Archivo de la etiqueta: Remolacha

Liborio Maestro Camón


Liborio Maestro Camón nació en Sariñena el 26 de noviembre de 1936, de padre sariñenense Carmelo Maestro y madre najina Isabel Camón. Su familia trabajaba el Espartal, un campo de casa Paraled, y la huerta “La Garnacha”, con cepas, parras de vino, y árboles frutales, que su abuelo José Maestro Martínez y abuela María Pueyo arrendaron en su época.

Su abuelo vivía en la calle Lalueza y ellos pegados a una casa de José Casas, quien fue director del banco Aragón junto con Emiliano Gaspar. De hecho, Liborio aún recuerda como Emiliano –Nos dejó 2.000 pesetas para comprar una vaca-.

A los 9 años, Liborio dejó de ir a la escuela. Por aquel entonces padecía de ataques epilépticos, lo que le llevó a visitar a un especialista en Zaragoza, al doctor José María Julián -Había que subir escaleras en la escuela y me dijeron que no fuese a la escuela-. Los ataques epilépticos le daban mucha debilidad por lo que le pusieron un régimen muy “bárbaro”. Pero, a pesar del régimen, le volvieron a dar ataques epilépticos hasta que, con 10 años, Josefa, la Mauricias, dueña del campo donde trabajaba, le pone jamón en un plato y vino en bota. Liborio rompe su estricta dieta y desde entonces no vuelve a sufrir ningún ataque más.

Liborio recogía remolacha e iba al esparto con su padre. Cuando Liborio apenas tiene 11 años, su familia arrienda tierras de Adrián Basols, que este había comprado a Eduardo Millera (El Casader). Allí iban a mallancar, entrecavar y a aclarecer remolacha -Se dejaba la más grande-. Al esparto llevaban dos burros para hacer dos cargas, su padre hacía 4 fajas y él 2. Con 12 años, su padre hacía la carga del burro y él la floja, con 13 Liborio ya se hacía el fajo de la grande y con 15 años hacía la carga de los dos burros. Iban a buscar esparto a los comunes de Moncalver, por el tozal de Mataliebres; estas eran propiedades comunes que vendieron -Los privados no se quejaban-. El esparto lo vendían a Basols y a Jesús Del Río, casado con la del Estichano. Jesús del Río estaba enfrente del actual taller de Arasa.

Se cogían dos panes en un saco, ½ kilo de arroz, 4-5 kg de patatas, 1 abadejo, 1 chorizo, 1 kg. de tozino rancio, 1 o 2 cebollas y con aquello pasaban toda la semana en el monte, eso era todo el rancho. Guisaban y comían en el monte, con 11 años, y dormían por alguna paridera. Muchas veces, la primera faja de esparto que hacían era para hacer la cama. Si había luna hacían esparto por la noche. Iban hasta Alcolea, monte Pitarque y Montes. Arrancaban el esparto a tirón, a jada o con dallón y lo dejaban en una ringlera. Igual se juntaban 60 personas, la mayoría de Sariñena y Lanaja, pero sobre todo de Lanaja. Liborio iba con sus amigos.

Arrancaban el esparto y Antonio Huerva lo pesaba mientras Lobateras apuntaba. Hacían cuatro fajas. Lo fajinaban y al día siguiente al camión de Letosa. Con un par de obreros Antonio Mir (Machín) y José Giménez, cargaban los camiones y lo descargaban en la era Basols, trabajaban muchas personas. El esparto se rastrillaba para quitar los peines, como peinarlo, apunta Liborio. Si estaba en un fajo pequeño y con diez fajadas lo ponían en una empacadora y lo pesaban. Sacaban fajos grandes para la papelera, la mayoría para San Sebastián, un tal Leza, un camión nuevo que compró Basols.

Entonces el esparto se cotizaba bastante y en Sariñena quitó mucha hambre a muchas familias. Siempre que se podía se hacía esparto, al igual que otros trabajos de campo.

Con Jesús Puyol, el Risas, estuvo haciendo esparto en Alcolea, iban a pie. También con Puyol estovo por las Negras junto con Pablo Olivan, José Carpi y Luis guerrero, con la plataforma de Pablo Olivan. Arrancaron esparto durante todo un día y toda la noche, llenaron el carro y lo vendieron en Sariñena. Liborio, de cansado que llegó estuvo 3 días durmiendo, cuando se levantó para ir de fiesta, su madre le dijo que ya había pasado, tenía 16 años.

