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Las Marianitas


El comercio sariñenense de costura y confección de las Marianitas, o el Marianito, como también se conocía al negocio que regentaban Pepe Brunet y Ascensión Latorre, confeccionaba todo tipo de ropa de trabajo, calzoncillos recios, camisas de abuela… “Pepito cortaba la tela y las subía arriba, al granero, donde cosían las mujeres”. Cosían en el granero donde había una gran terraza y también unos balcones que daban a la calle donde descansaban contemplando el bullicio de la calle Eduardo Dato, entonces la arteria principal de Sariñena.

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Pili, Josefina lafita, Josefina Anoro, Maribel y Francisco.

A finales de agosto, en casa de Josefina Anoro nos hemos reunido para recordar el comercio de las Marianitas, nos ha acompañado también Josefina Lafita y se nos han ido uniendo Pili Anoro, Maribel Anoro, Francisco y José Gomez. Fruto de aquel encuentro y con la excusa de Las Marianitas, hemos recorrido parte de los comercios que existieron en la historia reciente de Sariñena. Un gusto y un placer.

Las Marianitas tenían unas siete u ocho máquinas de coser y como había mucho trabajo algunas mujeres cosían desde casa. Las Marianitas se situaban en la calle Eduardo Dato, donde está casa Nogues, era de madera, con un gran mostrador de madera y además también vendían muebles. Trabajaban unas siete a ocho chicas, les pagaban muy poco, entre ellas Pilarin Sanz y Pilarin, La Pepina, la mujer de Mariano Loscertales (Hermana de Antolín). Además, en la tienda, vendían mercería, confección, lana, hilo, tijeras, máquinas de coser… Se vendía tanto en la tienda como por medio de comerciales que iban por los pueblos, tenían viajantes. A Josefina Anoro le ha tocado ir a vender máquinas de coser, de la marca Signa, con su hermana Maribel. Josefina Anoro cosía, atendía la tienda, limpiaba, fregaba… le ha tocado hacer de todo, incluso cambiar los muebles de la casa. También planchaban mucho y como no tenían plancha de vapor, con un cepillo humedecían la ropa para su mejor planchado. En la época de la conservera las mujeres que se casaban iban a las Marianitas y se compraban un baúl, de Caravaca de la cruz, donde metían el ajuar para el casamiento.

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José Brunet Puertas estuvo exiliado en México tras la guerra y volvió porque su madre se estaba muriendo. En su casa, con el tiempo, fue juntándose con amigos con los que hacían tertulias políticas, entre ellos el secretario y el médico Andión.

Josefina Anoro Garces nació en Sariñena en 1939. Su padre trabajó en la harinera, primero en la de Amado Pueyo camino de los Olivares y luego en la nueva que construyeron en el barrio de la estación de Sariñena: “Subía en bicicleta a la estación desde Sariñena con un farol de las procesiones para ver y ser visto, en la harinera iban a turnos”. Su madre trabajaba en casa y además iba a la estación ferroviaria a coger carbón. También tenían almendreras, vid, oliveras… A los 11 años, al salir de la escuela ya iba a coser a las Marianitas. Josefina Lafita Novellón también trabajó en las Marianitas, a los 13 o 14 años abandonó las escuelas para ir a coser. Natural de Ontiñena, Josefina nació en 1943, sus padres vivieron en Villanueva de Sijena y llevaron tierras de casa Blasco.

Cuando terminaban de coser, a la una del mediodía, iban a bañarse al río en verano, recuerda Josefina Lafita. Como hacía calor, bajaban al patio a coser, donde se estaba más fresco. Josefina Lafita se casó con Carlos Vived Conte de Castejón de Monegros, delineante, empleado de banca, pintor y en sus últimos años concejal del ayuntamiento de Sariñena. El hermano de Carlos, Jesús Vived Mairal fue sacerdote que ejerció en Sariñena, después de estar en Almudevar. Jesús fue organista en la SEO de Zaragoza, daba conciertos con sopranos, ahora tiene unos 86 años. Estuvo en la radio con Luis del Olmo, y luego en radio Miramar. Jesús fue amigo de Ramón J. Sender y escribió su biografía y más de cuarenta artículos sobre el escritor de Chalamera.

En Sariñena estaban las sastrerías de Moren, de Juan Lacerda y de Eduardo, que al principio estaba detrás de la iglesia y luego en la calle del medio, donde también fue tienda “Edusan”. También cosía Pilar la Cartujana, era modista y vivía arriba por donde está coaliment, le encargaban vestidos y tenía chicas que le ayudaban.

