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Cucaracha, 150 años de su muerte


Comienza el mes cucarachero, cucaracho, el mes internacional del cucaracha, el año chino de la cucaracha, la constelación de la cucaracha… Comienza un mes revolucionario, rebelde, donde un bandolero vuelve a irrumpir en la historia reivindicando su lugar y obra.

Del cruel y despiadado bandolero monegrino que por la sierra de Alcubierre se escondía.

No pide perdón por sus daños, por el dolor ocasionado, no se arrepiente de sus muertes.

Tampoco piden perdón los piratas ni otros bandoleros. Tampoco pide perdón el hambre ni la sed ni la explotación.

Tampoco requiere de tu aprobación y, si quieres la verdad, poco o nada le importa tu opinión.

Si quieres saber de él, ya sabes su paradero, por la sierra de Alcubierre, donde su memoria permanece viva.

Mariano Gavín Suñen: El bandido Cucaracha, asesinado el 28 de febrero de 1875.

La historia de una rebeldía. Textos cucaracheros, textos subversivos.

Relación de textos que se irán publicando a lo largo de este mes de febrero.

¡Asesino!

-El muy cabrón no quería trabajar, vivir sin dar palo al agua, el muy sinvergüenza. Un vividor, ese maldito desgraciado, ya le hubiera enseñado yo bien, si señor, a palos. Eso sí, a beber y comer como el que más, buen trago porrón y buen apretón a la bota de vino y a fanfarronear de quitar lo que otros a bien nos hemos ganado. ¿Quién se cree que es? ¿El Robin Hood aragonés?, maldito desgraciado, bandido y asesino de niños. –  

-Si hasta le di faena, de repatán y a segar en verano y el muy desgraciado se escaqueaba del trabajo y encima era el que más se quejaba y reclamaba. Perro, el más perro de toda la comarca, que sin trabajar quiere comer cordero y llenar el granero. –

-Tira p´al monte, mierda de desgraciado, ladrón ruin y cobarde, escapa, huye y escóndete en la sierra, que no te pille. Siempre romanceando, siempre quejándose, malnacido. ¿Quién se cree que es? ¿El Curro Jiménez aragonés? -.  

-Asesino cruel, capaz de lo más despiadado y sanguinario, ¿A cuántos quemaron vivos? ¿A cuántos?? ¡Ojalá ardas en el infierno maldito cabrón! –

-¡¡Han matado al Cucaracha!!- Todos corren a ver su cadáver tirado en la plaza, los críos salen de la escuela, se juntan todos en la plaza, lo contemplan y perdido el miedo, ante su cuerpo ya sin vida, comienzan a gritarle -¡ladrón!- -¡asesino!-, algunos le escupen incluso recibe alguna que otra patada su cuerpo inerte.

A Gregoria se le escapa una lagrima que rápidamente trata de disimular, prudentemente se retira de la plaza. Solo unos pocos lo contemplan a la distancia, contienen su rabia. ¡Hay esperanza! – ¡Asesinos! ¡Malditos asesinos! -.

Cucaracha

Asquerosa, repugnante cucaracha. Insecto, que corretea velozmente, huidiza, sucia cucaracha vector de enfermedades, asco es decir poco.

Sin embargo, a lo largo de la historia y en distintas civilizaciones ha sido considerada como símbolo de residencia y persistencia. Y esto no deja de ser una rebeldía en sí misma. Un giro inesperado.

Es resistente. La cucaracha es capaz de sobrevivir en condiciones extremas, podemos exagerar y decir que sobreviviría a una hecatombe nuclear pero no al insecticida de Mercadona. Son rápidas y huidizas, son astutas y se adaptan y reaccionan mucho más rápido que los humanos ante cualquier estimulo o contacto.

La mitología griega la asocia con la diosa de la oscuridad y la noche, a la diosa Nix; como ser del reino de las sombras que habita en los rincones más oscuros del mundo. Incluso existía la creencia que la cucaracha tiene la capacidad de predecir el futuro siendo mensajera de los dioses del inframundo, por ello les conferían un estatus especial en la mitología griega.

