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250 años de la caída del meteorito de Sena


Por Antonio Cavero Barreu

Publicado en El Tarirán, Asociación Cultural Senense, n. 104, págs. 52-56, octubre 2023.

Este año 2023 es pródigo en efemérides que se refieren a nuestro pueblo. Además de celebrar el quincuagésimo aniversario de la fundación de la Asociación Cultural, y también de la recuperación de las Coplillas, se cumplen 250 años de la caída del meteorito de Sena, que tuvo lugar el 17 de noviembre de 1773, y que, como sabemos, es la más antigua registrada en España. Por este motivo el meteorito de Sena ha sido objeto de atención de distintos medios de comunicación desde hace unos meses, y está en curso una solicitud de la Agrupación Astronómica de Huesca para que pueda exhibirse en nuestra provincia coincidiendo con el aniversario.

Al margen de los aspectos científicos y de clasificación, de los que se han ocupado hace años un buen número de publicaciones relacionadas con la ciencia de los meteoritos, El Tarirán ya se ocupó ampliamente, entre 1999 y 2007, de los pormenores y el contexto de esta caída, con un primer artículo de Alberto Galindo en 1999, al que siguieron otros artículos o notas de María Jesús Nassarre, Miguel Ángel Lordán, Alfonso Campoy, Jesús Cancer y finalmente de Alberto Galindo en 2007. El próximo aniversario nos brinda la oportunidad de volver a ocuparnos del meteorito, que se exhibe en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (en adelante MNCN), y aportar nuevas informaciones sobre aspectos no suficientemente aclarados, como el lugar exacto de la caída.

El meteorito de Sena, en Google Arts and Culture

Google Arts & Culture (https://artsandculture.google.com/) es una plataforma de Google puesta en servicio en 2011, que permite acceder a una recopilación de imágenes en alta resolución de obras u objetos expuestos en múltiples museos, así como a un recorrido virtual por las galerías en las que se encuentran. Permite visualizar más de 200.000 piezas de arte y un total de 6 millones de fotos, vídeos, manuscritos y otros documentos relacionados con el arte, la cultura y la historia, en más de 2000 instituciones culturales de más de 80 países.

Sección dedicada a los meteoritos en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. El meteorito de Sena es el primero de la parte inferior izquierda en la primera vitrina. A la derecha, detalle con la leyenda “Caída más antigua conocida de España”.(https://artsandculture.google.com/story/9AUR8EWZmdKZLw).

Uno de los museos que colabora con la plataforma de Google es el MNCN de Madrid, cuyo patrimonio figura entre los más importantes del mundo. Custodia más de 11 millones de ejemplares en sus colecciones de historia natural, entre las cuales se encuentra la de meteoritos (Cuadro I), con unos 240 ejemplares, una quinta parte de los cuales procede de España. Para su visualización en Google Arts & Culture, el MNCN ha seleccionado, de entre sus millones de ejemplares, unas 160 piezas únicas, vídeos e imágenes en alta calidad. Entre ellas, el meteorito caído en Sena en 1773, el más antiguo de la colección, que se muestra al final del reportaje en el enlace https://artsandculture.google.com/story/9AUR8EWZmdKZLw

El análisis de Proust y la dispersión del meteorito de Sena

El meteorito de Sena cayó en 1773, pero su análisis no se publicó hasta 1804, y de ello se encargó nada menos que Luis Proust, uno de los fundadores de la química moderna (Cuadro II).

Izquierda: etiqueta histórica del meteorito de Sena, mostrando los resultados del análisis de Luis Proust (Servicio de fotografía del MNCN). Derecha: página del título de la obra Análisis de una piedra meteórica caída en las inmediaciones de Sixena (Proust 1804).

Luis Proust, cuya ley de las Proporciones Definidas, de las Proporciones Constantes, o sencillamente Ley de Proust se estudia y se utiliza ya desde la enseñanza secundaria, fue un farmacéutico y químico francés, aunque realizó la mayor parte de su carrera en España, en particular todas las investigaciones -entre 1794 y 1804- que le llevaron a enunciar su famosa ley. Cuando se ocupó del meteorito era director del Laboratorio Real de Madrid. Proust analizó el fragmento, pero no sospechó de ninguna manera el origen extraterrestre de la piedra, algo que en la época todavía no se había establecido. Tras este primer análisis, posteriores estudios han permitido concluir que se trata de una condrita H4, uno de los tipos de meteorito más común. Posteriormente al análisis, el meteorito se ha dividido y repartido por diversas instituciones o colecciones del mundo. El fragmento mayor, de 1,7 kg, es el que se conserva en el MNCN. Otro de 113 g se conserva en el Muséum National d’Histoire Naturelle de París. Y hay fragmentos menores -algunos de hasta unos pocos centigramos- en Viena, Chicago, Berlín, Londres y otros muchos museos. El Cuadro III muestra algunos fragmentos o rótulos del meteorito de Sena repartidos por el mundo.

