El sabroso título de este nuevo trabajo de investigación surgió en una grata conversación con Luis Arasanz de la Venta Ballerías una mañana del mes de junio en el tozal de Mataliebres y terminó en la trastienda de la guarnicionería de A. Royo con José Lerín de entendido en el tema. Tertulias en las que se habló del vivir diario de la gente que salía al monte a segar en verano, a coger olivas en invierno o a preparar el sementero en otoño.
Eran veranos duros y calurosos, de gabilladoras en los montes y trilladoras en las eras, faenas que bien podían durar un mes o mes y medio y de inviernos fríos, reumas, sabañones y velas en la nariz.
En el monte la comida no andaba escasa porque a lo que solían llevarse de casa le añadían la caza que conseguían con escopetas o preseras. Más modernamente, cuando se generalizaron las cosechadoras a finales de los cincuenta, uno de los segadores se colocaba estratégicamente encima del aparato y desde ese mirador privilegiado disparaba a los conejos que salían asustados por el ruido de la máquina. También podían llevarse de casa a las gallinas y pollos para que aprovechasen los granos que se desperdiciaban por los campos, para comerse los huevos que ponían e incluso la carne de alguno de esos volátiles . Se bebía vino en bota y agua del río o de las balsas, previo desalojo manual de los bichos que pululaban por la superficie de estas últimas.
Había tanta caza que los de la Venta tenían permiso de Gobernación para cazar en el coto que llamaban Industrial hasta 7.500 conejos al año, pero con la particularidad de que el 50% de ellos debían de donarlos para caridad. Casi cada mañana sacaban a la Sesantina un saco lleno de conejos, mientras en la oscura estación de la calle Cabestany esperaba un funcionario de la DPH para recoger el saco y repartirlos por las distintas casas de beneficencia de la capital.
Pero sigamos con los menús-tipo de aquellos esforzados segadores: desayunaban al amanecer gazapos al ajillo; al mediodía era muy apreciada la sartenada de conejo, patatas, arroz y caracoles y cuando se ponía el sol no podían faltar la lechuga, el pepino, la verdura, el bacalao con cebolla o tomate y de postre fruta. Si quedaban ganas venían bien unas partidas de guiñote y con la incipiente oscuridad se retiraban a un ”mullido” rincón de paja para dormir en compañía de arañas, roedores y alguna culebra despistada. La iluminación le correspondía a la luz de un candil de mecha (hilo de algodón o tela vieja y aceite).
Como podemos imaginar, la higiene era escasa y sólo se bañaban cuando el río estaba cerca. La ropa interior se la cambiaban muy de vez en cuando y siempre dependiendo de la distancia al pueblo.
Al más joven o al que menos aguante tenía, se le encargaba, cuando era necesario, la misión de acercarse al pueblo en burro a hacer recados, a buscar el pan, el vino, las judías, el aceite o el agua.
Y para finalizar les traslado la receta que me contó Luis y que me aseguró que era la preferida de los segadores: “las judías viudas”. Se ponía un puchero al fuego con judías blancas de las llamadas “chata blanca” originarias de Sariñena (hizo una excelente alabanza de dichas judías tildándolas de las mejores y sin embargo ahora casi perdidas), se le añadía laurel, una cabeza de ajos, aceite y sal, mientras tanto se cogía una fuente de porcelana y se cubría el fondo de pan cortado como para sopas y se empapaba de aceite. Cuando las judías estaban cocidas se echaban hirviendo sobre la fuente de pan y ya se podían comer a rancho.
Eran tiempos de cromos de futbolistas, Calcio 20, aceite de hígado de bacalao, pan con vino o aceite y azúcar, de críos jugando por las calles a los pitos de roña, cristal o hierro, patinetes artesanales deslizándose por la calle del Enado o la del Horno, marro, carreras ciclistas con chapas, a las perras negras, al cuadro con enormes clavos o navajas, a las cartas en forma de carpetas, a las tabas (tripa, hoyo, rey y verdugo) con toda la mala leche de algunos, a la una andaba la mula, a churro media manga o manga entera, al aro, al palmo, etc… y las niñas, a la comba , a catarro al duble, al corro, hacer comidetas, a tú la llevas, al pañuelo, al cordón, al aeroplano, a cortar el hilo, etc.
Desgraciadamente todos ellos perdidos en la actualidad.
M.A.C.P.
– Enlaces relacionaus:
- El Portillo tabicado o la verdad al descubierto.
- El Tocino en el río.
- Las manzanetas de san Juan y San Pedro.
- Los membrillos de la Torre Mirallas.
- Melchor el Pinoso.
- Noche de terror.
Pingback: EL TOCINO EN EL RÍO | os monegros
Pingback: MELCHOR EL PINOSO | os monegros
Pingback: LOS MEMBRILLOS DE LA TORRE MIRALLAS | os monegros
Pingback: EL PORTILLO TABICADO O LA VERDAD AL DESCUBIERTO | os monegros
Pingback: LAS MANZANETAS DE SAN JUAN Y SAN PEDRO | os monegros