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Carmen Novellón Oliván


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Carmen nació en Sariñena en 1932, en la calle La Meca, enfrente del reloj de la plaza Alvarado y actual plaza de la Constitución. Su padre Andrés Novellón fue caminero, controlaba y mantenía un tramo de camino antes de que se asfaltasen las actuales carreteras. Su trabajo consistía en controlar y mantener un tramo determinado: “limpiaba cunetas, arreglaba pequeños baches y si estos eran muy grandes venía una máquina”. Andrés trabajó por distintos lugares, entre ellos estuvo en Ontiñena, Terreu… “lo fueron trasladando por varios sitios”. En algunos tramos tenían una casilla, una caseta donde guardaban el material y se refugiaban, en otros no tenían nada. “Andrés fue muy honrado”, recuerda Carmen, “en una ocasión se encontró una caja de tabaco y la guardó hasta que volvió a pasar el camión de reparto y la devolvió”. Su madre Rosalía Oliván tuvo seis hijos y trabajó en casa. Carmen fue la cuarta y hasta los 14 años fue a la escuela de Sariñena.

En su juventud Carmen iba a buscar agua a la fuente del quiosquer, que estaba frente al bar de Pitera: “hasta pusieron una sombrilla para poder descansar en verano”. Iba a lavar a la acequia y al río: “detrás de las monjas había unas escaleras que bajaban y allí estaba el lavadero, un lavadero grandioso y cubierto”. Este lavadero era para lavar de pie, era más cómodo que el que estaba camino de la Laguna y que también estaba cubierto; pero había que lavar de rodillas, mucho más incómodo. Por el lavadero de la Laguna estaba el tejar. Al río iban a lavar con sus madres cerca del puente, donde además aprovechaban para bañarse y  volver con las ropas limpias: “la ropa se secaba tendida por las matas”.

Durante la guerra, Carmen recuerda la evacuación del pueblo: “En una tartana de Anoro se subieron niños y ancianos y marcharon a refugiarse a las masadas”. Su padre Andrés trató de salvar varias cosas de casa, pero muchas se quedaron y entre ellas un apreciado y viejo acordeón de su tío. Para marchar les dejaron una burra que utilizaron para que fuese su madre con su hermano pequeño, pero el estruendo de un cañonazo asustó a la burra y los tiró al suelo. Luego veían los camiones militares llevando muñecos que cogían de las casas, puestos en los camiones, haciendo sufrir a los zagales.

Con Carmen vamos recordando aquella Sariñena: “En frente del antiguo hostal Romea estaba la tienda de ultramarinos de Jesús Portella, luego la trasladaron a la calle Eduardo Dato, cerca del estanco. Allí vendía petróleo Candido y arriba vivía una profesora, Josefina, a la que iba a fregar y limpiar; la llevaba en el carrito de la leña por la casa, era una forma de divertirse”.

“En la plaza hubo una fuente, en la esquina del ayuntamiento. En frente estaba la farmacia de Loste, el comercio de Ferraz y la carnicería de la Catalana.”

Carmen vivió por la calle Soldevilla, allí estaba la carnicería de Mariano Huerva «Pichirrin», la carbonería de Pilar y el antiguo cuartel de la guardia civil. También vivieron Asunción Paraled, Trallero, Ferraz… Pilar «la Carbonera» estaba arriba de la calle: “le traían camiones de carbón y lo vendía a capazos, era carbón brillante de bolas y trozos”. El camión basculaba en la calle y, cuando limpiaban el suelo, el agua bajaba completamente negra. También estaba el bar de casa Pedro, al lado de la carnicería. Pedro era de Madrid y era habitual que sirviese una bebida y un plato de olivas, casa Pedro fue muy conocida y respetada.

Carmen trabajó en la panadería de Silvina «La Tora» y José Orquín Casañola, la panadería estaba en la calle La Meca, por donde estaba Vitales y la casa del pregonero; allí estaba el horno: “una calle sin salida”. Antes de la carnicería de Latre estuvo la carpintería de Orquín, José Orquín tocaba en la orquesta Cobalto y un hermano de José murió en la Guinea Española.

En la panadería, Carmen comenzó de niñera además de ir a vender pan al barrio de la Estación. Subía con Juanito Anoro que tenía un coche grande abierto por la parte de atrás donde ponían los paquetes y maletas y subía y bajaba viajeros a la estación. Después de comer, el coche de Anoro paraba en la panadería y Carmen colocaba los sacos de pan, subía a la estación y a las ocho de la tarde volvía. El pan lo vendía en una casa detrás de la iglesia del barrio de la Estación. En el despacho del pan conoció a su marido, Julián Latorre de Peralta de Alcofea. Julián trabajaba cargando y descargando en la estación y después marchó de labrador a casa Mirasol “El Recio”. Carmen y Julián se casaron en Sariñena y fueron de viaje de novios a Peralta de Alcofea, marcharon en tren hasta El Tormillo donde les fueron a recoger. Tuvieron dos hijos, un chico y una chica, aunque Carmen no dejó de trabajar en el horno: “al mayor me lo llevaba al horno”.

Con el tiempo, Carmen comenzó a trabajar en el ayuntamiento de Sariñena, se dedicó a la limpieza y le dieron un piso en el ayuntamiento, junto a los pisos del jefe de Correos y el secretario, que estaban en el piso de arriba. El piso de Carmen estaba en la planta baja, donde luego ampliaron la antigua biblioteca. Carmen ha sido una mujer trabajadora sacando adelante a su familia. Gracias a Carmen hemos ahondado en la memoria de nuestro pueblo, recorriendo parte de su historia. Carmen siempre ha sido muy conocida y querida en Sariñena y con sus entrañables recuerdos y vivencias hemos disfrutado de un agradable encuentro, ¡Gracias Carmen!.

Un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

Lorenzo Abadías López


La vida de nuestros pueblos es la historia de nuestra gente y la vida de Lorenzo es la vida de un hombre llano, forjado en la vida rural que tanto nos caracteriza. Lorenzo y su mujer Leandra regentaron “El Gorrión” un bar del barrio de la Estación de Sariñena. Tiempos de trasiego y vida, sobre todo de vida de un barrio rebosante de actividad que hoy en día es paradigma de la despoblación y del abandono del medio rural.

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Lorenzo nació en Novales en 1929 en el seno de una familia de agricultores. En casa fueron tres hermanos y aunque fue a la escuela hasta los 13 o 14 años, pronto Lorenzo tuvo que trabajar; “El maestro era hijo de Compaire”. De joven Lorenzo cogió las fiebres de malta, una enfermedad muy normal en aquellos tiempos causada por una bacteria que afectaba, principalmente, a personas que trabajan con animales o productos infectados. Su padre estuvo en la cárcel tras la guerra, lo que obligó a Lorenzo a llevar el huerto y las tierras. A los 10 años ya iba al huerto: “En Novales había bastante huerta y todo era para casa”. Con una burra de su abuelo y una mula de casa iba a labrar al campo, de lo bien que lo hacía los mayores se quedaban sorprendidos: “Tenía una faja muy larga”. En la huerta se ponía mucha patata: “Entonces comenzó a aparecer el cuco de la patata, al principio los quitábamos a mano con mi madre, después llegaron los tratamientos”.

Lorenzo se acuerda de ir a visitar a su padre, estaba trabajando en una carretera  por la zona de Campo o por allí cerca, se encontraba preso en las capuchinas de Barbastro.

Con los años Lorenzo comenzó a trabajar de mozo mayor en Callén, llevaba las tierras de la casa, labraba, sembraba, cosechaba… y apacentaba las mulas: “Fue un año muy seco y no se sacó nada de la tierra”. Luego realizó el servicio militar en Melilla, estuvo 18 meses en transmisiones. Al acabar el servició volvió a Callén, donde estuvo dos años de mozo en otra casa. Pero un año antes de hacer la mili, Lorenzo había conocido a Leandra Peña, quien con el tiempo fue su esposa. La familia de Leandra tenía un bar en Fraella: “Tuvieron la primera televisión del pueblo y la gente acudía al bar para verla”.  Lorenzo y Leandra se casaron en Fraella, donde Lorenzo trabajó para un tío suyo.

Tras unos años de casados se vinieron a vivir al Barrio de La Estación de Sariñena, donde adquirieron el bar “El Gorrión”, Lorenzo por entonces tenía unos 35 años. El bar “El Gorrión” además fue tienda, lo inició la familia Porta y después lo tuvo Rafael. En “El Gorrión” daban comidas y les fue muy bien cuando renovaban las vías: “Entonces había mucha gente en la estación”. También estaban los de las oficinas que se quedaban en casa a dormir y de la harinera alguno se pasaba a tomar algún café. A Lorenzo le regalaban carbón: “En la estación había una gran montaña de carbón para los trenes”.

Casi siempre cocinaba Leandra, algunas veces Lorenzo, aunque más bien pocas, normalmente él estaba en la barra. Además atendían la tienda donde además de comida vendían de todo. “Había días que repartíamos hasta 40 comidas y algunas pocas cenas, unas cuatro o cinco, pues muchos trabajadores bajaban a dormir a Sariñena, sólo algunos dormían en el Cuarto de Agentes”.

Lorenzo y Leandra llevaron el bar y la tienda durante unos treinta años, hasta que se jubilaron. En el mismo bar han hecho la vida, han tenido tres hijos, dos chicos y una chica. “Antes pasaban muchos trenes y paraban todos, había mucho movimiento, ha cambiado mucho la estación”.

Un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

José Porta Martín


La vida de José, Pepe como se le conoce familiarmente, está muy ligada al Barrio de la Estación de Sariñena y a una de las empresas familiares con más solera de la villa: «Espumosos Porta, Hielos y bebidas carbónicas», actualmente «Comercial Porta SL».

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José Porta Martín

José Porta Martín nació en el Barrio de la Estación de Sariñena el 4 de diciembre de 1929. Sus padres Higinio, natural de Osso de Cinca, y Asunción, de Caminreal (Teruel), emigraron a la Argentina donde vivieron unos 12 años. Regresaron por causas de salud de Higinio y se instalaron en Capdesaso, donde el hermano de Higinio fue secretario del Ayuntamiento. Higinio y Asunción tuvieron 12 hijos de los que vivirían seis, el más pequeño de todos era Pepe.

Higinio fue un gran negociante y emprendedor. Cogía el caballo desde Capdesaso y solía acercarse a la Estación de tren de Sariñena, donde vio una finca que le gustó y la compró; allí edificaron su casa, una fábrica de gaseosas y una fábrica de hielo. En la esquina con la carretera pusieron un almacén de venta al por mayor de arroz, aceite y productos básicos, en la trastienda había otro almacén donde vendían cemento y yesos. En Sariñena, en la Plaza Constitución hacía la calle Eduardo Dato, pusieron un bar que se llamaba “La Favorita” en el que sonó muchas veces, recuerda Pepe, “Suspiros de España” en una pianola que funcionaba con rodillos de papel perforados, después hubo un piano: “A todos los hermanos nos gustaba mucho la música y casi todos tocábamos el piano de oído.   