La controversia sobre el nombre: ¿de Sena, de Sijena1, de Sena de Sijena, de Villanueva…?

La caída del meteorito de Sena está perfectamente documentada. El capitán general de Aragón, Luis Manso, encargó una investigación exhaustiva, cuyos resultados constituyen un informe de 93 páginas manuscritas, el protocolo 169 del archivo del MNCN, a cuya digitalización se puede acceder libremente en internet (MNCN 1774). El título, que se muestra en la imagen, no ofrece dudas sobre el lugar de la caída, ya que tras el año y el encabezamiento podemos leer (aunque no sin esfuerzo, dada la caligrafía del escribano): “Sobre El suceso del día 17 de noviembre de dicho año, en que cayó una piedra en la Huerta de Sena”. Y el rastreo de los testimonios aportados permite establecer la zona exacta de la caída, con precisión de unas decenas de metros, como veremos en otro apartado.

Siendo así, ¿por qué la controversia sobre el nombre del meteorito, que aparece en distintas fuentes como de Sena, de Sijena, de Villanueva de Sijena o de Sena de Sijena? Hay tres razones que lo explican. La primera, que el pueblo de Sena pertenecía en la fecha de la caída al Señorío de Sijena, y así fue hasta bien entrado el siglo XIX. Esto se traducía incluso en el nombre “Sena de Sijena”, que aparece en muchos documentos. La segunda, y consecuencia de la primera, es que la autoridad administrativa que regía sobre Sena, Villanueva y otros pueblos del contorno tenía como título “Alcalde y juez ordinario del distrito y territorio del Monasterio de Sijena”, o también “Alcalde de la Real Casa de Sijena”. En 1773 el cargo lo desempeñaba Manuel Martínez, y es a quien se encarga la investigación y el que remite los documentos al Capitán General, que a su vez los envía al Rey. Así que en los documentos aparece siempre el alcalde de Sijena, lo que alimenta la confusión sobre el lugar. Y finalmente, aunque la pieza principal del meteorito cayó en la huerta de Sena, días después del impacto se encontraron pequeños fragmentos en la huerta de las inmediaciones del Monasterio de Sijena, remitidos al Capitán General conjuntamente con el fragmento principal. Ello justifica que en la vitrina del MNCN donde se expone el meteorito se rotule su procedencia como “Sena o Villanueva de Sixena (Huesca)”, como hemos visto en el Cuadro I.

¿Dónde cayó exactamente el meteorito?

El alcalde del Distrito y Territorio de Sijena, Manuel Martínez, cumplió con eficacia el encargo del Capitán General. Se recogen en la documentación unas 15 declaraciones de testigos directos o de personas que sabían de la caída, aparte de la del Prior-Párroco de Sena, Antonio Pano, a quien se le entregó la piedra en primera instancia. En el momento de la caída, sobre las 12:30 del mediodía, los declarantes estaban mayoritariamente en Sena, comenzando por los que se encontraban “haciendo la mediodiada” en un campo propiedad de Manuel Calvo, contiguo al que cayó la piedra, propiedad de Francisco González; entre el punto en que cayó la piedra y el que se encontraban había unos veinte pasos (16-17, 68, 70, 73)2. Otros declarantes estaban en Villanueva de Sijena, en la huerta del Monasterio, y en Sariñena, aparte de los que estaban con el ganado en Cajicorva, o volviendo del monte Sisallar. Las declaraciones sobre el lugar de la caída son coincidentes: cayó en un campo de la partida “Los Tapiados”, “frente del lugar, bajo del molino, a un tiro de bala de distancia de este mismo lugar” (77), “un campo que está bajo el molino y a corta distancia de este lugar” (70-71), o simplemente, la expresión más repetida, “bajo el Molino”. También “bajo la acequia, a corta distancia del lugar” (14). En cuanto a la dirección indican que procedía de “como de parte del monte llamado El Vedado, término de este lugar, entre el poniente y norte” (72), o “hacia el monte de Cajal” (78).

