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Diario distópico de Los Monegros


Caseta

Día 0 antes del aislamiento.

Los primeros días decían que el virus estaría de paso, seguramente viajaría por la nacional II y con suerte solo se detendría por alguna de las áreas de descanso de Bujaraloz o Peñalba, tomaría un café y continuaría de nuevo con su infeccioso viaje. Simplemente estaría de paso.

Aquí, en Los Monegros, no suele venir mucha gente, así que parecía un lugar seguro. La situación parecía controlada, pero las noticias no pararon de alarmar, en Madrid se estaba haciendo fuerte y pronto iban a tomar medidas muy duras por todo el país. El virus se estaba extendiendo.

Aurora bajó pronto a Sariñena, era sábado, un 14 de marzo del 2020. Al aproximarse a la tienda observó gran cantidad de gente que se encontraba agolpada en el interior. Había de todos los pueblos y muchos habían vuelto desde las ciudades a refugiarse, salían con los carros repletos, estaban acaparándolo todo. El riesgo de contagio era muy alto.

Aurora volvió al pueblo sin la compra y sin perder un segundo se reunió con su marido. Antonio estaba con ella, cogieron a sus tres hijos y a la abuela María y les comunicaron su decisión: Se iban a refugiar todos en la antigua caseta del monte.

Prepararon todo, cargaron alimentos en la furgoneta, enseres de cocina, colchones, mantas ropa, herramientas, libros, cuadernos, lápices y bolígrafos, pozales y tinajas llenas de agua… y la muñeca de Elisa, la pequeña de los tres hermanos. Incluso en el remolque subieron las gallinas, unos tres cerdos y a Mallacán, un perro Beagle joven y vital que no paraba de correr y que costó lo suyo subir al carro.

Partieron antes del anochecer, con el tiempo justo de acomodar la vieja caseta, recoger algo de leña, encender el fuego, cenar caliente y acostarse.

Día 1 de aislamiento, 15 de marzo del 2020.

Amanecieron en la caseta con los primeros rayos de sol entrando por la maltrecha ventana. La puerta tampoco andaba muy lejos, también dejaba pasar el aire y la luz y el tejado necesitaba una conveniente revisión. De manera que el tejado fue una prioridad, se avecinaban lluvias y había muchas cosas por hacer.

Pronto Antonio se puso manos a la obra, arreglando el tejado, colocando bien las tejas y cambiando las que estaban mal. Mientras, Aurora reconstruía algunas partes del corral para instalar bien las gallinas y tocinos. Le ayudaba Josete, el hijo mayor, mientras Clara, la mediana, se dedicaba a recoger leña junto a Elisa, que andaba distraída jugando con el imparable Mallacán.

A la hora de comer, la caseta ya se encontraba en orden y la abuela María había cocinado una riquísima sopa, -como  las de antes-, viejos sabores que le traían agradables recuerdos.

Por la tarde vieron como las nubes iban acechando y poco a poco todo se fue oscureciendo, amenazaba una gran tronada. No tardó la fuerte tormenta en aparecer, haciendo temblar la caseta, arreciando una gran airera que sacudía los pinos de la sierra como si fuesen a caer. Los relámpagos entraban por la aún maltrechas ventana y puerta. Todos se agruparon a la lumbre, la hoguera les daba luz y calor. Elisa sujetaba fuertemente su muñeca y el silencio se veía interrumpido por intermitentes y estrepitosos truenos. Josete atribuyó todo al cambio climático, mientras Clara veía una mano maligna para desestabilizar a China con el Covid-19, sin embargo para  Antonio todo eran tonterías. Aurora les interrumpió, no quería que la joven Elisa se asustase más y comenzó a tatarear una vieja canción que creía olvidada.

La abuela María no pudo evitar conmoverse de felicidad, ha vuelto a su niñez con sus padres y hermanos en la caseta que la vio nacer y donde ahora se encontraba con su hija Aurora, con Antonio el yerno y los nietos Josete, Clara y Elisa.

Pasada la tormenta la noche estuvo en calma. Se acostaron pronto sumiéndose en la profundidad de la noche hasta que un inesperado chillido irrumpió los serenos sueños. Era Elisa.

Día 2 de aislamiento, 16 de marzo del 2020.

El chillido de Elisa había despertado a todos pero en la caseta no se veía nada, el fuego del hogar había perdido vitalidad y apenas iluminaba; ninguno sabía lo que pasaba.

Aurora encendió una vela y el interior de la caseta se iluminó con sus sombras y penumbras. Elisa estaba de pie, agarrando su muñeca, la estrujaba, mientras un ratón chiquitín se encontraba acorralado por Mallacán. –No, atrás Mallacán- gritó Elisa –No le hagas daño-. Rápidamente Antonio agarró por el collar a Mallacán y lo empujó al otro lado de la caseta. Aquel momento lo aprovechó el escurridizo ratón y ágilmente desapareció a través de una pequeña grieta en la pared. Se había evitado una matanza segura.

Ratoncín, Elisa dijo que así se llamaría su nuevo amigo y lo iba a proteger frente al malvado, cruel y despiadado  Mallacán. Elisa estaba bastante enfadada con el joven Beagle y  aunque por la mañana la despertó muy alegremente, mantuvo su enfado durante unos largos, larguísimos cinco minutos.

El día apareció lluvioso y la familia no tuvo más remedio que permanecer dentro de la caseta. Confinados como estaban en el resto de las casas, continuaron realizando mejoras, arreglando la ventana y la puerta, resguardando bien las provisiones y el resto de utensilios y enseres.

También se dedicaron a la lectura o a pasar el rato mirando fijamente el fuego; alguna vez se asomaban por la puerta y salían corriendo a buscar algo de leña. Aprovecharon la lluvia para recoger agua, incluso Antonio fue a la pequeña balseta de la caseta para arreglar con la azada el abandonado sistema de captación de agua. Sin embargo, a Josete y Clara la falta de su teléfono móvil y el ordenador les empezaba a inquietar, no entendían como no estaban como los demás, en sus casas, como la gente normal, con agua, luz, internet y televisión.  Todo acabó en una bronca monumental. Elisa habría preferido la tormenta del día anterior, pero como siempre, la calma volvió tras la tempestad.

Cenaron con las malas caras de Josete y Clara, estaban mudos, refunfuñando de vez en cuando. Ni se reían con las muecas de Elisa, se enfadaban más.  La abuela María trataba de ser cuidadosa y amable, no sabía ser de otra manera.

No tardaron en recostarse pronto, al caer la luz poco o casi nada había que hacer. Elisa trató con todas sus fuerzas no quedarse dormida, con la mirada atenta esperando que Ratolín apareciese de nuevo. Miraba fijamente, sin distraerse, pero también pensando en lo que había escuchado decir a sus padres sin que se hubiesen dado cuenta: habían cerrado las fronteras, no dejaban salir a las calles e incluso en muchas tiendas había desabastecimiento. Prefirió no pensar en ello y permanecer atenta a que se dejase ver Ratolín con sus alegres ojillos. Pero Elisa cayó dormida, a pesar de las historias terribles que contaban sobre el virus y que Josete no escatimó en detallar, describiendo como a los infectados les aparecía un nuevo ojo en la frente, antenas en la cabeza y se volvían verdes como los marcianos.

Día 3 de aislamiento, 17 de marzo del 2020.

Los ladridos de Mallacán despertaron a toda la familia, Elisa en seguida temió por Ratolín e inmediatamente se puso a chillar. Antonio tropezó al tratar de coger a Mallacán y cayó al suelo llevándose a Clara con él. Al fin, Aurora consiguió encender la luz y ver el desorden en que se había convertido todo. Clara lloraba al haberse lastimado un poco la pierna, Josete trataba de ayudar a Antonio a levantarse y por poco se caen los dos. Entre tanta confusión, Elisa continuaba con sus chillidos.

Mallacán no gritaba por Ratolín, era por algo que había escuchado afuera. -Quizá sea alguna ave nocturna, una lechuza o un búho-, dijo Clara, aún magullada por el golpe. Aurora abrió la puerta de la caseta y miró al exterior, después salieron todos menos la abuela María que no paraba de advertir que tuviesen cuidado. Sin darse casi cuenta, Mallacán salió disparado perdiéndose en la oscuridad, con sus fuertes ladridos. Elisa se asustó y comenzó a llamar a Mallacán, todos se sumaron a llamarlo, pero Mallacán no volvía; tampoco lo veían ni podían ir a buscarlo entre tanta oscuridad. Elisa comenzó a llorar a la vez que continuaba llamando desesperadamente a Mallacán. Hasta que de repente, entre la oscuridad, de la misma manera que había desaparecido, volvió Mallacán a aparecer. -¡Mecachis!- Elisa lo abrazó con fuerza mientras Mallacán movía alegremente la cola. Todos regresaron a la caseta, reprendiendo y a la vez acariciando al atrevido Mallacán.

Por la mañana simplemente el día goteaba un poco, los romeros, el tomillo, las aliagas… estaban en flor, los aromas embriagaban y los cantos de los pajarillos alegraban el amanecer. Clara descubrió unas pisadas, no eran las de Mallacán, eran muy parecidas pero no coincidían con la del joven Beagle. Josete encontró cerca otro rastro, eran unos excrementos sobre una piedra, debían de ser de una rabosa que había estado merodeando por la noche. -Por eso había ladrado Mallacán- exclamó Clara.

Tras la presencia de la rabosa había que reforzar el corral, proteger las gallinas y levantar más la tapia. La familia se puso en ello, fueron trayendo y colocando piedras en el muro. Tenían que tener cuidado al levantar cada piedra del suelo, debajo podía aparecer un alacrán y picar.  El espinguitero de Josete le dijo a Elisa que si le picaba un alacrán le transmitiría el virus y se volvería verde. Elisa dejó de coger piedras y se entretuvo jugando con Mallacán, no quería volverse una marciana.

Tras la cena, estuvieron un rato agrupados al calor del hogar, recordaron lo que había pasado por la madrugada, soltaron decenas y decenas de risas y carcajadas. Elisa también reía pero a la vez no dejaba de observar a su familia, tal vez alguno pudiera haber sido picado por un alacrán y pudiese comenzar a volverse verde.

Elisa pronto comenzó a caer rendida, cansada del duro día. En seguida se fue a dormir, colocando un poquer de grano para Ratolín, cerca de la grieta por la que había desaparecido por última vez. Trató con todas sus fuerzas de no quedarse dormida para poder ver de nuevo a su amigo, esperando que tampoco estuviese afectado por el virus y no fuese un ratón marciano.

Día 4 de aislamiento, 18 de marzo del 2020.

La noche por fin fue completamente tranquila, durmieron de un tirón y sin ningún sobresalto. En la vieja caseta se levantaron temprano, no sin antes remolonear al abrigo de los sacos de dormir. El día amaneció nublado, como los días anteriores, pero ya sin nada de lluvia. Alimentaron el fuego y se llevaron algo a la boca en forma de desayuno. Sin dilatar más el tiempo se dispusieron a trabajar.

Josete, Elisa y la abuela fueron a buscar agua a la balseta, es lo que la abuela había hecho desde su niñez hasta que llegó el agua corriente a las casas. Iban con pozales y cantaros sobre sus cabezas, casi todos los días acudían a buscar agua a la balsa, para beber, asearse, fregar, lavar la ropa… -No fuiste a la escuela, abuela- preguntó Josete, -Entonces a la escuela se iba poco, había que ayudar en casa- respondió la abuela. Además de ir a buscar agua a la balsa, María les contó muchas de las cosas que hacía de pequeña: ayudaba con todas las faenas de casa, cocinar, fregar, lavar la ropa, cuidar a sus hermanos y además atendía los animales del corral, iba a la siega, cogía esparto, hacía sogueta… -¿Sogueta?- pregunto extrañada Elisa sin saber qué era -Ya te contaré- contestó la abuela –Aura vamos pa la balseta a coger agua, que no tenemos toda la mañana-.

Elisa nunca se había imaginado que la abuela hubiese hecho tantas cosas, incluso era capaz de hacer las más sabrosísimas croquetas, unos súper peducos de lana para ir por casa y unas cosquilletas o bufadetas y pedorretas insufribles por la pancha y el melico. Sin lugar a duda, era una híper mega súper abuela.

Todos continuaron haciendo muchas faenas hasta la hora de comer, luego se permitieron descansar un ratico.

Esquilas, sin esperarlo comenzaron a escuchar esquilas de un rebaño y el balido de ovejas y cabras. Así fue, un rebaño de una doscientas cabezas comenzó a asomar tras la loma. Ya era por la tarde y el pastor recogía el rebaño para que no se le echase la noche. Aurora y Antonio conocían al pastor, era del pueblo. Hablaron un rato con el pastor y consiguieron que les dejase unas cuatro cabras para leche y un choto, -Cuando todo pase te las devolveremos, prometió Antonio. Federico, el pastor, marchó cabeceando y exclamando –Dura, muy dura va a ser esta batalla, ¡Qué os vaya bien!-. Entre tanto, Clara tuvo que sujetar a Mallacán para que no se abalanzase sobre las ovejas.

A Elisa la situación le comenzaba a intrigar demasiado, Federico había comentado que hacía días que habían movilizado el ejército  por todo el país y la gente permanecía confinada en sus casas, la situación era muy preocupante. El ataque del virus alienígena era una terrible amenaza, se estaban librando grandes batallas por todo el mundo y había que estar preparados. Elisa se durmió urgiendo un plan contra los extraterrestres: volverse invisible.

Día 5 de aislamiento, 19 de marzo del 2020.

A media noche Elisa despertó decidida a poner en práctica su arduo plan contra los extraterrestres y sin contemplaciones se puso manos a la obra para hacerse invisible. Aunque lo pensó mejor y vio que no era suficiente con hacerse solamente ella invisible, debía de hacerlo extensible a toda la familia.

Al alba, una ligera boira cubría el horizonte y, aunque el gorjeo de los gurriones alegraba la mañana, el invierno resistía a marcharse. Pero ¿Qué pasó con el plan de Elisa? ¿Había hecho a su familia invisible?.

La familia despertó con un sobresalto al contemplarse los unos a los otros, quedándose perplejos, turulatos y patidifusos; todos menos Elisa, la única que no puso cara de sorpresa. Tal vez, por algo todos la miraron con aires acusatorios, sabiendo que ella era la responsable. Ante tal inesperada sorpresa, flipe y alucine, no pudieron dejar de desternillarse, descuajaringarse y troncharse de risa. Pero esto, claramente, para nada iba a quedar así y una buena carrañada planeaba sobre Elisa.

Todos llevaban la cara pintada de verde y un tercer ojo en la frente, Elisa les había transformado en marcianos –Así el virus no nos atacará!-, era la mejor forma de volverse invisibles al virus –Ahora somos marcianitos y pensaran que somos de los suyos-, pero el resto de la familia no la tomaron en serio. Todos acabaron restregándose la pintura de la cara a pesar del fastidio de Elisa, pues en vano se resistió a quitarse la pintura. Pero lo peor de todo es que le confiscaron las pinturas, no habían entendido el plan de Elisa, eran unos irresponsables y sus vidas estaban en peligro.

El sol por fin apareció y dejó atrás la ligera boira. Tuvieron que ir a buscar mucha más agua, se estaba convirtiendo en una rutina pero hoy era mucho más necesaria, habían gastado mucha para lavarse la cara. A Josete aún se le marcaba el tercer ojo, logrando la burla y recochineo de Elisa y Clara durante toda la mañana.  –Así nos aseábamos antes, calentábamos el agua al fuego y luego nos íbamos aseando poco a poco con el agua y a los más pequeños dentro de un barreño- contó la abuela, -Ahora vivimos como tú antes, abuela- respondió Clara y así es, nunca María había imaginado terminar viviendo en la vieja caseta con sus nietos.

Cocinar lento al fuego del hogar, lavar la ropa y secarla al aire libre, alimentar las gallinas, coger los huevos, sacar a pastar y ramonear a las cabras, ir a buscar leña… todo obligaba a ir realizando faena tras faena. Pero hoy había una novedad, había que ordeñar las cabras. Las colocaron una a una sobre un altero, les limpiaron con agua tibia las ubres y luego las ordeñaron cuidadosamente depositando la leche sobre un pozal. Colaron y guardaron la leche para hervirla varias veces antes de consumirla. Todos bebieron un poco de leche de cabra antes de acostarse a dormir.

Elisa se acostó sabiendo que su plan había fracasado, era una pena, pero lo mejor era que habían sobrevivido un día más al letal virus alienígena. -¡Ay!-, había caído en cuenta que hace tiempo que no sabía nada de Ratolín y el grano que había dejado aún estaba. Se quedó contemplando la grieta pero el sueño le venció sin llegar a ver a Ratolín.

Día 6 de aislamiento, 20 de marzo del 2020.

Ratolín había salido de su escondite, olisqueaba todo y poco a poco fue acercándose al puñado de comida que Elisa había depositado sobre el suelo. Justamente Elisa abrió los ojos y lo contempló por un instante hasta que Ratolín se esfumó al advertir su presencia. Por un momento se habían mirado directamente a los ojos, una mirada inocente y fugaz, pero que bastaba a Elisa para saber que verdaderamente era su amigo. Y suerte que, por esta vez, Mallacán no se había enterado.

La primavera había llegado. Amaneció el día despejado, al principio algo frío pero fue mejorando a la vez que el sol transcurría a través del horizonte. Esta vez desayunaron leche de cabra. La leche de cabra era rara, tenía un sabor diferente pero no había otra, así que tenían que ir acostumbrándose. Había que habituarse a muchas cosas nuevas, no había baño ni forma de ducharse, tenían una zona determinada, un aujero detrás de unas coscojas donde pichar y hacer asuntos mayores. Allí iban todos, todos menos Mallacán que lo hacía donde le venía en gana a pesar de las muchas carrañadas que se llevaba.

Las mañanas se estaban convirtiendo en una rutina de trabajos mientras que las tardes eran más libres, para jugar, pintar o leer. Elisa acababa agotada todas las mañanas y aquel mediodía se tumbó sobre la húmeda hierba. Mallacán había hecho lo mismo pero a la vez mordisqueaba un palo que, poquer a poquer, fue despedazando. Entre tanto las nubes flotaban en el cielo, con sus formas de seres y objetos, una se parecía a Ratolín y otra a la vieja cafetera de la abuela -¡Qué bonitas son las nubes!-, pensó para sí misma Elisa.

Ovnis

No, no podía ser, unas nubes parecían platillos volantes, trataban de confundirse con las nubes, pero Elisa no iba a caer en esa trampa. Los llamó a todos y les señaló los ovnis, los había desenmascarado. –A la caseta, a la caseta a esconderse- gritó Elisa mientras su familia, siguiéndole el juego, obedeció apresuradamente. Allí permanecieron ocultos hasta que Elisa comprobó que el peligro había desaparecido, se había pintado la cara de verde y un tercer ojo en la frente, le faltaba la antena, pero corrió con ese riesgo y se asomó a través de la ranura de la puerta. Minuciosamente comprobó como las nubes alienígenas habían desaparecido y felizmente todos pudieron salir seguros y en calma.

La tarde fue tranquila, al resguardo de la caseta y el calor del hogar. María lavó a Elisa cuidadosamente y luego le cepilló el cabello detenidamente. Tras la cena estuvieron hablando de muchas cosas, de cómo irían las cosas por el pueblo y si todos estarían bien. Pronto Elisa se fue a dormir, pensando que no podía quedarse con los brazos cruzados, tenía que hacer algo para mantener a salvo a su familia. Sabía que tenía que tramar un plan, pues esos malditos marcianos no iban a ganar.

Distopico

Día 7 de aislamiento, 21 de marzo del 2020.

Los días de aislamiento comenzaban a causar desánimo en la familia, después de todo habían desconectado socialmente y tecnológicamente del resto del mundo, sin ningún tipo de noticias por teléfono móvil, internet, televisión, radio o prensa y sin contacto con familiares, amigos o vecinos. No obstante, si bien se habían aislado completamente, podían gozar de una comedida libertad en plena naturaleza. Resulta una vuelta atrás, a la vida de sus antepasados, renunciando a las comodidades de hoy en día pero con la esencia de la condición humana, de valorar lo verdaderamente importante y sustancial, de estar juntos en familia. Una forma de vida plenamente ligada a la naturaleza, a las raíces profundas de los saberes y cultura ancestral que nos han acompañado y definido durante siglos.

Amadrugó el 21 de marzo en pleno equinoccio de primavera, a partir de ahora los días iban a alargar. Las cebada estaban preciosas, crecidas y vigorosas, frondosas y verdes; la abuela decía que este año iba a ver una gran cosecha. Cerca de la balsa, por los margüines salían rojos ababoles y florecillas blancas y otras amarillas. Revoloteaban las mariposas y una marieta centró la atención de Elisa, era una mariquita roja de siete puntos negros. Elisa se encontraba bajo una sabina, una de las muchas que salpican Los Monegros. Una piedra blanca, completamente blanca llamó su atención, era preciosa.

Elisa le enseñó la piedra a su abuela -Es una piedra de yeso. Antes las recogían para cocerlas en un horno, luego las molían y de esta forma obtenían el yeso en polvo para construir-. Definitivamente, la yaya María sabía muchas cosas. –Para el horno empleaban de leña fajos de romero que ataban con un fencejo-. -¿Qué es un fencejo?- preguntó Elisa. –Es una sogueta, de esparto, servía para atar muchas cosas como las gabillas, fajos de cebada o trigo, durante la siega-.

De verdad que era una piedra muy bonita, blanca, brillante… y había muchas más, esta se la iba a guardar.

Por la noche, recogidos al calor del hogar la abuela contó algunas cosas más  sobre la sogueta, de la que curiosamente había un trozo en la misma caseta. -Recogían el esparto y luego hacían sogueta muchas mujeres y niños y niñas por las calles en verano o en las casas durante el invierno, al calor del hogar. -¡Cómo sufrían las manos!-, pero su elaboración ayudó mucho a salir adelante a las gentes humildes de Los Monegros. –Para evitar plagas en los frutales, en la noche de san Juan, se ataba un trozo de fencejo en el tronco y se hacía un ñudo- Era una especie de amuleto protector. Cumpliendo con las creencias antiguas y viejas supersticiones la familia decidió por unanimidad colocar en la puerta un trozo de sogueta viejo que había por la caseta a modo de objeto protector.

Era noche de luna menguante y próximamente habrá luna llena. Elisa ya contaba con un buen amuleto que le iba a asegurar protección, su piedra blanca y brillante de yeso. Igualmente contaban con el fencejo en la puerta de entrada de la caseta que la hacía inexpugnable frente al virus, alienígenas y otros seres malignos. Pero no había que bajar la guardia, la batalla iba a ser larga.

Día 8 de aislamiento, 22 de marzo del 2020.

La sabina se había convertido en su refugio particular, un lugar donde escaparse y jugar con su muñeca; era su rincón favorito. -La sabina era muy longeva-, contaba la abuela, -pueden alcanzar más de 500 años-. Elisa sentía su fuerza cuando abrazaba el tronco de la añosa sabina. Aparecen aisladas y en pequeños bosquetes –Son un relicto de antiguos bosques del periodo Messiniense o Mesiniano, hace entre 7,246 y 5,332 millones de años atrás- continuaba relatando la yaya. – ¡Uff, qué vértigo dan tantos años!- exclamó Elisa -¡Del año catapum!-. Pero una cosa tenía segura: la sabina era un árbol precioso, imponente y majestuoso. Había de dos tipos de sabinas, una era la albar, la más clara y abundante, con el fruto rojizo (gálbulo), y la otra la negral, que como bien dice su nombre es más oscura, con el fruto azul. La madera es muy aromática y antiguamente era quemada como incienso, con su olor resinoso intenso y agradable –Su olor ahuyenta a los insectos y hace huir a las serpientes-. -¿Y a los virus?-, preguntó Elisa –Seguro que sí- respondió la yaya María.

Elisa recogió ramillas secas de sabina, los fue guardando en una bolsa y a partir de ahora las irá arrojando al fuego una a una  cuando estén todos alredol del fogaril. La protección iba aumentando, había que hacer todo lo posible para evitar ser contagiados. Los virus alienígenas no iban a poder con Elisa y su familia. Asimismo, en ello coincidieron todos, la ramilla de sabina perfumaba maravillosamente la caseta.

El recorrido del sol comenzaba a ser familiar, solo con verlo ya sabían, más o menos, que hora del día era. La hora de comer era sagrada y solía coincidir con el sol en lo más alto.

Por la tarde, Elisa comenzó a subir a una pequeña colina desde la que divisaba un amplio territorio, desde allí vigilaba cualquier presencia, veía a rapaces surcar el cielo y olía el romero o el tremoncillo. Era como una atalaya o torre de vigilancia. Josete y Clara solían aprovechar las tardes para sus estudios y Elisa, aunque se escaqueaba bastante, también tenía que hacer sus tareas de estudio, leer y pintar.

Elisa ya tenía su sitio especial, un refugio seguro bajo la vieja sabina, fuertemente enraizada atestiguando el paso del tiempo, de sucesos, hechos y vicisitudes. Además, Elisa siempre llevaba consigo misma su amuleto, la blanca y brillante piedra de yeso. Al acostarse no olvidó de depositar, sobre el suelo, un puñado de grano para Ratolín, que aunque no lo viese, todas las noches salía para comer lo que, con mucho cariño, le dejaba.

Día 9 de aislamiento, 23 de marzo del 2020.

Ciertamente, la leche de cabra cada vez estaba más buena. Para ello tenían que ordeñar y sacar las cabras a pastar todos los días. A las cabras les gustaba trepar por la misma loma por donde Elisa había establecido su atalaya. No resultaba extraño, ya que se entretenían por el lado sur, donde había una mayor pendiente y por donde no dejaban ir a Elisa para evitar que se despeñase. Tampoco era tan patosa y la valiente Elisa se atrevía a deslizarse por una pendiente por donde se escurría de culos, a modo de esbarizaculos, hasta que sus pantalones comenzaron a desgarrarse y despedazarse. Josete y Clara descubrieron su divertimento y no desaprovecharon la oportunidad de bajar por el divertidísimo tobogán de Elisa.  Por fortuna, Caprasio custodiaba la sierra, rebaños, campos y gente.

Desde la atalaya de Elisa se veían los Pirineos y la sierra de Guara. Elisa decía que la sierra de Guara estaba a un tiro de gayata -¿cómo?- preguntaron Josete y Clara. –Así lo cuenta la leyenda de san Caprasio- respondió Elisa, a quien la abuela María se la había narrado: Caprasio debía su nombre a que fue pastor de cabras por la sierra de Guara, donde cuidaba su rebaño hasta que descubrió su vocación de monje. Con todas sus fuerzas lanzó su cayado de pastor que vino a parar a la sierra de Alcubierre. En el lugar exacto comenzó milagrosamente a emanar agua y allí se erigió la ermita en su nombre. De esta manera, San Caprasio es la mayor de las atalayas de la sierra de Alcubierre y con sus 834 metros de altitud sobre el nivel del mar es la cumbre más alta de Los Monegros. La segunda cima de Los Monegros es Monteoscuro, con una altitud de 824 metros.

“Plétora de selenita”, cuenta la leyenda como en el lugar elegido abundaba en selenita, un mineral de yeso parecido al amuleto de Elisa pero cristalizado, brillante y transparente. No obstante, la abuela decía que los selenitas también son los habitantes de la luna. Quizá morasen seres lunares por estas tierras, escondidos en los recónditos lugares, en esas cuevas escavadas en el salagón. -¡Ojalá los selenitas aterroricen a los marcianos!-.

De nuevo ha vuelto a pasar el pastor Federico cerca de la caseta, el sonido de las esquilas ha advertido su presencia. Traía noticias pero no eran buenas, se habían detectado personas infectadas en Sariñena y en otros pueblos de la provincia. La situación se estaba poniendo fea y el periodo de confinamiento se iba alargar, al menos, dos semanas más.

El estado de ánimo se había mermado bastante en la familia. Josete, Clara y Elisa echaban de menos sus amigos, el colegio, la plaza, los columpios, el tobogán… También habían hablado que los mayores tenían que tener mucho cuidado, que eran personas de alto riesgo. A la hora de dormir, Elisa cogió su amuleto, su piedra blanca y brillante de yeso y se la entregó a su abuela María para que estuviese protegida, pues ella la necesitaba mucho más.

Día 10 de aislamiento, 24 de marzo del 2020.

A media noche una luz cegadora atravesó los muros de la caseta iluminando completamente el interior. Elisa se levantó desconcertada, turbada, confundida… observando a su alrededor una luz deslumbrante y constatando que su familia no se encontraba en la caseta, ni siquiera estaba Mallacán. Las piernas se tambaleaban ante la intrigante situación, inquieta y nerviosa fue acercándose hacía la puerta tratando de salir al exterior a pesar de la pesadumbre de su cuerpo, como si fuese arrastrando las piernas. El miedo producía un escalofrío que recorría su cuerpo paralizándolo, se estremecía  cada vez que daba un paso. El miedo iba adueñándose de la joven Elisa, el misterio, la incertidumbre, el suspense aceleraba el corazón y la respiración. Al asomarse por la puerta no vio nada, se había quedado completamente cegada por la luz.

Ahí estaba ante un paisaje desértico, lunar, como las salinas de Bujaraloz sin agua. Una docena de marcianitos la estaban esperando, amenazantes, completamente verdes, con una antena y un tercer ojo en la frente que le miraban fijamente. Elisa buscó apresuradamente su amuleto pero no lo encontró, mientras los marcianos la amenazaban con sus pistolas láser, de rayos gamma y haz de virus alienígenas. Los extraterrestres emitían maléficas y endiabladas carcajadas, habían transformado a todos, incluso a Mallacán que era completamente verde, sus orejas eran antenas y soltaba babas repugnantes por la boca. También habían capturado a los selenitas, los seres lunares con ojos grandes y saltones.

De repente los marcianos dispararon a Elisa su haz, recibiendo un shock tremendo, todo se volvió blanco, quedándose paralizada y sin voz para gritar. Elisa despertó sobresaltada, incorporándose violentamente y con la respiración acelerada. Su amuleto estaba con ella y poco a poco se fue relajando y tranquilizando. Ratolín le observaba distante con prudencia y al instante desapareció atravesando la grieta. Jolín, vaya pesadilla había tenido Elisa. Mallacán se había despertado, olisqueó la zona y se acurrucó cerca de Elisa.

El día fue normal realizando las faenas habituales. Por la tarde Elisa se quedó en la caseta, estudiando y haciendo ejercicios. Luego todos hicieron un rato de lectura y Elisa leyó algunos de sus tebeos, el de los irreductibles galos Astérix y Obélix. La caseta era esa aldea irreductible, invencible ante la pandemia vírica que acecha al mundo. -¡Por Tutatis, están locos estos marcianos- pensaba Eisa para sí misma imaginando a Obélix derrotándolos a guantazo limpio.

Por la noche Elisa salió afuera de la caseta con su abuela, hacía fresco y sobre los hombros María le colocó una de sus toquillas de lana que ella misma había tejido. Había luna nueva y el cielo estaba completamente despejado,  pudiendo contemplar un maravilloso cielo estrellado, un firmamento amplio y esperanzador: -Todo irá bien, Elisa, con paciencia pronto volveremos a casa y recuperaremos la normalidad-  tranquilizó María. Elisa se durmió enseguida, sabiendo que su mejor protección era su familia.

Día 11 de aislamiento, 25 de marzo del 2020.

Ratolín con sus ojos saltones debía de ser un selenita, todo tenía sentido, por eso siempre estaba vigilante por las noches, cuidando de todos cuando estaban más indefensos. El mal sueño de Elisa, la noche anterior, aún daba mucho que pensar, había que tomar nota y estar prevenidos. Por suerte, los selenitas estaban con ellos.

La leche de cabra empezaba a entrar con ganas y mucho mejor caliente en un día que había amanecido nuboso y frío. La rabosa no había causado mayores problemas, había merodeado por el corral, pero este se mantenía seguro y las gallinas iban poniendo riquísimos huevos. Les dieron de comer y beber, también a las cabras les daban de beber ya que a la balseta, donde cogían el agua, no dejaban que los animales se acercasen.

La yaya solía encargarse de la comida, tenía mucha paciencia y la hacía poco a poco en el hogar, para subir el fuego metía más leña o si quería menos la retiraba. También calentaban el agua para lavarse, para que no estuviese tan fría y se aseaban a la antigua, casi sin gastar agua, y luego se secaban calentándose al calor del hogar. Lavar la ropa también era complicado, más bien llevaba mucho más tiempo y esfuerzo, no era tan fácil como meterla en la lavadora en casa. Había que restregarla a mano, enjabonarla y luego aclararla muy bien, era mucho esfuerzo y uno acaba agotado.

Las mañanas eran duras, pero se pasaban rápidas, casi sin darse cuenta. A Elisa ni le daba tiempo de pensar en virus ni marcianos. Eso sí, el que mejor vivía era Mallacán, siempre jugando de aquí p´allá, -¡Qué envidia!-

La sabina ocupaba parte de su tiempo, sobre todo las tardes. La yaya María le había contado historias de un antiguo bandolero que robaba a los ricos y daba a los pobres, era el temido Mariano Gavín Suñen: El Bandido Cucaracha. –Contaban- decía María- que el Cucaracha escondía parte de su botín enterrado bajo una sabina- Esta podía ser la sabina del Cucaracha, donde tramaría sus hurtos y robos y se sentiría seguro ante sus perseguidores- pensó Elisa -Igual, además de su botín, podría estar el trabuco del célebre Cucaracha. ¡Cómo lo encuentre ya se poden ir preparando los malvados marcianos!-.

Hoy empezaba la fase de luna creciente y seguro que la luna ayudará a combatir el virus. Elisa se sentía segura, en la sierra donde se refugió el malhechor Cucaracha. Mucha gente estaba luchando contra el virus mientras otros tenían que resguardarse. Era lo que Antonio y Aurora repetían cada día, lo debían de hacer.

Hemos aprendido a guardar las distancias, pero nos hemos vuelto más humanos.

Día 12 de aislamiento, 26 de marzo del 2020.

Amaneció un día claro, despejado y algo frío. Aurora había alimentado el fuego pronto por la mañana, había echado una buena toza y la caseta se encontraban cálida. Ratolín se había comido todo, debía estar hecho todo un glotón. Mallacán también era un comilón, tragón y zampón, había que tener cuidado sobre todo para las comidas, pues en un santiamén te arramblaba alguna chulla. Era un terremoto, no paraba cuenta con nada y llevaba a la familia de calle. A veces pillaba la turruntera con algún palo, zaborro o cacharro o se entretenía con algún rastro, olisqueaba los cados de conejos o trataba de ir a la balseta. Casi siempre andaba pegado a Josete, Clara y especialmente a Elisa.

Los tres hermanos salían salir a buscar leña todas las mañanas y entretanto se distraían por el bosque de la sierra de Alcubierre. Habían oído hablar mucho al abuelo contando sus viejas historietas de antes, cuando subían a la sierra a cortar pinos o se quedaban días durante la siembra o siega. Entonces no le hacían mucho caso –eran cosas del yayo-.  Ahora se daban cuenta, ahora ellos estaban recorriendo su sierra, los pinos que su generación plantaron y ahora es un bosque fantástico que van descubriendo. La primavera resulta preciosa y entre los pinos aparecen carrascas, quejigos, sabinas, enebros, arces… Hay pinos afectados por procesionaria y muérdago, muchos son enormes y otros retorcidos, la yaya dice que son hermosos, esos pinos retorcidos que han salido adelante con muchas dificultades, en suelos pobres y erosionados, con sequias, plagas, vientos… pero aun así sobreviven en una tierra sufrida. Son un ejemplo, una admiración de adaptación, lucha y esfuerzo, Elisa había aprendido de ellos y, por mucho que la vida le obligase a retorcerse, siempre iba a crecer buscando la luz.

Josete, Clara y Elisa regresaron con abundante leña a la caseta, allí estaban la yaya María y los papis Aurora y Antonio. La caseta parecía de cuento, encantadora. Piedra a piedra la habían levantado sus antepasados y conservado hasta nuestros días. Sí, ahora estaban ellos, parecía increíble, y estaban refugiándose ante una epidemia mundial -¡si el yayo estuviese!-

Con rasmia y sin reblar, decía Antonio Beltrán, somos los monegrinos y monegrinas; fuertes y forjados en una tierra dura que nos ha enseñado a sobrevivir. Cada día Josete, Clara y Elisa se sentían más herederos de la memoria de nuestros antepasados, de sus saberes tradicionales y su cultura. Ahora cobraban sentido las palabras del abuelo Paco: Solamente quien carga su propia agua sabe el valor de cada gota derramada en el suelo.

Día 13 de aislamiento, 27 de marzo del 2020.

Los Monegros responden a un horizonte llano, limpio y claro, con un cielo intenso que despliega matices y tonalidades fascinantes. Hay amaneceres y atardeceres únicos que nos recogen en lo más profundo de nuestro ser. Toda parte del mundo tiene su belleza, decía Braulio Foz, simplemente hay que saberla apreciar.

El cierzo recorre esta tierra en pleno corazón del valle del Ebro, nos despeja la atmósfera, la limpia y nos regala el aire limpio. A veces cuesta quererlo, el cierzo es bravo y se prolonga por varios días, nos sacude con su fuerza pertinaz como si nos quisiera tirar. Pero nunca lo consigue, nosotros también somos bravos. Elisa suele respirar, ser consciente y sentir el aire llenando sus pulmones, inspiración, inhalación, y luego soltar todo el aire, exhalación, espiración. La respiración no puede parar, igual que el corazón. Elisa juega con la respiración y trata de quedarse sin oxígeno en sus pulmones para volver a llenarlos una y otra vez. Se infla como la gaita de boto antes de rugir y dar comienzo al dance, dejando escapar el aire al bordón, a la bordoneta y al clarín.

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José Beulas: Monegros, 2003. Óleo sobre tela. CDAN.

La tierra es clara, seca y árida. Las arcillas son juguetonas y presentan sus matices, distintas franjas rojizas por oxidación o verdosas por periodos de encharcamiento y falta de oxígeno. Los Monegros son parajes espectaculares, los torrollones de la Gabarda, el monte de Cajal, entre Sariñena, Castelflorite y Sena, y Jubierre en Castejón de Monegros. Tonalidades, saturaciones, luminosidad, brillo… pinceladas de colores que describen el paisaje, que lo vuelven a crear, esa esencia exacta y precisa que capturó Beulas y transmitió en sus acuarelas. Esa intensidad del cielo azul frente a la tierra reseca, de rabiosos secanos, “y horizonte bajo separados por una banda negra”. Esa franja oscura es la sierra de Alcubierre, esos montes oscuros y negros que nos describen como tierra negra, que se observan desde la lejanía y destacan en Tierra Plana. Es la sierra de Alcubierre quien nos define como montes negros, nuestra razón de ser: Los Monegros.

Sí, el cierzo es pertinaz, es tozudo como somos los aragoneses. Porque a pesar de todo no reblamos, no nos rendimos fácilmente y luchamos con esfuerzo y tesón, con nobleza y corazón, porque en nuestra historia sobrevivir ha sido una constante. Así se sentía Elisa, desde su loma contemplando el horizonte.

Sentir respirar, decía la yaya María, ser consciente es básico para entender la vida y de vez en cuando detenerse y dejarse llevar por el simple placer de respirar, de sentir su fuerza. El aire, el maravilloso oxígeno que nos permite la vida, el necesario oxigeno que nos regalan los árboles. Imposible entender tanta contaminación, tanto destruir un planeta que es nuestro hogar. Incomprensible entender devastar la tierra cuando dependemos de ella. Triste que, al final, un virus alienígena nos acabe quitando lo más importante: el poder respirar.

Día 14 de aislamiento, 28 de marzo del 2020.

Alunau, desustanziau, manbrún, matraco, tozoludo, zamadungo… estaba muy estalentau  Mallacán al punto de la mañana despertando a toda la caseta, estaba alborotau y descontrolau. Asinas no había cosa más que hacer que levantarse, saludarlo y abrirle la puerta de la caseta para que saliese a hacer sus cosas. Como no sabía trucar, a la vuelta ladraba y así sabían que quería entrar. Mallacán era la alegría de la caseta, con su coda vivaracha y pizpireta, objeto de infinitas caricias, achuchones y arrumacos, pero también daba mucho mal –mucho, muchísimo mal-.

Como cada día continaron con las faenas varias, recogían la ceniza con el badil, ventilaban la caseta, escobaban, limpiaban y ordenaban cacharros y zarrios, reorganizaban los víveres y planificaban tareas. El agua la llevaban con sumo cuidau, la guardaban en una tinaja dentro de la caseta, la colaban con un paño y la tapaban bien para conservarla. Había que prestar atención a bichos y cucos, además de pulgas, caparras… La vida en el campo tiene otras prioridades, aunque no dejaban de echar de menos sus móviles, el ordenador, televisión… los amigos, la familia y los primos, salir a la calle a jugar, juntarse en el banco de la plaza, ir a comprar chuches y lamines a la tienda de Margarita o al horno de Alfonso a por unos bollos.

La soleada mediodiada dejaba un rato muy agradable. Esas horas las aprovechaban para hacer trabajos fuera de la caseta y la yaya se sentaba al sol, -como un fardacho cargaba las pilas-. También se paseaba y se acercaba a la sabina donde Elisa enredaba con sus una y mil historias. Elisa se había punchado con un escambrón y María le ayudó a quitarle la puncha. -¿El enebro también puncha?-, -Sí-, contestó la yaya –Pero mucho menos que el escambrón. El enebro tiene la hojita punzante pero no tan hiriente, es un arbusto que aparece mucho por la sierra. El enebro da nombre al género de las sabinas y es un símbolo de longevidad, fuerza, carácter atlético y fertilidad-.

Pinos, sabinas, carrascas, enebros, escambrones… Josete, Clara y Elisa estaban aprendiendo mucho de la sierra, hace unos días no diferenciaban un pino de un chopo y ahora descubrían y conocían muchas especies. Para averiguar su nombre cogían alguna hoja, ramilla, fruto… para que las identificase la yaya. Igual pasaba al observar huellas, pajarillos o rapaces surcando el cielo, rápidamente corrían a preguntar a la yaya, como la águila culebrera, tan clara y blanca, que dominaba su territorio del que ellos ya formaban parte.

A la noche, como siempre, Elisa dejó un zarpau de grano a Ratolín. Agotada, se sumergió en sus sueños en la recogida caseta, ya no resultaba extraña, era familiar.

Día 15 de aislamiento, 29 de marzo del 2020.

No hay ninguna piedra de otro color que negra, otros dicen también que los diablos allí moran”.

Los Monegros se remontan siglos atrás, un territorio legendario que quedó recogido en el cantar de gesta más antiguo escrito en lengua romance de Europa. Es el pasaje que cita su paso por Los Monegros el cantar de gesta francés Chanson de Roland. Un poema épico de varios miles de versos escritos en el siglo XI, escrito en francés antiguo, atribuido a Turoldo, un monje normando.

 La tierra negra donde dicen que moran los diablos, quedó grabado en la mente de Elisa.

-Todo ha cambiado mucho-, dice siempre la yaya y también lo decía el yayo Paco. Las casas eran de barro, adobas de barro y paja cocidos al sol, los tejados de cañizos que hacían entrelazando cañas y luego las tejas. Las calles eran de tierra, sin luz ni agua -y ya puedes imaginar que alacetes tenían las casas-, decía yayo Paco. Tapiales, sillares de arenisca y piedra, piedra de la sierra –la buena es la campanil, la que al golpearla con un hierro suena como una campana. La otra es mala y no sirve para construir- . Por la sierra había balsetas revestidas de piedra y las vaguadas las aterrazaban con muros de piedra seca, sin argamasa que las uniese.  Aún se ven los muros que el bosque va adueñándose, de esos pequeños campos que trataban de aprovechar al máximo los recursos para conseguir las mejores cosechas. –Otros tiempos- decía la yaya María -Cuando había malas cosechas el hambre se extendía como el mayor de los males. Mucha miseria y mucha hambre, sequias, plagas… se pedían dineros prestados y si no se devolvían se pagaba con las tierras. Marchar era la única solución-.

Federico pasó por la caseta, iba chino chana con el ganau, cabizbajo y pensativo. Saludó a Antonio y Aurora y, como ya iba siendo habitual, les informó de los últimos acontecimientos: -Se ha muerto el de casa Fulano, la de Mengano, la de Zutano y el de casa Perengano. -¡Mejor!- exclamó Antonio, pronunciando esa maldita palabra, profunda, ahogada, de maldita sorpresa, dolor, pena y pésame ante una desgracia. -No somos nada-  y la garganta entumecida, reseca y ahogada ya no dejó hablar más.

Día 16 de aislamiento, 30 de marzo del 2020.

La primavera había comenzado fría y obligaba a recogerse en la caseta. Ello forzaba a tener que hacer los trabajos más apresuradamente de lo normal para no coger frío. Debían de recoger leña y más leña para tener buen acopio, se avecinaban malos días y cada vez había que ir a buscarla mucho más lejos. Durante la larga quincena, que llevaban confinados y aislados en la caseta, habían replegado a fondo la redolada y ahora cerca no había nada de leña. Paizía la descripción de Orwell, cuando estuvo en las trincheras de Alcubierre durante la guerra, y en la que decía que no encontraban nada para calentarse. Afortunadamente, ahora la sierra está cubierta por una frondosa masa forestal.

Ratolín no fallaba y se iba comiendo el zarpau de grano que Elisa le va dejando cada noche. Mallacán era todo un terremoto, había salido fuera de la caseta y, como tardaba en regresar, Clara le dio buen chuflido para que regresase. Mallacán volvió como un caballo desbocau, entrando de aquí p´allá y de allá p´aquí, ¡hasta la caseta tremolaba!. Clara se cayó del empentón que le dio y se hizo una cuquera en la garra. Josete y Elisa comenzaron a esmelicarse de risa por su caída -jolio!, vaya leñazo que s´ha dau!-, – ja, ja ¡qué chollazo!-, -ji, ji, ¡menuda espanzurrada!-, -ja, ja casi s´esnuca-, -ja, ja ¡s´ha esmorrau!-…  Elisa, enfadada, les dio un buen pescozón a cada uno para que escarmentasen por tanta burla y fácil risa.

