José Antonio Labordeta estuvo muy ligado a Los Monegros. Un territorio al que hundía parte de sus raíces y al que dedicó profundos versos que ya forman parte de la esencia pura de Los Monegros.

Mirando al sur desde la loma de La Almolda
José Antonio Labordeta, Los Monegros
Su último poemario “Monegros” se publicó en 1994. El mismo José Antonio Labordeta, en sus memorias “Regular, gracias a Dios”, narra que buscaba exaltar la esencialidad del paisaje, de este desierto Monegrino tan hermoso y al mismo tiempo tan nuestro. Lo reconoce como propio, por ello logra adentrarse en la esencia de esta tierra, con esa extraordinaria mirada poética y, en un tono socarrón, reflexiona sobre el paisaje y sus gentes. A José Antonio le estremece la compacta horizontalidad del cielo cayéndose de bruces sobre otra soledad, en un hermoso mar petrificado en el que ni los pájaros saben cómo posarse. Se adentra en la profundidad, en la misma vida tan concreta en la aridez aragonesa y el cierzo, en la soledad y en el silencio, en la metáfora del mar, de un infinito mar de desconciertos, contrastes y contradicciones; comprendiendo el autentico carácter secano de mirar al cielo aguardando la escasa y deseada lluvia. El prólogo de Antón Castro es clarificador «La tierra atormentada de Labordeta», considerando a Monegros como uno de sus mejores libros, para terminar sentenciando que “los versos del escritor nos lo revelan todo con la transparencia de un dolor inmenso, pero también con la fascinación irremisible de quien se siente cautivado por una hecatombe de tierra atormentada”.
Un 27 de septiembre comenzó a escribir los primeros versos de Monegros.
“Nada saben los pájaros de sombra.
Huyen, vuelan, posan su lentitud
Sobre la clamorosa distancia del olvido.
Sólo el viento
Los devuelve a la vida.”
Labordeta
Labordeta se detuvo en una tierra siempre de paso, lugar de su abuela paterna. En Memoria de un Beduino en el Congreso de los Diputados comienza con Razones desérticas, una primera parte que responde a una proclama de orgullo de sus diversos orígenes aragoneses. Monegros es esencial para comprender la figura de José Antonio Labordeta, es una planicie misteriosa, un cielo desmedido, y una tierra atormentada, donde “En los ojos sombríos de los hombres/ que atenazan la tierra con sus gritos/ para espantar, si cabe, aún más el tiempo/ que, lento/ desmigaja la intemperie brutal de los estíos”.
“Mi abuela Josefa nació y se crío en uno de los lugares más agreste del territorio de Los Monegros aragoneses, La Amolda, pueblo asentado sobre una loma y protegido de los vientos del norte. Desde sus calles se contempla, hacia el sur, todos los barbechos, casi infinitos, esperando la lluvia y muriendo en unos pinares ralos y difusos, el fondo del paisaje, quizá, las últimas huellas de lo que fueran los montes negros”.
De esta tierra hermosa
dura y salvaje
haremos un hogar
y un paisaje.
Labordeta
Para Los Monegros José Antonio Labordeta es su poeta, una memoria que permanece enraizada como una sabina contra un horizonte que no termina nunca a la intemperie del sol y el cierzo, como los versos que ocupan el silencio y la soledad en estos baldíos de tantos estíos, paramos yermos; su voz a la tierra, al paisaje resuena desgarrada: ¡dicen que quieres que te festejen!. ¡Gracias poeta!, que para empujar, ¡que empuje la mañana!.
En Los Monegros resplandecientes
Al horizonte tan solamente le irrumpe,
A la soledad, al silencio y al vacío,
Una eterna e infinita sabina.
Publicau en “ Os Monegros el 19 de septiembre del 2011.
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Me dicen que no quieres.
Ta cutio, josé Antonio!
