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Las Carboneras de Sariñena


Durante años, muchas mujeres de Sariñena se dedicaron a recoger carbón quemado, «respigar carbón» por la vía ferroviaria de la estación de Sariñena: cagacierros, cagafierros, carbonilla, cascarilla, escoria… carbón quemado o a medio quemar que los trenes tiraban a las vías. Aquellas mujeres lo aprovechaban para cocinar y calentar las casas y/o lo vendían; incluso lo mojaban para que durase más en la estufa. Para muchas familias fue un medio de sustento o un buen complemento en tiempos muy difíciles y duros.

Las carboneras de Sariñena. Ilustración por Tiffany Garzo Camón. La autora ha querido reflejar la idea que tenía en la cabeza al pensar en la situación: «Quería retratarlas con mucho carácter y dignidad. Es de hecho, ilustración digital, imitando carboncillo y textura de papel.»

El 16 de septiembre de 1861 comienza a funcionar la línea Barcelona Zaragoza tras su inauguración, siendo la estación ferroviaria de Sariñena inaugurada dos días más tarde. La línea forma parte de la línea general Madrid-Zaragoza-Barcelona y por ella circulan los trenes de tracción a vapor, movidos por grandes locomotoras que requerían de grandes aprovisionamientos de carbón y agua, siendo la estación ferroviaria de Sariñena uno de los principales puntos de repostaje tanto de agua como de carbón.

Por lo general, los trenes solían ir tirando carbón quemado a la vía y, entre aquellos restos, solía encontrarse carbón parcialmente sin quemar. Además, se realizaba el vaciado total de calderas en varios puntos cercanos antes de llegar a la estación de Sariñena, vaciando completamente los fogones de las locomotoras especialmente en el margen izquierdo del puente sobre el río Alcanadre donde solía acumularse formando un gran montículo. Aquel carbón era recogido y reutilizado, principalmente por mujeres.

Antiguo puente ferroviario sobre el Alcanadre, Sariñena.

En el país vasco se las conocía como Escarabilleras, por el nombre de escarabilla que se le daba al resto del carbón desechado y que no había prendido en su totalidad “Este carbón era recogido por mujeres, conocidas como escarabilleras, y también por niños, para ser utilizado en los hogares como combustible para cocinas y estufas, para uso propio o vendido a bajo precio. ” (Alma de Herrero).

El mismo blog «Alma de Herrero» se resalta como los escarbillos, de acuerdo con la RAE, son trozos pequeños de carbón que salen de un hogar mezclados con la ceniza por combustión incompleta, matizando como la palabra procede del verbo escarbar. Aquí, en Aragón, Cagacierros o Cagaferro se denomina a la escoria del carbón mineral quemado en las fraguas (Diccionario histórico de la lengua española (1933-1936)).  

Diferentes trozos de cagacierros o cagafierros recogidos en el puente de Sariñena.

En la localidad de Basauri (Vizcaya), las mujeres recogían el carbón quemado que la fundición «La Basconia» tiraba a la escombrera junto al Nervión (¿Qué sabes de la Escarabillera?. Kultur Basauri Biblioteka). De hecho, la localidad vizcaína ha dado existencia al personaje folclórico de la Eskarabillera, contando con su representación a modo de giganta siendo considerada, la figura de la Eskarabillera, reflejo de la historia de Basauri y un símbolo para las y los basauriarras (www.basauri.eus). Todo un ejemplo de recuperación, dignificación y puesta en valor.

Humilde oficio de principios del siglo XX en algunas regiones de la España septentrional, que consistía en buscar restos del carbón que no había prendido en su totalidad y que desechaban los trenes de vapor en los cruces de vías, así como de los restos carbón que las empresas metalúrgicas vertían en las escombreras tras las labores de fundición.

Wikipedia.

Así, principalmente a través de diferentes testimonios nos acercamos a esta desconocida actividad que llevaron a cabo muchas mujeres sariñenenses, uno de sus muchos trabajos que emprendieron sin ninguna remuneración, valoración ni reconocimiento «Las carboneras de Sariñena».

¡Esta es su historia!.

«Las carboneras de Sariñena”, una historia de esfuerzo y sacrificio

José Antonio Villellas las veía desde la huerta de Capdesaso cuando de crío, junto a sus amigos, veía como algunas mujeres recogían los restos aprovechables del carbón que los ferroviarios descargaban del tren, a la orilla del rio, en un montón grande, que casi tapaba el ultimo ojo del puente -Aquellas mujeres trepaban por el montón buscando de abajo arriba e iban cogiendo, no había otra cosa que carbón, me parecía raro ya que era una estampa un poco original-. Lo mismo recuerda José Paul -Subían muchas mujeres, iban a esgarrapar con una barra de hierro o un rastrillo y si era bueno el maquinista les tiraba alguna vigueta entera.-

 Imagen del vuelo de 1927 con el antiguo trazado del Ramio.