En aquella época el barrio estaba en su apogeo, en pleno crecimiento, el 90% de los habitantes del Barrio tenían relación con el tren, Sariñena era unos de los centros neurálgicos ferroviarios más importante de Aragón, había mucha vida y mucha demanda de productos.

Espumosos Porta, Hielos y bebidas carbónicas.

Al principio se hacían las gaseosas de pito y cuando se rompía la botella los críos aprovechaban los pitos para jugar a las canicas.  En un caldero de cobre se elaboraba el jarabe: azúcar, esencia de limón y agua; con los años se sustituyó el azúcar por la sacarina. Después vinieron las botellas de brida siempre retornables, en la fábrica se utilizaban máquinas manuales para el llenado una a una, estaban continuamente lavando botellas y era todo muy artesanal.

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En el tren les traían desde Barcelona cerveza virgen en grandes toneles de madera, las botellas y las chapas y ellos la tenían que pasteurizar, enfriar y embotellar.

Al principio se repartía la mercancía con un carro tirado por un caballo por los pueblos de la redolada, también mandaban gaseosas, cervezas y hielo con el tren a pueblos cercanos.

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Gaseosa de pito.

«En la Estación había una cantina que estaba al lado del edificio principal, allí paraban muchos trenes y las paradas duraban bastante tiempo, la Lamparera Sra. Paula, vendía gaseosas que las llevaba en un pozal con hielo por los vagones de pasajeros del tren correo y le daba tiempo de vender las botellas y recogerlas una vez vacías, por si acaso cobraba los cascos y algunos viajeros los tiraban por las ventanillas al marchar y ella los recogía en los andenes.» La Lamparera era la mujer del Lamparero, éste se encargaba de mantener el farolillo rojo del último vagón del tren, que indicaba el final del convoy y tenía una oficina- taller donde todos los trabajadores de ferrocarriles arreglaban o llenaban su farol, por las noches siempre lo llevaban encendido.

En la estación había mucho tráfico, los trenes paraban a repostar agua o carbón, para cambiar de maquinista, para revisar y reparar las máquinas, las ruedas de los vagones, recuerda Pepe el sonido al golpearlas todas las ruedas una por una con una barra de hierro, según el sonido podían estar rotas.  Los maquinistas y los fogoneros descansaban, se quedaban a dormir en el “Cuarto de Agentes” donde además había una cocinera, cocina y comedor. El señor Goya fue uno de los jefes de la Estación, recuerda José. Para los silos, la Cross, había dos vías que iban para ellos y otras a los muelles de carga y descarga. En los cargaderos se cargaba cereal y mucha cantidad de remolacha, había una báscula donde la pesaban y luego la cargaban.

Cada dos o tres vagones había un guardafrenos, personal encargado de accionar los frenos según los pitidos que daba el maquinista. En aquella época había muchos oficios relacionados con los trenes, desde el jefe de la estación (el de la gorra roja), jefe del depósito de máquinas, jefe del cuarto agentes, factores, los brigadas, guarda agujas, mecánicos, guarda railes, la encargada del paso a nivel para subir y bajar las barreras, guardafrenos, etc. «Cuando pasó Franco por la estación justamente se habían bajado las barreras y la mujer que se encargaba del paso, toda preocupada exclamó: ¡Ay! hijo mío, ¿quieres que paremos el tren para que pases? Y dicen que le preguntó por su familia, o eso se contó y fue muy nombrado.»

José y sus amigos jugaban por la estación, se metían por los vagones y cuando transportaban gallinas metían una cuchara y cogían los huevos de las jaulas. A las maquinas pequeñas las llamaban chocolateras. José nombra al cura don Pedro: «Iba siempre con una sotana y una vara y cuando alguno le decía – ¡Mosén!, que parece un pastor- él contestaba -¡sí! De cabritos-«. Como la iglesia no se encontraba en condiciones hacían la misa en el Cuarto de Agentes.

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Camión de «Espumosos Porta»

Su padre y sus dos hermanos mayores, Higinio y Antonio, seguían con el negocio y adquirieron un camión para la venta, pero con el inicio de la guerra fue requisado por los republicanos, tan solo hacía un año que lo habían comprado. También les requisaron los almacenes, todo lo que había en ellos, los del campo de aviación iban a buscar cajas de cervezas y gaseosas con unos vales que no tenían valor y nunca cobraron, se llevaron los animales de los corrales, uno de los almacenes lo utilizaron para guardar las bombas destinadas al aeródromo de “Alas rojas”, José las veía desde una ventaneta “Estaban sin la espoleta, para que no explotasen”-comenta. Quizá llegaban en tren y provisionalmente se guardaban en la estación hasta su traslado definitivo al aeródromo.

Los habitantes del barrio construyeron un refugio antiaéreo, cavaron el refugio en el suelo y lo cubrieron primero con railes de las vías, bien juntos, luego había una capa de medio metro de arena, otra capa de railes y por último, tierra encima. José solía jugar por el refugio a Pedro Botero (al escondite) con los demás críos del barrio.

Para avisar cuando se acercaba la aviación colocaron la campana de la iglesia de San Jorge en un árbol grande porque la iglesia se había derruido, a veces llamaban desde Grañén o Tardienta avisando que la aviación venía hacía Sariñena y hacían sonar la campana. La estación la bombardearon hasta en cinco ocasiones, con su hermano Antonio hicieron una zanja en el corral de su casa para refugiarse, veían pasar los aviones y decían “Ya nos dan, ya nos dan”, recuerda como cayeron tres bombas en el campo de al lado y que las mujeres de su casa nunca bajaron al refugio. En una ocasión huyeron a refugiarse a la Torre de Llamas, desde allí su madre Asunción contempló como los republicanos, en su huida, dinamitaban el puente de la vía.

El Cuarto de Agentes pasó a ser hospital de evacuación, también había un tren hospital en uno de los muelles de la estación donde llevaban los heridos y los más graves los derivaban al hospital. Su hermano Luis se encargaba de llevar la ambulancia, iba a recoger al frente a los heridos para llevarlos al hospital, en una ocasión la ambulancia fue bombardeada y él se salvó pero no los heridos que llevaba. A su hermano Higinio se lo llevaron a Tarragona y, como era muy buen mecánico, puso en marcha la maquinaria de una fábrica de harinas.

Al acabar la guerra hubo que empezar de cero y en aquellos difíciles tiempos en los que no quedaba casi nada siguieron con la fabricación de gaseosas y hielo, pero al no dar mucho también compraban y vendían naranjas, pollos, aceite, miel o lo que les demandasen. También se dedicaron al negocio de las almendras, las compraban, las metían en unas máquinas de descascar y por un lado salían las almendras que las mandaban a Reus, por otra las cáscaras que se vendía para las estufas; allí trabajaron de diez a quince mujeres de Capdesaso para acabar de separar la cáscara de la almendra.

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Gaseosa de brida «Espumosos Porta»

Los Porta también habían montado una fábrica de hielo para refrescar las bebidas. Había unos moldes que se llenaban de agua, se sumergían en la “piscina” donde se convertía en hielo, se desmoldaban en un pozo de agua y  luego  guardaban las barras en una cámara frigorífica de muros anchos, para no ir abriendo y cerrando la puerta de la cámara había una ventaneta muy pequeña por donde metían y sacaban las barras de hielo, “El aire deshiela más que el sol. El hielo es muy delicado y había que manejarlo y transportarlo con mucho cuidado, entre paja y sacos». Por medio del tren mandaban el hielo a Grañén y Tardienta y con los camiones de reparto, en años posteriores, a otros pueblos de la comarca. Aquellas cámaras frigoríficas también fueron requisadas durante la guerra y les hicieron mantenerlas siempre en marcha porque las tropas republicanas que andaban por la estación las utilizaron para conservar víveres. El hielo se utilizaba mucho, además de para refrescar la bebida, en las nuevas neveras de hielo que salieron, en las pescaderías, para hacer helados, etc.

Compramos un camión Diamon que duró muchos años y tenía una bocina que hacía: SOL Mi DO. Mi hermano Luis cuando pasaba por delante de su casa le tocaba a Asunción una melodía “sol do mi do sol mi sol do” y así ella sabía que llegaba.

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Sifón «Espumosos Porta»

A todo añadieron la fabricación de sifones, entonces se bebía mucho vino con sifón. A la muerte de su padre y con los años quedaron a cargo del negocio cuatro hermanos: Higinio el mayor era el administrador y era un gran mecánico y negociante, su hermano Antonio era el químico, encargado del laboratorio y muy buen mecánico,  en los años 60 llegaron a fabricar soda de café (cuando comenzaba a llegar la Cocacola), limonada y naranjada además de gaseosas, Luis era un emprendedor y muy negociante «Era como el comodín, hacía de todo, igual estaba en la oficina que llenando gaseosas, que iba de comercial y a repartir por los pueblos la mercancía o iba a Barcelona con el camión, un Pegaso Barajas, recuerda que salía a las cuatro de la madrugada y llegaba a Barcelona a la una del mediodía. En realidad, todos trabajábamos mucho, no tuvimos nunca vacaciones. Yo aprovechaba los domingos que se podía para ir al río Alcanadre con mi mujer y mis hijos a pasar el día al lado de la fuente de Chabarriga en la huerta de Capdesaso y nos bañábamos en las badinas cerca del puente del tren o a la playa a Salou a pasar el día cuando fueron más mayores».

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José Porta durante el servicio militar.

José fue a la escuela en la estación, los chicos a la derecha y las chicas a la izquierda.  Luego estudió dos años en los escolapios en Zaragoza donde vivía con su hermana Josefina que era como su madre. El servicio militar lo realizó a los 17 años en Mallorca donde además aprovechó para estudiar comercio. Antes de realizar la mili, José ya había conocido a María Pilar Murlanch Minguella con la que cortejó nueve años y la bajaba a ver siempre que podía a Sariñena en bici, “el amor de mi vida”. José y María Pilar se casaron, tuvieron tres hijos y su vida se ha desarrollado siempre ligada al barrio de la Estación de Sariñena.

