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OFICIOS DESAPARECIDOS IV “Estañador y paragüero”


                                 

JOSÉ Aº LÓPEZ MOYA EL ÚLTIMO ESTAÑADOR

   Para realizar este cuarto capítulo me entreviste con un convecino cuyo nombre es el que encabeza este artículo. Reside en el barrio del Carmen junto a su esposa y a pesar del exagerado calor que hacía ese 26 de junio (cerca de los 40º a las 13 horas) y lo intempestivo de la hora, se mostró, en todo momento, amable y abierto al diálogo.

-¿Dónde nació usted?

   Yo nací hace 72 años en un pueblecito de la comarca de Calatayud llamado Olvés, ahora tiene alrededor de 110 habitantes, después toda la familia nos fuimos a vivir a Illueca y en Sariñena llevo viviendo 46 años.

-¿Cómo aprendió el oficio de estañador?

   Tanto mi padre como mi madre conocían a la perfección este oficio y ellos me enseñaron. Cuando tocaba, generalmente con el buen tiempo, cogían el carro y a sus 8 hijos y se lanzaban camino adelante por los pueblos buscando a los posibles clientes, que entonces eran muchos debido a las condiciones económicas y sociales de la época. Vivíamos duramente tres o cuatro meses al año.

-No me imagino a diez personas viviendo en un carro.

   Nos arreglábamos, unos dormían dentro y otros debajo, la comida la hacíamos al lado del carro y el agua…, la del río que pasara más cerca. De día nos mandaban a ganarnos algo por el pueblo que visitábamos. Recuerdo que en un  pueblo me gané una peseta paseando varias horas alrededor de un campo haciendo sonar un truco (esquilla) para espantar los pájaros para que no se comieran el ordio.

-¿Qué pasó después?

   Cuando me independicé compré un carro y una caballería y me fui a trabajar en lo que sabía, o sea de estañador. Me recorría provincias como Guadalajara, Soria, Navarra, Zaragoza, Huesca o Teruel . En una ocasión tardé dos años en volver a casa. Mi carro era mi hogar, en él comía y dormía.

-¿Y cómo aparece por Sariñena?

   En uno de mis viajes por esta comarca decidí quedarme porque me gustó el pueblo. Cambié el carro por un furgón y seguí dedicándome a lo mío, pero sin alejarme demasiado, o sea por la parte sur de la provincia. En 1980 llegó la hora del cambio y me dediqué a las ovejas. No lo debí de hacer mal porque tengo cinco premios conseguidos en la feria de FEMOGA , en 1990 recibí el primer premio al mejor lote de corderas.

-Volvamos a su antiguo oficio, ¿qué herramientas utilizaba?

   Eran bastantes, todas muy sencillas, pero muy prácticas:

Tijeras para cortar la hojalata, el Palo de Vuelta que tenía un agujero en la parte superior y que servía para introducir y sujetar la herramienta que estábamos utilizando, la Uña era una barra de hierro terminada en forma de uña con la que se hacían los bordes de los pucheros, las Tranchas eran herramientas de hierro que servían para hacer los remaches de cobre, luego se sacaban y se ponían en los calderos, un compás para marcar el camino que debías seguir, una barra de hierro, un taladro para agujerear, el soldador que era una delgada barra de hierro terminada en una especie de martillo, un gato para atirantar los somieres, grapas para las tinajas y algunas más.

   Para estañar calentábamos el antiguo soldador en una pequeña estufa de carbón y cuando estaba a una temperatura adecuada lo colocábamos encima del agujero y derretía el estaño, luego añadía  salfumán para que agarrara mejor el estaño, cuando se enfriaba lo lijaba hasta que quedaba fino.

-Además de estañar, ¿qué más cosas hacía?

    Hacía fondos de pucheros, de pozales, reparar calderos de cobre para las matacías, poner grapas en las tinajas, arreglar varillas de paraguas o cambiar la tela, hacer canaleras para los tejados, arreglar sillas y camas y más cosas que ahora no recuerdo, pero vamos, arreglaba de todo.  También fabricaba algunos objetos, sobre todo de hojalata.

-Por curiosidad, ¿Cuánto valían estos arreglos?

   Cuando mis padres podemos hablar de perricas y perragordas no me acuerdo exactamente cuanto, pero de mi época puedo decirte que de arreglar un puchero cobraba  dos reales, en cosas más complicadas podía cobrar tres, cuatro pesetas o incluso un duro.

  ¡¡¡EL ESTAÑADOR Y PARAGÜERO, SE ARREGLAN SARTENES, CALDEROS, SILLAS, PUCHEROS…!!!!

   Muchas gracias José Antonio por su atención. Sus palabras nos han abierto una pequeña ventana a nuestro pasado, hemos conocido un oficio que la vida se  llevó por delante y nos ha dado a conocer las dificultades por las que se movía una parte de la sociedad rural española de no hace mucho.

                                                                              M.A.C.P.

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