La historia que narro hoy le ocurrió a un famoso pastor local llamado Melchor Buisán apodado “el Pinoso” y la desencadenó uno de esos episodios periódicos invernales en los que, de vez en cuando, se ve envuelta nuestra península. Me refiero a las famosas olas de frío que bajan del Polo Norte. La de ese año 1946 debió ser espectacular porque incluso nevó en Sevilla..
Según cuentan, Melchor era uno de los mejores pastores de Monegros y trabajó para dos casas fuertes de Sariñena (Torres y Castanera). Vivía en el treinta y tantos de la avenida de Goya, era soltero y tenía dos hermanas: una en Sariñena que se llamaba Asunción y otra en Barcelona de nombre Trini.
Los pastores de antes solían pasarse varias semanas en el campo con sus rebaños. En el pastoreo diario, las ovejas comían todo tipo de rastrojos como sisallos, aliagas, esparto, ricio, romero; también alfalfa, paja y maíz. Las ovejas dormían en las parideras donde también se les daba algún tipo de pienso y los pastores recalaban en unas pequeñas casas adosadas. De la comida para los pastores y del pienso de refuerzo para los animales se encargaban los criados de las casas fuertes para las que trabajaban. Estos alimentos eran transportados con caballerías desde Sariñena.
Llevaban el pienso y la sal para las ovejas y el “recau” para los pastores. El recau consistía generalmente en pan, vino, arroz, judías, ajos, cebollas, sebo y alguna cosa más para que no les faltase de nada. La carne la conseguían de la caza.
Una receta que gustaba mucho a los pastores monegrinos de aquel entonces era la de las judías enterradas o “judías en ayuno”. Para elaborar este plato “era menester”, la noche anterior, coger un puchero y meter en él judías, patatas, ajos, sal, laurel y agua. Luego se tapaba el puchero y se enterraba en el hogar con las brasas, la ceniza y la paja y de esta guisa cocía toda la noche a fuego lento. Por razones obvias, a media noche había que añadir algo de agua. Por la mañana se le echaba pan y aceite y resultaba un almuerzo consistente.
Los días de los pastores solían ser muy aburridos, lógicamente no disponían del indispensable transistor actual ya que su invento no ocurrió hasta el año 1953 y no se puso a la venta hasta el 1954 en EEUU, por lo que cualquier distracción podía darse como buena. Como cuando nuestro pastor hizo buenas migas con dos cuervos que le visitaban asiduamente y a los que diariamente alimentaba. Pero un día decidió experimentar con ellos y les dio pan con vino. Contaba que aquellos animales caminaban erráticos y graznaban sin parar, vamos, …cosas del morapio.
El día 16 de enero de 1946 (víspera de San Antón) empezó a nevar en toda España. Aquí en Monegros lo estuvo haciendo durante tres días, por lo que, seguramente, debió alcanzar los cuarenta centímetros de altura. Seguidamente heló ininterrumpidamente hasta Santa Águeda y cuentan los cronistas que aquellas heladas mataron incluso a gallinas y oliveras. Hay registradas temperaturas en la provincia de Teruel de 22º bajo cero, en el aeropuerto de Monflorite 11º negativos y en Fraga menos 19º.
Esa combinación de inclemencias climáticas pilló a nuestro pastor en el monte Moncalvo, en la zona de la Virgen Vieja. Allí estaba situada la paridera denominada Rajamontes perteneciente a la familia Castanera. En esa situación tan crítica las caballerías no pudieron acercarse a llevar el pienso semanal y cuando las ovejas terminaron con el que quedaba, continuaron con la paja y cuando esta se terminó comenzaron a ponerse muy nerviosas y al no encontrar nada, se dieron a comer la lana de las compañeras.
Mal lo tenía Melchor para solucionar el problemón que se le venía encima. Estaba muy preocupado porque era un excelente profesional que cuidaba y quería a las ovejas. Pasaron varios días y la cosa se ponía cada vez más difícil. Ya no podía más cuando avistó a lo lejos, entre el helado manto blanco de la estepa monegrina, a varias caballerías en reata que por fin traían el sustento. Cuando descargaron, les fueron dando poco a poco el alimento para que no les sentara mal y después de calmar a los pobres animales se pusieron en camino de vuelta a casa: personas, caballerías, perros y ovejas. En primer lugar y abriendo paso entre la nieve colocaron a las caballerías en fila india y detrás, en la misma situación, o sea, en hilera las más de seiscientas ovejas. Y en esa helada situación regresaron todos. Después de cerca de cuatro horas de camino y cuando ya anochecía llegaron a Sariñena, y dicen los que lo vieron que, cuando la primera oveja entraba en la palanca sita en lo que después fue el garaje Casabón, la última aún estaba a la altura de la fuente del Cántaro.
Lo debió de pasar tan mal el pobre Melchor, que años después aún lo seguía recordando emocionado.
Esta historia se la contó Melchor a Simoné y ella me la transmitió a mí.
M.A.C.P.
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