Pepe y Mª Pilar fueron muy bailadores: «En la estación había muy buenas fiestas hasta que sobre 1965, unos cohetes explotaron incontroladamente hiriendo a varias personas, uno de ellos a Vicente Sanclemente, vecino del Barrio, por este motivo las fiestas se suspendieron hasta bastantes años después. Las fiestas son para San Jorge, a la estación venía gente de todos los pueblos de alrededor, en casa Gil se hacían muy buenos bailes.  En aquella época había cinco bares, estaba casa Gil, que era bar y baile de fiestas, casa El Gorrión, bar y tienda de ultramarinos, El Parador, era bar y posada, La cantina del señor Jesús, al lado de casa Gil, y la cantina de la estación y una carnecería, panadería y lechería detrás de la escuela, la de la Sra. Antonia y el Sr. Feliciano».  

José ha sido un gran aficionado a la fotografía, cuando se casó se compró dos libros y todo el material para montar un laboratorio fotográfico y él mismo aprendió a revelar las fotografías que hacía a sus hijos, en las excursiones al río de los domingos, etc. La fotografía era una de sus pasiones al igual que el fútbol, siempre seguidor del CF Sariñena, estuvo 11 años en la directiva y durante esos años y algunos más estuvo de corresponsal deportivo de radio y prensa. En la revista Monegros fue puntual colaborador escribiendo en cada número las noticias deportivas del momento así como la historia del CF Sariñena hasta el año 1981.

Dos años después sufrió una enfermedad que le apartó de su vida profesional habitual: «Menos mal que mi hijo Jaime, del que me siento muy orgulloso, se quedó en el negocio y aunque era muy joven tomó mi relevo con gran entusiasmo y dedicación».

A partir de entonces José y María Pilar viajaron mucho, José por el negocio familiar era socio de ANFABRA (Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Carbónicas) y visitaron muchos lugares de España, en reuniones y encuentros. También viajaron muchas veces a Mallorca porque le encantaba ir en avión (otra de sus pasiones) y volver a los lugares donde hizo la mili, a la playa y con el IMSERSO.

Pepe recuerda con cariño a tantas mujeres y hombres que han trabajado con ellos algunos como si fueran de la familia y a clientes de toda la comarca con los que después de tantos años les ha unido una gran amistad. En la década de 1960 modernizaron la fábrica y en la de los 80 automatizaron totalmente el proceso. Desde que esta empresa familiar nació por allá los años 20 (luego cumplirá el centenario) siguen adaptándose a los nuevos tiempos y ya va por la cuarta generación.

La saga familiar continúa ligada al barrio de la Estación de Sariñena, un barrio con mucha historia a la que nos hemos acercado gracias a la memoria y la afabilidad de José Porta Martín, un placer.

Joaquín Ruiz Gaspar y Asun Porta Murlanch

Berta Castanera Lascorz y José Bernad Pisa


Berta nació en el barrio de la estación de Sariñena en 1935 y José en Poleñino en 1936, un matrimonio lleno de vida con el que nos sumergimos en el pasado monegrino. Sus memorias y vivencias se plasman, en parte, en el presente artículo, con esas pinceladas de la sabiduría de la experiencia y el sabor de la vida.

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Berta y José

Berta es hija de José Castanera Escaned, conocido maestro que le proporcionó una «Muy buena educación». A los catorce años, cuando se dejaba la escuela, le instruyó en las diversas materias para obtener el bachiller. Berta aprobó el ingreso y el primer año pudo realizar el primer curso, pero ya le advirtieron si no era presencial, el segundo curso no lo podía sacar y así fue, la falta de recursos le hizo desistir: “En el Instituto ramón y Cajal había muchos más chicos que chicas y había que quedarse toda la semana”.

A José le tocó comenzar a trabajar muy de joven “A llevar las mulas”. Su madre tiraba de todos ellos, hacía sogueta en la cuadra de mulas, pues a pronta edad se quedaron sin padre, eran tres hermanos. Durante la guerra la aviación les tiró la casa y tuvieron que ir a casa del abuelo, “Fueron años muy difíciles”. José también hacía algo de sogueta, pero hacía la izquierda y luego no la querían ya que era peor. En Poleñino acarreaba agua con las mulas desde las balsas a las casas. Había pocos años con buenas cosechas y a José le mandaban a hacer líneas para retener el agua “Anda zagal, haz 4 líneas para retener el agua”.  Se pasaron años muy malos, no se cogía ni trigo ni na, se salvó mucho la gente gracias a la huerta, por las patatas, las coles… Una vez, cerca de 20 hombres se dedicaron a verter agua a la acequia para poder regar desde el azud al norte de Grañen. La Isuela se secaba y aquella vez se murieron  muchos barbos. También iban a buscar pozales a La Isuela para lavar y fregar, no paraba, la escuela ni la pisaba. Otra de las muchas faenas que hacían era recoger aliagas.

La madre de Berta era de Boltaña y se bajó con su marido José Castanera a Sariñena. En Sariñena, su padre dio clases de apoyo por las tardes y luego ejerció la docencia en la escuela de la estación. Muchos chicos y chicas iban a recibir clases de José Castanera. Fueron dos chicos y ella, tuvieron una gran educación y el mayor trabajó en la Renfe y el pequeño en un banco en Barcelona. En la estación había mucha vida, recuerda Berta, con 6 o 7 años jugaba con los Anoro y los Porta, había muy buenas fiestas y el baile era en el frontón, en casa Gil por el paso a nivel. Casa Gil y El Gorrión eran fondas. Entonces, en la estación vivían muchos ferroviarios y había mucha amistad y familiaridad con todo el barrio.

A la estación iban a buscar desde Sariñena carbón vegetal, china chana por el camino de los olivares, después de comer, y lo recogían por las vías, donde había carbón que aún servía. Berta se bajaba dos sacos con su madre, con cuidado que no les pillasen los guardias. Iban escondiéndose, algunas por las noches, había dos guardias, uno bueno y otro malo. Berta trabajó en casa Las Marianitas, la tienda de confección y corte enfrente de la Petita, allí bordaba y cosía.

José Berna realizó el servicio militar en Zaragoza y luego vino a Sariñena a trabajar a la finca de Bancels. Su hermano estaba de encargado y José comenzó a trabajar como tractorista, allí iban a la acequia a lavar. Bajaba a Sariñena a bailar, al principio no podía ir al Casino ya que no era socio, pero pronto se hizo socio para poder entrar al baile. Ha sido maquinista y ha trabajado por toda España, también ha trabajado en el campo, ha nivelado, ha trabajado ensanchando la vía férrea de Zaragoza a Barcelona…

Berta y José se conocieron y al tiempo se casaron en la basílica del Pilar de Zaragoza, a Berta le hacía mucha ilusión casarse en el Pilar. De viaje de novios visitaron Madrid, las fallas de Valencia y Barcelona. Han vivido en Sariñena y han tenido tres hijos, una chica y dos chicos. Una vida de trabajo y esfuerzo que han transmitido con gran cariño. Gracias Berta y José. Y un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

Un día de verano de 1966…. Tenía diez años.


Asun Porta Murlanch nos comparte sus recuerdos de infancia con el relato: «Un día de verano de 1966… Tenía diez años». Un relato ameno, entrañable y agradable. Recuerdos de su infancia y del Barrio de la Estación de Sariñena, un barrio pequeño donde gozaban de gran libertad y familiaridad. Gracias Asun por compartir tu valioso y fantástico testimonio.

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Asun Porta Murlanch

Un día de verano de 1966…. Tenía diez años.

 Por Asun Porta Murlanch

Todavía no era hora de levantarse, no teníamos ningún reloj en la habitación, pero no era necesario, intuíamos la hora que era con la misma exactitud que podíamos sentir el sabor de la leche de vaca al desayunar o el sonido del tren cada vez que pasaba por la estación. Seguí dando vueltas en la cama procurando no despertar a mi hermano mientras miraba hipnotizada el movimiento de las motas de polvo iluminadas por los rayos de sol que entraban por las rendijas de la persiana. Por fin mi madre vino a llamarnos.  Después de desayunar había que echar una mano en casa, ir a comprar, barrer las escaleras, fregar el suelo, cuidar a mi hermano pequeño si ella iba a hacer algún recado y mientras hacía esas tareas mi mente ya escapaba imaginando en qué ocuparíamos el día.

Cada día era una aventura, vivir en un pueblo, mejor dicho, en un pequeño barrio en el que había una estación de tren, vías, vagones aparcados esperando ser arreglados o ya  retirados del servicio, una vía por la que pasaban a menudo trenes de viajeros o mercancías, una carretera que atravesaba el barrio por la que circulaban pocos vehículos y cuyo asfalto parcheado  utilizábamos frecuentemente para jugar, una fábrica de harinas, campos que lo rodeaban, corrales, en mi casa una fábrica de gaseosas con almacenes llenos de botellas, cajas, y una fábrica de hielo, grandes silos al lado de grandes explanadas asfaltadas en las que podíamos patinar que otras veces estaban cubiertas por enormes montañas de grano…, salvo en los lugares de trabajo, nos metíamos por todos los sitios. Nunca planeábamos nada con mucha antelación, nuestra desbordante imaginación estimulada por la cantidad de opciones que el barrio nos ofrecía hacía que los juegos aparecieran solos.

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Asun Porta de pequeña

Esa mañana teníamos que llevar con mi hermano el pan a mi tía Asunción, decidimos ir equipados por si nos dejaba bañarnos en el tanque de riego que tenía en el huerto. El tanque lo teníamos medido nadando, cuatro brazadas de largo y dos de ancho, y un agua helada que nos llegaba a algunos al cuello aun estando de puntetas, allí disfrutábamos muchos días del verano dándonos chapuzones y  aguadillas, a veces nos juntábamos cinco o seis amigos del barrio, mi tía nos vigilaba “de oído”, le bastaba oír el griterío y las risas para saber que todo iba bien.

 

Volvíamos a casa cansados, mojados y sobre todo hambrientos, en el camino íbamos pisando con fuerza las “pompollas”, como nosotros las llamábamos, que crecían en el alquitrán de la carretera producidas por el intenso calor de agosto, competíamos para ver cual sonaba con más intensidad al reventarla, gritábamos y nos empujábamos para llegar el primero cuando divisábamos alguna y nos reíamos porque más de una vez se nos quedaban las sandalias pegadas al caliente alquitrán. Al pasar por la puerta del Sr. Pablo a veces llamábamos a su timbre, nos hacía reír el sonido que tenía, un sonido ronco y grave, él salía raudo, palo en mano que siempre guardaba detrás de la puerta, pero al no ver a nadie daba cuatro gritos amenazadores y tras esperar unos minutos a ver si nos veía por algún lado, volvía a sus quehaceres con una sonrisa en la boca.