Igualmente, los egipcios la consideraban símbolo de resistencia y supervivencia, siendo asociada con la oscuridad y la impureza, especialmente por habitar lugares oscuros, sucios, en desechos y escombros “Se creía que las cucarachas tenían la capacidad de superar grandes desafíos y que eran mensajeras de los dioses en el reino terrenal. Su capacidad para sobrevivir en condiciones adversas las convertía en criaturas admiradas por su tenacidad y resistencia, lo que las hacía dignas de aparecer en las leyendas y mitos de la antigua civilización egipcia”.

En la cultura china, la cucaracha también se asocia con la inmortalidad y la capacidad de superar obstáculos y las tribus nativas de Australia creían que su presencia estaba relacionada con la capacidad de adaptarse a los cambios y de encontrar oportunidades en situaciones difíciles.

En la religión cristiana, la biblia la relaciona con el hambre y la pobreza.

Según G. H. Monod (Revue rose, 27 de junio de 1896), las cucarachas son altruistas. Este autor había encerrado en un recipiente algunas cucarachas para que sirvieran de alimento a un lagarto. Huyendo del lagarto, cayó una cucaracha al agua; inmediatamente las otras cucarachas, interrumpiendo su huida, fueron a ayudar a su compañera; olvidando el peligro en que ellas mismas se encontraban, realizaron un verdadero salvamento, ayudándose entre sí para conseguirlo (Diario de Huesca del 23 de octubre de 1896).

Así, que la percepción de la cucaracha tiene algo de subjetiva, hasta de contradictoria e incluso antagónica; quizá podamos decir hasta manifiestamente rebelde y revolucionaría.

Pues imagínate una metamorfosis kafkiana mudando a una cucaracha.

Imagínate ser…, ¡ser Cucaracha!.

Sierra rebelde

Sierra rebeldía, sierra brava, sierra escondida que das cobijo a bandoleros, forajidos y proscritos de la ley; a insurrectos e insurgentes. Sierra rebelde que te alzas entre secanos y yermos y te resistes a hundirte en plena depresión del Valle del Ebro. Desafías al llano, a tierra plana, a la árida comarca de Los Monegros y te elevas rebelde, destacando sobre el horizonte para quien sabe contemplarte, para quien sabe detenerse y apreciarte. Para quien sabe quererte.

Sierra a medio camino entre los Pirineos que tanto desde aquí se contemplan y las serranías turolenses, corazón de Aragón y al oeste el Moncayo, mientras, serpenteante, pasa sigiloso al sur el Ebro. Sobresales con tus abruptas caídas. Suben y bajan labradores, segadores, pastores, leñadores y carboneros, negros como un tizón, como la sierra, como estos montes rabiosos y desafiantes, estos salvajes montes negros. El sol aquí no quema, aquí arde.

Indomable sierra, al igual que tus barrancos y vales. Guarida de bandoleros, cuevas de San Caprasio. Cabalgan y recorren a pie, a cada paso tus montes, tus quebrados cerros y lomas. En ti se esconden y en ti se refugian, sierra rebeldía, hogar de hombres de destino incierto. Ningún río discurre por esta maldita sierra.

Son tierras lejanas, en medio de la nada. Donde adentrarse conlleva peligros. Dicen aquí solo moran los diablos, dicen allí moran los demonios más perversos. Moran las cabras y chotos, rebaños que pastan en tus acantilados sin mar, brincando por sus enriscadas laderas de la sierra rebelde, con sus cuernos y barbas de chivos que inevitablemente evocan al mismo Satanás, a Belcebú, a Lucifer… ¡al mismo diablo!

Sierra de sobrevivir, de hambre y sed. Sierra de cazadores y furtivos, de trampas, huroneo, lazos… Refugio de brujas, sierra rebelde que acoges a pesar de la dureza que imprimes, de veranos ardientes e inviernos heladores. En ti se refugiaron cuando las tropas francesas asediaban Zaragoza en su segundo Sitio. También con el estallido de la guerra civil muchos en ti buscaron cobijo. Sierra revolucionaría y libertaría, de trincheras cavadas a pico y pala. Aquí tomaron posiciones fuerzas libertarias, fuerzas de Durruti y del POUM. Por aquí anduvieron los maquis. Sierra de historia.

Sierra que proteges, en ti mece el cierzo la bandera de la libertad ya que, en esta tierra, el cierzo nunca tiene compasión. Donde sobrevuela magna el águila real o el águila culebrera. Donde has forjado a fuego leyendas.

