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Mi abuelo Mariano


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Por Paula Hernández Sampériz. Tercero de la ESO. IES Gaspar Lax.

Mi abuelo se llama Mariano Sampériz Peralta y nació en Lalueza el 10 de Junio de 1936. Toda su familia nació en Lalueza. Su padre Antonio, era agricultor y su madre Felisa era ama de casa. Tenía 3 hermanos y 4 hermanas.

Su infancia fue divertida. Jugaban a encorrer pajaricos, a las canicas y al sombarre  (triángulo con chapas). En casa tenían 2 cerdos, gallinas, una mula que la usaban para la agricultura y un burro. Tenían también un soto (huerto) para cultivar las verduras y las patatas.

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En la escuela, la maestra ponía la lección en la pizarra, la copiaban y salían al recreo a jugar al fútbol y luego iban a la iglesia a rezar. En invierno tenían que llevar una astilla para encender el fuego y a cambio les daban queso y leche americana.

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Normalmente se juntaban la gente de varias quintas y se iban a nadar al río. En Lalueza nunca ha habido bailes tradicionales pero les enseñaron jota durante 4 años. Antes había más juegos tradicionales como los cántaros, había cine y baile con orquestas y vocalista por eso eran mejores las fiestas de aquella época porque no había todavía peñas. Los trabajos que más se dedicaba la gente eran la agricultura y la construcción.

Cuando iban a abrevar los animales se subían encima del burro y este frenaba en seco en la orilla del río y se daban un chapuzón.

Mi abuelo estuvo cortejando con mi abuela durante varios años hasta que al final decidieron casarse porque mi abuelo ya era mayor. Se casaron por la iglesia y a los invitados les dieron un aperitivo. De viaje de novios se fueron a Zaragoza, Madrid y a Mallorca. Después se fueron a vivir a casa de los suegros porque tenían que cuidar de ellos.

Trabajó de panadero, tractorista y peón de albañil. Tuvieron dos hijos, mi madre Rosa y mi tío Víctor. Algunos de sus hobbies era ir a las fiestas de los pueblos con la vespa, jugar al fútbol, al billar, al rabino, ir al cine y sobre todo leer.

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Una de las tradiciones era la puesta de la cubeta en la plaza del pueblo que se llenaba con vino de la vendimia de las viñas de la localidad y todo el mundo podía beber gratis.

Ahora la vida adulta es muy tranquila. Leen la prensa, echan la partida en el bar con los amigos después de comer… Antes las calles estaban sin asfaltar, no se recogía la basura, no había aseos y había mucha más gente. Ahora está asfaltado, hay muchos más servicios que facilitan la vida en el pueblo (farmacia, bancos, tiendas, médico, panadería,…)

REFRANES: Ojos que no ven, gabardina que se pierde. Al pan, pan y al vino, vino.

PALABRAS CURIOSAS: Pozal, esparto, fendejo (cuerdas para atar la cosecha), malacate (aladro antiguo), aventadora (servía para sacar el grano de la paja).

REMEDIOS: Cuando te picaba una avispa se ponían barro y cuando se hacían una herida se meaban en ella.

CREENCIAS: En Lalueza hay varias creencias como son la católica y protestante conviviendo sin ningún problema.

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Paula Hernández Sampériz.

Tercero de la ESO.

Carmen Novellón Oliván


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Carmen nació en Sariñena en 1932, en la calle La Meca, enfrente del reloj de la plaza Alvarado y actual plaza de la Constitución. Su padre Andrés Novellón fue caminero, controlaba y mantenía un tramo de camino antes de que se asfaltasen las actuales carreteras. Su trabajo consistía en controlar y mantener un tramo determinado: “limpiaba cunetas, arreglaba pequeños baches y si estos eran muy grandes venía una máquina”. Andrés trabajó por distintos lugares, entre ellos estuvo en Ontiñena, Terreu… “lo fueron trasladando por varios sitios”. En algunos tramos tenían una casilla, una caseta donde guardaban el material y se refugiaban, en otros no tenían nada. “Andrés fue muy honrado”, recuerda Carmen, “en una ocasión se encontró una caja de tabaco y la guardó hasta que volvió a pasar el camión de reparto y la devolvió”. Su madre Rosalía Oliván tuvo seis hijos y trabajó en casa. Carmen fue la cuarta y hasta los 14 años fue a la escuela de Sariñena.