En mi casa se comía a la una que era la hora que mi padre venía de trabajar y después la siesta si o …¡sï!, nunca entendimos por qué había que dormir otra vez a esas horas pero la verdad es que a veces nos dormíamos y otras con mi hermano hablábamos sin parar planeando, inventando trastadas y riéndonos lo más silenciosamente que podíamos. A veces también tirábamos de la cuerda de la persiana con mucho sigilo para que se enrollara un poco más y nos dejara suficiente luz para leer, nos encantaban los TBO, los del Capitán Trueno, Jabato y a mí me gustaba leer algún libro de “Los cinco” de Enid Blyton cuyas aventuras  todavía estimulaban más mi imaginación.

Nosotras éramos tres amigas: Mª Rosa, Mª José y yo, Mª Asunción, en la década de los 50 pocas nos libramos del María delante de nuestro nombre siguiendo la moda eclesiástica del momento. Esa tarde, después de la obligatoria siesta, nos encontramos con las bicis en la curva del Parador, un nombre muy apropiado para un pequeño bar-hostal que había enfrente de la Estación del tren, nos sentamos en la acera aprovechando la sombra del edificio y sacamos del bolsillo nuestras pequeñas bolsas de tela en las que llevábamos la colección de chapas planas, era todo un ritual, las extendíamos en la acera formando filas o ruedas y las contemplábamos orgullosas, las contábamos una y otra vez, a cada una nos parecía tener la más bonita o eso decíamos para picar a las demás a jugar “al quite” y conseguir un número mayor, las escondíamos debajo de una de las dos palmas de la mano, si acertabas  en cual estaba escondida pasabas a ser la dueña de la chapa. A menudo comentábamos el día que las pusimos en la vía, con cuidado y muy centradas para que el tren al pasarles por encima las dejara lo más planas posible, era toda una habilidad además de la emoción que suponía tumbarnos a unos pocos metros de las traviesas de madera que sujetaban los raíles y mirar de reojo, estremecidas por el peligro al ver el tren tan cerca y oír el tremendo ruido que hacía al pasar, mirábamos como las chapas desaparecían bajo las ruedas, recogerlas tan planas y calientes era el mayor de los logros.

Pasó un rato y nos dimos cuenta que los chicos no aparecían, era raro, el barrio no era tan grande para que dando una vuelta en bici de dos minutos no los encontráramos o los oyéramos en algún rincón, decidimos ir en su busca, seguro que se querían esconder de nosotras, pensamos, la tormenta de verano del día anterior junto con los caminos de tierra arcillosa hizo posible que unas cuantas bicicletas dejaran sus huellas, nos pareció emocionante irlas descubriendo.  La intuición nos decía que esta vez la dirección era la carretera de Huesca, y hacia allí nos dirigimos. Dejamos las últimas casas del barrio detrás, el desvío a Capdesaso a la izquierda y nos dirigimos a la laguneta, llegamos a  la bajada, así la llamábamos, primero pedaleábamos muy rápido para después abrir las piernas a modo de alas y bajar a toda velocidad mientras gritábamos a todo pulmón, era todo un disfrute, una bandada de patos salió volando entre los carrizos, los despedimos entre risas,  esta vez se fueron a un carrascal que había cerca de allí y al que raras veces nos acercábamos,  era un lugar misterioso , un bosque distinto, esos troncos tan gruesos, ese suelo de hojas que crujía al pisarlo, los esqueletos de aves, nos daba miedo, a veces nos quedábamos en silencio cerca pero sin entrar en él pretendiendo escuchar aullidos u otros sonidos, ya habíamos empezado a inventar historias de la existencia de algún fantasma en el lugar.

Seguimos las rodadas de las bicicletas por un camino que iba hacia las huertas y más huellas frescas  por un desvío señalaban el paso de unas cuantas bicicletas no hacía mucho. Estábamos un poco asustadas porque nunca habíamos ido tan lejos, ahora las huellas eran más visibles porque el camino era de tierra, cogimos otro desvío, paramos al perder el rastro convencidas que entre el silencio de las huertas que nos rodeaban oiríamos sus voces, nos comimos unos cuantos alberges que aunque calientes tenían un sabor muy dulce, cuando nos dirigíamos hacia otro albergero que estaba huerta adentro entonces oímos claramente los gritos de los chicos, cogimos las bicis y las voces lejanas nos llevaron  por un estrecho camino entre hierbas muy altas al río Alcanadre a un sitio que no olvidaré nunca, ¡el puente roto!, había restos de un puente pero sólo a cada uno de los lados del río, no habíamos estado nunca allí ni habíamos oído nunca hablar de ese lugar a los mayores y eso que íbamos siempre a pasar los domingos al río toda la familia, a la arboleda de la fuente de Chabarriga, o a la presa de Sena,  mi padre nos había enseñado a nadar en las badinas del puente de la vía. Nos dimos cuenta que estábamos bastante lejos de los sitios que nos eran conocidos.

Impresionadas por el descubrimiento del puente comentamos que quizá fue destruido en esa guerra que nuestros padres tanto nombraban, era muy extraño, opinamos, que dónde había algún puente tenía que haber carretera o camino y ¡no!, nosotras habíamos llegado por caminos estrechos entre huertas. Nos gustaba divagar e inventar qué pudo pasar, qué sucedió si encontrábamos algún resto, tanto daba si fuera una lata vieja como las ruinas de un puente, nuestra imaginación siempre se disparaba. Los chicos se sorprendieron al vernos y después de contarles nuestra “hazaña” nos invitaron a jugar, algunos estaban al otro lado del río, habían pasado a la otra orilla saltando entre tres grandes piedras y se escondían en una especie de trincheras que el agua había ido esculpiendo entre los sillares del puente y los restos de piedras y ramas acumuladas durante años, el juego consistía en tirarnos las piedras que allí eran abundantes de un lado al otro y esquivarlas. Nuestra habilidad y destreza para esquivar y la poca para apuntar junto con la distancia que estaba una orilla de la otra hizo que esa tarde no hubiera heridos, ni los hubo las tres o cuatro veces que volvimos a jugar a “guerras” en nuestro secreto puente roto.

Volvimos al barrio emocionadas por todo, hoy nos esperaba una buena regañina en casa pues no habíamos ido a merendar, ya les contaríamos que habíamos comido fruta en las huertas.

Chicos y chicas volvimos juntos al Barrio, en el camino les relatamos cómo los habíamos encontrado, nunca creyeron que había sido siguiendo sus huellas y prefirieron creer que los habíamos seguido de cerca, su ego de chicos no les dejaba pensarlo y decidimos no discutir sin embargo nosotras estábamos emocionadas, hay logros que no se olvidan nunca.

EN LA ESTACIÓN DE SARIÑENA

Asun Porta jugando en el Bario de la Estación.

Después de ir cada uno a su casa a explicar nuestra tardanza para la hora de la merienda, alguien propuso ir a la era de Francisquer, el sitio lo conocíamos todos bien porque estaba cerca de la escuela,  había llovido el día anterior y allí se hacían unos charcos que duraban algún día más que los demás lo que para jugar a hacer canales, puentes, montañetas y desniveles, presas y acequias era idóneo, aprovechábamos trozos de ramas, cañas, tejas, latas, piedras planas que buscábamos por los alrededores y nuestras propias manos. Al acabar entre todos toda aquella estructura que dependiendo de los que jugábamos a veces media varios metros de larga, buscábamos en los alrededores alguna lata vacía, botella o recipiente que nos ayudara a tirar agua en la parte más alta y ver como iba atravesando los canales, pasando por debajo de los puentes, llenando huecos, parando en las presas, y cuando llegaba al final sonaba un gran aplauso acompañado de gritos de alegría por el trabajo realizado.

Chicos y chicas compartíamos a menudo algunos juegos como hacer casetas, tirarnos con las bicis por los barrancos, inspeccionar los alrededores buscando tesoros, restos de no sabíamos qué y que nunca encontramos, el escondite, las canicas, las tabas o “churro media manga y manga entera”; otros juegos y conversaciones ya los realizábamos en el grupo de chicas o de chicos por separado y ahí rara vez se traspasaba la raya.

Estaba ya anocheciendo y era la hora de volver a casa, oímos el silbido de mi padre que nos llamaba y eso significaba que mi madre estaba ya impaciente porque regresáramos cuanto antes y que la mesa estaba ya puesta.

La cena me supo a gloria, una tortilla francesa entre pan y pan untado con tomate y un vaso de leche, estaba hambrienta, había sido una tarde muy emocionante y unos cuantos alberges calientes no eran suficientes para la cantidad de energía física y emocional gastada.   Después venía uno de los momentos más agradables del día: “salir a la fresca”. Era la hora de oír y compartir las historias de los mayores. Cada vecino sacaba su silla y los más críos nos sentábamos en la acera o en el suelo,  hacíamos un corro más o menos grande y oíamos con curiosidad cómo les había ido el día, si había sucedido algo importante no sólo a ellos sino lo que  habían oído de algún vecino del barrio o de algún familiar, también contaban chistes, anécdotas de otros tiempos,  a veces también éramos nosotros los protagonistas  y no sólo nos preguntaban por lo que habíamos hecho sino que también nos advertían de los peligros del tren, de alejarnos mucho del barrio, pensábamos que en el barrio no había problema, nos sentíamos seguros porque todos nos cuidaban a todos y si teníamos algún incidente o accidente podíamos llamar en cualquier casa para que nos ayudaran. El barrio entero era nuestro hogar. Si hacia mucho calor mi padre solía sacar un porrón de cerveza y gaseosa o el botijo con agua fresca y la Sra Simona sacaba alguna fruta recién traída de la huerta, claudias, higos, melocotones, alguna tajada de melón o de sandía … y así hasta la hora de ir a dormir, caíamos rendidos.