Los planos del Cuadro IV nos ayudan a fijar el lugar de la caída. La partida “Los Tapiados”, como su nombre indica, correspondería en la época a la zona de huertos cerrados con tapias situados justo al sur del pueblo. La ubicación “bajo el molino”, considerada desde el pueblo, nos permitiría situar los campos citados al sur de la posición de este edificio, hoy desaparecido, marcado con la letra M. Sin embargo, cabe preguntarse si los campos estarían contiguos al molino o algo más al sur. Las expresiones “frente del lugar”, “a un tiro de bala de distancia” o “a corta distancia del lugar” excluyen la posibilidad de una excesiva separación entre los campos y el molino. En cuanto a “bajo la acequia” parece referirse a la acequia del molino, ya que un campo situado justo bajo la acequia de la ribera no podría estar también “bajo el molino”, que está algo más abajo. Finalmente, hay un testimonio que oyó y presenció la caída viniendo de su viña, situada en la partida Malpartir, cuando estaba en el puente por el que el camino que viene del río cruza la acequia del molino, es decir el puente llamado “Rómiz”, marcado en los planos con la letra P (75). Este testigo también vio caer la piedra delante de él, en un campo “bajo el molino”, y ofrece un punto de vista alternativo de la misma caída vista desde otro ángulo. Todo ello nos lleva a la conclusión de que la piedra cayó en un campo justo al sur del molino, como mucho a unas decenas de metros. Se trataría de alguno de los campos situados bajo la letra M en los planos. En la imposibilidad de acceder al catastro de finales del siglo XVIII y cotejar la existencia de dos campos contiguos, uno de Manuel González y otro de Miguel Calvo, es la máxima precisión a la que podemos aspirar para fijar el lugar de la caída del meteorito de Sena.

Planos de la zona de la huerta de Sena en la que cayó el meteorito. A la izquierda, imagen actual de Google Earth. A la derecha, imagen del catastro de mediados del siglo XX, cuando aún existían el molino y su acequia. Tomaremos como referencias el colegio público Alberto Galindo (C) y la bajada del lavador (L). El antiguo molino (M), situado en la calle Urgelet y hoy desaparecido, tomaba agua de la acequia de la ribera (AR) para su funcionamiento. Tras mover la muela, el agua se evacuaba mediante la acequia del molino (AM), de curso curvo, que se cruzaba con el camino que sube desde el Alcanadre en el llamando puente de Rómiz (P). Hoy en día, la acequia del molino ya no existe, pero su antiguo trazado puede intuirse por la disposición de las parcelas, al menos en algunos tramos. (Datos catastrales del Ayuntamiento de Sena)

El informe sobre el meteorito

En febrero de 2007 se inauguró en el MNCN la exposición permanente de meteoritos. El texto explicativo que figuraba junto al de Sena ya fue publicado ese año en el número 70 de El Tarirán, (Cuadro V).

Al margen de este informe, que necesariamente omite muchos detalles, el acceso a la documentación completa de la carpeta 169 del archivo del MNCN permite obtener otros datos curiosos, al menos para la gente de Sena, aparte de los que nos han permitido la ubicación del lugar de la caída, que hemos comentado en el apartado anterior.

El Capitán General, Antonio Manso, declara haber recibido por parte del Alcalde de Sijena la información requerida junto a una caja sellada con la piedra, e igualmente “otro pedacito de Piedra, igual a la grande, que se cree parte de ella” por parte de las monjas de Sijena, “por medio del Recibidor de Malta en este Reino”. Y, tras proceder a su apertura en presencia de otros ilustres testigos, escribe:

Dejo a los sabios que discurran si la piedra fue erupción de la tierra, que la fermentación le dio impulso para elevarse hasta lo perceptible de la esfera Celeste, y que su gravedad la precipitó al paraje en que se vio caer; si algún torbellino levantó porción de materias que se unieron por la recíproca atracción que tendrían para juntarse formando la piedra, y que cayó esta de la Nube en que tuvo efecto esta operación; o que cayendo alguna exhalación mayor que las regulares, hallase la piedra en el territorio en que terminó su actividad, le comunicase su calor, la tostase en su superficie, y dejase el olor de sus materias que se notó. Yo solo digo por mí que el suceso, cuando no sea positivamente singular, no es común. (57-58)

Téngase en cuenta que, en la época, el hecho de que este tipo de piedras pudieran proceder del espacio exterior no era ni siquiera sospechado. Coherente con su idea de que el suceso no era “común”, el Capitán General requiere del Alcalde que “reciba nueva información sobre las particularidades siguientes”

1) Si se encuentran Piedras de igual naturaleza a la ocupada en el territorio de Sena, y su Comarca, y si se hallaban antes del suceso del día 17. Y caso de encontrarse se remitirán con la primera ocasión.

2) Si cayeron Piedras iguales en esa comarca, y de dónde han salido algunas que se han esparcido, y de las que tenía un pedazo dicho Excmo. Sr Capitán General, que le entregó un Caballero de San Juan. [El recibidor de Malta]

3) Si la Piedra bajó encendida o humeando.