En su juventud Carmen iba a buscar agua a la fuente del quiosquer, que estaba frente al bar de Pitera: “hasta pusieron una sombrilla para poder descansar en verano”. Iba a lavar a la acequia y al río: “detrás de las monjas había unas escaleras que bajaban y allí estaba el lavadero, un lavadero grandioso y cubierto”. Este lavadero era para lavar de pie, era más cómodo que el que estaba camino de la Laguna y que también estaba cubierto; pero había que lavar de rodillas, mucho más incómodo. Por el lavadero de la Laguna estaba el tejar. Al río iban a lavar con sus madres cerca del puente, donde además aprovechaban para bañarse y  volver con las ropas limpias: “la ropa se secaba tendida por las matas”.

Durante la guerra, Carmen recuerda la evacuación del pueblo: “En una tartana de Anoro se subieron niños y ancianos y marcharon a refugiarse a las masadas”. Su padre Andrés trató de salvar varias cosas de casa, pero muchas se quedaron y entre ellas un apreciado y viejo acordeón de su tío. Para marchar les dejaron una burra que utilizaron para que fuese su madre con su hermano pequeño, pero el estruendo de un cañonazo asustó a la burra y los tiró al suelo. Luego veían los camiones militares llevando muñecos que cogían de las casas, puestos en los camiones, haciendo sufrir a los zagales.

Con Carmen vamos recordando aquella Sariñena: “En frente del antiguo hostal Romea estaba la tienda de ultramarinos de Jesús Portella, luego la trasladaron a la calle Eduardo Dato, cerca del estanco. Allí vendía petróleo Candido y arriba vivía una profesora, Josefina, a la que iba a fregar y limpiar; la llevaba en el carrito de la leña por la casa, era una forma de divertirse”.

“En la plaza hubo una fuente, en la esquina del ayuntamiento. En frente estaba la farmacia de Loste, el comercio de Ferraz y la carnicería de la Catalana.”

Carmen vivió por la calle Soldevilla, allí estaba la carnicería de Mariano Huerva «Pichirrin», la carbonería de Pilar y el antiguo cuartel de la guardia civil. También vivieron Asunción Paraled, Trallero, Ferraz… Pilar «la Carbonera» estaba arriba de la calle: “le traían camiones de carbón y lo vendía a capazos, era carbón brillante de bolas y trozos”. El camión basculaba en la calle y, cuando limpiaban el suelo, el agua bajaba completamente negra. También estaba el bar de casa Pedro, al lado de la carnicería. Pedro era de Madrid y era habitual que sirviese una bebida y un plato de olivas, casa Pedro fue muy conocida y respetada.

Carmen trabajó en la panadería de Silvina «La Tora» y José Orquín Casañola, la panadería estaba en la calle La Meca, por donde estaba Vitales y la casa del pregonero; allí estaba el horno: “una calle sin salida”. Antes de la carnicería de Latre estuvo la carpintería de Orquín, José Orquín tocaba en la orquesta Cobalto y un hermano de José murió en la Guinea Española.

En la panadería, Carmen comenzó de niñera además de ir a vender pan al barrio de la Estación. Subía con Juanito Anoro que tenía un coche grande abierto por la parte de atrás donde ponían los paquetes y maletas y subía y bajaba viajeros a la estación. Después de comer, el coche de Anoro paraba en la panadería y Carmen colocaba los sacos de pan, subía a la estación y a las ocho de la tarde volvía. El pan lo vendía en una casa detrás de la iglesia del barrio de la Estación. En el despacho del pan conoció a su marido, Julián Latorre de Peralta de Alcofea. Julián trabajaba cargando y descargando en la estación y después marchó de labrador a casa Mirasol “El Recio”. Carmen y Julián se casaron en Sariñena y fueron de viaje de novios a Peralta de Alcofea, marcharon en tren hasta El Tormillo donde les fueron a recoger. Tuvieron dos hijos, un chico y una chica, aunque Carmen no dejó de trabajar en el horno: “al mayor me lo llevaba al horno”.

Con el tiempo, Carmen comenzó a trabajar en el ayuntamiento de Sariñena, se dedicó a la limpieza y le dieron un piso en el ayuntamiento, junto a los pisos del jefe de Correos y el secretario, que estaban en el piso de arriba. El piso de Carmen estaba en la planta baja, donde luego ampliaron la antigua biblioteca. Carmen ha sido una mujer trabajadora sacando adelante a su familia. Gracias a Carmen hemos ahondado en la memoria de nuestro pueblo, recorriendo parte de su historia. Carmen siempre ha sido muy conocida y querida en Sariñena y con sus entrañables recuerdos y vivencias hemos disfrutado de un agradable encuentro, ¡Gracias Carmen!.