Pues siempre dirán que por la sierra de Alcubierre, por la sierra rebelde, se pasea el Cucaracha, siendo un hombre tan pequeño, cuanto respeto que causa.

Un hombre enorme, una sierra de leyendas. La sierra de Alcubierre.

Allí moran, según dicen, los demonios más perversos.” (El Cantar de Roldán. Transcripción de Redoli Morales (2006: LXXVIII, vv. 1773- 1786).

Ya nadie cuenta sus historias

Nadie cuenta ya sus historias. Nadie narra sus andanzas, sus aventuras, sus hazañas, sus correrías… Nadie las relata ya sentados en las cadieras al calor de fogaril o en las noches veraniegas a la fresca. Nadie las cuenta en los paseos por el pueblo, en el banco al sol o a la sombra del viejo olmo, en el mentidero, en la placeta o en el cruce. Nadie cuenta la historia de aquel celebre bandolero que dominó la comarca y mantuvo en jaque a la guardia civil, aquel que por nombre llevaba Mariano Gavín Suñen.

Ya nadie cuenta historias del bandido Cucaracha y su banda, se pierde esa transmisión oral, esa sabiduría popular que, consciente de la dureza del personaje, de sus atrocidades, lo ha transmitido en esa rebeldía que él mismo imprimió en su malograda vida.

Ladrón de ricos, azote de caciques, de ricachones chulescos, justiciero que a ellos quitaba y al pueblo daba.

A pesar de sus oscuros hechos, su leyenda siempre vuelve a resurgir, como gran bandolero. Desafiando al poder, al orden y a la ley, ideando planeados asaltos y secuestros, de ingeniosas escaramuzas, de escondites y evasiones e intensos fuegos a trabucazos o a escopetazos, con su escopeta de dos cañones o su carabina Remington, contra las fuerzas de la guardia civil.

Su afilada navaja bandolera de carraca, su impronta curtida en asesinatos, en crueles asesinatos, ya no es protagonista en sus historias por contar. 

Ya nadie cuenta sus historias en la siega, ni recogiendo el esparto, ni en la huerta… ya no cuentan sus historias los leñadores, ni los pastores y rebadanes, subiendo a la sierra, en carros o yendo a pie. Ya nadie cuenta sus historias en el rancho, entre trago y trago a la bota de vino o al porrón.

Ya nadie cuenta aquellas historias que se contaban y lo han perpetuado en la memoria colectiva. Pues la transmisión oral no deja de ser la misma esencia de su historia, que ha hecho que siga viva, viva en la tradición oral y nosotros mismos seamos motores de transmisión oral de la historia de un bandolero que siempre será leyenda.

A mi amor Jobita

Justo antes del anochecer, cuando el sol cae en el horizonte y el cielo se prende de ardientes colores, de cálidas tonalidades rojizas, fucsias, anaranjadas o intensos amarillentos, pienso en ti. Cuando la oscuridad se impone, arriba, en la fría sierra, y el silencio se adueña del monte pienso en ti. En las noches estrelladas, pienso tanto en ti como estrellas brillan en el firmamento. Y pienso en ti en las noches de luna llena, deslumbrado, sabiendo que incluso brillas más que el sol en cada amanecer.

A veces contemplo de lejos el pequeño pueblo de Alcubierre, imagino entrar en casa, con el calor del hogar y tu recostada y yo despertándote con un suave beso sobre tu mejilla, a lo que me sonríes, cómplice, mientras te arropo con la manta de lana de azul oscuro que tu madre tejió en su último invierno.

Pienso en ti cuando presiento la muerte tras de mí, cuando el miedo me invade y me estremece, cuando he de ser valiente en vez de temeroso, pienso en ti y la fuerza me brota rabiosa, maldiciendo la vida que me echó al monte. Pienso en ti cuando no encuentro salida, cuando acorralado doy todo por perdido. Pienso en ti porque es lo único que me hace tirar p`alante, porque no hay nada en la vida que me importe más que tú.

Pienso en ti cuando veo volar al águila real y pienso en ti al ver los ababoles inundar los dorados campos de cebada mecidos al cierzo. El tomillo y el romero me recuerdan tanto a ti, bajo esa sabina en la que fuimos eternos, en esa primavera que nunca olvidaremos. Cuando aún teníamos sueños.