4) Se examinarán asimismo testigos de de Sijena, Villanueva, Sena y Sariñena sobre el particular de haber oído los truenos, o ruidos en la hora que sucedieron, según resulta de la información, y se evacuará la cita del Prior de Sena, bien sea mediante declaración, o mediante oficio y Carta respuesta del mismo. (3)

Igualmente requiere

[…] información del suceso así de las personas que la vieron caer como de aquellas a quienes inmediatamente lo contaron, y la distancia a que se oyeron los truenos y ruidos indagando de los mismos del modo que cayó de la esfera celeste, si fue por línea recta y perpendicular o curva al modo que cae la piedra disparada hacia el horizonte, y en ese caso averiguará v.m. de dónde vino, si hay hacia aquella parte, o sus cercanías algún volcán que pudo despedirla (63)

No se puede negar que el Capitán General trató el tema con interés y rigor, y que, buscando explicaciones llegó a pensar hasta en los volcanes. De los testimonios obtenidos, totalmente concordantes y reiterados, entresacamos algunas frases representativas, que complementan o amplían la información del Cuadro V.

El hecho de que no parecía haber circunstancias meteorológicas capaces de causar el fenómeno se refleja en frases como “A mediodía, estando la esfera Celeste sin aparato de tempestad” (55) o “No había apariencia de tronada ni era tiempo regular para ello” (13-14).

Hay concordancia total en que los ruidos o detonaciones fueron tres: “Tres estruendos con poco intervalo de uno a otro” (13), o “en la esfera celeste tres estruendos muy fuertes con corto intervalo de uno a otro” (18). Algunos pensaron que se trataba de tiros “de artillería del castillo de Monzón” (31, 69).

Las descripciones más curiosas corresponden a lo que se oyó justo después: “Un susurro, como eco de campanas o cosa semejante” (73). Un pastor que se encontraba en Cajicorva “después del último estruendo notó y oyó también un ruido o eco como si fuera un panderillo guarnecido con sonajas o cascabillos que le parecía se dirigía a Sariñena” (18-19). Otro describe el sonido “como si por el aire pasara un enjambre grande de abejas” (75). Y aún: “Un susurro o eco como cuando de apartado se oyen los pífanos o flautines que usa la tropa” (14). Esta misma impresión llevó a otro a afirmar que “los que estábamos dentro de nuestras habitaciones oímos los estruendos solamente”, mientras que los que estaban al exterior oyeron además “el ruido continuo y particular como de cajas y pífanos”, de suerte que las mujeres que estaban en la calle baja del lugar se decían “vamos a ver los soldados que entran por el cabo alto del lugar. ¿No oyes los tambores y pífanos?” (40).

No cabe duda que los estruendos causaron temor en muchos. Lo expresan varios testigos que indican que buscaron refugio notando que “El cielo se abre o se rompe” (73). Unos ganaderos montañeses que volvían de dejar el ganado en el monte del Sisallar refirieron que “al pasar el puente que este lugar tiene construido en el rio Alcanadre habían oído los referidos estruendos de que se habían asustado mucho y atemorizado creyendo que se hundía el puente” (15). Otro testigo de Sariñena, temió por la suerte de la torre de la iglesia, algo deteriorada: “hizo juicio que había caído dicha torre y que eran resultas de ello dichos estruendos” (21).

También indicaron muchos que “faltaba una astilla o trozo” (71, 73-74, 75), que no fue hallado por más que se buscó. Probablemente se trataría de un pequeño fragmento que se separó en la caída y fue recogido algún día más tarde. Y, finalmente, algunos describen una estela dejada en el cielo por la piedra, como una “nubecilla de poco cuerpo y densidad como si fuese un pedazo de la niebla, vulgarmente boira” (76), algo que concordaría con las estelas persistentes dejadas por otros meteoritos avistados y documentados.

Referencias

MNCN (1774): Conjunto de informes manuscritos fechados entre noviembre de 1773 y enero de 1774, sobre la piedra caída en la Huerta de Sena. Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Arch. 169). Madrid. Consultable en http://simurg.csic.es/view/1617691

PROUST, Luis (1804): Análisis de una piedra meteórica caída en las inmediaciones de Sixena en Aragon, el 17 de noviembre de 1773, Madrid, s/i, 40 págs.; resumen en: Variedades de literatura y artes, 3 (1804) 193, 257; PROUST, L: «Sur une pierre meteorique tombée aux environs de Sigena, en Aragon, dans l’année 1773», Journal de Physique, de Chimie et d’Histoire Naturelle, t. LX (1805), págs. 185-205.

El meteorito de Sena, También en el museo del Prado

Por Antonio Cavero Barreu

Publicado en El Tarirán, Asociación Cultural Senense, n. 105, págs. 33-34, abril 2024.