Subían a la estación ferroviaria de Sariñena pero también al puente sobre el río Alcanadre, puente de hierro hasta su destrucción la guerra civil en Sariñena, a partir del que fue reconstruido y con el tiempo construido el actual de hormigón armado Allí vertían el carbón las maquinas provenientes del sentido Barcelona, tras superar el tramo conocido como el Ramio, antiguo tramo que fue modificado y que consistía en una gran curva y posterior subida que requería del empuje de locomotoras adicionales que sumaban desde la estación ferroviaria de Sariñena.

Aquel mítico lugar fue testigo del estraperlo y de carboneras que se acercaban a recoger el carbón que aquellas máquinas de vapor dejaban de quemar y que eran arrojadas a las vías por los maquinistas. Aquellas mujeres enfilaban todas las mañanas por el camino de los olivares y cruzaban el río camino del Ramio a recoger el carbón que y cuando tenían lleno el saco se lo ponían en la cabeza y regresaban a Sariñena para venderlo por 25 pesetas o utilizarlo en los fogones de su propia casa.

Manuel Antonio Corvinos Portella.

Ladera del margen izquierda del puente sobre el Alcanadre. Aún se aprecia el color negro del carbón.

Se las cruzaba Diega Villellas, natural de Capdesaso, cuando con apenas 9 o 10 años iba con una burra a llevar la leche a casa de Blecua de Sariñena desde Capdesaso: -Que venían a buscarla de Binéfar y después, de regreso a la huerta, que lindaba con las de Sariñena, me cruzaba con las carboneras-.

-Media Sariñena subía a buscar carbón, muchas mujeres- apunta José Paul, que trabajó como ferroviario en la Estación de Sariñena: -La gente iba a buscar carbón al puente, pero también andaba por la vía del tren buscando trozos de carbón y, si había algún trozo mitad bueno y mitad malo, lo rompían y se lo llevaban-.

Van Gogh. Mujeres portando carbón en Borinage, región minera de Bélgica. Acuarela 1882.

Lo llamaban ir a “respigar carbón”, cuenta Maribel Tella Pisa, y llevaban un saco para recogerlo. Su madre, Crescencia Pisa, era una de aquellas mujeres que iban a buscar carbón a la estación de Sariñena: -Subía a la estación con otras mujeres y cogían el carbón que se caía. Iban con frio, lluvia… una vez que nevo mi madre se resbaló y cayó con todo el carbón. Lo cargaban sobre sus espaldas, uno o dos sacos-. También, además de sacos lo cargaban sobre canastos, cestos o pozales.

Ilustración de Montserrat Elena Cenon Moldovan.

Ángeles Ballarin Laín, natural de Sariñena (2 de agosto de 1928), fue una de aquellas carboneras. Con tan sólo 11 años, Ángeles ya iba a buscar carbón andando a la estación. La guerra obligó a su madre a trabajar fuera de casa, mientras Ángeles tuvo que ayudar en casa. Subía por el camino de los Olivares, unos tres kilómetros para coger algo de carbón para el gasto de casa, cuenta que iba a la misma estación y al puente: –Los trenes normalmente iban tirando el carbón a lo largo de la vía y limpiaban la caldera y tiraban el carbón cuando llegaban a Sariñena o un poco antes, solían hacerlo antes de pasar el puente sobre el Alcanadre, si venían de Lérida. Si venían de Zaragoza a veces lo limpiaban en la cuesta de Santa Cruz de Capdesaso o en la misma estación de Sariñena.– Aquellas mujeres lo recogían y cargaban en sacos y/o en pozales: -Se manchaban, sobre todo cuando estaban cerca cuando lo tiraban, pero se lavaban cuando bajaban y pasaban por la acequia-.

Antonio Tella narra como su abuela Petra iba a la estación, allí vaciaban las calderas de los trenes, y se bajaba un «saquer» puesto en la cabeza andando hasta el pueblo: -Yo recuerdo ver a mi abuela Petra la Huertera, era una de ellas, que venía con un saquito de carbón en la cabeza Si nombre era Petra Aineto creo que el segundo apellido era Pinos-.

Carboneras de Sariñena en las vías recogiendo el carbón con palas y cestos. Ilustración del sariñenense y arquitecto Carlos Clavería Huerva. Técnica- Shoreditch Sketcher Black Fineliner Pens.

Para Pilar Sanz Grustán, en Sariñena, las máquinas de carbón descargaban carbón del viejo y metían uno nuevo: -El que tiraban lo cogían las mujeres y lo bajaban a casa, luego lo vendían o quemaban en casa; Iba la gente que no tenía para comprar carbón, se lo ahorraban-. Maribel Tella Pisa apunta que era para la estufa, para aquellas cocinas de carbón y leña que algunas eran de obra y -Si les sobraba algo lo vendían a quien les pedía-.