El día se desarrolló enfurruñau y enfadaus por el enrebullau de la mañana. Por la tarde continuaron con sus estudios aunque Elisa se mantuvo, parte del tiempo, distraída contemplando las tararainas de la caseta. Asinas, poquer a poquer el tiempo fue pasando.

Cenaron juntos pegados al calor del hogar. Era una fortuna conservar la caseta, muchas se habían espaldau hace tiempo, muchas eran enruena y ya ni querían subir al monte los que aún quedaban. Era una pena ver como todo su pasado, lleno de vida, había casi desaparecido. Abandonadas, dejadas caer, viejas casetas, aldeas, masadas, corrales y parideras. Por fortuna, de la caseta familiar aún sale humo en la fría noche de primavera y entre sus muros se charran viejas historias, aquellas que tantas veces han sentido los viejos muros de piedra. Mientras haya vida todo resiste.

Día 17 de aislamiento, 31 de marzo del 2020.

-¡Nieve, nieve, nieve!- Había amanecido con una ligera capa de nieve y la sierra se mostraba blanca, esplendida, nadie lo podría haber imaginado; menuda sorpresa ver nevar a finales de marzo. Elisa salió corriendo a jugar con Mallacán que descubría por primera vez la nieve. Detrás salieron Clara y Josete que iban dejando marcadas sus pisadas. Todo era fabuloso hasta que una bola de nieve acabó en el cuerpo menudo de Elisa. Sin contemplaciones comenzó una sucesión de fuego de artillería brutal, una batalla despiadada y sin tregua con un incesante lanzamiento de bolas de nieve imparables y disparadas con puntería, destreza, fuerza y acierto. Una lucha sin cuartel, sin piedad, implacable hasta que un grito de un alto mando y rango detuvo la guerra: -¡Basta ya! ¡Ahora mismo todos p´adentro inmediatamente!. La tropa cabizbaja, derrotada y en fila entraron a la caseta, acataron al unísono y firme pronunciamiento: –Sí, mama-. Sin rechistar, parecían verdaderos prisioneros de guerra.

Las ropas estaban mojadas, las zapatillas y los calcetines chupidos completamente. Como era previsible, el frío comenzó a hacer mella en los aguerridos guerreros que fueron obligados a ser despojados de sus prendas y secarse lo más cerca posible del fuego. También fueron obligados a vestirse con ropa limpia y seca. Mallacán, que no hacía caso a naide, había entrado con sus zarpas embarradas y chupido de tozuelo a coda completamente. Se sacudió rujiando, embadinando, embardando la caseta por lo que tuvieron que limpiar todo hasta dejarlo bien escoscau. Antonio sirvió a los derrotados guerreros un tazón de leche caliente y enseguida entraron en calor.

-Antes nevaba mucho-, contó la yaya María –lo mismo que helaba muchísimos días durante el invierno-. En las balsas se formaba hielo y se recogía para guardarlo. Incluso se hacía un palmo de hielo y se atrevían a cruzar la balsa a pie, esbalizandose y dándose buena culada más de una vez. También de la montaña bajaban nieve y se almacenaba en los neveros por capas prensadas y separadas por paja. Así, se disponía de hielo en verano, aunque había otras formas de conservar frescos los alimentos. En todas las casas estaba la fresquera, una especie de armario en la pared, fresco y ventilado donde guardar alimentos perecederos y también, en las casas donde había pozo, se guardaban en el pozal y con la carrucha se bajaba a la parte fresca del pozo.

– ¡Qué orache! ¡Estoy chelau!-. No paró de llover todo el día y pronto se deshizo la nieve. En la caseta pasaron el día juntetes, al calor del hogar. Antes no había casi tiempo, se trabajaba de sol a sol, pero se sacaba tiempo para las cosas importantes, para estar con la familia reunidos al calor del hogar o salir a la calle a la fresca en verano. No había otra cosa, contaba la abuela, estar juntos como ahora, pequeños y mayores, charrando y charrando de muchas cosas. Alparcerios, alcagüeterios, chafarderías, sucesos, historietas… y el día a día de la familia, vecinos y amigos. -Si alguna trastada era muy sonada se acababa contando en los dichos para la fiesta, como ahora-. Todo no ha cambiado afortunadamente y hay cosas que aún se mantienen. En cambio ahora hay mucho tiempo para hacer muchas cosas, para ir al bar, al gimnasio, al cine, navegar por internet, ver series, películas, televisión… pero no hay tiempo para lo importante, a muchos ni les van a ver a la residencia.

-Tanto echar ramillas de sabina nos vas a entufar- le carrañaron a Elisa que no paraba de mover y tizoniar el fuego y alguna purna brincaba fuera del hogar. La yaya María preparó una tortilla de patatas para cenar, las hacía buenísimas y al fuego tenían un toque muy especial. Trancaron bien la puerta y la ventana, la noche afuera era muy fría y se abrigaron bien antes de acostarse para dormir. Elisa había puesto un poco más de grano de lo normal a Ratolín, para que cogiese fuerzas para el frío.

Día 18 de aislamiento, 1 de abril del 2020.

La lluvia continuaba cayendo, era fina pero constante. Por suerte podían aguantar varios días sin tener que ir a buscar leña ya que tenían bastante guardada. También tenían algo de encendallo para prender fuego, pero estos días no iban a dejar que se apagase. Habían sido previsores, como era la yaya María con sus conservas, siempre había sido una exagerada embotando todo lo que podía y ahora, mira por donde, les estaba sacando las castañas del fuego. Era la tremenda paciencia de la yaya, aquella de antes, horas y horas en el lavadero enjabonando, restregando y escurriendo la ropa que llevaban en cestos sobre sus cabeza, sus canastos de pan que amasaban en casa y llevaban a cocer al horno, o con cantaros yendo y viniendo trayendo agua. Siempre de un lau pa otro portando el peso sobre sus cabezas, el peso de la familia.

La paciencia, tras esquilar las ovejas, limpiar el vellón, escardar la lana, hilar, hacer ganchillo y tejer ropas,  jerséis, peducos, bufandas, toquillas, colchas… Los antiguos colchones de lana que cada cierto tiempo tenían que variar para soltar la lana apelmazada. La lana, el ganado lanar que en Los Monegros fue vital, grandes pastos dominaron el territorio, cuando los campos eran pequeños, labrados a mulas y cosechados a dalla y hoz. – Había un rico que decía  que su lana valía más que todo el pueblo -.  Las casas más pudientes tuvieron grandes rebaños con varios pastores y rebadanes –La gente trabajaba para ellos, sirviendo y realizando faenas varias, labrar, sembrar, segar…-

La paciencia de ir triando una a una las lentejas, garbanzos o judías blancas para limpiar impurezas y porquerías. Antes llevaban el huerto, el corral, mataban pollos y los desplumaban con agua hirviendo, las gallinas para el caldo, la matazía del tocino, la caza, algún conejo, codorniz o perdiz. La siña María, como le decían por el pueblo, era muy querida y siempre había tenido la puerta abierta de su casa para todo el que precisase de ella.

La paciencia de la yaya María es infinita, inconmensurable.

De vez en cuando, Antonio y Aurora enchegaban el auto para que no se quedase sin batería y aprovechaban para escuchar la radio y enterarse de las últimas noticias. La maldita pandemia a nivel mundial había desembocado en epidemia, los hospitales se encontraban colapsados, las familias confinadas en sus casas, el trabajo paralizado y había mucho miedo al contagio; era una visión apocalíptica. Paciencia, paciencia había que tener, no había otra. Así los días iban pasando, -¡resistiremos!, ¡saldremos de esta!- Mientras, Elisa continuaba con sus amuletos, con su piedra blanca y brillante se sentía segura, con el perfume de las ramillas de sabina quemadas, con Ratolín protegiéndolos por la noche, con los selenitas morando la sierra y la vieja caseta, de fuertes muros, que tantos tiempos ha resistido.

Día 19 de aislamiento, 2 de abril del 2020.

Los ojos saltones de Ratolín brillaban en la oscuridad de la caseta apenas iluminada por la débil lumbre de los rescoldos del hogar. Ratolín minchaba el grano que todas las noches le dejaba Elisa hasta que, en un determinado momento, el pequeño ratoncillo quedó paralizado por unos movimientos que venían del otro lado de la caseta. Aurora se había despertado para avivar el fuego, echó unos tronquetes y cogió de nuevo fuerza iluminando la caseta y reconfortando gratamente el interior. Aurora se volvió a acostar. Luego, Ratolín se terminó el montoncete que le quedaba de grano y se retiró de nuevo tras la grieta, no sin antes olisquear el ambiente de la caseta. Elisa lo había observado con los ojos entreabiertos, callada y completamente inmóvil, evitando hacer el más mínimo ruido o movimiento para no espantarlo. Reconfortados al calor, el sueño volvió a adueñarse de la caseta, con el continuo y ligero sonido de lluvia.

Amaneció de nuevo el día lluvioso hasta que a mitad de la mañana dejó de llover. Se vieron forzados a realizar las tareas pendientes que la lluvia les había impedido hacer y una de las faenas primordiales, como era de esperar, fue la de ir a buscar agua y leña. Josete, Clara y Elisa comenzaron su ir y venir trayendo agua, leñas, ramas secas y troncos secos que cortaban con una sierra o con la astraleta. Tenían que moverse con ciudau, el suelo estaba mojado y en cualquier momento podían esbalizarse.

El corral de las gallinas y los tozinos era todo un barrizal, solamente podían meterse con las botas de agua y luego había que limpiarlas y quitarles todo el buro que se quedaba pegado como el pringoso tarquín de la balsa. Antonio cogió un brazau de paja y lo echó de cama para las gallinas, para que tuvieran cama seca y continuaran poniendo sabrosísimos huevos.

No dejo de estar nublau en todo el día dejando pasar escasamente algunos rayos de sol que les alegraron el día. Por la tarde se refugiaron en la caseta y aprovecharon a hacer deberes y ejercicios. Decidieron hacer una merienda cena y Aurora y Antonio no pararon de estrujar la bota hasta que la dejaron vacía –¡Preta, preta el codo gaitero!-. Menos mal que habían traído un tonel de vino ya que solo con la bota se hubiesen quedado secos. Durante la cena no pararon de pedir la bota el uno a otro y hasta la yaya bebió, -para mojar un poco los labios- decía. Josete, Clara y Elisa quisieron probar beber en bota -¡Quios, que corra la bota!-, gritaron cansinamente. Cuando quedaba poquer lo ameraron con agua y les dieron de beber. Miaja acierto tuvieron, más que beber se lo tiraron por encima, pero con tanta probatina acabaron una miajeta pifaus.  Antonio, Aurora y la yaya María recordaron cuando de críos les daban como merienda pan con vino y azúcar, con eso se alimentaban -¡qué tiempos aquellos!-. Esta noche se fueron a dormir muy a gusto, durmiendo Elisa profundamente como un lirón.

Día 20 de aislamiento, 3 de abril del 2020.

Efectivamente habían dormido de un tirón, como un tronco, a pierna suelta…  El día comenzó a aclarar mientras algunas nubes se resistían a marchar. -¡Qué escampen las nubes!- gritaba Elisa en medio de la era de la caseta, gritando y dando vueltas totalmente alocada. Mallacán se animaba con los gritos de Elisa y corría y ladraba sin sentido de un lado para otro.  -¡Brujilla!-, -¡Brujilla!-, Josete y Clara comenzaron a llamarle brujilla -¡La Elisa es una brujilla!- repetían burlándose de la pequeñaja. Sin embargo a Elisa no le pareció mal, -no es malo-, pensó Elisa, ser una bruja tiene su lado positivo. Desde ese momento, Elisa decidió que se iba a poner muy en serio con el mundo de la brujería y la hechicería. Sería una discípula de legendarias brujas como Ana Pérez Duesca, Alice Kyteler, Margaret Jones o Juana de Navarra, seguiría la estela del arte de la brujería y las ciencias oscuras.

-Una bruja solitaria habitó en la sierra-, contaba la yaya –nadie se atrevía a acercarse por su solitaria caseta-. Le tenían miedo, terror a que les lanzase algún juramento, maldición o hechizo. Eso era bueno, así podía alejar malos espíritus y virus alienígenas, elaborar pociones  y decir sus conjuros. La Nivela, bruja de Sariñena, esparcía sal a la entrada de la casa bajo el branquil, o colocaba tijeras abiertas en cruz cuando amenazaba tormenta o pedregada. Eran tiempos difíciles y había que protegerse con todos los medios posibles. Por ahora el trozo de sogueta en la puerta de entrada, la piedra blanca y brillante de yeso, las ramillas quemadas de sabina, Ratolín y los Seleneitas habían tenido su efecto, pero no había que bajar la guardia.

Elisa debía de tener todo preparado, pócima y brebaje y sus palabras mágicas. En el monte hay muchos hierbajos que tienen propiedades medicinales y curativas. Antes estaban las pilmadoras pa torzeduras y roturas, infusiones para anginas, cataplasmas y supersticiones. Y lo principal, decía siempre la yaya, era la época lunar. La luna estaba en fase creciente y para muchas cosas siempre era mejor en menguante.

Elisa recogió unas cuantas hiervas del monte y las mezcló bajo la sabina, las conjuró en un ritual propio de la más alta curia de la brujería y hechizería. A modo de varita utilizó un palo de sabina y dándole movimientos circulares pronunció las palabras mágicas: “Abracadabra, patas de cabra, ojos de sapo y ancas de ranas, a cascarla virus más allá de venus”. Elisa extendió su encantamiento por todos sus dominios afortunadamente antes que Mallacán le arramblase su varita mágica y escapase corriendo para que Elisa le persiguiese.

Día 21 de aislamiento, 4 de abril del 2020.

Al alba, a la madrugada todo había ido bien. La noche había transcurrida tranquila, Ratolín se había comido completamente el puñado de grano que dejaba Elisa cada noche y, aunque el gallo cantaba cada mañana, Mallacán era el despertador. Cuando él se levanta no para hasta despertar a todos y hasta que no se le abría la puerta y salía corriendo no había tranquilidad en la caseta.

La mañana fue esplendida, la temperatura se había suavizado pero aún hacía fresco. Pronto cada uno a su tarea, aunque a Elisa le gustaba estar con la abuela María mientras ordeñaba las cabras. Luego las soltaban  y subían por la loma rebautizada como Loma Elisa. Josete y Clara se enfadaban un poco con Elisa, decían que se escaqueaba de las faenas, hacía fauneta. No dejaban de tener algo de razón, en cuanto podían Elisa y Mallacán desaparecían corriendo en busca de mil aventuras. Para Josete y Clara no dejaban ser majaderías de la chalada y majara Elisa, la brujilla piruji, que toleraban por ser la pequeña.

Elisa siempre llevaba con ella su amuleto, la piedra blanca y brillante de yeso. La guardaba bien en la buchaca de su pantalón. La yaya le había contado la existencia de las rosas del desierto, que aparecen sobre todo por Bujaraloz, una roca de cristales finos de yeso que forman una flor. Son difíciles de encontrar, pero Elisa dio y dio vueltas mirando al suelo buscando su rosa del desierto. Elisa quería su rosa del desierto, pero no halló fortuna.

Rosa desierto

Así fue pasando el día, con la rutina de los días acumulados. Ya llevaban más de veinte días, los suficientes como para estar seguros que no se habían contagiado ni habían desarrollado el virus. Pero la reserva de víveres había mermado mucho, tenían que volver a casa para hacer acopio de nuevos alimentos. Antonio y Aurora bajaron con el auto al pueblo, lo hicieron después de cenar, por la noche para tratar de no encontrarse a nadie. Josete, Clara y Elisa se quedaron con la yaya María pegados al fuego y les fue contando historietas del bandido Cucaracha, de las muchas fechorías que realizó, de su ingenio y habilidad para escapar.

Cuando Antonio y Aurora regresaron estaban ya dormidos. Ambos se sentaron alrededor del fuego y gozaron de una inusual calma, resultaba extraño tanto silencio, Morfeo había encantado la caseta.

Día 22 de aislamiento, 5 de abril del 2020.

En un lugar indeterminado de Los Monegros, una familia cumple con el vigésimo segundo día de encierro. España se encuentra en estado de alerta ante la pandemia global del Covid-19 y todos están obligados a permanecer confinados en sus casas. Permanecen aislados en una caseta en medio del monte, en un lugar de la sierra de Alcubierre, de cuyo nombre no quiero acordarme.

En aquel lugar, no ha mucho tiempo que vivía un bandolero de los de trabuco enfajado, navaja de carraca antigua, rocín flaco y mula sosegada. Andanzas pretéritas y fascinantes de escaramuzas y tropelías. Asimismo, cuentan que la historia del célebre y despiadado bandolero Cucaracha aún se extiende por estas tierras oscuras y en su guarida, bajo la sabina, aún resisten los últimos de la banda del Cucaracha: Elisa Cucaracha y Mallacán el Cerrudo. Elisa y su banda, con el gran temido Mallacán el Cerrudo, volvían a dominar la sierra. Es, pues, de saber que nadie puede adentrarse por aquestos confines sin su consentimiento.

-¡Elisa!, ven aquí inmediatamente que hay faenas por hacer!-. Elisa acató sin contemplaciones la orden. Por la mañana tuvieron que guardar todo lo que los papis habían traído la noche anterior. Hicieron una cadena humana y entraron todo a la caseta colocándolo en su correspondiente lugar. Todo ocupa su lugar en esta vida, el lugar de una persona que tanto definía el escritor chalamerino Ramón J. Sender. En la obra Crónica del Alba, en La onza de oro aparecen versos del que fue mayoral de Sariñena Antonio Susín. El mismo Susín los reclamó como suyos “pues Martín El Donato, El Cartujano y Almunias Altas, no había ni hay, más que en Sariñena”. Sender aprendió de su entorno y su gente, su lugar, donde igual caben los versos de un humilde pastor que los versos de uno de los grandes escritores de esta tierra.

Federico ha estado de paso, acostumbrado a dejar un saco con pan para por lo menos aguantar una semana. Ha contado que el gobierno alarga el estado de alarma y que habrá que permanecer encerrados muchos días más. Dice que los zagales tendrán que olvidarse de la escuela, en principio es buena noticia, pero tanto Josete, Clara y Elisa echan mucho de menos sus amigos y a las maestras, el patio, las clases, los juegos, sus ratos de estudio en casa… pero lo que más, lo que más echaban de menos a sus amigos. Pero entendían la situación, era muy complicada, dura y difícil. Estaba muriendo mucha gente, conocidos, tan conocidos que la yaya se puso a llorar cuando le dijeron los que se habían ido. Finalmente, los abrazos de Elisa, Clara y Josete pudieron consolar a la yaya María, sin faltar Mallacán que tiempo le faltó para no desaprovechar la ocasión de estar en medio.

Día 23 de aislamiento, 6 de abril del 2020.

Volvían a aparecer nubes por el horizonte cubriendo el cielo. Las nubes son pasajeras del cielo, decía Elisa, surcan la tierra y se extienden llevando la lluvia por los distintos parajes del mundo –¡Las nubes son los árboles del cielo!- exclamaba Elisa, -son árboles con alas, como los pájaros surcando el cielo-.

En Los Monegros no suelen abundar las precipitaciones de lluvia y por poco somos un desierto. Hay años muy malos, muy secos y hace años se perdían completamente las cosechas. También se sufrieron terribles plagas de langostas por estas tierras, devoraban cultivos y condenaban al hambre y a la miseria. Pero hay épocas de lluvias que permite almacenar el agua y se desarrollan buenas cosechas de secano; la primavera es preciosa en Los Monegros.

Lo cierto es que muchas zonas de Los Monegros cambiaron con la llegada del canal de Monegros, trayendo el agua de los Pirineos para regar los campos. –¡Es impresionante!, el canal de Monegros tiene una longitud de 130 kilómetros y se comenzó a construir en 1915 aunque se concibió en 1902-. Joaquín Costa, el león de Graus, fue un decidido defensor de la distribución del agua como bien público y gran luchador por el progreso de esta tierra para que saliese de la absoluta miseria. Pero si a alguien hemos olvidado, fue a uno de los grandes artífices de la llegada del agua a los pueblos de Los Monegros: Juan Alvarado y del Saz. Alvarado fue un político liberal canario que representó al partido judicial de Sariñena reivindicando imparablemente la puesta en marcha de las necesarias obras de riegos del Altoaragón. El canal fue una gran transformación, socialmente trajo el desarrollo, pero no todo fue fácil, por el camino hubo muchas personas que perdieron sus pueblos. -La abuela Josefa bajó de la montaña-, contaba la yaya María. La yaya Josefa, que ya no está con nosotros, era la madre de papa, mientras María es la madre de Aurora. La yaya Josefa bajó de chica, con sus padres, habiendo perdido su casa bajo las aguas de un pantano. La yaya Josefa siempre llevó la pena en su corazón.

Las aguas bajan de la montaña y se abrazan en Tardienta, aguas del río Gallego y del Cinca se unen en el abrazo de Tardienta y luego discurren regando Los Monegros. Quedan muchas partes sin regar, Los Monegros sur continúan sin ver llegar las ansiadas aguas. Farlete, Monegrillo, Leciñena, Perdiguera… continúan con la tradicional agricultura de secano. Este año los campos de secano están preciosos, los ven todos los días verdes y frondosos, -Papa dice que habrá muy buena cosecha-.

Elisa se durmió soñando ser navegante de los cielos, siendo una nube blanca y hermosa que contempla el mundo mientras regala la vida.

Día 24 de aislamiento, 7 de abril del 2020.

Chiribí, caía una fina lluvia que pronto fue difuminándose, desapareciendo. Ratolín había cogido confianza y por las noches se comía sin problemas el puñado de grano y migas que Elisa le iba dejando. Hacía ruido y se entretenía mientras todos dormían, todos menos Elisa que lo contemplaba inmóvil con sus ojos entreabiertos. Mallacán dormía a garra suelta y ni se daba cuenta. Ratolín ya era de la familia, incluso de la banda: Elisa Cucaracha, Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza, la banda más temible de toda la sierra de Alcubierre.

“Elisa Cucaracha por la sierra d’Alcubierre se pasea, con Mallacán el atroz y todo el mundo le teme”. La intrépida Elisa deshacedora de entuertos e indomable guerrera contra los más sobrecogedores y malvados dragones que asedian Aragón y contra los virus y todo hatajo de marcianos y marcianitos que propagan el mal. Viles seres extraterrestres, el arrojo de Elisa Cucaracha y sus secuaces no tiene límites y hace honor a las batallas que le preceden. No tendrán piedad en la despiadada lucha que librarán contra vosotros.

-¡Elisa!, a recoger las cabras- De propio tuvo que subir Elisa a la loma, replegarlas y bajarlas al corral de la caseta. Por esta vez, Elisa había hecho bien la faena sin hacer ningún azierro. Pronto pudo volver bajo la sabina, a continuar con sus planes de guerra, incluso tuvo tiempo de encorrer a Mallacán por la era de la caseta antes de comer. Mallacán replegaba las orejas hacía atrás y corría como un condenau, -¡to despendolau!-

La yaya María había preparado unas fabulosas legumbres, cocidas al fuego durante toda la mañana, -¡Qué paciencia!-. Antes se alimentaban de farinetas, la yaya María contaba como las hacías con harina, agua, aceite y sal y las cocían revolviéndolas sin parar hasta que quedasen suaves, sin sulsirla. Cuando podían añadían algo de tocino pa darle más gusto y condimento. -Entonces no había mucho-, se trataba de hacer la matacía del cerdo y conservar lo máximo posible, se comía cordero, se mataban pollos de corral, se cazaban conejos y otros bichos… pero todo muy justo y escaso -Se pasó mucha hambre, sobretodo para la guerra y después de la misma-.

En Lanaja, comen paja

 en Alcubierre, “salvau”

en Lalueza, farinetas

 y en Sariñena, “pescau”

y en Castejón los bocaus, a puñaus.

La yaya María había vivido la guerra, no contaba muchas cosas, más bien nada. Perdió a un hermano y a su padre, solo dice que son cosas del pasado, que todo el mundo perdió a seres queridos y que ojalá ninguna guerra vuelva a suceder. Elisa era consciente de lo duro que fue la guerra pero no estaba dispuesta a rendirse, ella iba a luchar y no iba a permitir que el virus gane esta maldita guerra.

 

Día 25 de aislamiento, 8 de abril del 2020.

La luna de estos días había sido extraordinariamente hermosa, grande y brillante, la super luna rosa de abril ha hondeado alegremente en el firmamento. Con la calma de la noche han salido todos a ver la luna. ¿Calma?, bueno, relativa calma pues Mallacán no entendió bien lo que pasaba y no ha parado de dar vueltas por todos los lados, olisqueando y ladrando al aire. Mallacán no ha dudado en dar a entender que estos montes son sus dominios. –Seguro- pensó Elisa –el lobo estepario de Los Monegros ni se atreverá a merodear por aquí-.

Navegantes  viajeros se guiaron durante siglos por las estrellas. Cuentan que uno de Bujaraloz desarrolló un instrumento para determinar el tiempo a partir de la posición de una estrella. Era el nocturlabio, aunque al parecer tal vez lo inventó un tal Ramón Llull. Eso sí, Martín Cortés fue el primero que lo nombró en su obra El arte de navegar, publicado en 1551. Ya veis, Martín Cortés de Albacar (1510-1582) pasó de los secarrales monegrinos a la escuela naval de Cádiz donde se dedicó a la enseñanza, convirtiéndose en un importante estudioso de la náutica y la cosmografía durante el siglo XVI. Entre otras cosas, el bujaralocino diferenció el polo magnético del terrestre, gracias a las desviaciones que las brújulas daban en distintas zonas  descubrió la declinación magnética de la tierra y el polo norte magnético. Además inventó y desarrolló la carta esférica junto a su discípulo Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo mayor del emperador Carlos V.

Cortés pervive en los anales de la historia, con su contemporáneo y también monegrino Miguel Servet. El sijenense murió quemado en la hoguera por cuestionar el dogma de la Trinidad de la iglesia católica. Quemaron a un gran científico universal que describió la circulación menor, también conocida como pulmonar. Elisa no lo hubiera permitido -¡Fue impresionante el descubrimiento que hizo!-, si por ella hubiese sido habría detenido al malvado  protestante ese de Calvino con la inestimable ayuda de Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza.

La bandera de la super luna rosa había hondeado hermosa por la noche y claramente tiene que tener un significado, un mensaje para los selenitas. La Luna igual que las estrellas nos envían mensajes y nos ayudan, nos orientan en la oscuridad. Para los selenitas es mucho mayor, ellos entienden a la perfección el lenguaje de la luna y las estrellas y las plantas y los animales también conocen parte del lenguaje. – Hasta la luna mece a los océanos con sus mareas-, estaba claro, la luna nos condiciona, nos afecta y la llevamos dentro,  innato en nuestra propia naturaleza.

Día 26 de aislamiento, 9 de abril del 2020.

¿Miércoles, jueves, viernes….? Ni idea qué día de la semana era, ¿Semana Santa?, ¡sí, semana santa ya!. Un día más, un día menos… ¡qué más da!. El aislamiento se va prolongando y casi, sin darse cuenta uno, parece que esta excepcionalidad se va normalizando. -¡Maldito virus!, aunque por fortuna la familia de Elisa había conseguido protegerse, sobre todo yaya María, la más vulnerable. Ahora tenían que hacer un poco más de esfuerzo y aguantar unos días más, unas semanas… no se sabía, la incertidumbre es lo peor.

Hoy Elisa iba a viajar, lo había decidido y predispuesto para surcar los cielos como una nube, planear como un águila real y admirar la amplitud. También volar como un esparbero,  cernirse y apreciar detalles que el paisaje va regalando. Desde loma Elisa era posible alzar el vuelo, alcanzar las cumbres de los Pirineos, las tres sórores, el lejano Turbón, el Cotiella, atisbar Peña Montañesa y disfrutar de la cercana y siempre preciosa sierra de Guara.

Cerca, los torrollones de Los Monegros son impresionantes, se aprecia la sierra de la Gabarda por Alberuela de Tubo, con El Abuelo y los dos imponentes Torrolones. Cerca el monte Mobache y el asentamiento de las Cias que junto a Gabarda, santo Domingo de Huerto y Usón formaron una línea defensiva hace muchísimos años, contaba yaya María. El viaje continuó su aventura por el monte de Jubierre donde aparecen  imponentes el Tozal Solitario, la Cobeta, de Colasico y los Tozales de Los Pedregales. A Elisa le parecía alucinante como podían haber subido esos enormes zaborros a lo alto de las montañentas. Podría ser de épocas pasadas, cuando vivían los dragones y gigantes. A la yaya le hizo mucha gracia la teoría de Elisa y le siguió la corriente de los gigantes.

Elisa echó a volar y fue fantástico, sobrevoló la sierra de Alcubierre, su extenso bosque, su campos verdes, sus caídas hacía Farlete y Monegrillo, la virgen de la Sabina y el santuario de Magallón en Leciñena, santa Quiteria en La Almolda, el castillo de Castejón de Monegros y en el corazón san Caprasio. –Estaba chachi pirulí esto de volar, habrá que hacerlo más veces-.

Día 27 de aislamiento, 10 de abril del 2020.

Un precioso día primaveral. Un buen tazón de leche de cabra y una tostada de miel. Mallacán ya iba corriendo por la era y las cabras comenzaron a tener ganas de salir. Josete, Clara y Elisa pronto salieron fuera de la caseta y comenzaron a realizar los trabajos de cada día. Es abrir el corral y las cabras salen solas subiendo a Loma Elisa.

Antonio y Aurora se dedicaron a lavar la ropa y tenderla en un tendedero que habían dispuesto a las afueras de la caseta. Les ocupó toda la mañana. Mientras, la yaya María, como cada día, se encargaba de la comida -¡Qué paciencia!-.

Las gallinas también salieron del corral y camparon libremente por la era, no iban muy lejos salvo cuando tenían que escapar de Mallacán que, de vez en cuando, les arremetía sin ninguna lógica.

Elisa aún daba vueltas imaginándose a los gigantes, imaginaba los gigantes de Sena cuando salen y bailan al son de gaitas y dulzainas para las fiestas. Llamó a Josete y le pidió que le llevase a encolicas, Elisa por un rato fue una gigante advirtiendo a los marcianos de su presencia, de su enorme tamaño y fuerza descomunal capaz de alzar grandes pedriscos a las más altas montañetas. Los torrollones atestiguan la grandeza y extraordinaria fuerza de los gigantes que habitaron Los Monegros y de quienes Elisa es heredera

Por la noche han permanecido arredol del hogar hablando como cada anochecer después de cenar. La yaya por fin ha contado cosetas sobre cuando hacían sogueta. Iban a recoger el esparto al monte, lo arrancaban verde entre julio y agosto y lo dejaban secar.  Una vez seco lo mallaban incluso pasaban las ruedas del carro por encima, para ablandarlo, lo humedecían con agua y lo iban trenzando. Lo trenzaban principalmente las mujeres y la vendían o hacían trueque por alimentos. Se vendía mucho esparto directamente, sin trenzar, para industrias metalúrgicas, como a la fundición Averly de Zaragoza. Cuando la siega las mujeres iban a dar gavilla y con ella anudaban las garbas, haces de trigo segado. –Pero yaya, antes las mujeres no trabajabais ¿no?- preguntó Elisa, la yaya rio dulcemente como ella siempre hacía –No hacíamos otra cosa, la casa ocupaba todo el día: los críos, los mayores, el agua, lavar, fregar de rodillas, el huerto, los animales… y a pesar de ello muchas cosían, hacían sogueta o tenían sus negocios, tiendas, pollerías, lecherías… Otras trabajaban sirviendo en casas y algunas incluso marcharon a las capitales a trabajar sirviendo-.

Elisa aún no sabía que quería ser de mayor, en verdad quería ser todo, de campeona de fútbol a maestra, ser astronauta a trabajar llevando las tierras de casa. -Ya habrá tiempo de decidirlo, ahora lo primero es acabar con el maldito virus-. Dispuso algo de comida para Ratolín y se acostó quedándose profundamente dormida. Un día más.

Día 28 de aislamiento, 11 de abril del 2020.

Una fina lluvia ha caído por la noche. Solamente ha sido un poco de lluvia, lo suficiente para revivir todo el olor a monte. La lluvia trae vida y la vida es alegría. -¡Maldita crisis sanitaria que trata de marchitar esta primavera!, no va a poder, las flores siempre van abriéndose camino-. -¡Ole por la yaya!- dijo Clara dando vivas a la yaya por las bonitas palabras que acababa de decir. El contagio del virus de la alegría y el entusiasmo fue apoderándose de la familia, entre vivas y vítores a la abuela hasta un enérgico y unísono –¡Esta yaya como mola, se merece una ola!- y todos realizaron el gesto de la ola de forma consecutiva. Elisa y Mallacán brincaban de alegría, parecía un día de fiesta.

Entre tanto estrapalucio la yaya volvió a sus quehaceres, según ella, ya no estaba para tantos trotes.

Sí, el día fue una fiesta, así lo decidieron, tenían que romper la rutina. Elisa y Mallacán pudieron jugar toda la mañana y por un buen rato estuvieron persiguiendo unas mariposas, luego siguieron un rastro que les llevó a muchas partes pero a ningún sitio y al final, desde loma Elisa otearon el horizonte cerciorándose que estaba todo tranquilo y en orden.

Aprovecharon para hacer una buena lifara a lo grande. La yaya preparó una excelente caldereta de ternasco -¡buenísma, para chuparse los dedos!.  Estaba muy buena, algo jauto al principio pero con una pizca de sal lo corrigieron; a la yaya le gustaba cocinar con poca sal por esas cosas de la salud. Acabaron bien fartos de tanto comer y beber, con sobremesa incluida. De espectáculo, para el café concierto, la actuación estelar corrió a cargo de Elisa Cucaracha y su obra Elisa contra el marciano Mallacán. La idea era acabar con el marciano Mallacán, que llevaba hierba verde arredol del cuello, sujetada por el collar, para aparecer verde como un auténtico marciano.  Con su amuleto, Elisa lo iba a derrotar, con su piedra de yeso blanca y brillante, pero Mallacán trató de quitársela y toda la actuación se fue al traste. Todos se esmelicaron de risa, el virus de la risa les había infectado, no paraban de reírse y hasta la barriga les dolía.

Como dice el refrán, todo aragonés fino después de comer tiene frío y casi todos se echaron la siesta. La tarde fue tranquila, leyeron, pasearon por las afueras de la caseta y Elisa se entretuvo bajo la sabina hasta que le hicieron recogerse a la caseta. Cenaron algo ligero y, tras la charradeta, se fueron a dormir.

Día 29 de aislamiento, 12 de abril del 2020.

Elisa rescató del olvido su balón de fútbol y trató de jugar un rato con él. Un chute p´allá, otro p´quí hasta que el travieso Mallacán se abalanzó contra el balón, lo atrapó y se lo llevó. –¡Mecachis Mallacán!, lo coge con la boca y no lo suelta- no sabía jugar, no dejaba jugar y mira que Elisa lo explicaba una y otra vez, pero Mallacán lo volvía a coger con la boca y se lo llevaba corriendo. Elisa le gritaba, daba semejantes gritos que sobresaltaba al resto de la familia, los soliviantaba –No grites tanto, vas a espantar a todos los jabalíes de la sierra- .

Elisa solía jugar con sus amigas a fútbol en el colegio, en la plaza o en las piscinas. Si querían jugar muchos tenían que bajar de otros pueblos, incluso a veces estaban tan pocos que ni siquiera podían jugar un partido. A algunos les tenían que traer sus padres, en sus pueblos están solos para jugar a fútbol. Antes estaban más, pero hay familias que han tenido que marchar a vivir a Huesca o Zaragoza y vienen muy pocas veces. Es una pena, Marieta y Ferminer, los primos que viven en Zaragoza, bajan solo los domingos, lo justo para comer y luego pronto se tienen que volver para no hacer tarde.

La mejor amiga de Elisa vive en un pueblo cercano. La pobre Laurita es la única de su edad en el pueblo – ni por encima ni por debajo de su quinta hay gente de su edad-. Ahora la entendía, en la solitaria caseta en la sierra. Aunque en el pueblo tampoco estaban muchos, se solían juntar unos seis o siete. Eso sí, para verano eran muchos más -¡Y para las fiestas!-.

La yaya hacía balones con las vejigas de los tocinos, cuando  era una zagala, las cogían de la matacía, las hinchaban, hacían un ñudo con un trozo sogueta y ya tenían pelota. También hacían balones con trapos viejos, aunque los trapos viejos preferían cambiarlos por naranjas. -¡Antes no teníamos nada!. Las muñecas las hacíamos con trapos, poco más teníamos, canicas, tirachinas, las tabas… no como ahora que hay tantos zarrios y cacharros-

Todos son del Huesca, Josete, Clara, Elisa y hasta la yaya se emociona con el equipo de fútbol del Huesca. Lo echaban de menos, esa normalidad, los partidos de fútbol, estar en la plaza con los amigos, ir por las calles del pueblo, enredar a don Mariano en su huerto o ser regañados por siña Asunción por toquinear las plantas.

Día 30 de aislamiento, 13 de abril del 2020.

Elisa era capaz de todo, su imaginación no tenía límites y viajaba de norte a sur y de este a oeste, de Albero Bajo a Peñalba y de Castelflorite a Leciñena. Los Monegros son su tierra, pero ella es de la tierra y de más allá de todos sus confines -¡De todo el universo!.

Loma Elisa era su lugar privilegiado, por sus vistas y sus paisajes. La sierra de Alcubierre ocupa el corazón de Los Monegros y a la vez son sus pulmones. Ahora Elisa ocupaba aquel corazón.  Un extenso pinar que esconde la historia de esta tierra y en su piel se hallan las cicatrices del paso del tiempo. La desforestación, el aprovechamiento de los recursos, la conversión de extensos pastos y monte a campos de cultivo han ido configurando Los Monegros.

-Mar, todo era mar hace 47 millones de años, en el Eoceno- Elisa no se lo podía creer, la yaya parecía majareta diciendo que esto había sido mar. Paro así había sido, la yaya siempre tenía razón, decía que era sabía cómo el diablo, pues yaya María solía decir: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Ya decía el Chanson de Roland que aquí moraban los diablos, la yaya María era una de ellas, una diabla, por lo que Elisa bebía ser una autentica diablilla.

Sí, Los Monegros son excepcionales, dicen que únicos y singulares. En verdad son una anormalidad frente al resto de sistemas esteparios ibéricos que, en su mayoría, son  de carácter africano. Los Monegros, como ha mantenido el gran investigador César Pedrocchi, han tenido y aún mantiene en algunas zonas un carácter asiático y constituye un retazo de las estepas asiáticas –¡De la Conchinchina!- se reía traviesa Elisa con su risilla de auténtica diablilla. La yaya María no podía evitar reírse de las gracietas de Elisa y por un momento tuvo que interrumpir su relato. -Los Monegros son mucho más-, continuó la yaya – Según Pedrocchi son como un laboratorio natural de evolución de primer orden, un espacio de especiación con origen en el terciario y aun activo en la actualidad-. –¡Jolio!, exclamó Elisa – Los Monegros son muy viejos, de cuando los dinosaurios dominaban la tierra y los gigantes monegrinos levantaron torrollones-.

Elisa fue a dormir pensando en todo lo que yaya María le había enseñado sobre Los Monegros. Ahora entendía muchas cosas, la formación de los torrollones, la presencia de piedras de yesos blancas y brillantes, las rosas del desierto y la presencia de los selenitas- ¡dónde sino iban a estar!-. -La tierra es sabía-, concluyó Elisa  -La tierra tiene sus huellas del paso del tiempo como las arrugas de la yaya María, la tierra es pura sabiduría, solo hay que saber entenderla-.

Día 31 de aislamiento, 14 de abril del 2020.

Un día primaveral, -¡qué gustazo de día¡. La experiencia estaba siendo alucinante para Josete, Clara y Elisa. También para los padres Antonio y Aurora y para la yaya María. Federico, el pastor, como siempre iba pasando cada pocos días. Federico dejaba una saca con pan para aguantar, por lo menos,  hasta que volviese a pasar y, además, contaba cómo iban las cosas en el pueblo. Antonio y Aurora no habían descuidado el mantenerse informado, escuchaban de vez en cuando las noticias y con un teléfono llamaban a la familia cada dos o tres días. La yaya María había preferido no saber nada, decía que así no pensaba y estaba más tranquila. Josete y Clara, al ser los mayores, sí que iban preguntando y se interesaban por la situación y, tal como iban pasando los días, ya se iban impacientando con el esperado regreso.

Elisa Cucaracha, Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza iban por su cuenta, tenían asumido que los mayores no eran conscientes de la verdadera naturaleza de la amenaza y que los auténticos causantes del virus eran los extraterrestres -¡los malvados marcianitos!-. Cuando pasaba Federico corrían a ver el ganado, las ovejas, cabras y los perros pastores a los que Mallacán saludaba con millones de ladridos. Luego veían como el rebaño se iba alejando sierra adentro. Pronto volvieron a sus aventuras y comenzaron a zurziquiar con los cacharros que tenía bajo la sabina, tenía un tirachinas y un arco, algunos zaborros que había espeldregau por la era, y flechas preparadas para lanzar. También tenía amuletos colgados por la sabina, incluso un cráneo de carnero sobre un palo a la marguin del camino de entrada a la caseta. La caseta era, por lo menos al cinco mil setecientos veintiocho por ciento, segurísima. -¡Aquí estamos malditos virus, cucos, bichos y marcianos babosos y repugnantes!-

Pero Elisa y la yaya María no podían alejarse de la realidad, aquella que parecía de película. Era flipante pero a la vez preocupante, como una pesadilla. Por las ciudades y los pueblos la gente iba con mascarillas y guantes, como si fuesen enfermeros o estuviesen malos; muchas tiendas y comercios cerrados, solo abiertos los de alimentación donde la gente hace filas separados a más de un metro; hay miedo a contagiarse y la gente no puede salir a la calle y desde los balcones hacen muchas cosas divertidas y alegres: bailan, cantan, aplauden e incluso hacen algunas tontadas. Todo se extiende a lo largo y ancho del mundo. -Ojalá, ojalá pase pronto. Bueno, todo no, menos lo de la caseta y los balcones-.

Día 32 de aislamiento, 15 de abril del 2020.

Ratolín

Ratolín

Ñám, ña´m, ñám… Elisa abrió los ojos y vio como Ratolín se zampaba el grano que le había dejado. Cogía un poco de grano y lo masticaba mirando, inquieto, a todos los lados, olisqueando y moviendo sus finos y estirados bigotes. Sus ojillos pequeñines y brillantes lo delataban en la oscuridad mientras aprovechaba para curiosear la caseta. Por un instante se cruzaron de nuevo sus miradas, se miraron fijamente y sorprendentemente Ratolín, esta vez, no se asustó. Elisa no se movió y continuó observándolo hasta que Ratolín volvió a desaparecer a través de la grieta de la pared. –Menos mal que Mallacán dormía como un tronco y no se enteraba-.

Se acercaban lluvias, no muchas, pero había que estar preparados para todo. El cielo estaba precioso, con sus nubes y el suave aire que las mecía. -Cada día es único e irrepetible, disfrutarlo depende de cada uno-, decía yaya María cuando hundía sus labios en las mejillas de Elisa con su beso de buenos días.

Tras un enorme y riquísimo tazón de leche de cabra emprendieron sus faenas. Josete, Clara y Elisa se adentraron a buscar leña por el pinar, descubriendo las carrascas, los quejigos que estaban sacando hoja y las muchas florecillas que van salpicando el monte en una primavera excepcional. -Eran preciosas-, las muchísimas florecillas que iban saliendo de diferentes y diversos colores; la naturaleza no entendía de tiempos de coronavirus.

Un corzo les sorprendió entre los pinos, a él también le sorprendió los pequeños leñadores. Antes los leñadores subían y tiraban algunos árboles que el forestal les marcaba, lo bajaban a la pista arrastrándolos con mulas, aún se ven algunas trozas, y luego los cargaban desramados y troceados a los carros para bajarlos al pueblo. La leña la vendían, pues antes se empleaba mucha en las casas –siempre estaba encendido el fuego del hogar-.

Por la tarde llovió un poco, se quedaron en la caseta haciendo sus obligados deberes y ejercicios. Merendaron tostadas con miel que estaban deliciosas. Un día más, parecía normal esta forma de vida de la que yaya María tantas veces había hablado y ahora estaban viviendo. Sin duda, la yaya María era la que más disfrutaba de la vuelta a la caseta, a la que nunca esperó regresar, donde tantos recuerdos habitan y otros tantos se van sucediendo.

Día 33 de aislamiento, 16 de abril del 2020.

san Caprasio

Cima de san Caprasio

Imponente, magno, majestuoso… san Caprasio aparece dominante, asomando entre el conjunto de lomas que conforman la sierra de Alcubierre. Lomas separadas que configuran el relieve de una sierra modelada gracias a la erosión diferencial producida en el valle del Ebro. No hay ningún río por esta sierra, es seca, profundamente seca. Los barrancos se han formado a base de tormentas y lluvias puntuales, torrenciales, que discurren gracias a un sistema de escorrentía de agua superficial escavando en el terreno considerables cárcavas y barrancos que drenan el agua de la sierra.

Las cabras tiran p´al monte y Elisa y Mallacán tiran más que las cabras. Por sus escarpadas lomas trepan a pesar del suelo suelto que dificulta los movimientos. Es tierra solamente apta para intrépidas aventureras como Elisa, por su gran destreza y agilidad, con la valentía necesaria para adaptarse a este medio tan agreste sin temor ni pavor. La adaptación define la vida en Los Monegros, a los suelos débiles, a los yesos y sales, a la escasez de precipitaciones, al aire seco y dominante cierzo y al abrasador bochorno, a las boiras y heladas de invierno, a los contrastes que describen esta tierra.

Elisa Cucaracha, Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza estaban adaptados completamente al medio, a sus vertientes pronunciadas con sus pendientes impracticables y a sus cuevas que parecen colgadas ante el abismo. Soportaban implacables e inmutables a las inclemencias climáticas, ya sean sequías o tormentas, fríos y heladas. Imparables, la sierra es su refugio.

