Marisa fue una persona muy querida en Sariñena. Sin duda fue el alma y el corazón vivo del hotel Anoro de Sariñena, un hotel que durante décadas fue centro neurálgico de la villa y puerta de entrada a la localidad, por donde pasaron infinidad de viajeros y visitantes. Pero además, Marisa fue una persona comprometida con el pueblo y con su gente. Una extraordinaria mujer cuya memoria y recuerdo es nuestro mejor homenaje.
Su madre María Luisa Anoro Casañola, natural de Sariñena, nació en la Fonda Casañola, abierta en 1900 por su abuelo Jorge Casañola Casabón y que en los años veinte, Miguel Anoro Pueyo, padre de María Luisa, convirtió en el conocido Hotel Anoro. Desde muy joven María Luisa trabajó en el negocio familiar hasta que comenzó la guerra civil y la UGT socializó el hotel durante la contienda, periodo que sirvió de alojamiento a los mandos del aeródromo de Alas Rojas. Además, su padre Miguel Anoro Pueyo fue hecho preso al poco de estallar la guerra y María Luisa, que tenía 22 años, se quedó sola con su madre. Su hermano, Luis Anoro Casañola, había sido administrador de casa Bastaras, familia terrateniente propietaria de la Cartuja de Las Fuentes, y se había ganado la animadversión de la gente más humilde al haberse prohibido la caza en tierras del rico hacendado, actividad que practicaban sobre todo las familias más humildes para dar de comer a sus hijos. Aquel odio lo terminó pagando su padre, pues entonces Luis trabajaba en Huesca para Automóviles La Oscense. Afortunadamente, y con la ayuda de algún miembro del comité local, Miguel Anoro pudo salir de la cárcel indemne, aunque estuvo a punto de morir fusilado.

Miguel Anoro y Marisa.
En aquel ambiente bélico, María Luisa conoció a Juan Sanz Benito, que había llegado a primeros de agosto como conductor del Comandante Reyes, jefe del campo de aviación “Alas Rojas” de Sariñena. Juan llegó al hotel y quedó enamorado a primera vista de María Luisa. Cuando pudo, ayudó a Miguel Anoro a salir de Sariñena con su mujer, María Casañola, y su hija María Luisa, y las llevó a Barcelona, donde había emigrado hacía tiempo el hermano de Miguel, Manuel Anoro.
Juan Sanz Benito había nacido en Barcelona, de donde era su padre, Juan Antonio Sanz. Pero su madre descendía de Sariñena. Juan Sanz, por tanto, seguía teniendo familia en Sariñena, entre otros Ángel Benito Vicente, que regentó un puesto de periódicos y revistas durante años en la calle Dato. Es posible que sus conexiones familiares llevaran a sus superiores a destinarlo como conductor de confianza del Comandante Reyes, dado que Juan, antes de la guerra, trabajaba ya como policía secreta de la Generalitat.
María Luisa y Juan se casaron en enero de 1937, en Barcelona, primero por lo civil y, al día siguiente, en secreto, por la Iglesia, ceremonia que celebró el rector del seminario de Gerona. Al año siguiente nació Marisa Sanz Anoro en el Estartit, Gerona, un 14 de mayo de 1938. Sin embargo, Marisa siempre se sintió sariñenense y aragonesa.
Tras la contienda, la familia Sanz Anoro huyó a Francia por Portbou, aunque pronto regresaron por el país vasco. Juan acabó preso en Bilbao mientras Marisa y su madre volvieron a Sariñena. A su regreso encontraron todo el hotel desecho y arruinado. A pesar de todo, volvieron a rehacer el hotel y sus puertas volvieron a abrirse. Juan estuvo dos meses recluido en Bilbao depurando responsabilidades, y al no tenerlas, fue liberado y quiso juntarse con la familia. Pero el hermano mayor de María Luisa, Luis, se negó a recibir “al rojo que se había casado con su hermana” y Juan tuvo que pasar dos años viviendo solo en Zaragoza, donde trabajó como camarero del Plata, donde adoptó el apodo de “Pitt”. Dos años más tarde, en 1941, pudo la familia volver a estar unida en Sariñena y, en 1942, nació su segunda hija, Pili.