Pienso en ti cuando la sed me ahoga, cuando la boira no me deja ver el camino, cuando el polvo no deja ver el sol, cuando la vida no me deja estar junto a ti. 

Y ahora pienso en ti, desde esta sierra perdida y rebelde que tantas distancias guarda, sabiendo que la despedida sin un -adiós- o un -hasta pronto cariño- está a punto de llegar. Oh Jobita de mi corazón, de mi maldito corazón de bandolero, me maldecirás por la vida que no te he sabido dar.

Siento no poder despertar a tu lado, en nuestra humilde casa de Alcubierre, ahora mi hogar es la sierra, solo ella me da el amparo y la libertad para existir, pero sin ti no sé vivir, sin ti la sierra es tierra quemada, tierra muerta, sin ti la sierra es el mismo infierno. Parece que he vendido mi alma al diablo y solamente sé que estoy vivo porque aún mi corazón late por ti.

Sierra de Alcubierre, 14 de febrero de 1875.
¡Te quiero Jobita!, El Cucaracha.

Carta de Jobita

Pocos sabéis de mí, más bien nada, pues siempre he sido la mujer del Cucaracha, de aquel bandolero célebre al que todo el mundo temía en esta redolada del mundo llamada Los Monegros.

Lejos quedan aquellos años felices de noviazgo que acabaron en boda. Pronto las ilusiones y los sueños se esfumaron, quería tener familia, pero a Mariano le gustó más sus correrías, desaparecer durante días e incluso semanas, hasta que de repente desapareció.

Había aparecido un chico muerto, yo no quise creerlo, pero te culpaban. Huiste a Francia y aquí me dejaste, sola, abandonada, sin saber nada de ti, sin saber que hacer, sobreviviendo como podía, mendigando entre familiares. Luego supe que me mandabas dineros que nunca recibí.

A tu regreso todo fue a peor, cuando ya te echaste a la sierra y hasta formaste cuadrilla de bandolero, tu eras el líder. En el pueblo me miraban mal, nadie me dirigía la palabra, nadie quería darme su amistad, me dejaron de lado. Algunos venían a preguntar a casa si sabía algo de ti, que dónde estabas o si rondabas alguna noche por casa. Yo callaba y aguantaba, luego lloraba toda la noche, temblaba de miedo, asustada, en una casa fría y vacía.

Aquella desgracia me corroía, me perseguía. Sentía los cuchicheos, los rumores de queridas que tenías en distintos lugares o las continuas noticias que ya te habían cogido. He notado vuestras miradas hirientes, los murmullos cuando pasaba, aunque nadie se atrevía a decirme nada a la cara, teníais miedo de Mariano, sabíais que si me pasaba algo lo pagarías con vuestra vida.

Tu siempre tiraste a la sierra, como una llamada a lo salvaje que inevitablemente pudo contigo hasta el fin de tus días. Incluso traté en seguirte y hasta me detuvieron la guardia civil. A pesar de todo siempre te quise.

Ahora siento pena y rabia y a la vez un triste alivio que me invade sin verdaderamente entender que va ser de mí, sintiendo que esta herida nunca cicatrizará. Quizá ahora pueda encontrar algo de paz aun cargando tanto dolor y vacío que me queda por arrastrar toda mi vida. Porque fuiste mi vida y también mi muerte.

Gracias a Rafael Andolz Canela

Aunque sin duda es gracias a la transmisión oral, que se ha conservado gran parte de las historias del bandido Cucaracha, es a Rafael Andolz Canela, gran etnólogo aragonés, a quien se debe el gran trabajo sobre la vida del célebre bandolero monegrino.

Rafael Andolz Canela, escritor aragonés, ha sido, ante todo, un gran amante de la cultura aragonesa, publicando gran número de artículos y libros. Andolz nace en Jaca el 23 de septiembre de 1926 y ejerce de sacerdote, además de investigar como etnógrafo la cultura aragonesa. Considerado, además de escritor, filólogo y lexicógrafo es fundador del Consello d´a Fabla Aragonesa. Igualmente es profesor de bachillerato y miembro del Instituto Aragonés de Antropología, entre otras muchas actividades que desarrolla a lo largo de su vida.