Por Los Monegros discurren los ríos Alcanadre, Guatizalema, y Flumen, aunque siempre se ha dicho la Isuela, si en femenino y respetando su nombre tradicional de la Isuela. Por Peñalba está el barranco de la Valcuerna, con vocación de río estacional nacido en Los Monegros y que desemboca en el Ebro.

San Caprasio aparece excepcional, solemne, hermoso y bello, sencillo y humilde porque la verdadera grandeza reside en el corazón. Elisa lo contemplaba, lo miraba detenidamente, buscando, porque se lo había dicho yaya María, que en ocasiones suele aparecer el pastor Caprasio por la cima de la sierra de Alcubierre. Solamente tenía que mirar y esperar.

Día 34 de aislamiento, 17 de abril del 2020.

Abril se entretiene con sus lluvias, las nubes van pasando y de vez en cuando van dejando algo de agua. Las aliagas están hermosas con sus florecillas amarillas, pero punchan. Los pequeños leñadores han encontrado una orquídea preciosa, con colores intensos que van del verde al marrón, rojizo o azulado acerado. Un violeta muy intenso- La orquídea abeja o espejo de Venus- . Hay otras, cuenta la yaya, -Hay que ir mirando con cuidado el suelo para ir descubriéndolas-. -¡Qué chulo es el monte en primavera!-

-¿Cómo conociste al yayo Paco?- Preguntó Elisa la curiosa. La alcahueta y alparcera Elisa quiere saber todo y eso es bueno, ganas de aprender no le faltan. –Con el abuelo Paco nos conocimos ya de críos-, respondió yaya María-. -¿Ibais juntos a la escuela?-, -¡Ay!, no hija mía, antes íbamos a clases separadas, los chicos a una clase y las chicas a otra-. A Elisa no le entraba mucho esto en la cabeza, a Josete y Clara tampoco lo entendieron bien, pero como decía yaya María –¡Eran otros tiempos!-. En la escuela aprendían a leer, a escribir, las cuatro reglas sumar, restar, multiplicar y dividir y luego por las tardes las niñas a costura. Las caras de los tres era de sorpresa, ni se lo habrían imaginado. Mientras, el incombustible Mallacán quería jugar y no dejaba de enredar a Elisa, le mordisqueaba la zapatilla o le cogía del pantalón y tiraba de ella. Pero Elisa quería saber la historia de sus abuelos. -¡Estate quieto Mallacán, chitón!-

 – Venga yaya, ¿Cómo conociste al yayo Paco?-, volvió a preguntar Elisa. -Los domingos se hacía baile y los chicos nos sacaban a bailar, pero vuestro abuelo Paco era muy vergonzoso y nuca me sacaba a bailar. Hasta que llegó santa Agueda, ese día se permitía a las chicas sacar a bailar al hombre y por fin pude sacar a bailar al yayo -. -¡Qué raros eráis!-, sí, afirmó yaya María, nos vigilaban para que no bailásemos muy apretados, debíamos guardar las distancias y para tener intimidad nos teníamos que esconder. -¡Qué anticuados eráis!-, -Sí- volvió a afirmar la yaya, -pero aquellos tiempos tenían su encanto-.

Día 35 de aislamiento, 18 de abril del 2020.

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Ratolín el ratón pequeñín recorre la caseta de rincón a rincón, aprovecha la oscuridad que le brinda la noche para fisgonear y husmear por todos los recodos y recovecos. Elisa, si tiene suerte, se despierta suavemente para no alertarlo y lo contempla medio dormida, con los ojos entreabiertos. Por lo contrario, Mallacán es basto con sus lametazos y sus torpes zarpas que van dando pisotones cuando se acerca por las noches a Elisa.  Mallacán, cuando se mueve por la noche, despierta a todos. Ratolín es sigiloso y Mallacán estruendoso, uno es cuidadoso y el otro un torbellino.

El día estaba algo nuboso. La yaya María había dispuesto un cañizo que había por la caseta, a modo de mesa fuera en la era. Lo ha limpiado y lo ha dejado secar. Se empleaba mucho en la construcción, sobre todo para los tejados donde encima colocaban las tejas. Se hacían entrelazando, tejiendo cañas siendo muy fuertes y resistentes. Cuenta la yaya que antes los usaban para secar alimentos, dejan pasar el aire, almendras, ciruelas, higos, manzanas, panizo, pasas, pimientos, tomates, uvas… -Nos irá bien-.

-¡Qué cosas más raras hacíais antes!- exclamó Elisa –Con lo fácil que es ir a comprar a la tienda-. La yaya María reflexionó, se quedó pensativa, miró a Elisa con su cara dulce y le dijo –Antes no había un grifo por donde saliese todo el agua que quisieras, no había un enchufe que diese la luz, ni donde enchufar el ordenador, televisión o nevera donde elegir alimentos, no existían muchas de las cosas que ahora parecen imprescindibles. Había muy poco, pero lo suficiente para vivir, ahora hay de todo y no se valoran las cosas-. –Aquí es como antes, ¿verdad yaya?-, -¡Sí!, Elisa, así vivimos todos y todos los que nos precedieron-.

Antes había tan poca agua que las adobas se hacían con vino, -pero era el vino viejo que se picaba-. Las adobas o adobes, viejos ladrillos que amasaban a base de barro y paja y secaban al sol y al aire. Aquí, si algo tenemos es sol y aire, “Polvo, niebla, viento y sol… esta tierra es Aragón” decía el poeta José Antonio Labordeta. -Nos hemos olvidados que éramos humildes, parece que nos avergonzamos de nuestro pasado.  Muchas casas se construyeron a base de adobas y bien que se merece un homenaje la adoba -¡Claro que sí! ¡Viva la adoba!-.

Mallacán se acurruca para dormir, Mallacán es el día, el sol, mientras que Ratolín es la noche, el ángel de la guarda, protector de Elisa y su familia, la luna. Elisa se durmió pensando en las casas, casetas y muros que aún quedan hechos de adobas en el pueblo, de lo bonitas que son esas paredes, lo mucho que han soportado y lo mucho que debió de costar hacerlas. –Es verdad- pensó Elisa, -Ahora tenemos muchas cosas, compramos y tiramos mucho-.

Día 36 de aislamiento, 19 de abril del 2020.

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Otro día cubierto por las nubes que se van sucediendo, discurriendo por el cielo y depositando sobre la tierra la preciada lluvia. La tierra está húmeda con sus muchas florecillas que van sonriendo y llenando de colores la sierra. También brotan los quejigos con su verdes y brillantes hojitas. Se observan rastros de jabalíes, pisadas, rascadas en los pinos y las charcas o bañas. Las cebadas están altísimas y con el aire, al mecerse, forman un suave oleaje que te transportan al mar, a su balanceo de olas que serpentean en pleno desierto de Los Monegros. La lluvia transforma el paisaje, lo aleja de los veranos secos y abrasivos que socarran la vegetación y hacen arder la tierra y las piedras.

Han recogido leña y han estado con las cabras dando vueltas, no han ido muy lejos. –Andemos hasta el corral del Sabino- explicó Elisa Cucaracha. –No se dice “andemos”, se dice “andamos”- corrigió Josete, diciendo que Elisa era bastante basta hablando como los abuelos de antes. Pío Baroja pasó por tierras de Monegros y dejo constancia que éramos muy mal hablados en “Horas solitarias”. -¡Andamos! mentira, andemos, que tu no estabas- respondió Elisa refunfuñando. Para yaya María no había que avergonzarse del pasado y eso también debía de incluir la forma de hablar.

Ababol, Abadejo, Apatusco, Avechucho, Barrillas, Bitilaina, Bochiga, Boira, Cacharro, Cardelina, Coco, Cucute, Desustanciada, Dorondón, Encorrer, Enfarinoso, Esbarizaculo, Escocar, Escucarabajo, Esfullinar, Esparbel, Espiazau, Espinais, Esportetas, Estalentau, Estrapalucio, Ferringallo, Grillau, Jasco, Melico, Miaja, Mielsa, Miragüelo, Pantaziguera, Patalera, Pezolaga, Pintacoda, Pocasustancia, Rasmia, Rebadan, Sunsida, Tozaneta, Tufa, Yaya, Zamandungo, Zancarriana… Son muchas las palabras, expresiones y giros propios del aragonés, una lengua que se habló por Los Monegros hace tiempos y aún se han ido conservando retazos de la vieja lengua aragonesa.

Cada lengua sirve para aprender, entender, comunicar, expresar, sentir, pensar, crear…  son un tesoro patrimonial. -El respeto-, decía yaya María –Nos hace entender y comprender, convivir y empatizar con los demás. Nos enseña que a pesar de las diferencias, por pequeñas o grandes que sean, somos capaces de entender y tolerar-. La diversidad es respeto y el respeto es diversidad, y en la vida, como en todo el universo, todo es diverso. El universo es un eterno de versos diversos infinitos.

Las lenguas son toda una ventana que nos explican la verdadera esencia de nuestros antepasados, porque son sus palabras únicas, propias e indisociables a su forma de entender y comprender sus vidas y todo el saber y cultura que heredaron de sus antepasados. La yaya, como siempre, ha querido y amado todo lo aprendido de los mayores, igual que ahora Josete, Clara y Elisa van aprendiendo de yaya María y reciben el legado transmitido generaciones tras generaciones.

Por la tarde han ido pasando nubarrones amenazando tormenta. Hasta el anochecer no ha habido tronada, la sierra retumbaba, tremolaba la caseta de duros alazetes. Pero por muy dura que sea la tronada, Elisa Cucaracha y su banda ¡No reblan!.

Día 37 de aislamiento, 20 de abril del 2020.

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Mallacán agitaba con tremenda alegría la coda como cada mañana, otro día que aparecía nuboso, con esas nubes que dejan entrever el cielo que resalta con su inmenso azul claro. La rabosa no ha vuelto a merodear por la caseta, hay muchos conejos y será más fácil ir a cazar por donde tienen los cados. –Antes, por la sierra alta había mucho conejo-, cuenta yaya María, -cuando venían a plantar pinos los cazaban poniendo lazos-. Lo bueno de que no esté la rabosa es que las gallinas están tranquilas y van poniendo abundantes huevos que van recogiendo Josete, Clara y Elisa. La raboseta es astuta y por el mote va royeta y majeta.

Ir con las cabras les ha hecho más fuertes, suben las cuestas con gran destreza y agilidad, brincan las piedras y sortean las punchantes coscojas, aliagas y espinos. Ningún escollo, peñasco o risco resulta insalvable, nada detiene su imparable avance, saltan ripas, cruzan barrancos, atraviesan vales y llegan a pequeñas colinas que parecen que nunca nadie había alcanzado. Elisa, si podía, no dejaba de mirar a san Caprasio, aguardando que apareciese la figura de Caprasio merodeando por su cumbre y resguardando la sierra que se había vuelto su hogar. Allí, imponente como una erguida sabina siempre está san Caprasio.

Hacia el llano se ven las planas alargándose con sus maravillosas, frondosas y verdes cebadas. Los pueblos se ven pequeños, menudos, incluso Huesca al fondo resulta menuda. Hacia el este se ve claramente el monasterio barroco de la Cartuja de las Fuentes. Hace unos meses que lo fueron a visitar descubriendo las muchas pinturas que inundan el lugar, obra de un monje que vivió en el monasterio. Les enseñaron muchas pinturas y, entre tantas, un curioso auto retrato del monje pintor Fray Manuel Bayeu. Los demás no se percataron, pero Elisa vio como tenía un considerable y sospechoso parecido con el señor que les enseñaba el monasterio. Elisa no tuvo duda alguna que debía ser el mimo Bayeu -Aun sin esa barba larga y con algo más de pelo en la cabeza-.

Más al este se encuentra otra joya de Los Monegros, el monasterio románico de santa María de Sijena, con su portada con sus catorce arquivoltas que tanto le gusta contar a Elisa cada vez que va. Un lugar muy bonito, con muchas obras de arte que  han vuelto y otras que aún tienen que volver. Tesoros de los muchos que hay por Los Monegros, a los que siempre es bonito volver. –En cuanto pase todo esto-, pensó Elisa –volveré-.

Día 38 de aislamiento, 21 de abril del 2020.

Federico, el pastor, pasó pronto por la mañana, habían dado aguas y aprovechó la mañana para apacentar el rebaño. La cosa parecía que iba a mejor pero continuaba muriendo gente, todo va para largo y por ahora alargan el confinamiento hasta el once de mayo. –Lo peor- decía Federico –la que nos viene encima con la economía, va a ser la ruina-.

Por la tarde se quedaron al cobijo de la caseta mientras una fina y constante lluvia fue cayendo. La sierra fue recogiendo el agua, esta es buena, la va absorbiendo la tierra y el monte y los cultivos la agradece. La sierra se extiende desde Tardienta hasta La Almolda sin dejar de tener continuidad con la sierra de Sijena a través del monte de Pallaruelo. Una zona preciosa el monte de Pallaruelo, con su barranco de la Peña y el estupendo sabinar. Desde el alto de la Portellada se contempla en su esplendor el sabinar de Pallaruelo y la vista se puede extender a través de Los Monegros norte y la sierra de Guara hasta los altos Pirineos.

Por el monte de Pallaruelo, a mitad camino al monasterio de la Cartuja de las Fuentes permanecen los restos de una antigua iglesia gótica. -¿En mitad del monte?- preguntó Josete. –Sí- respondió yaya María – Resiste en pie una sola pared de la una antigua iglesia y ya nada más queda-. Los restos responden a un antiguo poblado que existió hace siglos y que desapareció sin que su historia llegue a nuestros días. -¿Nada?- se mostró extrañada Clara –Solamente la solitaria pared- respondió yaya María –resiste a la desmemoria-.

Moncalvo labordeta

-Hay leyendas que cuentan que fueron asesinados por no pagar impuestos, quemados vivos dentro de la iglesia y su historia la borró el tiempo-. -¡Qué horror!- concluyeron todos a la misma vez. Del viejo y desaparecido poblado de Moncalvo ya no queda nada de su memoria, de sus calles, de sus gentes, resulta misterioso e incomprensible- ¿Cómo se ha olvidado la gente de todo un pueblo?- preguntó extrañada Elisa. -El tiempo borra muchas cosas-, explicó yaya María.

Elisa empezó a dudar si ya estuvieron antes los marcianitos y fueron los verdaderos culpables de la desaparición del viejo poblado de Moncalvo -¡Malditos marcianos!. A partir de ahora la memoria de Moncalvo permanecerá viva, Elisa la mantendrá viva con su recuerdo y no dudará en transmitir su historia. Será como una Labordeta, que entre sus ruinas hizo sonar su guitarra y voz.

Día 39 de aislamiento, 22 de abril del 2020

Reconforta la tranquilidad que reina en la sierra, abruma a veces tanta soledad, pero la calma y el sosiego alimentan el alma. La naturaleza es acogedora, lejos del mundano ruido y bullicio de  la civilización y las cercanas ciudades de Zaragoza o Huesca. Respirar aire limpio y puro, lejos de la contaminación y el ruido. Aunque a los tres, a Josete, Clara y Elisa les encanta ir a la ciudad –de vez en cuando está bien. Hay mucha gente, tiendas y cosas que ver y hacer, lugares por donde pasear… nunca deja de sorprender tanto movimiento y actividad, tanta oferta de ocio y cultura-.

Mientras, en los pequeños pueblos las casas y las calles se ven vacías, cada vez más y por lo que dice Federico -poco se nota aquí el confinamiento-. Para comprar según qué cosas hay que ir a la ciudad, -aunque a tía Miranda le gusta comprar por internet y a los dos días se lo dejan en la puerta de casa-. Tía Miranda no para y con la asociación del pueblo no para de hacer montones de actividades, fiestas y jornadas culturales-.

La vida en la sierra es dura, han dejado atrás las comodidades, como cuando van de acampada. Yaya María ha vuelto a su juventud y disfruta compartiendo sus recuerdos, le encanta sentarse en una silla afuera de la caseta y contemplar la sierra y el trajín que llevan todos. La yaya vuelve a realizar la estrategia de lagartija o fardacho, de sangre fría, decía Elisa, buscando el sol, el haz de rayos que le aporten un revitalizante calor.

La sierra nunca ha estado tan silenciosa y vacía, antiguamente subían y bajaban carros tirados por caballos o mulas, cultivaban los campos y se segaban a dalla y hoz, se hacía leña y carbón vegetal, se dormía en las casetas o aldeas y los rebaños de cabras campaban por toda la sierra. Había grandes constructores de carros y galeras en los pueblos, un gran oficio de carpinteros y herreros que ha desaparecido. Los tiempos avanzan imparables y casi no da tiempo para reflexionar cuanto dejamos por el camino, tantas cosas que, quizá, no deberíamos de olvidar.

Día 40 de aislamiento, 23 de abril del 2020

Elisa desciende de una tierra de dragones y se los imagina sobrevolando los confines de esta tierra llamada Aragón. A Elisa le parecían simpáticos los dragones, no había conocido a ninguno, pero todos los animales son simpáticos. Aunque hay que saber guardar las distancias, decía muchas veces yaya María, algunos pueden verse amenazados y atacar; la naturaleza es salvaje. Especialmente lo decía cuando levantaba piedras Elisa, a la yaya le sabía muy malo -Para cuenta, que no sabes que te puedes encontrar, te puede aparecer una escolopendra, un arraclán  o una tarántula-.  -¡Mía que la fizadura es muy mala y ya no mincharás más pan!.

Tanto recoger y amontonar piedras por la zona de la sabina que comenzaba a parecer una autentica posición de la guerra civil, como monte Irazo, Pocero, loma Orwell o San Simón. Esas trincheras por donde estuvo el famoso escritor inglés George Orwell y el español Camilo José Cela por el otro bando. Elisa había parapetado con incontables piedras su posición de la sabina.

Camilo José Cela fue herido en esta sierra, de cierta gravedad, sintió un golpe seco en la nuca y se quedó sin conocimiento, la metralla de una granada de piña se le clavó en el pecho… después se fue despertando.  –Esta sierra tiene mucha historia- concluyó yaya María con sus sabias palabras.

La yaya explicó lo que sucedía cuando a uno le picaba la tarántula, pronto buscaban un tañedor y tocaban la guitarra, cantaban y bailaban jotas hasta que al enfermo se le pasaba la fiebre, -Aura p´al medico y una injición-. -¡Vaya fiesta se montaba!- y aunque a nadie le había picado, yaya María les cantó unas jotas a Josete, Clara y Elisa. Y a Mallacán también, que aunque no se enteraba de que iba la cosa, como siempre, participaba y estaba en medio de todo.

La sierra estaba tranquila, mal que el misterioso lobo de Los Monegros había vuelto a atacar por Leciñena, lo había comentado Federico el pastor. -¡Esta sierra es de cuidau!- exclamó alborotada Elisa –Dragones, demonios, gigantes, selenitas, escolopendras, arraclanes, tarántulas, gripias, lobos…!, no me extraña que por aquí no haya nadie ni se atrevan a venir los marcianitos con su maldito virus-.

La leyenda del Cucaracha será, pensó Elisa, menos mal que su sombra que se extiende hoy en día gracias a Elisa Cucaracha, Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza.

Día 41 de aislamiento, 24 de abril del 2020

Hace noches que Elisa no veía a Rotolín el pequeñín, miembro de la banda y más conocido como Ratolín el Farineza. Era ágil y huidizo, maestro en las artes de la invisibilidad, dominaba la noche y, a pesar de su menudo tamaño, era un componente terriblemente temido. Por la noche se había comido toda su ración y nadie en la caseta se había percatado.

Ninguno de la banda bebía vino, así que no los podían envenenar como a Mariano el Cucaracha. Tampoco con la comida, pues yaya María era la cocinera y era muy rigurosa con la comida, conservaba y guardaba muy bien los alimentos. La caseta está estratégicamente bien situada y desde loma Elisa se avista gran horizonte para advertir cualquiera que se atreva a acercarse por la caseta. El lugar era mucho más seguro que el corral de L´Anica donde mataron al Cucaracha.

Madroños, endrinos, barzas, gabarderas… muchos matorrales de los que crecen en esta sierra se pueden aprovechar para coger sus frutos, el fruto del madroño «Alborcero» resulta muy dulce y emborracha «Alborzas», los arañones son buenísimos para hacer pacharán y las moras para no parar de comer una tras otra, pero había que esperar a otoño. También aparecen almendreras, higueras y oliveras por la sierra, hay cajas de abejas para hacer miel y un montón de plantas con propiedades medicinales y culinarias. Hay zonas que aguantan muy bien la humedad, en los barrancos hay mucha vegetación, en algunos incluso hay boj y por ello llevan su nombre como el Bujal. Otro barranco hace referencia al enebro en su forma aragonesa Puchinebro y el de la Estiva a su presencia de pastos elevados adecuados para el verano.

Todo bajo la protección de san Caprasio, aunque para Elisa el mejor amuleto protector era yaya María, sin duda alguna, era la que le hacía sentirse completamente segura. ¡Y la muñeca!, la que siempre estaba con ella, en las oscuras noches hasta cada nuevo amanecer.

Día 42 de aislamiento, 25 de abril del 2020

Los días medio nublados iban dejando días preciosos con sus ratos de calor, de sol radiante, momentos fabulosos para disfrutar de la primavera en todo su esplendor. La familia disfrutó de un día soleado, gozando enormemente y cargando las pilas mientras realizaban sus habituales faenas diarias. Un sin parar, un trajín incesante hasta que de repente echaron algo en falta. Demasiada tranquilidad, mucha calma y paz, algo no iba bien.

Elisa y Mallacán faltaban, no estaban por los alrededores de la caseta, ni tampoco dentro. Buscaron por todos los lados, por la sabina, por la loma, por el bosque, por la caseta… Todos iban mirando por todas partes, hasta yaya María buscaba incansable por los lugares más insospechados. Llamaban a gritos a Elisa y a Mallacán, que tenía mejor oído, pero no aparecían.

Poco a poco su falta comenzó a ser cada vez más preocupante, -¿Ande podrían haberse metido la bruja de Elisa y el cerrudo Mallacán?-  No los encontraban por ningún sitio, como si la tierra se los hubiese tragado. -¡¡Elisa!!, ¡¡Mallacán!!- Hasta Federico el pastor se acercó inquieto e intrigado por los gritos, los había escuchado mientras iba con el ganado y, tras saber lo que ocurría, se unió sin dudarlo a la búsqueda.

No podía ser, algo podría haberle ocurrido, yaya María se inquietaba cada vez más. Antonio y Aurora iban preocupados y enfadados, Josete y Clara sabían que a Elisa le iba a caer buena carrañada pero ante todo esperaban encontrarla, también estaban bastante preocupados.

Nada, Elisa y Mallacán no aparecían por ningún lado. Estaba comenzando a ser desesperante. Los nervios empezaron a cundir. De repente cayeron en cuenta que no habían mirado por la balsa y fueron todos corriendo, era un lugar peligroso, con el barro y el agua, le podía haber pasado algo.

Llegaron a la balsa y lo que encontraron les dejo paralizados, allí estaba Elisa tirada al borde de la balsa, en su orilla, sobre la toalla tomando el sol como si estuviese en la playa. Una escena surrealista, propia de Buñuel, que les hizo romper en carcajadas liberando toda la tensión que habían acumulado. Mallacán también estaba tumbado plácidamente, como si el mundo no fuese con ellos. Inocentemente, Elisa al verles les invitó a su playa ajena a todo lo que había pasado y así hicieron, la familia se unió al Monegros Beach de Elisa y Mallacán. Olvidaron el mal trago que habían pasado, no tuvieron más remedio, y disfrutaron del sol que calentaba el primaveral día de abril en el Monegros Beach.

Día 43 de aislamiento, 26 de abril del 2020

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Había sido surrealista ver tumbada con sus gafas super fashion a Elisa a la orilla de la balsa. -Una estrafalaria- decían Josete y Clara, solamente a Elisa se le podía haber ocurrido. La escena había sido propia de una película de Buñuel o de una naturalidad profunda de Almodovar, -¡sí!- aquel director de fama mundial que vivió por un tiempo en Poleñino donde realizó su primera comunión.

La guapa Penélope Cruz rodó en Los Monegros una película junto a Javier Bardem y Jordí Mollá, película que les lanzó a la fama. “Jamón, jamón”, la película de Bigas Luna que quedó fascinado por esta tierra, desde aquí tocó la Luna, seguro que descubrió a los selenitas, quedando abducido por sus extraordinarios poderes y sus terribles encantos lunáticos.

Lugares que inmortalizó Bigas Luna, con la nacional II, la bañera de Monegrillo y el toro de Peñalba. Penélope y Javier acabaron siendo matrimonio, con su hijo Leo y  su hija Luna, aquella que tocó Bigas Luna en Los Monegros y llevó a la pareja a lo más alto de las estrellas del cine mundial.

Ese surrealismo que parece que encierra Los Monegros aflora con el viejo documental de Antonio Artero y Labordeta “Monegros”. A similitud del documental de Buñuel, con Las Hurdes, trataron de hacer algo parecido pero con grandes pinceladas de creatividad. Recorrieron los paisajes monegrinos, con su mirada cinematográfica y poética, experimentando en la misma concepción de la creación audiovisual y su relación con la realidad. Al final, Almodovar, Artero, Buñuel o Luna  han sido excepcionales cuestionando y mostrando su particular visión de la realidad.

Los Monegros fueron tierra de miserias y pobreza, de años de ausencia de cosechas y plagas devastadoras de langostas, terribles sequias y hambrunas asolaron el territorio. Poco, poco se distanciaría con Las Hurdes.

Elisa iba a ser la nueva Penélope, una gran actriz y una gran mujer, valiente e independiente que iba a brillar intensamente en el firmamento. En Los Monegros brillan muchas estrellas, no es así en todos los lugares, no saben lo que se pierden.

Día 44 de aislamiento, 27 de abril del 2020

La lluvia de abril ha continuado cayendo como cada pocos días lo va haciendo, una madrugadora lluvia fina ha caído a primera hora de la mañana. Elisa y Mallacán no han podido salir a correr y han aprovechado la mañana para hacer los ejercicios y deberes de la escuela.

La naturaleza estaba tranquila, la ausencia de personas había permitido que muchos animales campen a sus anchas. Es extraño, reflexionaba Elisa, la naturaleza nos da agua clara y limpia y nosotros ensuciamos ríos y mares, nos regala aire puro y lo llenamos de humo, nos ofrece una frondosa vegetación llena de hermosísimas flores y lo llenamos todo de basura y plásticos. Quemamos nuestra tierra, le echamos veneno, derretimos los círculos polares, destrozamos bosques y selvas, matamos animales, cambiamos el clima y sufrimos sus consecuencias. Yaya María estaba de acuerdo, era difícil de entender, no tenía sentido y el futuro se estaba volviendo incierto, agotando y destrozando nuestro mundo que nos permite vivir. Hay personas que prefieren el cemento a los árboles – ¡Qué tontos!, igual piensan que pueden vivir sin respirar-.

Cuando paró de llover Elisa y Mallacán fueron a ver a la sabina, respiraron el profundo aroma que la lluvia había dejado en el ambiente. Los pajarillos con su ajetreo alegraban el día, un petirojo merodeó la sabina, se posó en una piedra cercana y contempló a Elisa. Elisa estaba descubriendo lo maravilloso que era vivir en la sierra, comprendiendo lo vital que es la naturaleza, lo verdaderamente importante para vivir.

La sabina era sabia, más sabía que los hombres, si no paramos acabaremos destruyendo nuestro hogar, con el calentamiento global y nuestras avaricias, agotando recursos y las estúpidas guerras. La sabina y el simpático petirojo no necesitaban entenderlo, ya lo sabían. En cambio, los humanos tenemos la capacidad de aprender, razonar y evolucionar pero aún no hemos sido lo suficiente inteligentes -¡sabios!-  para entender el verdadero significado de la vida y ser capaces de respetar, convivir y conservar nuestra madre tierra.

Día 45 de aislamiento, 28 de abril del 2020

Por las noticias que iba trayendo Federico el pastor la cosa estaba mejorando, los niños podían salir a pasear y pronto iban a comenzar la desescalada del confinamiento. Era un gran alivio pero aún había riesgo y miedo al contagio, había que guardar un distanciamiento social con el resto de las personas y la normalidad iba a costar recuperarla. Incluso había quienes dudaban de recuperar totalmente la normalidad, al menos hasta que los científicos descubran la vacuna.

La familia se replanteó su situación, hablaron de la posibilidad volver a casa ya y tratar de recuperar sus vidas. Todo tenía sus ventajas pero también sus inconvenientes, ni Josete, Clara y Elisa iban a volver a la escuela, ni a jugar con los amigos. Al final decidieron por unanimidad que iban a ser consecuentes con su decisión y la iban a llevar hasta el final, que su aventura en la sierra iba a durar hasta que el confinamiento comience a aligerarse significativamente, al menos hasta el once de mayo. Tanto esfuerzo no se podía dejar perder y había que aguantar un poco más.

A Elisa le pareció genial, no quería irse de la sierra, aunque una buena ducha de agua caliente le iría muy bien, la nevera, el microondas, tener luz abundante, ver alguna película tumbada en el sofá, el secador de pelo, hablar con sus amigas con el ordenador, tener las muchísimas cosas que echaba en falta de su cuarto…

Aquí había pocas cosas pero tenían muchas cosas que hacer Elisa Cucaracha, Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza. Y desde que estaba aquí había compartido muchas horas con su familia, todos estaban juntos casi todas las horas y había momentos especiales, sobre todo después de cenar, cuando al calor del hogar se juntaban para charrar y yaya María les contaba cosas de su juventud, como era antes el pueblo, el horno de pan, la balsa mayor, el transporte a Huesca, la central de teléfono, el bar de la plaza, el baile de los domingos, las mujeres de negro con el luto, el estraperlo, ir al lavadero, tomar la fresca, las noticias en la radio, la primera televisión…

–Pues imaginar lo que veré yo, seguro que surcaré el universo y seré capitana de mi propia nave interestelar-

Día 46 de aislamiento, 29 de abril del 2020

El Cucaracha recorría la sierra refugiándose por sus cuevas, casetas y corrales, huyendo y escapando tras las muchas fechorías realizadas. Robos, secuestros, extorsiones, asesinatos… siempre al margen de la ley y perseguido por las fuerzas de la guardia civil. El Cucaracha mostró gran ingenio con sus escaramuzas, burlando y escapando por los pelos en más de una ocasión, era muy huidizo, astuto y no dejaba de ganarse los favores de los más pobres a quienes compensaba con parte de su botín. Un bandolero terrible que robaba a los ricos, los que tenían, y daba a los pobres, los que nada tenían. Cucaracha pagaba los muchos favores a pastores y campesinos que le ayudaban a vivir al margen de la ley.

Elisa estaba segura que su sabina era la misma que la del temible Cucaracha. La misma sabina donde había escondido su botín para que nadie lo encontrase. Ciertamente, Elisa era heredera de aquel tesoro escondido en la sierra de Alcubierre, de aquel tesoro que muchas historias se habían contado  y muchos se habían aventurado a buscar sin éxito. Elisa era la protectora.

La yaya hizo unas apetitosas y suculentas migas para comer, las ha cocinado en una sartén enorme y se las han comido como antes: cucharada y p´atrás, sin agolparse en la sartén. Elisa usó como cuchara una corteza grande de pan. Todo venía a raíz de las historia que yaya María contaba. De aquella ocasión en la que dejaron al Cucaracha sin cuchara en una comida y se tuvo que comer el cocido con una corteza de pan, al acabar les dijo a los demás que de postre tenían que comerse la cuchara y, dando ejemplo, Cucarcaha se comió su cuchara.

La cuadrilla robó a lo largo y ancho de la comarca y más allá de sus límites, asaltaron las mejores casas, se disfrazaron de Carlistas y atracaron al pueblo de Farlete, confinándolos en el interior de la iglesia. Cogió tan mala fama que trató de ganarse a las gentes más humildes. Fue valiente y osado y no dudó en presentarse en el casino de Zaragoza y jugar una partida de cartas contra su gran perseguidor el gran teniente Lafuente. El teniente no lo había reconocido.

Robin Hood, Curro Jiménez y Cucaracha son muchos de los bandoleros románticos que sembraron de leyendas tiempos pasados. Pero hoy en día, al contemplar la sierra aún podemos sentir el aliento de estremecedores bandoleros que todavía campan por los cerros, vales y lomas de la sierra de Alcubierre: Elisa Cucaracha y su banda Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza.

Día 47 de aislamiento, 30 de abril del 2020

El árbol no quiere correr ni quiere volar, el hombre puede correr y sueña con volar. A Elisa le gusta bailar y bailar, girar y girar y continuar moviéndose al ritmo de la música sin parar. Soñamos con poder hacer lo que no podemos mientras no valoramos lo que verdaderamente podemos hacer.

Podemos correr, correr es nuestra gran libertad, Elisa y Mallacán corrían de un lado a otro de la era, imparables avanzaban a cada zancada, gastando energía y agotando sus fuerzas. Correr lleva su esfuerzo como volar lleva el suyo, esfuerzo que muchos no están dispuestos a realizar. La pereza ni anda, ni corre, ni vuela.

Si voláramos la gente no volaría, igual que no corre. Si fuésemos un árbol querríamos andar, soñaríamos con correr. Imagínate un árbol moviéndose, buscando un sitio con mejor suelo y disposición de agua, un árbol escapando por qué lo quieren cortar. Si fuésemos un árbol querríamos sentirnos libres y no pararíamos de correr de un lado para otro como Elisa y Mallacán en la era de la caseta de la sierra de Alcubierre.

Si fuésemos un árbol soñaríamos con correr. Somos personas y podemos correr, pero a mucha gente no le gusta ni quiere correr, es la libertad a la que mucha gente renuncia. Si fuésemos pájaros habría quienes no volarían, también renunciarían a su libertad. Se quedarían quietos perezosos por el esfuerzo que conlleva volar.

Pero el árbol se mueve creciendo buscando la luz y hundiendo sus raíces en un suelo de huidiza agua, como la paciente sabina de Elisa que despacio crece en los áridos Monegros. Elisa y Mallacán corren alrededor de la sabina, bailan como ritual, en el que ríen y disfrutan hasta caer tumbados sobre el suelo. Los árboles también vuelan, son nubes que surcan el cielo. Elisa soñaba con ser un árbol, corriendo, bailando y volando.

Día 48 de aislamiento, 1 de mayo del 2020

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Elisa era una trabajadora incansable, infatigable, curtida en el esfuerzo duro y constante. Atesoraba el valor de cada gota derramada, de cada paso portando los pesados pozales de agua, de mirar al cielo y adaptarse al tiempo que venía, de vivir con las horas de sol, de alumbrarse las noches a la luz de las velas, de administrar los recursos, de saber que todo lo que le contaba yaya María era de una sabiduría infinita desde tiempos inmemoriales.

Elisa acudía a la balsa y recogía el agua procurando recoger la más limpia y clara, ordeñaba las cabras con suavidad y delicadeza, recogía la leña perfectamente seca para alimentar el hogar, ayudaba a yaya María con la comida, pelaba patatas y lloraba con la maldita cebolla. Aprendía con cada guiso los sabores de antes, con la paciente yaya María que lo elaboraba con todo el cariño del mundo. Muchas recetas de siempre, guisos y cocidos del ingenio de la supervivencia, cocina de subsistencia con lo poco que había para llenar las muchas bocas que de sol a sol trabajaban duramente sin parar.

En muchas casas marchaban los hijos y las hijas mayores a trabajar a las casas ricas, a las faenas del campo y del monte y a servir. Algunas tuvieron que marchar a las grandes ciudades, muy jóvenes servían en casas pudientes las veinticuatro horas al día, limpiando, cocinando, cosiendo, cuidando los hijos de la casa… El trabajo de antes sin tantos avances como ahora, fregaban los suelos de rodillas, las planchas de carbón o de hierro se calentaba al fuego, -Ahora sin los electrodomésticos no sabríamos vivir-.

Josete, Clara y Elisa se fascinaban con las historias de antes de yaya María, de cómo vivían, de esa forma de vida que ha desaparecido. Sin calefacción tenían las cuadras en las casas para aprovechar el calor de los animales y el fuego de la casa nunca se apagaba.  Se calentaban con braseros de carbón, carbón vegetal que hacían en la sierra o carbón que algunas mujeres de Sariñena iban a buscar a las vías del tren. Mujeres recogían el carbón aún por consumir que caía de los trenes y lo aprovechaban para sus casas o lo vendían si la guardia civil no les pillaba y requisaba la vital mercancía. Mujeres trabajadoras que llevaron el peso de la familia en silencio y sin reconocimiento. Las arrugas de yaya María contaban tantas historias como la corteza rasgada por el tiempo de la imperecedera sabina, las arrugas del tiempo y la sabiduría.

Día 49 de aislamiento, 2 de mayo del 2020

Un sol radiante animaba la mañana que mostraba la primavera en todo su esplendor.  Una intensa actividad se desarrollaba en la sierra con los imparables pajarillos revoloteando con su risueño gorgojeo, trino y piar, el alegre canto que deleitaba los oídos. El conjunto creaba una armonía que relajaba, una música placentera que conquistó y cautivó a Elisa –la vida-, decía yaya María –son estás pequeñas cosas-.

Cardelina

chuflas al alba

porqué dende l´ocaso

soniabas con l´amaneixer.

Subían y bajaban los carros a la sierra, por los caminos transcurrían las gentes de estos lugares a pie y con sus caballerías. Pretéritos tiempos de cuando la sierra rebosaba vida, numerosos ganados apacentaban los montes y las casetas permanecían firmes.  Ahora, caídas y destruidas por el abandonoy quedan solitarias esparcidas por el monte. Aldeas, casetas, corrales, masadas y parideras que daban techo y resguardo ahora son montones de enruena. Sus muchas historias se han desvanecido con ellas.

Yaya María también corrió por la era de la caseta cuando era chica, muchas veces subió a la sierra con sus padres y hermanos a labrar el campo y a segar cuando las espigas doradas brillaban como el sol. Trillaban en la misma era y yaya María se subía al trillo y surcaba la era como capitana de los infinitos mares y océanos.

Las blancas sabanas aparecían tendidas al cierzo, las chamineras humeaban, los zagales y zagalas jugaban por las viejas sabinas y trepaban las antiguas carrascas y quejigos, abrazaban los grandes árboles y trepaban a sus copas.

Los caminos eran un trajín de ir y venir, carros y caballerías, tener mulas, caballos y yeguas era toda una fortuna y perderlos una autentica desgracia para muchas familias.

Hoy estos montes son desierto, sin nadie que suba a las casetas, a las aldeas como en la sierra se les conoce, ni nadie cuenta las historias que siempre se contaron.

Por la noche salieron fuera de la caseta y contemplaron el amplio firmamento. Una preciosidad bóveda celeste estrellada les embriagó el alma mientras una vergonzosa luna comenzaba a asomarse en su creciente deriva. Yaya María lloró emocionada, era como una de esas muchas noches de su niñez.

Día 50 de aislamiento, 3 de mayo del 2020

Ratolín era pequeñín pero estaba hecho todo un glotón, comía todo lo que Elisa le dejaba por las noches. Había forjado una gran amistad con Ratolín y este había cogido confianza con Elisa. No mucha, era cosa de bandidos, nunca se podía confiar en nadie, era la ley de los bandoleros. Pues eran como piratas del secano o solitarios vaqueros del lejano oeste.

Las capitanas del cierzo, barrillas o volandera surcan los llanos de Los Monegros, el far wets de Los Monegros, como en las películas. Por las lomas desnudas y áridas no era descartable que apareciese un cowboy o un indio navajo, salvaje como los bandoleros, esa estirpe de forajidos a la que pertenecía Elisa Cucaracha y su banda Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza.

Yaya María decía que quemaban las barrillas y con las cenizas hacían jabones y lejía para lavar la ropa. La limpieza y el aseo era y es muy importante.  Elisa había aprendido a recoger su melena y colocarse un pañuelo en la cabeza como hacía yaya María. Así no se ensuciaba tanto el pelo, pues era difícil el aseo en la sierra, no tenían ducha ni agua caliente y si hacía frío era para no lavarse. Yaya María decía que era una quejica, algo romancera había salido la pequeñeta Elisa -¡Menuda brujilla!-

El calor apretaba y en su ínsula Barataria, cuyo gobernador fue el gran Sancho Panza, Elisa dispuso todo contra el maldito virus. Sus amuletos protegían sus dominios, su blanca y brillante piedra de yeso resultaba infalible. Mallacán hacía ronda por los dominios de su ínsula, por su orilla circular que pronto volvía a encontrarse a sí misma. La tierra, todo el planeta Tierra era la ínsula Barataria de Elisa y la balsa el mar que todo lo rodea.

Día 51 de aislamiento, 4 de mayo del 2020

El calor comenzaba a apretar en Los Monegros y las faenas costaban más según las horas del día. Al mediodía era cuando comenzaba a calentar y por la tarde ya no se podía aguantar la calor. La sombra valía oro en estas tierras oscuras de Los Monegros.

Las faenas las iban haciendo a la fresca de la mañana, aunque tenían tantas por hacer que el trabajo les ocupó hasta bien entrado el mediodía. Elisa fue a buscar agua a la balsa y de la sudorina que pilló se rujió con el agua de la balsa para refrescarse. A Mallacán lo remojó y este corrió sin control de la ilusión que le hizo. Al yayo Paco poca gracia le hubiese hecho, -¡Malgastar de esa manera el agua!-.

La lluvia había traído una primavera fantástica a Los Monegros. Esa lluvia y agua tan escasa y deseada, de tantas rogativas que incluso su milagro erigió todo un monasterio cartujo en honor a la Virgen de las Fuentes.

La milagrosa agua que tanto cae en el norte y riega ahora tantos estíos secos de Los Monegros, gracias al canal de Monegros. Esfuerzo y sufrimiento, lucha que causó tanto dolor, pueblos inundados y despoblados. Aquellas aguas fueron una salvación para el llano, para tierra plana, una esperanza para salir de la miseria y la pobreza. Montes y pastos se volvieron fértiles tierras de cultivo. Se concentraron tierras, se nivelaron, se despedregaron campos y se labraron para su cultivo. Se crearon sistemas de riegos a base de acequias y canaletas que regaban a manta inundando las tierras. Luego llegó la modernización y se realizaron grandes inversiones en maquinaria, se crearon cooperativas y llegó el riego fijo. Un desarrollo imparable que nos ha situado en la vanguardia de la agricultura.

Antes se vivía con pocas hectáreas y ahora se hace imposible vivir. Cada vez menos jóvenes se pueden incorporar a la agricultura y la tierra acabará acabando en grandes fortunas o fondos de inversión. Tanto esfuerzo y sufrimiento de la gente para que acaben ganando los de siempre. ¡Sí Costa levantase la cabeza!.

Día 52 de aislamiento, 5 de mayo del 2020

Al final Los Monegros se define con cada sabina, en su paisaje árido y estepario, en su olor a romero, tremoncillo y ontina. Su esencia son esos aromas e intensos atardeceres que nos descubren una tierra fascinante que juega con el cielo.

Cada día Elisa descubría nuevas flores, de colores intensos y preciosísimos. Recogía flores y las llevaba a yaya María. Eso bastaba para una bellísima sonrisa de yaya que era velozmente correspondida con otra inmensamente preciosa de la dulce Elisa.

La yaya respondía a mujeres excepcionales que no lo tuvieron fácil en su tiempo, con pocos derechos y un papel completamente encorsetado. La mujer no podía hacer muchas cosas que solamente estaban reservadas para el hombre y su educación iba encaminada a ello. Mujeres valientes que se apoyaban entre ellas, se ayudaban en los partos y existía la figura de las amas de leche que alimentaban a los recién nacidos que sus madres no podían amamantar. Así existieron los hermanos de leche. Solidaridad, las puertas de las casas estaban abiertas y siempre había un plato para compartir aunque casi no hubiese nada para comer. Valores extraordinarios que el tiempo ha dejado atrás.

No había anestesia ni los avances médicos de ahora, decía yaya María que las muelas cucadas se las quitaba el barbero. Para sobrevivir hacían estraperlo, lo que ahora se conoce como contrabando, aunque en verdad era una forma de trueque y de subsistencia colectiva

Gente humilde pero digna, hablaban y se entendían con sus singularidades y particularidades, como ese ¡quio! y ¡quia! que tanto nos define y tan adentro llevamos. Hablaban con el corazón porque sabían cuál era su lugar, el lugar de cada persona que el escritor ramón J. Sender plasmó en su obra El lugar de un hombre.

 La pertenencia al pueblo, al lugar, la verdadera identidad que ha forjado como la sierra forja el carácter a los duros Elisa Cucaracha y su banda Mallacán el Cerrudo y Ratolín el Farineza.

Día 53 de aislamiento, 6 de mayo del 2020

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Elisa sabía que había aprendido de la abuela muchas cosas y que le iban a ayudar mucho en la vida para ser una gran mujer como ella. Cada uno tiene sus héroes y para Elisa yaya María era toda una heroína. Siempre estaba cuando se le necesitaba con su paciencia infinita igual que su amor, siempre infinito para los demás. Hundirse en sus abrazos para Elisa era lo mejor del mundo entero. Luego estaban los pequeños placeres: farinosos, empanadicos de calabaza, tortas de fiesta… Elisa era una gran laminera, aunque siempre le advirtiesen que, si comía mucho, le iba a doler la barriguita.

La sierra no dejaba de sorprender con su esplendor, los maravillosos sembrados de cebada y trigo altos y espigados con abundante grano ya comenzaban a amarillear. El suave aire mecía las altas espigas y el mar de Los Monegros volvía a aparecer con su agradable oleaje que transportaba a la inmensidad del azul mar. Los campos en barbecho se habían llenado de flores, de muchas florecillas diferentes y a cual más bellas, de las margaritas que Elisa desojaba a los delicados ababoles que pronto desprendían sus intensos rojizos pétalos.

La naturaleza andaba ajena al estado de alarma sanitaria que asolaba a la humanidad, más bien se beneficiaba de la ausencia de gente en el monte. Elisa y su familia habían desconectado completamente del resto del mundo y sin apenas contacto se habían habituado al silencio y soledad que habita en esta sierra monegrina.