Un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

José Casabón Peralta


José Casabón Peralta nació en Sariñena el 23 de diciembre de 1925. Descendiente de familia de herreros, su padre Eloy Casabón acabó siendo mecánico de automóviles estableciendo el taller familiar “Garajes Casabón”. Tras la guerra civil, la familia de José se vio obligada al exilio a Francia, pudiendo regresar con el tiempo y continuar con su vida y negocio familiar. 

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A pesar del exilio, José pasó su infancia en Sariñena, jugando a los pitos y a las ingles, se ponían de cuclillas y saltaban por encima. Fue poco a la escuela, pues para la guerra tuvo que abandonarla. Siempre ha estado en el taller junto a su padre, de quien aprendió el oficio de mecánico. Su padre Eloy Casabón Tisaire comenzó trabajando en la herrería con su padre y hermano, pero a Eloy le gustaba mucho más la mecánica: “Arreglaba todo lo que podía”. Así que poco a poco fue aprendiendo mecánica, ya que en aquellos tiempos, en Sariñena, “Sólo había tres o cuatro coches”.

De zagal, Eloy se encargaba de llevar unos cinco litros de combustible a la avioneta que fotografiaba el terreno y que repostaba en la cabañera. Un día aquella avioneta se averió “Eloy la evaluó y le dijo al piloto que si quería la arreglaba”. El piloto sorprendido se rió, pero Eloy le matizó –Eso es la magneto-, a lo que el piloto le respondió -Pues oye, ¡arréglala!- . Finalmente, Eloy la desmontó y la llevó a Huesca para que la arreglasen, mientras aprovecho para estudiar la avioneta, su mecánica, hasta que la pieza estuvo de vuelta. Eloy la montó y la avioneta volvió a volar, entonces Eloy era muy joven.

José siempre ha estado con su padre en el taller, detrás de él aprendiendo todo lo que sabía. Eloy ponía unos tarugos en los pedales de un automóvil y mientras se subía en el estribo enseñaba a conducir a José. En el taller tenían un coche para alquilar, aquel era el que conducía José hasta que aprendió y tuvieron que comprar otro para alquilar.

El primer taller lo montó Eloy camino del río, al principio de la salida de Sariñena a mano derecha, en un pajar grande de un amigo junto a la fábrica de gaseosas de Masueras. Cuando evacuaron Sariñena durante la guerra, su padre se llevó todo lo que pudo del taller y de la casa en un camión, la familia tuvo que abandonar España. De alguna manera, Eloy trató de salvar su medio de vida, la forma de ganarse la vida de la que dependía su familia, pero cuando pasaron a Francia por Sallent, en la frontera tuvo que bascular el camión y abandonarlo todo.

José tenía un hermano y dos hermanas. A Eloy lo cogieron y lo llevaron a un campo de concentración, mientras a ellos se los llevaron a un refugio para mujeres, niñas y niños. Sus hermanas se pusieron a trabajar en una fábrica textil, de hilaturas, y ellos fueron a la escuela, eran los más pequeños. Cuando José cumplió la edad tuvo que dejar la escuela, allí estuvieron cuatro años hasta que alquilaron una casa. Afortunadamente Eloy conoció a un médico del campo que le ayudó a salir, se había puesto malo y le dijo que saliese “Que si no se iba a morir”, al final salió y pudo juntarse con su familia.

Antes, José había ido a buscar trabajo a un taller del pueblo, el dueño viajaba a Paris y cada semana traía dos coches para vender. Los traía en ferrocarril cada fin de semana, eran de la marca Sinca. Eloy fue a trabajar al taller cuando salió del campo francés.

Al tiempo se volvieron a Sariñena, aunque su padre tardó en volver por miedo y se quedó un tiempo más en Francia. En España, José realizó el servicio militar, se había sacado el carnet de conducir de segunda, y durante el servicio transportó carbón en un camión de una mina en velilla de Cinca a la estación. En Sariñena José se casó con Aurelia Carpi, no han tenido hijos.