Para conocer la figura del bandido Cucaracha, Rafael Andolz Canela recorre las diferentes localidades, así como los diferentes lugares y parajes monegrinos por los que campa el bandido, recogiendo testimonios y tradición oral sobre el bandido Cucaracha. Un trabajo minucioso, aportando gran detalle, de personajes, informantes, fechas, toponimia… donde, además de aportar gran cantidad de testimonios, realiza la consulta de partes de la guardia civil, partidas de defunción o de noticias aparecidas en la época del bandolero.

Así, en 1982 Rafael Andolz publica “El Bandido Cucaracha y Puchaman de Lobarre” (Biografías aragonesas). Andolz es el primer refundador de la vida de Mariano Gavín Suñen, narrando la vida del Cucaracha aportando el contexto exacto de la vida rural del profundo secano aragonés de aquella época. A su vez, es reseñable la sensibilidad de Andolz transmitiendo la historia recogiendo las particularidades propias del aragonés de la tierra. Pues seguramente, Cucaracha hablaba un aragonés bastante completo.  

Rafael Andolz Canela fallece en Huesca el 9 de octubre de 1998.

En el 150 aniversario de la muerte del Cucaracha, desde Os Monegros queremos mostrar nuestro agradecimiento y reconocimiento a Rafael Andolz Canela, por “El Bandido Cucaracha” pero también por toda su extensa y magnifica obra sobre la cultura aragonesa. ¡Gracias Rafael Andolz Canela!.

El Cucaracha

En la tradición oral, el alias de «El Cucaracha» viene dado por su constitución de baja estatura, flaco, de piel morena y siempre vestido de negro. Una versión que los mayores de Alcubierre siempre han conocido y reconocen como autentica. De esta forma, el apodo de «El Cucaracha» responde a la formación típica de apodo o mote aragonés que, de forma irónica, sarcástica y/o socarrona, pone en evidencia un aspecto físico o de carácter, que lo resalta, lo pone en valor o lo ridiculiza.

Pero uno de los orígenes que más ha transcendido ha sido el que nos aporta Rafael Andolz, relacionado con la canción de “La Cucaracha”, que de crio Mariano Gavín Suñen cantaba y bailaba. Canción que la borda, señala Andolz, “Tanto y tan bien que en el pueblo todo el mundo llama al chaval “Cucaracha”. Sin embargo, Andolz aporta únicamente los dos primeros versos de la famosa estrofa: “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…”.

Estos versos se popularizaron con la revolución mexicana en 1910, años más tarde que viviese Mariano Gavín Suñen (1838-1875). Aunque su origen es impreciso de datar, la primera referencia encontrada viene de la mano de Rafael Sánchez Escobar, periodista de Veracruz que se ganaba la vida tocando el piano. De ideologías revolucionarias, tocaba el piano en las cantinas de Monterey. El 24 de abril de 1914, un militar revolucionario lo requirió para amenizar a su tropa para lo que Rafael Sánchez Escobar tocó una canción que le cantaba su madre, una tonadita que así decía: “La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque le falta, porque le falta cuartilla para almorzar”. La canción de estribillo pegadizo pronto coge fama entre las fuerzas dedicándola al presidente Victoriano Huertas, alcohólico, gran consumidor de marihuana y cojo “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar; porque no tiene, porque le falta, marihuana que fumar”.

«La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar;
porque no tiene, porque le falta
la patita de atrás.«

La canción revolucionaria se convierte en todo un himno de la revolución mexicana y pronto se extiende al ejército de Pancho Villa. Un revolucionario, Pancho Villa que, en sus inicios, al parecer, también ejerce de bandolero, según la historiografía, al igual que nuestro protagonista el bandido Cucaracha. Incluso hay versiones variopintas de “La Cucaracha” dedicadas al líder revolucionario, pues la canción fue usada para burlarse del adversario por ambos bandos. Curiosamente, años más tarde Pancho Villa estuvo presente en la guerra española de 1936, como alias de un líder anarcosindicalista y combatiente de la Columna Ascaso y miembro del comité revolucionario de Grañén. Parece que todo se quiere relacionar sin llegar a tener relación.