Aunque los primeros que se llevaban carbón eran los que trabajaban en la estación, señala José Paul -Llevaban una cesta con una cuerdeta y cada vez que bajaban a Sariñena se llevaba alguna que otra vigueta de carbón. Muchos bajaban de medio lau del peso-. José Antonio Villellas se acuerda como algunos llevaban en la bicicleta un cajón pequeño, -cuando subían a la estación llevaban el almuerzo y a la bajada una briqueta de carbón-.

Carboneras de Sariñena, ilustración de Jordi Ponce Pérez.

Como hemos apuntado, en la estación de Sariñena los trenes hacían acopio de carbón para su uso como combustible en los trenes de vapor y limpiaban completamente sus calderas vaciándolas antes de llegar a la estación. El carbón, en forma de «briquetas», lo traían de Asturias, y lo almacenaban en una enorme pila. Era carbón del bueno, apunta José Paul: -Hacían pilastras de carbón y lo custodiaban tres guardias a turnos de ocho horas cada uno. A veces hacían la vista gorda y otras lo robaban directamente. Los guardias le quitaban el carbón a según quien pillaban-. Curiosamente, Maribel Tella Pisa apunta como uno de los guardias era Guillermo Latorre, de quien recuerda -Era uno de los buenos-.

Pero también había a quien se lo regalaban, tal y como contaba Lorenzo Abadías López, del bar el Gorrión, a quien le regalaban algo de carbón en su bar de la estación. Lorenzo recordaba cómo -En la estación había una gran montaña de carbón para los trenes-.

Las Carboneras de Sariñena, por Belén Villadas Yus, ilustradora sariñenense. Técnica rotuladores de alcohol.

Manuel Antonio Corvinos Portella, en su artículo “El Auxilio Social y otros asuntos de aquella época”, apunta como a algunos maquinistas/fogoneros les daban pena las pobres mujeres y les tiraban algún lingote de carbón sin quemar: -Un tren tiró tanto carbón que estuvo muy cerca de no llegar a Barcelona-. Igualmente, Manuel Antonio Corvinos recoge el estraperlo y la importancia que este tuvo: -Las leyendas populares dicen también que, en esos años, en Capdesaso y en La Estación corría el dinero como nunca lo había hecho antes-.

A Sariñena llegaban los estraperlistas desde Barcelona con maletas vacías que llenaban de trigo o de otros productos para luego regresar a la Ciudad Condal. Unos centenares de metros antes de entrar en la estación barcelonesa, los contrabandistas arrojaban a las vías los paquetes con comida, donde eran recogidos por familiares; así evitaban las requisas, multas o incluso la cárcel por realizar un comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado. Dicen que muchos se hicieron ricos con este tipo de comercio. En Capdesaso los trenes llegaban a parar en el paraje llamado de Santa Cruz para realizar operaciones de estraperlo. Allí los ganchines vendían sacos de trigo a los maquinistas y estos los escondían debajo de las briquetas de carbón.  Para dejar espacio suficiente, los ferroviarios arrojaban el carbón sobrante junto a las vías, que inmediatamente era recogido por otros avispados personajes.

Manuel Antonio Corvinos Portella, en su artículo “El Auxilio Social y otros asuntos de aquella época”  

Las briquetas eran muy apreciadas hasta el punto que, en una ocasión, dos mujeres discutieron y pelearon por ver quien se quedaba con una de aquellas apreciadas briquetas, todo un lingote de oro negro.

Conchita Porta Llamas, de las carboneras, solo tiene un remoto recuerdo, era una niña, pero las recuerda con un pañuelo en la cabeza y vestidas de negro, recogiendo la carbonilla o carbón junto a las vías del tren: -En la Estación el carbón siempre fue un misterio, para mí, en todas las casas teníamos estufas de carbón, en la escuela recuerdo un cuarto con un montón de carbón tremendo, solo llevábamos leña y papel para encender. Tal vez los ferroviarios que en aquella época eran muchísimos lo podía coger, gratis. Algo que no he olvidado nunca, oír hablar bajo y con misterio. decir, hoy han pillado robando briquetas de carbón.

La frágil memoria de las Carboneras de Sariñena. Ruiz Gaspar, Joaquín.

También lo vivió Berta Castanera Lascorz -A la estación iban a buscar desde Sariñena carbón, china chana por el camino de los olivares, después de comer, y lo recogían por las vías, donde había carbón que aún servía-. Berta se bajaba dos sacos con su madre, con cuidado que no les pillasen los guardias. Iban escondiéndose, algunas por las noches, pues había dos guardias vigilando.

Algunas iban con sus hijos o hijas, algunos ayudaban, otros los llevaban encima, a cuestas, para no dejarlos solos en casa. Celia Oliván Colado solía acompañar a su abuela Dominica: -Mi querida abuela Dominica también recogía carbón, alguna vez me llevaba con ella-.

