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Lidia Berdejo Escanilla, gaitera del dance de Bujaraloz


Nació en Bujaraloz en 2002 y vivió allí hasta los 16 años cuando se fue a vivir a Zaragoza buscando oportunidades para estudiar música. Posteriormente se mudó a Pamplona a estudiar la carrera de Piano Jazz, que no terminó, y actualmente reside en Salamanca, donde estudia la carrera de Etnomusicología. Desde hace unos años es una de las gaiteras del dance de Bujaraloz.

Lidia Berdejo con Mila Dolz.

Mis recuerdos de infancia en Bujaraloz son agridulces. Por una parte todos conocemos las virtudes que tiene el crecer en un pueblo, pero por otro lado, está la inmensa soledad que se puede llegar a sentir creciendo en un lugar donde el círculo social disponible, que es muy limitado, te rechaza.

Desde que me fui de allí mi vínculo con mi pueblo ha estado limitado a mi familia y al folklore.

Mis inicios en la colla del dance fueron como danzante con unos 12 años, antes de empezar a tocar la gaita, que aprendí a tocar con 16 años. Desde entonces he formado parte de los gaiteros de Bujaraloz junto a Mila, Chusé y el intermitente Martínez.

Mi gaita se la compré a Pablo Morales, un luthier de Caspe, y más adelante compré un clarín en Tremol.

Para mí, acostumbrada al piano, donde el único contacto físico con el instrumento son las yemas de los dedos, tocar y estudiar gaita es una experiencia totalmente opuesta. Hay que abrazar la gaita con fuerza para que suene. En un brazo está el boto, en otro el bordón, y entre las manos el clarín y la bordoneta, y consigues sentir la vibración del sonido en tu cuerpo, además de notar en las yemas de los dedos cómo pasa el aire por dentro del clarín. Sensaciones que con el piano no son posibles de experimentar.  Aparte de todo el tiempo que se debe invertir en cuidar y ajustar las cañas, que al fin y al cabo también es tiempo que le dedicas al instrumento aunque no sea tocando, y de nuevo ese tipo de relación tan personal no se puede tener con el piano.

Además, la gaita no sólo me conecta con mi cuerpo sino que siento que me conecta a la historia y me conecta a mi tierra, de la que siempre había renegado. Comencé a tocar la gaita el último año que viví en Bujaraloz, sabiendo que al año siguiente ya no iba a estar ahí. Decidí aprender este instrumento que veía como tan característico nuestro para intentar sentir algún tipo de pertenencia al lugar donde crecí y del que nunca me llegué a sentir parte.

Comencé aprendiendo con Chusé, el otro gaitero del pueblo, y seguí estudiando en la Escuela Municipal de Música de Zaragoza con Mario Gros, con quien mantengo relación y al que le guardo mucho cariño.

Para mí uno de los momentos que más orgullosa me hacen sentir como gaitera es cuando alguien ajeno al mundo del folklore, que llega con prejuicios sobre la gaita por la representación que se le suele dar de instrumento desagradable y estridente, escucha mi gaita y se queda maravillado por su sonido y la música que sale de ella.

Creo que el sonido continuo es un elemento que fascina a todas las culturas, ya que encontramos instrumentos con esta característica en todo el mundo. Ya sea por la propia construcción del instrumento, como es el caso de la gaita o la zanfona, o por el uso de respiración circular, como por ejemplo la alboka. Creo que es lógico que al ser humano le cautive este sonido continuo, pues por nosotros mismos no somos capaces de producirlo, y al escucharlo parece algo mágico. Además la gaita tiene ese otro elemento cautivador que son los bordones, que le da ese cuerpo tan característico y envolvente al sonido.

Para mí el dance significa historia. No es la historia que se enseña en clase, pero es la historia directa de mis antepasados. Me resulta muy emotivo pensar en qué debía sentir el pueblo en los siglos pasados cuando llegaban las fiestas y llegaban los días de dance, teniendo en cuenta el escaso acceso a la música de la gente durante el pasado, y el gran sentimiento religioso que debía producir esta representación.

Una tradición y un lugar de Los Monegros.

Siempre me ha fascinado la historia de que antiguamente, durante el baile de la gaita en la Virgen de las Nieves en Bujaraloz, hacían tocar al gaitero desde una bodega para que el sonido de la gaita saliese a través de las rendijas, y gracias a la acústica de la bodega, se pudiera escuchar por toda la calle.

Los García Arilla


Por Nieves García-Arilla Oliver.

El 16 de julio de 1936, Andrés García Blasco, Longares 1896, y su mujer Olimpia Arilla Gasituaga, Villafranca de Ebro 1897, emprenden un viaje en tren desde Villanueva de Gállego, donde él era secretario del ayuntamiento, hasta el pequeño pueblo zaragozano de Tiermas. El matrimonio, como en años anteriores, pasaba sus vacaciones estivales en el balneario donde Andrés intentaba recuperarse de una salud con la que siempre andaba a vueltas.

Tiermas y su balneario, hoy inundado por el embalse de Yesa, se publicitaba así en la prensa de la época: “Curaciones maravillosas de reumatismo, gota, parálisis, sífilis y enfermedades de los bronquios, matriz y corazón. Las únicas en España que, por su abundantísimo caudal, permiten tomar los baños en agua corriente por su temperatura de 41 grados en el punto de emergencia y 38 en las pilas y piscinas”[1].