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Con su padre y un primo montaron de nuevo un taller en Sariñena, se llevaban muy bien y nunca discutían, así que con mucho trabajo y esfuerzo sacaron adelante “Garaje Casabón, Accesorios del Automóvil y Recambio Marías”. Arreglaban de todo, coches, camiones, tractores… y vendían tractores Barreiros. Gozaron de muy buena clientela y con mucho esfuerzo y trabajo sacaron adelante el taller. El taller estuvo en la avenida Huesca, luego hubo un garaje, con una puerta automática donde los críos se colgaban cuando se elevaba. El segundo taller se ubicó en la calle Gasset y fue toda una referencia en la localidad y comarca.

Gracias a José por relatarnos su historia, la de un taller muy característico de la historia reciente de Sariñena, de una época de transición, de la tracción animal a los vehículos a motor: coches, tractores y camiones.

Un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

María Alegre Peralta


Mucha gente se vio obligada a emigrar en busca de trabajo por distintas zonas de España, entre ellas Ángela Peralta Solanas, natural de Castelflorite, que trabajó sirviendo para una casa de Tarrasa y su marido Antonio Alegre Soldevila, natural de Belver de Cinca, que se dedicó a llevar una cuadra de vacas, a cuidarlas, arreglarlas, ordeñarlas…

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María Alegre Peralta

Fruto de aquel matrimonio nació en 1932 María Alegre Peralta, en Tarrasa, pero con el estallido de la guerra volvieron a Los Monegros, donde se alojaron en casa de los abuelos maternos de Castelflorite. “Dispues”, un amigo de su padre, un montañés, instaló una vaquería en Belver de Cinca y su familia se trasladó allí para trabajar en ella. También tenían tierras por Belver de Cinca, por los “Royeros” y el soto, con un carro tirado por “bueys” acarreaban “alfalce” para las vacas.

En Belver de Cinca María fue a la escuela, pero como eran cinco hermanos tuvo que dejar la escuela para ayudar a su madre. “No vayas a la escuela que hoy no me encuentro bien”, Ángela sufría de males que le dejaban en cama muchos días. María quería ir a la escuela, le gustaba mucho, pero no tuvo más remedio que quedarse en casa a trabajar, ir a comprar, lavar, fregar, cuidar los animales, de las cuadras…

Molían mucho, “enparece» que iba a moler a un molino que estaba “indo” por la carretera de Osso de Cinca, recuerda María. En el molino molían alfalfa, maíz, ordio… con lo molido hacían una pastura para las gallinas y los pollos. María se acuerda cuando iba a buscar a casa a los arrieros, su padre anotaba todo bien y lo controlaba todo.

“Vente, aquí se gana mucho más que en el pueblo”. María tenía una amiga que había ido a servir a Barcelona y le animó mucho a que marchase ella también. Así que María se animó y fue a servir a una casa de Tarrasa. Estuvo dos años, ella tendría unos 19 años y le tocó hacer de todo. A María le gustó mucho la vida en la ciudad: “Había un gran ambiente”.

A los dos años, María se volvió a Albalate. Su padre estaba de encargado en una vaquería, cercana a Albalate, en una finca donde había unas diez casas. Su padre tenía muy buena mano para el manejo de las vacas, mucha experiencia. Las trataba cuando estaban enfermas y les hacía “pegaos” cuando se hacían alguna herida. Recogía malvas por el campo, las hervía en agua, las trituraba y las espolvoreaba pimienta. Cuando ya lo tenía bien preparado, colocaba el preparado en un paño y lo aplicaba en la zona, lo ataba y lo aseguraba bien. Con aquel remedio las heridas de las vacas sanaban bien, las rozaduras, los granos…

En el baile conoció a quien fue su marido Joaquín Luna Hernández. María se casó con Joaquín en el mismo Albalate y se marcharon de viaje de novios a Barcelona durante un mes. María se casó de negro, con un traje que ella mismo hizo “La tela era muy bonita y tenía un brillo precioso”. Lo confecciono gracias a todo lo que había aprendido con la Paulina: coser, bordar…

El matrimonio se  asentó en Albalate, en casa de los suegros de María. Joaquín era labrador y llevaba las tierras, mientras María trabajaba en casa, iba a buscar almendras, a “escoronar” con un machete la remolacha… Se hacía en invierno, hacía mucho frío, María se llevaba un saco con algo de paja para ponerse de rodillas y amortiguar la dureza del suelo y el frío. Antes se recogía mucha remolacha que se llevaba a la azucarera de Monzón. Se sembraba más o menos en septiembre u octubre y si salían 2 o 3 en el mismo sitio había que clarecerla.