En un día hizo más de 1000 Kilos, unos 37 fajos arrancados, pero el pesador, que era Pascual Palacio de Del Río, no le quiso poner más de 1000 kilos. Casi siempre iba con Antonio Orús, que eran muy amigos y trabajaban juntos. A veces le marcaba lo que tenía que arrancar. También iba mucho con Cheringa, Antonio Peralta. Lo único que se le daba mal era que no tenía mucha destreza para atar los fajos, pero la faena se la repartían, algunos arrancaban, otros ataban los fajos y otros lo cargaban.

La remolacha se jodió cuando cerró la azucarera de Monzón. La pesaban los Mauricios, repartían la semilla y la recogían en la estación ferroviaria de Sariñena, a veces tenían que cargar ellos el vagón. Carros, galeras, bulquetes a base de caballerías. El tuerto, El Chupón, descontaba el barro que llevaba la remolacha, el 2% o el 3%. Las Pepetas, madre de Murillo, una hermana de su madre estaba debajo de la maquina cuando accidentalmente la chafó, sería por la década del 48 o 52.

En el 46 cayó una gran nevada, el peor invierno que Liborio recuerda -No había agua en las casas y se helaron todas las fuentes-. Las oliveras se murieron, cortaron y arrancaron muchas para leña. Fue un invierno muy malo, tenía unos 10 años. En casa de Alonso había una fuente, en el barrio Lalueza, y hicieron fuego para que saliese agua. Desde casa El Sillero no veían de la nieve que había

Hizo la mili y tras ella enganchó en Nivel Campo con Genaro Llorens y José Escanero. Cogieron la contrata de los marguines y lo hacían todo a mano, los desagües a pico y pala y los balates, echaba tierra el tractor y a pala y jada hacían el marguín. A cuerda y al drecho con un tiro partían los bancales. Luego, el grupo de tractores se dedicaban a nivelar.

Pronto Liborio comenzó a llevar una oruga. Fueron a Cihuela, Soria, encima de Contamina, a nivelar. Fue con la pala a hacer balates, pero le hicieron coger la oruga, que se le dio bien, comenzando a ser maquinista con 27 años hasta los 63 que se jubiló sin parar de llevar maquinas. Con Pujol estuvo 7 años haciendo nivelaciones. Con Eugenio Tortajada 14 años. También fue a trabajar a Colominas con Juan Manuel Olivan. El primer día en el monte un hombre pregunto por él y cogiéndole el morral, le mandaron con el coche a Tramaced donde le hicieron coger el tractor y a los 15 días tractor con una cuba de agua.

Un día que estaba en el bar Azul jugando al Truque, le llamaron a la oficina, que estaba en casa Sabineta. La empresa, asociada con Giral, necesitaba un maquinista en Asturias para llevar una cargadora. Aunque no la había llevado nunca, le dijeron que el sábado a Asturias. A los tres meses se llevó a la familia, su mujer María Luisa Casañola Blanco y sus hijos María Luisa, Carmelo y Gloria. Sin embargo, a los dos meses regresó y trabajó en el canal de Terreu con la misma empresa “Tortajada Colominas y Giral”.

A los años, Tartajada paró y se lo quedó Ausinis, empresa estatal del estado. Con Ausinis estuvo 7 años hasta que hizo revisión de plantilla y se tuvo que ir. Estuvo realizando el travesal desde Pertusa hasta Tardienta, el ceme (cuadrado), lo ha cortado él con la máquina; son tramos cortos. El túnel de Sesa a Pilarces, el segundo tramo, la segunda sección la hizo él con la máquina. Estuvo un año entero trabajando en el túnel.

  • 1er túnel Pertusa – Salillas.
  • 2do túnel Sesa – Tramaced.

Luego estuvo en el paro hasta que de nuevo le fueron a buscar los de Ausini, dijo que no y al día siguiente con Pepe Bierge, los de la Madelenas de Grañén, lo cogieron para la gasolinera de Castejón para llevar el camión de gasoil para las obras del canal.