El meteorito de Sena ha sido objeto de atención preferente en los últimos meses con motivo del 250º aniversario de su caída, que tuvo lugar el 17 de noviembre de 1773. Ello ha propiciado, aparte de un artículo en El Tarirán, extensos reportajes y menciones en prensa, radio y televisión. Incluso hemos podido contemplar el meteorito en directo, sin necesidad de ir a su sede habitual en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, porque el Planetario de Aragón organizó en Huesca, de noviembre de 2023 a enero de 2024, una interesante exposición sobre meteoritos, en la cual el de Sena ocupaba la plaza de honor, como se ve en la fotografía adjunta. No era la primera vez que nuestro meteorito salía de su sede habitual del Museo de Ciencias: entre noviembre de 2013 y abril de 2014, y acompañado de otros meteoritos de la colección, se exhibió en el Museo Nacional del Prado complementando a un cuadro de Rubens, en una curiosa relación -a través de la Vía Láctea- que vamos a desgranar en los párrafos que siguen.

La Vía Láctea, nuestra galaxia

Es sabido que la Vía Láctea es el nombre de la galaxia en la que se encuentra situado nuestro sistema solar. Se trata de una galaxia de tipo espiral, con un diámetro de más de 100.000 años luz, integrada por entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas. Nuestro Sol es una de ellas, no de las más grandes, y situada en uno de los brazos. El nombre de Vía Láctea -literalmente, camino de leche- tiene relación con la apariencia que ofrece de noche, vista desde la Tierra, como una tenue y borrosa banda de luz blanca procedente de las estrellas y del gas interestelar que se hallan en el plano de la galaxia. Este fenómeno visual es fácil de entender a partir de las figuras: cuando desde un punto del Sistema Solar como la Tierra se mira de noche el firmamento en la dirección del plano de la galaxia se percibe la acumulación de estrellas y materia interestelar que la componen, mientras que en dirección perpendicular se percibe el firmamento más oscuro.

El origen de la Vía Láctea, según la mitología grecorromana

Según la leyenda, el dios Zeus (Júpiter para los romanos), “el padre de los dioses”, estaba casado con la diosa Hera (Juno para los romanos). Mantuvo una relación con Alcmena, una reina mortal, de la cual nació un hijo, Heracles (Hércules para los romanos), que era solamente un semidiós a causa de la falta de condición divina de la madre. Zeus pretendió que Hera amamantara a su hijastro Hércules, ya que su leche le hubiera conferido la inmortalidad, pero Hera, despechada, lo apartó bruscamente. Las gotas de leche derramada constituyen en el firmamento la Vía Láctea, el camino que conduce al Olimpo de los dioses. Esta leyenda mitológica fue objeto de diversas obras pictóricas, entre ellas el lienzo de Peter Paul Rubens El origen de la Vía Láctea, de 1636, encargado por el rey Felipe IV, una de las obras maestras de la colección del Museo Nacional del Prado.

La Vía Láctea y el meteorito de Sena en el Museo Nacional del Prado

Entre noviembre de 2013 y abril del 2014 se pudo ver en el Museo Nacional del Prado una curiosa exposición comisariada por el artista Miguel Ángel Blanco, un experimento de fusión consistente en la instalación de alrededor de 150 piezas de historia natural (minerales, animales naturalizados y en etanol, fósiles, esqueletos, e insectos) procedentes en su mayoría del Museo Nacional de Ciencias Naturales, junto a veinticinco obras de la colección del Museo de alguna manera relacionadas con ellas.

En la figura podemos ver uno de los montajes, que incluía una colección de meteoritos a modo de prolongación de las gotas de leche representadas en el lienzo El Nacimiento de la Vía Láctea, de Rubens, que como hemos visto narra el origen divino de esta galaxia. El programa de la exposición incluía interesantes comentarios sobre la fusión del cuadro y los meteoritos:

La aproximación mitológica a los fenómenos astrales visibles e intangibles se une al abordaje científico de una presencia tangible: la de los meteoritos que se precipitan sobre la tierra […] Estos fragmentos de cuerpos astrales parecen haberse desprendido del estrato pictórico para posarse junto a la obra y devolver a la tierra en forma de roca las gotas de aquel relato mítico. La mayoría de meteoritos que se desprenden sobre nuestro planeta provienen de un espacio legendario, el cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter, dos planetas con nombre de dios potente y amenazante como la fuerza de estos fragmentos al desprenderse de la bóveda celeste. (https://www.museodelprado.es/actualidad/exposicion/historias-naturales-un-proyecto-de-miguel-angel/860d26d4-8793-4737-be9f-e744e5c2daf4)

El meteorito de Sena, que proviene efectivamente del cinturón de asteroides, se puede ver en la imagen, el primero a la derecha, como capitaneando la partida de meteoritos.

De esta curiosa manera se asoció, pues, durante unos meses, el meteorito de Sena con Peter Paul Rubens y la Vía Láctea bajo los auspicios del Museo Nacional del Prado.