Han desaparecido casi todos los comercios y tiendas de antes y sin quererlo comenzamos a recordar algunos de ellos. Es el caso de la carnicería Sagarra, la carnicería de Pilarin Latre, primero estaba donde la zapatería de Laín y después en la calle Dato con el callejón del saco donde a las seis de la mañana ya había colas y por la calle Goya y Santamaría tenían unas carnicerías los hermanos Villacampa. La tienda de Laura que vendía vinos y frutas, las zapaterías de Laín, Bretos y la de Julín, enfrente de la de Bretos y donde antes había una posada donde daban comidas. Los Ballarines tenían una ferretería, por el cruce y la mercería en la calle Ugarte, por donde aún está el guarnicionero Ramoner y estaba Rosendo y la pescadería La Perla (Conocida como la pescadería de Gloria). En la calle Ugarte es donde se trasladó Tena, que antes estaba en la calle Soldevila. Por la calle Los Ángeles estaba la tienda de los Escalzo, donde vendían sardinas y frutas, la joyería en la plaza de la iglesia y la tienda de ultramarinos de Virgili en la plaza Villanueva. Ferraz en la plaza del ayuntamiento, donde se compraba a fiar, el joyero, que además vendía armas y munición de caza, y la farmacia de Loste. La tienda de la señora Mercedes que vendía comestibles y periódicos, donde luego estuvo la droguería de Sobella, en el cruce que llevó, popularmente, su nombre.

Las barberías de El Soto, Florentín, el señor José… La pastelería de Graciela, la actual Lamines, vendían pasteles que traían de Huesca, de la pastelería Ascaso: “Tenía un escaparate precioso”. Cerca estaba la Lucieta que vendía periódicos y revistas, por la calle Eduardo Dato. Maribel de joven repartió periódicos por las casas y leche. Los Gascones tenían la carpintería  por la calle del Horno. Las bicicletas de Fernando Alegre, vendía y arreglaba bicicletas por la calle Goya donde actualmente está la frutería del Rincón de Goya.

Bar El Peti y el bar casa Pitera que se encontraba en la plaza Constitución, donde está Charly sport y había futbolines. Se hacía baile en casa Porra, se iba a bailar los domingos por la tarde. El Bori, el Bodegón, donde está el centro Karma, había una pista donde chicos y chicas iban a patinar. Y casa Puchares, de Teresa la Pincheta donde los domingos se iba a comer caracoles, luego se pasó al Central. El Central lo cogió Trallero y montó una discoteca y años más tarde Manolo con el puf “El Cubano”.

El casino daba mucha vida al pueblo, era el centro cultural y recreativo de Sariñena. Trallero y Nones no dejaban entrar si no eras socio o si no ibas bien vestido para el baile. Pili recuerda como llenaban una torre de copas con champan, el casino lo llevaba Raimundo Cerdá. Había cine pero también en el Romea, José Gomez, marido de Josefina Anoro, recuerda como esperaban a entrar con la película empezada y así les cobraban menos y se podían gastar el resto en cacahuetes.  En el cine Victoria había un ambigú donde la Marta vendía de todo. José Gómez es natural de Sariñena, muy conocido en la localidad, ha trabajado en la harinera de Sariñena de 1962 a 1970, de matachín en el matadero de 1970 a 1979 y de conserje del Instituto de Educación Secundaria de Sariñena de 1979 al 2002. José guarda muchos recuerdos, es una enciclopedia viva de Sariñena.

En casa Muguerza se vendía bebidas, hielo y café, por la calle Goya. La Recaña vendía por las calles castañas, llevaba un carrer y debajo de los porches, de la calle Mercado, tenía una caseta donde vendía las castañas y en verano helados. También vendía castañas y helados la tía Mari Cruz, quien al parecer  fue la primera mujer taxista de Barcelona.

Pilarín Cano vendía cochecitos de muñecos y juguetes de niños, entre cestería y artículos de piel y muebles castellanos de bambú y mimbre, La Cestería. Concha “La Severa” tenía una verdulería, en la replaceta, plaza de la Rebolería, también había una pescadería y  otra por donde está el bar La Lifara, calle Justo Comín, la pescadería de la Candela. En la plaza del ayuntamiento estaba la tienda de Teresa, frente al Romea, que vendía petróleo para las estufas y pegado al Hotel Anoro había una de las gasolineras junto a la de Juanillo en la avenida Huesca.