Hay que decir que la popularidad y la relevancia histórica de “La Cucaracha” ha tenido un amplio desarrollo en la realización de estudios e investigaciones en México, por conocer los orígenes del popular corrido. La aproximación les ha traído a España, aunque ninguna de las referencias recoge las estrofas características que Andolz cita: “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…”.

«Corrido de la Cucaracha», de Antonio Vanegas Arroyo (Litografía de 1915). “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar; porque no tiene, porque no tiene dinero para gastar.”

Así, estrofas de la popular canción mexicana aparecen recogidas por primera vez en 1859 por Fernán Caballero (Cuentos y Poesías Populares, 1859), aunque diferentes fuentes citan que posiblemente ya existía hacia 1818. También, unos años después, en Cantos Populares de 1883 de Francisco Rodríguez. Ambas obras incluyen estrofas que posteriormente fueron usadas en las versiones mexicanas.

Además, el corrido, registrado por el poeta y folclorista Francisco Rodríguez Marín, cuentan que su letra original hace alusión al enfrentamiento entre cristianos y moros, el cual concluye en 1492 con la rendición de la Alhambra por parte de estos últimos. Alberto Lira Hernández dice que los llaman “Cucaracha” igual por las barbas de los moros. Esto último nos lleva a relacionarlo con las representaciones de “moros y cristianos” tan presentes en los dances aragoneses y en especial en los dances monegrinos. Podría ser, pero carece de consistencia.

Después de todo lo expuesto, es curioso que Rafael Andolz inventase el origen de “El Cucaracha” y quizá solo fue un recurso literario al novelar su historia, o tal vez aquella versión existió en la tradición oral, aunque en Alcubierre no la reconozcan. En fin, que la leyenda del Cucaracha no deja de estar llena de misterios, incógnitas, dudas… que es lo propio de un personaje de leyenda como es nuestro bandolero “El Cucaracha”.

Una historia que traspasa continentes pues incluso hay quien asegura que El Cucaracha no murió aquel 28 de febrero de 1875, sino que cruzó el charco recalando en Cuba donde continúo su oficio de bandolero. Allí formó de nuevo su banda, toda una partida de filibusteros, quizá hasta de piratas y próximos revolucionarios. Cuentan que murió allí en Cuba, lejos de su sierra rebelde, de su sierra revolucionaria de Alcubierre: “Dicen de la Habana que ha sido batida una partida filibustera matando al cabecilla Cucaracha y haciendo presos a los individuos Delgado y Acosta, a quienes se condujo a Bejucal. Se han presentado más individuos de la anterior partida.” (Diario de Huesca – 23 de noviembre de 1897).

Corrido del Cucaracha

La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque ha perdido, porque ha perdido
su trabuco para disparar.

Ya murió el Cucaracha
le envenenaron el vino
y en el corral de l
`Anica
lo cogieron sin vida.

La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque ha perdido, porque ha perdido
su trabuco para disparar.

Si no es por ello nadie le alcanza
pues no hay nada más verdadero
que ya solo queda la venganza
por la muerte del bandolero.

La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque ha perdido, porque ha perdido
su trabuco para disparar.

Ya murió el Cucaracha
que ya es leyenda
y por la sierra camina
su presencia que es eterna.

La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque ha perdido, porque ha perdido
su trabuco para disparar.

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Reflexiones entorno al Cucaracha con Paco Paricio, titiriteros de Binéfar.

Peñalbeta

Al pie de la sierra, de la sierra de Alcubierre, posado al este, el viejo despoblado de Peñalbeta se resiste a desaparecer. Es en el monte de Lanaja, en el viejo camino Real de Zaragoza a Sariñena y Monzón, cruce con el camino de Lanaja a Castejón de Monegros.

Peña Albar, peña Albeta, bajo una oscura sierra que ha dado nombre a Los Monegros. Blanquecina brillabas generando un contraste que ya es difícil de percibir, a medida que tu memoria se perdía en los tiempos que dejamos atrás. Tiempos que hemos dejado atrás, en esas montañas de enrona donde los recuerdos son tan difíciles de encontrar. Donde ni si quiera nadie busca. Donde quedan ocultos, sepultados en el cruel olvido.

Y próxima a ti, sobre una leve elevación, igual en ruinas, casi ya desaparecida iglesia de san Martín, donde posan unos cuervos y, a veces, una huidiza águila real. Apenas se aprecia tu contorno y el frágil arco de ladrillo. Solo hablan de desaparición.  