Una raboseta roya había aparecido por las inmediaciones de la caseta y Elisa la vio muy de cerca. La raboseta se quedó por un momento inmóvil hasta que cruzó al marguín del campo, se volvió y contempló curiosa a Elisa. Enseguida apresuro el paso y se perdió por la altísima cebada. Mallacán apareció muy valiente, algo tarde, se reía Elisa. Dio unos ladridos al aire advirtiendo de su gran poderío y agitó la cola ante los ánimos de Elisa. Aunque pobre raboseta, ya no se atreverá a acercarse a la caseta nunca más, cualquiera se atrevía con el fiero Mallacán.

Día 54 de aislamiento, 7 de mayo del 2020

Las noches por la sierra gozan de una extraordinaria actividad, son muchas las aves nocturnas como lechuzas, conocidas como cholivetas, búhos, mochuelos… o mamíferos como los murciélagos, ginetas, tejones, rabosetas… que campan a sus anchas. Las charcas dan cuenta de ellos, sus pisadas y marcas delatan su presencia. Las muchas balsetas y balsetes, que aún se conservan, son auténticos oasis en esta seca y árida sierra. En ellas aparecen culebras, sapos, ranetas…. y cuando te acercas se ve como saltan dentro de la balseta para refugiarse en el agua. Los jabalís son los que más rastro dejan, hay pasos habituales y por los barrancos se pueden encontrar dormitorios.  Por los troncos de los árboles hay marcas de barro de cuando se rascan. Es importante conservar las balsas, balsetas y balsetes para pajarillos y animaletes de la sierra, decía yaya María.

Para Ratolín vivir en esta sierra, en un territorio tan hostil no debía de haber sido fácil. Son muchos los peligros que acechan y Ratolín se había curtido con gran destreza, zafándose de innumerables amenazas. Ratolín era pequeñín pero muy duro. Mallacán también era duro, nunca reblaba ante nada y además era un buen compañero de juegos y aventuras.

Pero la noche también es misteriosa. Con la llegada del buen tiempo, Elisa permanecía ratos y ratos en silencio escuchando los sonidos de la noche. La oscuridad crea esa incertidumbre y te hace estar en alerta, prevenida. Contemplaba el firmamento, las infinitas estrellas y esperaba atenta por si escuchaba el aullido del lobo de Los Monegros, pero nunca lo oía. Los selenitas seguro que también mirarían al cielo nocturno, a la gran luna que lucía llena, preciosamente radiante, en la oscuridad de la noche.

En estas noches, a la fresca de la caseta, Elisa acababa por caer rendida al profundo sueño. Cerraba los ojos poquer a poquer mientras la luna le desparecía y le volvía a aparecer, mientras se despistaba por un pequeño instante en el que los terribles marcianitos y su maldito virus podían hacer presencia y pillarla desprevenida.

Luna plena

dezaga d´un cielo anublau

apareixes e tornas a desapareixer

en un mar de nubes, en una fosca nuei

a tuya luz s´esbaliza entre as boiras

entre os foraus erraus d´as uembras.

Os uellos perdius en iste mar disierto

de oleaje inquieto que tal como viene, se´n va

aguardando que n´o cielo torne a luna a apareixer.

S´escubilla atro amaneixer

e as cardelinas tornarán a cantar

como a biella almendrera

que cada añada torna a floreixer.

 

Día 55 de aislamiento, 8 de mayo del 2020

La retirada y confinamiento en la caseta de la sierra de Alcubierre estaba llegando a su fin. Ya habían pasado muchos días en lo que se había convertido en toda una gran aventura, una total renuncia a las comodidades de hoy en día y una autentica vuelta a la forma de vida de sus antepasados.

El domingo regresarán a casa, había que comenzar a disponerlo todo para la vuelta, la vuelta a la normalidad. Una ducha de agua caliente, tumbarse a la cama, escuchar música, realizar una videollamada a las primas y amigas… Había un montón de cosas que echaban de menos y que, con tan solo llegar a casa, iban a hacer.

Pero Elisa estaba triste, también Josete y Clara, había una mezcla de sentimientos encontrados. En la caseta estaban a gusto, se sentían seguros y cómodos, descubriendo los muchos secretos que la sierra aguardaba y poco a poco les ha ido descubriendo. Para Mallacán era fenomenal, siempre había un montón de espacio para correr, para subir a loma Elisa y molestar a las cabras, de ir a la balsa o a la sabina, de ver llegar al pastor Federico o acudir velozmente a la caseta a la hora de la comida.

La sierra se iba a volver a quedar sin vida, Ratolín otra vez solo sin sus nuevos amigos, sin el calor y resguardo que la familia le había proporcionado. Elisa sabía que no lo iba a dejar solo, que iba a subir cada poco tiempo para hacerle compañía y recordar viejos tiempos de bandoleras y sus secuaces por estas tierras.

Festejaremos esta sierra con las jotas de antes, las que canta yaya María, cantaremos como cantaba Labordeta para aupar esta tierra hermosa, dura y salvaje donde siempre ha habido un hogar y un paisaje con el sudor de sus gentes. También de lágrimas vertidas porque la vida son sentimientos y esta tierra está llena de ellos. Así, firmes crecen las sabinas y erguidas resisten, sin reblar.

Día 56 de aislamiento, 9 de mayo del 2020

La sierra amanecía esplendida, difícil era recordar una primavera tan preciosa gracias a las abundantes lluvias que habían caído en las últimas semanas. Los pajarillos revoloteaban posándose de rama en rama, entre las abundantes coscojas, y acudían a la balsa para beber. Rebosaba la sierra de vida y alegría hasta que los gritos de Elisa y Mallacán rompieron la tranquilidad reinante.

Elisa y Mallacán corrían por la era brincando d´aquí p´allá, el suelo tremolaba de los arrolladores trotadores. Tan alocaus corrían que trepuzaron los dos -¡a casacala!-, gritos y gritos resonaron por toda la sierra, Elisa se enfadó con Mallacán -¡aibadai!-.  Elisa se había hecho algo de pupa y chemecó una miaja, un poquer, pues las bandoleras y bandidas no suelen llorar. Eso sí, Elisa, por aura, no iba a volver a jugar con Mallacán, -¡era un zaborrero y un estalentau!-.

En el desayuno Mallacán casi le arrambla la tostada a Elisa y el cabreo de Elisa no hizo más que ir en aumento. Incluso le amenazó con abandonarlo en la sierra. Pero poco duró el enfado de Elisa y al rato los dos campaban arredol de la sabina, por sus posiciones de trinchera desde la que defendían y protegían la caseta.

Pronto yaya María les llamó para comer, olía que alimentaba el guiso que había preparado. Comieron todos afuera de la caseta, ya lo habían hecho otras veces. Se dieron una buena lifara como si fuese un día de fiesta. Pero en verdad sonaba todo a despedida.

La tarde fue tranquila, fueron recogiendo algunas cosas y preparando el viaje de vuelta a casa. Elisa y Mallacán no pararon, recorrieron una y otra vez la caseta, la era y subieron a loma Elisa para otear el horizonte. La caseta aparecía con vida, la chaminera humeaba y algunos trastos se encontraban a las afueras de la caseta. Yaya María de vez en cuando salía y saludaba a Elisa, siempre estaba pendiente de ella.

Por la noche contemplaron el cielo estrellado y luego se templaron en el hogar, venían lluvias y el frescor se empezaba a notar. Elisa cogió algo de grano y lo dispuso como todas las noches para Ratolín, lo iba a echar mucho en falta, muchísimo.

Día 57 de aislamiento, 10 de mayo del 2020

Caseta

Cuando se despertó a media noche, Elisa descubrió al pequeñín Ratolín que la contemplaba tranquilamente. A pesar de estar medio dormida, Elisa también lo observó con todas sus fuerzas hasta caer vencida de nuevo por el sueño. Ratolín lo sabía, había sido su despedida,  aunque en verdad era un -¡Hasta luego!- pues la amistad entre bandoleros es para siempre.

-Asabelo de historias, de falordias que esconde esta sierra de mis entrañas-, iziba yaya María dejando caer lagrimas que recorrían sus tiernas arrugas igual que el agua se escurría entre los barrancos y vales. El agua discurría recorriendo las cicatrices del tiempo, las marcas de la sabiduría labradas en la caliza, el salagón y los yesos. La sierra corona Los Monegros aunque, como decía Manuel Benito,  más bien parece que la altura  de esta sierra sea testigo del fondo del mar que cubrió en otros períodos todas estas tierras. El último día había amanecido lluvioso, la sierra lloraba la marcha de sus últimos moradores.

Elisa fue a la sabina, cavó en la tierra, dejó su piedra blanca y brillante de yeso y la cubrió de tierra. Su amuleto se quedaba para proteger la caseta, su refugio donde quedaban guardadas tantas historias de la familia, como una cadiera donde se guardan los recuerdos, eso era la caseta para Josete, Clara y Elisa. Pero también un lugar para soñar nuevas vivencias. Además, Elisa dejó un buen puñado de comida para Ratolín y le gritó que volverá y que lo quería mucho, -¡muchísimo!-.

Josete, Clara y Elisa no pudieron evitar llorar cuando cerraron la puerta de la caseta. La habían dejado limpia y ordenada, el hogar sin cenizas y todos los utensilios y enseres cargados en el coche. Mallacán parecía que lo sabía y no quiso subirse al coche, hubo que obligarle ¡Tira p´al coche Mallacán!-. Al final subió, aunque no lo hizo a gusto, era terco y tozudo.

La caseta iba quedando atrás y poco a poco también la sierra con su característico tono oscuro. Allí quedan ancladas las raíces familiares y ahora las suyas, esa forma de vida que había dejado de existir, de esas paredes caídas que ya no transmiten los viejos romances que recitaban los pastores.

Josete, Clara y Elisa se llevaban un gran legado que esta experiencia les había dejado para sus vidas. Habían sido testigos de la forma de vida de su abuela, de yaya María, que poco a poco les había ido transmitiendo igual que ella lo aprendió de sus abuelos. Así siempre funcionó la vida.

Ya bajan los leñadores, los labradores y pastores con sus rebaños, con sus botijos, botas y alforjas vacías, con sus carros de mies y fajos de romeros… Ya baixan d´a sierra d´Alcubierre y en el altero queda Caprasio, siempre presente, aguardando a cuando volvamos. No era un adiós, era un hasta siempre.

Que escampe a boira

que no me deixa beyer

a sierra d´Alcubierre

en meyo d´os Monegros.

Con o suyo guardián san Caprasio

que ye nuestro protector

pastor d´as crabas que apacenta

por  istos camins que antis puyaban

as chens d´istos lugars.

S´han esboldregau

as aldeas e ixa traza de vida

de nuestros antepasaus

enruenas de piedra

rabiosos secanos

de biellos suenios

que l´agua siempre tornará

tornará a istos mons.

As sabinas en istos negros mons

charrran d´o nuestro pasau

aireras y tronadas

pedregadas y sequias

polvo, viento y sol

camins que siempre i serán.

Ya no puyan

de tierra plana

ya no baixan os leñadors

de istos foscos mons

d´a sierra d´Alcubierre.

Que escampe a boira

que no me deixa beyer

a sierra d´Alcubierre

en meyo d´os Monegros.

Siempre tornaremos enta un nuevo amaneixer.

 

  –FIN–

 

Mariano Gavín Suñen, El Cucaracha.


Célebremente conocido como «El Cucaracha», Mariano Gavín Suñen es el gran bandolero monegrino de la mitad del siglo XIX. Hijo de Manuel Nicolás Gavín Ariño e Ignacia Suñén Casamayor, nace en Alcubierre en 1838 y muere a manos de la guardia civil el 28 de febrero de 1875, en el corral de l ´ Anica, cerca del poblado de Peñalbeta (Lanaja), a los 37 años de edad.

Bandido Cucaracha

Bandido Cucaracha (1)

Mariano Gavín Suñen. Ilustración Cruz Salvador.

Mariano Gavín Suñen es jornalero, mozo de mulas y carbonero. De familia de artesanos caldereros, su padre Manuel Nicolás Gavín Ariño se casa en Alcubierre en 1832 con Ignacia Suñén Casamayor. Tras la muerte de Ignacia Suñén, Manuel Nicolás Gavín contrae matrimonio con Joaquina Campo, con quien tiene su segundo hijo, también llamado Mariano, Mariano Gavín Campo. El hermanastro del Cucaracha nace en 1864 y fallece en 1942 y trabaja en el antiguo oficio familiar de caldereros. Familia de orígenes humildes, está lejanamente emparentada con una familia adinerada de Alcubierre, circunstancia que proporciona a Mariano Gavín Suñen ingresos extras mientras se encuentra sin trabajo.

El linaje de los Gavín

Mariano Gavín Suñen pertenece al linaje de los Gavín, familia con orígenes nobles. El linaje lo desarrolla Santiago Broto Aparicio en «Los Gavín, Noble linaje Altoaragonés» publicado en el Diario del AltoAragón del 21 de abril del 2013. Una familia de orígenes montañeses que arraiga profundamente en el lugar monegrino de Alcubierre.

Los Gavín de Alcubierre descienden del linaje aragonés Gavín, del mismo pueblo de Gavín, donde tuvieron antiguo casal. Es uno de los 30 linajes de la Villa de Biescas que formaron parte del ejército del rey Pedro I de Aragón tomando parte en la conquista de la ciudad de Huesca en el año de 1096: “recibiendo, en premio a su destacada y fiel colaboración, el Privilegio de Infanzonía que les concedió dicho monarca, al que sumaron otro otorgado por Alfonso I, tras la notable actuación de aquellos en la toma de Zaragoza en 1128, ambos ratificados posteriormente por Juan I en 1390 y por Juan II en 1461.”

Los Gavín de Alcubierre descienden de la rama de Mediano desarrollada a través de José Gavín, procedente de la casa solar de Biescas quien traslada a Mediano su residencia: «junto a Francisco-Antonio Gavín Mavilla, y otros parientes de su mismo apellido, presentaron pruebas documentales de ser poseedores de la noble condición de hidalgos en la Real Audiencia de Aragón, la que les reconoció sus derechos expidiéndoles Firma posesoria en 1697» (Broto Aparicio, Santiago. Los Gavín, Noble linaje Altoaragonés. Diario del AltoAragón del 21 de abril del 2013).

Juan Gavín baja de Mediano a Alcubierre en el siglo XVI, donde funda casa solar y contrae matrimonio con Pascuala Escuer en 1587. Fruto de aquel matrimonio nace Pedro Gavín Escuer, casado con Ana de Tubo. Les sucede su hijo Pedro Nicolás Gavín y Tubo, nacido en 1618, sexto abuelo de nuestro personaje Mariano Gavín Suñen, es decir tatarabuelo de su tatarabuelo. Pedro Nicolás se casa con Isabel Seral y tienen dos hijos Gregorio y Pedro Nicolás bifurcando la rama de los Gavín de Alcubierre.

  • Gregorio Gavín Seral contrae matrimonio con María Azón. Uno de sus hijos, Miguel Gavín y Azón, se casa dos veces: una con Josefa Ariño, de la que nació Miguel; otra, al quedar viudo de la anterior, con María-Francisca Sierra, que fue madre de Antonio, Eusebia y Josef, todos ellos firmantes de la demanda de reconocimiento de su hidalguía formulada ante la Real Audiencia de Aragón, obteniendo sentencia confirmatoria de la misma y la correspondiente Ejecutoria de Infanzonía en 1797; y además volvieron a probar, de nuevo, su nobleza contra el Conde de Sástago, Señor temporal de Alcubierre, en la Corte del Justicia Aragón que la confirmó en 27 de septiembre de 1801 (Broto Aparicio, Santiago. Los Gavín, Noble linaje Altoaragonés. Diario del AltoAragón del 21 de abril del 2013).
  • Pedro-Nicolás Gavín Seral, del que conocemos su esposa llamada Gracia Suñén, madre de Pedro y Francisco. Pedro Gavín Suñén, que a la muerte de sus padres se hizo cargo de los bienes familiares, Contrayendo esponsales con Martina Laceras, de la que tuvo numerosa sucesión. Francisco Gavín y Suñén, que en su mayoría de edad contrajo matrimonio con Gracia Casamayor, siendo ambos progenitores de José y Benito. José Gavín y Casamayor, que, al igual que su descendencia, han permanecieron a lo largo de su vida en la villa de Alcubierre. Benito Gavín y Casamayor, con motivo de su casamiento con Teresa Acín trasladó su residencia a la ciudad de Huesca, y de ellos fueron hijos Benito y Francisco. Benito Mª Gavín y Acín, que cursó estudios eclesiásticos graduándose como Doctor en Cánones. Francisco Gavín y Acín, quien estableció su casa solar en la casa del Coso Bajo esquina a la calle de Sancho Ramírez, en la ciudad de Huesca, en cuya fachada colocó su escudo grabado en piedra- hace algunos años desaparecido- y tuvo que probar de nuevo para ello su Infanzonía, presentando la Ejecutoria ganada por los suyos en 28 de noviembre de 1797, ante el Ayuntamiento oscense (Broto Aparicio, Santiago. Los Gavín, Noble linaje Altoaragonés. Diario del AltoAragón del 21 de abril del 2013).

De esta última rama desciende nuestro personaje Mariano Gavín Suñen: «Fue célebre bandolero con fama de persona generosa y altruista, que realizó sus hazañas por los montes monegrinos de cuya topografía era buen conocedor» (Broto Aparicio, Santiago. Los Gavín, Noble linaje Altoaragonés. Diario del AltoAragón del 21 de abril del 2013).

Los Gavín-Suñen, familia humilde

A pesar de sus orígenes, la familia Gavín Suñen era una familia humilde, de artesanos caldereros. De acuerdo con Alberto Lasheras, el padre de Mariano, Manuel, era calderero: «Probablemente lo fuera su padre ya que los trabajos artesanos era una actividad que pasaba de generación en generación. Así, Mariano Gavín Campo siguió con la tradición familiar y fue también calderero.»

Como casi todos los de su época, Mariano no debe de ir a la escuela, o más bien poco. No es una persona formada, afirma Alberto Lasheras, casi no está en la escuela y apenas sabe escribir: «Le costaba mucho escribir, por eso las cartas de secuestros y extorsiones no las debía de escribir él, debía ser alguien con un poco más de formación.» Por ello debe de verse obligado a trabajar, a muy pronta edad, en diversas faenas, lo que con el tiempo, para un jovencísimo Mariano Gavín Suñen, no es de agrado trabajar por los escasos jornales que en aquellos tiempos pagan.

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Lapida de  Mariano Gavin Campo. Fotografía de Alberto Lasheras Taira.

Como curiosidad, a Mariano Gavín Suñen se le atribuye la conducción de caudales a Huesca, por encargo de un conocido recaudador de contribuciones. Circunstancia que cobra sentido con la historia del recaudador de contribuciones que recoge el investigador alcoberreño Alberto Lasheras. Al parecer, por el monte de Robres, un recaudador sorprende al Cucaracha y a dos miembros de su banda en plena siesta. Los tiene a tiro durante buen rato hasta que despiertan, cuando les recrimina y pone en evidencia su descuidada siesta. Con aquella hazaña, el recaudador se gana la confianza, protección y escolta de la banda del Cucaracha.

La figura del bandolero

«De cazador a ladrón, no va más que un escalón.»

Rafael Andolz.

Mariano Gavín Suñen nace en una época muy complicada, casi al final de la primera guerra carlista (1833-1840) y vive las dos sucesivas guerras carlistas: «No hay una descripción clara, pero Mariano Gavín debió de ser una persona desconfiada, recelosa, (desconfiaba hasta de la comida que le daban) y violento (dar un trabucazo a una persona cerca, secuestrar, cortar la oreja a una persona.. son síntomas, indicios de crueldad muy importantes). En fin, es una personalidad desarraigada, temerosa de todo lo que pasaba alrededor, celoso (dicen que su mujer se entendía con un vecino que más tarde apareció muerto en condiciones violentas)… una persona muy complicada.»

Muchas son las leyendas que cuentan del Cucaracha, algunas trágicas y otras de solidaridad con el pueblo. Algunas tratan como defiende a los jornaleros del patrón, exigiendo mejoras y amenazando con represalias si no cumplen sus reivindicaciones y otras como ladrón y asesino. Rafael Andolz recoge al bandolero presentándose ante los jornaleros y, tras escuchar sus reivindicaciones, no duda en enviar notas a los amos exigiendo comida y vino abundante para sus criados. Visiones románticas que contrastan con una realidad violenta y cruel, en una época de hambre y miserias que obligaban a la picaresca, al bandolerismo y al crimen para poder sobrevivir. Después de todo, eran los ricos a quienes podía robar y a los pobres, por sus muchos favores y servicios de encubrimiento, espionaje, abastecimiento y, de alguna manera, protección, a quienes podía dar. Así, el Cucaracha se gana la complicidad del pueblo más humilde y forja su gran leyenda de bandolero romántico que roba a los ricos y a los pobres da.

«Por Los Monegros siempre se han oído escuchar muchas historias sobre el bandido Cucaracha: a los abuelos, a los vecinos, a las personas mayores… Incluso, cuando de crío iba jugando por los alrededores del pueblo, por los campos, siempre salían las historietas del Cucaracha. El fenómeno del bandolerismo es muy antiguo, ya Felipe II creó una red de de penales y guardias contra el bandolerismo en el siglo XVI.»

«Unos lo ven por su lado romántico, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres y otros lo ven como un asesino.» Aunque sin duda, para Alberto Lasheras, el bandolerismo obedece a un instinto de supervivencia en una época de pobreza, desigualdades e injusticias.

“Ni el bandolerismo es siempre un pobre que se rebela contra los ricos, ni es un hombre que tiene instintos insatisfechos de capitalista. El bandolero es algo más complejo.” 

Julio Caro Baroja (1914-1995).

No obstante, la trayectoria del bandido Cucaracha es corta, explica Alberto Lasheras, son cinco años de 1870 a 1875, pero llena de intensidad y de acciones muy trágicas. Alberto no quiere desmitificar la figura del Cucaracha, pero no cabe duda que su carrera está llena de asesinatos, extorsiones, secuestros, robos… y de toda clase de fechorías: «Todos estos bandoleros del siglo XIX eran extremadamente violentos y sin embargo es curioso como la memoria popular lo recoge como auténticos héroes. Eso es una contradicción que vemos, no solamente con Cucaracha sino con otros bandoleros de esa época.»

Las primeras aproximaciones al bandido Cucaracha

Aunque la figura del Cucaracha ya había suscitado el interés del escritor José Millán Astray en 1918 o de Felipe Alaiz en 1933 “Mariano Gavín, El guerrillero que murió una vez” es Rafael Andolz el primer refundador de la historia y vida del bandido Cucaracha. De esta manera, Rafael Andolz publica en 1982 “El Bandido Cucaracha y Puchaman de Lobarre” (Biografías aragonesas), recogiendo abundantes testimonios. Un trabajo minucioso que aporta gran detalle, de personajes, informantes, fechas, toponimia… donde, además presenta datos de partes de la guardia civil, partidas de defunción y diferentes noticias del momento.

Actuación de los Titiriteros de Binéfar en las fiestas de Sariñena, san Antolín 1990.

No mucho más tarde, los titiriteros de Binéfar realizan una profunda investigación sobre el personaje, con motivo de su obra «El bandido Cucaracha» estrenada en 1989. La obra de títeres recorre gran parte de Aragón, hasta su última actuación en el año 2018 en La Casa de los Títeres de Abizanda. «Un espectáculo que marcaría la trayectoria de la compañía entre otras cosas en lo tocante al uso de música tradicional, a la combinación de títeres y presencia actoral y a la combinación de diversas técnicas de títeres».

Actuación de los Titiriteros de Binéfar en las fiestas de Sariñena, san Antolín 1990.

Igualmente reseñable es Arturo Morera, investigador sariñenense, quien realiza una extensa recopilación de noticias publicadas en la época que recoge en varios escritos en la revista “Quio de Sariñena y Los Monegros”. Los escritos, titulados «Cucaracha, Nasarre y Noguero, dos rebeldes y un bandolero» son un trabajo encomiable que también sirve de base para el presente relato y que contextualiza perfectamente la época.

El Bandido Cucaracha – Los Titiriteros de Binéfar.

El Cucaracha, el alias

El apodo de «El Cucaracha» tradicionalmente se ha asociado a su constitución de baja estatura, flaco, de piel morena y siempre vestido de negro. Responde a la formación típica de apodo o mote aragonés, que de forma irónica, sarcástica y/o socarrona pone en evidencia un aspecto físico o de carácter, resaltándolo, poniéndolo en valor e incluso ridiculizándolo. Así, atendiéndonos a la fidelidad de la tradición oral, el alias de «Cucaracha» responde simplemente a su constitución: de baja estatura, flaco, de piel morena y siempre vestido de negro. Una versión que los mayores de Alcubierre siempre han conocido y reconocen como autentica.

No obstante, Rafael Andolz explica su sobrenombre a través de una simpática anécdota que curiosamente es la versión que más ha trascendido. Pues al parecer, un jovencísimo Mariano Gavín Suñen es reclamado para cantar y bailar los famosos versos de «La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…» llevando por ello a nuestro personaje a ser apodado como el «Cucaracha». Sin duda una bonita versión que ha ahondado en los aires revolucionarios de nuestro personaje y en afianzar su leyenda romántica de bandolero.

Esto es debido a que estos versos se popularizaron con la revolución mejicana en 1910, respondiendo, a priori, a una fecha muy posterior a la muerte de Mariano Gavín Suñen. Aunque el origen del mote a raíz de la tonadilla «La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…» es difícil de contrastar debido principalmente a la falta de concreción del origen y época de los versos citados. De alguna manera, llevan a poner en duda el planteamiento aportado por Rafael Andolz, resultando confuso a pesar del riguroso trabajo que Rafael Andolz lleva a cabo recogiendo la vida del Cucaracha a través de numerosos testimonios y documentación con gran detalle y precisión.

Andolz aporta únicamente los dos primeros versos de la famosa estrofa: “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…”. La primera referencia encontrada, de estos primeros versos,  viene de la mano de Rafael Sánchez Escobar, periodista de Veracruz que se ganaba la vida tocando el piano. De ideologías revolucionarias, tocaba el piano en las cantinas de Monterey. El 24 de abril de 1914, un militar revolucionario lo requirió para amenizar a su tropa para lo que Rafael Sánchez Escobar tocó una canción que le cantaba su madre, una tonadita que así decía: “La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque le falta, porque le falta cuartilla para almorzar”. La canción de estribillo pegadizo pronto coge fama entre las fuerzas dedicándola al presidente Victoriano Huertas, alcohólico, gran consumidor de marihuana y cojo “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar; porque no tiene, porque le falta, marihuana que fumar”.

La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar;
porque no tiene, porque le falta
la patita de atrás.

Por lo tanto, la duda lleva a plantear diferentes hipótesis sobre su curioso y peculiar apodo. En está dirección apuntan José Antonio Adell Castán y Celedonio García Rodríguez en su artículo «El Bandido Cucaracha y la Cucaracha«,  en el mismo proponen su origen puede resultar de la vieja melodía popular de «La Cucaracha», una versión de un viejo corrido español que, en sus distintas versiones, puede ser origen del sobrenombre de «El Cucaracha».

«¡Ay, que me pica!
¡Ay, que me araña!,
con sus patitas
la cucaracha.»

El bandido “Cucaracha” y “La Cucaracha”
José Antonio Adell Castán y Celedonio García Rodríguez.

Así, quizá, un jovencísimo Mariano Gavín, bailase la canción de «La Cucaracha» en los descansos de las faenas del campo, animando a los jornaleros y haciéndose, para siempre, popularmente conocido como «El Cucaracha».

Bandido Cucaracha (5)

El Cucaracha bailando. Ilustración Cruz Salvador.

Alberto Lasheras plantea una segunda hipótesis: «De los muchos trabajos que realizó Mariano de joven, porque ya de crío con ocho o nueve años ya se iría a hacer de pastor, de rebadán o repatán, fue hacer carbón vegetal en la sierra de Alcubierre. Los que trabajaban de carboneros siempre iban tapados, tiznados, parecían cucarachas y de hecho los llamaban los Cucarachas. El era pequeño, muy moreno, vestía de negro, no sé si era la moda de la época, además tiznado, pues no había otra.»

También Alberto Lasheras señala que el término «Cucaracha», en aquella época, aparece recogido como un insulto, como un ladrón y asesino. Lo que nos puede dar la idea a que puede responder el apelativo de «El Cucarcha».

Curiosamente, el termino «Cucaracha» fue empleado para designar a los «moros» en algunas de las representaciones de «moros y cristianos» por sus copiosas barbas negras. Hipótesis que puede tener su importancia debido a ser elemento esencial en el desarrollo de los Dances monegrinos.

Matrimonio con Jobita Amador

El 26 de marzo de 1862, Mariano contrae matrimonio con Jobita Amador. Su acta de registro de matrimonio consta en el archivo diocesano de Huesca, aunque solamente aparece en duplicado. Así, Mariano Gavín Suñen contrae matrimonio con «Jovita» Amador, de 23 años, soltera de Alcubierre, el 26 de marzo de 1862. Como párroco ejerce Mosén Bonifacio Gabarre y los padrinos son Cristóbal Alvira y Antonio Ramón. Aunque Jobita o Jovita algunas veces aparece como Julita en la tradición oral (Andolz, Rafael). Tal vez se pueda proponer que Jobita pueda provenir de Jacoba, de todas maneras, la forma Jobita la aceptamos con la letra «B» al corresponder con su forma aragonesa.

Uno de los testigos, Antonio Ramón es uno de los grandes propietarios de Alcubierre en cuya casa trabaja el padre de Mariano Gavín Suñen.

Viven en Alcubierre, en la calle Terrero número 28. El matrimonio no llega a tener descendencia y tampoco dejan testamento. Tras la muerte de Mariano Gavín, Jobita contrae matrimonio con un hombre de Villamayor, quien al parecer le presupone a Jobita una gran fortuna oculta. Pero en realidad, la pobre Jobita no tiene ni un real.

Blanca Mené Ester en el blog «Costumbres  de Alcubierre» recoge el testimonio de un descendiente del Cucaracha: «Yo todavía llegue a conocer a una sobrina nieta suya: Damiana «la calderera». Creo que tenía un «negocio» de destilación de orujo…será qué…el estar sólo un poco al margen de la Ley sea genético»Damiana era la hija de Mariano Gavín Campo, el hermanastro del Cucaracha.

  • Una sierra bandolera

    La sierra de Alcubierre, a lo largo de su historia, se ha caracterizado por ser territorio de bandoleros y así ya lo refleja Henrique Cock en su relación del viaje hecho por Felipe II en 1585: «Un poco después de comer, viniendo á un pueblo mediano que se dice Alcubirre, comí. Este pueblo da nombre á las sierras que tiene cerca, y un buen rato del pueblo se pasa un puerto, donde los bandoleros suelen hacer mucho mal. Mas habiendo dexado el puerto, se dexa más adelante Lusiñana, pueblo á mano derecha del camino, y venimos por medio de Perdiguera y Villamayor hasta á Çaragoça» (Relacion del viaje hecho por Felipe II, en 1585 à Zaragoza, Barcelona y Valencia / escrita por Henrique Cock, Notario Apostolico y Archivero de la Guardia del Cuerpo Real. 1585). 
  • «El Cucaracha», el bandolero

Mariano Gavín se “echa p´al monte” en 1864, a los veinticuatro años de edad, junto a su amigo Juan Ardid Jordán, huyendo de la miseria y convirtiéndose en la figura más destacada del bandolerismo aragonés.

Es un hombre muy peculiar, de piel morena y estatura pequeña, pero con una fuerte presencia que impone temor y que siempre viste de negro: “Cucaracha tiene unos cuarenta años, es delgado, de una estatura casi baja, y carece de toda instrucción hasta el punto de firmar con mucho trabajo” (Diario LA ÉPOCA 12 de febrero de 1875). Desde un principio Mariano Gavín Suñen lleva la vestimenta típica de la época: camisa blanca, pantalón negro, chaleco, zurrón, pañuelo para no ensuciar el cabello y una manta para poder echar un sueño en cualquier lugar.»  A su muerte, Mariano es descrito comoseco, delgado, con bigote recortado y mal vestido, al estilo del país (Eco de España, 12 de marzo de 1875).

Por la sierra de Alcubierre
se pasea «Cucaracha»,
siendo un hombre tan pequeño
¡Cuánto respeto que causa!.

El Cucaracha va siempre bien armado: “Lleva ordinariamente dos trabucos, si bien alguna vez se le ve con una escopeta de dos cañones o una carabina Remington” (Diario LA ÉPOCA 12 de febrero de 1875). 

Mariano es hombre mujeriego y durante su época de bandolero mantiene relación sentimental con Gregoria Cazcarro. Gregoria es su amante cuando apenas cuenta con quince años, mientras que Mariano ronda los treinta y cinco. A la muerte del Cucaracha, Gregoria se hace con 5000 pesetas, dinero que guarda para momentos difíciles. Lamentablemente, tal y como cuenta Rafael Andolz, aquel dinero queda estropeado por la humedad del escondite hasta que Gregoria lo puede recuperar gracias a su amistad con la familia Bastarás.

En la tradición oral también aparecen testimonios sobre botines perdidos por el monte, aldeas o parideras que, al parecer, más de uno encuentra tras la muerte de Mariano Gavín. Rumores que hacen sospechar de familias que, de forma inexplicable, aumentan rápidamente su patrimonio.

«Una pareja de novios de Robres, recibieron del bandido Cucaracha dos monedas de oro, las fundieron y se hicieron dos anillos de boda.» 

Alberto Lasheras

El contexto histórico de aquella época es una España con un clima muy convulso e inestable, en la que se suceden las insurrecciones liberales, republicanas y carlistas. La sociedad monegrina es rural, dedicada a las labores del campo, especialmente al cultivo del secano, y a la ganadería. La mayoría de las gentes trabaja para los terratenientes, en un sistema caciquil que mantiene el poder y la poca riqueza en pocas manos. Una tierra muy seca y árida, de difícil progreso y desarrollo. A estas circunstancias, hay que citar las guerras carlistas, que desestabilizan el país y lo sumen en varias guerras.

Como bandolero vive al margen de la ley, dedicándose al asalto, al robo, la extorsión y el secuestro. Siempre escondiéndose y huyendo de la férrea persecución de la guardia civil, llegándose a acuñar la expresión “Ser más vivo que Cucaracha». Felipe Aláiz destaca su fama de generoso: “Daba trigo a los pobres y no acumulaba riqueza más que para apaciguar el hambre de los campesinos”. Cuenta con un «extenso y bien pagado espionaje» y gasta hasta 3.000 reales diarios en confidencias. De esta forma burla sistemáticamente los intentos de captura y es conocedor de lo más relevante de los pueblos de la redolada «de ocho a diez leguas alrededor«, así como los detalles «más íntimos» de las casas más pudientes. “Su partida es numerosísima y rara vez se le ve acompañado de los mismos cofrades. Tiene mucha sagacidad, talento y habilidad rara para dar los golpes que el proyecta. Pero todo esto sería inútil sin su principal elemento, que es la innumerable corte de espías y asociados que tiene por toda su zona de operaciones. No se fía ni aun de los suyos, que nunca saben dónde duerme, y obliga a comer al primero que le lleva víveres” (Diario La Época 12 de febrero de 1875).

«Por aquella época la gente seguía contando en reales, veinte reales equivalían a un duro.  Según Tuñón de Lara, un jornalero ganaría cuatro reales al día, es decir, una peseta.»

 Alberto Lasheras.

Algunas casas ricas pagan periódicas cantidades a la cuadrilla del Cucaracha, así se aseguran que no les roben y estar protegidos en sus negocios. Casa Bastaras de Lanaja parece que es una de aquellas casas y durante la época del Cucaracha pueden continuar comercializando con Zaragoza sin el temor a ser asaltados. De hecho, Felipe Alaiz en el artículo «Concepción Arenal, humanista entre serafines» publicado en La Revista blanca (Madrid) del 1 de marzo de1936 habla propiamente de conveniencia: “Otras veces tenían aquellas cuadrillas el favor miedoso de algún cacique como la cuadrilla de Cucaracha en Aragón teñía el favor del cacique Bastarás, de Lanaja.”  Además, cuentan que Mariano Gavín mantiene relación con una criada de casa Bastaras, por lo que el Cucaracha no andaría muy lejos.

Cucaracha se convierte en un peligro para las casas pudientes, a la de  Juan Ruata en Alcubierre hay que sumar muchas otras por la comarca de Los Monegros y mucho más allá de sus lindes. En el mismo Alcubierre la de José Calvo; en Torralba de Aragón casa Coarasa Paño; en Monegrillo la de Sebastián Peralta; en Farlete Salvador Mata, Mariano Azara y Mariano Doz; en Perdiguera la casa del regidor Faustino Escuer; en La Almolda las de Mariano Casamayor y Mariano Peralta; en Tramaced Martín Panzano; en Ontiñena la de Joaquín Angas; en Pina de Ebro las de Eusebio Laga y Gregorio del Ruste; en Nuez de Ebro la de Lucas Abadía…

«Cucaracha» es un buen hombre,
aunque tenga mala fama
porque el trigo de los ricos
lo reparte entre los pobres.

Permanentemente tratan de capturar al bandolero monegrino, demostrando el Cucaracha una gran astucia e inteligencia para zafarse de las continuas emboscadas, con un especial arte de la distracción. Así sucede al verse sorprendido por la guardia civil mientras duerme plácidamente en una casa. Mariano arroja por una ventana una manta que logra atraer la atención de las fuerzas del orden. Mientras, por otra ventana salta y huye en paños menores el audaz Cucaracha. En otra ocasión, cuando de nuevo son sorprendidos el Cucaracha y su cuadrilla durmiendo en un frondoso soto, disponen a dos hombres veloces a la distracción de la guardia civil a por los que rápidamente se lanzan en su persecución. Mientras, el resto de la banda permanece escondida en lo alto de los árboles hasta que una vez alejadas las fuerzas del orden, con bastante serenidad, descienden y escapan.

Una noche, al presentarse la guardia civil en la casa del amo de Isidro Mairal, colaborador de la cuadrilla, este les esconde en el pajar, burlando una vez más su persecución. Pues, son en numerosas las ocasiones en que le ayudan a escapar o esconder en aldeas, casas, corrales, parideras y demás escondrijos.

«En casa Azara (Félix de Azara y José Nicolás de Azara), en Barbuñales, en el patio de entrada a la casa, había una diligencia que en una de las guanteras de una puerta guardaba  una nota escrita a lápiz en la que advertía que cambiasen de ruta porque el bandido Cucaracha está por la zona que deben pasar. La diligencia hacía una ruta hasta Roma.»

 Alberto Lasheras.

  • Las guaridas del Cucaracha

Los bandoleros se esconden por la sierra de Alcubierre, por las diferentes aldeas y parideras que salpican el monte y en las cuevas del alto de San Caprasio.

También por el monte de Jubierre, por el camino del molino del paraje de «El Pedregal», entre las escarpaduras del Paco de Rivadero y el tozal de Colasico, bajo una losa de piedra, en un puntal, que incluso se dice «la cueva cucarachera». Es en aquel cruce de caminos donde se cuenta la historia del zagal a quien el Cucaracha le da trigo para su madre.

Por Castelflorite se refugian en un saliente cerca del pueblo, que hace pocos años se derrumbó, en sus paredes aún se puede observar la coloración negra de las hogueras que allí se hacen.

Otras guaridas responden a la cueva de los Porzanes por Sena y Castejón de Monegros (El bandido más famoso de Los Monegros), los escondrijos por el Sisallar de Villanueva de Sijena, la aldea de Cazcarro por la sierra de Alcubierre, la casa de Angela la Fornera (esposa del hermano Manuel Gavín) en Alcubierre…

Sin embargo, el escondite más importante es una sabina que nadie conoce, salvo su encubridor Francisco Navarro, quien «Allí le llevaba cantidad de información y recogía el dinero que en ella escondía el bandolero«. Quizá, aún permanezca escondido, en la vieja sabina monegrina, el botín perdido del bandido Cucaracha y su cuadrilla

Dominios Cucaracha

http://www.aragonesasi.com/cucarachers/mapa.htm

  • El Cucaracha en la tradición oral

Son muchas las historias que se han ido transmitiendo por los pueblos monegrinos, convirtiendo al bandido Cucaracha en un bandolero romántico, un héroe del pueblo, un bandido de leyenda. Pero a la vez malvado, con asesinatos o castigos, como a uno de Monegrillo a quien le cortan las orejas .

La cuchara del Cucaracha

Estando en una casa cualquiera de Los Monegros, el Cucaracha y algunos miembros de su cuadrilla se dispusieron alrededor de una mesa para comer. Los anfitriones sirvieron un plato de sopa a sus invitados, pero cometieron el error de no alcanzar las cucharas hasta el último comensal, Mariano Gavín Suñen. Este coge el pan y cortándole el currusquer, se sirve de él a modo de cuchara. Al finalizar la comida, el Cucaracha se dirige al resto de comensales y les dice: «ahora para el postre cada uno se comerá su cuchara, para que otra vez se procure de atender como es debido a todos los invitados». Una lección que, a buen seguro, nunca olvidaron los allí presentes.

Esta historia de la cuchara del cucaracha la contaba Manuel Benito Moliner.

El ermitaño de san Miguel de Jubierre

El ermitaño del santuario de san Miguel de Jubierre, conocido como el Santero, responde a uno de los muchos confidentes del Cucaracha. Por ello es apresado por la guardia civil para ser trasladado al cuartel y realizarle el oportuno interrogatorio. Pero al enterarse el Cucaracha de su captura, sin perder tiempo acude con otros bandoleros para tratar de liberarlo. Finalmente consiguen darle alcance mientras lo conducen a Sariñena, produciéndose un tiroteo en el que resulta muerto el pobre Santero.

Esta historia también se cuenta con la variante del ermitaño de San Caprasio y en Alcubierre se mantiene la expresión «¡Qué pague el santero!», que tal y como explica Alberto Lasheras hace referencia al suceso. A pesar de todo, al final quien acaba pagando las consecuencias es el pobre santero, suceso que queda recogido en la siguiente copla popular:

«Cucaracha y los civiles
Tuvieron un tiroteo
Ellos bien se divirtieron
Pero lo pagó el Santero.»

El Noticiero de Menorca, el 18 de Julio de 1874. Madrid, 12 de julio, De El Imparcial. Dicen de Sariñena al Diario de Avisos de Zaragoza que habiendo sido preso por la guardia civil el ermitaño del santuario de San Miguel en el monte de Juvierre, término de Castejón de Monegros, por cómplice y encubridor del famoso bandido Cucaracha, fueron acometidos los 18 o 20 guardias que lo conducían a Sariñena por una banda de ladrones capitaneada por el mismo Cucaracha, descargando sus armas y trabándose un combate que produjo la muerte del ermitaño, un guardia civil herido y la fuga de los malhechores. (Información aportada por José Antonio Pérez).

Noticiero Menorca Bandido Cucaracha

El Diario de Avisos de Zaragoza del 11 de julio de 1874 recoge lo siguiente sobre aquellos hechos:

Sariñena a 8 de Julio 1874.

Sr. Director del DIARIO DE AVISOS:

Muy señor mio y amigo: Entre las muchas prisiones llevadas a cabo por el teniente graduado alférez de la guardia civil D. Francisco Bergua, lo fue en la noche última el ermitaño del santuario de San Miguel, en su domicilio, enclavado en el monte de Juvierre, término de Castejón de Monegros, por cómplice y encubridor de la cuadrilla Cucaracha. A cosa de la una de la madrugada lo conducían a esta villa custodiado por 18 o 20 guardias al mando del citado alférez, cuando a poco de haber salido de la Ermita, y en ocasión de pasar por un estrecho desfiladero, han sido acometidos por una banda de ladrones capitaneada por Cucaracha, según se dice, a las voces de muera la guardia civil, soltar el preso, descargando sus armas contra la fuerza pública, y trabándose un pequeño combate hasta que dominada la posición de antemano elegida por los bandidos, se han pronunciado en precipitada fuga hacia el interior de la sierra.

La colisión ha producido la muerte del ermitaño y un guardia civil herido de bala en una pierna. Nada dicen de si Cucaracha ha perdido alguno de los suyos; pero parece que se han hallado rastros de sangre, que hacen presumir lleven algún herido.

Recibido el parte del acontecimiento, se han organizado somatenes de todos estos pueblos; pero no han podido dar con los ladrones, logrando solo la guardia civil coger en una cueva alguna ropa y comestibles.

Siempre se ha hecho temer Cucaracha por su audacia; pero el suceso de que se hace mérito demuestra el encono contra la guardia civil que va aprisionando poco a poco a sus más fieles camaradas. Uno de ellos, que dicen ser el secretario de aquel, se encuentra desde hace unos días en la cárcel de esta villa bastante mal herido en un pie.

Luego hará un año que a pocos pasos donde ha tenido lugar el tiroteo fue atravesado de un balazo el segundo de Cucaracha o sea Villanueva, que vino a morir a estas cárceles. Todos deseamos que el activo alférez Sr. Bergua vaya limpiando al país de los ladrones que privan al honrado propietario de salir a administrar personalmente sus tierras y hacienda.

Nada más por hoy.-Suyo afectísimo, K.

El leñador de Pallaruelo

La historia del leñador del Pallaruelo de Monegros es contada como ejemplo de la gran generosidad que el Cucaracha mantenía con los más débiles. Esta, más o menos, cuenta lo siguiente: «Durante un duro invierno, por el monte de Pallaruelo de Monegros, un andrajoso hombre recogía leñas para calentarse. Al ser encontrado por el Cucaracha y verlo tan desprotegido, este, sin dudar, se quitó la ropa y se la dio.»

El barquero de Pina

El barquero de Pina, recogido por Celedonio García, proviene de un texto de A. Riera publicado en 1903, con el título de “Cucaracha”, revista ilustrada «Pluma y lápiz», Barcelona. La historia la cuenta un antiguo jefe republicano, un tal Fanjul:

«Anduve yo mezclado en la sublevación de Despeñaperros en 1869. Fuimos vencidos. Pude escapar; antes de huir de España quise pasar por mi casa, por Aragón. Un día me avisó el secretario del pueblo que acudía la guardia civil, que me andaba buscando. Tres días después había elecciones en Zaragoza; decidí jugar el todo por el todo y presentarme diputado en vez de huir a Francia. Pero era preciso, ante todo, escapar de los que me perseguían.