Juan Sanz dirigiendo una sesión de estrategia deportiva con el F.C. Sariñena
Juan Sanz había nacido en una familia burguesa, pues su padre había sido un próspero empresario. Al volver a Sariñena, no era nadie. Su suegro, Miguel Anoro, seguía siendo el dueño del hotel. María Luisa regentaba el hotel con su padre, sobre todo tras la muerte de su madre, María Casañola, en 1945. Juan se encargó especialmente del servicio de transporte, pues el hotel tenía su pequeño autobús para transportar viajeros desde la estación de Sariñena al pueblo. Así que, sobrado de horas, y siendo todo un artista, se dedicó a otras tareas. Juan fue todo un referente de aquella época en Sariñena, revolucionando el ambiente cultural y deportivo. Fue entrenador del F.C. Sariñena, cronista deportivo del “Nueva España” de Huesca –donde firmaba sus crónicas como “Juanito”–, y miembro muy activo de la federación. Como tocaba el violín desde su infancia, junto con el maestro José Guioni Lavetti, hicieron la primera agrupación musical de Sariñena. Entrenó a toda una generación a tocar de oído al crear la primera rondalla de jotas de Sariñena. Realizaron las primeras actuaciones en el antiguo cine Victoria, donde cantaban y bailaban jotas. Marisa Sanz Anoro comenzó a dar sus primeras voces como cantadora de jotas, haciendo pareja con Domingo Lana Novellón. Juan también organizaba teatro y Felipe Fabana era la pareja artística de Marisa. Con la idea de mejorar su economía, también se dedicó a pintar. Hizo cientos de cuadritos con escenas cubistas de toreros que luego mandaba a Jaca donde las vendían las tiendas a los turistas franceses, tarea en la que le ayudó Salvador Trallero Galicia. Para tal actividad, rescató su nombre artístico “Pitt”, con el que firmaba los cuadros. Y, en esa inquieta búsqueda de su propia “empresa”, llegó incluso a criar y vender canarios, actividad que le reportó más ocio que negocio. Juan murió en octubre de 1957 tras una enfermedad final relacionada con su diabetes. Habían sido 16 años de intensa vida en Sariñena que marcaron a mucha gente, sobre todo a Marisa, que siempre adoró a su padre.

Marisa haciendo teatro con Felipe Fabana.

Marisa
Marisa estudió en las escuelas nacionales y más tarde en el recién abierto colegio de la Milagrosa de Sariñena, de las Hijas de la Caridad, para marchar luego como interna al colegio de Santa Ana de Zaragoza, donde terminó el bachillerato elemental. De vuelta a casa, continuó haciendo mecanografía, contabilidad y otros cursos que las monjas ofrecían a las chicas en la década de los cincuenta, mientras se convertía en una verdadera hostelera a pesar de su juventud. Tras la muerte de su padre, tuvo que hacerse cargo del hotel Anoro. Marisa hacía de cocinera, de gestora, de contable… era la cara amable del hotel Anoro, la puerta abierta de Sariñena, donde todos entraban cuando llegaban a Sariñena. Había gasolinera y transporte al barrio de la Estación para los viajeros del tren. Mariano Alegre era el chófer y también tenían algo de tierras que llevaba Manolo el Sete, mientras Jorge, el Popilo, cultivaba la huerta.

Marisa en primer plano, detrás sus primos hermano: de pie, Jorge Anoro Abenoza; segunda fila José María Edo Anoro, Miguel Anoro Abenoza, María Anoro Rapún y Luis Anoro Rapún.
A aquella puerta de entrada que era el hotel fue donde llegó perdido Mariano Yzuel Abadía, natural de Aruej, Villanúa, cerca de Canfranc. Había salido de casa con su moto y acabó en Sariñena, donde conocía a Fidel Bailo, entonces secretario del ayuntamiento de Sariñena. Fidel lo llevó al hotel para alojarlo y allí conoció a Marisa. Él con 24 años y ella con 20 iniciaron una relación que acabó en matrimonio tras seis meses de noviazgo e intercambio de cartas. Se casaron el 7 de marzo de 1959 en la zaragozana iglesia del seminario de San Carlos Borromeo, celebrando el banquete en la Posada de las Almas. Tuvieron siete hijos: Juan, Pepe, Luisa Mari, Manolo, Miguel, Kike y Javi.
Marisa y Mariano crearon el Hostal Ylsa, comprando poco a poco el patrimonio de los Anoro. Este establecimiento fue el gran referente de la hostelería de Sariñena, sobre todo tras la apertura del bar en 1960, con un estilo moderno, música de sinfonola y barra donde podían alternar los jóvenes de ambos sexos en un ambiente de respeto y alegría. Cientos de parejas de Monegros celebraron su boda allí y cientos de niños tuvieron en aquellos comedores el banquete de su primera comunión.

Postal Hostal Ylsa
Marisa siempre estaba de puertas afuera ayudando a los demás, un gran lado humano que era para lo bueno y para lo malo. Asistía a los partos ayudando al practicante, Domingo Pardo El Chespe y, a veces, se llevaba a su hija Luisa María –“Vamos, qué viene la cigüeña”- pero Luisa María nunca la veía –“¿Dónde está la cigüeña?”-, respondía. También asistía en los accidentes, socorría y ayudaba con Mariano mucho antes que llegase la Cruz Roja. Entraba en las casas cuando yacía muerta alguna anciana solitaria y amortajaba a los muertos cuando se lo pedía alguna familia. Marisa siempre estaba dispuesta para los demás, sin dudar en acoger personas solitarias o desamparadas.