Luis Aguilar Palacio


Famosas son las madalenas de Bujaraloz que han sido y son horneadas con el sabor tradicional, pues Bujaraloz ha sido y es pueblo de grandes panaderos: El Betes, Barrachina, Claver o Aguilar. Gracias a Luis Aguilar Palacio, nos adentramos al calor de su horno, en su panadería cuyo olor a masa madre amasándose, a pan recién hecho y a bollería y repostería nos conquistan para siempre. 

Luis Aguilar Palacio nació el 24 de junio de 1938 en Bujaraloz, en casa, asistido por el practicante -por aquellos tiempos atendía todos los partos-. Su padre trabajaba en el campo y su madre en casa, eran seis hermanos. Campo de secano y muy pocas tierras, por lo que su padre se dedicaba a hacer yeso, por lo que era conocido como “Casimiro el Yesero”.

Tenía un horno y el pueblo un molino y el rollador, donde molían el yeso -Pagaban según gastaban luz, según los kilovatios consumidos-. Antiguamente rollaban con las ruedas de los carros en el Tollanco, con las mulas tirando el carro y chafando el yeso. Casimiro vendía el yeso en Peñalba y a gente de Caspe que venían a comprarlo a Bujaraloz. Subían albañiles, particulares a comprar yeso -Si se cocía bien se hacía muy bueno-, recuerda Luis. No había cemento y se hacía todo con yeso –El que más se cocía era mejor y se gastaba para hacer suelos, resistía igual que el cemento-.

Luis jugaba a los pitos, colocaba cepos para cazar pajaricos o iba a las eras a jugar al fútbol. A la escuela trataba de no faltar nunca, únicamente cuando tenía que ayudar a su padre en el molino, especialmente cuando había dos moliendas y había que separarlas.

No eran años buenos, afirma Luis -Los años malos la gente marchaba a trabajar a Cataluña o a arreglar carreteras, cuando había faena-. Algunos tenían mulas y llevaban en invierno paja a Gandesa (Tarragona). Otros trabajaban para las casas ricas que tenían mucho ganado, tenían unos 6 a 7 pastores, como casa Gros o casa Rozas. En casa tenían cerdos, un gallinero, pasaron años muy justos. Entre 1940 y 1950 mucha gente emigró a trabajar fuera.

Llegaron años peores, a partir de 1946 se empezó a no coger nada del campo, fue una sequía muy dura, recuerda Luis. En 1950, viendo que así no podían vivir, marcharon a Castillonroy (Comarca de la Litera). Allí trabajaron llevando una finca, permaneciendo por unos 10 años. El dueño era un militar retirado que siempre les trató muy bien, incluso cuando hicieron el servicio militar obligatorio, les ayudó. Luis realizó la mili entre 1960 y 1962, durante año y medio, siendo destinado a África, a Sidi Ifni. Ya no había guerra y estuvo en posiciones sin escuchar ni un solo tiro.

Con la marcha de sus hijos al servicio militar, su padre no pudo hacerse él sólo con las tierras que llevaban en Castillonroy. Así que Casimiro volvió a Bujaraloz, retomando las tierras propias y las de un tío de su madre. También se incorporó Luis cuando finalizó el servicio militar, llevando las tierras con su padre.

Al poco, con su hermano montaron una tocinería en Bujaraloz “Tocinería Aguilar”.  La llevaron entre los dos hasta que Luis se casó, quedándose su hermano con la tocinería.  Luis estuvo un año trabajando en el Mesón -La nacional II era la vida del pueblo-. El Betes, uno de los panaderos del pueblo, solía pasar por el Mesón. En una ocasión, Luis le dijo al Betes -¡Qué bien viven los panaderos!- y este, sin dudarlo, le respondió -porque no quieres, que allí tienes la panadería-. Así, Luis cogió la panadería en arriendo y durante quince días el Betes le estuvo enseñando a hacer pan.  

Luis se casó con Madalena Mateu Pascual de Castillonroy. Ambos trabajaron duramente para sacar adelante la panadería y a sus cuatro hijos, tres chicos y una chica. Servían al Ciervo, al Español, al Parador Mesón Aragonés, la Perla… y a otros muchos de los negocios hosteleros vinculados a la nacional II. En 1986, recuerda Luis, con su mujer hicieron mucho trabajo, pero la renta fue subiendo cada año hasta que Luis y su mujer se vieron obligados a construir su propio horno. –Algunos le dijeron si estaba loco-, recuerda Luis, pero desde 1969 vienen manteniendo abiertas las puertas “Panadería artesanal Aguilar, en horno de leña. Desde 1969”.

Es un oficio que no se aprende nunca– comenta Luis –Solo con que cambie el tiempo todo cambia mucho. Lo importante es la masa madre, la fermentación-. En tiempos las mujeres amasaban en casa y luego iban a cocer sus propios panes al horno, apunta Luis.