Había dado la media noche cuando salí de mi pueblo a caballo para Pina. Había que pasar el río, pero había barca. Es de advertir que en mi comarca me conocen hasta los perros. Aguijé el caballo y al amanecer llegué junto a la barca. Poco antes de llegar a ella salió un hombre de un grupo de árboles. Iba embozado en una manta, cubierta la cabeza con un sombrero del que llevaba bajas las alas. Por debajo de la manta asomaba el cañón de un fusil cuya culata se marcaba junto al hombro.

Se adelantó a mi encuentro y me saludó.

-¿Va usted a pasar el río? -preguntó.

-Sí.

-Pues pasaré con usted.

-Bueno; voy a despertar al barquero.

Le llamó. Salió a los cinco minutos, malhumorado, mascullando maldiciones entre dientes, sin duda por haberle despertado tan temprano. Pero, era el mío, caso que no admitía dilación. De un momento a otro podían aparecer los civiles y yo estaba condenado a muerte.
-Ea, pásame pronto, -dije.

-Poco a poco, señor Fanjul, -replicó el pillastre con sonrisa de mal agüero, insolente y burlona a un tiempo. -¿Sabe usted cuánto vale hoy pasar el río?

-No sé.

-Le costará cien duros-. Comprendí la pillada. El maldito sabía que huía. Busqué un arma. No tenía ninguna. Era aquel bandido el más fuerte. Si se empeñaba en no pasarme estaba perdido. Capitulé.

-No tengo los cien duros. Te daré todo el dinero que tengo.

No llevaba más que veinte o treinta pesetas. Se las ofrecí.

-No le paso.

Le di el reloj, que era de plata, la capa.

-No le paso si no vienen cien duros. Vaya a buscarlos.
No le podía dar el caballo porque le necesitaba para huir más aprisa. Volver atrás era imposible. Me cegó la ira. Iba a saltar del caballo, cuando el hombre de la manta, que presenciara aquella escena sin decir una palabra, me detuvo con un ademán y avanzando hacia el barquero le preguntó.

-Y por pasarme a mí, ¿Cuánto quieres?

-El precio ordinario.

-No te daré nada. Y pasarás al señor Banjul y me pasarás a mí y nos pasarás tirando de la soga con los dientes.

-¡Oh! ¡Oh! -hizo en tono de mofa el barquero.

Había amanecido. El que hablaba con tanta autoridad se desembozó con rápido ademán, de un revés de la mano levantó el ala del sombrero y empuñó la carabina.

-¿Me conoces? -dijo.

-¡Cucaracha! -exclamó el barquero con terror.

-En carne y huesos.

Temblando como un azogado entró el pasador en la barca. Subimos también nosotros. Iba a coger la soga con las manos el barquero.

-¡Con los dientes he dicho, canalla!

Relampaguearon los ojos del salteador. Obedeció el cobarde. Y con los dientes empezó a tirar de la soga. Era un espectáculo tan tremendo y repugnante a la vez, que no puedo recordarlo sin estremecerme. El miserable temblaba, tenía su cara una expresión como enloquecida; apretaba la cuerda con los dientes, como si mordiera a un enemigo haciendo presa y los ojos, horriblemente dilatados, miraban a Cucaracha. Éste, apoyado en su carabina, inmóvil como una estatua, sin que se estremeciera un solo músculo de su rostro bronceado, sin parpadear, con aquellos ojos que vieran tantas veces la muerte cara a cara, miraba al barquero.

Pasamos. Al saltar, Cucaracha hizo que el barquero me devolviese el dinero, reloj y capa. Di las gracias al salteador.

-Vaya usted tranquilo, -me dijo- ¡buena suerte!

Echo a andar mi caballo. Cucaracha dijo al barquero:

-Si vienen los civiles y nos delatas, te mato mañana.

Volví la cabeza. El bandolero se internaba con paso rápido por entre los árboles de la orilla.

En cuanto a mí, llegué a Zaragoza guiando un carro de trigo. Dos días después tenía el acta. ¿No os parece que la debía más que a los republicanos al pobre Cucaracha?».

El zagal que iba a moler al molino, «El Cucaracha quita el dinero a los ricos y se lo da a los pobres».

Bandido Cucaracha (2)

Cucaracha asaltando a un zagal en su borrico Ilustración Cruz Salvador

La historia del zagal que iba a moler a molino es la más extendida en la tradición oral sobre el bandido Cucaracha. Una historia que cuentan como propia en muchos pueblos y que ha servido para crear el mito del bandolero romántico.

Es el conocido encuentro del Cucaracha con un zagal que va a moler al molino con su borrico, con una talega de trigo y dos pesetas en el bolsillo.

En Castejón de Monegros se cuenta la versión del zagal que iba al molino del Alcanadre cuando se encontra al Cucaracha cerca de la cueva del Pedregal, camino de Jubierre. Este lo para y al ser preguntado si lleva dinero, este le dice que no, que su padre no le ha dado nada por miedo a que se encuentre con El Cucaracha y se lo robe. A lo que el Cucaracha responde: «Cucaracha no roba a los pobres, roba a los ricos y lo reparte a los pobres».

 Así lo relata Celedonio García en su artículo «Cucaracha, la vida sigue igual»:

 
¿Llevas dinero zagal?
 

– No, señor. Mi padre me ha dicho que no me lo daba porque somos pobres y me lo podía quitar «Cucaracha».

A «Cucaracha» le hizo gracia la sinceridad del niño y le entregó una bolsa de monedas diciéndole:

– Toma esta bolsa de monedas y dile a tu padre que «Cucaracha» quita dinero a los ricos y se lo da a los pobres.

Asalto a Penen de Valfarta

Un domingo, a la hora de la misa, unos bandoleros fueron a buscar al rico propietario Penen de Valfarta. Lo van a buscar solo a él, a la iglesia, que está frente por frente de su casa. Entran por detrás unos cuantos hombre armados y embozados diciendo que son gente del Cucaracha, exigiendo que se les entregue una gran cantidad de duros de plata.

Penen accede inmediatamente, dando orden a un criado de poner un capazo lleno de duros de plata, junto a la puerta falsa, por donde seguramente van a salir los asaltantes. Pero se da que uno de los criados de Penen había reconocido a los ladrones como criados de otro que, a no tardar, iba a pujar contra Penen, en una subasta de un palomar que se realizaría próximamente. Para impedir que le quitaran la puja, al dejar a Penen sin efectivo, al atravesar la puerta falsa Penen les dice: «coger los duros que queráis que aun me sobran para ganar la subasta al c… de vuestro amo».

Historia contada por Hernando Labara Rodríguez, donde pone en evidencia como se aprovechaban de las fechorías del Cucaracha y su banda para cometer otras tropelías que falsamente atribuyen al bandolero y sus compinches.

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  • Los relatos de Rafael Andolz

Rafael Andolz relata extraordinariamente las venturas y desventuras del Cucaracha y su pandilla  a través de los numerosos testimonios que recoge por Los Monegros. Valiosos testimonios que narran muchas de las historias del bandolero. Algunas de ellas son asaltos a aldeas (nombre popular de las masadas en la sierra de Alcubierre) como en este caso de la aldea de «El Mirón», de Basilio Escanero, donde se encuentran cuatro pastores por la paridera, entre ellos el confidente Mariano Castillo.

La cuadrilla suele repetir un «modus operandis» habitual. Mientras unos bandoleros permanecen apostados vigilantes por los tozales, al mando del Farineza, de Diego y Magencias, Cucaracha, el Zerrudo, Villanueva, el Víbora, Juan Andrés y Mayarito ejecutan el asalto. Para ello matan tres ovejas y mandan las pieles al amo para que el portador retorne con unos 70 duros requeridos al patrón.

Lo mismo sucede con el pastor Mariano Verdún Otal, que llevaba el ganado de Pedro Perique. Tiempo más tarde, Cucaracha le corta la oreja a a Mariano Verdún por «tramposo», por ser un falso colaborador que llega a costar a la cuadrilla la perdida de ocho de sus componentes.

El Cucaracha cuenta con grandes amistades que lo protegen, su relación con los Cazcarros y en especial con su hija Gregoria Cazcarro, joven amante de Mariano Gavín, le hacen pasar a menudo por su aldea.

Es en la aldea de Cazacarro, donde una noche el Cucaracha pone aprueba a un miembro de su cuadrilla del que hace tiempo tiene sospechas. Para ello espera al momento de irse a dormir, en el cual dispone un montón de paja dentro de su camisa y calzón, simulando ser él. Mientras, se esconde tras de un montón de paja a la espera de ver lo que sucede. Y así, al poco aparece el compañero, se acerca al bulto y dispara la escopeta. El Cucaracha, sorprendiéndolo por detrás, lo hace arrodillar y sin mediar palabra lo mata inmediatamente.

Versión contada a Felipe Alaiz:

«– Estábamos en las trilleras. Era yo chulo (criado joven de labor, especie de aprendiz) de un propietario de cinco pares… Gavín y los que iban con él se acostaron al raso, a la luz de las estrellas. Cada cual se acostó donde quiso y como quiso. «Cucaracha» se hizo la cama junto a un montón de fajos de garba (mies segada), que en el país llaman «fajina». No se acostó. Algo turbio había visto en los ojos de un guerrillero. ¿Qué hizo? Pues se escondió detrás de la fajina, dejando la manta tendida sobre un hato de ropa, como si él estuviera debajo. Cuando calculó el hombre echadizo que dormían todos los guerrilleros se levantó con tiento, llegó hasta la cama de «Cucaracha» y disparó un trabucazo… Pero «el muerto» salió por detrás de la fajina. ¡Ya estaban frente a frente! En dos cuchilladas le cortó Gavín las dos orejas al echadizo, que escapó como lo que era.»

De hecho, la banda, a quienes considera «falso amigo», lo rocían de petróleo y le prenden fuego. Así consuman el asesinato del hijo de Lorenzo Otín, uno de los más de 25 confidentes que tiene el Cucaracha en Alcubierre. Pues a Lorenzo le convence su esposa para que cese de colaborar con los bandoleros, por lo que el Cucaracha, el Víbora y Mayarito, no dudan de rociarle con una botella de petróleo y le prenden fuego. A la mujer de Lorenzo la degüellan mientras suplica «¡clemencia al cielo, que para la tierra no hay remedio!».

El Víbora es un personaje muy sanguinario, de una excesiva crueldad que ejerce sin ningún atisbo piedad. Muy demostrado queda en el lamentable hecho por el cual obligan, en vano, a unos pobres ancianos a pedir dinero a un ricachón del pueblo. Al negarse, el Víbora los rocía con petróleo y les prende fuego.

Sin embargo, Rafael Andolz no considera al Cucaracha como un ser maligno, considera que «robaba porque lo necesitaba para vivir» y son varias las narraciones que muestran un carácter que se estremecía ante la miseria y el sufrimiento ajeno, aflorando pinceladas del personaje romántico que tanto nos seduce y fascina. Y en parte fue así, una época dura en la que lucha contra una sociedad profundamente dominada, todo un revolucionario.

Es por el paraje de Valzapatas, donde Cucaracha halla al labrador Joaquín Ezquerra a punto de escarmentar a su hijo por quedarse dormido mientras vigilaba el ganado. Conmocionado el Cucaracha evita el castigo.

A Saturnino Alastrué, carbonero de Farlete, al volver del pueblo en busca de vino, se encuentra en la hoguera a varios miembros de la banda del Cucaracha preparando la cena y, pese a sus temores iniciales, acaban haciéndole invitado de honor: «no corras, si quieres judías para cenar no corras».

En otra ocasión, unos pastores han matado una oveja para cenar. No muy lejos de allí se encuentran un labrador con su hijo quien, señalando la hoguera, comenta que quizá allí se encuentren el Cucaracha y su banda. Al día siguiente, un pastor se acerca llevándoles unas pizcas de carne por parte del Cucaracha. Algo parecido sucede en la aldea de Marcellán, por Valdezaragoza: Estando Fernando Pontaque y Blas Cazcarro aparece por la noche el Cucaracha, el Villanueva, el Zerrudo, Manuel Lax y Francisco Alós, el Cucaracha manda a un zagal a lo alto de una cantera, donde coge un saco de carne con el que se dan una buena lifara.

Pero el Cucaracha también es vengativo. Como aquella noche fría de invierno, ante la casa de Rafael de Alcubierre: -Ábreme, Mariano-, -a tú no te abro-, -mira que hay aguanieve y estoy chelau-, porfiaron pero no le quiso abrir,- mira que me lo pagarás…-  Días más tarde, Cucaracha se lo encuentra por el monte labrando en la partida de San Blas, en Aldeabero, donde le suelta los burros y le da una paliza haciéndole pasar la noche al raso, como venganza y escarmiento.

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  • El primer crimen del Cucaracha

Su historial delictivo comienza empujado por la necesidad, por el hambre, un robo de fatal desenlace. Al pronto de echarse al monte, Mariano Gavín y Juan Ardid roban un cordero de la paridera de «Tío Caprasio». Sorprendidos por el pastor, le disparan alcanzándole en una pierna. La herida acaba días más tarde con la vida del pobre pastor. Así lo relata el investigador Alberto Lasheras, cuando Cucaracha contaba con 32 años:

«Caprasio Amador  era un pastor que tenía su corral con sus cabras y estaba harto de que le robaran los cabritillos y corderillos. Una noche, su hijo, quién también se llamaba Caprasio, se quedó en el corral vigilando. Cuando oyó ruidos, salió y vio que alguien se llevaba un cabritillo, e iba a saltar la valla. Este salió con su garrote, su cayado y le fue a dar golpes. Ocurrió que el Cucaracha estaba encima del muro, de la pared del corral, amartilló su trabuco y disparó para dejar escapar al otro. Entonces, Caprasio sufrió una gran herida en la pierna, se montó en una burra que le llevó hasta su casa y allí murió de gangrena, sufriendo mucho. La herida de trabuco era muy mala. En la casa familiar de Caprasio Amador, hasta no hace mucho tiempo, había un clavo en un madero, en el que él tenía la cama debajo y, con una cuerda, se asía para darse la vuelta. Porque la medicina de entonces estaba muy atrasada y una gangrena se quitaba retirando con unas pinzas la carne podrida y limpiando con vinagre, con sal y se hacían unos emplastes con vino… algo que debería de ser extremadamente doloroso.»

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Mural del Cucaracha en Lanaja

Tras lo sucedido, los malhechores deciden pasar unos días por el monte, a nadie le va a extrañar, pues es normal tras sus continuas y dilatadas correrías. Hasta que a los pocos días, asaltan a un zagal que va a comprar sal con su borrico a Castejón de Monegros. Al reconocer al Cucaracha y a Juan Ardid, el zagal se siente intimidado y trata de huir. De una pedrada consiguen tirarlo al suelo, le roban unas 80 pesetas y le emprenden a garrotazos. Moribundo, el zagal consigue llegar al pueblo de Alcubierre y este, a diferencia del Tío Caprasio, logra identificar a Mariano y a Juan. La crueldad con la que perpetran el asalto, causa terror en la población, provocando que la noticia se extienda rápidamente por toda la comarca.

– ¿A dónde vas, muchacho?

-Pues voy ta Castejón, pa vender esta sal.

-¿Y qué dinero llevas?

-Pues ochenta pesetas.

Cucaracha amartilló la escopeta amenazadora.

-Tráelas si quieres seguir vivo.

El rapazuelo se las entregó a Juan Ardid;

-¿Nos conoces?

-Sí señor, son de Alcubierre. Mi madre es de allí y he estado bastantes veces. 

Los dos bandoleros escapan a Francia en busca de trabajo, corre el año 1864. Allí, Cucaracha trabaja por poco tiempo de obrero, pero enseguida se cansa y pronto regresa a Alcubierre. Tal y como cuenta Rafael Andolz, a la semana, Mariano, cobra el jornal y le dice a su amigo «Yo me vuelvo a la sierra de Alcubierre», mientras su amigo Juan Ardid, decide permanecer en el país galo, haciéndose llamar Juan Labrador.

Mismamente, la tradición oral recoge como Mariano Gavín Suñen, durante su estancia en Francia, a través de un conocido manda dinero a su mujer Jobita. Al regresar a Alcubierre, Mariano descubre que el dinero no ha llegado a su esposa Jobita y el encargado de entregar el dinero se ha quedado todo el dinero. aquello no puede quedar así y Mariano no tarda en ajustar las debidas cuentas.

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  • La Banda del Cucaracha

A su vuelta de Francia, a Mariano Gavín Suñen se le comienzan a sumar numerosos bandoleros, personas que escapan de una sociedad muy empobrecida y caciquil para darse al bandolerismo. Se estima que llega a haber cerca de cien personas en la banda, por ello Alberto Lasheras manifiesta «Es curioso que, cuando ves la lista, había de todos los oficios, había herreros, molineros, sastres…».

El primero en unirse al Cucaracha es Antonio Sampériz Peralta «El Zerrudo» de Lalueza, que también aparece como «El Zerrudo». Rafael Andolz lo describe barbudo y peludo, con buenas greñas y cara de pocos amigos.

En la revista «Quio de Sariñena y Los Monegros» aparece en el número 17 de agosto de 1991 un artículo sobre la tradición oral titulado «El zerrudo de Lalueza» firmado por Santiago. El artículo narra como estando preso el zerrudo en el penal de Sariñena (Donde actualmente se encuentra la casa de la cultura), le hacen llegar vino, «una cantidad considerable de los suaves, pero sabrosos y eficaces vinos de Lalueza», con motivo de las fiestas patronales de su pueblo natal. Beben todos los reclusos, incluso el carcelero, «hasta llegar a las proximidades de la embriaguez». Beben hasta el punto que un prisionero, en un acto de fanfarronada, le dice al carcelero: «El Cerrudo, este está aquí presumiendo de haber matado a fulano, no comentaron el nombre, y éste es un cobarde, no tiene…. lo que hay que tener para eso, quien lo mató fui yo, que me sobra de todo para eso y mucho más». Probada su inocencia, el carcelero lo comunica a las autoridades que inmediatamente lo ponen en libertad. El Zerrudo no quiere volver a Lalueza «por la injusticia que habían cometido contra él» por lo que decide unirse al Cucaracha y su incipiente banda.

Este crimen, al que falsamente atribuyen a el Zerrudo, responde, de acuerdo con Santiago Velilla, con el asesinato del cura de Capdesaso, episodio que veremos más adelante. Santiago Velilla recoge la vida de  Antonio Sampériz Peralta en su libro «El Zerrudo de Lalueza» a quien describe «que era grueso, fuerte y muy peludo, con una barba muy recia».  Además cuenta que es de casa humilde pero persona noble, «puesto que a él no se le adjudica ninguna muerte».

Adell y García citan una anterior fuga de El Zerrudo del penal de Cartagena en julio de 1873, aprovechando la insurrección separatista.

«Estando Pascual Pérez trabajando por la sierra, salió del corral su perra al encuentro de varios miembros de la cuadrilla del Cucaracha. Al sentirse molestos, el Zerrudo no tardó en disparar a la pobre perra y matarla de dos balazos.»    

Alberto Lasheras.

El segundo en unirse a la banda es «El Farineza», Agustín Alamán Corvinos, quien llega a ser segundo de la banda.

Otro cabecilla de la banda es Ramón Lordán el «Villanueva», natural de Villanueva de Sijena, de casa Polanco, quien antes de incorporarse a la banda estaba de jornalero en casa Pascual Escanero de Lanaja. Andolz lo describe como hombre duro, de pocas palabras, -con su ribete de timidez y de típicas reacciones violentas del hombre tímido-. Trabajando en casa Escanero, al soltarle un par de coces una mula guita, este la ata y le da una fuerte paliza. Enterado el amo, le da al Villanueva su propia medicina. Escarmentado, aquella misma noche, el Villanueva abandona la casa y se marcha al monte para unirse a la banda del Cucaracha.

Otros bandoleros son «El Víbora», ex-guarnicionero de Alcolea; José Bernad Rivas “El Herrero de Osso”; Melchor Colomer y Ferrer “El Molinero de Belver”; José Solanilla y Lacambra; Mayorito; Manuel Lax; Francisco Alós; Marcelino Bérbeder «El Sastre» (de oficio sastre); Majencias; Demetrio Durango «El Colegial»; Francisco Candedios; Ferrochón el de Belver; el Zurdo de Lalueza; un tal Valentín, el Pergaroide de Albalate; Carlos el de Almudévar …

Adell Castán, J. A. y García Rodríguez, nombran al «Tuerto de Capdesaso”: «Quien se encargaba de escribir las notas exigiendo a los labradores dinero, bajo la amenaza de quemarles la mies, fue detenido el 13 de julio de 1873 por estar implicado en el asalto a Farlete«.

En definitiva, la banda del Cucaracha es muy numerosa y abarca un extenso territorio. Sus numerosas correrías esconden grandes historias para profundizar e investigar. Una banda con una organización jerárquica encabezada por Mariano Gavín Suñen y que requiere de grandes recursos para su supervivencia, a la vez que una serie de red refugios y escondites por los montes monegrinos.

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  • Los inicios de la banda del «Cucaracha»

Pronto las fechorías del Cucaracha y su banda comienzan a perpetrarse por todo el territorio monegrino y en comarcas cercanas. Correrías que se ven reflejadas en los diarios de toda España, donde encontramos abundante documentación. Es el caso de la Correspondencia de España, Madrid 24 de agosto de 1870, donde se informa de la aparición de una partida armada de bandoleros que ha penetrado en la provincia de Zaragoza desde la sierra de Alcubierre. Concretamente han perpetrado un robo en el pueblo de Sénes de Alcubierre, un robo de «bastante consideración» a lo que la guardia civil había tenido que salir en su persecución. Se trata de casa de Pepe Chico de Sénes de Alcubierre al que roban de 3000 a 4000 duros de plata. Para Alberto Lasheras se desconoce si es el Cucaracha y su banda, pero hay quien se lo atribuye.

“El eco de Aragón” del domingo dice lo siguiente: según cartas que tenemos a la vista, uno de los últimos días penetró una cuadrilla de unos veinte bandidos en el pueblo de Senés (Huesca) armados con trabucos, puñales y navajas a cosa de las cinco de la tarde, lo cual prueba que no tenían miedo. Inmediatamente atacaron la casa de un vecino de aquel pueblo penetrando en ella hasta diez hombres, ocho enmascarados y dos en traje de soldados. Ultrajaron a una joven después de haberle atado de pies y manos, y luego dirigiéndose a la señora de la casa, anciana según parece, la obligaron a franquear todos los armarios y cómodas, llevándose al marchar de tres a cuatro mil duros. Al penetrar en la casa robada, el que hacía de capitán de la cuadrilla pidió hasta nueve mil duros. Al penetrar en la casa robada, el que hacía de capitán de la cuadrilla pidió hasta nueve mil duros, lo que prueba que tenían pormenores y que iban a robar a “píe seguro”. A otro vecino que se escapó le dispararon un trabucazo, aunque afortunadamente no pudieron acertarle, dirigiéndose después de la hazaña hacia la sierra. En seguida se avisó a Huesca y se envió en su persecución una fuerza de 30 guardias civiles que hasta la fecha no se sabe haya podido dar con los bandidos. – Y más adelante añade: La noticia del robo del que más arriba damos cuenta, coincide con la instantánea aparición de una comparsa de hombres armados y uniformados que, según se nos ha dicho, han sido vistos en las sierras inmediatas y aún en los confines de la provincia de Zaragoza.»

El Telégrafo de Barcelona del 30 de agosto de 1870.

El 14 de septiembre de 1870, La Correspondencia de España» informa la presencia de la banda por las inmediaciones del pueblo de Huerto: «El alcalde de Sariñena participa que, a tres horas de aquella villa, jurisdicción de Huerto, se ha presentado una partida de hombres armados. Ayer había cierta agitación en Huesca a consecuencia de los rumores de aparición de una partida en el monte de Vallerías, jurisdicción de Huerto».

El 23 de octubre de 1870 secuestran en Castejón de Monegros a un rico propietario, el alcalde envía a gente armada en su persecución y el gobernador manda a la Guardia Civil (Correspondencia de España, 24 de octubre de 1870):

«Anoche salieron dos compañías del batallón cazadores de tarifa con dirección a la provincia de Huesca y otras dos compañías han recibido la orden de estar dispuestas al primer aviso. La causa de este movimiento tan repentino, parece ser haber aparecido una banda de secuestradores considerable, que ya ha empezado a ejercer, siendo la primera víctima un rico propietario de Castejón de Monegros, del cual hasta ahora no se tienen noticias.»  

Diario de Avisos, Zaragoza 25 de octubre de 1870.

Ante la alarmante intranquilidad, que comienza a causar la banda del Cucaracha, el 14 de diciembre de 1870, el gobernador de Huesca llama a «los mayores contribuyentes, personas de arraigo del país y alcaldes». Se les convoca el 6 de enero de 1871 a una reunión en la villa de Sariñena, con los jefes de la Guardia civil, de los puestos más inmediatos, para «organizar un servicio de persecución activa que haga desaparecer a los criminales».

«He aquí la situación de un pueblecito de la provincia de Zaragoza, La Almolda: -Por aquí no se puede vivir. Anteayer fue degollado el barbero en la puerta del alcalde. El día anterior estuvo a punto de suceder una catástrofe, pues estaban forzando y rompiendo las puertas de la iglesia, a la sazón que la boda de Salvador Peralta, viudo, subía a casarse, y se ahuyentaron los ladrones. Tres días antes estuvieron cinco ladrones escondidos en una casa, disfrazados con barbas, y habiéndoles visto encerrados algunos vecinos, dieron aviso, y a pesar de ser las once del día, no hizo gestión la autoridad y cuando quisieron se marcharon.» 

La Convicción, Barcelona 7 de enero, año de 1871.

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«Los robos y secuestros a ricos propietarios de la comarca se fueron sucediendo durante estos años. Algunas de sus víctimas fueron: Sebastián Peralta, de Monegrillo; Mariano Peralta, de La Almolda; Martín Panzano, de Tramaced; Eusebio Laga y Gregorio del Ruste, de Pina; Faustino Escuer, regidor de Perdiguera; Mariano Casamayor, de La Almolda; Lucas Abadía, de Nuez de Ebro; Salvador Mata, Mariano Azara y Mariano Doz, de Farlete; “Casa Bastarás”, de Lanaja; José Calvo y Juan Ruata, de Alcubierre, y Joaquín Angas, de Ontiñena, entre otros.»

Conflictividad social y bandolerismo en el siglo XIX
(Comarca de los Monegros y 2).

García y Adell.

  • El crimen del sacerdote de Capdesaso

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Cucaracha descansando bajo una sabina. Ilustración Cruz Salvador.

El 2 de febrero de 1871 sucede el terrible crimen del sacerdote de Capdesaso y el hecho lo cuenta el diario Democracia de Zaragoza: «El honrado sacerdote del pueblo de Capdesaso, cerca de Sariñena, volvía de un pueblo inmediato a donde fue el día 26 de enero a celebrar un entierro, y se vio acometido por dos hombres que le dispararon un tiro causándole una grave herida en la frente. No contentos con esto, cogiéronle y teniéndole entre los dos le atravesaron el cuello con un cuchillo; y no satisfechos todavía sus feroces instintos, le llenaron el pecho de puñaladas, robándole 17 reales que llevaba. ¿Horroriza solamente el que pueda haber hombres, que más son fieras, que tengan valor para cometer asesinatos de este género!. No sabemos la causa que motivaría este homicidio, puesto que nos consta que el mencionado cura era apreciado de cuantos le conocían, y únicamente creemos se cometiera para robarle”.

* La Orquestina del Fabirol «Corriu Cucaracha».

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  • Asaltos, robos y secuestros

Los asaltos, robos y secuestros se van sucediendo, siendo el pueblo de La Almolda quien más sufre las fechorías de la banda del Cucaracha. El 21 de julio de 1871 en el «Diario de Zaragoza» manifiesta la creciente preocupación. Unos días antes, el seis de mayo aparece la descripción del asalto realizado en la localidad de Tramaced: “El sábado último, a las cuatro de la tarde, entraron en el pueblo de Tramaced once hombres armados, quienes, después de mandar cerrar las puertas de las casas de todos los vecinos, se dirigieron a la de un propietario que el día anterior había vendido setecientas arrobas de lana, con objeto de robarle. No pudiendo conseguir penetrar en la casa, fueron a la de otro propietario, también acomodado, al que robaron una cantidad bastante respetable abandonando el pueblo luego realizado el objeto que a él las había conducido». El 12 de julio de 1871 se informa de un secuestro en el monte de Pina de Ebro, comunicándolo a la madre, así como el reclamo del precio del rescate. Esta mujer paga 4.000 reales por la liberación de su hijo.

En julio de 1871 se realiza el secuestro de Faustino, Eusebio, Manuel y Adrián Escuer de Perdiguera. Faustino tiene 65 años y es secuestrado junto a sus hijos, Eusebio de 28 años, Manuel de 25 años y Adrián de 22 años (Fuente: Constantino Escuer).

Los continuos robos y secuestros hacen buscar a tres hombres, poniendo el caso a juez de primera instancia del distrito del Pilar de Zaragoza «Los Sres. Alcaldes, Jueces municipales, Guardia civil y demás dependientes de mi autoridad, procederán á la busca y captura de tres hombres desconocidos por su nombre, cuyas señas y apodos se manifiestan á continuación; poniéndolos, caso de ser habidos, á disposición del Sr. Juez de primera instancia del distrito del Pilar, dándome cuenta» (Zaragoza 2 de Agosto de 1871.—Eduardo de la Loma). Según dicen: «visten calzón de mahón negro, alpargatas miñoneras, van en mangas de camisa; el uno alto, el otro un poco más bajo y lo mismo el tercero; los dos primeros delgados y el último grueso, uno de ellos barba cerrada y mal carado».

«Señas. Uno llamado Cucaracha, el segundo Francisco y el tercero se ignora su nombre o apodo, que visten calzón de mahón negro, alpargatas miñoneras, van en mangas de camisa; el uno alto, el otro un poco más bajo y lo mismo el tercero; los dos primeros delgados y el último grueso, uno de ellos barba cerrada y mal carado.»

Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza: Número 20 – 1871 agosto 3.

El caso se abre a raíz  del secuestro de Faustino, Eusebio, Manuel y Adrián Escuer de Perdiguera y lo asume el Juez de primera instancia del cuartel del Pilar de Zaragoza Estanislao Rebollar Villarejo: «D. Estanislao Rebollar Villarejo, Juez de primera instancia del cuartel del Pilar de esta ciudad. Por el presente cito, llamo y emplazo por primer edicto y pregón al conocido por el apodo de Cucaracha, y a sus compañeros Francisco N. y otro desconocido, avecindados en Alcubierre, para que dentro del término de nueve días comparezcan en este Juzgado á responder á los cargos que les resultan en causa que me hallo instruyendo contra los mismos sobre secuestro de Faustino, Eusebio, Manuel y Adrián Escuer, verificado el diez y siete de Julio último; que si así lo hicieren se les oirá y hará justicia, parándoles en otro caso el perjuicio que haya lugar. Dado en Zaragoza a catorce de Setiembre de mil ochocientos setenta y uno.—Estanislao R. Villarejo.—Por su mandado, Mariano Moliner» (Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza: Número 45 – 1871 septiembre 16).

En este primer edicto apenas se conoce la identidad de los malhechores hasta un nuevo edicto, del 5 de octubre de 1871, en el cual ya figuran Mariano Gavin (a) Cucaracha, Juan Ardid y otro desconocido: «D. Estanislao Rebollar Villarejo, Juez de primera instancia del distrito del Pilar de esta ciudad. Por el presente segundo edicto y pregón cito, llamo y emplazo a Mariano Gavin (a) Cucaracha, Juan Ardid y otro desconocido que les acompaña, vecinos los tres de Alcubierre, para que dentro del término de nueve días comparezcan en este Juzgado á responder de los cargos que les resultan en causa que me hallo instruyendo contra los mismos sobre secuestro de Faustino Escuer y otros de Perdiguera; pues si así lo hicieren so les administrará justicia, parándoles en otro caso el per juicio que haya lugar. Dado en Zaragoza á veintiocho de Setiembre de mil ochocientos setenta y uno.—Estanislao R. Villarejo.—Por su mandado, Mariano Moliner» (Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza: Número 56 – 1871 octubre 5).

Esta claro que ninguno comparece por la causa abierta, echados a la sierra, los bandoleros se les hace suponer que solamente saldrán de ella con los pies por delante.

El 3 de septiembre de 1871 se informa del asalto a dos carreteros entre Villanueva de Gallego y Zaragoza, los cinco asaltantes hacen fuego matando a uno de un trabucazo y al otro lo hacen huir. Entorno al 20 de noviembre de 1871 son robadas un número considerable de alhajas de la iglesia de Ontiñena.

En 1872 la actividad malhechora de la banda del Cucaracha es escasa en los medios de la época, solamente el 2 de agosto se recoge la siguiente información en el «Eco de la provincia» de Huesca: «Ha llegado a nuestra noticia que por parte de de Castejón de Monegros y Balfarta, se ha presentado una pequeña partida de malhechores, compuesta de 4, 5 o 7 hombres, se entretiene en tener en continua alarma a los pacíficos habitantes de aquellas comarcas, y en donde han cometido algunos asesinatos y robos, según nos han informado. Parece que hace unos días se reunieron los vecinos de Castejón, y asociados con otros de diferentes pueblos y unos cuantos guardias civiles, dispusieron dar una batida por los montes de los mismos, y aunque no pudieron apoderarse de los “cacos”, sin embargo, dícese que llegaron a avistarlos, y aún que se habían cruzado algunos tiros».   

No obstante, a finales de 1872 se consume uno de los robos al rico propietario Juan Ruata de Alcubierre, recogido por Andolz y contado por Anastasio Abadía: «Están tirando al blanco toda la banda en la aldea de Joaquín Abad y van cazando los ricos de Alcubierre. Cucaracha los vio y ellos echaron a correr. Los persiguieron y cogieron a D. Juan Ruata, se lo llevaron a la aldea de Gazol de la sierra donde se encontraban Francisco Navarro y Teodoro Sánchez de rebadán, y lo ataron al ruejo y a continuación se lo llevaron al corral de Perico de Valonguera, encontrado allí a Mariano Soto y a Pedro Maza de rebadán, cuidando cabras. Le ordeñaron leche y lo tuvieron allí cuatro o cinco días. A los pocos días llegó un criado con una yegua de víveres; a continuación, se bajaron a amo y criado a la cantera de Sisallar, término de Villanueva de Sigena, que allí tenían el cuartel general. Retuvieron allí a los presos hasta que le trajeron once mil duros».

El 21 de enero de 1873 se realiza un segundo robo a casa Ruata. Jorge Sánchez Ardid, sobrino nieto de Juan Ardid Sánchez, amigo del Cucaracha con quien huye a Francia en 1864 lo cuenta de la siguiente manera: «El de casa Ruata (el más rico de Alcubierre) iba a Lanaja el 21 de enero, que es la fiesta de Lanaja. Ruata bajaba con un caballo. Cucaracha lo cogió porque se atascó el caballo. Con cuatro abríos marcharon todos para la sierra, que había una aldea y paran ya que se hacía de noche. a un criado le dijeron que se fuera con las mulas. Los otros se quedaron con Ruata. Y criado de Ruata se quedó. Al criado que se fue con las mulas le dijo Cucaracha que ellos se iban a marchar a Lanaja y le explicó a qué parte del monte de Lanaja tenía que ir y que le sacaran treinta y cinco mil pesetas. Que las sacaran das del pueblo, pero que no se acercaran más que los que llevaban el dinero. Dos ricachones que se trataban mucho con Ruata lograron reunir el dinero. Se lo mandaron a decir a Cucaracha con vecinos que le encubrían que le llevaban el dinero, que si le parecía bien que iban José Solanes y José Antonio Lasheras. El día dos de febrero fiesta de la Candelera, por la mañana le fueron a llevar el dinero y ellos soltaron a Ruata y a su jornalero para que se volvieran con los que habían llevado el dinero. Y aquí entraron, en Alcubierre, mistando misa mayor, que era el día de la Candelera y se hacían tres misas, Don Juan Ruata y el criado. Entraron a esa hora para que no los viesen, que estaba todo el mundo en misa». Aunque para Rafael Andolz el testimonio de Jorge Sánchez no merece gran credibilidad, este relato coincide, en parte, con la descripción del robo a Juan Ruata en febrero de 1875, suceso que se recoge más adelante.

En febrero de 1873 el «Diario de Barcelona» da cuenta de la intensa actividad bandolera, principalmente en los lugares de Alcubierre, Perdiguera, Leciñena, Farlete y Monegrillo, que «se encuentran en una situación por demás deplorable». Ya son casi tres años que los bandoleros recorren la comarca y la población sale temerosa de sus casas a realizar sus labores agrícolas, cerca de doscientas personas han sido víctimas de sus atropellos. El día dos de febrero, dos vecinos de Alcubierre que se dirigen a las fiestas de Robres, cuando son sorprendidos por la partida y llevados cautivos a sus guaridas. Para su puesta en libertad, mandan un emisario a las familias de los secuestrados pidiendo por su rescate ocho mil duros, cuatro por cada uno. Se desconoce la cantidad que las familias llegan a mandar, la cual debe de ser suficiente para satisfacer los deseos de la banda, por cuanto los apresados acaban siendo liberados.

«La cuadrilla tiene su guarida en la sierra de Alcubierre, y no hay edificios donde existen rebaños de ovejas o carneros donde no hayan sacado su contribución en cabezas de ganado».

El 3 de febrero de 1873 roban en casa de los Cajales de Alcubierre y unos meses más tarde en Tramaced, en casa Juanico, y en casa de Salvador Azara de Farlete.

Se van produciendo batidas de vecinos por la sierra tratando de coger a los bandidos, uniéndose vecinos de varios pueblos intentando ser superiores a las fuerzas de los bandoleros: «Dicen de Huesca que el sábado dieron una nueva batida por la falda de la sierra da Alcubierre los vecinos de este pueblo, Lanaja, Robres y Poleñino, con algunas fuerzas de guardia civil, a fin de perseguir al bandido Cucaracha.» (El Imparcial (Madrid. 1867). 2 de mayo de 1873).

La alarma social provoca que una columna de guardias civiles se desplace a Sariñena para lograr capturar a la cuadrilla de ladrones y secuestradores (Diario de Avisos de Zaragoza del 20 de marzo). García y Adell citan que debido a «las quejas recibidas en la prensa oscense a principios de 1873 por la inseguridad en los Monegros y las gestiones de personas influyentes, forzaron al Gobernador Militar de la provincia a ordenar que 30 guardias civiles, al mando de un capitán, se situaran a finales de marzo en Sariñena para perseguir el bandolerismo» (Conflictividad social y bandolerismo en el siglo XIX (Comarca de los Monegros y 2)).

En marzo se informa del asesinato del vecino de Zuera Martín Rubira, el 31 de marzo de 1873. Igualmente, según cuenta el Diario de avisos de Zaragoza del 8 de abril, se produce la primera captura de un integrante de la banda, donde se da cuenta por primera vez de la «celebridad» que el bandido Cucaracha va adquiriendo. El apresado es un individuo sospechoso del asesinato de Martín Rubira: «Escoltado por cuatro guardias civiles fue conducido el domingo al depósito municipal de Zaragoza un sujeto que se dijo ser compañero del célebre bandido Cucaracha, a quién se le atribuye el terrible asesinato perpetrado hace pocos días en la persona del alcalde de Zuera D. Martín Rubira.» (La Discusión (Madrid. 1856). 10 de abril de 1873, n.º 1.373).

El 6 de abril de 1873, ocho jinetes del cuerpo de la guardia civil, capitaneados por Silvestre Loto, y más de 200 voluntarios de Zuera, Perdiguera, San Mateo de Gállego, Leciñena, Farlete, Monegrillo, Alcubierre, Robres, Senés y Torralba con 20 infantes, realizan una batida general para capturar la cuadrilla del Cucaracha. Adell Castán, J. A. y García Rodríguez, citan una reunión de alcaldes en el santuario de la Virgen de Magallón, «que acordaron medidas para perseguir a los malhechores». Para Alberto Lasheras es un hecho que alarma mucho a la sociedad y que influye en el aumento de fuerzas en busca de los bandoleros, «se dice que apareció horriblemente asesinado en un barranco».

El 12 de abril de 1973 es detenido el integrante de la banda del Cucaracha «Francisco Candedios» tras una batida general: «De resultas de la batida general del domingo por disposición del gobernador civil de Zaragoza, ha sido capturado por los paisanos de Perdiguera un tal Francisco Candedios, compañero del bandido Cucaracha.» (La Oliva (Vigo). 12 de abril de 1873).

  • Asesinato a Santiago Ardid

El 15 de abril de 1873, aparece muerto Santiago Ardid. Su cuerpo aparece sin vida en una era cercana a su casa, en Alcubierre, donde había acudido para realizar sus necesidades. Resulta un crimen de muy dudosa autoría que ha dado píe a varias hipótesis que desgranamos a continuación. Existen noticias que sitúan en esa fecha a la banda del Cucaracha por Ontiñena, pero no aseguran la presencia del mismo Mariano Gavín Suñen. Por otro lado, cuentan que un cazarrecompensas debe de confundir a Santiago Ardid con el Cucaracha. Pero el testimonio más posible lo recoge Alberto Lasheras.

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Cruz Santiago Ardid. Fotografía Alberto Lasheras Taira.

Señalan posibles líos de faldas, pues ambos tenían carácter de mujeriegos: “Mariano Gavín y Santiago Ardid eran vecinos. Las puertas falsas de ambas casas estaban bastante próximas la una de la otra. Mariano era ocho años más joven que Santiago. Su ímpetu y su fama de mujeriego (se dice que tenía amantes en Leciñena, Villamayor, Lanaja, Alcubierre…), junto a los problemas de proximidad, hacían que ambos hablasen en sus círculos de las ganas que tenían de encontrarse cara a cara para resolver sus disputas.”

Alberto Lasheras recupera el testimonio de Vicente Pérez de casa Camilo: Vicente se encuentra al Cucaracha por el paraje de Valmayor, cerca de San Caprasio, es la época de la siega y la sierra está abarrotada de personas en las faenas de la siega. La gente sube a pasar largas temporadas, suben tocinos, gallinas y vino. El hecho es que, Vicente Pérez, se encuentra con Mariano Gavín y el Zerrudo, y tras saludarse Mariano comenta que bajaba a Alcubierre a matar a Santiago Ardid: “que ya estaba harto de que presumiese de ir con su mujer”. Así que Vicente baja para avisar a Santiago Ardid, pero mientras está amarrando las mulas, Vicente escucha los disparos de un crimen que no puede evitar. Al parecer, Santiago Ardid era muy desconfiado, precavido y evitaba ir por los caminos principales para no encontrarse con Mariano Gavín.

En la era anexa a la casa de Santiago Ardid hay una cruz con la siguiente leyenda: “Aquí murió Santiago Ardid el 15 de abril de 1873”.

En una ocasión, faltando poco para terminar la jornada, Gavín con algunos de sus hombres pasó frente al corral del Camilo. En ese momento a Pérez le vino a la cabeza que unos días antes, cuando pasó la cuadrilla a caballo junto a su corral, su perro salió ladrando, lo que molestó al “Zerrudo” que de un tiro lo mató. Cucaracha detuvo su caballo y sin desmontar dijo:

“¡Buenas Pascual!, ¿Ya plegas?”

-“¡Hola Mariano! Sí, voy p`a casa. Y tú, ¿vas al pueblo?”

-“Sí, voy a matar a Santiago “Jordán” que ya me tiene harto”.

Tras despedirse, Vicente pensó: “Tengo que apresurarme y cuando llegue a Alcubierre, avisaré a Santiago de las intenciones de éste”.

Una muerte, un secuestro y una comida asociadas a Cucaracha.

Captura «segura» del Cucaracha

A mediados de abril de 1873 en algunos medios se informa de la captura «segura» del Cucaracha: «Se da como segura la captura del célebre bandido Cucaracha en la provincia de Zaragoza» (La Discusión (Madrid. 1856). 17 de abril de 1873, n.º 1.378).

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  • De cuando, disfrazados de Carlistas, asaltan el pueblo de Farlete

Sin duda, el más ingenioso y memorable asalto de la banda es el allanamiento al pueblo de Farlete. Irrumpen en el pueblo 16 bandoleros uniformados de carlistas, con fehacientes trajes confeccionados por Marcelino Bérbeder, miembro de la banda y de anterior oficio sastre. Una estrategia que ya habían empleado anteriormente en la localidad de Villanueva de Sijena. Al mando de la flamante tropa carlista va el bandolero Majencias, cuya crónica queda recogida en los medios, contribuyendo a agrandar la leyenda del Cucaracha y su cuadrilla. Aprovechan que la población está en la iglesia para asaltar las principales casas de la localidad, especialmente las casas de Salvador Azara y de Mariano Anoro. Tras su huida se entabla un tiroteo con los vecinos. Los trajes carlistas aparecen a poca distancia del pueblo abandonado y diferentes batidas, en los días siguientes, logran capturar a algunos miembros de la banda.

La noticia aparece publicada en diferentes medios, así como en La Igualdad (Madrid. 1868) del 18 de junio de 1873: «Una partida de 16 a 18 hombres armados de trabucos, carabinas y otras armas, capitaneados por el bandido Cucaracha, se presenta el domingo en el pueblo de Farlete, pudiendo saquear solo dos casas; pues apercibidos los vecinos hicieron fuego contra los ladrones. El resultado del tiroteo fue dos heridos de parte de los vecinos, y algunos más de los bandidos.»

Igualmente en La Correspondencia de España (diario universal de noticias: Año XXIV Número 5679), del 18 de junio de 1873:  «Según telegrama del gobernador de Huesca, en Sariñena se ha descubierto un robo verificado en Farlete (Zaragoza), cometido el día 15 por la cuadrilla de Cucaracha, siendo presos seis reos. Se persigue a los restantes.» Y en La Paz (periódico de noticias, avisos y fomento de la provincia de Murcia: Año XVI Número 4800) del 19 de junio de 1873 «Leemos en un diario zaragozano que el domingo se presentaron en el pueblo de Farlete unos 16 o 18 hombres armados de trabucos y otras armas, capitaneados por el bandido Cucaracha, los cuales robaron dos casas. Los vecinos hicieron fuego a los ladrones y resultaron dos de aquellos heridos. Después se internaron estos por la sierra de Alcubierre.»