Marisa y Mariano con sus hijos.
Marisa fue concejal por UCD durante la legislatura 1979-1983, en plena transición española, bajo la alcaldía de Antonio Torres Asín. Con ella se comenzó a planificar la residencia de la tercera edad y se gestó la escuela municipal de jotas, participando en la creación y fundación del grupo folclórico Aires Monegrinos. También creó la asociación de padres y madres de Sariñena cuando se hizo el instituto de educación secundaria Gaspar Lax. Con la celebración del XXV aniversario de aquellas primeras elecciones, a Marisa se le hizo entrega de una placa por su paso como concejal pues fue la primera mujer concejal del ayuntamiento democrático de Sariñena.
En 1983 se separó de su marido y marchó con sus siete hijos a Zaragoza. Allí se hizo cargo de la cafetería de la Delegación de Hacienda, al lado de la puerta del Carmen, que regentó con su hijo Pepe y el trabajo y el apoyo laboral del resto de sus hijos. Allí fue cocinera 25 años hasta su jubilación. En la cafetería daban unos 200 desayunos y unas 190 comidas al día. También estuvo, muy poco tiempo, en el Club Náutico de Zaragoza, que lo llevaba su hijo José Luis. Una vida dedicada a la hostelería que se le reconoció en el año 2000 cuando la Asociación Provincial de Huesca de Hostelería y Turismo le premió con la insignia de honor.
En Zaragoza gozó de una extraordinaria actividad. Una mujer vital, imparable, dinámica, que creó la asociación ASDA de separados y divorciados de Aragón, una asociación que buscaba ser un lugar de encuentro y que organizó diferentes actividades, cenas y excursiones. Fue voluntaria en el Teléfono de la Esperanza en Zaragoza, en el APA del Colegio Calasancio y en el Centro Maín de las salesianas del Actur, donde dio clases de alfabetización. También participó en la creación de la asociación de mujeres Boira del Actur, de la que fue su secretaria y miembro directivo.

Marisa con su hijo Juan en Camerún.
Viajó varias veces a Nueva York donde su hijo Juan estuvo de sacerdote, pues Juan era escolapio. Juan también estuvo de misionero en Camerún y Marisa fue a verlo. En ambos lugares causó una gran impresión por su capacidad de empatizar y comunicarse con personas de distintas lenguas y culturas, aún sin dominar el idioma. Dos de sus hijos, Manolo y Miguel, se casaron con chicas de Nueva York, lo que le llevó de nuevo allí para la boda del primero con Jessica en 1989 y para cuidar en Manhattan a su nieto Andrés, hijo de Miguel y Damaris, durante sus primeros seis meses en 1997. Hacerse presente en la vida de sus nietos (llegó a conocer a 11) fue una de las etapas más felices de su vida, una vida entregada a su familia, que convocaba cada domingo alrededor de una mesa generosa y sabrosa en los dos pisos que habitó en Zaragoza, donde el espacio se quedaba siempre pequeño para tan gran familia.

Marisa con su hijo Juan cantando jotas.

Jesús Budios, Antonio Torres y Marisa.
En abril del 2007 la Rondalla Aires Monegrinos realizó un homenaje a Marisa junto a Jesús Budios. Marisa siempre llevó muy adentro la jota, amenizando las bodas y celebraciones que se hacían en el hotel y educando a sus hijos en este arte. Cuando terminaban los banquetes de boda, para la sobremesa, Marisa se quitaba el delantal y salía de la cocina con alguno de sus hijos con la guitarra y siempre comenzaba cantando la jota de “Los Labradores”. Marisa conoció a los cantadores el Pastor de Andorra y a Mariano Fonts, y fue amiga del estudioso y médico Fernando Solsona Motrel. Marisa fue una apasionada de la jota, siempre orgullosa de ser aragonesa.
Marisa murió a los 69 años de edad, el 15 de noviembre del 2007, víctima de un cáncer. Queda su gran recuerdo y su familia, una gran saga, que llevan en el corazón el gran centro neurálgico que fue el hotel Anoro, hoy Hotel Sariñena. Una parte de la historia reciente de Sariñena donde Marisa fue todo un referente, sin duda una persona excepcional que perdurará en la historia y memoria de la Villa de Sariñena.
Gracias a Luisa María Yzuel Sanz por todo lo contado y a Juan Yzuel Sanz por ser parte de este artículo, correcciones, aportación y redacción.
Joaquín Ruiz Gaspar y Juan Yzuel Sanz.