Cristina Millera Lacuna con apenas 8 años acompañaba a su hermana mayor Charo a buscar carbón. Entonces vivían en las casas nuevas de la «avenida de la Victoria», actualmente calle La Paz. Su hermana Charo, con su vecina Rosa y su hija Francisca, que tendrían unos 13 años, iban a buscar carbón al puente del ferrocarril del Alcanadre. Iban algunos sábados y domingos, cuando no iban al colegio. Subían camino de los Olivares hasta el terraplén, andando. Charo cogía su carbón y algo se lo daban.  Cristina recuerda ver a los maquinistas tirar algo de carbón bueno, les debía de dar pena aquellas mujeres y niñas. Cristina fue un par de veces, por el capricho de ver donde iba su hermana Charo y acompañarla -Llevaban un pozal o un saco pequeño, que llevaban sobre la cabeza o debajo del brazo.-. Elena Torres, hija de Charo, apuntan que a pesar de lo duro eran felices e incluso lo recordaban con una cierta nostalgia, cuando ya de mayores, Charo, su hija y su amiga Montse subían caminando hasta la Fija de la estación de Sariñena, recordando aquellos tiempos yendo a buscar carbón; tiempos duros, pero a la vez felices.

Carbonera, carbonera/ no sufras por, no sufras por tu color/ que tu cari, que tu carita relumbra/ más que la luna, mas que la luna y el sol. Jota a las Carboneras de Sariñena que José Antonio Villellas escuchó y aprendió de su tío Perico que era ferroviario.

Hay quien apunta como aquellas mujeres tenían que esconderse de la guardia civil para que no les confiscasen el carbón quemado, cuando volvían de la estación. Ocurrió durante la dictadura, de acuerdo con el testimonio de Manuel Olivan Foj: -Muchas mujeres de maridos republicanos encarcelados o muertos, para poder alimentar a sus hijos y sobrevivir, iban a recoger el carbón quemado que tiraba el tren en un terraplén de la vía. Aquel carbón aún servía y las mujeres acudían a recogerlo, les costaba llenar sacos que después debían de llevar hasta el pueblo, a más de tres kilómetros de distancia. Volvían negras, destrozadas por el peso y la distancia, y asustadas por no encontrarse con la guardia civil, quienes les quitaban el saco a las pobres mujeres, les hacían la vida imposible-. Igualmente, Manuel recuerda esconder los sacos en el carro cuando volvía con su padre de recoger leña, normalmente romeros, para el horno de pan: -El saco lo vendían por unas tres pesetas, para aquellas mujeres tan represaliadas y humilladas era la única forma de sobrevivir-. (La post guerra, Conversaciones con Manuel Olivan Foj).

En la misma línea se manifiesta Maribel Tella Pisa: -Tenían el problema de encontrarse con la guardia civil por el camino, a su madre no le pararon nunca, pero a alguna que llevaba mucho cargamento le quitaron parte-.

También nos dejó su testimonio Elena Encuentra Nogues, quien recordaba como su madre iba a recoger el carbón que tiraban a la vía los trenes que pasaban por Sariñena: -Iban muchas mujeres y volvían con los sacos llenos de carbón sobre sus cabezas, recorriendo los más de tres kilómetros que dista la vía férrea de Sariñena. Recogían el carbón quemado que aún se podía aprovechar y algún lingote que los maquinistas tiraban desde el tren. Una vez, un lingote de carbón le dio en la cabeza a la pobre Antonia, que quedó muy dolorida. A veces llevaban una pequeña carreta para transportar el carbón, pero lo normal era que lo llevasen en sacos. Una vez en casa clasificaban y separaban el carbón según la calidad, por el color a veces cogían los “cagacierros”, carbón quemado que ya no servía y que tenían que tirar. La gente iba a las casas de las carboneras a comprar el carbón para calentarse en casa-. Era una forma de ganarse el pan, para quitarse el hambre que tanto padeció la sociedad española de postguerra.

Isidra Novellón Calatayud subía a la estación a recoger el carbón que caía de los trenes al subir la cuesta, luego lo utilizaba para calentarse y lo vendía para ir obteniendo pequeños ingresos (José María Cabellud Novellón).

Sonia recuerda las historias que su abuela Cristobalina Lapiedra contaba: -Su historia, en el puente y cerca la estación de tren fueron muy duras, porque iba sola con mi madre pequeña. No sé si tendría 7 o 8 años, mi abuelo tuvo que emigrar a Francia 17 años sin poder volver a Sariñena y mi abuela Cristobalina Lapiedra tuvo que apañarse para criar a mi madre. Fue a buscar carbón para poder pagar y alimentarse ellas dos, fue duro como para muchas mujeres. Iba con un grupo de mujeres y decía cuando se acercaba el tren -recoger sacos y sacos por cuatro pesetas pa un pan negro y comprar leche a un lechero-.No había tiempo de enfermar solo la oportunidad de recoger.-

Van Gogh. Mujeres de los mineros llevando sacos (Las que llevan el peso) refleja el trabajo de las familias mineras en Borinage, Bélgica. Año1881. (Archivo Histórico Minero).