Contaba en un programa de radio uno de los colaboradores en una tertulia, era de Madrid, que nunca había jugado en la calle, eso sí era muy deportista y naturalmente muy sociable. A mí me entró una especie de escalofrío interior, me dio algo de pena, y fue entonces cuando me puse a recordar mi infancia, nuestros juegos, la libertad con la que nos movíamos, lo que no significa que nuestros padres no nos advirtieran de los peligros o no hubiera normas, pero era distinto y me sentí muy afortunada, lo que está claro que entonces no había tantos coches por las carreteras y por las calles, que los que había circulaban despacio, cuantas veces ya de adolescentes paseando por la carretera paraba algún coche y nos preguntaba por gente del  barrio o de qué familia éramos, que los trenes también iban a menos velocidad, que hacían más ruido, o lo sentíamos así, lo que era un aviso para estar atentos, que aunque empezábamos a entretenernos con la tele ni los mayores ni nosotros la cambiábamos por todo lo que nos ofrecía la calle y por convivir con todos los habitantes del barrio, que los regalos eran muy escasos lo que nos facilitaba poder imaginar juegos con cualquier papel, lata, cuerda, o trozo de tela. Recuerdo el patio de la escuela, con tierra, piedras, hierbas, barro, trozos de ladrillo, palos y sin vallas como en muchos pueblos pequeños, así que no sólo jugábamos en lo que se suponía que era el patio sino que la temporada del escondite nos alejábamos bastante hasta las casas que había detrás, en la escuela antes de los diez años tampoco había muchos libros ni muchos cuadernos, escribíamos mensajes secretos en las hojas de los gladiolos con los espinas que cogíamos de las acacias. También había temporada de los pitos, de las tabas, del corro, de las muñecas de papel, del pañuelo…

Eran otros tiempos pero no hace tanto y creo que sin intención de comparar me siento afortunada por la infancia que viví, por haber nacido en el Barrio de la Estación, por toda la gente que vivía allí y por mi familia que nos dio esa libertad que siempre nos estimuló para aprender, para leer, para descubrir,  que nos apoyó cuando llegó la hora de decidir, nos enseñó a ser buenas personas y sobre todo nos hizo creer lo valiosos que éramos y que con esfuerzo podríamos conseguir aquello que nos propusiéramos.

Asun Porta Murlanch

 

 

 

 

 

Conchita Arilla Campo


Concha Arilla Campo nació el 8 de julio de 1925, en una casilla de vías y obras por la Peña del Agua, entre Poleñino y Grañen. Su madre Fermina trabajaba de guardia barrera en el paso a nivel del tren, tenía que poner una cadena cada vez que pasaba un tren. Una vez había dado paso a un gran ganado que, cuando el tren dio aviso de su paso, casi no le dio tiempo a pasar a la gran cabaña que bajaba en trashumancia desde la montaña.

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Conchita Arilla Campo

Era una casa baja preciosa donde jugaba mucho con su hermano Eusebio Joaquín. Eran cuatro hermanos: Pilar, Vicente, Eusebio y Conchita. Eusebio era el heredero de la casa y en la guerra le tocó ir en la retaguardia, era herrero y fue muy útil para herrar las caballerías. En cambio, Vicente murió en el frente de Extremadura.

Cuando Conchita tenía unos ocho años, su familia se trasladó al puesto de El Tormillo. Allí Conchita pudo ir a la escuela y aún se acuerda cuando su hermano Vicente le regaló un plumier, pinturas y un sacapuntas desde el tren. Consiguió entregárselo cuando, una vez reclutado, de viaje entre Zaragoza y Barcelona se detuvieron por un momento en la estación de El Tormillo y a través de la ventanilla consiguió alcanzarle el regalo. Durante la guerra algunas noches iban a dormir a un refugio por miedo a la aviación: “Se quisieron llevar, gentes de afuera, a algunas personas de la localidad, los montaron en un camión pero el alcalde lo evitó, menos al pobre cura que se lo llevaron”.

La vida en la estación era diferente. Tenían un pase y podían ir en tren a Zaragoza cada 14 días. Les daban carbón, viguetas y boletas, y el pan les llegaba a la casilla desde Grañen por el tren. En El Tormillo Jugaban a muchas cosas, Concha era muy alegre y divertida, era la pequeña y muy traviesa. Jugaban al Cocherito Lere, a la comba..,  a veces tiraban de la cuerda para que perdiese la que estaba saltando. El agua la iba a buscar  a la fuente nueva y también estaba el carruchón, había unas pilas de arena y un pocico donde siempre emanaba algo de agua, allí iban a lavar. A la fuente nueva iban con una burra, con argadas para cuatro cantaros. Les dejaban la burra.

Concha fue a la escuela hasta los catorce años, había buenos profesores, enseñaban de todo, eran clases separadas y al recreo salían por partes: “Primero las chicas y después los chicos”. Por las tardes le enseñaban a hacer labores. Luego fue a una casa donde aprendió el corte y así se hizo modista, llegó a tener hasta tres chicas trabajando para ella.

De joven se enamoró de un chico que era forestal, Juan Antonio. Le llevaba ocho años, pero la cuidaba mucho, la llevaba como a una flor. Pero a la familia no le gustaba y unos primos la quisieron ajuntar con otro chico, Ramón, era muy guapo, pero no le gustaba, era muy soso y no sabía bailar. Su madre siempre preguntaba «¿Con quién ha bailado Conchita?» Y mal le sabía si había bailado con Juan Antonio. A El Tomillo iban músicos para las fiestas, El Mediero o Antolín de Peralta, uno tocaba el violín y el otro la guitarra, no se acuerda quien cada cosa, tocaban pasodobles, vals, rancheras…

Concha se casó con José Loscertales Ulied, natural de El Tormillo. José era muy bailador, lo que le gustaba mucho a Concha, y una gran persona. José se quedó sin padre a edad muy temprana y tuvo que trabajar mucho en Casteflorite para salir adelante. Fue a la escuela hasta los doce años, su madre lo tuvo que sacar para ir a trabajar a pesar que el maestro no quería que abandonase la escuela. José era muy listo, hasta ejerció de maestro aunque cobró muy poco por ello. Trabajó mucho para un tío de Casteflorite, una vez cuidando a dos mulas y un burro, perdió el burro y su tío le dijo que no comería hasta que lo encontrase, al final lo encontró, pero al día siguiente se volvió a El Tormillo.

José encontró trabajo en un taller en Barbastro y se dedicó a arreglar radios, televisiones… la tienda se llamaba “Murillo”.  Cuando se casaron, José se dedicó a llevar las tierras, compraron tractor, semillas, abonos… pero tres años sin llover, de sequía, hicieron unos comienzos durísimos. Concha y José iban a buscar olivas, almendras, vid… “No había huerta, por El Tormillo era todo secano”. Gracias a que Concha cosía y a la tienda de ultramarinos que instalaron pudieron ir tirando. La tienda de comestibles se llamaba “Casa El Peraltes”, Concha se ponía a coser, especialmente en el patio en verano, cuando alguien entraba, dejaba de coser y atendía.

Concha y José tuvieron dos hijos Inmaculada y Carlos, con esfuerzo y trabajo sacaron adelante su familia. Ahora Conchita ha compartido sus recuerdos, con esa sabiduría del paso del tiempo y que es una enseñanza en sí misma, gracias Concha. Y un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

Francisco Paul Peralta 


De familia numerosa, fueron cuatro hermanos y aunque la casa estaba bien posicionada, a Paco, por ser de los pequeños, le tocó poco. Así, que Paco nació en 1919 en Capdesaso. Su abuelo Miguel, de casa «Las Paules», fue alcalde de Capdesaso y construyó un molino de aceite junto a la balsa: “tuvo que marchar  a Barcelona para comprar una enorme viga para hacer la prensa del molino”. Tenía mucho ganado y hacía trashumancia, las subía y bajaba andando a Anso. Su padre José fue jornalero y de joven trató de marchar a la guerra de Cuba, pero su padre habló con casa Torres y lo mandó a trabajar a su casa para evitar que marchase a Cuba. Su madre Pilar era muy trabajadora y cosía para la gente.

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Francisco Paul Peralta

En Capdesaso el agua la cogían de una fuente, Francisco iba con una burra y la cargaba con cuatro cantaros, en verano escaseaba y era habitual tener que hacer cola por las noches: «Estaba la balsa, pero el agua no era para beber».  Por el monte de Capdesaso había un reguero hacía Lalueza, Francisco estuvo encargado del agua ya que esa zona se regaba. Una vez acudió al pueblo el obispo y Capdesaso fue una fiesta, pero Paco no pudo ir, además saltó mal un brazal y se dio un buen talegazo.

Estudió poco, la pobre maestra era muy pobre y llevaba hasta piojos, la pobre chica casi no podía enseñar nada. Al tiempo, Paco consiguió estudiar en la escuela nocturna. Después de la escuela trabajó de mozo pequeño en Lalueza. Allí se dedicó a labrar, a ir a buscar paja para la caballería, ir a la siega y con un carro llevaba las mujeres para la siega, para dar la gavilla. El primer año ganó unas 500 pts al año, el segundo año unas 600 pts.

Al estallar la guerra, junto a otros cuatro chicos, se volvieron a Capdesaso. Con la relativa calma aprovecharon para hacer muchas meriendas. Durante la guerra estuvo en los dos bandos, en ambos lados tuvo suerte. En un bando se apuntó con la banda a tocar el tambor. También estuvo por tierras catalanas, por el frente de Lérida y en el Prat de Llobregat una vez terminada la guerra. En el frente de Lérida trataron de ocupar un pueblo, fue cuando se produjo el desembalse del embalse de Camarasa que arrasó con fuerza aguas abajo, una acción planificada (Las presas como arma).

En el Prat de Llobregat estuvo después de la guerra, cuando fue llamado a filas. Allí coincidió con unos prisioneros que mandaron para construir un hangar, aquellos habían estado trabajando construyendo el puente de Sariñena. Aquellos trabajadores iban a descansar a Capdesaso, allí una mujer les cosía las capotas, se llamaba Pilar “¡más buena mujer!”, era la madre de Francisco. En el aeropuerto, francisco tenía que tirar un bote de humo cuando un avión se aproximaba para aterrizar y así, el humo, les indicaba la dirección del viento. Una vez bajó un Teniente Coronel y a Francisco le exclamó: “Tú como yo”, señalando su pelo. Paco, que lo llevaba algo largo, se lo cortó sin dudar.

Paco vivió en el barrio de la estación de Sariñena, bajaba a Sariñena andando a trabajar, hiciese sol, viento, niebla o nieve. Tenía 21 años y estaba recién licenciado. Al tiempo Paco tuvo coche y moto, trabajó en casa Anoro del barrio de la estación de Sariñena. En casa Anoro trabajó en el molino de piensos, estaba frente la harinera, molían castañas pilongas, cebada y maíz, aunque no mucho ya que estaba intervenido, «¡Y alfalfa!, se molía mucha alfalfa». Se rompía a menudo la correa de transmisión del motor al molino y  tenían que repararla. Acudía Ramoner, el guarnicionero y la cosía.

También Anoro hacía el servicio de correos, compró un camión y le dijo a Paco: “Mírate bien que luego lo has de llevar tú”. Y así fue, Paco llevó el camión hasta los 64 años. Paco hacia el transporte de la harinera, sacos de 100 kilos a los vagones de tren. Con el camión iba a Candasnos, Peñalba, Sena, Bujaraloz… entonces se mandaba mucho en vagones y algo para la harinera. Francisco trasladó la maquinaria de la antigua harinera, camino de los olivares, a la nueva Harinera Monegros de la estación de Sariñena.