Joaquín realizó un curso para ser mayoral de pueblos de colonización, lo hizo en Gimenells. Al principio no lo llamaban hasta que al final le dieron como destino Mélida, un pueblo de Navarra. Estaban haciendo Rada y cuando lo acabaron fueron a vivir al pueblo. Estuvieron 10 años en Rada y allí nació su segunda hija y el hijo. Tuvieron tres hijos, dos chicas y un chico. Joaquín, como mayoral, se encargaba de controlar si iban bien los lotes, si lo trabajaban correctamente “Todo tenía que ser por escrito y luego el perito lo revisaba cada mes”, recuerda María.

Ellos no tenían lote pero si corral donde criaban animales y 1 o 2 tocinos que mataban cada año. María guarda muy buenos recuerdos “Allí salían muy buenas cosechas”. A los diez años volvieron a tierras oscenses, instalándose en el pueblo monegrino de Cantalobos donde Joaquín continuó ejerciendo de mayoral. El pueblo ya estaba construido, igual llevaban cinco años viviendo la gente. En Cantalobos han vivido más de 30 años y ahora los recuerdos de María nos han llevado a recorrer su historia, de esfuerzo  y trabajo.

Ahora tiene 86 años y goza de una excelente salud y memoria. Un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

Romería de Lalueza a La Cartuja


El camino Real de Monzón a Zaragoza pasaba por Sariñena, atravesaba la actual Laguna y continuaba por La Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, allí discurría por las planas de la sierra, por Peñalbeta y ascendía a la sierra de Alcubierre. La cuesta requería la ayuda de caballos fuertes y potentes, “Percherones”, que hacían de apoyo para salvar la sierra y continuar su descenso hacía Farlete, por donde vigilaba la torraza, para acabar en la muy noble, leal, heroica, benéfica, siempre heroica e inmortal Zaragoza, capital de Aragón.

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Mapa de Aragón en 1831

El camino de Lalueza a La Cartuja de las Fuentes gozaba de suma importancia, enlazaba al Real camino de Barbastro a Zaragoza en el mismo corazón de Los Monegros y unía y vertebraba esta inmemorable e antiquísima comarca. Así también lo manifiesta Santiago Vilella Barrachina en su libro “En la vida de Juan Andrés Comenge”, aquel camino de Lalueza a la Cartuja gozaba de “buen estado” y por él “discurrían las tradicionales romerías a San Isidro, en la que labradores de Lalueza y de Los Monegros rogaban a la virgen para que les concediese lluvias y abundantes cosechas”.

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La Cruceta. Foto: Alberto Lasheras Taira.

El camino salía de Lalueza, cruzaba el barranco Salado, por “El Salto”, y alcanzaba la predominante zona de “La Cruceta”, lugar estratégico por donde llegaron a congregarse las tropas francesas, según Santiago Vilella Barrachina, en su avance contra Zaragoza durante la guerra de la Independencia. Hasta allí salían las gentes del lugar de Lalueza a despedir a los romeros con sus estandartes y cruces. Cerca de “La cruceta” se encontraba una losa cóncava, una gran piedra o sillar “foradado” donde, de forma ritual, por creencia o superstición, los peregrinos depositaban piedras, pues según Santiago Vilella Barrachina “se preservaba las cosechas de las tormentas con pedrisco”. Luego marchaban por “La Cobacha”, seguían por “El Boral”, el monte “Artal” de Orillena y el Monte “Oliván” hasta llegar al monasterio de La Cartuja de Las Fuentes (En la vida de Juan Andrés Comenge, Santiago Vilella Barrachina).

Encontramos un ritual mágico, contra tronadas y pedregadas, místico y cultural, donde la tradición obligaba a depositar o tirar una o varias piedras sobre un sillar que encontraban en el camino.

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Losa con piedras. Fotografía: Eugenio Monesma Moliner.

El gran etnógrafo y documentalista Eugenio Monesma Moliner recogió el testimonio de María Teresa Moliner Viñas, dentro de su serie «Los secretos de las piedras»: «En pares. Siempre dos piedras. Dos. Y con esto ya se tenía la garantía, o por lo menos lo creían, que el pedrisco no nos caía y protegía los campos. Bueno, pues yo creo que no tenía otro misterio la piedra.” Para Eugenio Monesma «Estamos ante una piedra ritual en la que los vecinos de Lalueza tenían depositada su confianza para la protección de las cosechas».

