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Luis Aguilar Palacio


Famosas son las madalenas de Bujaraloz que han sido y son horneadas con el sabor tradicional, pues Bujaraloz ha sido y es pueblo de grandes panaderos: El Betes, Barrachina, Claver o Aguilar. Gracias a Luis Aguilar Palacio, nos adentramos al calor de su horno, en su panadería cuyo olor a masa madre amasándose, a pan recién hecho y a bollería y repostería nos conquistan para siempre. 

Luis Aguilar Palacio nació el 24 de junio de 1938 en Bujaraloz, en casa, asistido por el practicante -por aquellos tiempos atendía todos los partos-. Su padre trabajaba en el campo y su madre en casa, eran seis hermanos. Campo de secano y muy pocas tierras, por lo que su padre se dedicaba a hacer yeso, por lo que era conocido como “Casimiro el Yesero”.

Tenía un horno y el pueblo un molino y el rollador, donde molían el yeso -Pagaban según gastaban luz, según los kilovatios consumidos-. Antiguamente rollaban con las ruedas de los carros en el Tollanco, con las mulas tirando el carro y chafando el yeso. Casimiro vendía el yeso en Peñalba y a gente de Caspe que venían a comprarlo a Bujaraloz. Subían albañiles, particulares a comprar yeso -Si se cocía bien se hacía muy bueno-, recuerda Luis. No había cemento y se hacía todo con yeso –El que más se cocía era mejor y se gastaba para hacer suelos, resistía igual que el cemento-.

Luis jugaba a los pitos, colocaba cepos para cazar pajaricos o iba a las eras a jugar al fútbol. A la escuela trataba de no faltar nunca, únicamente cuando tenía que ayudar a su padre en el molino, especialmente cuando había dos moliendas y había que separarlas.

No eran años buenos, afirma Luis -Los años malos la gente marchaba a trabajar a Cataluña o a arreglar carreteras, cuando había faena-. Algunos tenían mulas y llevaban en invierno paja a Gandesa (Tarragona). Otros trabajaban para las casas ricas que tenían mucho ganado, tenían unos 6 a 7 pastores, como casa Gros o casa Rozas. En casa tenían cerdos, un gallinero, pasaron años muy justos. Entre 1940 y 1950 mucha gente emigró a trabajar fuera.

Llegaron años peores, a partir de 1946 se empezó a no coger nada del campo, fue una sequía muy dura, recuerda Luis. En 1950, viendo que así no podían vivir, marcharon a Castillonroy (Comarca de la Litera). Allí trabajaron llevando una finca, permaneciendo por unos 10 años. El dueño era un militar retirado que siempre les trató muy bien, incluso cuando hicieron el servicio militar obligatorio, les ayudó. Luis realizó la mili entre 1960 y 1962, durante año y medio, siendo destinado a África, a Sidi Ifni. Ya no había guerra y estuvo en posiciones sin escuchar ni un solo tiro.

Con la marcha de sus hijos al servicio militar, su padre no pudo hacerse él sólo con las tierras que llevaban en Castillonroy. Así que Casimiro volvió a Bujaraloz, retomando las tierras propias y las de un tío de su madre. También se incorporó Luis cuando finalizó el servicio militar, llevando las tierras con su padre.

Al poco, con su hermano montaron una tocinería en Bujaraloz “Tocinería Aguilar”.  La llevaron entre los dos hasta que Luis se casó, quedándose su hermano con la tocinería.  Luis estuvo un año trabajando en el Mesón -La nacional II era la vida del pueblo-. El Betes, uno de los panaderos del pueblo, solía pasar por el Mesón. En una ocasión, Luis le dijo al Betes -¡Qué bien viven los panaderos!- y este, sin dudarlo, le respondió -porque no quieres, que allí tienes la panadería-. Así, Luis cogió la panadería en arriendo y durante quince días el Betes le estuvo enseñando a hacer pan.  

Luis se casó con Madalena Mateu Pascual de Castillonroy. Ambos trabajaron duramente para sacar adelante la panadería y a sus cuatro hijos, tres chicos y una chica. Servían al Ciervo, al Español, al Parador Mesón Aragonés, la Perla… y a otros muchos de los negocios hosteleros vinculados a la nacional II. En 1986, recuerda Luis, con su mujer hicieron mucho trabajo, pero la renta fue subiendo cada año hasta que Luis y su mujer se vieron obligados a construir su propio horno. –Algunos le dijeron si estaba loco-, recuerda Luis, pero desde 1969 vienen manteniendo abiertas las puertas “Panadería artesanal Aguilar, en horno de leña. Desde 1969”.

