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José Jiménez Solanas


Tras los pasos de José Jiménez Solanas, un leciñenense cuyo rastro se pierde en plena guerra española de 1936. A pesar del tiempo, nada se sabe de lo que le sucede a José Jiménez Solanas, desconociendo el lugar en el cual reposan sus restos. Gracias a Yolanda Palomar Franco, nos adentramos en una familia que sufre la guerra, el exilio y los campos de exterminio nazis.

Esta es parte de su historia y de su familia:

Natural de Leciñena, José Jiménez Solanas nace el 29 de octubre de 1909. Hijo de Manuel Jiménez y Julia Solanas, ambos de Leciñena. José es el mayor de sus hermanos, a quien le siguen Miguel, María Pilar y Manuel. Su madre Julia fallece joven y Manuel se vuelve a casar, con María, que tenía una hija, y con quien tiene dos hijas: Fabiola y Ángeles. Manuel, de mote “los Manolicos”, es matarife en una carnicería y de noviembre a febrero mata cerdos por las casas.   

José Jiménez Solanas es soltero y de ideas republicanas y tras la guerra su familia nunca más ha sabido de él. Para su sobrina Yolanda Palomar Franco, parece que se lo ha tragado la tierra. No por ello, Yolanda no ha parado de investigar, buscar y consultar diversos archivos tratando de averiguar alguna pista que aporte luz sobre su tío José Jiménez Solanas; pero hasta ahora no ha habido suerte.

Si que sabe que el 11 de octubre de 1936 la familia marcha a Barcelona hasta que es ocupada por los sublevados y huyen a Francia. La familia siempre ha dicho que José se queda en Manresa, pues una prima hermana de José, que todavía aún vive, dice que lo mataron allí, en Manresa. No obstante, apunta Yolanda, su tío José no está registrado, ni aparece en ninguna lista, ni en ningún archivo. Por si acaso, la familia sigue buscando dónde descansan sus restos y qué es lo que verdaderamente sucedió.

Yolanda ha accedido a su acta de nacimiento y partida de bautismo. En esta última, aparece una nota del cura de Leciñena escrita en una esquinan en la que afirma que José Jiménez Solanas murió en zona roja. La nota la firma el mismo cura párroco Francisco Albero, quien, tal y como afirma Yolanda -pues no dijo nada y se llevó el secreto a la tumba-.

Su hermano Miguel muere al poco de acabar la guerra; era diabético. Mientras, su hermana María Pilar Jiménez Solanas, abuela de Yolanda, casada con Francisco Franco Escanero, fallece por el parto de su tía a los 21 días de tenerla; cuando su madre Julia Franco Jiménez apenas tenía 4 años, en 1936. El hermano pequeño, Manuel fallece el 19 de mayo de 1979.

El esposo de María Pilar Jiménez Solanas, Francisco Franco Escanero nace en Leciñena el 12 de noviembre de 1907, familia de siete hermanos, cuatro chicos y tres chicas Pablo, Rafael, Víctor, Francisco, Petra, Francisca y María. María es la primera que nace y fallece a los pocos días. Todos son afiliados a Izquierda republicana y Francisco a UGT. Pablo y Rafael son acusados por algunos vecinos de profanar la iglesia y tirar las campanas al suelo. Pero resulta que Rafael, albañil, arreglaba la iglesia sin cobrar y Pablo, pintor, pintaba la iglesia igualmente sin cobrar. El cura es quien les ayuda a salir del pueblo el 11 de octubre de 1936 hacia Barcelona. Con la caída de Barcelona en 1939, cuenta Yolanda, a Francia marchan 22 miembros de su familia, los cuatro hermanos Franco Escanero y un cuñado Antonio Solanas Sanz, viudo con tres hijos.: -Entre los 22 miembros que fueron a Francia, había una mujer de más de 80 años que la recogió mi abuelo pues la iban a matar, pero no sabemos ni su nombre ni sus apellidos-.

