La labor de un docente silenciada con las armas.
Por Costán Escuer.
Victoriano Tarancón Paredes.
Era sabido en Perdiguera que Victoriano Tarancón Paredes, maestro de la escuela de niños en el curso 1935/1936, había sido fusilado en el verano tras el final del curso, pero se pensaba que, como les ocurrió al secretario del ayuntamiento Felix Lamata Sanz y al médico Martín Serrano Díaz, dicho fusilamiento se había producido en Torrero.
En octubre de 2017 se pusieron en contacto conmigo desde la asociación memorialista de Soria “Recuerdo y Dignidad”, para comunicarme que se había encontrado en Cobertelada (Soria) una fosa que contenía los restos de cinco maestros asesinados después de ser sacados de la cárcel de Almazán. Los maestros, asesinados según iban bajando de la camioneta que los trasladaba, eran: Eloy Serrano Forcén de 22 años, maestro de Cobertelada; Victoriano Tarancón Paredes de 26 años, maestro de Perdiguera; Elicio Gómez Borque de 23 años, maestro de La Seca; Hipólito Olmo Hernandez de 42 años, maestro de Ajamiel y Francisco Romero Carrasco de 57 años, catedrático de la Escuela de Magisterio.
Tres años más tarde de esta comunicación, en noviembre de 2020, la forense y criminóloga Mª Monserrat del Río, miembro de esta asociación, me pide información sobre el paso de Victoriano por Perdiguera y si podría contactar con algún alumno suyo que todavía estuviera en condiciones de hablar de su maestro. El objetivo era escribir un libro que narre las historias de estos cinco maestros y a la vez sirva de homenaje a su memoria. De estas inquietudes surge el libro “A la sombra del cenacho. La fosa de los maestros” y del capítulo que Monserrat escribió sobre Victoriano podemos saber la trayectoria vital de este maestro, servidor de la república y docente comprometido con la enseñanza en su más amplio sentido.
Victoriano, que era el mayor de diez hermanos, nació el 26 de agosto de 1909 en Baraona (Soria), un pueblo de 606 habitantes en el que tan solo sabían leer y escribir un tercio de su población. Sus padres hicieron un gran esfuerzo económico para que pudiera cursar los estudios de magisterio y Victoriano consigue el título que le habilitaba como maestro nacional en verano de 1927.
Tras varios cursos impartiendo clases como interino, aprueba el tercer ejercicio de la oposición para el ingreso al Magisterio en abril del año 1932, siendo nombrado maestro titular de Perdiguera para el curso 1935/1936.
Terminado el curso y ya comenzada la guerra civil, se marcha a su pueblo, Baraona, para pasar las vacaciones en compañía de su familia.
Tenemos una imagen suya proporcionada por las hijas de un primo que se exilió en Argentina. Por el testimonio de estos familiares, se pudo saber que Victoriano fue detenido – el 3 de agosto de 1936 según consta en el libro del registro penitenciario de Almazán – cuando se encontraba en compañía de sus hermanos pequeños sentado en el umbral de la puerta de su casa.
Su final, ya se sabe, fue sacado de esa cárcel tres semanas más tarde, el 25 de agosto, la víspera de su 27 cumpleaños y trasladado con los otros cuatro maestros hasta el lugar donde lo asesinaron y enterraron.
Fosa de Cobertelada (Soria).
Pero tras su muerte todavía ocurre un hecho absolutamente deleznable. El 30 de diciembre de 1939, pasados más de tres años desde su asesinato, en el expediente de la Comisión Depuradora del Magisterio de la provincia de Zaragoza, se estampa el sello de “resuelto”.
Este expediente recoge la información del alcalde de Perdiguera, quien en un durísimo documento, dice que nada puede decir de su actuación en la escuela, pero que era íntimo amigo del alcalde del Frente popular, del médico y del secretario del ayuntamiento (recordemos que el médico y el secretario fueron fusilados y que el alcalde, condenado a muerte, se salvó en el último momento), considerados los dos últimos como elementos peligrosos y recomienda que no vuelva a ejercer en este pueblo.
Más suaves son los informes del párroco y del sargento de la guardia civil, quienes destacan que a pesar de su laicismo profesaba un gran respeto hacia la religión, habiendo asistido en ocasiones a actos religiosos y que era un buen docente, aunque de ideas avanzadas. Incluso dicen que en el capítulo de la conducta moral se había comportado discretamente.
En consecuencia, el 13 de junio de 1939, como paso previo a la resolución de ese expediente, se determina su separación definitiva del cuerpo y la baja en el escalafón. Todo esto cuando Victoriano ya llevaba casi tres años bajo tierra.
Pude hablar a finales el año 2020 con los dos únicos alumnos de Victoriano que quedaban vivos: Isidoro Alfranca y Federico Gracia.
Los dos reconocieron inmediatamente a su maestro cuando les enseñé la foto.
Federico, que en aquel curso tenía seis años, por ser tan pequeño no tenía muchos recuerdos sobre las enseñanzas de Victoriano, pero sí me dijo que era una persona muy amable que, a diferencia de otros maestros, no gritaba y nunca pegó a nadie.
Isidoro, que ya tenía once años cuando le dio clase Victoriano, lo primero que me dijo cuando le conté que habían aparecido sus restos en una fosa común fue: ¡Pero cómo pudieron matar a ese maestro…! Todo lo que aprendí en la escuela se lo debo a él. Tenía una paciencia infinita, explicaba las cosas las veces que hiciera falta y acostumbrados como estábamos a recibir bofetadas con el anterior maestro nos sorprendió que no pegase nunca a nadie. Era un magnífico maestro y muy buena persona. Cómo lo pudieron matar… me volvió a decir apesadumbrado, nunca nos habló nada de política.
Estos testimonios de quienes fueron sus alumnos, son un reconocimiento a la labor docente de Victoriano y suponen el mejor homenaje que puede hacerse a un maestro preocupado por dar a sus alumnos la mejor educación para hacer de ellos personas cultas y con juicio crítico.