En el municipio monegrino de Sena, en el marco del Museo de Oficios Antiguos de Monegros, un grupo de mujeres conversó y dialogó sobre las cosetas de antes, los recuerdos y vivencias que narran una forma de vida que queda en el pasado. Así, recogemos los testimonios de Pilar Royo Naya, nacida en Huesca en 1943, aunque ha vivido toda su vida en Sena; Paz Ferrer Uriol, nacida en Sena en 1943; Josefina Almerge Opi, nacida en Sena en 1953; Rocío Sanz Redrado, natural de Boquiñeni donde nació en 1970, desde 1990 vive en Sena; Nieves Hernández Laborda, natural de San Juan, desde 1990 vive en Sena y Pili Monter Ardanui, nacida en Sena en 1942.
Cuando Josefina llegó al mundo, en su Sena natal, “El médico estaba borracho”, pues era el médico de la localidad quien se encargaba de los partos. En Sena, durante muchos años, estuvo el doctor Ignacio. También las familiares y vecinas ayudaban en los partos, sobre todo preparando agua caliente. “Si bajaba puntiagudo es que iba a ser chico”, pues antes se prefería que fuese chico “Que hacía la casa grande”. Aunque tristemente había mucha mortalidad, enfermedades como el sarampión provocaban muertes prematuras, la vida era más frágil. Cuando alguien moría a corta edad las campanas tocaban las a mortijuelo.
A los recién nacidos se les bautizaba pronto, a los ocho días y durante el bautizo se tiraban peladillas. A las chicas se les hacía pronto los agujeros en las orejas, a los pocos meses, con una aguja “y antes de los pendientes se ponía un hilo”. Se les daba galletas con leche, especialmente cuando no había mucha leche. Pronto se llevaban a las monjas, iban desde lo dos a los seis años y de los seis hasta los catorce años se iba a la escuela pública. Las clases eran separadas por sexos y también el patio de recreo. Las monjas hacían teatro, hasta los seis años lo hacían juntos y después separaban a chicos de chicas. En la escuela se aprendía geografía, matemáticas, ortografía, se hacían dictados y enseñaban religión. Por las tardes aprendían a coser, bordar, ganchillo, realizaban paños de costura, punto alado y escapulario. Las monjas cobraban por enseñar a coser. Paz fue a coser a casa del sastre. En la escuela daban leche en polvo y queso en lata (1956-1960). Las mujeres no salían a estudiar fuera, “al seminario de Huesca solo iban hombres”.
También en la iglesia había separación por sexos “Los hombres a la izquierda y las mujeres a la derecha”. La ropa debía de ser muy correcta y había que ir con velo, chaqueta o manguitos cubriendo los brazos, falda larga y con medias. Por Sena, los curas de la diócesis de Lérida eran mucho más severos que los de Huesca. Todos los domingos tenían catequesis. Cuando se hacía cine, en la plaza, las películas se clasificaban por colores: “El blanco para todos los públicos, el azul a partir de los 12 años, el rosa desde los 21 años y el grama era peligrosa para todos”.
En el río se bañaban con un viso, estaba muy mirado con quien iban las chicas. Al baile no les dejaban entrar hasta que no eran mozas, hasta los 14 años, normalmente iban en cuadrilla. Antes les tenía que llevar un chico, el novio o algún chico que les fuese a buscar. Incluso en la escuela castigaban a quienes habían ido al baile, doña Asunción les daba con una regleta.
A la plaza acudían de vez en cuando los Ongaros (Húngaros), “¡Qué han venido los Ongaros!” y los zagales y zagalas corrían a la plaza para ver el espectáculo donde hacían bailar a un pobre onso (oso).
Se casaban pronto, a partir de los 24 años y como ajuar normalmente mantelería o sabanas. Después de la boda muchas marchaban pronto de viaje de novios, a las tres de la madrugada para ir a coger el tren al Tormillo o el coche a Barbastro o Lérida. Paz recuerda que cogió el tren en el Tormillo a Barcelona, llevaron dos pollos en segunda clase, como pago para alojarse en casa de unos familiares.
Se hacían la propia lana y tejían jerseys, toquetas y calcetines, se hilaba la lana y escorpinaba (desanchar la lana). Con cantaros, sobre la cabeza, iban a buscar agua a la acequia y la llevaban a las casas. No había agua corriente, ni mucho menos baños, así que las necesidades se hacían en el corral. El aseo personal se realizaba con palanganas “Poquer a poquer se iba dando uno agua por las partes del cuerpo”. La ropa se lavaba en la acequia y para blanquearla se calentaba agua con ceniza y se colaba, luego, aquella agua, se empleaba para lavar la ropa blanca. Para fregar el suelo de rodillas se utilizaba una almadeta para proteger las rodillas.
En Sena había buena huerta. Se hacía matacías, se hacían farinetas y se comían los lechacines. Para elaborar las farinetas primero se cernía el panizo. Pan con manteca y azúcar o pan con vino y azúcar, era la típica merienda, sobre todo después del recreo. Lo normal era tener en casa manteca de bochiga (vejiga de cerdo), la bochiga se llenaba de manteca para almacenarla colgada en la cocina. Había estraperlo con la estación de ferrocarril del Tormillo, a donde se iba a vender trigo, cebada y harina. Además se hacía esparto y algo de sogueta, principalmente para su uso local. Hacer sogueta era cosa de hombres. La calderada, a base de patata, remolacha y todo lo que sobraba, se daba a los tocinos.
Cuando celebraban los quintos había una semana de bailes, se ponían unas botas y pedían por el pueblo huevos con los que hacían farinosos o panetes de pan. Las puertas de las casas se ataban con fencejos para no dejar salir, era una trastada.
Para santa Agueda las mujeres sacaban a bailar a los chicos, ellas elegían. Se tocaba las campanas, se merendaba y en la plaza se hacía una rueda y se cantaba.
Algunas noches se espanotaba, de las panotas del panizo se separaba la cascarota para hacer colchones, también las cascarotas se daban como forraje a las vacas. A las fincas de Presiñena iban las chicas a plantar espárragos que acababan en la conservera de Sariñena.
Se amasaba en casa y se llevaba a cocer al horno. A servir marcharon muchas mujeres, sobre todo a Barcelona y también a Francia. En los cañizos secaban melocotones (orejones) e higos “¡Ay! que habrá tronada, a entrar los cañizos al cubierto”. Embotellaban tomates, para conserva y lo hacían en botellas porque no había botes. Comían cantillos de pan, que tostaban y daban con ajo y luego escaldaban con agua hirviendo. Muy parecido a las conocidas sopas de ajo.
El luto era muy riguroso, a Paz le duró siete años, no le dejaban ni comprar una aradio (radio). Las mujeres mayores llevaban el luto para siempre “Señal de luto-medio luto”.
La entrevista se realizó en Sena el 26 de abril del 2018. Gracias al Museo de Oficios de Monegros por abrirnos sus puertas a su maravillosa ventana al pasado, atesorando objetos que enseñan una forma de vida que hemos ido dejando atrás. Y gracias a Pilar, Paz, Josefina, Rocío, Nieves y Pili.