Espartero, remolachero, ha ido al caracol y ha cogido miles de kilos además de ser maquinista, una vida de trabajo y esfuerzo. Liborio ha visto la transformación de esta tierra de duros secanos a todo un regadío. Orgulloso de sus orígenes y de su pueblo, su memoria indudablemente forma parte de la Sariñena actual que sin el trabajo y el esfuerzo de su gente no se podría entender.

Relacionado: Esparteros y esparteras de Lalueza.

María Alegre Peralta


Mucha gente se vio obligada a emigrar en busca de trabajo por distintas zonas de España, entre ellas Ángela Peralta Solanas, natural de Castelflorite, que trabajó sirviendo para una casa de Tarrasa y su marido Antonio Alegre Soldevila, natural de Belver de Cinca, que se dedicó a llevar una cuadra de vacas, a cuidarlas, arreglarlas, ordeñarlas…

IMG_20180807_115621.jpg

María Alegre Peralta

Fruto de aquel matrimonio nació en 1932 María Alegre Peralta, en Tarrasa, pero con el estallido de la guerra volvieron a Los Monegros, donde se alojaron en casa de los abuelos maternos de Castelflorite. “Dispues”, un amigo de su padre, un montañés, instaló una vaquería en Belver de Cinca y su familia se trasladó allí para trabajar en ella. También tenían tierras por Belver de Cinca, por los “Royeros” y el soto, con un carro tirado por “bueys” acarreaban “alfalce” para las vacas.

En Belver de Cinca María fue a la escuela, pero como eran cinco hermanos tuvo que dejar la escuela para ayudar a su madre. “No vayas a la escuela que hoy no me encuentro bien”, Ángela sufría de males que le dejaban en cama muchos días. María quería ir a la escuela, le gustaba mucho, pero no tuvo más remedio que quedarse en casa a trabajar, ir a comprar, lavar, fregar, cuidar los animales, de las cuadras…

Molían mucho, “enparece» que iba a moler a un molino que estaba “indo” por la carretera de Osso de Cinca, recuerda María. En el molino molían alfalfa, maíz, ordio… con lo molido hacían una pastura para las gallinas y los pollos. María se acuerda cuando iba a buscar a casa a los arrieros, su padre anotaba todo bien y lo controlaba todo.

“Vente, aquí se gana mucho más que en el pueblo”. María tenía una amiga que había ido a servir a Barcelona y le animó mucho a que marchase ella también. Así que María se animó y fue a servir a una casa de Tarrasa. Estuvo dos años, ella tendría unos 19 años y le tocó hacer de todo. A María le gustó mucho la vida en la ciudad: “Había un gran ambiente”.

A los dos años, María se volvió a Albalate. Su padre estaba de encargado en una vaquería, cercana a Albalate, en una finca donde había unas diez casas. Su padre tenía muy buena mano para el manejo de las vacas, mucha experiencia. Las trataba cuando estaban enfermas y les hacía “pegaos” cuando se hacían alguna herida. Recogía malvas por el campo, las hervía en agua, las trituraba y las espolvoreaba pimienta. Cuando ya lo tenía bien preparado, colocaba el preparado en un paño y lo aplicaba en la zona, lo ataba y lo aseguraba bien. Con aquel remedio las heridas de las vacas sanaban bien, las rozaduras, los granos…

En el baile conoció a quien fue su marido Joaquín Luna Hernández. María se casó con Joaquín en el mismo Albalate y se marcharon de viaje de novios a Barcelona durante un mes. María se casó de negro, con un traje que ella mismo hizo “La tela era muy bonita y tenía un brillo precioso”. Lo confecciono gracias a todo lo que había aprendido con la Paulina: coser, bordar…

El matrimonio se  asentó en Albalate, en casa de los suegros de María. Joaquín era labrador y llevaba las tierras, mientras María trabajaba en casa, iba a buscar almendras, a “escoronar” con un machete la remolacha… Se hacía en invierno, hacía mucho frío, María se llevaba un saco con algo de paja para ponerse de rodillas y amortiguar la dureza del suelo y el frío. Antes se recogía mucha remolacha que se llevaba a la azucarera de Monzón. Se sembraba más o menos en septiembre u octubre y si salían 2 o 3 en el mismo sitio había que clarecerla.