Su padre le ayudaba mucho a limpiar las máquinas y en semana santa le tenía que ayudar la guardia civil a cruzar la nacional II, parando el tráfico, para llevar el pan a los bares restaurantes al otro lado de la carretera. Luis también contó con algún aprendiz y trabajador, como Pedro y José Luis Villanua, de Castejón de Monegros, a quienes les une una gran amistad.

La vida de antes era muy dura, la gente se puso granjas de pollos y luego de cerdos. Todo cambio mucho al comenzar a trabajar con tractores y la llegada del regadío. Luis aún recuerda cuando los militares tenían que traer agua en camiones cisterna a Bujaraloz (1972-1973). Entre otras muchas cosas que Luis va contando es que en Bujaraloz existió una harinera.

Actualmente, la panadería continúa gracias a uno de sus hijos. Además del pan hacen unas de las famosas magdalenas de Bujaraloz, pero también bizcochos, bollos, empanadones de membrillo, rollos de pan… Sin duda, los recuerdos de Luis, nos llevan por la historia reciente de Bujaraloz pero también nos acercan a ese gran oficio de panadero, todo un placer.

Gracias a David, hijo de Luis.

Luis Buil Espada


Luis Buil Espada tuvo una vida intensa, viviendo en su juventud, con veinte años, la guerra civil española, lo que le llevó al exilio, la segunda guerra mundial y el antifranquismo. Todas aquellas vivencias quedaron recogidas en su libro “Toda la vida en guerra de un pacifista» (Autor Luis Buil Espada Editor Josep Maria Borés, 1991 N.º de páginas). Un libro muy desconocido y muy complicado de encontrar y que, gracias a su hija Elisa Buil Torres, ya está disponible en la biblioteca del Instituto de Estudios Altoaragoneses. Así, el presente artículo se basa, principalmente, en su obra autobiográfica, aportando breves notas de documentos, bibliografía consultada y testimonios familiares.

Sariñenense, Luis Buil Espada nació el 8 de octubre de 1916. Su padre era ferroviario, encendedor de máquinas y trabajaba en la estación ferroviaria de Sariñena. Estudió en las Carmelitas y en la escuela nacional hasta los 14 años. Debió de ser buen estudiante, pues, tal y como relata, el cura nunca le pegó “Un día a la semana nos hacían ir a la iglesia para enseñarnos la doctrina. El cura tenía una caña muy larga con la que pegaba muy fuerte en la cabeza”.

Luis vivía una vida normal, la de un chico de su edad, jugando en la calle o aprendiendo solo a nadar en el río. Aunque no pudo continuar estudiando, su familia no se lo pudo permitir y, tras acabar la escuela, trabajó de botones para el Banco de Aragón. Allí comenzó a coger conciencia, sintiéndose explotado “y sin posibilidad de defensa”. Así, a los dos años, abandonó el Banco Aragón y junto a su familia abrieron una tienda de ultramarinos, con su madre, “También vendíamos carbón y patatas de siembra”.     

Cuando se fundó la UGT, Luis se afilió con numero de carnet nº 7, la sede se encontraba en el café Romea. Luego ingresó en las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas).

Con la sublevación militar del 36, (La guerra civil en Sariñena), Luis recuerda cómo se formó el comité de Sariñena al día siguiente: “El 19-7-36 se formó el Comité del pueblo formado por socialistas, comunistas, izquierda republicana, unión republicana (de derechas) y anarquistas. Cortaron las carreteras con árboles y guardia armada. Por las noches los veía patrullar, pero la guardia civil también patrullaba.” En su relato va narrando el desarme de la guardia civil de Sariñena (La Guerra civil en Sariñena), como salió voluntario a los primeros enfrentamientos en Lanaja y Alcubierre, como fueron protegidas las hermanas carmelitas de Sariñena y el párroco Don Pedro y la defensa de los encarcelados para que no fuesen fusilados.  

Luis Buil en en centro con la camisa abierta durante la guerra.

Al final, Luis acabó en el ejército popular como militar y para ello ingresó en la escuela militar de Sarriá. Después fue destinado a la 26 División de Durruti y recorrió diferentes escenarios del frente de Aragón. Más tarde acabó en la escuela de guerra de Porta Coeli, de donde salió con el grado de teniente para ser destinado al ejército del Ebro, participando en la batalla del Ebro, la posterior batalla de Cataluña y su exilio a Francia.

Cinco años y medio permaneció en Francia, estuvo internado en San Cyprien, donde coincidió con el también sariñenense Juan Basols. También estuvo en Barcarés, Argeles sur Mer, en una compañía de trabajadores, en el campo disciplinario de Egletons, trabajó en una fábrica de carburos… Numerosas odiseas salvándose constantemente de los alemanes.

