna. Iban a segar al monte y se quedaban por alguna masada, cazaban alguna liebre y gracias a ella hacían un rancho para todos En casa tenían animales, cerdos, gallinas y algo de huerta, un pequeño olivar. Pero pronto se convirtió en guarda de campo. Su padre falleció joven y Vicente con 23 años ocupó su cargo, -cogió la correa-.
Familia Villellas Betes.
El cargo de “Guardia Rural” dependía de la “Cámara Agraria local de Sariñena” que tuvo su sede en casa Paraled, en la plaza de la iglesia de San Salvador y luego en un local del Ayuntamiento de Sariñena. Las Cámaras Agrarias en Aragón, fueron creadas durante el régimen franquista, siendo unas instituciones destinadas a ser órganos de consulta y colaboración con la administración agraria, y estaban controladas por el Ministerio de Agricultura. Estas cámaras tenían una estructura organizativa que incluía asambleas con representación de los sindicatos agrarios. En Aragón, las Cámaras Agrarias de Zaragoza, Huesca y Teruel se constituyeron en 1948 y 1950, pero fueron finalmente extinguidas en 2014, pasando sus funciones a los sindicatos agrarios y otras entidades. Uno de los presidentes fue Procopio, que tenía un estanco en la calle del Mercado, en los porches, y de administrativa Alicia Villacampa.
Vicente ostentaba autoridad como Guardia Rural, también conocido como Guardia de Campo. Portaba una chapa oficial que lo identificaba como guarda jurado de Sariñena, siempre brillante, sobre la correa del morral. Tenía prismáticos y un rifle -llevaba balas de las buenas, del 9- que lo solía usar para cazar algún conejo y que nunca faltaron en casa -mataba conejos corriendo-.
Aunque algunos años estuvieron dos guardias, con Manoler Millera, y cada uno llevaba su partida, Vicente abarcaba todo el término municipal de Sariñena, tanto huertas como campos y monte. A principio iba andando y en bicicleta hasta que se compró por su cuenta una moto. El carnet de coche nunca se lo quiso sacar, pues pensaba que nunca se iba a poder comprar un coche.
Vigilaba la huerta, que entonces era muy importante, que no entrase ningún ganado, que no hubiese robos, que nadie se comiese más de la cuenta labrando, cabañeras, caminos, sendas, marguines u otros campos o huertas -siempre había alguno que cogía más de la cuenta-.
Si había robos los investigaba –mia que me han robado un camallón de patatas-, –mia que se me llevan los tomates-, muchos hasta iban a casa suya para contarles que le habían robado u otros problemas. Lo normal era que cogiera a los culpables y lo solucionaran apañándose con los dueños del campo. Algunas veces se pegaba hasta 3 noches escondido para sorprender algún ladroncillo. También había casos en que no le quedaba más remedio que denunciar y llevar al juzgado, iba al juzgado de Huesca y tenía que testificar. Hacía de guardia, pero también a veces hacía de juez, tratando que se arreglasen entre ellos, pues lo solían respetar mucho, solían decir -Lo que diga Vicente, que tiene razón-.
Se sabía todos los campos y a quienes pertenecían, todo lo llevaba en la cabeza, incluso lo llamaban del ayuntamiento si tenían alguna duda con alguna tierra, campo o huerta y para participar en las concentraciones parcelarias.
Otras veces tenía que acompañar a los pastores trashumantes cuando cruzaban el término de Sariñena, le avisaban desde la oficina y, pronto por la mañana, salía a esperarlos. Luego los acompañaba en su tránsito para ayudarles pasar de linde a linde. Muchas veces era el mismo presidente de la cámara quien le llamaba para decirle lo que tenía que hacer.
Madrugaba mucho, era un trabajo de mucha dedicación, que exigía implicación, estar disponible a cualquier hora del día y que incluso muchos iban a su casa para requerirle algo, alguna duda, ayuda o denunciar a alguno.
Con Manolo Foj, Guardia de Riego, eran muy amigo, casi como hermanos, entre ellos se apoyaban y ayudaban muchísimo. Juntos era un placer escucharlos, recuerda su hijo Vicente, -contaban un montón de historias y anécdotas-. En una edición de Femoga los pusieron a los dos de vigilantes de noche, a uno que vio le echó las luces de un tractor y resultó que era un guardia civil.
Entonces la huerta se cultivaba entera, la gente dependía de ella, como sustento de muchas familias y eso llevaba a que había muchos problemas. Fueron también tiempos de necesidades y algaradas. A veces pillaba a los críos robando, subidos a los árboles cogiendo fruta y los encorría. En una ocasión, en venganza, le robaron la moto y se la rompieron, dejándola tirada por un brazal. Los acabó pillando, pero fue lo ingrato del trabajo, el tratar con gente mala.
Cuando extinguieron las cámaras agrarias, Vicente pasó a formar parte de la DGA, como personal laboral y fue destinados a la Oficina Comarcal Agraria de Sariñena.
Pilar y Vicente en la plaza de la iglesia de Sariñena.
A Vicente le ha gustado mucho la huerta y su propio huerto camino los Esquiñones, donde se pasaba buenos ratos. Vicente el guardia, persona cercana, de un oficio dedicado a la huerta vieja de Sariñena que tanta prosperidad nos ha dado.
A su jubilación. la extinta Cámara Agraria Local de Sariñena le honró con una placa como “Guardia Rural” de la misma por 41 años de servicio prestado “Con dignidad y entrega” hasta su jubilación el 3 de noviembre de 1993.
Pilar y Vicente han vivido en un piso en la plaza de la iglesia, en casa Torres, en el mismo edificio donde estuvo el estanco de Asunción Blasco. Han sido felices, formando una gran familia. Vicente falleció a los 90 años de edad, el 27 de diciembre del 2018.





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