Pero sin duda, el relato completo de los hechos queda recogido en el Diario de Avisos de Zaragoza del 17 de junio:

«He leído en su apreciable periódico el relato de robos cometidos en Farlete por la cuadrilla de “Cucaracha”, y, por si quiere V. publicarlo, voy a darle algunos detalles más sobre el suceso. Los ladrones se presentaron cuando el pueblo entero estaba en la iglesia oyendo misa, y aprovechando tan buena ocasión, colocaron dos centinelas en la puerta del templo para impedir que salieran los vecinos. Mientras tanto “Cucaracha” y el resto de su gente se entregaban al robo y al saqueo de algunas casas del pueblo. Es de advertir que los bandidos se presentaron, como lo habían hecho antes en Villanueva de Sigena, simulando ser carlistas, con el distintivo de la boina y uniformados con trajes sobrepuestos a los de uso ordinario, y que en la fuga, al ser perseguidos por los vecinos, perdieron algunos.

A pesar de que había llegado ya la noche, cuando salieron, la guardia civil y vecinos de Alcubierre a perseguir a los forajidos, no por eso ha dejado de dar resultado esta persecución, pues parece ser que ayer fue preso en Lanaja uno de los ladrones, herido, y por dar las noticias de éste se ha podido en la madrugada de hoy dar con otros cinco sospechosos en esta villa, que se encuentran a disposición de los tribunales.

Son objeto de muchos y extraños comentarios los primeros hechos en personas regularmente acomodadas y sobre las cuales, por esta misma razón, la opinión pública no hacía recaer sospecha alguna. Ahora los tribunales  se encargarán de juzgar  a esos sujetos. Por de pronto las prisiones de hoy han levantado el espíritu de los habitantes de esta comarca, y es de esperar que los labradores y ganaderos hagan un sacrificio de sus intereses para ahuyentar el bandolerismo de la vecina sierra, que con mengua de la civilización y desprestigio de la autoridad, viene imperando hace cerca de tres años.»

Queda suyo afectísimo amigo Z.

Carta de Sariñena. “El Diario de Avisos” de Zaragoza, 17 junio 1873.

El Tío Triburcio

Relato de Manuel Queraltó “Quio, febrero de 1990” sobre “El Tío Triburcio” bandolero de la cuadrilla del Cucaracha, natural de Sariñena: Tiburcio Romerales Maestro.

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Cabezudo del Cucaracha de Alcubierre

«…después de innumerables acciones en las cuales había demostrado su arrojo y poco miedo ante los peligros, “Triburcio” llegó a ser uno de los pocos en los cuales confiaba el Cucaracha confiaba, y se vio metido en el siguiente suceso: Acordaron ir a robar a la casa más rica de Farlete y, para poder entretener a todo el pueblo reunido, pensaron en llegar cuando estuvieran en misa primera, ya que era la costumbre los domingos que todos los trabajadores, salvo los enfermos, ir a misa a las seis de la mañana, pues la misa mayor sólo era para los amos y demás personas que no dependían de nadie. Llegados en la hora prefijada, parte de la cuadrilla interrumpió en la iglesia y no dejaron salir de ella a nadie, mientras el resto, en donde estaba “Triburcio”, asaltaba la casa en cuestión. Una vez dentro de la casa, y después de hacer prisionero al amo, les obligo a que les entregara todo el oro que tenía; como les pareció poca cantidad, pues ellos se imaginaban que disponía de mucho más capital, empezaron a recorrer la casa y encontraron en la habitación de matrimonio a la dueña en la cama por encontrarse con tercianas. “El Cerrudo”, que era de muy mala leche, quiso que la señora se levantara ya que se imaginaba que en el colchón era donde tenían el resto del oro escondido. “Triburcio” se opuso y al ponerse pesado “El Cerrudo” le dijo textualmente: -Si haces levantar a la señora te pego un tiro-, y le puso el retaco apoyado en el estómago, y ante la amenaza se tuvo que conformar con lo que les dio el amo, pues sabía “El Cerrudo” que “Triburcio” no gastaba bromas y era hombre de palabra, además estaban bastante enemistados ya que eran de carácter muy diferente.

Después de consumar el atraco, escaparon a uña de caballo para dispersarse por la sierra, pero uno de los componentes de la banda, que se había vendido a las autoridades, dejó caer un papel en el cual daba los nombres de todos los integrantes de la cuadrilla.  

Las autoridades, después de recoger el papel, fueron arrestando uno a uno a todos los que en él estaban relacionados; cuando llego el turno a “Tribucio”, estaba dallando en una finca en la partida de La Laguna de Sariñena, al ver el despliegue de las fuerzas del orden público, cogió la dalla, la clavó en el suelo diciendo –“como donde me llevarán no te he de emplear, para qué te quiero”-, la rompió y se entregó sin oponer resistencia.

Celebraron el juicio y, a pesar de que aquel señor de Farlete testificó a favor de nuestro personaje, le tocó ir a presidio para toda la vida, y aquel señor de Farlete, mientras vivió, le envió dineros al presidio para que no se le hicieran tan cuesta arriba el verse privado de libertad.»

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Persecución y captura de miembros de la banda

Tras los hechos de Farlete algunos de los miembros de la banda son perseguidos y detenidos, como los 17 bandidos que recoge La Igualdad (Madrid. 1868) del 22 de junio de 1873: «De la partida de bandoleros del bandido Cucaracha, que tantos perjuicios causa en los pueblos donde entra, se han cogido ya 17 individuos y se espera que pronto serán apresados los demás, merced a la activa persecución de que son objeto».

Pues la banda comienza a ser muy numerosa, llegando a decirse que rondaba el centenar de componentes: «La fuerza de paisanos de Alcubierre y guardia civil destinada a la persecución del bandido Cucaracha ha continuado sus pesquisas en Lanaja, donde capturó a uno de los ladrones. Algunos vecinos de este pueblo, Sariñena y Grañén han sido presos y lo van siendo algunos de otros pueblos, pues el número de ladrones de la partida Cucaracha pasa de 100 individuos en cinco o seis cuadrillas y dispuestos como si fuesen columnas de operaciones.» (El Imparcial (Madrid. 1867), 22 de junio de 1873).

Importante es la figura del Gobernador Civil por la provincia de Zaragoza Víctor Pruneda Soriano, tal y como queda recogido en El Estado Aragonés del 20 de junio de 1873: «Gracias a las acertadas disposiciones de nuestro celoso Gobernador señor Pruneda, no dudamos que pronto será, capturado o muerto el bandido Cucaracha, pues todas sus madrigueras son conocidas y se hallan vigiladas. No dudamos que los pueblos secundarán los esfuerzos de la Autoridad y perseguirán sin descanso a la fiera de Alcubierre.»

Igualmente la justicia continúa persiguiendo judicialmente los actos delictivos de la cuadrilla del Cucaracha. Esta remarca como la banda llega hasta los 100 componentes, tal y como señala «La Paz» (periódico de noticias, avisos y fomento de la provincia de Murcia: Año XVI Número 4807) del 27 de junio de 1873: «Según carta de Sariñena, el Diario de Avisos de Zaragoza, continúan activamente en aquella comarca las diligencias judiciales contra la partida de ladrones de Cucaracha, que como hemos dicho, consta de más de 100 afiliados. Sólo en Sariñena hay presos 18. Algunos de ellos agentes de la autoridad.»

  • Carta al Capitán General de la Guardia Civil

A pesar de las capturas que su banda sufre, el Cucaracha comienza a sentirse seguro escondiéndose por la sierra de Alcubierre, por Jubierre y por Casteflorite. Incluso tiene el atrevimiento de dirigir una misiva desafiante al Capitán General de la guardia civil, el 26 de junio de 1873. De la carta tan sólo ha trascendido el siguiente encabezamiento: «Servicio Montes, Siñor Capitan jeneral en Zaragoza».

“El célebre bandido Cucaracha ha dirigido una carta al Capitán General de Aragón, haciendo alarde de burlar la persecución que se le hace. Está fechada en el monte de Alcubierre el día 26 de junio”.

«El Imparcial» 8 de julio de 1873.

«EL famoso bandido Cucaracha ha dirigido una carta al capitán general de Zaragoza, burlándose de la infructuosa persecución que se le hace.»

El Tiempo (Madrid. 1870). 8 de julio de 1873.

  • El suceso de la muerte del cabo Antonio Ferrer Pueyo

Antonio Ferrer Pueyo, cabo 1º de la guardia civil, es destinado al puesto de Alcubierre. Es muy aficionado a la caza, tanto que no renuncia a su afición a pesar de la constante amenaza del Cucaracha que campa a sus anchas por los montes monegrinos.

En una de sus cacerías, el cabo Ferrer desaparece, causa que rápidamente es atribuida al Cucaracha y su banda. Días más tarde, su cuerpo sin vida aparece encontrado por un pastor al ver una bota sobresalir de un montón de tierra.

Andolz cuenta que el cabo era aficionado a ir a la espera de la perdiz, caza que solía hacer en solitario. El Cucaracha lo encuentra y de un trabucazo le da muerte «Se llevó el cadáver a un terrero que había enrija arriba y allí lo aplastaron». El relato lo continúa afirmando como «En dos años no encontraron al cabo: una tronada barrió el lodo y el agua destapó los zapatos que descubrió un pastor».

A tenor de las informaciones de la época, parece que muere atrapado por un deslizamiento de tierra: «Nos dicen de Alcubierre en carta de ayer, que el cabo Ferrer de la guardia civil, cuya desaparición se atribuía a alguna asechanza de Cucaracha, ha muerto bajo el peso de un gran volumen de tierra desprendida de un ribazo de la sierra. La muerte del valiente Ferrer ha sido casual» (Diario de Avisos de Zaragoza del 19 de julio de 1873).

Pero la duda queda y hay quienes no dudan que es obra del Cucaracha. Para Alberto Lasheras quizá la banda simplemente lo cubre con tierra, pues es un crimen que irrita muchísimo a las fuerzas del orden. Incluso se cuenta como Antonio sale de madrugada, a las cinco de la mañana, a cazar por los alrededores de Alcubierre: «Cuando discurre por un barranco de repente es sorprendido por el Cucaracha que lo mata sin mediar palabra». En el cementerio de Alcubierre, en recuerdo de Antonio Ferrer Pueyo, existe una placa que dice: «Murió en desgracia en 1873».

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  • Las fechorías continúan

Pero la muerte acecha al Cucaracha, su cabeza tiene precio y tras tantas tropelías, muchos son sus enemigos.

Sariñena 14 Julio de 1873. Sr. Director del Diario de Avisos.

Muy señor mío: La guardia civil acaba de añadir uno muy señalado a los muchos servicios que presta según su instituto. Ayer tarde fue capturado por el cabo Buisan del puesto de esta villa y otro individuo de dicho cuerpo otro de los secuaces de Cucaracha, que con este dicen concurrió a los robos y atropellos que se perpetraron en Farlete el 15 del pasado mes. El Tuerto de Capdesaso, que así es conocido, completó el número veinte de los presos como complicados causa, sorprendido en una casa de campo en ocasión, según parece, de ocuparse en escribirá diferentes labradores, exigiéndoles cantidades bajo la amenaza de quemarles las mieses si no aprontaban lo que les pedía. En esta actitud, al ver dentro de su aposento al cabo Buisan, quiso defenderse, pero ya era tarde: la guardia civil lo condujo a disposición del Juzgado de este partido, juntamente con sus armas consistentes en dos escopetas de dos cañones, un trabuco y una navaja, además de una buena porción de municiones.

Dios quiera que este gran servicio alcanzado por la guardia civil no se acibare con algún triste fracaso que puede haber ocurrido en los montes de Alcubierre al infatigable cabo Ferrer, quien parece, según se asegura, que se extravió en la sierra y se teme que haya caído en manos de Cucaracha y su cuadrilla. Toda la fuerza disponible en esta villa y al mando de un alférez salió ayer en su busca.

Las elecciones se están practicando con el mayor orden y con no mucha concurrencia de electores, retrayéndose el partido de acción.

La gente se ocupa con preferencia en la recolección, y aunque el año ha favorecido, según los labradores, van entrojando el producto de sus tierras.

Suyo afectísimo Z.

Diario de Avisos de Zaragoza del 15 de julio de 1873.

Una tarde, cerca de la aldea de Pascual Escanero, por el paraje de Cuarto Nuevo del monte de Lanaja, la cuadrilla de bandoleros se detiene para charlar y merendar con el guardia Lorenzo Vived. Tal y como cuenta Andolz, Pascual Escanero ha prometido buena recompensa por la captura de los bandoleros. Cuando los bandoleros retoman su camino, Lorenzo les dispara por la espalda alcanzando e hiriendo al Cucaracha y al Villanueva, «Cucaracha se revolvió malherido y le disparó un trabucazo matándole en el acto». Malheridos se refugian en la cueva de los Porzanes y luego marchan a la Malena de Timoteo Mairal, donde les acude a sanar Atarés, el practicante. Al recuperarse el Cucaracha, la banda marcha a la zona de Jubierre, donde la guardia civil coge por sorpresa al Villanueva, quien muy mal herido y con fiebres, no tarda en caer muerto por arma de fuego: «El amanecer del día 19 hallaron al Villanueva (fuerzas de la guardia civil del puesto de Sariñena) oculto en unas peñas, y al intimarle a la rendición, trató de defenderse encarando su trabuco, ganándole la acción el cabo Buisán que le disparó con su fusil hiriéndole gravemente. Fue entregado en el Juzgado competente».

Sariñena, 20 Julio de 1873. Sr. Director del Diario de Avisos.

«Muy señor mío: Por los periódicos saben ya los lectores de su apreciable Diario de Avisos la captura de Ramon Lordan (a) Villanueva, realizada en la madrugada de ayer por la guardia civil de esta villa.

Dicho bandido, así como su jefe Cucaracha, tenían su guarida en una cueva de unos diez metros de ancho por dos de fondo. Allí es donde sobre camas hechas de esparto descansaban ambos y sus secuaces, después de haber ejecutado durante la noche algunas hazañas, y allí es donde fue a parar Villanueva con ánimo de restablecerse de la enfermedad que le aquejaba hacía unos días. La guardia civil, incansable en el cumplimiento de sus deberes, recorría en vano la parte de sierra conocida por monte de Juvierre perteneciente a Castejón de Monegros, hasta que por fin uno de los guardias, que creo se llama Blanco, divisando un montón de ropas, avisó á sus compañeros, y viniendo el más próximo el cabo Buisan, que pocos días ha capturó al Tuerto de Capdesaso, se adelantaron a la cueva donde descansaba Villanueva, le da el ¡alto! quiere contestar a esta voz con un trabucazo, pero el cabo, viéndose perdido, si perdía un segundo de tiempo, le disparó su carabina, atravesando el pecho y el brazo del criminal; canta diligencia le salvó de una muerte cierta, porque Villanueva se disponía a descargar sobre su perseguidor un excelente trabuco cargado con 25 balines.

El Juzgado se trasladó al monte de Juvierre y se hizo cargo del criminal y de sus armas, consistentes además del trabuco en una buena pistola y un puñal, volviendo a esta villa al anochecer y trayendo en bastante mal estado á Villanueva.

Se va el correo y no puedo continuar si estos desaliñados renglones han de llegar hoy a su poder.»

Suyo afectísimo, Z.
Diario de Avisos de Zaragoza.

La otra vez que el Cucaracha resulta malherido es durante el asalto a casa Coarasa Paño de Torralba de Aragón, una casa fortaleza que intentan asaltar sin éxito hasta en tres ocasiones. Existe mucho miedo al Cucaracha y su banda y las casas ricas de Los Monegros se protegen la entrada con un gran enrejado. En la primera acometida a casa Paño, un zagal que sirve en la misma está compinchado, pero su nerviosismo delata los planes y la familia puede organizar la defensa, consiguiendo que la banda desestime en su empeño. En el segundo asalto se produce un intenso tiroteo y, al agotar las postas, una gran piedra tirada desde el balcón impacta en la riñonera del Cucaracha dejándolo malherido.

En Torralba cuentan que un bandolero muere con el impacto de un saco lleno de arena tirado desde la casa. También que van a buscar al médico de Torralba, le cubren la cabeza y lo llevan a la sierra para que cure a un bandolero herido, después lo devuelven sano y a salvo a Torralba.

En julio de 1873 encuentran estrangulada, en su casa de Castejón de Monegros, a la viuda del «Villanueva», segundo de la cuadrilla del Cucaracha. Igualmente existe la versión de que aparece ahorcada en su casa, en la calle Mayor de Castejón de Monegros.

El 30 de julio de 1873 se da cuenta de la muerte del célebre «Cucaracha», tal y como informa el alcalde de Sariñena. Información que pronto es desmentida en los medios el 6 de agosto, pues es confundido con el Villanueva, recientemente fallecido. Por un tiempo, los bandoleros a tenor del trágico trance de la caída del Villanueva, permanecen más escondidos. Este es el caso del Diario de Avisos de Zaragoza del 30 de julio de 1873: «Hoy se ha dicho en Zaragoza por persona que tiene motivos para saberlo, que había sido muerto en Sariñena, al ir a efectuar un robo, el célebre bandido Cucaracha».

«Parece que ha sido muerto en Sariñena el célebre bandido Cucaracha.»

La Igualdad (Madrid. 1868). 1 de agosto de 1873.

Mismamente sucede en agosto de 1873, cuando algunos medios vuelven a informar de la posible muerte del Cucaracha: «Con referencia a noticias del alcalde de Sariñena, dícese que el domingo, al intentar un robo, fue muerto de un balazo el ya tristemente célebre Cucaracha, terror de los pueblos de la sierra de Alcubierre sus comarcanos.» (El Gobierno: Diario político de la mañana: El Gobierno – Año II Número 210 – 2 de agosto de 1873).

Pero sus andanzas no se detienen y sobre el 18 de noviembre de 1873, el Cucaracha y su banda, inaugura la temporada invernal. Esta vez secuestrando, por unos cientos de duros, al hijo de un acomodado vecino de Villanueva de Sijena que se encontraba en el monte realizando labores de siembra. En aquellas fechas también se produce el incidente del Catalán, hombre de confianza del Cucaracha, que acude herido al penal donde sufre la amputación del brazo derecho. La nueva actividad bandolera parece ser que viene motivada por la fuga de dos prisioneros del penal, aprovechando la confusión reinante ante los acontecimientos del Sitio de Cartagena.

«Si las autoridades, apartando un momento su atención de los asuntos políticos, no dedican alguna fuerza a la persecución de los ladrones, pronto se enseñorearán de toda la comarca como ya lo hicieron anteriormente con grave perjuicio de los labradores acomodados, que se verán obligados a abandonar la dirección personal de sus haciendas.» 

Diario de Barcelona” del 21 de noviembre de 1873.

En torno a la fecha del 12 de marzo de 1874, los bandoleros obtienen un botín de unos 400 duros en Bujaraloz, llevando tras sus pasos a la columna de la guardia civil del brigadier Delatre.

El 15 de marzo, la cuadrilla incendia una «hermosa paridera y pajar» del rico propietario de Alcubierre José Calvo y Ayerbe: «por no haberle mandado una respetable suma que le pidió en carta remitida por uno de sus criados».

“… el domingo, Cucaracha y su cuadrilla incendiaron una paridera y un pajar del rico propietario de Alcubierre José Calvo Ayerbe, por no haberle enviado una respetable suma que le exigieron. Muchos vecinos salieron inútilmente a apagar el fuego, al regresar, los hombres armados en número de 30 salieron al encuentro de Cucaracha”.

El Imparcial.

Al parecer, numerosos vecinos salen a sofocar el incendio. Cuando unos veinte hombres armados regresan al pueblo, sale al encuentro el Cucaracha con seis hombres suyos, alcanzando a los rezagados que van tirando de un carro, les convidan a hacer un alto y a tres que tratan de huir les hacen fuego. Consiguen dar en la manga de la chaqueta de uno de ellos, mientras los otros dos se tiran al suelo. Les acaban robando las armas y efectos, rematando el incidente entregando una carta, conminando al señor Calvo a satisfacer el pago exigido bajo la amenaza de matar a toda la caballería y ganadería.

«El Diario de Avisos de Zaragoza dice, con referencia a cartas de la Sierra de Alcubierre, que ha reaparecido el ya tristemente célebre Cucaracha y su cuadrilla, y que el día 15 incendió una hermosa paridera y pajar del rico propietario de Alcubierre D. José Calvo y Ayerbe, por no haberle mandado una respetable suma que le pidió en carta remitida por uno de sus criados. Se dice a la vez, que con tal motivo salieron muchos vecinos a apagar el incendio, sin que pudieran conseguirlo; y que al regresar los hombres armados, en número de 30, salió al encuentro dicho Cucaracha, con seis de los suyos, a un grupo de aquellos que venían algo atrás, acompañando un carro: les intimo que hicieran alto, y al ver que huían tres, les hicieron fuego, atravesando las balas la manga de la chaqueta de uno de ellos; obligaron a los demás a echarse boca abajo, y les robaron armas y cuantos efectos llevaban, terminando la escena con entregar una nueva carta para el Sr. Calvo, en la que le reclamaban la misma suma que en la primera, conminándole con matarle todas las caballerías y ganados, si no se la enviaba pronto a un sitio designado previamente.»

La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXV Número 5955 – 1874 marzo 21.

El 20 de abril de 1874, el guardia civil José Pastor, que forma parte de la columna de Delatre, reúne a seis voluntarios y parte a las cercanías de Grañén para hacer frente a algunos individuos de la partida del Cucaracha. Tras una férrea lucha, de cerca de un cuarto de hora, aprehende a cinco bandoleros que enseguida encarcela en el presidio de Grañén.

El 30 de abril es asaltado un carretero de Ponzano, robo que es atribuido a miembros de la partida del Cucaracha: «El alcalde del ayuntamiento popular de Castejón del Puente D. Nicolás Sin, al saber que una cuadrilla de ladrones acababa de robar a un carretero de Ponzano en el monte llamado la Almunieta, dentro de su jurisdicción, reunió ocho hombres del pueblo, y armándolos como pudo, salió en su persecución, y en los montes de Monesma les dio alcance, cogiendo a tres, que maniatados presentó en el juzgado de Barbastro, donde se instruye activamente la correspondiente sumaria. Al carretero le habían robado 92 duros; pero los ladrones, al verse perseguidos, tiraron por el monte dinero y efectos. Se ha reconocido el monte y hallado 29 duros, armas y demás, Se presume sean de la partida llamada Cucaracha, que es el terror de los pueblos de la comarca. El hecho ha ocurrido el 30 del pasado abril.» (La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXV Número 5997 – 1874 mayo 2).

Bandido Cucaracha (6)

Guardia Civil persiguiendo al Cucaracha. Ilustración Cruz salvador.

Una correspondencia del 5 de mayo de 1874 de Sariñena denuncia las continuas fechorías que los infames bandoleros pertrechan por el territorio, citando la reciente actividad de la banda en el despojo de dineros y ropajes al capataz de la vía férrea y un guardia vía en sus casillas del monte de Terreu: «trabuco en mano les sorprendieron en aquel desierto terreno y amenazándoles con quitarle la vida si para día fijo no llevaban a un punto determinado cierta suma».

La inseguridad reinante impide el control de los hacendados sobre sus campos, lo que aumenta la presión sobre las autoridades, de esta manera es denunciada en el Diario de Barcelona del 14 de mayo de 1874: «El brigadier Sr. Delatre, haría un singularísimo servicio a los pueblos vecinos a la sierra, dando el golpe de gracia a la cuadrilla que en aquella se cobija y a todas sus extensas ramificaciones».

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  • La presión aumenta sobre la banda del Cucaracha

La presión comienza a dar sus frutos. El 10 de mayo de 1874 la guardia civil captura algunos miembros de la cuadrilla del Cucaracha, el destacamento del alférez D. Francisco Bergua detiene en Lanaja a Juan Andrés y nueve bandoleros más.

El 13 de mayo de 1874 se da fe de la captura de diez bandoleros por las fuerzas de guardia civil de la comandancia de Huesca «Los secuaces del bandido Cucaracha han sido, en número de diez, captura dos por fuerza de la guardia civil de la comandancia de Huesca» (La Correspondencia de España. 13 de mayo de 1874, n.º 6.007). Todos los detenidos son puestos a disposición del capitán general de Aragón: «Han sido puestos a disposición del capitán general de Aragón por el alférez de la guardia civil D. Francisco Bergua Castro, diez sujetos complicados en los crímenes cometidos por el bandido Cucaracha, entre los cuales hay tres que dieron muerte del bandolero Villanueva.» (El Imparcial (Madrid. 1867). 15 de mayo de 1874).

—De una correspondencia de Sariñena del 5 que publica el Diario de avisos de Zaragoza tomamos lo que sigue:

«Las prisiones verificadas por la Guardia civil, con posterioridad a las anunciadas por aquel periódico, en Grañén y algún otro pueblo cercano, tienen relación, si he de dar veredicto a la opinión pública, con la partida de malhechores que tantas fechorías cuenta en este contorno. Lo que no tiene duda es que de poco tiempo acá se vienen repitiendo varios robos en despoblado, siendo despojados en una sola noche, un capataz de la vía férrea y un guarda vía, de todo cuanto dinero y ropas poseían en sus casillas, sitas en el monte de Terreu, por una cuadrilla que trabuco en mano les sorprendieron cuando rodeados de sus familias se entregaban al descanso en aquel desierto terreno, y amenazándoles con quitarles la vida si para día fijo no llevaban a punto determinado cierta suma, y que la viuda de Villanueva, segundo que fue de la partida de Cucaracha, se encontró estrangulada en su casa de Castejón de Monegros y saqueados todos sus muebles. Todo esto, unido a la constante amenaza en que viven los hacendados de esta comarca, privados de dirigir do cerca las labores de sus campos por temor a verse secuestrados por los que, en continuo acecho y auxiliados por sus confidentes, atenían con escandalosa frecuencia contra sus intereses, hace que se desee con anhelo la realización de lo que las autoridades parece se proponen con bien entendidas disposiciones, o sea dotar a este país de la seguridad individual garantida por las leyes. El brigadier Sr. Delatre, haría un singularísimo servicio a los pueblos vecinos a la Sierra, dando el golpe de gracia a la cuadrilla que en aquella se cobija y a todas sus extensas ramificaciones.»

Diario de Barcelona: Año 1874, no. 127 (14 mayo 1874).

El 18 de mayo de 1874 son capturados varios bandidos, encontrándose entre ellos Marcelino Berbeder, el sastre de la banda. La Correspondencia de España (diario universal de noticias: Año XXV Número 6017) en su edición del 23 de mayo de 1874 da cuenta del ingreso de siete presos supuestos miembros de la banda «Han ingresado en la cárcel siete presos que se supone sean de la partida capitaneada por Cucaracha». Al parecer son conducidos a la cárcel de Zaragoza: «Han sido conducidos a la cárcel de Zaragoza siete individuos, que se cree sean cómplices o compañeros del célebre bandido Cucaracha.» (El Gobierno: Diario político de la mañana: El Gobierno – Año III Número 450 – 1874 mayo 23).

Sobre el 25 de mayo de 1874, el alférez de la guardia civil de Huesca, Francisco Bergua y Castro, captura siete individuos que son puestos a disposición del señor Capitán del distrito: «El alférez de la guardia civil de Huesca, D. Francisco Bergua y Castro, con la fuerza de su mando, ha capturado siete individuos que formaban parte de la célebre partida del bandido Cucaracha, los cuales puso a disposición del señor capitán general del distrito.» (El Imparcial (Madrid. 1867), 25 de mayo de 1874).

«El alférez de la guardia civil de Huesca D. Francisco Bergua y Castro es el que con la fuerza de su mando capturó a los siete individuos de la partida del Cucaracha que hace cuatro días llegaron a esta capital y se hallan en las cárceles a disposición de los tribunales.»

Diario de Avisos de Zaragoza del 27 de mayo de 1874.

«Hemos visto conducir esta mañana, escoltados por la guardia civil, desde la Capital general a las cárceles nacionales, siete presos que, según las noticias que hemos podido adquirir, están acusados de ser cómplices o compañeros del bandido “Cucaracha”. Con estos siete son ya 28 los que se hallan presos por uno u otro de los motivos indicados.»

Diario de Barcelona, 27 de mayo de 1874.

Bandido Cucaracha (4)

El Cucaracha y su cuadrilla. Ilustración Cruz Salvador.

El cerco contra Mariano Gavín comienza a ser asfixiante, el 30 de mayo de 1874, mientras la banda realiza una reunión en el pueblo de Belver de Cinca, la fuerza de la guardia civil cae de improvisto sobre la banda. El Cucaracha vuelve a mostrar sus dotes de gran astucia e inteligencia logrando zafarse de sus perseguidores, pero tiene que lamentarse profundamente por la captura de Jobita, su mujer, junto a tres miembros de la cuadrilla. También son encarcelados, en la localidad de Monzón, el joven zagal que porta el aviso del chivatazo y dos mujeres y un hombre que colaboran en alertar al Cucaracha del dispositivo de captura iniciado por la guardia civil.

«Ha sido conducida á la cárcel de Sariñena la mujer del celebre Cucaracha y tres individuos más, de cuya captura nos ocupamos en otro lugar.»

La Discusión (Madrid. 1856). 3 de junio de 1874, n.º 1.749.

Mariano, furioso por el encarcelamiento de su mujer, promete recrudecer sus fechorías mientras no consiga la liberación de su mujer (Diario de Avisos de Zaragoza, 10 de febrero 1875).

Otros cinco miembros de la cuadrilla son detenidos el 22 de junio por el mismo oficial, el alférez de la guardia civil de Huesca, Francisco Bergua y Castro en la localidad oscense de Alcolea de Cinca. Algunas fuentes citan que son Isidro Berber, Francisco Larroy Ferrer, y Joaquín Ollés Cuadrado quienes caen detenidos la madrugada del 22 de junio de 1874.

A los dos días es atrapado en Ballobar Manuel Miró «el Cigarro», confidente de la banda y terror de aquella población. Manuel Lax y Francisco Alós son detenidos el 26 de junio de 1874, junto a Camila Martínez, confidente y falsificadora de moneda y esposa de otro bandolero «ya aprehendido». El 27 de junio de 1874  se escapan tres bandoleros, pero el 31 del mismo mes, la guardia civil se incauta en Ontiñena de un fusil, cincuenta y cuatro cartuchos, un uniforme carlista con divisas de sargento primero y documentación detallada de una compañía.

Sr. Director del Diario de Avisos 

Muy señor mío: Ha estado a punto de ser copado el célebre Cucaracha como parte de su cuadrilla. Parece que en una de sus guaridas, sita en el pueblo de Belver de Cinca, debía celebrar una reunión con su gente, para dar uno de esos golpes de mano en que tan diestro se muestra, y verificado, huir con su mujer a alguna población de grande vecindario; pero enterada la guardia pero enterada la guardia civil, según se dice, de todo el plan, marchó alguna fuerza al indicado pueblo de Belver, y cayendo de improviso por la noche, consiguió la captura de la mujer de Cucaracha y de algunos de sus cómplices. Como el tal Cucaracha tiene, por lo visto, un extenso y bien pagado espionaje, esta circunstancia le ha valido en la presente ocasión para no caer en poder de la guardia civil, pues a no recibir aviso, por expreso, desde Monzón, de que huyese, aviso que se anticipó lo necesario, era inevitable su captura.

Ayer entraron en estas cárceles la indicada mujer y tres hombres, que, con el muchacho de pocos años, portador del aviso, serán probablemente conducidos a disposición de la primera autoridad militar del distrito, y hoy se ase gura también que han sido capturados en Monzón la mujer que mandó el expreso a Cucaracha y un hombre y otra mujer que estaba en el secreto.

Es plausible la actividad que despliega la sección de la guardia civil, en- cargada especial y exclusivamente de la persecución de estos bandidos, que tantos desmanes vienen cometiendo en esta comarca hace más de tres años, y sería de desear que las prisiones llevadas á cabo en esta villa, en la de Castejón de Monegros, Lanaja y Alcubierre, en número de más de veinte, diera el resultado que todos los hombres de bien anhelan. -Suyo afectísimo

Sariñena 30 de mayo de 1874.
Diario de avisos, 1 de junio de 1874 página 8.

La guardia civil va pisando los talones del Cucaracha. Un día llegan a la balsa de Ramón Alcubierre, donde se encuentra abrevando el ganado de Bonifacio Pérez y Mariano Verdún, preguntan por los bandoleros. Estos dicen que están por los Cubilares de Sanz, entre Alcubierre y Lanaja y allí acuden los civiles. El Cucaracha los ve llegar y les grita que suban, que allí les espera. Pero el cabo no sube, dejando una nota al Cucaracha que le dice que pronto tendrá que cambiarse la camisa. La respuesta del Cucaracha no se hace esperar, dejando el siguiente mensaje junto a un saco manchado de sangre «así sería la próxima camisa que llevase». A los tres días, el Cucaracha mata de un trabucazo al cabo mientras practica la caza.

A los pocos días, el hombre de confianza del Cucaracha, Francisco Navarro, muere a manos de la guardia civil. Francisco era su mano derecha, escondía y sabía dónde se guardaban los botines. Tras su muerte, Manuel Lorda ocupa su lugar responsabilizándose de guardar y proteger las finanzas de la banda.

El guardia civil de 1.ª clase José Pastor es uno de los principales responsables del acecho al Cucaracha y su banda, alcanzando cierta notoriedad y reconocimiento por su incansable labor quedando así recogido en el Diario de Avisos de Zaragoza del 3 de julio de 1874:

En los tres días que llevamos con hoy del mes de julio se ha experimentado el calor más fuerte que se ha sentido en el presente año, y que es en verdad sofocante.

De Tamarite nos escriben manifestándonos lo agradecida qua está aquella comarca a los servicios del guardia civil de 1.ª clase José Pastor que con su fuerza está desplegando una extraordinaria actividad en la persecución de la banda de criminales que capitanea el ya tristemente célebre Cucaracha.

Los contribuyentes de aquel distrito y del de Benabarre, que antes no podían salir a hacer su recolección y visitar sus campos, se muestran altamente satisfechos del mencionado guardia Pastor, gracias al cual pueden salir de los pueblos con más libertad y dedicarse a sus faenas tranquilamente.

El citado militar ha presentado últimamente preso a uno de los principales compañeros de Cucaracha.

Nos añaden que todo aquel país vería con gusto que el Gobierno recompensase, como se merece, al guardia Pastor por sus relevantes servicios.

En el diario La Iberia (Madrid.1868) del 19 de julio de 1874, se notifica el ingreso de un preso de la banda del Cucaracha, el cual apuntan que debía de ser el «secretario de la banda: «Ha ingresado en la sala de presos del hospital civil de Zaragoza, herido de alguna consideración, ano de los compañeros del célebre bandido Cucaracha, del cual parece era secretario, y que fue preso recientemente por la Guardia civil.»

Andolz recoge el intento de secuestro de la mujer de Navarro, por parte de los ricos de Alcubierre. Un intento frustrado gracias a que la mujer logra escapar al barranco de Patricia, por la zona de balsas Medias. El relato es de Anastasio Abadía: «Fue a ver a Francisco Navarro y le dijo -¿has cenado?- y contesto él -No-. -Cena y vendrás conmigo, pero no te emborraches, que te pego un trabucazo-. Cogieron a la mujer con la hija en el burro y se fueron al corral de Las Negras de la Cartuja donde estaba Jacinto Navarro, y Francisco Navarro se volvió a su corral y le dio un duro para que se comprara cajillas. Así, con la ayuda de los burros se llevaron a punta sol a la mujer al cuartel general».

El 25 de septiembre de 1874, El Imparcial (Madrid. 1867), informa sobre la presencia de los bandoleros de Cucaracha por la zona del bajo Cinca: «De Sariñena escriben que, aunque la famosa, partida de bandoleros de Cucaracha merodea hacia el Cinca, pudiera temerse algo en aquella comarca, toda vez que se ha marchado la fuerza de guardia civil encargada de la persecución del célebre bandido.»

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Bofetada a Ruata

En el otoño de 1874, en palabras de Jorge Sánchez Ardid, Andolz recoge un episodio al que no le concede demasiada credibilidad, un suceso en un clima de desconfianzas, tropelías y venganzas: «Un compañero de Cucaracha, de Fraga, que había sido guarnicionero, en cierta ocasión le pegó una bofetada a Ruata, el ricachón de Alcubierre. Algún tiempo después lo cogieron los civiles y querían llevarlo a Zaragoza, pero no tenían medio de locomoción. Entonces no había casi coches, únicamente si se mandaba algún propio. Ruata les dejó un caballo y quiso acompañarlos pues había reconocido al que le dio la bofetada. Cuando estuvieron por la sierra les dijo a los civiles que se lo dejaran a él. Se lo dejaron y él lo mató de un tiro».

  • El último asalto a Ruata

Juan Ruata pertenece a una casa rica de Alcubierre dedicada a la agricultura de secano y a la ganadería ovina. Comercian principalmente con la lana con la que obtienen grandes beneficios, hasta el punto que frecuentemente hace uso de su expresión “Vale más la cama donde duermen mis gatos que la casa de fulano”. Lo secuestran en enero y la familia siempre mantiene que lo habían tenido desnudo y atado a un pino, una cuerda al cuello hacia arriba y otra atada a los testículos hacía abajo. Pero cuentan que su criado, Juan Olmos, hace de mediador e incluso le lleva ropa durante el secuestro; siempre manifestó que los bandoleros lo habían tratado bien.

El relato de Andolz da cuenta como en febrero de 1875, mientras el rico hacendado de Alcubierre Juan Ruata se encuentra cazando, al separarse de sus cuatro compañeros y acercándose donde se hallaban dos de sus criados y pares de mulas, es interceptado por la banda del Cucaracha. Al iniciar la fuga Juan Ruata, los bandoleros le disparan cuatro o cinco tiros sin conseguir darle alcance, pero al adentrarse por un terreno algo pantanoso, Ruata cae al suelo siendo atrapado por la banda. Para su rescate le piden a la familia siete mil duros de plata. Al día siguiente le son entregado treinta mil reales y la respuesta del Cucaracha es un recado de atención a la familia «dando seguridades de que lo encontrarían colgado de un pino si no completaban los siete mil duros, y fue forzosa su remisión». Ruata, está en su cautiverio acompañado de un criado, que nunca le abandona «volvió el martes bastante delicado, si bien dice que no solo no le han maltratado, sino que hasta ha sido objeto de algunas atenciones».

«El Cucaracha» corrió estos montes. Con él, y con algún otro: «El Godé», «El Miñón», «Barbacabra» «Sieteajustes», entró Huesca en la mitología de los bandidos generosos. Hizo, «El Cucaracha» las fechorías convencionales, con tan buen tino, como suerte, para culminar su carrera con el secuestro de Juan Ruata, adinerado terrateniente, al que atrapó en la Filadeta de Pastriz, cuando iba a inspeccionar el trabajo de roturación que estaban haciendo sus jornaleros.

Aurelio Biarge. Hoy san Caprasio en Alcubierre.
Nueva España – 2 de septiembre de 1973.

Para Alberto Lasheras, la familia no puede conseguir la cantidad de dinero inicial, así que realiza una primera paga de 30.000 reales. Pero Cucaracha dijo que: «o les mandaban el resto del dinero o lo iban a encontrar colgado de un pino». Al final, con mayor o menor esfuerzo, la familia reúne y entrega el rescate. El Cucaracha lo suelta el día de la Candelera, el 2 de febrero, toda la gente está en misa y aprovecha para ir a su casa y cambiarse sin que nadie lo vea. Juan Ruata como agradecimiento a Juan Olmos le promete una gratificación en su testamento “Juan, para cuando yo muera te voy a dejar en mi testamento lo suficiente para una vida digna” Pero, a la hora de la verdad, Juan Olmos no recibe lo prometido.

«El gobernador de Huesca, en telegrama de hoy, dice que el alcalde de Alcubierre le participa que D. Juan Ruata, que había sido secuestrado por el bandido Cucaracha, ha sido puesto en libertad; y que no ocurría novedad en la provincia.»

El Tiempo (Madrid. 1870). 4 de febrero de 1875.

Según telegrama del gobernador de Huesca, ha sido puesto en libertad en las inmediaciones de Alcubierre don Juan Ruata, que había sido secuestrado por el bandido Cucaracha.

La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXVI Número 6273 – 1875 febrero 4.

Cuando los titiriteros de Binéfar presentan la obra del Cucaracha en Alcubierre, Isabel Ruata les cuenta que era imposible que ese rescate, pagado a principios de febrero cuando él murió el 28 del mismo mes, se lo hubieran podido gastar. El dinero tenía que estar escondido por alguna parte, por eso se habla mucho de los tesoros ocultos o perdidos del Cucaracha. También, su descendiente Tomas Mora Ruata cuenta que en la casa Ruata «había un cuarto que se llamaba Cucaracha, no tenía puertas y se entraba por una trampilla que había debajo de un lavabo».

«Cucaracha tenía una organización montada de tal calibre que tenía como una red de confidentes y espionajes que le costaba muchísimo dinero. Se dice que tres mil reales diarios tenía que pagar el Cucaracha en confidentes para tener una buena información. Por eso había mucho gasto, pero también había mucho ingreso. Es posible que parte de algún botín alguien lo escondiera.»

Alberto Lasheras.

Como todas las fechorías del Cucaracha, el suceso de Juan Ruata tuvo su eco en los medios, como es el caso del Diario de Avisos de Zaragoza del 10 de febrero de 1875:

» Alcubierre, 7 de febrero de 1875. Querido amigo: aprovecho mi corta y casual estancia en este pueblo para darle unas cuantas noticias de Cucaracha, cuyas hazañas vuelven a repetirse, y del cual ha sido víctima estos días el conocido y rico propietario D. Juan Ruata.

Salió éste un día de la semana pasada a cazar en compañía de cuatro compañeros, y ocupados en esta distracción, recorrieron el monte, llegando cerca de un campo donde se hallaban sus criados y pares de mulas. Desvióse Ruata de los cazadores para visitar su hacienda que a unos mil pasos estaba, y mientras daba instrucciones y hacía preguntas a su criado mayor, echáronsele encima Cucaracha y los suyos, mas no con tanta precipitación que él no pudiese irse.

Disparáronle cuatro o cinco tiros sin tocarle, mas cayó al pasar por un terreno pantanoso y perdió la ventaja que a sus perseguidores llevaba, volvió sin desmayar a levantarse, poro con tanta desgracia, que pisándose el tapabocas dio en tierra y en manos de los bandidos. Sus compañeros, que todo esto presenciaban, temerosos o cobardes, huyeron sin acudir en su socorro y consintieron su prisión que les hubiera sido fácil evitar a tener todos la serenidad y sangre fría de Ruata y de otro compañero llamado el carretero. Internáronse en la sierra, pidiendo por su rescate siete mil duros, les llevaron al día siguiente treinta mil reales, y Cucaracha envió a la familia un recado de atención, dando seguridades de que lo encontrarían colgado de un pino si no completaban los siete mil duros, y fue forzosa su remisión. Acompañado de un criado, que nunca lo abandonó, volvió el martes bastante delicado, si bien dice que no solo no le han maltratado, sino que hasta ha sido objeto de algunas atenciones.

Tal es el golpe que tiene asustados y puestos en guardia a los ricos propietarios de este país, a quienes profesa una particular predilección Cucaracha, de quien se dice que nunca ha salido a robar pequeñas cantidades a los viajeros.

Tiene este hombre singular unos cuarenta años, es delgado, de una estatura casi baja y carece de toda instrucción, hasta el punto de firmar con mucho trabajo. Fue jornalero, mozo de mulas y carbonero en sus mocedades y su hombría de bien le granjeó hasta la confianza de un recaudador de contribuciones o cosa así, que le encargaba la conducción de fondos a Huesca, si que en aquella época cometieran ningún desmán. Está más o menos remotamente emparentado con algunas familias ricas de Alcubierre, y esta circunstancia se señala como la causa de su actual existencia, porque cuando el trabajo no le pareció a él una ocupación decorosa, tuvo por conveniente vivir sin trabajar y le fueron dispensados y hasta ocultadas las malas artes de que se valió, y en esta senda fue progresando hasta hoy que puede competir con ventaja con los siete niños de Écija. 

Lleva ordinariamente dos trabucos, si bien alguna vez se le ve con una escopeta de dos cañones o una carabina Remington. Su partida es numerosísima, y raro día se le ve acompañado de los mismos cofrades que el anterior; tiene mucha sagacidad, talento y habilidad rara para dar los golpes que el proyecta; pero todo esto sería inútil sin su principal elemento, que es la innumerable corte de espías y asociados que tiene en todo este país: Se aparece con frecuencia a los pastores, guardas, cazadores y demás gente que su oficio lleva al monte y a ellos pide con buenos o malos modales, según el humor que gasta, las baratijas que en el momento necesita y que éstos tienen buen cuidado en llevarle, porque de no hacerlo, pagarían con el individuo al día siguiente. No se fía ni de los suyos, que nunca saben dónde duerme, y obliga a comer el primero al que lleva víveres.   

Dos o tres veces ha estado a punto de caer en manos de la fuerza armada. Una de ellas le cogieron durmiendo en una casa, rodeado por la guardia civil, arrojó la manta por una ventana, mientras que por otra saltaba y en paños menores huía. Otra se hallaba con los suyos en un soto: iban a ser copados y distribuyó su gente, colocando los dos que más corrían donde la guardia los viese, con orden de huir. Echaron éstos tras ellos, mientras Cucaracha se subió a un árbol, escurriéndose después con mucha serenidad. 

Gasta unos 3000 reales diarios en confidencias que le proporcionan los amigos que tiene en todos los pueblos de ocho a diez leguas alrededor, y sabe hasta los detalles más íntimos de las familias y pueblos, llegando en esto a lo increíble. Está furioso con la prisión de su mujer y ha prometido recrudecer sus fechorías, mientras no consiga su libertad.