Don Luis Buil Espada, teniente republicano y resistente antifranquista, evocaba así a los brigadistas internacionales que conoció en el campo de concentración de Argelers (PO): «Su solidez de carácter, las barracas más ordenadas y curiosas de todo el campo, aquel espíritu de resistencia antifascista, de solidaridad en la miseria, de abnegación en la adversidad, de dedicación sin condiciones a un ideal de libertad y democracia, los brigadistas eran un ejemplo a seguir, a imitar para nosotros, republicanos también y comunistas, porque haciendo honor a nuestra condición de es-pañoles, en ocasiones teníamos cosas anarquistas».

Las Brigadas Internacionales: Nuevas perspectivas en la historia de la Guerra Civil y el Exilio editado por Josep Sánchez Cervelló, Sebastián Agudo.

En junio 1944 regresó a España, con pasaporte legal, aunque tan solo cruzar la frontera fue encarcelado en el castillo de Figueras, trasladado, al poco, a la Modelo de Barcelona y a la cárcel de Huesca

Pronto consiguió ser liberado y regresó a Sariñena, donde creó el PCE junto a unos 11 o 12 militantes y después la Unión Nacional Española (UNE). Fue, por aquellos tiempos, cuando se produjo la ocupación de Capdesaso por parte de los maquis:

“Los «maquis» seguían viniendo. Un día ocuparon el pueblo de Capdesaso (el del buzón) hablando con el alcalde Sr. Paul. No pasó nada aparte de comprar comida que pagaron. Mas adelante les informaré de ese asunto y como se realizaba posteriormente el suministro. Entre tanto realicé un viaje a Huesca acompañado de Juan Basols el maestro del campo de concentración de Francia, que había sido responsable de las JSU antes de la guerra. Su familia era de derechas, como la mía, pero más. Conocía algunos socialistas de la capital, pero no quisieron saber nada. Nos volvimos con la propagan da.”

Con 28 años realizó el servicio militar, en 1944, y en un permiso fue detenido junto con 11 personas en Sariñena “Junto con otros 140 de Huesca estuvo encarcelado muchos meses” (http://www.memoriadelasmigracionesdearagon.com/). Trasladado a la cárcel de Huesca coincidió con el médico Pedro Cascales.

“Me llevaron a una sala (del ayuntamiento) donde había unos 11 o 12 amigos, entre ellos el primo muy joven de un amigo mío de la CNT al que habían pegado unas bofetadas porque no habían encontrado a su primo y les taha dicho que no sabía dónde estaba. Tampoco encontraron al que vivía enfrente de mi casa ni al que estaba en la esquina (o sea los tres de la CNT) después supe que habían tenido un chivatazo de un miembro de las fuerzas que nos detuvieron.”

Al final salieron en libertad y Luis regresó a continuar el servicio militar a Pontoneros. A partir de 1945 fue corresponsal de «radio Pirenaica» bajo los seudónimos de «Julio Romero» y «Alcanadre» y en 1963 se traslada a Cataluña estableciéndose en la Seo de Urgell, en 1965 en Guisona y en 1967 en Solsona donde acabó viviendo definitivamente. Nunca abandonó su conciencia y compromiso, manteniendo su actividad política.

«A Luis Buil lo conocí por casualidad y en poco tiempo nos convertimos en buenos amigos disfrutado de paseos y café juntos. Su experiencia vital me entusiasma y el haber vivido un momento único y tan importante para nuestro país lo hacía doblemente interesante.»

Paloma Hernández Sánchez.

«Toda la vida en guerra de un pacifista» Autor Luis Buil Espada Editor  Josep Maria Borés, 1991.

Luis recogió sus memorias en su libro biográfico, fue algo para familiares y amigos, sin registrar y los iba regalando. Solía venir de vez en cuando a Sariñena sin olvidar visitar a sus amigos. Falleció en Solsona en el 2009. Su memoria es parte de la historia de Sariñena, que vuelve a resurgir gracias al gran trabajo de las bibliotecarias del IEA, de Ana oliva Mora y Ester Puyol, y a su digitalización por parte del Instituto de Estudios Altoaragoneses. Una obra disponible online en la biblioteca del IEA para todo el que quiera adentrase en las memorias de Toda la vida en guerra de un pacifista. Gracias también a la biblioteca publica de Sariñena y a su bibliotecaria Luisa Casañola Andrés por conseguir el libro físico, para su consulta, de la biblioteca Carles Morató de Solsona a través de la red de préstamo interbibliotecario.

Luis Buil y su esposa Elisa Torres del Valle.

Gracias a su hija Elisa Buil Torres y a su nieta Carmen Buil.