Fotografía robada a José Luis Ona González. Autoría del hurto «El Cucaracha».

Resiste Peñalbeta, despoblado formado por un conjunto de aldeas, de casetas de monte que así son conocidas en Lanaja. Sus muros de piedra, sus arcos de ladrillo, construcciones tradicionales se resisten a medida que se derrumban ante lo inevitable. A duras penas resisten algunos tejados, mientras otros yacen caídos mientras los muros siguen el mismo camino.

Ya no es lugar de paso, en el viejo camino Real de Zaragoza a Sariñena y Monzón. Aquel que tras pasar Sariñena pasaba por la Cartuja de las Fuentes hasta Peñalbeta, donde estaban los percherones, los caballos que ayudaban a superar los carros la subida a San Caprasio por Val Zaragoza y que luego por Farlete emprendía el descenso hasta Zaragoza.

Pobres aldeas, las aldeas de Macario, el Carlista, el Casero, de Juan Mariano, del Torralbes, de Hilario, de Quiterio, de los Pallarueleros, la posada de Lorda o la del Borrachón. Algunas, por sus grandes portadas, quizá del siglo XVI o XVII, apunta el arqueólogo José Luis Ona González.

Y por ti anduvo el célebre bandolero El Cucaracha, cerca le dieron muerte, en el corral de l´Anica. Bien podríamos volver a darte vida Peñalbeta, bien podríamos hacer de ti un centro de interpretación del bandolerismo, del bandido Cucaracha y su banda. Bien podría volver a ser lugar de paso, de excursiones por el viejo camino Real de Zaragoza a Sariñena y Monzón, de refugio, donde poder descansar y volvernos a encontrar con la historia de esta tierra, de nuestra memoria, de su gente y de esta sierra rebelde y bandolera que resiste ¡Resiste Peñalbeta!.  

Manifiesto Cucarachero

A todas las mañanas que florecen libres.

A todas las almas libres que se abarcan desde estos parajes de la sierra de Alcubierre.

A cada rojo ababol y a todas las flores que alegran a mi Jobita de mi corazón.

A cada rayo de sol que iluminan de esperanza cada día.

A los rabiosos secanos granados de cebadas y trigos mecidos al cierzo.

A cada paso dado en estos montes de Los Monegros, a cada huella hundida en el polvo.

A todas las ilusiones y sueños que luchan por hacerse realidad.

A todas las nubes que traen lluvia y a los pajarillos que cantan alegremente con cada gota.

A todas las balsas que rebosan los cantaros y pozales.

A todos los bandidos y forajidos, a los sin tierra y a los nadie.

A todas las brujas que tanto persiguieron.

A todas estas boiras que no nos detienen y al final nos dejan ver.

Al inquebrantable mallacán.

A cada atardecer y cada cielo que se prende fuego advirtiendo de la próxima batalla.

A cada batalla por ganar.

A todas esas hogueras que nunca dejan de arder.

A todas esas purnas que salpican el firmamento en infinitas estrellas.

A la luna que acompaña en soledad.

A cada utopía que no dejamos perder en cada horizonte y perseguimos hasta un nuevo amanecer con rasmia y sin reblar.

Que retumbe mi voz desde esta sierra rebelde que aquí hay un hogar y un paisaje. Y brindemos, brindemos con vino como si no hubiese un mañana..

El crimen de Farlete


A los pies de la sierra de Alcubierre, en su desnudez salpicada por solemnes sabinas, aparece el santuario de la Virgen de la Sabina de Farlete. Un espléndido templo barroco del siglo XVII, erigido sobre una antigua ermita, justamente en el mismo lugar donde la virgen se le apareció a un pastor erguida sobre una sabina. Su construcción, principalmente en ladrillo, presenta una majestuosa simetría “Muy escenográfica en su volumetría” (SIPCA). Asimismo, el santuario cuenta con una de las cofradías más antiguas fundadas en Aragón, en 1444.

El templo, además de ser saqueado, sufrió algunos desperfectos durante la guerra civil, daños que fueron subsanados con su rehabilitación en los años 2010 y 2011. Pero este no fue el único acontecimiento que afectó al templo: un robo a principios del siglo pasado “El crimen de Farlete”.