El antiguo camino de Lalueza a la cartuja de las Fuentes debía de ser muy importante y transitado, estaba muy bien, aunque actualmente ha sido modificado y ya no existe como tal por las concentraciones parcelarias. En la cartuja existía la portería hospedería, donde se alojaban transeúntes y viajeros.

En Lalueza se mantiene viva la memoria de la antigua romería a la Cartuja de las Fuentes. Marchaban con carros, unos iban más por la misa y otros a pasar un día agradable por la explanada o por el barranco de la fuente del monasterio.

Mosén Demetrio Segura Gavín, sacerdote natural de Castejón de Monegros, ejerció como párroco en Lalueza y vitalizó muchísimo la romería a la Cartuja de las Fuentes. Impulsó la romería, dando voz a la misma cartuja con coro de hombres de Lalueza acompañando la sacra misa.

Mosén Demetrio Segura

Hombre de gran nobleza

Por eso lo quiere tanto

El pueblo de Lalueza. 

En la vida de Juan Andrés Comenge, Santiago Vilella Barrachina

Y para terminar recordar un espléndido romance-poema de Mariano Peralta Asín, natural de Lalueza y que con gran maestría inmortalizó su particular romería a la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes. Mariano fue un gran escritor de su pueblo y sus gentes que colaboró con la revista del Recautillo y los programas de fiestas de Lalueza.

Peripecias ocurridas en el viaje a la cartuja

El día 9 de mayo

pensando  pasar buen día

en la iglesia la cartuja

en celebre romería.

Este día, por la mañana,

se quedó el pueblo desnudo,

unos para la Cartuja

otros para Torrente, al futbol.

Ya marchan las modistillas

con esa “famosa” rubia

siguiendo la Oscense y Julio

todos a la romería.

Eleuterio con su tractor

se veía con armonía

Antonio con el remolque

con una gran pandilla.

Cambreta con Manoler

también fueron con sus carros,

llevaban a sus familias

y parte del vecindario.

También fueron en bicicleta

para presenciar la escena,

y una rubia pequeña,

con la familia Pena.

Ya estamos en la Cartuja

todos con tanta ilusión

a visitar la iglesia

que es cosa de admiración.

No pudiéndose andar

de tantas personalidades,

unos visitan la fuente,

otros visitan los bares.

Ya llegaron los párrocos

y todos, viejos y menores

todos van a presenciar

los actos religiosos.

Ya terminada la Misa

todos salen por la puerta,

unos a tomar vermut

otros a coger la capaceta.

Ya se marchan a comer

a la sombra las paredes

otros van a las casetas

y alguien a los olivares.

Yo me junté con “Narciso”

que es un amigo cordial,

se dejó la alforja en casa

y partimos la caridad.

Cogimos la capaceta

como si fuera tal cosa,

comimos en medio un haber

al abrigo de una sosa.

Terminamos de comer

y fue una cosa sencilla,

fuemos a tomar café

invitados por las modistillas.

Al llegar a las modistillas

nos juntamos con los Penas,

que nos obsequiaron bien

y allí se empezó la escena.

Allí cantamos unas jotas,

Miguel pena daba la entrada,

nombrando a las modistillas

también a la profesora.

Con aquel vínico rancio

junto con melocotón,

todo eran cosas buenas

pa alegrar el corazón.

Llegó Pedrito Gascón

y José Raúl de Pena,

nos echaron unas fotos

debajo de la olivera.

También llegaron los quintos

cargadicos de licor

molestando a las modistillas

y se terminó el buen humor.

Nos marchamos al Rosario

todos tan condescendientes,

íbamos a cantar los Gozos

a la virgen de la Fuente.

Ya se terminó la tarde

de gozos y maravillas

y acordamos con “Narciso”

agasajar las modistillas.

Al entrar en Poleñino

a visitar a Otín y Elena

invitar algunas cosas

d´esas botellicas buenas.

Pero esto salió muy mal,

se nos volvió la “naranja”

y veréis lo que pasó

a la salida de Lanaja.

Al pasar el cementerio

ocurrió un accidente

chocó la rubia de Lalueza

con un coche de La Oscense.