Joaquín realizó un curso para ser mayoral de pueblos de colonización, lo hizo en Gimenells. Al principio no lo llamaban hasta que al final le dieron como destino Mélida, un pueblo de Navarra. Estaban haciendo Rada y cuando lo acabaron fueron a vivir al pueblo. Estuvieron 10 años en Rada y allí nació su segunda hija y el hijo. Tuvieron tres hijos, dos chicas y un chico. Joaquín, como mayoral, se encargaba de controlar si iban bien los lotes, si lo trabajaban correctamente “Todo tenía que ser por escrito y luego el perito lo revisaba cada mes”, recuerda María.

Ellos no tenían lote pero si corral donde criaban animales y 1 o 2 tocinos que mataban cada año. María guarda muy buenos recuerdos “Allí salían muy buenas cosechas”. A los diez años volvieron a tierras oscenses, instalándose en el pueblo monegrino de Cantalobos donde Joaquín continuó ejerciendo de mayoral. El pueblo ya estaba construido, igual llevaban cinco años viviendo la gente. En Cantalobos han vivido más de 30 años y ahora los recuerdos de María nos han llevado a recorrer su historia, de esfuerzo  y trabajo.

Ahora tiene 86 años y goza de una excelente salud y memoria. Un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

Inocencia Salillas Vived


Inocencia es una mujer que ha trabajado toda su vida, activa y dinámica que continúa redescubriendo la vida, creando verdaderas obras de arte con la talla de madera. Ha trabajado en el campo, en el cultivo de la remolacha, cuando la mujer desempeñaba un papel fundamental en la agricultura. El trabajo de la mujer rural fue vital para el desarrollo familiar y social de nuestros pueblos, un pilar que sustentó las precarias economías rurales. De la mano de Inocencia, nos acercamos al esfuerzo, a la dedicación, al trabajo y al cariño por nuestro pequeño mundo que nos rodea.

Inocencia Rostro

 

            Inocencia nació un 28 de agosto de 1938 en Lanaja, aunque su vida ha transcurrido principalmente en la localidad monegrina de Grañén. De casa de “Los Simpato”, su padre Lorenzo Salillas se dedicó a la fabricación de tejas, las hacía a mano y fue hermano del famoso corredor Julián Salillas. Julián Salillas fue un corredor muy conocido en su época por participar y ganar carreras pedestres “corridas de pollo” en los años treinta, el ganador ganaba tres pollos, el segundo dos y el tercero un pollo. Julián también corrió la tradicional y singular carrera del hombre contra el caballo de Lanaja y trabajó de guarda de caza por la sierra de Lanaja.

            Su madre Gregoria Vived, de familia de guarnicioneros tuvo un primo muy reconocido por su trabajo de guarnicionero, que ejerció en la localidad monegrina de Huerto. Fueron ocho hermanos, cinco chicos y dos chicas. Inocencia fue muy poco a la escuela, pues tuvo que ayudar en casa y cuidar de sus hermanos. En Lanaja vivió cerca de tres años, pero el trabajo de tejero de su padre les llevó por diferentes lugares. De Lanaja, la familia Salillas-Vived, marchó a Lalueza, luego a Grañén y al poco a Tormos, donde estaban construyendo el embalse de La Sotonera. Cuando llegaron a Tormos, Inocencia contaba con unos siete años y trabajó ayudando a su padre ante la gran demanda de tejas que requería la construcción del nuevo pueblo de colonización de Ontinar de Salz. Inocencia iba a preparar el barro, lo pisaba como las uvas para hacer vino, luego lo cortaba con una enorme cuchilla de más de un metro de larga y más de siete kilos de peso. Las tejas las horneaban, Inocencia iba a buscar leñas para alimentar el horno, quemaban lo que podían: carrizo, coscojo, ontinas, sisallos, paja…

            En Tormos aún fue algo a la escuela, como el trabajo de tejero implicaba vivir a las afueras del pueblo, para Inocencia era una forma de juntarse con amigas y jugar, sobretodo a las tabas. Pero Inocencia no aprendía mucho, del “a e i o u” pasaron al “mi mama me ama y mi mama me ama a mí”. Le mandaban a buscar leñas para la escuela, iban al borde del embalse y recogían aliagas, con el pie las apretaban y las ataban haciendo fajos. Se llevaban más de un pinchazo e Inocencia aún no entiende como algún día no cayeron al embalse, arriesgaban mucho. Las aliagas las llevaban a la escuela donde al final se acababan calentando los niños de las casa ricas, mientras los pobres recogían la leña. Al final, la madre de Inocencia la sacó de la escuela: “para que se calienten los hijos de los ricos, que se calienten tus hermanos”.