Cabe señalar que la vía ferroviaria y la misma estación resultaba peligrosa, sucediéndose algún que otro percance o accidente. Ángeles Ballarín Laín lleva una cicatriz en la cabeza de cuando le cayó un trozo de carbón y que tiraron uno de Murillos cuando se subieron al vagón “cortaba y le hizo un buen corte en la cabeza, cerca de la frente”. También, Josefa recuerda como al crio de la Amada un tren le cortó dos dedos del pie.

A Nieves Ropero, Manoleta Vicente Julián le contó la historia de «La Querebazas» que, estando allí recogiendo carbón, se puso de parto y allí mismo, con las manos sucias de carbón, palabras textuales, le cortaron el «melico» (cordón umbilical)”. 

Peor le sucedió a María Calatayud Lapiedra, de 65 años, quien, recogiendo carbonilla en la estación de Sariñena, fue alcanzada por una máquina y resultó con los pies y una mano seccionados. El suceso fue recogido en el Heraldo de Aragón del 5 de marzo de 1933: «La víctima se encuentra en el Hospital de Huesca en gravísimo estado». Su nieta Dora Buil, da cuenta de lo que realmente sucedió: -Por desgracia la que atrapó el tren era mi abuela María Calatayud Lapiedra, murió en el hospital de Huesca era sorda y pensamos que no escuchó llegar la máquina. Yo vivía junto al puente donde de echaban las escorias de limpieza de las máquinas de vapor y este carbón era el sustento nuestro. Por mucho tiempo recuerdo mucho a María la Cuquera que el saco lo cargaba en la cabeza hasta el pueblo unos 3 km también Petra que era bajita y con el saco en la cabeza, son años para recordarlos con mucho cariño.

Heraldo de Aragón del 5 de marzo de 1933.

La Voz de Aragón, 1 de marzo de 1933. Recorte aportado por Gemma Grau.

Para Dora Buil era una supervivencia -añadida a nuestro huerto y a la crianza de nuestros animales-. Dora recuerda a personas muy mayores como Petra o Antonia con sus sacos en la cabeza –Yo era la más joven unos 9 o 10 años, en esta edad podía meterme en medio de la descarga mezclada con ceniza, cagacierros y carbón. Mi saca, detrás de una de las columnas del puente de hierro, llenándola con mucha rapidez y luego atravesando el río; era el mejor camino para el transporte. En invierno no era agradable.

Familia Buil, año aproximado 1948. Fotografía Rosendo.

«Familia Buil, al fondo cuando tiraban la limpieza de las maquinas de tren de carbón en estos momentos trabajábamos el campo y el carbón. La casa la teníamos en este mismo sitio de la fotografía -¡ha cambiado tanto!-, el rio casi ni se ve correr el agua toda mi familia carbonera mi pobre abuela murió en la estación cogiendo carbón. Lo de carbonera me gusta, es un sello de gente fuerte y trabajadora.»

Dora Buil.

Es en 1971 cuando desaparece la tracción vapor en la línea en trenes de viajeros y en 1972 de mercancías, siendo reemplazadas por máquinas de motores diésel hasta su electrificación sobre 1980. Por lo tanto, la actividad de las carboneras de Sariñena duró apenas durante algo más de un siglo, desapareciendo su actividad a partir de 1970, a la vez que va decayendo toda actividad alrededor de la Estación Ferroviaria de Sariñena. Pero, sin ninguna duda, la estación y su vía de comunicación ferroviaria fue vital en Sariñena, donde el propio transito de viajeros y mercancías, además del estraperlo, ayudó a sobrevivir la miseria de esta tierra.

Una actividad humilde, de «respigar» al igual que iban a recoger las espigas que se quedaban tras la siega, las almendras o las olivas tras su recolección o como ir a buscar caracoles y otras muchas más labores que se realizaron en el medio rural y en Sariñena.

En su memoria rescatamos una práctica que con tanto esfuerzo desarrollaron, principalmente, muchas sariñenensas. A todas aquellas mujeres, mujeres manchadas de negro, portando el carbón a medio quemar, recorriendo los tres kilómetros distantes entre Sariñena y su estación ferroviaria, con los pesados sacos sobre sus cabezas y espaldas. Mujeres olvidadas, memoria perdida, carboneras de Sariñena, carboneras sin mina, carboneras de las vías, del trabajo, del esfuerzo, encorvadas por el peso cargado al igual que “Les carboneres del pozu San Antonio de Aller” y las “Escarabilleras” del País Vasco.