Francisco se casó con una chica de Huesca y vivieron en la casa del cura de la estación, de mosén Pedro, Pedro Verga Ochoa. Su mujer bajó a las fiestas, su padre era guardia municipal. Se llamaba María Dieste y se casaron en Huesca. En aquellos años el barrio de la estación tenía mucha vida, era un barrio pequeño pero había muchos ferroviarios, algunos vivían en vagones. Había un bar en casa de Francisquer “El parador”, una casa agrícola de toda la vida, daban cafés y meriendas, estaba la señora Millera, que prácticamente se crio allí. También estaba «Casa Gil», un hospedaje, y casa «El Gorrión» que era bar y tienda. Había mucho estraperlo en la estación, con los ferroviarios. En «Casa Gil», del señor Rafael, a la vez que tenían a la guardia civil cenando, por el corral sacaban el trigo.

Los viajeros paraban poco en la estación, aunque había mucha gente trabajando. Cambiaban de máquina y gastaban mucho carbón, había una enorme pilada de viguetas de carbón. También estaban los silos, trabajaba Pepe Casas, almacenaban el grano y luego lo vendían para siembra, venían de todas las partes de la provincia a buscar trigo para sembrar. El jefe del silo era Coronas y Acín el escribiente (vivía al lado de la casa del botero).

Los almacenes de la entrada por Sariñena eran los almacenes de Blasco, luego pasaron a Amado Pueyo para la harinera. Más tarde fueron del servicio nacional, se metían vagones grandes por una puerta pequeña. Anoro también tuvo un almacén de abonos, guardaban garbanzos para piensos

Mosén Pedro iba a Sariñena, Lastanosa, Capdesaso y a la estación. A Lastanosa iba y volvía en tren, paraba a cualquier tren, aunque fuese un expreso. Una vez le salió la policía a mosén Pedro, había parado un expreso a las cinco de la mañana, interpeló a su condición de cura para imponerse, dijo que tenía que cumplir con su obligación de celebrar misa.  Mosén Pedro era un cura muy peculiar, en vez de decir que uno se había casado decía que se había suicidado.

A los cuarenta años trabajando, a Francisco le mandaron a Segarra a trabajar, marchó junto a otro chico con los camiones. Estuvo dos años hasta que cerró la empresa y ya se jubiló.

Paco posee una gran memoria llena de recuerdos y anécdotas, se ríe recordando alguna y no duda de contarme la que le sucedió con mi abuelo Emiliano Gaspar. A Emiliano se lo encontró con el coche parado y echando humo subiendo a la estación, mi abuelo estaba asustado pensando que el coche le iba a comenzar a arder. Paco pronto descubrió el problema, pues Emiliano había olvidado quitar el freno de mano y el coche parecía echar fuego. “Un día me encontré una tarjeta de crédito por la calle, miré el nombre ¿y a que no sabes de quién era? Era de tu abuela Asunción Paraled”.

Así que inevitablemente acabamos con ganas de saber más pero también agradecido de haber pasado un agradable rato con Francisco, con su vida, historias y anécdotas. Gracias Paco por todo lo aprendido y por contarlo. Y un agradecimiento a Pilar Guerrero y Aimar Mir de la Residencia de la tercera edad de Sariñena por su colaboración para la realización de las entrevistas, gracias!!.

La Estación de Ferrocarril de Sariñena


 La Estación de Ferrocarril de Sariñena se encuentra en el punto kilométrico 90,9 entre la línea ferroviaria Madrid y Barcelona, a 308 metros de altitud entre las estaciones de Marcén-Poleñino y Tormillo-Lastanosa. Comenzó a funcionar el 18 de septiembre de 1861, tras su construcción por parte de la Compañía de Ferrocarril de Barcelona a Zaragoza. Fue una estación de dimensiones considerables, con un potente muelle de carga en relación a la población. Distante de unos tres kilómetros de Sariñena, en su entorno se desarrolló un próspero barrio que gradualmente ha ido cayendo en decadencia con el paulatino abandono de la estación que le dio origen.   

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Artículo enmarcado en la serie sobre la guerra civil en Sariñena

La llegada del ferrocarril a Sariñena, a principios de la segunda mitad del siglo XIX, conlleva la presencia y trasiego de numerosos trabajadores y viajeros. El floreciente barrio de La Estación rebosa vida y actividad, un barrio que nace entorno a la estación, a una vía férrea de comunicación que implica una nueva vía de desarrollo y el flujo de ideas políticas y sindicales. En este mismo sentido, la construcción del canal de Monegros también significa un movimiento de trabajadores que despierta conciencia de clase y la necesidad de la revolución social en el medio rural monegrino.

Antigua estación ferroviaria Sariñena

Antigua estación de Sariñena.

Los inicios de la línea ferroviaria

La línea Barcelona Zaragoza es propuesta el 8 de mayo de 1852 al gobierno a través de la Diputación de Barcelona gracias al diputado catalán José María Planas i Compte. La línea Barcelona Zaragoza supone avanzar en la conexión ferroviaria entre Madrid y Barcelona, permitiendo el transporte de mercancías entre el centro peninsular y el puerto de Barcelona, además del tráfico de pasajeros.

El trazado se diseña a principios de la década de 1850, cuando se planten diferentes alternativas entre el tramo Monzón-Zaragoza. Principalmente con el objetivo de salvar el accidente geográfico de la sierra de Alcubierre, pero también con el interés de acercar la línea a Huesca capital, lo que genera alguna que otra desavenencia. Este fue el caso de Manuel Foncillas, diputado por Sariñena que impugna, en el pleno de la Diputación de Huesca, la propuesta de elevar una exposición a la reina solicitando su paso por Huesca. Manuel Foncillas alude lo siguiente: «Además de las dificultades naturales con que tendría que luchar la empresa, y por consiguiente el mayor coste de la construcción de la línea, no vendría a reportar mayor utilidad a estas dos ciudades, por cuanto ya tienen abierta una fácil comunicación, al mismo tiempo que se lastimaban considerablemente los intereses del partido que represento al carecer de todo camino o conducto por donde extraer la abundancia de cereales que produce.» Estos hechos también los recoge Julio Alvira Banzo en “A 22 kilómetros del futuro: El ramal ferroviario Huesca-Tardienta”, revista Argensola N.º 124. En estas, Julio Alvira relata como “hubo un debate en torno a la intervención de Foncillas y se rechazaron sus planteamientos. En la votación, la propuesta recibió el visto bueno de todos los diputados provinciales, excepto del de Sariñena, que salvó su voto”.

El sariñenense Antonio Torres-Solanot es representante en la Junta del Ferrocarril en Madrid.

La construcción de una estación en Sariñena aparece debidamente justificada en la memoria de su construcción publicada en la Gaceta de los Caminos de Hierro del 1 de agosto de 1858:

En esta estación se constituirá un movimiento de mucha consideración, que hoy no existe en la localidad, pero que se verifica esparcido en una gran comarca; a ella afluirán los productos agrícolas de 40 pueblos, que en la actualidad los conducen por medio de camines vecinales hacia Cataluña; son una porción de pequeños arroyos, que reuniéndose todos en Sariñena, formarán un gran canal.

Esta villa, conocida por sus dos importantes ferias anuales de ganado mular y caballar, es una población de algo mas do 3,000 almas, capital del partido judicial de su nombre, y está muy ventajosamente situada para que a ella acudan todos los pueblos de su partido, y muchos de los del de Fraga con una población de 35,000 almas; allí han de ir para dirigirse á Cataluña, para ir á Huesca, capital de su provincia, y para ir á Zaragoza de cuya capitanía general y audiencia dependen. Esta estación será un centro, repetimos, de 40 pueblos de los cuales hemos adquirido una estadística detallada de los frutos que hoy esperan para Cataluña, de los cuales puede considerarse que la mitad viene a Barcelona y la otra mitad va al campo de Tarragona. Contando pues el trasporte de estos frutos, considerando que parte de ellos, como los cereales, por ser en gran cantidad, habrán de ser trasportados con rebaja o a un precio excepcional, y teniendo presente el movimiento de personas que al comercio de todas aquellas poblaciones proporciona, y su localidad central para dirigirse á todos los puntos de la línea, se le asignan los productos siguientes:

Estación ferroviaria Sariñena

Tras diversos periplos, mediante el Real Decreto de 30 de noviembre de 1852, la línea Barcelona-Zaragoza recibe una primera concesión. Para ello cuenta con un capital estimado de 250 millones de reales y la línea, de ancho ibérico, se presenta en cuatro secciones: una primera de Barcelona a Manresa, una segunda de Manresa a Lérida, una tercera de Lérida a Monzón y una cuarta de Monzón a Zaragoza.

La concesión definitiva es otorgada, por real cédula, el 30 de noviembre de 1855, a la Sociedad del Ferrocarril de Zaragoza a Barcelona

Construcción de la línea

La construcción de la línea Lérida-Zaragoza es llevada a cabo por la Compañía del Ferrocarril de Barcelona a Zaragoza, compañía que en 1864 se une a la empresa que gestiona la línea férrea entre Zaragoza y Pamplona dando lugar a la Compañía de los Ferrocarriles de Zaragoza a Pamplona y a Barcelona. A su vez, en 1878 son absorbidas por la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España.

«Según despacho telegráfico de Lérida, hoy se ha recibido por el ingeniero del gobierno
el camino de Hierro de Barcelona á Zaragoza, hasta el punto de Sariñena, con los puentes de El Tormílio y Alcanadre. El ingeniero seguía recibiendo el camino hasta Zaragoza.»

El Municipio (Madrid). 25 de julio de 1861.

Definitivamente, en 1860 el tren llega a Lérida desde la Estación de Francia, Barcelona, con sus 173,1 km y el 16 de septiembre de 1861 a Zaragoza a la estación del Arrabal, quedando concluido el tramo Lérida a Zaragoza de 183,674 Km. En 1862, en Barcelona se inaugura la Estación del Norte o de Vilanova.

Inauguración

La línea Barcelona Zaragoza fue inaugurada por el rey Alfonso XIII el 16 de septiembre de 1861, pasando por todas las estaciones del trayecto, tal y como podemos leer en la crónica de La España (Madrid. 1848), del 25 de septiembre de 1861:

«Todas las noticias están contestes en que en medio del grande entusiasmo qui ha producido la presencia de S. M. el Rey en lodos los pueblos por donde pasa la línea férrea de Cataluña a Aragón, que acaba de inaugurar, los de la provincia de Huesca se han distinguido una manera especial. En las estaciones de Binefar, Monzón, Selgua, Sariñena, Granen, Tardienla y Almudevar, que son las situadas en la provincia, se apiñaban las poblaciones de hasta 8 y 10 leguas de distancia, victoreando incesantemente a S. M., y ofreciéndole sencillos pero muy sinceros obsequias y testimonios de su lealtad y adhesión. S. M. está vivamente impresionado con el espíritu que ha demostrado la provincia de Huesca: así lo ha manifestado a las autoridades y corporaciones de la misma, colmándolas por esa causa de bondadosas distinciones; y así lo hace conocer a cuantos le hablan de su satisfactorio viaje.»