Las tres hermanas, Josefina, Pili y Maribel se casaron en Sariñena. Francisco, el marido de Maribel es de Barcelona y cuando vino a Sariñena de joven, para las fiestas se pifó con el melocotón con vino. Francisco y Maribel han vivido en Barcelona, donde Francisco ha trabajado de cocinero, con él fueron a trabajar cuatro chicos de Sariñena.

En 1965 hubo un incendio en el cerrado de Torres, la guardia civil fue a buscar gente al Romea para que fueran a ayudar. Desde la acequia hicieron una cadena y con pozales fueron apagando las llamas. También hubo un incendio en el solar de la plaza de la Constitución, por donde estaba la Cai, que entonces era zona de huerta. En uno de los incendios murió desgraciadamente un transeúnte. En un incendio la Roser, la Muda, se escondió en la bañera y la sacaron por el tejado a casa Dupla. También estaba la Raquel Pilorda, tenía muchos gatos, era muy conocida y vivía por donde los morenos. Se quedó soltera e iba con los perros por el pueblo.

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Mercería Josefina

En frente de las Marianitas tenían un pequeño almacén donde Josefina Anoro instaló en 1967 la Mercería Josefina. Lleva 15 años jubilada y durante cuarenta y dos años ha regentado su tienda que ahora regenta su hermana Pili. Una Mercería con encanto, de siempre y de mucha identidad y querida por los sariñenenses y comarca.

Son muchos recuerdos, muchas historias que gustaría contar, estas son algunas de las que hemos de estar muy agradecidos a las Josefinas, a Pili, Maribel, Francisco y José por abrir las puertas a sus recuerdos y compartirlos para que no se pierdan en el olvido.

¡¡Muchas gracias!!

Inocencia Salillas Vived


Inocencia es una mujer que ha trabajado toda su vida, activa y dinámica que continúa redescubriendo la vida, creando verdaderas obras de arte con la talla de madera. Ha trabajado en el campo, en el cultivo de la remolacha, cuando la mujer desempeñaba un papel fundamental en la agricultura. El trabajo de la mujer rural fue vital para el desarrollo familiar y social de nuestros pueblos, un pilar que sustentó las precarias economías rurales. De la mano de Inocencia, nos acercamos al esfuerzo, a la dedicación, al trabajo y al cariño por nuestro pequeño mundo que nos rodea.

 

Inocencia Rostro

 

            Inocencia nació un 28 de agosto de 1938 en Lanaja, aunque su vida ha transcurrido principalmente en la localidad monegrina de Grañen. De casa de “los Simpato”, su padre Lorenzo Salillas se dedicó a la fabricación de tejas, las hacía a mano y fue hermano del famoso corredor Julián Salillas. Julián Salillas fue un corredor muy conocido en su época por participar y ganar carreras pedestres “corridas de pollo” en los años treinta, el ganador ganaba tres pollos, el segundo dos y el tercero un pollo. Julián también corrió la tradicional y singular carrera del hombre contra el caballo de Lanaja y trabajó de guarda de caza por la sierra de Lanaja.

            Su madre Gregoria Vived, de familia de guarnicioneros tuvo un primo muy reconocido por su trabajo de guarnicionero, que ejerció en la localidad monegrina de Huerto. Fueron ocho hermanos, cinco chicos y dos chicas. Inocencia fue muy poco a la escuela, pues tuvo que ayudar en casa y cuidar de sus hermanos. En Lanaja vivió cerca de tres años, pero el trabajo de tejero de su padre les llevó por diferentes lugares. De Lanaja, la familia Salillas-Vived, marchó a Lalueza, luego a Grañen y al poco a Tormos, donde estaban construyendo el embalse de La Sotonera. Cuando llegaron a Tormos, Inocencia contaba con unos siete años y trabajó ayudando a su padre ante la gran demanda de tejas que requería la construcción del nuevo pueblo de colonización de Ontinar de Salz. Inocencia iba a preparar el barro, lo pisaba como las uvas para hacer vino, luego lo cortaba con una enorme cuchilla de más de un metro de larga y más de siete kilos de peso. Las tejas las horneaban, Inocencia iba a buscar leñas para alimentar el horno, quemaban lo que podían: carrizo, coscojo, ontinas, sisallos, paja…