Carboneras de Sariñena. Ilustración Jordi Ponce Pérez.

Memoria, dignidad y orgullo, a vuestra memoria ¡Carboneras de Sariñena!.

Carboneras de Sariñena
de paso lento y carga de carbón
a sus espaldas, portan su carga
en sacos de carbón a medio quemar
llevan a cuesta el carbón.

Negras de hollín, negras de la vida
a paso lento, portan su carga
apesadumbradas, portan los cagacierros
a lomos de sus espaldas
o sobre sus cabezas
la escoria de los trenes.

Cargan su pesar
carboneras de Sariñena
vienen de la mina
de la vía ferroviaria
de trenes a vapor
que escupen carbón
carbón a medio quemar
para cocinar y calentar.

Mira, mira como vienen
las carboneras de Sariñena
Santa Barbara bendita
tranlaralará, tranlará, tranlará,
mira, mira como vienen
las carboneras de Sariñena.

Las carboneras en el diario del Altoaragón del 30 de junio del 2024.

Las Carboneras de Sariñena, el «!documental»

Ruta de las Carboneras de Sariñena

La ruta de Las Carboneras de Sariñena es una propuesta trasladada al ayuntamiento de Sariñena para su creación. La propuesta consiste en la señalización del camino de Los olivares de acuerdo con la ruta que realizaban desde Sariñena las carboneras hasta el puente ferroviario. Además de su señalización, se plantea la instalación de paneles explicativos sobre las Carboneras de Sariñena al principio y al final de la ruta.

Ruta en Wikiloc «Carboneras de Sariñena».

Las Carboneras, motivo creativo

La recuperación de la historia de las Carboneras de Sariñena ha iniciado un espacio de creación artística y reflexión abierto a la participación, donde reflejar la esencia de su memoria.

Desde Os Monegros os animamos a participar y agradecemos a todas las personas que se han aportado sus obras, dibujos, ilustraciones, escritos o poesías, siendo muchas de estas creaciones las que ilustran y acompañan el presente artículo Todo un lujo ¡Muchísimas gracias!!

Oda a las Carboneras por Manuel Antonio Corvinos Portella.

Mujeres esforzadas caídas en el olvido.
Mujeres valientes que lucharon en la posguerra
para sacar adelante una vida dura y férrea.
Caminantes al alba sin hacer apenas ruido.

Mujeres atrevidas en busca de un mineral
que mejore su vida con un trabajo olvidado.
Mujeres fuertes recogiendo carbón quemado.
Mujeres valientes buscando un sustento vital.

Paisajes grises de unos tiempos ya pasados.
Paisajes oscuros de una España ya cansada      
de tantos muertos y viejos fanatismos.

Mujeres duras como carbones derramados.
Mujeres de luto a causa del radicalismo.
Vida, miseria y sueños no alcanzados.

Pobreza energética

Las Carboneras de Sariñena, ilustración de JR Econoplasta.

«Al conocer la historia de las Carboneras se me ha venido a la cabeza el concepto de «pobreza energética!, Nuestra sociedad ha progresado mucho durante el último siglo aunque demasiadas familias sufren durante las crisis (Digo etapas).

Aprovechando que el Alcanadre pasa por Monegros he pegado el dibujo de rotulador y barniz sobre un cartón un recorte de prensa publicitario sobre el nuevo «Maná» con el que seguir cebando los beneficios del oligopolio energético y las ansias de nuestro insaciable e injusto sistema económico.»

Jreconoplasta.

Carboneras de Sariñena, por Faustino Blanco Gari

Faustino Blanco Gari aporta su propio relato de las Carboneras de Sariñena y las ilustra portando el carbón en sacos sobre sus cabezas o a sus costados.

Carboneras de Sariñena, por Faustino Blanco Gari.

Desde que se inauguró el ferrocarril, de una línea Barcelona cuyo destino no lo sé ahora y que pasaba por Sariñena, a finales de 1800, debieron de nacer las personas dedicadas a buscar el carbón. Carbón que tiraban las maquinas para limpiar los hornos y llenarlos de briquetas. Unas piezas de carbón, como adobas de grandes, o acaso lo que quedaba en el horno que producía el vapor que movía el tren y lo tiraban desde la vía a la ladera del río Alcanadre donde mujeres, más que hombres, y jóvenes de 8 a 12 años se dedicaban a recoger los restos sin quemar, más o menos grandes, generalmente como un huevo.

Igual tiraban un cuarto de briqueta, la que la cogía era una afortunada. También cogían carbón porque si era poco lo robaban en los costados de las vías dirección Zaragoza, que había vías muertas, allí lo cogían también.

Una vez, en los años 40, murió una chica muy joven cogiendo carbón del que tiraban limpiando los hornos.