No nos matamos ninguno

porque así lo quiso dios,

se nos quedó desmayada

Maribel la de Gascón.

Los dos heridos más graves

fueron Mari Malo Gavín

y el que escribe el romance

Mariano Peralta Asín.

Las primeras asistencias

fueron unos de Poleñino,

también venían, alegres

de sidra, champan y vino.

Al presenciar aquel acto

que tan desesperado había,

allí pasaron el tractor

y me montaron arriba.

Llegamos a Poleñino

y me querían acostar

mi dolor era tan grande

que a casa quería llegar.

Siempre me recordaré

y lo tendré en el cerebro

que el lugar de Poleñino

será mi segundo pueblo.

Me trajeron a Lalueza

con el remolque y el tractor,

todo el pueblo de jaleo

y que no estaba el doctor.

Me visitó un practicante

siendo una cosa buena

que el cual está retirado

llamado D. José Pena.

Ya me quedé tranquilo

después de tan apurau,

y ahora me llamarán todos

“Andrés” el resucitau.

Y me velaron de vivo

hasta las tres de la mañana,

el “afamado” “Narciso”

y Manolo “Estozarranas”.

 Mariano Peralta Asín. Lalueza, 9 de mayo de 1954.

Francisco Paul Peralta 


De familia numerosa, fueron cuatro hermanos y aunque la casa estaba bien posicionada, a Paco, por ser de los pequeños, le tocó poco. Así, que Paco nació en 1919 en Capdesaso. Su abuelo Miguel, de casa «Las Paules», fue alcalde de Capdesaso y construyó un molino de aceite junto a la balsa: “tuvo que marchar  a Barcelona para comprar una enorme viga para hacer la prensa del molino”. Tenía mucho ganado y hacía trashumancia, las subía y bajaba andando a Anso. Su padre José fue jornalero y de joven trató de marchar a la guerra de Cuba, pero su padre habló con casa Torres y lo mandó a trabajar a su casa para evitar que marchase a Cuba. Su madre Pilar era muy trabajadora y cosía para la gente.

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Francisco Paul Peralta

En Capdesaso el agua la cogían de una fuente, Francisco iba con una burra y la cargaba con cuatro cantaros, en verano escaseaba y era habitual tener que hacer cola por las noches: «Estaba la balsa, pero el agua no era para beber».  Por el monte de Capdesaso había un reguero hacía Lalueza, Francisco estuvo encargado del agua ya que esa zona se regaba. Una vez acudió al pueblo el obispo y Capdesaso fue una fiesta, pero Paco no pudo ir, además saltó mal un brazal y se dio un buen talegazo.

Estudió poco, la pobre maestra era muy pobre y llevaba hasta piojos, la pobre chica casi no podía enseñar nada. Al tiempo, Paco consiguió estudiar en la escuela nocturna. Después de la escuela trabajó de mozo pequeño en Lalueza. Allí se dedicó a labrar, a ir a buscar paja para la caballería, ir a la siega y con un carro llevaba las mujeres para la siega, para dar la gavilla. El primer año ganó unas 500 pts al año, el segundo año unas 600 pts.

Al estallar la guerra, junto a otros cuatro chicos, se volvieron a Capdesaso. Con la relativa calma aprovecharon para hacer muchas meriendas. Durante la guerra estuvo en los dos bandos, en ambos lados tuvo suerte. En un bando se apuntó con la banda a tocar el tambor. También estuvo por tierras catalanas, por el frente de Lérida y en el Prat de Llobregat una vez terminada la guerra. En el frente de Lérida trataron de ocupar un pueblo, fue cuando se produjo el desembalse del embalse de Camarasa que arrasó con fuerza aguas abajo, una acción planificada (Las presas como arma).

En el Prat de Llobregat estuvo después de la guerra, cuando fue llamado a filas. Allí coincidió con unos prisioneros que mandaron para construir un hangar, aquellos habían estado trabajando construyendo el puente de Sariñena. Aquellos trabajadores iban a descansar a Capdesaso, allí una mujer les cosía las capotas, se llamaba Pilar “¡más buena mujer!”, era la madre de Francisco. En el aeropuerto, francisco tenía que tirar un bote de humo cuando un avión se aproximaba para aterrizar y así, el humo, les indicaba la dirección del viento. Una vez bajó un Teniente Coronel y a Francisco le exclamó: “Tú como yo”, señalando su pelo. Paco, que lo llevaba algo largo, se lo cortó sin dudar.