En Francia, Francisco Franco Escanero ingresa en el 107 CTE (Compañía de Trabajadores Extranjeros) siendo destinado a construir infraestructuras y fortificaciones en la Línea Maginot. En junio de 1940 es capturado por la Wehrmacht en los alrededores de Héricourt y enviado al frontstalag de Besançon-Doubs, un campo de registro y selección de prisioneros de guerra. Es trasladado en enero de 1941 al Stalag XI-A, ubicado en Altengrabow, desde donde es enviado, el 24 de abril de aquel mismo año, –En un vagón destinado al transporte de ganado- al campo de Mauthausen. -El convoy tarda dos días en realizar el recorrido-. Allí, recibe el número de prisionero 3180. Trasladado a Gusen el 20 de octubre de 1941. N.º de prisionero 13812”, fallece el día de su trigésimo cuarto cumpleaños, el 12 de noviembre de 1941 (https://www.aragonesesdeportados.org/).

Francisco Franco Escanero,

En Mauthausen, Francisco Franco Escanero está con Juan Antonio Solanas Franco, hijo de Antonio Solanas Sanz.

Además, cuenta Yolanda, su también tío, por parte materna, Agustín Franco Solanas pierde un brazo en plena contienda en Sietamo. Al salir a Francia lo encuentra un sobrino carnal que con el tiempo llega a ser guardia local en Zaragoza: Pablo Maza Franco. Pablo, hombre honorable, es policía local del barrio de Delicias y fallece en el 2011, nada más jubilarse. A Pablo le hacen un sentido homenaje -la mejor persona del mundo, recuerda Yolanda: -Pablo Maza Franco era inspector local, era policía de barrio y estaba en la calle Delicias con todos los niños, con el casco como los de Londres. Estuvo de jefe encargado en la Expo de Zaragoza 2008-.

Otro tío, Francisco Franco Solanas vivía en Peñaflor y pertenecía al Partido Comunista. Es asesinado, el 11 de agosto de 1936 y fallece por hemorragia interna por arma, tenía 46 años. Está en una fosa común de Movera y aparece recogido en el Memorial del Cementerio de Torrero con placa número 287. Expediente de la Comisión Provincial de Incautaciones de la provincia de Zaragoza  ES/AHPZ – J/005805/000005.

Yolanda Palomar Franco ha mirado en diferentes archivos, tanto militares como de memoria histórica, incluso la familia participa en el banco de ADN de Cataluña de búsqueda de desaparecidos y hasta ha estudiado la posibilidad que sus restos estén en el Valle de Cuelgamuros. No tienen fotografías, pero si el tesón de continuar tratando de averiguar qué deparó a su tío José Jiménez Solanas, esperando conocer algún día su historia para recordarle con la dignidad de la memoria y la justicia de la historia.

Alicia y Alba Escanero Macaya, gaiteras de Lanaja


Alicia y Alba Escanero Macaya son dos hermanas gaiteras del dance de Lanaja, encontrándose con las raíces más autenticas y propias de su pueblo y comarca de Los Monegros. Y lo hacen a través de la música, del instrumento mágico que es la gaita de boto aragonesa, formando parte de la gran estirpe de gaiteros y gaiteras de Los Monegros.

Somos Alicia y Alba Escanero, hemos vivido en Zaragoza casi desde siempre, pero nuestra familia nunca se ha desvinculado de nuestro querido pueblo, Lanaja, así que tenemos la suerte de tener infinitos recuerdos de allí, donde hemos seguido yendo casi todos los fines de semana, navidades y veranos, y donde están nuestros amigos y familiares.

Las dos hemos estudiado música desde muy pequeñas, tocando varios instrumentos, especialmente el piano, aunque nos falta tiempo para que llegue uno nuevo a nuestras manos y ponernos a aprender. Así que, cuando una compañera del Dance, allá por el año 2002 le comentó a nuestros abuelos si queríamos participar en la asociación, les hizo tanta ilusión que no lo pensamos más, y ese fue el primer año que empecé a tocar, tuve que empezar yo sola ya que mi hermana Alicia estaba estudiando fuera en esos años y lo tuvo más complicado; decidí empezar con una acordeón, que aprendí a tocar aquel verano.

En el grupo de Dance existía una gaita de boto, y nos gustaba mucho el instrumento, entre otras cosas, también por ser un instrumento más tradicional, así que, algunos años después, nuestro padre nos regaló una gaita para cada una, un regalo de navidad un tanto especial que nos encantó, las cuales fueron fabricadas por Gaitería Tremol. Así que nos pusimos manos a la obra, fuimos aprendiendo poco a poco para poder tocar en las fiestas de San Mateo aquel septiembre.