IMG-20171104-WA0008            Con la llegada de las cerámicas el trabajo artesanal de tejero desapareció. A los catorce años, Inocencia comenzó a trabajar con la remolacha y a arrancar lino. En Grañén la remolacha fue un cultivo muy importante y ocupó a muchas mujeres. Se cargaba en el tren y se llevaba a la azucarera de Monzón. Inocencia trabajaba plantando la remolacha y la recogía en invierno, hacía mucho frío. Cando se recogía se “escoronaba”, se quitaba la corona de la remolacha. Para calentarse se daban repetidamente palmadas en la espalda, con gran energía para tratar de entrar en calor. A veces hacían alguna pequeña hoguereta, pero no podían estar mucho rato paradas, tenían que trabajar. Les pagaban 25 pts al día, más medio pan que el sábado se concretaba en tres panes que alimentaban, durante toda la semana, a la familia Salillas-Vived. Para plantar la remolacha, Inocencia se ataba un saco a la cintura donde guardaba la planta que una a una iba plantando. Para la recolección se tenía que inundar de agua el campo, como si fuese arroz, “se arrancaba con el agua hasta las rodillas”. Había dos clases de remolacha, una forrajera, para los animales, y otra para azúcar.

            Jesús y Félix, hermanos de Inocencia recuerdan aquellos años: “entonces si que había crisis, se pasaba mucha hambre, la comida estaba muy racionalizada y había que estirarla para al menos comer un poco cada día”.  Félix marchó muy joven a trabajar de cabrero por la sierra de Alcubierre, vivió un tiempo en Lanaja pero pronto se volvió para trabajar haciendo tejas con su padre y aunque trabajaba igual que él, ganaba muchísimo menos. Se hacían los pitos, las canicas, de barro y los cocían en el horno con las tejas, también hacían comederos y bebederos para gallinas y pollos. Entonces el colchón era de cascarota del panizo.

            Inocencia trabajó sirviendo en casas de Grañén, limpiando, cocinando, lavando… los cristales los limpiaban con periódicos. También sirvió en una casa de Tramaced, mientras un hermano suyo se dedicó a realizar labores del campo, a Inocencia más de una vez le tocó ir a espigar.

            En tiempos Inocencia fue a huronear, a cazar conejos para comer, en casa siempre han tenido huerto, gallinas, pollos, tocinos y vacas. En 1959 se casó con Julián Gracía, descendiente de Bespén. Han vivido en una torre próxima a Grañén, Torre Bespén. Al principio tuvieron bueyes de labrar y después se pusieron vacas de leche, su marido las ordeñaba a mano. Inocencia fregaba hasta 34 cantaros de leche cada día, hasta que cerró la RAM, “Sacabamos el fiemo a carretillos hasta que nos compramos una pala para el tractor”.  Actualmente la explotación continúa en manos de uno de los dos hijos que tuvieron, dedicándose a la cría de terneros. El otro hijo se dedica a la fabricación de remolques.

IMG-20171104-WA0014

            Inocencia participó en el programa Zarrios de Aragón televisión y siente una gran afición por las antigüedades, gran parte de su tiempo lo dedica a la restauración. Pinta y trabaja la madera con gran maestría, es toda una artista en la talla de madera, laboriosa y perfeccionista crea obras maravillosas llenas de esfuerzo y cariño que dan un valor extraordinario a sus múltiples y variadas creaciones. Una gran mujer por descubrir.

               Esta mirada se enmarca dentro de la serie “Rostros”, que va relatando diferentes visiones de mujeres monegrinas y su trabajo en el medio rural de Los Monegros. Muchas gracias Inocencia.