Paco vivió en el barrio de la estación de Sariñena, bajaba a Sariñena andando a trabajar, hiciese sol, viento, niebla o nieve. Tenía 21 años y estaba recién licenciado. Al tiempo Paco tuvo coche y moto, trabajó en casa Anoro del barrio de la estación de Sariñena. En casa Anoro trabajó en el molino de piensos, estaba frente la harinera, molían castañas pilongas, cebada y maíz, aunque no mucho ya que estaba intervenido, «¡Y alfalfa!, se molía mucha alfalfa». Se rompía a menudo la correa de transmisión del motor al molino y  tenían que repararla. Acudía Ramoner, el guarnicionero y la cosía.

También Anoro hacía el servicio de correos, compró un camión y le dijo a Paco: “Mírate bien que luego lo has de llevar tú”. Y así fue, Paco llevó el camión hasta los 64 años. Paco hacia el transporte de la harinera, sacos de 100 kilos a los vagones de tren. Con el camión iba a Candasnos, Peñalba, Sena, Bujaraloz… entonces se mandaba mucho en vagones y algo para la harinera. Francisco trasladó la maquinaria de la antigua harinera, camino de los olivares, a la nueva Harinera Monegros de la estación de Sariñena.

Francisco se casó con una chica de Huesca y vivieron en la casa del cura de la estación, de mosén Pedro, Pedro Verga Ochoa. Su mujer bajó a las fiestas, su padre era guardia municipal. Se llamaba María Dieste y se casaron en Huesca. En aquellos años el barrio de la estación tenía mucha vida, era un barrio pequeño pero había muchos ferroviarios, algunos vivían en vagones. Había un bar en casa de Francisquer “El parador”, una casa agrícola de toda la vida, daban cafés y meriendas, estaba la señora Millera, que prácticamente se crio allí. También estaba «Casa Gil», un hospedaje, y casa «El Gorrión» que era bar y tienda. Había mucho estraperlo en la estación, con los ferroviarios. En «Casa Gil», del señor Rafael, a la vez que tenían a la guardia civil cenando, por el corral sacaban el trigo.

Los viajeros paraban poco en la estación, aunque había mucha gente trabajando. Cambiaban de máquina y gastaban mucho carbón, había una enorme pilada de viguetas de carbón. También estaban los silos, trabajaba Pepe Casas, almacenaban el grano y luego lo vendían para siembra, venían de todas las partes de la provincia a buscar trigo para sembrar. El jefe del silo era Coronas y Acín el escribiente (vivía al lado de la casa del botero).

Los almacenes de la entrada por Sariñena eran los almacenes de Blasco, luego pasaron a Amado Pueyo para la harinera. Más tarde fueron del servicio nacional, se metían vagones grandes por una puerta pequeña. Anoro también tuvo un almacén de abonos, guardaban garbanzos para piensos

Mosén Pedro iba a Sariñena, Lastanosa, Capdesaso y a la estación. A Lastanosa iba y volvía en tren, paraba a cualquier tren, aunque fuese un expreso. Una vez le salió la policía a mosén Pedro, había parado un expreso a las cinco de la mañana, interpeló a su condición de cura para imponerse, dijo que tenía que cumplir con su obligación de celebrar misa.  Mosén Pedro era un cura muy peculiar, en vez de decir que uno se había casado decía que se había suicidado.

A los cuarenta años trabajando, a Francisco le mandaron a Segarra a trabajar, marchó junto a otro chico con los camiones. Estuvo dos años hasta que cerró la empresa y ya se jubiló.

Paco posee una gran memoria llena de recuerdos y anécdotas, se ríe recordando alguna y no duda de contarme la que le sucedió con mi abuelo Emiliano Gaspar. A Emiliano se lo encontró con el coche parado y echando humo subiendo a la estación, mi abuelo estaba asustado pensando que el coche le iba a comenzar a arder. Paco pronto descubrió el problema, pues Emiliano había olvidado quitar el freno de mano y el coche parecía echar fuego. “Un día me encontré una tarjeta de crédito por la calle, miré el nombre ¿y a que no sabes de quién era? Era de tu abuela Asunción Paraled”.

Así que inevitablemente acabamos con ganas de saber más pero también agradecido de haber pasado un agradable rato con Francisco, con su vida, historias y anécdotas. Gracias Paco por todo lo aprendido y por contarlo. Y un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.