Tuvimos la suerte que, como todos los años, la familia Lahiez vino a Lanaja a enseñar a los niños diferentes instrumentos, y como hacíamos cuando éramos pequeñas, nos apuntamos a las clases para que Alejandro nos enseñara a tocar. Con su paciencia y un poco de práctica conseguimos no desentonar en los primeros ensayos del Dance

La gaita, además de su sonido, que nos encanta, la de boto en concreto representa tradición de nuestra tierra, una tradición que casi se perdió y que poco a poco ha vuelto a crecer, haciendo que nos sentamos todavía más orgullosas de poder participar en este hecho.

Como instrumento, no tiene gran complejidad de una manera teórica, no es muy difícil aprender a tocar una melodía, pero tiene otras complicaciones bastante mayores, como conseguir encontrar un sonido bonito, sin “pitidos” que distorsionen; hacer silencios, o lo más complicado para nosotras, el mantenimiento del propio instrumento, las lengüetas de madera, “cañas” que lleva la gaita, con nuestro clima monegrino, se secan con gran facilidad, haciendo que se abran, o cierren, que se agrieten.. teniendo que volver a empezar con la afinación, y haciéndonos sudar un rato (la expresión “esto es una gaita” ya sabemos por que existe…).

En cuanto al mantenimiento en sí, Nacho, de Gaitería Tremol es el que nos ayuda, así que antes de las fiestas se las llevamos para que nos haga la puesta a punto, decidimos hace unos años que es mejor dejarlo en manos de un profesional.

¿Qué tiene de especial la gaita?

Por todo lo dicho antes, que no tiene de especial la gaita de boto, empezando por su historia, que hace que sea tan diferente a tantas otras gaitas, y porque no decirlo, mucho más bonita.

¿Qué significa para vosotras el dance?

El dance es un sentimiento de pertenencia a nuestro pueblo, Lanaja, y especialmente, a un grupo de Najinos que, sin esperar nada a cambio, invierte su tiempo y su esfuerzo para realizar una actuación el día del Patrón, el día más esperado del año para sus habitantes e intentar que salga lo mejor posible. Donde el pueblo entero se reúne para poder ver sus bailes tradicionales y reírse con los chascarrillos ocurridos durante todo el año con un mismo sentimiento, el de orgullo por su pueblo y sus tradiciones. Es una forma de honrar a San Mateo y a todos los Najinos

Una tradición y un lugar de Los Monegros.  

Lanaja, siempre.

Revista Montesnegros, 30 años.


Una retrospectiva a través de su director Ángel Longás Miguel.

La revista Montesnegros cumple 30 años de existencia. Una revista que abarca casi todos los pueblos de Monegros sur y que responde a todo un referente cultural en Los Monegros. Todo un hito en su historia, de esfuerzo, trabajo y pasión que lleva a sacar adelante una excepcional revista en el medio rural, gracias a sus colaboradores y que cuenta con el afecto y cariño de vecinos y vecinas que la esperan con ilusión. De la mano de su director Ángel Longás Miguel, nos adentramos en los entresijos de la revista, a la que felicitamos por su trigésimo aniversario y deseamos larga vida y andadura.

Ángel Longás Miguel

Ángel Longás Miguel, natural de Ejea de los Caballeros, ha vivido durante años en Perdiguera, implicándose socialmente y culturalmente en la localidad monegrina, vinculación que ha continuado a pesar de residir últimamente en Zaragoza. Doctor en filosofía, Ángel ha ejercido como docente en el instituto IES Avempace de Zaragoza, como profesor de filosofía, además de ejercer en distintos lugares como Aliaga, Barbastro o Huesca. Acabó en Perdiguera al ocupar su mujer la plaza de médica a partir de 1980 hasta 1992, luego fue designada a Villamayor trasladándose a vivir a Zaragoza.

Este 2022 la revista Montesnegros cumple su trigésimo aniversario. Sus comienzos fueron en Leciñena, en 1992, de la mano de su primer director Antonio Letosa Escanero -Una gran persona con una gran inquietud cultural-. Le pusieron el nombre de Montesnegros y empezó de forma cuatrimestral y, curiosamente, con el número cero. Al principio le pasaban los escritos a Antonio Letosa y él mismo los pasaba a máquina. Los dos primeros números solo salieron en Leciñena -En Leciñena había un gran ambiente cultural y ya había habido dos revistas anteriormente-. Pronto se unió Perdiguera -Estuvieron otras localidades, como Pina de Ebro, pero se salió, también lo hizo Alcubierre y al final volvió-.  Actualmente, la revista la componen los municipios de Leciñena, Perdiguera, Farlete, Monegrilllo, La Almolda, Bujaraloz y Alcubierre. La revista es semestral y cara tirada tiene 1.800 ejemplares.