Andrés García Blasco

El levantamiento militar del 18 de julio de 1936 les sorprendió en el pequeño y tranquilo pueblo de Tiermas. Las noticias llegaban confusas a través de la radio del balneario y el matrimonio empezó a estar intranquilo. La situación era de incertidumbre y desconocían el alcance de las consecuencias, los acontecimientos se iban sucediendo y no eran tranquilizadores, sus hijos de 9 y 11 años estaban a cargo de los abuelos paternos en Villanueva y el matrimonio quería regresar a casa cuanto antes.

Andrés y Olimpia, nerviosos, intentaron conseguir un medio de transporte para volver a casa, hasta que finalmente, un joven vecino de Tiermas, Rafael Jiménez Esparza (Tiermas 1913) se prestó a llevarlos en un coche que a su vez le había dejado otro vecino del pueblo, el también secretario de ayuntamiento D. Antonio Campo Martincorena.

El día 22 de julio[2], al menos los tres, emprendieron el viaje hacia Villanueva, quizá hubo un cuarto ocupante, pero no se ha podido constatar, trabajador de las obras de los riegos en la zona.

En algún punto de la carretera, que se desconoce, son parados por un grupo armado y retenidos para posteriormente ser conducidos a Tardienta.

Desde el día anterior, 21 de julio en Tardienta se montaban guardias a las afueras de la población con elementos armados afiliados al Frente popular y a sindicatos, con el objetivo de impedir la salida de personas de “derechas de la población” y de defenderse de las fuerzas “nacionales”, además se dispusieron puestos de vigilancia en los edificios más altos del pueblo (torre de la iglesia, harinera) y se comenzaron a vigilar a las personas de derechas.[3]

El mismo día 22 llegó a Tardienta un grupo de 20 soldados que procedentes de Huesca habían huido de los primeros bombardeos que se habían producido sobre la ciudad, estos soldados se pusieron a disposición del Comité Local tardientano.

En los días siguientes llegaron a Grañén y posteriormente a Tardienta hasta un total aproximado de 2200 milicianos miembros de la Columna del Barrio Trueba también llamada Carlos Marx, procedentes de Cataluña, quienes establecieron en Tardienta su cuartel general.

Olimpia Arilla Gasituaga.

Andrés fue detenido y conducido a la cheka de la localidad, en los primeros días dispuesta en el ayuntamiento y posteriormente en el edificio que hasta entonces había sido el cuartel de la guardia civil. Rafael y Olimpia no habrían sido detenidos, o al menos no hay constancia documental de ello, aunque si retenidos. Con el vehículo requisado y la situación caótica, habrían quedado allí en algún edificio de las afueras del pueblo hasta mediados de septiembre cuando un proyectil de artillería habría hecho explosión en el edificio en el que se encontraban causando la muerte de Olimpia e hiriendo a Rafael en una pierna.[4] Rafael no muere a consecuencia de las heridas, es atendido y evacuado a un hospital a Barcelona donde, una vez curado, fue chofer de altos mandos del ejército republicano, falleciendo en un ataque al coche que conducía a finales de la guerra[5].

Andrés continuó preso en la cheka durante varios meses, hasta el 21 de octubre de 1936 cuando, tras la toma de Santa Quiteria por los sublevados entre los días 18 y 19 de octubre, los milicianos realizaron una limpieza de cheka en la que fusilaron al menos a 10 personas, todos ellos hombres y procedentes de pueblos vecinos, que habían sido previamente denunciados por sus convecinos al comité local correspondiente (Robres, Poleñino, Torralba…) excepto una mujer tardientana, Carmen Paño Peleato viuda del también asesinado en julio de 1936 Mariano Gavin Pradel.

Rafael Jiménez Esparza fue ingresado en el Hospital Sant Pau, el 23 de septiembre de 1939, número de ficha 1758, por «Heridas múltiples por metralla extremidad inferior derecha y mano izquierda». Según figura en la ficha, procedente de la columna Vilalta, posiblemente Villaba, en Tardienta el 20 de septiembre de 1936.

Las incógnitas sobre la historia siguen siendo innumerables, ¿Qué trayecto realizó el coche?, ¿Quién los detiene?, ¿Dónde?, ¿Por qué motivo?, ¿de qué se les acusa?, ¿en que condiciones malviven sus últimos días? Son preguntas que siguen quedando sin respuesta 86 años después, quizá demasiado tarde para ser contestadas.

Andrés y Olimpia tenían 39 y 38 años respectivamente y dejaban dos hijos pequeños.


[1] La Voz de Aragón 14 de julio de 1935
[2] Fecha de la CAUSA_GENERAL, 1426, Exp. 19 TIERMAS
[3] Barrachina Bolea, P.J y Viñuales Alcubierre J.A (2013) “En el frente de Tardienta: 1936-1938”. Ayuntamiento de Tardienta p.13
[4] CAUSA_GENERAL, 1426, Exp. 19 TIERMAS
[5] Entrevista con Rafael Jiménez Martínez.