Es un oficio que no se aprende nunca– comenta Luis –Solo con que cambie el tiempo todo cambia mucho. Lo importante es la masa madre, la fermentación-. En tiempos las mujeres amasaban en casa y luego iban a cocer sus propios panes al horno, apunta Luis.

Su padre le ayudaba mucho a limpiar las máquinas y en semana santa le tenía que ayudar la guardia civil a cruzar la nacional II, parando el tráfico, para llevar el pan a los bares restaurantes al otro lado de la carretera. Luis también contó con algún aprendiz y trabajador, como Pedro y José Luis Villanua, de Castejón de Monegros, a quienes les une una gran amistad.

La vida de antes era muy dura, la gente se puso granjas de pollos y luego de cerdos. Todo cambio mucho al comenzar a trabajar con tractores y la llegada del regadío. Luis aún recuerda cuando los militares tenían que traer agua en camiones cisterna a Bujaraloz (1972-1973). Entre otras muchas cosas que Luis va contando es que en Bujaraloz existió una harinera.

Actualmente, la panadería continúa gracias a uno de sus hijos. Además del pan hacen unas de las famosas magdalenas de Bujaraloz, pero también bizcochos, bollos, empanadones de membrillo, rollos de pan… Sin duda, los recuerdos de Luis, nos llevan por la historia reciente de Bujaraloz pero también nos acercan a ese gran oficio de panadero, todo un placer.

Gracias a David, hijo de Luis.

Santiago Vilella Barrachina


El recautillo es el remate de una tapia, principalmente del corral, -Me asomé por el recautillo-, así, Santiago ilustra uno de los aspectos más significativos de esta palabra que tanta significación ha dado a la historia de Lalueza. Santiago Vilella Barrachina es un luezano/lozano de pro, reciente autor del libro “En la vida de Juan Andrés Comenge” y de sus palabras vamos descubriendo a todo un apasionado de Lalueza, de su historia, costumbres, tradiciones y de sus personajes ilustres y singulares.

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Santiago Vilella Barrachina

Recautillo es el  nombre de la revista que se editó entre 1996 al 2004 “El Recautillo”, aglutinando a los municipios de Lalueza, Marcén y San Lorenzo del Flumen. Una revista que se editó bimestralmente y llegó a los cincuenta números. Durante más de cuarenta números, Santiago fue su director y uno de los muchos colaboradores que hicieron realidad aquella aventura cultural, una revista de historia, tradiciones y actualidad.

Santiago Vilella Barrachina es natural de Nonaspe, pero lleva ejerciendo de farmacéutico de Lalueza desde 1982, hace ya treinta y seis años. Además de director y colaborador de la revista “El Recautilló”, publicó en el 2017 un trabajo titulado “Plaza Mayor: memorias desde la Farmacia”. El libro fue enmarcado en la sexta Muestra de Artesanía y productos Alimentarios del 2017, dentro de las fiestas menores de la Malena de Lalueza. En este 2018 ha vuelto a sorprendernos con “En la vida de Juan Andrés Comenge”, un libro excelente cuya lectura nos traslada a la Lalueza del siglo XVII hasta principios del XIX.

Una lectura muy amena y didáctica, narrada en primera persona por Juan Andrés Comenge, una obra que nos adentra en la historia de una saga familiar, ilustre e influyente en aquella España, contextualizada desde su natal Lalueza hasta los aspectos más relevantes de la España de aquel periodo.

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La lectura se desarrolla recordando la figura de su padre Joseph Narciso Comenge, de su condición de benefactores de la Cartuja de las Fuentes, de aquellos primeros planes colonizadores de Los Monegros, de la capilla de san Pedro Arbués de Lalueza y de Fray Manuel Bayeu, de la guerra de independencia, las guerras carlistas y la vida cotidiana de Lalueza.  Un trabajo bien elaborado y documentado que aporta gran información sobre Lalueza y la misma comarca de los Monegros, una lectura recomendada.

Santiago ya va trabajando en su próxima entrega para el año que viene. Además, está en marcha el proyecto de revitalización del antiguo camino a la Cartuja de las Fuentes, con cerámicas que ilustrarán la cruceta de Lalueza, la influencia de los Comenge y el sillar antipedregadas. Así, que esperamos que Santiago continúe asomándose por encima del recautillo, para disfrutar de su apasionada mirada sobre nuestra historia.