            En Tormos aún fue algo a la escuela, como el trabajo de tejero implicaba vivir a las afueras del pueblo, para Inocencia era una forma de juntarse con amigas y jugar, sobretodo a las tabas. Pero Inocencia no aprendía mucho, del “a e i o u” pasaron al “mi mama me ama y mi mama me ama a mí”. Le mandaban a buscar leñas para la escuela, iban al borde del embalse y recogían aliagas, con el pie las apretaban y las ataban haciendo fajos. Se llevaban más de un pinchazo e Inocencia aún no entiende como algún día no cayeron al embalse, arriesgaban mucho. Las aliagas las llevaban a la escuela donde al final se acababan calentando los niños de las casa ricas, mientras los pobres recogían la leña. Al final, la madre de Inocencia la sacó de la escuela: “para que se calienten los hijos de los ricos, que se calienten tus hermanos”.

IMG-20171104-WA0008            Con la llegada de las cerámicas el trabajo artesanal de tejero desapareció. A los catorce años, Inocencia comenzó a trabajar con la remolacha y a arrancar lino. En Grañen la remolacha fue un cultivo muy importante y ocupó a muchas mujeres. Se cargaba en el tren y se llevaba a la azucarera de Monzón. Inocencia trabajaba plantando la remolacha y la recogía en invierno, hacía mucho frío. Cando se recogía se “escoronaba”, se quitaba la corona de la remolacha. Para calentarse se daban repetidamente palmadas en la espalda, con gran energía para tratar de entrar en calor. A veces hacían alguna pequeña hoguereta, pero no podían estar mucho rato paradas, tenían que trabajar. Les pagaban 25 pts al día, más medio pan que el sábado se concretaba en tres panes que alimentaban, durante toda la semana, a la familia Salillas-Vived. Para plantar la remolacha, Inocencia se ataba un saco a la cintura donde guardaba la planta que una a una iba plantando. Para la recolección se tenía que inundar de agua el campo, como si fuese arroz, “se arrancaba con el agua hasta las rodillas”. Había dos clases de remolacha, una forrajera, para los animales, y otra para azúcar.

            Jesús y Félix, hermanos de Inocencia recuerdan aquellos años: “entonces si que había crisis, se pasaba mucha hambre, la comida estaba muy racionalizada y había que estirarla para al menos comer un poco cada día”.  Félix marchó muy joven a trabajar de cabrero por la sierra de Alcubierre, vivió un tiempo en Lanaja pero pronto se volvió para trabajar haciendo tejas con su padre y aunque trabajaba igual que él, ganaba muchísimo menos. Se hacían los pitos, las canicas, de barro y los cocían en el horno con las tejas, también hacían comederos y bebederos para gallinas y pollos. Entonces el colchón era de cascarota del panizo.

            Inocencia trabajó sirviendo en casas de Grañen, limpiando, cocinando, lavando… los cristales los limpiaban con periódicos. También sirvió en una casa de Tramaced, mientras un hermano suyo se dedicó a realizar labores del campo, a Inocencia más de una vez le tocó ir a espigar.

            En tiempos Inocencia fue a huronear, a cazar conejos para comer, en casa siempre han tenido huerto, gallinas, pollos, tocinos y vacas. En 1959 se casó con Julián Gracía, descendiente de Bespén. Han vivido en una torre próxima a Grañen, Torre Bespén. Al principio tuvieron bueyes de labrar y después se pusieron vacas de leche, su marido las ordeñaba a mano. Inocencia fregaba hasta 34 cantaros de leche cada día, hasta que cerró la RAM, “Sacabamos el fiemo a carretillos hasta que nos compramos una pala para el tractor”.  Actualmente la explotación continúa en manos de uno de los dos hijos que tuvieron, dedicándose a la cría de terneros. El otro hijo se dedica a la fabricación de remolques.

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            Inocencia participó en el programa Zarrios de Aragón televisión y siente una gran afición por las antigüedades, gran parte de su tiempo lo dedica a la restauración. Pinta y trabaja la madera con gran maestría, es toda una artista en la talla de madera, laboriosa y perfeccionista crea obras maravillosas llenas de esfuerzo y cariño que dan un valor extraordinario a sus múltiples y variadas creaciones. Una gran mujer por descubrir.

               Esta mirada se enmarca dentro de la serie “Rostros”, que va relatando diferentes visiones de mujeres monegrinas y su trabajo en el medio rural de Los Monegros. Muchas gracias Inocencia.