La estación ferroviaria de Sariñena

El antiguo edifício principal responde a 1863,  edad contemporánea S. XIX, igual que el almacén (desaparecido) y el muelle. También han desaparecido varios de sus elementos, como el depósito de agua. El conjunto se complementaba con el antiguo edificio de agentes, donde se alojaban los trabajadores y maquinistas. De acuerdo con José Porta Martín  los maquinistas y los fogoneros descansaban y se quedaban a dormir en el “Cuarto de Agentes” donde además había una cocinera, cocina y comedor.

También muchos guardafrenos hacían noche en la casa de Agentes del barrio de la estación de Sariñena, recuerda José Paul de Capdesaso. Los vagones llevaba una garita para el guardafrenos y según José Porta Martín cada dos o tres vagones había un guardafrenos, que era el personal encargado de accionar los frenos según los pitidos que daba el maquinista.

Guardias a jornal, maquinistas, mozos de aguja, mozos de tren, montadores, guarda-frenos, peones de tracción de ferrocarriles, encendedores o fogoneros del deposito de maquinas, lamperos, electricistas, visitadores del material móvil de la estación, mecánicos, obreros de vías y obras… un numeroso y variado conjunto de trabajadores que conformaron el grueso de la gran compañía de los Caminos de Hierro del Norte en la estación de Sariñena.

“En la estación de ferrocarril de Sariñena había varias secciones de material y tracción, de material móvil, el jefe de estación y obreros…. Estaban las brigadas de mantenimiento y arreglo de vías. Entonces no había maquinaria y se hacía todo manual.  Había guarda frenos cada pocos vagones para frenar el convoy ferroviario, hasta que llegaron los frenos automáticos y desaparecieron la figura de los guarda frenos.”

Villellas Arasanz, Paco
Ferroviario de Sariñena.

A la estación llegaban los trenes procedentes de Zaragoza o Lérida, tanto de pasajeros, como de correos o mercancías. Realizaban paradas y repostaban agua como carbón. El agua llegaba desde una balsa que cogía el agua en la acequia Valdera y que se bombeaba hasta la estación a través de la fija, una máquina de vapor que bombeaba el agua por medio de una tubería a la estación.

El carbón lo traían de Asturias, era del bueno, apunta José Paul, hacían pilastras de carbón y lo custodiaban tres guardias a turnos de ocho horas cada uno. El depósito de carbón solía ser objeto de robos, aunque a veces hacían la vista gorda y otras lo robaban directamente. Además mucha gente del pueblo subía a recoger el carbón a medio quemar, para utilizarlo en casa o venderlo. Igualmente el estraperlo fue de gran actividad y vital para muchas personas en épocas de escaseces y miserias (Las Carboneras de Sariñena).

Locomotora Sariñena Conchita Porta Llamas

Locomotora de vapor modelo Mataró a su paso por Sariñena, con las casillas al fondo. Fotografía Conchita Porta Llamas. 

La fija también respondía a unas locomotoras que, repartidas a lo largo del recorrido, por medio de sogas arrastraban o por contacto empujaban los convoyes que no podían superar determinados trazados por su elevada pendiente. En el entorno de Sariñena se daba en la cuesta de la ermita de Santa Cruz, Capdesaso y por el Ramio, partida de Sariñena, donde había una fuerte subida. Según la carga tenían que empujar con una máquina, recuerda José Paul, quien explica como se colocaba la maquina por la parte de atrás y empujaba el convoy. Entonces se decía –Ya han puesto un doble por cola en el Ramio que no puede subir-. José Paul añade que había 6 o 7 máquinas de retén en marcha con agua caliente por si tenían que actuar.

En la estación cambiaban de maquinista y a veces daban la vuelta a las máquinas, a las locomotoras, había una plataforma giratoria «rotonda» y entre cuatro o cinco hombres, a base de pedal, le daban la vuelta a las maquinas. También revisaban y reparaban las máquinas, golpeaban las ruedas de los vagones una a una con una barra de hierro, José Porta Martín recordaba como con el sonido sabían si podían estar rotas.  

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Maquina de vapor La Fija Este edificio, de finales del siglo XIX (Edad Contemporánea-S. XIX-1880), cobijaba una máquina de vapor que, presumiblemente, servía como apoyo a la tracción del ferrocarril durante el tramo de vía inmediato. Asimismo, junto al edificio se construyó una gran balsa de agua para la alimentación de la máquina. Esta balsa se alimenta del caudal de la acequia Valdera, que a su vez proviene de la central de Huerto y de los llamados puentes del Rey. Este tipo de ingenios de vapor, llamados popularmente «La Fija» en muy diversos puntos de España, debieron ser usuales durante los primeros decenios de existencia del ferrocarril. Servían para contribuir a la tracción de los trenes, ofreciendo una fuerza adicional a la de las locomotoras, en los tramos de vía empinadas. Funcionaban mediante la sujeción a la locomotora de unas sirgas que arrastraba la máquina fija, permitiendo así al convoy superar adecuadamente el tramo problemático. Fue expropiado en el año 1880 por la compañía Ferrocarriles del Norte, antecesora de RENFE. Se desconoce con seguridad cuándo dejó de utilizarse.Texto y fotos: Sistema de Información de Patrimonio Cultural de Aragón (SIPCA).

Las locomotoras de vapor funcionaron hasta mediados del siglo xx, cuando fueron reemplazadas por las locomotoras diésel y eléctricas.

A mitad del siglo XX, paraban dos trenes por la mañana, recuerda José Paul, uno que venía de Zaragoza y otro de Lérida. El de Lérida llegaba a las 9:00 horas de la mañana, le decían el rapidillo. A las 10:00 se cruzaba en Tardienta con el que venía de Zaragoza, que llegaba a Sariñena sobre las 11:00 horas y que luego continuaba hasta Lérida. Por la tarde, a las 18:00 horas llegaba otro de Lérida mientras que otro salía de Zaragoza para igualmente cruzarse en Tardienta y llegaba a Sariñena, el de Zaragoza, a las 21.00 horas.

A las 11 de la mañana llegaba un tren de Zaragoza y dos coches subían del Hotel Anoro y del Hotel Comercio conocido como casa Ispa a buscar a los viajeros

Coche Ispa Sariñena

Coche de casa Ispa, Hotel Comercio. 

Hotel Comercio Ispa Sariñena

Hotel del Comercio. Heraldo de Aragón, 2 de septiembre de 1933.

Hotel Anoro Sariñena

Hotel Anoro. Heraldo de Aragón, 2 de septiembre de 1933.

Existió un Centro Ferroviario denominado «El Fraternal» cuya inauguración se llevó a cabo durante las fiestas patronales de Sariñena de septiembre de 1928. Para su inauguración se celebró un baile popular amenizado por la banda militar del regimiento de Valladolid que «había cedido galantemente el alcalde movido de las muchas simpatías que le merece el popular barrio de la estación» (La Voz de Aragón, 5 de septiembre de 1928).  

En la estación había 4 o 5 bares y la cantina se ponía a tope, recuerda Paul: «La cantinera era muy viva, si alguno estaba para marchar se hacia la remolona para devolver los cambios o decía que no tenía cambio, para perder el tiempo a lo que muchos se tenían que marchas para no perder el tren. También pasaban trenes con militares.»

Casa Gil Estación Sariñena

La Voz de Aragón, 5 de septiembre de 1929.

Restaurant económico de Casimiro Ferraz

Se encuentra situado junto a la estación de Sariñena. y a pesar de estar denominado como económico, su dueño ha procurado dotarlo de toda clase de comodidades para el viajero, encontrando una estancia agradable, por el buen trato, servicio, esmerada higiene y todo cuanto se relaciona a esta clase de industria, sin que tenga que envidiar a los llamados de primer orden.

Restaurante Casimiro ferraz Sariñena

Ello lo demuestra de que el señor Ferraz no puede atender cuantos compromisos y demandas se le presentan por cuanto sería preciso fuera el doble la capacidad del referido Restaurante.

A pesar de ello atiende con esmero su clientela y se esfuerza continuamente, procurando al mismo tiempo introducir alguna mejora con beneficio del viajero.

Por ese buen deseo hay que felicitar al señor Ferraz.

José Sanz Rubio. La Voz de Aragón, 5 de septiembre de 1929.

La familia de José Porta Martín tuvieron una fabrica de gaseosas en la estación. Pepe, como era conocido, recordaba como en la estación había una cantina que estaba al lado del edificio principal, allí paraban muchos trenes y las paradas duraban bastante tiempo, la Lamparera Sra. Paula, vendía gaseosas que las llevaba en un pozal con hielo por los vagones de pasajeros del tren correo y le daba tiempo de vender las botellas y recogerlas una vez vacías, por si acaso cobraba los cascos y algunos viajeros los tiraban por las ventanillas al marchar y ella los recogía en los andenes.» La Lamparera era la mujer del Lamparero, éste se encargaba de mantener el farolillo rojo del último vagón del tren, que indicaba el final del convoy y tenía una oficina- taller donde todos los trabajadores de ferrocarriles arreglaban o llenaban su farol, por las noches siempre lo llevaban encendido.

Bar estación sariñena

Higinio Porta, con camisa blanca. Bar El Gorrión.

Estaba el bar, comedor y tienda El Gorrión, lo inició la familia Porta y con el tiempo lo gestiono Lorenzo Abadías López y su mujer Leandra Peña, durante 1960 y 1990 aproximadamente,  “Había días que repartíamos hasta 40 comidas y algunas pocas cenas, unas cuatro o cinco, pues muchos trabajadores bajaban a dormir a Sariñena, sólo algunos dormían en el Cuarto de Agentes”. 

Había tres basculas para pesar remolacha que se cargaba en trenes para la azucarera de Monzón. Igualmente se cargaban sacos de 100 kg de la Harinera de Monegros. También pusieron una báscula para pesar lino que se cultivaba para tejidos. Luego a mitad del siglo XX se construyeron dos silos para almacenaje por parte del ministerio de agricultura. Se almacenaba el trigo en los silos y hubo mucho movimiento de mercancías y además se produjo mucho estraperlo con el trigo. Para los silos, la Cross, construyó dos vías que iban para ellos y otras a los muelles de carga y descarga. En los cargaderos se cargaba cereal y mucha cantidad de remolacha, recordaba José Porta Martín.