El carbón se consumía en estufas, cocinillas y hornillos hechos de obra donde guisaban las mujeres. Cuando acabó la guerra no había ni cinco para comprar, que lo traían de Mequinenza.

Iban diariamente 12 o 14 personas, pocos hombres y mujeres y críos, allí removían la cascarilla, ya sabían las horas que llegaban los trenes ya que tenían que darse prisa para dejar la vía libre para que pasaran los trenes Barcelona vía Zaragoza. Normalmente lo cogían hasta mediodía y después, encima de la cabeza o en su costado, traían el carbón por el camino de los olivares, sacos entre 15 o 18 kilos. También lo traían en cestos y pozales. El saco lo solían vender sobre 2,50 pesetas, la mayoría lo empleaba en casa. Había críos y crías que no iban a la escuela porque les faltaba el padre por diferentes motivos y estaban obligados a hacerlo si querían comer algo.

Por Faustino Blanco Gari.

Carboneras de Sariñena 1950, por Juan Antonio Casamayor Anoro

Juan Antonio Casamayor Anoro aporta dos ilustraciones de aquellas mujeres que lleva en su memoria, además de dos textos relatando aquellas mismas memorias.

-Nadie mejor que algunos de los niños, como yo en los años 1955 al 60, que apenas llegaba a los pedales de la bicicleta de mi padre, Pascual Casamayor Gavín, empleado en el Servicio Nacional del Trigo con José María Coronas, y que dejaba la bici a su hijo, a mí, Juan Antonio Casamayor Anoro, después de llevarle el almuerzo al silo, como cada día, para que recogiera el saquete de «cagacierros», que mi madre Pilar Anoro, recogía en la vereda del río Alcanadre «bajo el Puente del Ferrocarril de Barcelona a Zaragoza», cercano a la Estación de Sariñena. Todos los días desempeñaba esa tarea, en la que podía percatarme de lo duro del trabajo adicional de aquellas mujeres-.

Las Carboneras de Sariñena 1950 y condiciones de vida de las mujeres de la época

Descripción de las condiciones de vida de esos años, entre 1950 Y 60, para las mujeres del medio rural en Sariñena y poblaciones circundantes, en torno a las rutas del Ferrocarril en Aragón.

La actividad que las mujeres rurales de los pueblos pequeños y “no tan pequeños como Sariñena“ de esos años, consistían muy básicamente en recoger, “o respigar“, los restos y desechos, que las explotaciones de los ricos propietarios, derramaban en las actividades de la recolección en sus explotaciones y fincas.

Asimismo en las líneas del Ferrocarril de Barcelona- Zaragoza, que atravesaban nuestra Comarca se generaban desperdicios importantes, en la combustión del carbón de las máquinas de vapor, que entre el Puente del río Alcanadre y la Estación de Sariñena, antes de la entrada en la propia estación, vertían en la vereda del río, al pie del Puente sobre el Alcanadre a la salida del convoy del túnel de la Cuesta de Ramio. Los empleados fogoneros de las máquinas del convoy que venían de Barcelona, descargaban a su paso por el Puente del río, algunas cantidades de “carbón a medio quemar” de los propios restos de la combustión de la locomotora, conocidos como “los cagacierros“, que las mujeres carboneras recogían y amontonaban, en las mismas laderas de las columnas del Puente ferroviario sobre el río.

Los saquetes eran transportados por las propias mujeres de  forma rudimentaria en carretillas, en pozales, o sacos reducidos que portaban sobre sus cabezas, para el uso propio en sus hogares. También se hacían, entre los restos amontonados,  con unos preciados trozos denominados “ briquetas “, que podían vender a quienes disponían de mejores instalaciones para la calefacción en sus viviendas. Las mujeres rurales de la época podían, de esta forma, respigando el carbón, que descargaban ocasionalmente los ferroviarios desde las máquinas del convoy, el contribuir al difícil sustento de sus familias.

Así los niños, hijos de estas mujeres, y en mi caso, un niño de 8, y 10 años, con gran dificultad para alcanzar los pedales de la bicicleta de mi padre, y aún para mantener el equilibrio portando un medio saquete de cagacierros“, llegar a recorrer desde el Puente del Ferrocarril al pueblo, todo el Camino de los Olivares, hacia nuestra casa en la calle Goya, y contribuir así con mi ayuda al sustento energético de nuestra cocina y del hogar familiar.

Y muy habitualmente, estas mujeres carboneras recogían también ese preciado carbón a medio quemar, en sacos y pozales, para llevarlo hasta sus casas, y portando los saquetes sobre sus cabezas, y sujetando con una mano, y agarrando con la otra, el pozal de cagacierros“. Para compensar el esfuerzo de las sufridas mujeres, que veían su gratificación en las cocinas donde calentar sus viviendas y o también, en las estufas y hogares, o en muchos casos para su venta a otras personas que lo demandaban.