Alberto Serrano Dorader, en su artículo, del que también tomo robado el título, (El crimen de Farlete. Aragón de Leyenda, Heraldo de Aragón, 5 de julio del 2015) da cuenta de Salvador, un pobre y desconocido anticuario y librero que se hacía pasar por Borbón y que murió en el Madrid de 1935. Serrano cita como el mismo Pio Baroja se interesó por su vida, de aquel hombre desgraciado que, entre sus muchos devenires, había cumplido condena en el penal de Burgos «… don Salvador, en connivencia con un anticuario, se presentó con dos hombres, de noche, en la ermita de Farlete, un pueblo de la provincia de Zaragoza. Hay, efectivamente, a poca distancia de la aldea, una ermita, dedicada a Nuestra Señora de Farlete o de la Sabina. Don Salvador y sus acompañantes querían sustraer unos cuadros de mérito que allí había. Salió la mujer del ermitaño al encuentro de los asaltantes, y uno de ellos le dio un golpe con un bastón en la cabeza y la dejó muerta. Éste fue, según algunos, el motivo de su prisión».

Así, el robo aparece exactamente publicado el 26 de junio de 1912 en el Heraldo de Aragón, cuando, según palabras de Serrano, “Nuestro periódico transcribía el ‘lacónico’ telegrama en el que la Guardia Civil comunicaba la tragedia al Gobernador de Zaragoza: «Noche última robada ermita Sabina y asesinada ermitaña»”. Además, Serrano lanza la pregunta “¿Será verdad que uno de los malandrines fue quien tiempo después se quiso hacer pasar por Borbón?”.

“El Crimen de Farlete” también aparece en la edición del ABC del 28 de junio de 1912 «Se reciben detalles del robo y asesinato cometido en la ermita de Farlete. Se supone que fue un hombre solo el que cometió los hechos criminales. La ermitaña, Andrea Justa Balsa, fue asesinada y luego se llevó el criminal una corona de la Virgen, una cadena de plata y dos lienzos de poco valor».

El robo acabó con la vida de la pobre ermitaña Andrea Justa Balsa, quien al parecer había advertido hace días de serías sospechas. Cuatro días antes de su asesinato, Andrea manifestó a la Guardia Civil «Que se le había presentado un joven mostrando deseos de cumplir una promesa hecha en Melilla a la Virgen de la Sabina, por haber salido ileso de la campaña». Asimismo, el joven entregó a Andrea unos pendientes, «Con el encargo de venderlos y destinar el importe a comprar cera para la iluminación de la ermita. Añadió que si cuando él volviese no había podido vender los pendientes, los recogería, entregándola cinco duros para que les diese la mencionada aplicación».

Andrea murió de dos balazos, hallando con ella una carta que atribuyeron al autor del crimen. En el sobre aparecían las siguientes palabras “Soy de Bujaraloz”, lo que les llevó a intuir que era una maniobra de distracción para evitar ser perseguido en su verdadera huida. La carta presentaba indicios de corresponder a persona nada vulgar, según su lectura. El medio que aporta esta información cita a la ermitaña como Andresa Insa Balsa.

Serrano añade como “poco después del robo y del crimen de Farlete, el redactor de sucesos de Heraldo de Aragón se preguntaba”: «¿Quién había de suponer que a una ermita humilde, enclavada en un rincón de la tierra de difícil acceso, habría de llegar la insaciable sed de tesoros artísticos que se apodera cada vez con mayor frenesí de los grandes centros de cultura? ». Serrano finaliza su artículo con la pretensión de seguir investigando el “tan apasionante asunto”, desconociendo cuál fue el resultado.

Quedan incógnitas, pero sobre todo los cuadros o lienzos sustraídos del santuario. Quizá pinturas de alto valor, como las bellísimas pinturas murales del camarín de la Virgen, relacionadas con la escuela de Bayeu. Pinturas que se han barajeado la hipótesis de responder al pintor cartujo Fray Manuel Bayeu, por cercanía, cuestión que el experto José Ignacio Calvo Ruata niega. No obstante, el valor patrimonial, cultural, histórico y sentimental resulta incalculable.

Y ¿Quién sabe?, tal vez en un futuro puedan volver los lienzos robados y saber la verdad de un crimen aún por resolver.