La revista cuenta completamente con el apoyo de los ayuntamientos, aunque es independiente y hay absoluta libertad -Tratando de ser ecuánimes, plurales y que haya contraste de opiniones-. Mantienen un equipo de redacción que se reúne dos veces al año cuando preparan y organizan los contenidos para el siguiente número -Lo hacemos muy a gusto y voluntariamente, así la revista sale con entusiasmo-.

Revista Montesnegros. 30 años.

Montesnegros se estructura a través de diferentes secciones: el Pórtico que realiza un reconocimiento a una personalidad, le sigue una sección de documentación e investigación, otra de educación y miradas y una última sobre personas etnólogo historiadores, -Antes había una sección sobre asociaciones-. Se mantiene una buena estructuras, secciones y diseño y las portadas son cuidadas y llenas de diseño y creatividad, elaboradas por la artista Laura Campos. Son toda una obra de arte.

Algunas portadas de la revista Montesnegros. Montesnegros nº 50.

La revista lleva 30 años recogiendo la memoria de los pueblos de la parte sur de la comarca de Los Monegros –Culturalmente es una vida. El hecho que lleva 30 años demuestra la consistencia y el arraigo, no hay ni desaliento ni abandono-. En definitiva, la revista es querida, buscada y es recibida en cada casa -Los lectores habría que multiplicarlos, como poco, por dos por cada casa que recibe la revista-.  

Antonio Letosa estuvo hasta el 2011, cogiendo el relevo en su dirección Ángel Longás a partir del número 47. Ángel comenzó a colaborar con la revista de la mano de Constantino Escuer de Perdiguera, en torno a 1992 a 1995. Escribe sobre filosofía, pensamientos, reflexiones, ética y relatos y continúa ejerciendo la dirección de la revista.  Cuando llegó a Perdiguera le impresiono el contraste de la aridez y el pinar de la sierra de Alcubierre. Sigue yendo mucho a Perdiguera y está muy incorporado a la vida social del pueblo.

En el 2013 celebraron su número 50, dedicando un especial a la revista y repasando su historia: -Se supone que aguantará muchos años, el problema hoy en día es llegar a los jóvenes. Es muy adulta y para adultos. Se escriben cosas dignas, propias, que se pueden desarrollar. Nada de ecos o repeticiones, la revista, a través de sus artículos, consigue tener su propia personalidad. Es una revista comarcal que quizá debería de tener algo más de apertura. –

Revista Montesnegros nº 50.

30 años son mucho, toda una generación, viviendo el cambio de una generación -La revista es intergeneracional. Satisface ver cómo hay gente que se anima a escribir y se lanza a la revista. Superar ese miedo al folio en blanco, gente que igual nunca se había planteado escribir y nuca se había puesto a ello. Potencialmente creces y vas adquiriendo cualidades. Es una alegría considerable para el colaborador. Es garantía de pluralidad, contar con tantos colaboradores, consistencia y futuro tener a tanta gente colaborando con la revista. –

La revista Montesnegros es un nexo cultural de unión entre pueblos monegrinos, un tesoro que deja constancia de la historia, memoria y a la vez das las vidas, del día a día de nuestros pueblos del sur de Los Monegros aportando autenticidad, calidad y en definitiva cultura en mayúsculas gracias al empuje de personas excepcionales e imprescindible. Enhorabuena a todos los que hacéis posible la revista Montesnegros, ¡Enhorabuena y larga vida a Montesnegros!.

Pilar Escanero Anoro


Los recuerdos de Pilar  nos trasladan a nuestro pasado más reciente, con una nostalgia a tiempos difíciles  que no dejan de perder una tierna añoranza a un pasado de penurias pero de fuertes valores humanos, de familiaridad, de amistad y de solidaridad.

 

Pilar Escanero Rostro

Pilar Escanero Anoro.

            Pilar nació en abril de 1925 en la población monegrina de Lanaja. De familia de albañiles, nunca les faltó trabajo en la construcción. De los seis hermanos, todos  pudieron ir a la escuela y forjarse una profesión.