Aquí hago punto: pues no tengo tiempo ni aún para rectificar estas líneas, escritas a vuelta de pluma, sobre los apuntes de mi cartera, y que Dios sabe cómo habrán salido».  

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  • La llegada del teniente Vicente Lafuente Pueyo y la partida de domino

La creciente presión deja a mínimos la banda del Cucaracha que cada día se siente más cercada y debilitada. La aparición del teniente Lafuente, a principios de febrero de 1875, manifiesta el aumento de efectivos de la guardia civil en la comarca monegrina, especialmente en la comandancia de Sariñena. Adell y García citan la irrupción de Lafuente sobre el 11 de febrero de 1875. Para Mariano Gavín, la situación se torna desafiante. El enfrentamiento y duelo contra la guardia civil cada vez es más acechante.

Su reto alcanza su máxima expresión en un acontecimiento que marca profundamente la grandeza y leyenda, y a veces hasta de héroe popular, del célebre bandido Cucaracha. Es para esta ocasión cuando el Cucaracha se arregla y viste con gran elegancia y acude al casino de Zaragoza. Pronto localiza al teniente Lafuente jugando al domino, con sus tres estrellas de ocho puntas que tanto lo delatan. Un irreconocible Cucaracha se suma a la partida. No existen fotografías que lo identifiquen, además se ha arreglado para la ocasión y nadie puede esperar encontrarlo tan descaradamente en el casino de Zaragoza. Durante la partida, el teniente no para de alardear del cuerpo de la guardia civil y de su nueva encomienda, acabar con el temido delincuente que atemorizaba la comarca monegrina: «Me gustaría tropezarme un día con ese Cucaracha para ajustarle las cuentas…», dice de forma chulesca y bravucona. De regreso a su casa, el teniente Lafuente encuentra en su bolsillo una nota que dice: «También yo tendría mucho gusto en tropezarme con usted sin testigos. Ya sabe dónde encontrarme. Le espero en la sierra de Alcubierre. Cucaracha».

A partir de entonces para el teniente Lafuente, tal y como dice Rafael Andolz, la orden es tajante de no dar cuartel a los bandidos y capturar a Cucaracha vivo o muerto en el más breve plazo.

El Cucaracha presiente que son sus últimos días, lo da a entender en casa de Angela, la hornera de Alcubierre: «Mira Angela -le dijo con voz tranquila, ligeramente velada por la emoción-, tendrás que hacerme una bolsica para ponerme la estampa de la Virgen del Carmen, porque me parece que voy a vivir muy poco, que los civiles nos persiguen mucho».

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  • De la muerte del Cucaracha y parte de su cuadrilla

Corriu de Cucaracha. Miscelánea Turolense.

La cuadrilla del bandido Cucaracha amanece el 28 de febrero en el corral de L´Anica, cerca del poblado de Peñalbeta. El zagal Manolico Maza Lacasa tiene que llevarles vino que, como en otras tantas ocasiones, ha dispuesto el mediador Pedro Lobardo. Pero para esta vez, el teniente Vicente Lafuente, junto al alcalde y al boticario de Lanaja han urdido un infalible y mortífero plan. Han envenenado el vino para dormir la banda, con la dosis perfecta para que sea efectivo y no sea detectado al gusto. Además, preparan un contraveneno, pues el cauteloso Cucaracha siempre hace probar todo antes de su consumo y así, no resulte maltrecho el joven Manolico. Cuando la banda comienza a beber y comer, el veneno comienza a surtir efecto, situación que aprovecha la guardia civil para asaltar y dar muerte a los bandoleros.

«De mil trampas él s`escapa
nunca le pueden pillar
l`envenenaron el vino
para poderlo cazar.»

Esta es la versión más popular que ha llegado a nuestros días y aunque el relato de la guardia civil la hace más épica, la verdad es que conociendo el corral de L´Anica y que ningún guardia civil resulta herido, todo apunta que el veneno consigue sedar a los bandoleros y una vez dormidos, la guardia civil los remata a quema ropa. Al mando de los guardias, de fuerzas del 7º Tercio en la provincia de Huesca, va el capitán teniente Vicente Lafuente y Pueyo y le acompañan el sargento segundo Carlos Rodríguez, cabo primero Francisco Salanova y los guardias José Pastor, Lorenzo Laclaustra y Fermín Catalán.

Los hechos quedan recogidos en el Boletín Oficial de la Guardia Civil núm. 812, de 1 de abril de 1875: «El teniente de dicha Comandancia, don Vicente Lafuente, con la fuerza a sus órdenes, sorprendió la tarde del 28 de febrero anterior en un corral del término de Lanaja, al célebre bandido Mariano Gavín (a) Cucaracha, con su segundo jefe Antonio Sampériz (a) el Cerrudo y tres más de su partida, la cual se resistió tenazmente, quedando los cinco (…) muertos en la refriega, sin que la indicada fuerza experimentase baja alguna. Les fueron recogidas catorce armas de fuego, trescientos cartuchos metálicos, cuatro cuchillos, una canana, una corneta, dos barbas postizas y otros efectos. S.E. se ha enterado con satisfacción de este servicio».

«Se pagó el vino de Alcubierre, y fue aquí que la química pudo aquello que jamás pudieron los trabucos ni los fusiles de pistones, y es que un boticario —del que no diré, como otros maledicentes, que sabía por su oficio de estropear gentes—, añadió arsénico al caído de suministro, determinando tal estrago en la facción bandolera que, tras de un cruce de disparos con la Guardia Civil meramente simbólico, entregaron todos su alma diligentemente.»

Aurelio Biarge. Hoy san Caprasio en Alcubierre.
Nueva España, 2 de septiembre de 1973.

La muerte del Cucaracha enseguida aparece ampliamente recogido en los medios aragoneses y españoles. El célebre bandolero ha caído.

Sr. Director del Diario de Avisos de Zaragoza

Muy señor mío. Un acontecimiento de notoria importancia pan todos, muy especialmente para las poblaciones comarcanas de la vecina villa de Alcubierre, y del que supongo sabedor a V, por noticias oficiales. tuvo lugar en el día de ayer. El famoso Cucaracha ha pasado a la historia de los criminales. Su fin, como bandido, viene a prestarle esa celebridad siniestra cuyo solo recuerdo apena y espanta a las sociedades cultas.

Fue su vida un duelo a muerte empeñado contra las instituciones humanas, su fin está en relación con sus hechos.

Los lectores habituales de ese popular Diario de Avisos conocen ya algunos rasgos característicos de la existencia azarosa de tal bandido Y a fe que no acierta la mente a explicarse cómo el odio a la sociedad puede labrar tamaña perversión de instintos en uno de nuestros semejantes.

De índole bondadosa en los años de su juventud tranquila, desempeñó, dentro de las modestas condiciones en que se desenvolvieron su educación y su humilde categoría social, cargos de confianza cuyo cabal cumplimiento reclama siempre dotes acreditadas de honradez

Hallábase emparentado con algunas familias acaudaladas de Alcubierre, y esto, unido a su escasa instrucción, se señala como el origen de sus funestos atentados. Quiso vivir ocioso a costa de ruines tretas. Dado el primer paso, prosiguió con temerario empeño la senda del mal, fue reconcentrando el odio al poderoso, y la sed de riquezas atormentó la conciencia tenebrosa de aquel espíritu perverso. Lo que en las imaginaciones acaloradas de Owen y Saint Simón fue una idealidad extravagante y origen de mística exaltación comunista, puede llegar a ser bandolerismo furioso en una a naturaleza débil e inculta Entre Baboeuf y Jaime el Barbudo hay conjunciones sombrías. La teoría y la práctica del comunismo suelen darse la mano en los antros del odio.

La vida de Cucaracha fue engendrada en este abismo. Sus hechos revelan al comunista práctico, por eso era el criminal famoso incompatible con toda sociedad. Emulando el romanticismo de José María y del Barbudo de Crivillente (que también los bandidos son románticos a su manera), jactábase de asestar sus tiros a los hombres de posición y de fortuna. Alla en la fría noche de su conciencia debía estremecerse con alegría horrible cada vez que sus familiares daban caza a un personaje de dinero.

Su habilidad para el crimen corría parejas con sus perniciosos instintos, y en ocasiones críticas supo desplegar esas artes de recurso que solo a tribus nómadas y salvajes es dado practicar.

Sin instrucción, sin fuerzas materiales casi, dado que su complexión haciale mas a propósito para la vida sedentaria que para arrostar tan crudas persecuciones, ha vivido largos tiempos esquivando la acción de la justicia humana, y desafiando con sus compañeros, instrumentos fieles de su voluntad, el poder de la sociedad honrada.

Por fin terminó este duelo implacable.

A las cuatro de la madrugada del día de ayer, la guardia civil organizó una de tantas batidas a la sierra donde se cobijaba el misterioso Cucaracha como la fiera en su cubil. Dividida la fuerza en dos secciones, fueron escrupulosamente registrados varios edificios rurales si éxito alguno, más a la una o dos de la tarde, cuando los perseguidores se disponían a tomar el rumbo hacia Castejón de Monegros, quiso la casualidad que una pareja se desviase para reconocer una paridera próxima al camino y en la jurisdicción de Lanaja. Allí estaban los bandidos, y apercibidos los guardias y avisado el jefe Sr. Lafuente, se trabó la lucha, resultando herido mortalmente Cucaracha, que cayó exánime exclamando: ¡Ahora sí que han muerto a Cucaracha!

Igual suerte cupo a sus demás cofrades, tras una breve resistencia. Tales son los detalles que de público se refieren y que rectificaré si no fueren exactos,

Inmediatamente que el Juzgado tuvo conocimiento del hecho salió para Lanaja a instruir la correspondiente sumaria, seguido de un gran número de personas ansiosas de comprobar el hecho por sus propios ojos. El género de muerte ha correspondido a la vida de Cucaracha, por aquello de que, quien mal anda, mal acaba.

Suyo, K.
Sariñena, 1 de marzo de 1875.

Sr. Director del Diario de Avisos de Zaragoza

Querido amigo: En mi anterior fecha 7 del pasado me ocupé del secuestro llevado a cabo por el célebre bandido de la Sierra de Alcubierre, conocido con el nombre de Cucaracha. Hoy cumple a mi propósito manifestar que a este temible criminal le ha tocado ya la hora en el reloj de la justicia, pues por aquello de no hay plazo que no se cumpla deuda que no se pague, ayer, al tocar el sol a su ocaso, dejó de existir juntamente con cuatro más de sus compañeros en el término de Peñalveta, jurisdicción de la vecina villa de Lanaja.

Diferentes son las versiones que en estos primeros momentos circulan respecto a este hecho que tan alborozados tiene a todos los hombres honrados de esta comarca y muy señaladamente a los ricos propietarios de Alcubierre, que siempre estaban con el bolsillo abierto y la vida suspendida de un cabello, como suele decirse. Hay quien manifiesta que Cucaracha y los suyos han sido vendidos por alguno de sus mejores confidentes; otros, que desde el campanario de Lanaja fueron descubiertos los cinco criminales con el auxilio de un anteojo por el valiente jefe de la guardia civil del puesto de Sariñena. Mas sea de esto lo que quiera, es lo cierto que ayer, a eso de las cuatro de la tarde, fueron sor prendidos y muertos Cucaracha y cuatro compañeros más que le acompañaban en una paridera distante aproximadamente unos cinco cuartos de hora de la vecina villa de Lanaja, y sin que por parte del benemérito cuerpo de la guardia civil haya ninguna desgracia que lamentar.

Serena y el Diario de Avisos de Zaragoza

Hoy se hallan de manifiesto en la plaza pública de la mencionada población los cadáveres de esos cinco seres infelices que, si ayer formaban el terror de todos sus convecinos, hoy estos acuden con avidez contemplar presurosos los fríos y yertos restos de unos semejantes nuestros, a quienes tal vez las malas compañías y falta de educación les hizo colocar en la resbaladiza pendiente del crimen, y sufrir, como no podía menos, sus fatales cuanto ineludibles consecuencias.

Aquí pondré punto final a mi epístola, sin perjuicio de manifestar en otra cuantos datos sobre el particular vaya recogiendo y crea dignos de mencionar y demás s que ocurra en este afortunado país, si por dicho so puede contarse el no habernos visto aun visitados los carlistas, por cosa de que muy pocos podrán vanagloriarse.

En el entre tanto dispón de tu invariable, Z. y N.

Alcubierre, 1 de marzo de 1875.

Sr. Director del Diario de Avisos:

 Muy señor mío y amigo: Ayer fue día notable para esta población y toda la comarca. El terrible bandido Cucaracha, que hace cinco años nos tenía amedrentados, cayó por fin en poder de la denodada Guardia civil. Al mando del bizarro é infatigable teniente graduado Sr. Lafuente, que hace pocos días se encargó de su dirección, iba una pequeña fuerza recorriendo este territorio, cuando ayer, poco después de medio día, sorprendió a Cucaracha y cuatro más en un corral, conocido por el de la Anica, distante unos cinco cuartos de hora de esta población.

Los bandidos, en cuanto divisaron a la Guardia civil, trataron de encastillarse en la casita dé los pastores, y a la voz de ¡rendíos! de la fuerza contestaron a tiros, trabándose un rudo combate, del que pronto resultó muerto el segundo de Cucaracha, éste luego y así los demás, pues se resistieron tenazmente hasta que sucumbieron los cinco. La Guardia civil no tuvo la menor novedad.

Los ladrones estaban armados de Remington y Berdan con bayoneta, y además de las de su uso les hallaron doce o catorce armas de fuego más otras muchas blancas, y pasaba de una arroba de municiones.

He oído decir les hallaron también una instancia recién hecha, dirigida al rey, solicitando indulto, y una carta al municipio de esta villa pidiendo la informase favorablemente. Al famoso ladrón solo le hallaron encima tres o cuatro pesetas.

En el corral se encontraba asimismo un pastorcillo de unos quince años, que se salvó por milagro, ocultándose tras de unas piedras, en la misma casilla donde hacían fuego los ladrones. Estos son Cucaracha, otro llamado el Ceñudo, antiguo escapado de Cartajena; otro de Belver, otro de Oso y otro de Barbastro.

El bravo teniente graduado Sr. Lafuente y toda la fuerza de su mando se han hecho acreedores á una recompensa, y desde luego se han granjeado la estimación eterna del país, al que han librado de tan terrible azote.

El juzgado de primera instancia de Sariñena ha llegado pocas horas después del suceso, y creo se halla instruyendo las primeras diligencias. Suyo, Q

Lanaja,1 de Marzo de 1875.
Diario de avisos, 2 de marzo de 1875, página 7.

corral de L´anica

Corral de l`anica. Bandido Cucaracha.

Los bandoleros Antonio Sampériz Peralta «El Zerrudo», de 38 años, de Lalueza y esposo de María Bayona; José Bernad Rivas «El Herrero de Osso», de 38 años, natural de Osso y esposo de Tomasa Ferrer; Melchor Colomer y Ferrer «El Molinero de Belver», de 32 años y natural de Belver; José Solanilla y Lacambra , de 35 años y natural de Palo; y Mariano Gavín Suñen, de 37 años, mueren aquel fatídico 28 de febrero de 1875 en el corral de L´anica, monte de Lanaja, donde la Guardia Civil los envenena con vino y una vez sedados, los acribillan a balazos.

En un bolsillo de Mariano Gavín aparece una petición de indulto al rey Alfonso XII; «Las cartas del Cucaracha», por Alberto Lasheras. Los cuerpos sin vida de los bandoleros son expuestos en la plaza mayor de Lanaja. Mosén Baltasar hace sonar las campanas, mientras que por las calles la gente alborotada grita «¡Han matado a Cucaracha! ¡Han matado a Cucaracha! ¡Están todos en la plaza!. Sacan a todos los zagales de la escuela para que vean los cuerpos sin vida de los temidos bandoleros y les hacen pasar por encima de los cadáveres. Es un acto de desagravio, cuenta el najino Marcario  Andreu Torralba, quien ha encontrado la partida de defunción de Mariano Gavín en los archivos de Lanaja. Para Macario, quizá a los bandoleros son enterrados en el antiguo cementerio de Lanaja, ya desaparecido, pero también hay quienes cuentan que son descuartizados y clavados en estacas por el monte.

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Partida de defunción del Cucaracha. Imagen de Macario Andreu Torralba.

Este es el testimonio de Anastasio Abardía, recogido por Rafael Andolz: «Día 28 de febrero de 1878 (equivoca el año). ¡Qué día tan señalado! En el corral de don Antonio Martínez han matado a Cucaracha y a sus cuatro compañeros. Vino una sección de guardia civiles de la provincia de Zaragoza, bajaron por la senda del volador preguntando a un pastor por el corral de L`Anica y se lo dijo. El centinela se había dormido por haberles dado el vino envenenado. la guardia civil puso un tricornio encima de la tapia. Cucaracha al ver el tricornio lo hizo piazos disparando. A cucaracha lo mataron el primero por tener la escopeta descargada. El que arreglo el vino fue el boticario de Lanaja. El que llevó el vino, Manuel Maza Lacasa, le dio contraveneno para no morir él también en aquella noche, pues Cucaracha le haría beber antes a él. Todos los ricos de los pueblos más próximos vinieron a Lanaja a ver a Cucaracha y los suyos. A continuación, los bajaron del carro y los dejaron en la plaza de Lanaja enseñándoles a los chicos y chicas el maestro Liesa, la maestra Raimunda y el sacerdote Mosen Baltasar Marcellán, los cadáveres. el escolano que servía al sacerdote era Ángel Cambra. (Un viejo de Lanaja se acuerda haber oído que los niños y niñas de la escuela pasaron pisándolos por encima de los cadáveres)».  El siguiente relato es de Jorge Sánchez Ardid que también es recogido por Andolz: «Un pastor de Lanaja, Pedro Lobardo, le llevaba vino de parte de Angela. El dio cuenta de que el vino era para ellos. El boticario lo malbezó con una medicina poco conocida que los adormía y el repatán que llevaba el vino le daron contraveneno, pues Cucaracha lo hacía probar siempre al que lo llevaba. Va el chico, lleva el vino, Cucaracha hace beber a los cuatro compañeros. bebe él y dijo -Ya nos han jibau!, este vino está compuesto!-. Pero ya había bebido. Se acercaron a la aldea más cercana. Él se pone en un montón de fiemo que había allí al lau a arreglarse la tascadera de los calzones, que llevaba calzón corto. La estaba arreglando con un palico cuando vio venir a los civiles. Cucaracha les disparó, al oír el ruido salieron los otros que también dispararon. Era la aldea de la Nica, de Pedro del Torralbés».

“En ocasión que el célebre bandido Cucaracha, temor de toda la comarca, se hallaba con cuatro más en un corral de ganado en la falda de la sierra, y sin duda alguna desprevenidos, cayó sobre ellos la fuerza de la Guardia Civil al mando del Teniente Lafuente, trabándose una lucha de la que resultaran muertos los cinco forajidos e ilesos los guardias civiles, debido esto a la buena dirección del Teniente, que rodeó el corral, con la punta de la bayoneta fueron haciendo visores  por todo él, librándose así de los disparos de los muchachos que hicieron fuego mientras tuvieron vida.

Cucaracha fue el primero que cayó, pues saliendo a la portera del corral se puso con dos armas de fuego y un morral de cartuchos y a lo que iba a disparar contra uno de los guardias que custodiaban la portera, otro guardia civil, que era un gran tirador, llamado Catalán, lo dejó tendido en el acto.

En seguida, los demás forajidos, ocuparon posiciones en el corral e hicieron fuego nutrido que, según relación que ha hecho el teniente, duró sobre media hora, enderezando siempre sus tiros a los agujeros que abría la guardia civil.

Muertos ya o tendidos los malhechores, penetró la guardia civil en el corral, en donde permaneció toda la noche del 28 de febrero, suponiendo así podrían llegar otros, pues así lo supuso el teniente en atención a que recogieron catorce armas de fuego, entre ellas fusiles BERDAN  y REMINGTON”.

La Correspondencia de la mañana, Diario y guía de Madrid, 5 de marzo de 1875.

La Correspondencia de España del 8 de marzo de 1875, n.º 6.305, recoge el mismo texto que La Correspondencia de la mañana (Diario y guía de Madrid del 5 de marzo de 1875), reproducido anteriormente complementando la información con el siguiente relato de los hechos:

Al día siguiente, o sea el día 1º de marzo por la mañana, fueron conducidos los cadáveres a la villa de Lanaja, dejándolos tendidos en la plaza, y sabido este suceso tan importante, acudieron de diferentes pueblos a dicha villa con el objeto de ver al bandido Cucaracha y sus secuaces.

Ha sido verdaderamente un día de júbilo y parecía una romería, pues no puede V. figurarse la animación que se veía en todos los semblantes y el regocijo de los propietarios, muchos de los cuales hacía más de dos años quo no habían podido salir a ver sus campos.

El sistema de Cucaracha era secuestrar y pedir por cartas, con amenaza de la quema de las masías y muerte de los ganados.

El último secuestro fue el de D. Juan Ruata, de Alcubierre, que lo tuvieron cuatro días y le sacaron 7000 duros. Entre lo encontrado a Cucaracha fue una solicitud a S. M. el rey, manifestando que circunstancias políticas le habían hecho salir del pueblo y andar cuatro años errante por los montes, viéndose en la necesidad de exigir algunas contribuciones para su subsistencia, solicitando se le indultase de toda pena y se le permitiese volver al pueblo.

Relato publicado en el Eco de España de Madrid y reproducido en el Diario de Barcelona del 12 de marzo de 1875:

«Alcubierre 3 de marzo. Los sucesos acaecidos el día 28 del pasado, con la captura del tristemente célebre Cucaracha, terror por espacio de 5 años de esta comarca, son de tal magnitud y han impresionado a todo este país, que me tomo la libertad de hacer una sucinta reseña de ellos, por si V. gusta que su acreditado diario sea tal vez el primero que lo publique. 

Ya el día 28 de enero una triste noticia corrió veloz de vecino en vecino, llenándoles de pena y dolor; al salir acompañado de cuatro amigos el primer contribuyente de este pueblo D. Juan Ruata, se separó un poco de ellos para ir a dar órdenes a sus criados, y en aquel momento fue sorprendido por tres hombres que le dieron el alto, trabuco en manos; trató de librarse por medio de la fuga, mas con tal desgracia, que fue a dar a un lodazal de donde no podía salir, y allí le dieron alcance los criminales, y después de maniatado, le hicieron seguir. Cuatro días lo tuvieron en su poder, cuatro años para su familia y amigos, mas al fin, después de pedir por su rescate 14.000 duros, no hubo más remedio que entregar 7.000, que es lo que se conformaron, o peligraba la vida del secuestrado.

 ¡Quién había de suponer que al mes de este suceso Cucaracha y su cuadrilla habían de ser copados!.

D. Vicente Lafuente Pueyo, teniente graduado del benemérito cuerpo de la Guardia Civil, ha sido el que ha dado el gran paso y el que desde aquel fausto día recibe mil parabienes, y es aclamado con frenesí por estos pueblos; hombre sereno y de valor, que no teme el peligro, solo hacia diez y siete días que se hallaba al frente de la fuerza destinada para la persecución de Cucaracha y su cuadrilla, y en tan pocos días, tal ha sido la fe con que ha trabajado, tal el espíritu de llevar la paz que tanto tiempo tenían perdida los contribuyentes, que han sido suficientes para dar con las madrigueras y concluir con el que era terror  de la sierra. 

Nunca olvidarán estos habitantes lo mucho que le deben, y si premios tiene destinados el gobierno de S.M. para los que llenan sus deberes militares con tanto honor y valentía, seguramente que no olvidará el que se merece y a que se ha hecho acreedor don Vicente Lafuente, y del que también son dignos los individuos a su mando. 

El 27 del pasado febrero salió la fuerza dividida en dos grupos en dirección a la sierra, y en la mañana del 28 se dirigieron hacia el punto llamado Peñalveta; serían las dos de la tarde cuando al llegar a la partida titulada Lanica, término municipal de Lanaja, la pareja que iba de avanzada, con gran cautela, y tal como el caso lo requería, miró por la pared del corral y distinguió a uno que estaba cosiendo y que a su lado había un arma; examinado un poco más, vieron diferentes armas en un rincón; esto fue bastante para creer que serían los bandidos (porque hay que tener en cuenta que a Cucaracha no le conocía ninguno de la fuerza, ni había fotografías de él ni señas particulares que pudieran ser bastantes para prenderles), agitó uno de los guardias el pañuelo, y los demás avanzaron rodeando el corral; practicaron tres o más arpilleras, y acercándose dos a la puerta dan la voz de alto a la Guardia Civil, rendíos y no se os tocará; veloz como el rayo coge Cucaracha su Berdan, arma la bayoneta y se lanza a la puerta; los otros compañeros cogen las armas y van a la pelea; viendo la fuerza que era imposible prenderlos sin haber lucha, se da la voz de «fuego» y es herido de muerte  el jefe de aquellos bandidos; ya no había más recurso que concluir con todos, y los guardias, defendiéndose con valor y procurando no sufrir baja alguna, se parapetan; mas los bandidos con sus descargas no daban tiempo a nada, y a los pocos minutos ya había tres de los criminales fuera de combate, concluyendo con todos pasada media hora de lucha, sin que la fuerza tuviese que lamentar no solamente la menor lesión, sino que ni aún simples magulladuras.

Dado aviso al pueblo, corrió la noticia con velocidad, y al día siguiente los caminos que conducen a Lanaja se veían cubiertos de gente ávida de conocer al que por cinco años ha llenado de pavor a estos habitantes, y que tantas desgracias difíciles de reparar ha ocasionado.  

El juzgado de Sariñena se constituyó en el pueblo, y las campanas de Lanaja y Alcubierre anunciaban que el regocijo que los vecinos sentían era una verdadera fiesta popular. 

Tendidos en medio de la plaza se hallaban por el orden siguiente: El Cerrudo, segundo jefe de la cuadrilla; Cucaracha, el herrero de Osso, el molinero de Belver y el guarnicionero de Alcolea; éste tenía un buen aspecto, gran estatura, vestía hasta con elegancia, sumamente flaco y fino de cutis, cara hasta hermosa y cubierta toda de barba larga y negra, muy aseada y limpia.

Cucaracha, seco, delgado, bigote recortado, y mal vestido al estilo del país; de los cinco era el de peor presencia y el más desaliñado de todos.  

Practicada la autopsia por tres facultativos, se encontró en Cucaracha una sola herida, que, habiendo penetrado por la región supra clavicular, salió por el séptimo espacio intercostal de la región dorsal, cortando la arteria subclavia y produciendo una hemorragia, que debió dar lugar a la muerte poco menos que instantánea.  

Fueron ocupados los efectos siguientes: tres pistolas, tres grandes cuchillos, dos puñales, cuatro fusiles, una escopeta de dos cañones Lafoncher, un Remington, cinco fusiles Berdan, todas estas armas con su correspondiente bayoneta, arroba y media de cartuchos Berdan y Remington, un kepis, una corneta, barbas postizas y una solicitud muy bien redactada y de muy buena letra, escrita en papel sellado, dirigida a S.M. al Rey don Alfonso XII, y en la cual pedía Cucaracha que le indultara de toda pena y le dejase ir libremente a su casa; además una carta sin concluir de escribirla, pues cuando uno de ellos lo verificaba fueron sorprendidos y muertos; dicha carta iba dirigida al ayuntamiento de este pueblo, pidiéndole sus firmas para el indulto.

Estos son los hechos, y es tanto el júbilo de este pueblo, que en todos los semblantes se marca la alegría, celebrándose tan fausta noticia con bulla y algazara, reunidos en diferentes puntos.

Se había llegado al extremo de no poder habitar estos pueblos; todo se encontraba abandonado, los labradores no podían ir a ver sus posesiones, y hora era de que se diera fin a tanto mal, ocasionado por una fiera humana.

Cinco años de persecución continua y nunca podía darse con el criminal, hasta que la Providencia ha librado al país de grandes males de que se hallaba amenazado, y cuando los bandidos se preparaban para dar tal vez un golpe en Alcubierre que hubiera llenado de luto y de dolor a los corazones de sus habitantes, lo mismo que al país».  

Mariano Gavín Suñen, Bandido Cucaracha.

Mariano Gavín Suñen, Bandido Cucaracha. Ilustración Cruz Salvador.

José Solanilla y Lacambra

En relación a los fallecidos, José Solanilla y Lacambra, aparece como natural de Palo (Sobrarbe, Huesca) de 35 años de edad. Su identidad va aparejada, en la prensa de la época, con el guarnicionero de Alcolea. Así lo hemos visto anteriormente en el Eco de España de Madrid, reproducido en el Diario de Barcelona del 12 de marzo de 1875, donde dan cuenta de los muertos en el golpe mortal al Cucaracha y parte de su banda: «El Cerrudo, segundo jefe de la cuadrilla; Cucaracha, el herrero de Osso, el molinero de Belver y el guarnicionero de Alcolea». Incluso, en el cuerpo de la noticia, se da una pequeña descripción de «José Solanilla y Lacambra» relacionándolo con el «guarnicionero de Alcolea»: «éste tenía un buen aspecto, gran estatura, vestía hasta con elegancia, sumamente flaco y fino de cutis, cara hasta hermosa y cubierta toda de barba larga y negra, muy aseada y limpia.»

El Guarnicionero de Alcolea  alias «la Víbora» no es apresado hasta meses más tarde, en diciembre de 1875, en la localidad de Castejón de Navarra (El Diario de Huesca, 21 de diciembre de 1875).

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Mariano Gavín, El Guerrillero que murió una vez.  Felipe Alaiz.

Felipe Alaiz es profesor de literatura, escritor y periodista anarquista. Nace en 1887 en Belver de Cinca y muere exiliado en Paris en 1959. Se caracteriza por su periodismo libre y crítico, cercano al pueblo llano y alejado de los círculos distinguidos, de la etiqueta y la pedantería de la intelectualidad española. Uno de sus artículos “Mariano Gavín, El guerrillero que murió una vez” reconoce la figura de Mariano Gavín, publicada en la revista libertaria y anarquista «La Revista Blanca» en su sección «Héroes populares» del 7 de diciembre de 1933 y años más tarde, en 1962, queda recogido por la la editorial “Umbral” en la serie “Tipos Españoles”. Gracias a Lourdes y Marga Alcubierre Pueyo de Pallaruelo de Monegros hemos podido conocer tal valioso documento que a continuación transcribimos.

Mariano Gavín, El guerrillero que murió una vez

Hay héroes populares que lucharon denodadamente por la libertad, que se sublevaron, admirables insurrectos sociales contra la mansedumbre de sus semejantes, encarándose contra la autoridad y contra la capacidad de Camancho el Rico; que no trataron de ejercer dominio alguno. Dejaron ejemplo de dignidad y desinterés y murieron asesinados por las fuerzas malditas.

Generalmente las biografías prefieren personajes de relumbrón. Prescinden del héroe popular y por ello la vida de los héroes populares queda entre leyendas y mentiras. Conviene, pues, reivindicar la memoria de los héroes populares olvidados. Hacia el año 70 del siglo pasado, los Monegros eran las mismas tierras desoladas y esteparias de hoy. Extensión de términos comprendida entre el Ebro y el Cinca, la población vivía esperando siempre el agua del cielo. Sesenta o setenta mil campesinos se limitaban al cultivo de cereales y al pastoreo.

En medio de la miseria general he aquí que aparece por la sierra de Alcubierre, uno de los pueblos de los Monegros, el valiente guerrillero de manta y trabuco, Mariano Gavín.

Diez años seguidos anduvo rondando por la zona esteparia de Aragón que eran los Monegros. Hombre grato a la simpatía popular, figuró en relatos y romances como personificación del valor, la entereza y la picardía. Diez años anduvo por montañas y llanos, vegas y poblados a salto de mata.

Su historia no salió del archivo comarcal. Con “dijendas” y narraciones de viejos campesinos y valiéndose, además, de algún archivo, no muy asequible por cierto, pude reconstruir la vida de Mariano Gavín, a quien llamaban por apodo “Cucaracha”.

-¿Conoció a Gavín?

-Sí, en Albalate.

– ¿Qué hacía allí?

– Estaba herido. Por cierto, que el médico del pueblo, un tal Luis Valdaura, curaba a “Cucaracha” de “escondidas”. Tenía mucho temple Gavín, y era algo socarrón.

-“Cucaracha” era cazador. Tenía mujer guapa y fantasiosa. Ella se dejó querer por un propietario rico, lo supo el marido y mató al seductor.

-Esa no es verdadera, amigo. Gavín no mato al seductor porque no hubo seducción. Gavín  no mató a nadie antes de echarse al monte, ni después tampoco. Se apartó de la vida, conformado, porque tal fue su voluntad.

Contaría a la sazón unos 38 años. Era de poca estatura y de no mucho cuerpo. Los mozos cantaban en el coro de ronda, años después de la muerte de Gavín:

Por la sierra de Alcubierre
siendo un hombre tan pequeño
se pasea “Cucaracha”
cuanto respeto que causa.

Tenía merecida  fama de generoso. Daba trigo a los pobres y no acumulaba riqueza más que para apaciguar el hambre de los campesinos.

Otra copla clásica en aquella parte de Aragón, dice así:

“Cucaracha” es un gran hombre,
aunque tenga mala fama
porque el trigo de los ricos
lo reparte entre los pobres.

He aquí el relato de un viejo, chaval en la época de Gavín.

En los Monegros, tierra de “Cucaracha”, hay muchos años de escasez absoluta y pocos de escasez relativa. Hubo muchos años malos seguidos y los labradores tenían que comprar el trigo a media talega. Encontró “Cucaracha” al mensajero:

– ¿Qué camino llevas, pequeño?

– Al molino voy.

–  ¿A comprar trigo?

–  Por “mandao” de mi padre.

– ¿Ya llevas los cuartos?

– Escondidos los llevo.

– ¿Por qué los escondes?

–  Podría salir “Cucaracha” de cualquier barranco y “sacámelos”.

– Tu padre te “malimpone”.

– ¡y pobres que somos!

– Pues dile a tu padre que “Cucaracha” no les hace nada a los que trabajan. ¿Cuánto trigo has de comprar?

– Media talega.

– Pues toma esas monedas y puedes comprar talega entera.

Rasgos de ese carácter eran frecuentes en la vida de Mariano Gavín. El viejo baturro hace una pausa corta. Pregunto:

– ¿Qué gente llevaba en la cuadrilla?

– Ferrochón el de Belver, el Zurdo de Lalueza, un tal Valentín, el Pergaroide de Albalate y Carlos el de Almudévar. A Carlos lo mataron por la espalda en el camino viejo de Zaragoza.

– ¿Y no recuerdas el caso del “desorejao”? Tengo oído que era un confidente.

– Ya lo creo que recuerdo aquel caso. Se presento a “Cucaracha” uno de esos sujetos echadizos que empleaban los enemigos del guerrillero contra este. Pero ¿sabes qué consiguió?

– Quedarse sin orejas.

– Justo.

– ¿Cómo fue?

– Estábamos en las trilleras. Era yo chulo (criado joven de labor, especie de aprendiz) de un propietario de cinco pares… Gavín y los que iban con él se acostaron al raso, a la luz de las estrellas. Cada cual se acostó donde quiso y como quiso. «Cucaracha» se hizo la cama junto a un montón de fajos de garba (mies segada), que en el país llaman «fajina». No se acostó. Algo turbio había visto en los ojos de un guerrillero. ¿Qué hizo? Pues se escondió detrás de la fajina, dejando la manta tendida sobre un hato de ropa, como si él estuviera debajo. Cuando calculó el hombre echadizo que dormían todos los guerrilleros se levantó con tiento, llegó hasta la cama de «Cucaracha» y disparó un trabucazo… Pero «el muerto» salió por detrás de la fajina. ¡Ya estaban frente a frente! En dos cuchilladas le cortó Gavín las dos orejas al echadizo, que escapó como lo que era.

-Como una liebre… ¿Sería un andarín «Cucaracha»?

-¿Que si andaba? Doblaba las horas tres veces. Cuando tenía que pasar el Cinca, siempre a deshora, mandaba llamar al barquero del marqués de Ayerbe.

– ¿Ayerbe?

-Sí… tenía el marqués una barca de sirga y aún cobraba derecho de pago como hace cuatro siglos los antepasados. El barquero era un tal Salas, y se levantaba a la hora que fuera sin pereza… Los pobres querían a «Cucaracha» como a un buen hermano.

-¿Y los cucaracheros?

-Eran los que sabían nadar y guardar la ropa sin exponer la piel, los que guardaban dobletas para emprender negocios cuando «Cucaracha» les daba alguna miseria a guardar…

No mató a nadie…

-¿Y cómo murió?

-De una vez.

-¿Cómo «de una vez»?

-Lo envenenaron. Ninguna tropa del Gobierno se atrevía con él, ningún civil se le acercaba, los chupatintas le temblaban. Si se quería ver correr a un escribano o a un alguacil sólo había que decir: «¡Que viene «Cucaracha»!» Tenía tan buena puntería, cazador de afición, que a cuarenta varas rompía un alambre de un balazo.

-¿Y dice que murió envenenado?

-Fue un mozo a buscar vino a Alcubierre. El vino era para «Cucaracha» y el mozo cometió la imprudencia de decirlo. Inmediatamente se prestó un boticario a «arreglar» el vino con narcótico en ausencia del mozo. Bebió «Cucaracha» y cayó dormido como un tronco, igual que la gente que iba con él en el corral de una «paridera» (majada). Llegaron los civiles al mando de un sargento que se llamaba Salanova, y dispararon contra los que dormían a una distancia de seis o siete metros. Los acribillaron a balazos…

El oír al viejo baturro evoca la muerte de Sacha Yegulev de Leónidas Andeief, el mismo salvaje encono, la misma cobardía.

El cadáver de Gavín con los de cuatro que le acompañaban fue expuesto en la plaza de Lanaja -dice el viejo-. Cuatro días estuvieron allí con las armas que llevaban: cinco trabucos, una tercerola, un sable, cinco puñales, un zurrón de pastor lleno de cartuchos y un saco de pólvora y municiones.

Y el viejo entorna los ojos como si quisiera atalayar el tiempo

En los Monegros, tierra frecuentada por «Cucaracha», hay grandes macizos montañosos que Gavín conocía a palmos, lo que le permitió burlar toda vigilancia en un período de diez años. Contaba, además, con la ayuda del estado llano: pastores, labradores, barqueros y cazadores. En la ribera del Cinca y en el monte, «Cucaracha» «mandaba a decir» lo que quería a sus perseguidores mediante carteles de desafío y fachenda. Fue un proscrito en todo. No acabó su vida en la cárcel como tantos guerrilleros convertidos la acaban cubiertos de papel sellado, indultos y hasta oraciones. No se hubiera dejado cazar vivo. Era áspero y socarrón cuando otros eran desleídos sentimentales. ¡Caso raro! En la vida de «Cucaracha» no hay lances amatorios ni novelería por entregas. Hubiera sido hoy un guerrillero admirable de la revolución social. Después de su vida entre riscos, rechazó toda invitación de indulto y murió de una vez”.

* De «Tipos Españoles», segunda parte Felipe Alaiz. Umbral.

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De las memorias de Millán Astray.

Curioso es el interés que el Cucaracha despierta en José Millán Astray, abogado e intelectual padre del militar José Millán Astray, fundador de la Legión y de Radio Nacional de España. La historia del Cucaracha la conoce estando preso, de manos de otro preso que formó parte de la banda del Cucaracha. “De las Memorias de Millán Astray”, Visión de sangre, publicada en el diario madrileño de «El Imparcial», junio de 1918.

“Los montes de Alcubierre, en las provincias e Huesca y Zaragoza, fueron muchos años la guarida de la cuadrilla de bandidos capitaneada por el célebre «Cucaracha».

Los habitantes de aquella región, en especial los de Sariñena, vivían en continua congoja; los pudientes pactaron con el malhechor el precio de su benevolencia y pagaban religiosamente una contribución como garantía para no ser molestados por los feroces secuaces del ladrón “montañés”.

Protegido por los poderosos, que le temían; tolerado por los más humildes, a quienes trataba con afecto; bien recibido por los venteros, a los que pagaba con esplendidez, imperaba tranquilamente en su feudo, y la Guardia civil no podía darle caza porque brotaban confidentes que comunicaban a «Cucaracha», con precisión, las maniobras de la benemérita.

Al fin fue sorprendido un día, cogido in fraganti, haciendo armas contra los guardias; sucumbió en la lucha, terminando el vergonzoso imperio de un bandido que llegó a adquirir triste celebridad en toda la tierra aragonesa.

Varios de sus compañeros fueron condenados a presidio, y uno de los principales, por bravo y astuto, ingresó en el de…

Cuando llevaba dos años de condena fui destinado a mandar aquel penal, y al punto me contaron la historia de Ramón, encargado de la enfermería y modelo de confinados.

Aprendió el antiguo bandolero a leer y escribir, solicitó una plaza de enfermero, dióse una buena maña para cuidar a los enfermos, a quienes trataba con dulzura y cariño, que al vacar la del jefe de la sala se le confirió tan apetecido cargo, y satisfechos estaban todos de la acertada elección.

 Jamás hacía alusión alguna a la pasada vida; casi todos los reclusos recuerdan los hechos, origen de sus condenas; unos, con cínica desenvoltura; otros, lamentando su desgracia; Ramón no hablaba nunca de sus pasado, y si algún atrevido osaba recordárselo, callaba, y ante un insistente preguntar, se retiraba con prudencia, pues no daba nunca motivo para la más ligera corrección.

A los pocos meses de desempeñar la dirección del presidio sentí una mañana molestia en la garganta; a la caída de la tarde me visitó el médico, diagnosticando mi enfermedad de angina catarral aguda.

Experimentaba una incomodidad enorme, que aumentaba por momentos, y el doctor consideró necesaria la aplicación inmediata de sanguijuelas, para rebajar la inflamación que me sofocaba, congestionándome.

No pudo acudir un practicante de la capital, y ordené subiese Ramón a desempeñas sus funciones; mi pabellón estaba dentro de rastrillos y no hacía falta alguna de utilizar sus servicios.

Penetró minutos después en mi alcoba emocionado, vacilante; traía en las manos una jofaina y un frasco con los repugnantes anélidos.

En tanto que preparaba todo lo necesario para practicar la operación, yo examinaba detenidamente a aquel hombre.

Era de pequeña estatura, moreno, enjuto, frente deprimida, pelo cortado con precisión reglamentaria; mandíbula inferior muy saliente, pabellones de las orejas muy caídos, manos largas y brazos muy desproporcionados. Era muy difícil apreciar el color de sus ojos, jamás miraba de frente, bajaba la vista ante la de los demás.

Se expresaba con dificultad, temeroso de pronunciar alguna palabra inconveniente; cuando se le daba alguna orden, no contestaba nunca, la cumplía en el acto, si era urgente, con la posible prontitud; si daba tiempo lo mandaba, pero siempre bien.

Al fin, Ramón terminó su faena preparatoria y quedó callado.

-¿Podemos empezar? -le pregunté.

-Cuando disponga -respondió; y comenzó la ingrata tarea.

Con más o menos rapidez todos los bichos hicieron presa, y en tanto se ponían repletos se me ocurrió preguntar a aquel hombre tan extraño algún detalle de su vida.

Causóle mala impresión mi requerimiento, y yo le dije que si le molestaba mi curiosidad, diese por no manifestado mi deseo.

Creyó, acaso, que yo podría incomodarme, y, después de después de pasar repetidas veces la mano por su frente, dijo así:

-No sé, señor, lo que usted quiere saber; pero lo presumo por lo que todos me preguntan. Las gentes cuentan una porción de cosas de mis antiguos compañeros, que casi todas son mentiras; demasiado sé que no hacíamos bien con apropiarnos de lo que no era nuestro, pero nunca sacrificamos a un pobre, nunca derramamos sangre…, sino en casos muy necesarios.

Casi salimos a la sierra por necesidad; unos, para evitar la miseria; otros, como yo, para huir de la justicia.

Tuve una cuestión en mi pueblo; un hombre me buscaba siempre riña, y sucedió lo que era inevitable, le maté; después… hui y más tarde me uní a la partida de «Cucaracha».

No había robado nunca, no tenía historia; un tabernero, que me prestaba asilo a veces, gran amigo de aquel, me aconsejó, como única salvación, me incorporase a la partida; convencido yo de la necesidad de hacerlo, una noche me presenté y desde entonces seguí su suerte.

Contaba «Cucaracha» con recursos; muchos propietarios le proporcionaban cantidades; pero no siempre se podían recoger porque la Guardia civil no nos dejaba vivir. Entonces era preciso… robar, nunca a los pobres, repito; si las personas eran juiciosas, no se las hacía nada; si se oponían, si querían pelear, no había más remedio que aceptar la lucha, y entonces…

Ramón calló; la conversación no le impedía atender su trabajo y con solícito cuidado limpiaba mi cuello, separando alguna de las sanguijuelas que, harta de sangre se había desprendido.

Su voz se había animado; su palabra era fácil; su cabeza estaba más erguida, y yo, al ver aquella transfiguración, excitado por insana curiosidad, le rogué que siguiese.

-Recuerdo -dijo- la primera vez que me vi precisado… a hacer daño. Sabíamos que un tratante e granos regresaba a su pueblo, procedente de Huesca, que debía haber cobrado unos 12.000 reales y los traía encima. Yo fui encargado con otro, un muchacho de veinte años, para esperarle.

Escondidos tras unas matas aguardamos unas dos horas; muy poca gente cruzó el camino; cuando ya estábamos desesperanzados, sentimos pisadas de una caballería y dobló un recodo el tratante, que montaba un buen caballo y traía colocada en la delantera de la montura una escopeta.

Estaría a cinco metros de nosotros, cuando di un salto y, colocándome en medio del camino, le encañoné con mi retaco.

Era muy bravo aquel hombre; paró en firme el caballo, echó mano al arma, y al oír mi voz que le dijo: «Ríndete o te mato», la amartillo…; pero yo no le dejé concluir la operación, disparé, «dio la vuelta del conejo» y cayó al suelo, despedido por el caballo, que al verse libre, emprendía veloz carrera.

Era preciso despachar; la noche se echaba encima, podía venir gente, los guardias acaso.