La muy loable y generosa actitud y esfuerzo de nuestras mujeres rurales en general, de ese tiempo pretérito, ha sido bien reflejado en las publicaciones que el Portal “Os Monegros“,  realizado por el sariñenense Joaquín Ruiz Gaspar, han movido la “bolsa de nuestra memoria“, para contribuir al recuerdo que nuestras progenitoras realizaron para sacar adelante a nuestras familias. Un gran reconocimiento a todos y todas, por vuestras aportaciones a este gran trabajo y a Joaquín por haberlo creado, dirigido e impulsado.

Juan Antonio Casamayor Anoro.

Inteligencia Artificial

Poesías a las Carboneras de Sariñena concebidas a través de Inteligencia artificial (IA), con alguna pequeña corrección humana, de uno mismo. Idea a raíz de una conversación en la calle con Pili Barcos. ¿creación?.

En la bruma del alba, Sariñena despierta,
las carboneras susurran secretos de antaño,
con el humo danzante que al cielo se asienta,
pintan paisajes de un pasado extraño.

Entre trenes y vías, la vida se forja,
las manos laboriosas modelan el destino,
en cada purna que vuela, la historia se ahorra,
de generaciones que luchan por su camino.

El aroma a carbón y a tierra árida,
te envuelve en un abrazo de tradición viva,
las carboneras cantan su balada sagrada,
un legado de esfuerzo que nunca se olvida.

Así en Sariñena, donde el tiempo se frena,
el fuego arde fuerte y el alma se eleva.
Las carboneras son más que solo memoria,
son el corazón de un pueblo que siempre persevera.

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En la Sariñena ardiente, donde el viento susurra,
las carboneras valientes al amanecer se alzan,
mujeres de fuerza y coraje, su esencia perdura,
recogiendo el carbón que las locomotoras lanzan.

Con manos callosas y miradas de fuego,
suben a la vía, entre humo y cenizas,
cada trozo que encuentran es un sueño añejo,
un legado de lucha que el tiempo no regala.

Los cagacierros del carbón son recuerdos latentes,
de un pasado de esfuerzo que nunca se olvida,
cada paso en la vía cuenta historias valientes,
de mujeres que forjaron su propia salida.


Sariñena las recuerda con orgullo sincero,
su espíritu libre en cada brasa encendida,
las carboneras son eco de un mundo entero,
que en la lucha y el amor encuentra su vida.

Camino la estación

Camino la estación, por los olivares y el cementerio blanco, con sus cipreses. El cierzo, viene de cara, de frente, el aíre que a veces baja frio de los Pirineos, aquellos que aparecen al fondo, tras la sierra de Guara.

He subido viendo las hojas caer y con el hielo y la boira hasta en los recodos de cada piedra del camino, he subido arrastrando el barro de la lluvia y he levantado el polvo que luego se posaba pegajoso sobre mi piel. He subido con el sol rabioso de calor, ardiendo, quemando, abrasando, sediento de mi sed.

La huerta, un nogal al lado del azarbe, algún chopo, algún olmo. Camino por la huerta, paralelo al sinuoso y sosegado cauce del Alcanadre. Zarzamoras negras, al borde del camino, zarzamoras, barzas y barzal de moras negras, de espinas que se clavan en la piel, que arañan y hieren. Camino la estación, entre espigas bordes secas en el camino.

Atrás dejo Sariñena, villa curiosa que sabe estar distante y a la vez cercana. Quizá sea su gente, sí, tal vez sean sus calles, sus casas… y de nuevo su gente. Miro hacia atrás, vuelvo la mirada, pero no me despido, no sé si de verdad voy o ya me fui.

Camino la estación, donde ya nadie se apea ni nadie sube, pasa un tren de mercancías que solo pasa, aplastando una moneda que puse sobre un rail. Queda aplastada. Busco la moneda como cuando buscaba carbón por la vía, voy hacía el puente, recorriendo las viejas vías de hierro, que tiemblan cuando te sienten acercar.

He tropezado, he caído, he vuelto y he regresado, a lo mejor sea una ola de mar, que va y viene y vuelve a pasar como si fuese la misma sin serlo. Y camino entre zarzamoras de moras negras, negras como el carbón que bajabas, negras como tu sudor y tus lágrimas. Vuelvo sobre tus pasos, camino del olivar, entre las zarzamoras negras, a esa villa distante a esa ola de mar que va y viene, que viene y va.

Camino la estación, camino los olivares, de zarzamoras negras que ya no regresan, ya no regresan las estaciones de esa moneda aplastada entre el carbón negro que recogías y que cargabas sobre tus hombros, para regresar y volver, entre brazales de zarzamoras negras. Para volver a subir, camino los olivares, con los blancos tapiales y los verdes cipreses mirando al cielo, para continuar hasta la próxima estación entre caminos de barzales de negras zarzamoras que tanto te vieron pasar.