            En Los Monegros el agua siempre ha sido un bien escaso y Pilar recuerda el trabajo que costaba ir a recoger el agua de las balsas para llenar los aljibes y tinajas de la casa. Recogían el agua en invierno, cuando llovía, el agua estaba más limpia y además no había bichos; pues a veces había cucos en el agua y tenían que colarla con un paño. Antes, cada gota tenía un gran esfuerzo detrás: “Hubo años malísimos, cuando las balsas se secaban y el agua la tenían que traer en tanquetas. Cuesta entender la escasez cuando ahora, con tan sólo abrir el grifo, podemos disponer de toda el agua que queremos”.

            En Lanaja cada casa contaba con su olivar y elaboraban su propio aceite, con el aceite usado hacían el jabón para lavar. El padre de Pilar tallaba piedras de arenisca para lavar la ropa. También, cada casa tenía un pequeño ganado de cabras y por las mañanas, al toque de la esquila, el cabrero las reunía y las llevaba a pastar: “era muy gracioso ver salir de cada casa las cabras”.

            Eran tiempos de escaseces que se solventaban con la solidaridad y el apoyo entre vecinos. El caso de la familia de Pilar es muy especial, prácticamente unieron su casa con la familia vecina formando una misma casa. La vecina se había quedado viuda y se ayudaban de una manera tan intensa que siempre estaban conviviendo entre las dos casas, hasta el punto que el padre de Pilar acabó abriendo un paso en la pared entre las dos casas. En general, en todos los pueblos los vecinos de la misma calle mantenían unos lazos fuertes que a veces superaban los familiares.

            Había una tienda “Casa Benito”, su madre iba con un gran capazo y compraba verduras, hortalizas, legumbres… Y con la llegada del buen tiempo, tenían la sana costumbre de juntarse todas las noches para tomar la fresca, un acto social muy en desuso con la llegada de la televisión. Antes de la guerra había mucho movimiento en Lanaja, venían muchos trabajadores del canal y se alojaban en las fondas. La sierra estaba llena de vida, con sus campos de secano y sus aldeas, donde el aprovechamiento de leñas fue muy importante para la localidad. Muchas familias trabajaron como jornaleros o sirviendo para casa Bastaras.

            Pilar fue a la escuela antes y después de la guerra del 36. Recuerda con gran cariño a sus maestras Angelita y Victorina. La antigua escuela estaba en los bajos del antiguo ayuntamiento y después de la guerra se construyeron las actuales escuelas; las construyó el padre de Pilar. Durante la guerra se paró la escuela por los continuos bombardeos, especialmente, Pilar recuerda unos tres o cuatro bombardeos muy fuertes en Lanaja: “A mucha gente no les dio tiempo a refugiarse”. Se refugiaban en las cuevas de debajo de la zona del castillo, bodegas que se usaban para el vino. También mucha gente se refugiaba en la sierra.

            Tras la guerra, Pilar aprendió con las monjas a coser, iban de quince a veinte mujeres. Les pagaban para que les enseñasen y las monjas ayudaban a muchas familias. El convento estaba al lado de la iglesia. Luego Pilar trabajó como costurera, como modista. Una hermana bordaba, otra cosía y otra fue peluquera, todas aprendieron un oficio y así se ganaron la vida. Muchas le pagaban con lo que podían, muchas familias pasaban hambre y tenían muy poco. Algunas le pagaban con un almud de trigo o con leña, otras ni siquiera podían pagarle. En la postguerra los mandamases de Lanaja les quitaron dos cerdos y varios pollos, su madre salió a pedirles que no les quitaran los tocinos, tenía seis hijos que alimentar. Con la llegada del canal, algunas mujeres iban a lavar allí, Pilar iba con dos pozales y la piedra de lavar. También se llevaban la comida, pues había buen trecho hasta el canal.

            Pilar participó con “Nuestra Casa”, una iniciativa que albergó el museo etnográfico de Lanaja, un bar social, el hogar del jubilado y donde se hacían multitud de actividades como el bingo. Son muchos los recuerdos, las vivencias acumuladas. Pilar goza de una excelentísima memoria que nos han trasladado a tiempos llenos de familiaridad y solidaridad, lazos que tejían la vida social de nuestros pueblos.

            Gracias Pilar por compartir parte de tus recuerdos.

   Esta mirada se enmarca dentro de la serie “Rostros”, que va relatando diferentes visiones de mujeres monegrinas y su trabajo en el medio rural de Los Monegros. Muchas gracias a Pilar Esteban Escanero.