Lleguéme al que ya era cadáver, ¡bien muerto estaba!, le había metido una bala en el corazón; ¡de algo me había de valer haber sido cazador!

El chaval me auxilió; buscamos en el bolsillo del chaquetón: nada; pero entre la faja había un bolso verde lleno de monedas de cinco duros, que se veía relucir entre las mallas de seda.

Cogimos el cadáver, lo escondimos en el sitio que nos había servido para ocultarnos y allí lo encontró a los tres días un pastor.

Ramón, olvidado ya de sus cortedades, accionaba con vigor, acompañando su relato con movimientos que semejaba la acción de lo que refería; su voz era llena, sus ojos despedían rayos, las manos las tenía teñidas con mi sangre; se había transfigurado.

Yo estaba verdaderamente horrorizado; sus ojos me asustaban; no sé si en aquel momento me tomaba el antiguo bandido por el tratante de Huesca; pero sí sé que, al refrescar su memoria, se había olvidado del director de la prisión.

Fijóse de repente en mi cuello, vio que la última sanguijuela se había desprendido, dirigió sus manos cubiertas de sangre a mi garganta, y al ver la acción creí que me iba a estrangular; sugestionado, sin poder impedirlo, me incorporé de repente, dirigí la mano a la mesa de noche, en cuyo cajón tenía un revólver… En aquel instante presentóse el médico del penal en la puerta de la alcoba; el penado se cuadró ante su jefe inmediato; tembloroso, aturdido, terminó su faena.

Nunca pude saber la continuación de la historia; no quise preguntarle más; cuando me veía, clavaba los ojos en el suelo, ocultaba las manos tras la espalda; si en la enfermería se practicaba una operación en que rojo líquido corría, Ramón no asistía jamás; si en las riñas, tan frecuentes entonces en los presidios, resultaba algún herido o muerto. Huía; al ver sangre se sentía bandido y los esfuerzos supremos de su voluntad no podían dominar el fatal impulso de su ser”.

trabuco

El bandolerismo continúa.

Tras la caída de Mariano Gavín Suñen muchos bandoleros continúan sus fechorías por la redolada monegrina. En los diarios de la época encontramos algunos testimonios de su actividad bandolera hasta cinco años después cuando en 1880 se pone fin al bandolerismo en la comarca de Los Monegros.

En marzo de 1875 se produce un robo de alhajas y vasos sagrados en Castelflorite, publicado en el Diario de avisos del 30 de marzo de 1875: «Sariñena 25 de marzo 1875. Sigue el escandaloso robo de alhajas y vasos sagrados. La iglesia del pueblo de Castelflorite fue despojada de todas las que existían en la noche del 9 al 10 del actual, sin que se haya traslucido la menor noticia acerca de quiénes sean los autores. Ignoro si el juzgado que instruye el correspondiente proceso habrá adquirido algún dato, pero de temores que quede en la oscuridad como ha sucedido hasta ahora en los repetidos casos de la misma índole.»

Muerte de Manuel Isabal Comín

El 13 de marzo de 1875, el medio El Imparcial (Madrid. 1867) informa de la captura de Manuel Isabal, individuo de l apartida del Cucaracha: «El alcalde de Osso, provincia de Huesca, capturó el miércoles al famoso bandido Manuel Isabal, uno de los individuos de la partida del difunto Cucaracha, y autor del secuestro del rico propietario D. Juan Ruata».

Una detención que acaba en muerte y así, el Diario de Barcelona del 1 de abril de 1875, da una detallada descripción de las circunstancias en torno a la muerte del bandolero de la partida del Cucaracha, Manuel Isabal Comín: «Alcubierre 25 de marzo. En la tarde de ayer, entre una y dos, conducía desde Sariñena a Zaragoza una pequeña fuerza de la Guardia Civil el preso Manuel Isabal Comín, compañero de glorias y fatigas del difunto Cucaracha y uno de los presuntos autores del secuestro de D. Juan Ruata, cuando al llegar al punto denominado casa de Lasierra, lindante ya con el monte del cercano pueblo de Leciñena, salieron de improviso diez o doce hombres armados que empezaron a dar voces a la Guardia civil para que soltasen el preso, haciendo al propio tiempo varios disparos, a lo que contestó denonadamente la fuerza pública, dando por resultado la muerte de Isabal, ahuyentándose los otros sin que ninguno pudiera ser habido. El juzgado municipal, que se constituyó en el sitio de la ocurrencia, volvió después de algunas horas, conduciendo el cadáver en un carro».

Propuesta de gracias

En el diario «El Tiempo» (Madrid. 1870) del 2 de mayo de 1875 se publica la aprobación de la propuesta ge gracias por la captura de los criminales de la banda del Cucaracha: «Ha sido aprobada la propuesta de gracias que ha hecho el capitán general de Aragón por la captura de criminales que capitaneaba el bandido Cucaracha.»

La muerte de Cucaracha o la partida de Alcubierre, la obra

A pocos meses de la muerte del Cucaracha y algunos de los miembros de su banda, una compañía de teatro realiza la obra “La muerte de Cucaracha” o «La partida de Alcubierre». Un cuadro episódico de circunstancias obra de autor zaragozano para la cual la empresa teatral no duda en contratar una compañía de verso, a más de ocho parejas de baile y otra italiana para un corto número de representaciones. La obra es llevada a cabo en el Salón-teatro de Novedades de Zaragoza, siendo estrenada el domingo 16 de mayo de 1875. 

El Diario de Zaragoza, 16 de mayo de 1875

En el Teatro-Salón de Novedades se pondrá en escena pasado mañana el drama de aparato titulado «El bosque peligroso o los ladrones la Calabria» con todo el atrezo y efectos decorativos que requiere su argumento.

La misma compañía está ensayando un «propósito nominado “La muerte de Cucaracha”, y la empresa, en su deseo de agradar al público, ha contratado una compañía de verso, a más de ocho parejas de baile y otra italiana para un corto número de representaciones. Oportunamente se dará al local el aspecto en armonía con la estación próxima, para lo cual la empresa no omite gasto ni sacrificio alguno.

Diario de Avisos de Zaragoza, 4 de mayo de 1875.

El domingo próximo se verificará en el teatro salón de Novedades una variada función, estrenándose “La muerte de Cucaracha”, original de un autor zaragozano.

Diario de Avisos de Zaragoza, 11 de mayo de 1875.

«La compañía dramática que funciona en el teatro de Novedades está ensayando para ponerlas en escena el próximo domingo las obras dramáticas «La muerte de Cucaracha», «Por amor y por dinero, o una aventura de Luis Candela» y otra obra nueva», la primera es de un escritor de esta capital.» 

El Diario de Zaragoza, 13 de mayo de 1875. 

Un cuadro episódico de circunstancias que se titula “La muerte de Cucaracha o la partida de Alcubierre”.

Diario de Avisos de Zaragoza, 15 de mayo de 1875.

En el Salón-teatro de Novedades se verificará mañana una función variada, representándose el popular drama «Lanuza» y un cuadro episódico de circunstancias que se intitula “La muerte de Cucaracha” o la partida de Alcubierre.» En el desempeño de la primera obra tomará parte la Srta. Vilches. La empresa ha dispuesto se regale un palco al que tome ocho entradas.

Diario de Avisos de Zaragoza, 15 de mayo de 1875.

Cuadrilla de ladrones

Banda, bandidos, bandoleros o simplemente cuadrillas de ladrones. En el Diario de Barcelona del 18 de junio de 1875 se puede leer: «Se lee en el Diario de Avisos de Zaragoza, Sena 11 de junio. Vi hace algunos días en el periódico de su digna dirección una carta de Sariñena que relataba la entrada en este pueblo de una supuesta partida carlista, pero en realidad cuadrilla de ladrones.  Constaba ésta de once o doce hombres, y apenas llegaron cogieron al alcalde obligándole a que le acompañara en su visita a las casas de los señores Lacruz, teniente alcalde Castán, juez municipal, mosén Antonio Calvo y Blas Almerge. Reunidos estos por fuerza en casa del ayuntamiento, pidieron 14 trimestres de contribución, y de allá fueron a llamar a la casa de Fernando Galindo, que se negó a abrirles  y comenzó a tocar la campana del oratorio, esto púsoles bastante en cuidado, pero sin renunciar a su primitivo intento volvieron acompañados del dicho teniente alcalde y del alguacil, provistos de hachas, con las que dieron principio a su propósito de derribar la puerta; en este momento comienzan a oír varios tiros de revólver disparados al aire desde la misma casa, y aquí fue Troya. Aturdidos y azarosos los ladrones comenzaron a consultar entre sí, y éste fue el momento que aprovecharon aquellos dos funcionarios para escurrirse disimuladamente: entonces aumentaron las vacilaciones, y cogiendo 4.0000 rs. y pico que exigieron de Castán y mosen Antonio sin detenerse a contarlos tomaron las de Villadiego a todo escape. Créese que algunos de los ladrones eran gitanos». 

Los carlistas liberan algunos bandoleros

Parece que las tropas carlistas merodearon por la comarca y el 10 de julio de 1875 invaden Sariñena por parte del ejercito carlista al mando del general Dorregaray. Diario de Barcelona del 13 de julio: «Huesca 10 de julio. En Sariñena los carlistas han cometido tropelías, y entre ellas la de más bulto, es el haber soltado los batallones valencianos a los presos de la cárcel, entre los que existían ocho o diez cómplices del bandido Cucaracha que días antes habían intentado evadirse. Las facciones todas reunidas, con sus principales jefes Dorregaray, Gamundi, Boet, Adelantado, Álvarez, Cucala, cura de Flix, Muñoz, etc. se suman un conjunto de diez u once hombres».

“En Sariñena cometieron los batallones carlistas valencianos una tropelía inicua; soltar a los presos de la cárcel, entre los que había 8 o 10 cómplices del bandido Cucaracha.

Irurac bat, 14 de julio de 1875.

Bandoleros uniformados de Guardia Civiles

El ingenio y la picaresca es sello de identidad del bandolerismo.

Diario de Barcelona del 23 de julio de 1875: «En una correspondencia de Lérida de 22 de julio se lee -Anoche entraron en el pueblo de Belver de Cinca diez hombres disfrazados con el honroso uniforme de la Guardia Civil y pidiendo al alcalde alojamiento en las casas que se designaron. Conociendo sus intenciones malévolas, el alcalde llamó a varios vecinos y se trabó una lucha de funestas consecuencias, pues aun cuando los bandidos sufrieron terrible escarmiento en la lucha, pereció el valeroso alcalde y salieron gravemente heridos el teniente y secretario del ayuntamiento».

Intranquilidad desde La Almolda

De la Almolda escriben con fecha 11 al Diario de Avisos de Zaragoza:

«La tranquilidad va siendo un mito por aquí, porque los ladrones infestan los caminos y no se podrá vivir con sosiego si esto no se ataja pronto. Lo de Cucaracha no era tan temible como van siendo las bandas de salteadores. Hoy han secuestrado a tus amigos Eusebio Samper Peralta y Agustín Peralta con su criado, cuatro hombres armados de fusiles Remington, los mismos que cometieron no ha mucho el robo en despoblado cerca de Villa-franca. Los secuestrados se hallaban ocupados en las operaciones de la trilla a las puertas de una masía y han sido trasladados à la sierra. So espora al criado con la misión de recoger el dinero del rescate.

Al mismo tiempo otra cuadrilla ha robado en la carretera de Barcelona, cerca de las ventas de Santa Lucia, a cuatro carreteros de Bujaraloz. No sé qué número compondría esta banda.

Si las autoridades de la provincia no adoptan prontas y enérgicas medidas contra estos malhechores, llegará un día en que no será prudente salir de casa. Es de todo punto preciso que se mande guardia civil.

La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXVI Número 6465 –
1875 agosto 14.

De la «apresión» del bandolero Miguel Senar Ríos, «De Diego».

Miguel Senar Ríos, alias «De Diego», miembro de la banda del Cucaracha es apresado y dado muerte el 27 de noviembre de 1875 en la localidad de Belver de Cinca.

Del Diario de Barcelona del 19 de diciembre: «De Belver de Cinca le escriben con fecha 4 al Diario de Avisos de Zaragoza. En la tarde del 27 del mes próximo pasado, habiéndose tenido noticia de que en una de las casas de este pueblo se oculta el célebre bandido Miguel Senar Ríos «De Diego», el señor alcalde Don Mariano Soldevilla Foj, asistido del teniente alcalde, el secretario y los guardias civiles del puesto Lorenzo Lacustra y Real, mientras los demás se situaban cerca  de las tapias del corral. Luego que penetró en el patio, se abrió una pequeña puerta, apareciendo, a la luz que proyectaba un candil, en primer término, el amo de la casa, y en el interior el terrible bandido, a quienes se le intimó varias veces la orden de rendirse; pero lejos de ello, con un movimiento rápido, el bandolero cogiendo su trabuco, lo disparó, hiriendo con sus proyectiles al guardia Lacaustra; pero éste, con un valor digno de recompensa, atravesó de un balazo el pecho del bandido. Mortal fue la herida; mas a pesar de ello, justificando el bandolero el terror de que era objeto en la comarca, se dirigió con ímpetu desesperado hacía el patio, con objeto de hostilizarles de nuevo; pero el guardia Real de un disparo le atravesó el cuello, quedando muerto en el acto y concluyendo así una vida de crímenes y asesinatos. El día 28 estuvo expuesto al público su cadáver hasta las diez de la mañana». 

Con fecha 2 escriben de la provincia de Huesca que el día 27 del pasado, a eso de las cinco de la tarde tuvo aviso la guardia civil del puesto de Belver, de que en una casa de dicho pueblo se encontraba Antonio Senar (a) “de Diego” uno de los bandidos de la cuadrilla de Cucaracha, cuya criminal había sido preso en Barcelona hará como tres meses, y al ser conducido a Valencia, y de esta a Zaragoza, en compañía de otro de la misma cuadrilla, llamado Joaquín Blasco, se fugaron al llegar a un pueblo de la provincia de Valencia. Encontrabase solo el guardia Lorenzo Laclaustra con dos más de sus compañeros, porque de los ocho que componen la fuerza, el cabo jefe y los restantes estaban de servicio: Laclaustra, sin perder tiempo, se personó en la casa que había insinuado estaba el Senar; y al llegar a el adentro, dando la voz de ¡alto! Pues enseguida vio que el Senar estaba en un cuarto bajo con el dueño de la casa. A la voz de ¡alto! El Senar cogió su trabuco e hizo fuego sobre Laclaustra, hiriéndole bastante gravemente en una mano; pero cara pagó su osadía, porque Laclaustra le contestó quedando muerto Senar al poco rato.

Queda pues, exterminada la partida de Cucaracha.

Crónica Meridional: diario liberal independiente y de intereses generales: Año XVI Número 4862 – 1875 diciembre 10.

De la captura y muerte de Majencias

Al integrante de la banda Majencias lo acorralan en Belver de Cinca el 27 de noviembre de 1875, donde, tras herir a un guardia civil, le dan muerte: «En la noche del 27 al 28 sorprendió la Guardia civil, en el pueblo de Belver, al célebre compañero de Cucaracha, conocido por Majencias. Al echarle el alto quiso hacer resistencia y quedo herido en un brazo un Guardia, pero el Majencias pagó con su vida su temerario propósito. Alcolea de Cinca 30 de Noviembre de 1875.» (El Diario de Huesca, 3 de diciembre de 1875).

La captura de El Víbora

El también conocido bandolero «El Víbora», igualmente conocido como el Guarnicionero de Alcolea, es apresado en diciembre de 1875 en la localidad de Castejón de Navarra.

La noticia aparece publicada en El Diario de Huesca del 21 de diciembre de 1875: «La noticia de la prisión del Guarnicionero de Alcolea (a) la Víbora, el más temible de los bandidos de Cucaracha, en cuya partida ejercía el cargo de segundo jefe, ha llenado de satisfacción a la mayor parte de los pueblos de los partidos de Fraga y Sariñena, donde no se goza aún de la tranquilidad necesaria, pues existen restos de las antiguas cuadrillas, tan temidos como lo fueron estos, y los que no desaparecerán hasta que la Guardia civil vuelva a sus ordinarios cantones y ejerza su acostumbrada y combinada vigilancia sobre los criminales”. Un solo guardia civil, que por haber servido en esta provincia conocía al Víbora, ha llevado a efecto su captura en Castejón de Navarra. El preso se halla desde la semana anterior en la cárcel de Fraga».

El mal del bandolerismo

Correspondencia de El Diario de Huesca

Albalate de Cinca 25 de diciembre de 1875. Sr. Director de El Diario de Huesca.

Muy respetable y señor mío: Como hombre de orden que me precio ser en todo sentido, estimaría se dignase V. llamar la atención, en el Diario que con tanto acierto dirige, de las Autoridades civil y militar de la provincia, excitando su celo en favor de la conveniencia de instalarse cuanto antes dos o tres puestos de la guardia civil en los pueblos de la ribera del Cinca, para poder atender a la seguridad personal y perseguir a los malhechores que, como ha dicho V. muy bien, existen en esta comarca.

Desde que en momento desgraciado se impuso a este país la cuadrilla del bandido Cucaracha, sin que les acobarde el recuerdo de la muerte de su jefe y principales secuaces, andan por aquí algunos restos que pertenecieron a aquella, los que, si no se extinguen de raíz, pondrán en el caso a las personas acomodadas de emigrar a otros puntos que ofrezcan mayor seguridad.

Triste es publicar, Sr. Director, el que en un suelo como este, fértil por excelencia, se dedican, ciertas gentes a la vida criminal y aventurera, cuando en un trabajo moderado pudieran encontrar fácil mente su subsistencia y la de sus familias; y si pena causa la expuesta confesión, el rubor asoma a las mejillas, cuando se oye asegurar que el bandolerismo huelga y se impone principalmente porque lo escusan, pues con él establecen pactos, personas que por su posición social, debieran ser las primeras en concurrir con todas sus fuerzas a exterminar un germen tan vergonzoso para este país. Valdría más que si el miedo les aconseja tan torpe conducta, cambiaran su residencia, y se evitarían esos comentarios que de tanto tiempo se vienen haciendo.

Aunémonos todos los hombres honrados sin distinción de clases ni matices políticos, demos todo nuestro apoyo moral y material a las dignísimas autoridades de la provincia, a fin de concluir de una vez con males tan desastrosos.

Le anticipa las gracias por la publicidad de estos renglones su afectísimo amigo Q. S. M. B.

Diario de Huesca, 28 de diciembre de 1875.

Eugenio Berdún Otal

Eugenio Berdún Otal es apresado en su casa de Sariñena en 1876 (García y Adell).

El bandido Juan Blasco de Osso

La sombra del Cucaracha sigue inquietando a la comarca y provincia y en esta ocasión a través del bandido Juan Blasco de Osso de Cinca.

La preocupación queda patente en una carta recogida en el Diario de Barcelona del 3 de enero de 1876: «De Belver de Cinca con fecha 28 de diciembre escriben al Diario de Huesca. Cuando en este país se gozaba de una tranquilidad inalterable, cuando los propietarios podían ir a ver sus posesiones más distantes, desde la muerte de Cucaracha y compañía y desde la desaparición posterior de otros de igual índole, ha venido a sorprendernos y a perturbar nuestra tranquilidad y reposo la aparición  del bandido Juan Blasco, de Osso, que con tres más a pocos días se fugó de las cárceles de Segorbe, al que ya se supone unido a la cuadrilla del Cerradilla en número de 14 o 16. Si bien es cierto que la Guardia Civil del puesto de Belver anda muy solícita en su busca, también lo es que el Blasco reúne muy buenas condiciones para su oficio; pues además de la mucha protección que siempre ha encontrado en sus paisanos, es conocedor del terreno, valiente, osado y atrevido, y como no ignora el funesto fin de sus antiguos compañeros, ni al que a él se le espera, será todavía más perspicaz, por cuyas razones su captura es más difícil».

Pero al parecer no es tan difícil como de un principio parecía a tenor de la noticia aparecida tan sólo tres días más tarde en el Diario Imparcial de Madrid del 6 de enero de 1876: «Ya está preso en la cárcel de Gurrea de Gállego el bandido Blásco, de Osso, «la Víbora», cuya aparición había alarmado a los pueblos de la ribera del Conca».

Curiosamente a Juan Blasco lo apodan en esta última noticia como «La Víbora» cuando siempre se le ha atribuido la identidad del Víbora al Guarnicionero de Alcolea, tal y como hemos visto anteriormente.

Demetrio Durango «El Colegial»

Demetrio Durango forma parte de la banda del Cucaracha, es apresado tras el asalto de Farlete aunque por falta de pruebas es puesto en libertad. Aún así, su paso por distintas cárceles y presidios le dan el alias del «El Colegial». Tras la muerte del Cucaracha, Demetrio Durango continúa con sus tropelías hasta que es cogido en abril de 1876 tras robar y quemar los almacenes a la viuda de Susiac en Grañén. Tras ser acorralado es dado a muerte.

Grañén 15 de abril de 1876.

Como decía a V. en mi anterior este vecindario está profundamente impresionado con el robo e incendio realizados hace dos días, sucesos bien opuestos, por cierto, al carácter del mismo.

Llamada la guardia civil del puesto de Alcubierre llegó ayer tarde reconociendo por orden de las autoridades varios edificios en los que se suponía podían encontrarse los granos robados de la señora viuda de Susiac. El registro no dio resultados y se intentó prender á Demetrio Durango a quien todo el pueblo señalaba como autor de tan crimina les hechos. No encontrándosele en casa y sabiéndose que momentos antes había salido con dirección a Almuniente, marchó en su busca la Guardia civil capturándole en dicho pueblo. Después de haber presentado bastante resistencia, al ser conducido a esta villa, en el término llamando Las Peñetas intentó por dos veces fugarse, por lo que la fuerza que lo guardaba se vio obligada a hacer fuego, dejándole muerto al querer salvarse.

Este sujeto era conocido en el pueblo con el mote de El Colegial debido a haber estado en presidio, en varias ocasiones, 22 años, de los 40 de edad que contaba. Se le señalaba como uno de los más activos y decididos socios de Cucaracha, habiéndole hecho preso los honrados voluntarios de Alcubierre cuando el robo de Farlete, sí bien logró probar su inocencia.

Esperamos que la muerte de Durango no evitará que se descubra a los cómplices, que la opinión supone tuvo en su última jornada. Esta comarca estará siempre reconocida al servicio que han prestado las autoridades de Grañén, en especial el Juez y Secretario municipales y la Guardia civil del puesto de Alcubierre, cuya conducta es digna de todo encomio. —M.

Diario de Huesca, 18 de abril de 1876.

La guardia civil de Alcubierre ha captura do en Almuniente a un tal Durango, compañero que fue del famoso bandido Cucaracha, a quien se atribuye el robo o incendio de unos almacenes en Grañén, de que hemos hablado. Al ser conducido a esta villa el preso, intentó dos veces fugarse, por lo que la fuerza se vio obligada a hacer fuego, dejándole cadáver. Este individuo, conocido por el Colegial, había estado veintidós años en presidio.

El Globo (Madrid. 1875), 21 de abril de 1876, n.º 386.

Intentos de recomponer la banda

Hay quienes se echan al monte y particularmente a la sierra de Alcubierre tratando de recomponer la banda del Cucaracha, o tal vez es su única salida.

Auxiliados los guardias por la autoridad local se consiguió avisar a los jefes de los puestos de Candasnos y Sena logrando capturar a aquellos sujetos en la madrugada del día 14, en las inmediaciones del último de los nombrados pueblos.

«La Guardia-civil ha prestado un gran servicio pues parece averiguado: que los detenidos se dirigían a la sierra de Alcubierre, con el propósito de formar una cuadrilla y Servir de objetivo a los restos dispersos de la de Cucaracha qué todavía viven en el país.»

Diario de Huesca, 21 de julio de 1876.

La continua inseguridad no hace más que volver a reclamar y reclamar la presencia de medios, de la guardia civil para garantizar la seguridad en la zona.

«Hay provincias en que sobra mucha guardia civil y en la de Huesca falta, especialmente en los partidos de Sariñena y Fraga que tan bue nos servicios ha prestado constantemente para extinguir de raíz la mala semilla que produjo la tan famosa como de triste recuerdo cuadrilla del Cucaracha.»

Diario de Huesca, 22 de julio de 1876.

La captura de Mayarito

Mayarito es capturado y dado a muerte en septiembre de 1876 en Pina de Ebro: «Ha sido muerto en Pina el ladrón Mayarito, de la cuadrilla de Cucaracha. Parece que hace pocos días acometió a un vecino de Gelsa en el camino de Almolda, exigiéndole 8.000 reales; y manifestando que no los tenía lo llevó a un cerro próximo donde le apuntó con su trabuco, pero no salió el tiro. Entonces se armó una lucha entre los dos, siendo despeñado por el cerro y muerto Antonio Salvador Mayarito» (Correspondencia de España, Madrid 9 de septiembre de 1876).

«Ha sido muerto en Pina el ladrón Mayarito, de la cuadrilla de Cucaracha. Parece que hace pocos días acometió a un vecino de Gelsa en el camino dé Almolda, exigiéndole 8000 rs., y manifestando que no los tenía lo llevó a un cerro próximo donde le apuntó con su trabuco, pero no salió el tiró. Entonces se armó una lucha entre los dos, siendo despeñado por el cerro y muerto, Antonio Salvador (a) Mayarito, quien hace el número once de los antiguos compañeros de Cucaracha que han terminado sus días de un modo parecido. Pero aún quedan en esta provincia bastantes sujetos que estuvieron afiliados a la cuadrilla, que por otro tiempo fue el terror de los partidos de Fraga y Sariñena pues sabido es que era numerosa y que su complicada organización avanzada muchos pueblos.»

Diario de Huesca, 12 de septiembre de 1876.

Tomado de EL DIARIO, correspondiente al día 12 de Septiembre de 1876. Huesca.—En Pina fue muerto el ladrón Mayarito, de la cuadrilla de Cucaracha. Parece que acometió a un vecino de Gelsa en el camino de Almolda, exigiéndole la cantidad de 8.000 reales, y manifestándole que no los tenía lo llevó a un cerro próximo donde le disparó con el trabuco; no saliendo el tiro. Entonces se armé, una lucha entre ambos, siendo despeñado por el cerro y muerto el bandido quien hacia el numera once de los amigos de Cucaracha que terminaron sus días de un modo parecido.

Diario de Huesca, 11 de septiembre de 1909.

Inseguridad

Las quejas se repiten en los medios de la época y son continuas las muestras de inseguridad ante los continuos robos.

Sariñena, 7 de octubre.

Comienzan a dejarse sentir los efectos del mal año y los del triste legado que nos dejó en este país la funesta cuadrilla de Cucaracha. Ayer a las dos de la tarde, poco más o menos, fueron desvalijados de dinero, armas y relojes, en el monte de Cajal inmediato a esta villa, unos feriantes que regresaban de Alcolea, sin que afortunadamente fueran mal tratados de obra por los tres cacos que, según cuentan, iban armados con pistolas de dos cañones, tremendos puñales y demás adminículos consiguientes a estas caritativas obras.

Diario de Huesca, 10 de octubre de 1876.

Es lo cierto que la tranquilidad moral no existe en la parte baja de la provincia, por abrigarse el convencimiento de que en ella se esconde la mala semilla que produjo en otro tiempo tan abundantes frutos en secuestros, robos, asesinatos y atropellos de todo género.

Diario de Huesca, 24 de octubre de 1876

Captura de bandoleros en Santander

En marzo de 1877 son detenidos en Santander tres individuos sospechosos de haber pertenecido a la banda del Cucaracha.

Dice La Correspondencia que han sido capturados por la guardia civil de Santander tres sujetos en quienes recaen sospechas de haber pertenecido a la cuadrilla de bandoleros que mandaba Cucaracha.

Mucho dudamos que los detenidos hayan pertenecido a la cuadrilla de Cucaracha pues que la mayor parte de sus individuos y cómplices u han tenido precisión de marchar a tierras tan lejanas a continuar sus fechorías.

Diario de Huesca, 7 de marzo de 1877.

Secuestro a Marcellán

«De Sariñena escriben a La patria que en la tarde del 14 del corriente fue secuestrado por una cuadrilla de cinco malhechores D. Mariano Marcellán, vecino de Lanaja, provincia de Huesca, exigiendo por su rescate la cantidad de dos mil duros. El secuestrado ha permanecido en las asperezas de la sierra llamada de Alcubierre, sitio que en época no lejana sirvió de guarida al tristemente célebre Cucaracha y a su no menos renombrada cuadrilla, hasta que la familia de aquel ha entregado una cantidad alzada.

Ya verán ustedes como los malhechores no son descubiertos.»

Crónica de Badajoz: periódico de intereses morales y materiales, de literatura, artes, modas y anuncios: Año XI Número 956 – 1877 abril 23.

El Farineza

Agustín Alamán Corvinos, El Farineza, lugarteniente del Cucaracha continua sus andanzas tras la muerte del Cucaracha. Parece ser que escapa de la matanza de febrero de 1875 en Lanaja.

El 25 de septiembre de 1877, el Diario de Huesca da cuenta de su presencia por Sariñena «Ayer oí asegurar qué en el término municipal de uno de los pueblos de este partido había aparecido una cuadrilla de malhechores capitaneados por un tal Alamán (a) Farinezas, individuo que fue de la partida de Cucaracha. No sé si será verdad su aparición, pero hasta ahora no se ha confirmado oficialmente.» Hecho que parece confirmarse días más tarde, el 27 de septiembre de 1877, por la Correspondencia de España: «Parece que los tres o cuatro malhechores, entre los cuales figura un tal Alamán «Farineza», procedentes de la partida carlista que mandó el célebre Cucaracha, han tratado de sorprender una casa de campo en el término de Sariñena».

«Parece que los tres o cuatro malhechores, entre los cuales figura un tal Alamar (a) Farinazas, procedente de la partida carlista que mandó el célebre Cucaracha, han tratado de sorprender una casa de campo en el término de Sariñena.»

La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXVIII Número 7235 – 1877 septiembre 26.

Cayó que hacer. – Se ha confirmado la aparición en Sariñena (Huesca) de una partida de latrofacciosos recién llegados de Francia, capitaneados por el célebre bandido Farinazas, compañero de glorias y fatigas del no menos célebre cabecilla carlista Cucaracha.

Suponemos que la Guardia Civil dará pronto cuenta de ellos pero entre tanto ¡desdichados los que caigan por su banda!.

 El Graduador: periódico político y de intereses materiales: Año III Número 1070 – 1877 septiembre 30.

Hasta su captura el 11 de octubre de 1879, cuando Farineza es atrapado siendo uno de los últimos hombres de la partida del Cucaracha «Captura.- La guardia civil de la villa de Biescas, provincia de Huesca, ha preso al famoso criminal Agustín Alaman (a) Farinero, otro de los que componían la partida que por espacio de algún tiempo mandaba el célebre bandido Cucaracha. El Alaman viajaba con nombre supuesto como pobre, siendo socorrido con dos reales diarios en el pueblo donde pernoctaba. Fue detenido al dirigirse a la vecina república.» (La unión democrática: diario político, literario y de intereses materiales: Año I Número 130 – 1879 octubre 18).

Criminalidad consentida

«El bandolerismo, que tantas veces hemos repetido contaba aun con ocultos pero decididos y funestos elementos en la parte baja de la provincia, ha asomado de nuevo la cabeza en la comarca de Sariñena, tal vez en los términos de los mismos pueblos contiguos a la sierra que fueron en otro tiempo teatro de las principales hazañas de Cucaracha y de guarida para el terrible bandido y sus secuaces, guarida, en no pocas ocasiones, respetada y hasta escudada por las gentes del país, dominadas unas por el terror, mientras otras, las que debían dar contrario ejemplo, según es fama, hacían uso de una libertad comprada mediante pactos criminales y amigables transacciones con el jefe de los ladrones y secuestradores y consentido y respetado señor del territorio.»

Diario de Huesca, 26 de septiembre de 1877.

Cunde la intranquilidad

Castejón de Monegros 13 de junio

Cunden la intranquilidad y la alarma á influjo del recuerdo del bandolerismo que durante cuatro o cinco años aterró a este país que estuvo dominado por Cucaracha y sus numerosos secuaces, imponiéndose y trastornándolo todo desde las exigencias del trato social hasta el tráfico y movimiento agrícolas, en forma que además de rebajar no poco el prestigio de las autoridades que tienen el deber de garantizar la seguridad individual de los ciudadanos, fue un demérito para los mismos pueblos a quienes tanto sobrecogieron las fechorías de aquellos malhechores. Y se ha evocado tal recuerdo ante la afirmación de que la vecina sierra vuelve a ser madriguera de gentes sospechosas y que en ella se ocultan cinco o seis hombres armados, que algunos hacen ascender a nueve, con el propósito de iniciar una serie de aventuras criminales parecidas a las del tristemente célebre bandido Cucaracha. No puedo asegurar la existencia en la sierra de Alcubierre de tales gentes, aunque personas dignas de todo crédito sostienen que algunos conocidos hacendados han recibido ya intimaciones para la entrega de caudales, y se nota ya que muchos se abstienen de ir al campo y de discurrir con la libertad que lo hicieron en los últimos años.

Diario de Huesca, 15 de junio de 1879.

Segundo secuestro a Mariano Marcellán

Diario de Avisos de Zaragoza del 14 de julio de 1880. «A las siete de la noche fue secuestrado anteayer en la sierra de Lanaja, el vecino de esa villa D. Mariano Marcellán. El hecho tuvo lugar a la sazón en que se hallaba el propietario referido en uno de sus campos, acompañado de un solo dependiente. Los dos ladrones que le intimaron la rendición y que le dispararon un tiro, aunque por fortuna, sin herirle, se supone que son los que vagan hace un mes por la sierra de Alcubierre. Una vez apoderados los ladrones del señor, enviaron a un criado una carta, para que la familia de aquél entregase como precio de rescate seis mil duros. Según nuestras noticias, pudo al fin conseguirse la libertad a la mañana siguiente, mediante la entrega  de seis mil reales. Esta es ya la segunda vez que el propietario referido ha sido secuestrado en la mencionada propiedad, según carta que nos envía nuestro corresponsal en Lanaja».

Los secuestradores de Huesca

Está bastante adelantada la trilla: la cosecha es más que regular; puede considerarse casi como buena en atención a los precios que alcanzan los granos.

Y aquí terminaría ya está caría si no hubiera de comenzar a ocuparme de un asunto de la mayor importancia para esta comarca: me refiero al bandolerismo, que se ha enseñoreado de ella como en los tiempos del tristemente célebre Cucaracha.

La prensa se ocupó días pasados del secuestro del Sr. Marcellán, vecino de la villa de Lanaja, en cuyo término municipal impera la ya numerosa cuadrilla de bandoleros que tienen amedrentados a estos pueblos, principalmente a Lanaja. de donde son la mayor parte de aquellos y donde tienen el más decidido apoyo, hasta el punto de que estas últimas noches se les ha visto aproximarse a las eras de la población.

Excusado es decir a Vd. que ninguno de los propietarios que están haciendo la trilla en las masadas ó casas de campo, se atreve a salir a ver a sus trabajadores, en la seguridad de que serían secuestrados.

Es sensible y altamente vergonzoso este estado de cosas, y ofrece seguir empeorando, y ruego á Vd. en nombre del país que llame sobre él la atención en su popular Diario, al que tendré al corriente de lo que ocurra, prometiendo darle más detalles y noticias en las sucesivas cartas que, si no cae en poder de los secuestradores, ha de continuar escribiéndole su amigo.

T.S.
La Fe (Madrid. 1876), 2 de agosto de 1880.

Manuel Maza Lacasa

Manuel Maza Lacasa, quien de joven protagoniza el último capítulo del bandido Cucaracha, llevando el vino el día de la muerte de Mariano Gavín, acaba como capitán de bandoleros.

El fin del bandolerismo en Los Monegros

Cinco años después de la muerte de Mariano Gavín Suñen, el bandolerismo en la comarca de Los Monegros continua siendo un grave problema de orden social. Así siguen apareciendo noticias en diferentes medios de la época. La Provincia de Huesca, 10 de agosto de 1880: «Escriben de Lalueza que a pesar de la activa y extrema vigilancia de la Guardia Civil, es lo cierto que en aquella comarca se ha instalado una banda de malhechores, que no parece fácil de ahuyentar y que es fuerza sin embargo que desaparezca. En dicho pueblo no se puede salir a las afueras sin riesgo, pues hay quien asegura que varios vecinos la han visto a un cuarto de hora de distancia por el día, y por la noche a algunos de sus individuos por las calles». Correspondencia de España de Madrid, 12 de agosto de 1880: «Continúa la alarma en Alcubierre, Lanaja y Lalueza, a causa de vagar por aquella comarca algunos secuestradores. Se están haciendo batidas para capturar a los criminales». 

«Parece ser cierta la aparición de siete forajidos que, en cuadrilla, recorren las sierras de Alcubierre y el Sisallar, así como el monte de Fraga. Entre ellos se hallan dos compañeros del tristemente célebre Cucaracha y otros dos que hace poco tiempo ejecutaron un homicidio. La guardia civil les persigue sin tregua ni descanso, pero como los citados bandidos son tan prácticos en el territorio donde tienen sus guaridas, ha de costar mucho conseguir su captura.»

Diario de Huesca, 2 de enero de 1882.

«La Guardia civil de la provincia de Soria ha capturado tres sujetos, en quienes recaen sospechas de haber pertenecido a la partida de ladrones que mandaba el célebre bandido Cucaracha.»

El Imparcial (Madrid. 1867), 5 de marzo de 1877.

Aún en 1891, por Real Orden de 4 de septiembre de 1891se pone en vigor para las tres provincias aragonesas y para la de Lérida la «Ley de Secuestros” de 8 de enero de 1877. Una ley inicialmente únicamente pensada para ser aplicada en los distritos militares de Andalucía y Granada, Ciudad Real y Toledo, donde el bandolerismo era endémico, castigando los secuestros con penas de cadena perpetua o muerte, otorgando su jurisdicción a la autoridad militar mediante un Consejo de guerra permanente (Masaveu, 1963).

En el siglo XX se pone fin al bandolerismo en Los Monegros, dejando atrás episodios trágicos pero que con el paso del tiempo han dado lugar a una de las mayores leyendas del bandolerismo español: El Bandido Cucaracha. Es una historia llena de aventuras y anécdotas, de sorprendentes episodios llenos de inteligencia y astucia, de sucesos por descubrir. Mariano Gavín Suñen es una gran figura, un personaje para la historia.

«Durante diez y siete meses, he dedicado toda mi actividad al estudio del estado moral de algunas comarcas del alto Aragón, y puedo asegurar a V, sin temor de equivocarme, que el germen del bandolerismo existe y que es necesaria una perseverancia y una fuerza de voluntad a toda prueba, si se ha de impedir que fructifique la semilla que el tristemente célebre Cucaracha ha dejado en ese país.»

Diario de Huesca, 10 de marzo de 1877.

A la memoria de todas las víctimas, muy especialmente a Mariano Gavín Suñen y a todas las personas que, nadando a contracorriente, con solamente intentarlo, han conquistado la libertad.

 Sierra alante Cucaracha

Sierra alante cucaracha

por olvidadas estepas

de sabinas solitarias

galopante bandolero

forajido monegrino.

Sierra alante Cucaracha

por vagos horizontes

y oscuros paramos,

negro bandolero

por los montes de monegros.

Sierra alante Cucaracha

forajido bandolero

por los rabiosos secanos

donde la libertad

guarda tu memoria.

Sierra alante Cucaracha

por la sierra de Alcubierre

Mariano Gavín Suñén

siempre “El Cucaracha”.

«A los sesenta años de la muerte de Mariano Gavín Suñén, “El Cucaracha”, otro Gavín de Alcubierre muere abatido por los disparos de la policía en Zaragoza». Alberto Lasheras recoge la historia de José Gavín Casáus «El Maño»: «El siglo XIX fue testigo de las acciones del bandido “Cucaracha” y en la primera mitad del XX, fue noticia uno de sus parientes, militante de la FAI y activista de la CNT». Otro Gavín de Alcubierre. 

Cucaracha, bandolerismo y carlismo

El carlismo es un movimiento político tradicionalista y monárquico que defendía una rama distinta borbónica en la línea sucesoria durante la segunda mitad del siglo XIX. Su oposición lleva a confrontar dos guerras civiles españolas, una primera entre 1833 – 1840, una segunda entre 1846- 1849 y una tercera entre 1872 – 1876. La tercera guerra carlista sirve de trasfondo en la época de mayor intensidad del Cucaracha y su banda, sin olvidar la primera y segunda guerras carlistas habían dejado un contexto de guerra, inestabilidad e inseguridad políticamente y socialmente en España.

Así, durante el periodo de actuación de la banda del Cucaracha coincide con partidas carlistas que actúan realizando enfrentamientos y también sabotajes desestabilizando el país. Por ello no es de extrañar que partidas de bandoleros llegasen a ser confundidas con carlistas como publica el Diario de Barcelona del 18 de junio de 1875 donde se puede leer: «Se lee en el Diario de Avisos de Zaragoza, Sena 11 de junio. Vi hace algunos días en el periódico de su digna dirección una carta de Sariñena que relataba la entrada en este pueblo de una supuesta partida carlista, pero en realidad cuadrilla de ladrones. 

También es el caso contrario, como en la ocasión que la banda se hace pasar por una partida de carlistas para asaltar los pueblos de Villanueva de Sigena y Farlete en junio de 1873. Lo cierto es que debe existir una cierta connivencia, hasta el punto que en alguna ocasión, tal y como hemos apuntado anteriormente, miembros de la banda son liberados por fuerzas carlistas: “En Sariñena cometieron los batallones carlistas valencianos una tropelía inicua; soltar a los presos de la cárcel, entre los que había 8 o 10 cómplices del bandido Cucaracha» (Irurac bat. 14 de julio de 1875).

Incluso la banda llega a ser contabilizada como «partidarios carlistas» y de esta forma lo recoge El Globo (Madrid. 1875) en su edición del 23 de febrero de 1876, n.º 328 «Como dato curioso para la historia, merece trascribirse el que hallamos de un colega, que publica los nombres de los diferentes partidarios carlistas que han figurado en la actual guerra civil: Cucaracha: Alcubierre (Huesca) 100.»

Cucaracha en la toponimia monegrina

La memoria de Cucaracha ha quedado plasmada en la toponimia monegrina, aunque algunas presentan dudas tanto en su ubicación como en su correcta denominación.

En el mismo Alcubierre, en el ICE Aragón (Infraestructura de Conocimiento espacial de Aragón) recoge el topónimo «Cucaracha» y «La Cucaracha» de acuerdo a distintas fuentes, como «Cucaracha» en el mapa 1:25.000 y en el repertorio de Huesca y «La Cucaracha» en el mapa 1:25.000 y en el Nomenclátor BCN25. El punto señalado por ICE Aragón lleva por coordenadas 41.729638995570454, -0.479908965494247.

La zona correspondiente es en plena sierra de Alcubierre lindante con el monte de Perdiguera, entre el camino de san Caprasio y el barranco de san Caprasio, cerca de su cumbre y, de alguna manera, entre Monteoscuro y san Caprasio. Parece corresponder también a la zona denominada «Mata de Cucaracha» Mapa 1:25.000; topónimo recogido también en el monte de Perdiguera.

Sin embargo, para Ángel Lacruz, gran conocedor de la micro toponimia de la sierra de Alcubierre, esta zona verdaderamente corresponde a los Galachos del Almoldano, junto a la filada que baja donde se encuentra la caseta del Susano. De acuerdo con Ángel Lacruz,  muchos topónimos están cambiados de lugar y no figuran correctamente.

Más al norte, en Perdiguera aparece recogido el paraje de «Mata de Cucaracha», una zona que, de acuerdo con la descripción que hace Constantino Escuer, es muy densa de vegetación. La referencia del topónimo igualmente es recogida en ICE Aragón cuyas fuentes responden a Nomenclátor BCN25 y Nomenclátor IGN, además de aparecer recogido en el visor del SIGPAC. Constantino sitúa la zona justo encima, al norte de Puchinebro, «mi padre, siempre que pasábamos por allí me decía que en tiempos se escondía Cucaracha en una pequeña caseta que allí había y lo situaba donde te marco, que es precisamente enfrente de donde sale el de Alcubierre».

La zona lindante a la «Mata del Cucaracha, ya en el monte de Alcubierre, en palabras de Ángel Lacruz tampoco corresponde a «Cucaracha» sino a los Gallos o al Carrascal. Pues en el monte de Alcubierre, según Ángel Lacruz, únicamente se encuentra la zona  denominada «Fajas del Cucaracha», subiendo al pozo Pablico por el camino «Barranco de san Caprasio», siendo la única micro toponimia, en Alcubierre, que tenga constancia con referencia al «Cucaracha».

Cucaracha, figura de cera

Curiosa noticia acerca de la vandalización de una colección de figuras de cera con la ocasión de una exposición en la feria de Sariñena en 1882. La noticia aparece en «El Movimiento: diario democrático y de intereses materiales del Alto-Aragón» (órgano del Partido-Democrático-Progresista de Huesca: Año III Número 411) del 9 de abril de 1882. Las figuras de cera respondían al Cucaracha, al Zerrudo, al cura de Santa Cruz y el asesino en serie francés Jean-Baptista Troppmann:

«En la feria actual de Sariñena hay una colección de figuras de cera (¿), entre las que están las de Toppman, el cura de Santa Cruz, Cucaracha, el Cerrudo y compañía; es casi una completa colección de bandidos. Ignoramos si estarían vivas las figuras, pero es lo cierto que hace pocas noches unos cuantos matracos arremetieron contra la puerta del local donde se hallaban las tales figuras de cera, destrozándola y rompiendo los rótulos. Arrancaron una cerraja solamente, que si llegan a quitar las dos que había, entran en el local de la exposición y vuelven a guillotinar y a fusilar a todos los otros celebres facinerosos.

Lo mejor del caso es que tampoco ha podido averiguarse quienes son los autores de este atentado.

Mucho duermen los serenos en Sariñena.»

Entrevista a Paco Paricio, de los titiriteros de Binéfar

Reflexiones en torno a la figura del Cucaracha con motivo del 150 aniversario de su muerte.

Bibliografía:

Zancarriana w