A Sariñena llegaban los estraperlistas desde Barcelona con maletas vacías que  llenaban de trigo o de otros productos para luego regresar a la Ciudad Condal. Unos centenares de metros antes de entrar en la estación barcelonesa, los contrabandistas arrojaban a las vías los paquetes con comida, donde eran recogidos por familiares; así evitaban las requisas, multas o incluso la cárcel por realizar un comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado. Dicen que muchos se hicieron ricos con este tipo de comercio.

En Capdesaso los trenes llegaban a parar en el paraje llamado de Santa Cruz para realizar operaciones de estraperlo. Allí los ganchines vendían sacos de trigo  a los maquinistas y estos los escondían debajo de las briquetas de carbón.  Para dejar espacio suficiente, los ferroviarios arrojaban el carbón sobrante junto a las vías, que inmediatamente era recogido por otros avispados personajes.

El Auxilio Social y otros asuntos de aquella época
Portella Corvinos, Manuel Antonio. 

En Tardienta se enlaza con Huesca y en Selgua, el tren hacía enlace con Barbastro.

En aquella época había muchos oficios relacionados con los trenes, desde el jefe de la estación (el de la gorra roja), jefe del depósito de máquinas, jefe del cuarto agentes, factores, los brigadas, guarda agujas, mecánicos, guarda railes, la encargada del paso a nivel para subir y bajar las barreras, guardafrenos, etc. «Cuando pasó Franco por la estación justamente se habían bajado las barreras y la mujer que se encargaba del paso, toda preocupada exclamó: ¡Ay! hijo mío, ¿quieres que paremos el tren para que pases? Y dicen que le preguntó por su familia, o eso se contó y fue muy nombrado.»

Porta Martín, José.

Puente ferroviario sobre el Alcanadre

El antiguo puente metálico ferroviario sobre el Alcanadre de Sariñena pertenecía a la línea ferroviaria entre Madrid y Barcelona, línea que comenzó a funcionar el 18 de septiembre de 1861. Una línea construida por la Compañía de Ferrocarril de Barcelona a Zaragoza, por lo que podemos estimar su construcción en los años anteriores a la puesta en funcionamiento de dicha línea.

Respondía a un puente metálico rectangular con tramos metálicos dispuestos de manera independe, estaban formados por vigas largueros en forma de cruces de San Andrés los extremos, y por una celosía de segundo orden el central. Los vanos salvaban unas luces de 22,8+67,8+22,8 m. (La ingeniería de caminos durante la Guerra Civil española. Destrucción y reconstrucción de puentes. Autor/a: Vanesa M García-Lozano Tesis doctoral / 2015).

Hechos, sucesos y noticias sobre la Estación ferroviaria de Sariñena

Atropello

El día 5 del actual fue atropellado por un tren en la estación de Sariñena, el guarda de la casilla núm. 6, sufriendo la rotura de un brazo y causándole algunas contusiones.

La Discusión (Madrid. 1856). 9 de marzo de 1865, n.º 2.825.

Transporte de ganado por vagón

Transporte tren ganado Sariñena

El Lloyd español. 6 de abril de 1865.

Precios

Relación de precios trayecto Barcelona Zaragoza con sus respectivas paradas, entre ellas Sariñena.

Preciso Barcelona Zaragoza Sariñena tren 1865

El Gobierno (Madrid. 1864). 12 de abril de 1865.

Un primer sabotaje Carlista

Ayer quedaron suspendidos los trenes de la línea de Barcelona y ramal de Tardienta Huesca, á causa sin duda de los diferentes y grandes desperfectos causados en la vía por partidas carlistas. Se aseguraba perla tarde que había sido destruido el puente de Sariñena. Estamos, pues, sin correo de Cataluña.

La Esperanza (Madrid. 1844). 13 de diciembre de 1872.

El sabotaje Carlista

El  8 de Julio de 1875,  una partida del ejercito carlista, dirigida por Dorregaray, destruyó el puente de hierro sobre el río Alcanadre. Al parecer, el ejercito levantó la vía en el último tramo del viaducto y desde Sariñena lanzó un convoy con 25 unidades, entre coches y vagones, y con tres locomotoras por cabeza y una por cola. «Una vez los reguladores de las tres máquinas estuvieron abiertos a todo vapor, los maquinistas y fogoneros abandonaron el tren, dejando inutilizado el viaducto y la línea férrea» (Antoni Nebot).

Sariñena 8-7-1875

«De Lérida escriben al Diario de Barcelona, lo que sigue, que confirma algunas de las noticias que tenemos adelantadas nuestros lectores:

Han llegado a esta ciudad algunas de las personas que los carlistas se llevaron de Sariñena, entre las cuales se hallaba el jefe de la estación del ferrocarril. Por ellas se sabe que las facciones cometieron muchos atropellos. Incendiaron dos trenes y tres estaciones destrozando igual número de locomotoras inutilizando la vía férrea en una extensión de 14 kilómetros. En las poblaciones se entregaron al saqueo. Al jefe de la estación de Sariñena no le ha quedado más que la ropa que lleva puesta. A los tres o cuatro maquinistas que cayeron en poder de los carlistas les quitaron el reloj y todo el dinero que los encontraron.

Las personas que se llevaron los carlistas de Sariñena eran en número de cuarenta entre ellas el jefe de la estación telegráfica, un celador a quien apalearon en el camino, Los pusieron todos en libertad en Berbegal casado se dirigían a Barbastro y desde cuyo punto algunos vinieron refugiarse a esta ciudad.»

Crónica de Cataluña (Ed. de la tarde). 9 de julio de 1875.

«Las facciones al mando de Dorregaray han aprovechado su breve estancia en Sariñena para ejercitar sus instintos vandálicos sobre la vía férrea de Zaragoza á Barcelona., destruyéndolo todo sin objeto ni necesidad. Han incendiado la estación de Sariñena con todo el mobiliario y el telégrafo, el tinglado de mercancías con una partida de vino, otra de esparto y 30 toneladas de carbón, destrozando 20 vagones, haciendo descarrilar dos máquinas y lanzando tres al rio Alcanadre, cuyo puente de hierro han roto en uno de sus tramos. Hay noticias de que han sido puestos en libertad los empleados que se llevaron presos, en número de veinte.»

La Correspondencia de España. 10 de julio de 1875, n.º 6.430.

«El domingo pernoctaron en Sariñena, cuya estación del ferrocarril quemaron, así como la de Poleñino, destrozando el telégrafo entre ambas, y según parece, lanzaron al rio tres locomotoras y algún otro material. De Sariñena, donde no se sabe a punto fijo las exacciones que cometieron, Llevaronse algunos vecinos, entre ellos los conocidos propietarios D. Joaquín Penen y D. Mariano Torres. Al primero, a quien soltaron después en Casbas con la promesa de que volverla a llevar los 6.000 duros exigidos por la libertad de los rehenes, llegó el miércoles a Huesca. El lunes abandonaron los facciosos á Sariñena, tomando el camino de Berbegal, donde pernoctaron en su mayor parte y el resto en Peralta. Después se dirigieron á Barbastro.»

El Imparcial (Madrid. 1867). 10 de julio de 1875.

También fue detenido y liberado en Casbas el juez municipal de Sariñena Julio Monreal (El Siglo futuro. 12 de julio de 1875, n.º 94) .

«De real orden se ha propuesto para la cruz blanca de primera clase del Mérito Militar al jefe de estación del cuerpo de Telégrafos D. Simón López y al oficial D, Marcelino Callíco, por los eminentes servicios que prestaron en Sariñena cuando la entrada de los carlistas en aquella población.»

La Correspondencia de España. 9 de septiembre de 1875, n.º 6.491.

«Se encuentra en bastante mal estado el puente de Sariñena en la línea de Zaragoza a Barcelona, por lo que parece se va á llamar la atención del señor ministro de Fomento, a fin de que se proceda á repararlo.»

El Español (Madrid. 1876). 10 de julio de 1876.

Tren mixto

«La empresa del ferrocarril de Zaragoza á Barcelona ha establecido, desde el sábado, a petición del vecindario de Sariñena, un tren mixto que salo de la estación de esta villa á las 6 y 10 de la mañana, tomando viajeros de tercera ciase, tanto en ella como en Poleñino y Granén.»

El Imparcial (Madrid. 1867). 14 de febrero de 1877.

Reconstrucción del puente

«Calaluña y Araron.—El 18 escriben de Zaragoza que las obras de reconstrucción del puente de la vía férrea de Zaragoza á Barcelona, inmediato a Sariñena, sobre el rio Alcanadre, terminarán muy en breve.»

La Fe (Madrid. 1876). 20 de febrero de 1877.

Tren mixto

«La empresa del ferro-carril de Zaragoza á Barcelona ha establecido, desde el día 10, a petición del vecindario de Sariñena, un tren mixto que sale de la estación de esta villa á las 6 y 40 de la mañana, tomando viajeros de tercera clase, tanto en ella como en Poleñino y Grañén.»

Gaceta de los caminos de hierro. 25 de febrero de 1877.

Carretera a la estación

«Han comenzado los trabajos para la construcción de una carretera que ponga en comunicación la importante villa de Saríñena con la estación del ferrocarril, en la línea de Zaragoza á Barcelona.»

La Iberia (Madrid. 1868). 27 de febrero de 1877.

Comparecencia

«Por la capitanía general de Zaragoza se cita y emplaza al general carlista Dorregaray y los individuos que componían las fuerzas de su mando, para que comparezcan a prestar sus descargos en las sumarias que se les sigue con motivo de los destrozos causados el día 5 de Julio de 1875 en la vía férrea y estación de Sariñena.»

El Constitucional (Madrid. 1876). 26 de abril de 1877.

Horario

Horario Ferrocarril Barcelona - Zaragoza Sariñena 1877

Diario de Barcelona: Año 1877, no. 121 (1 mayo 1877) Ed. mañana.

Accidente

«De una lamentable desgracia tenemos que dar cuenta a nuestros lectores. En Ia estación de Saríñena el tren cogió anteayer  entre los topes a un joven conductor, dejándole cadáver instantáneamente. Ayer debió llegar a esta capital el cadáver, en el tren-correo, la víctima ha resaltado ser el Sr. Sugrañes, hijo del comandante de voluntarios catalanes que murió heroicamente.»

El Siglo futuro. 3 de mayo de 1877, n.º 383.

Horario tren

Gaceta de los caminos de hierro, 21 de octubre de 1877.

Gaceta de los caminos de hierro, 21 de octubre de 1877.

Transporte a la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes

En la década de 1870 existió transporte entre la Estación de Sariñena y el balneario creado en el extinto monasterio de la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes. Imagen del Diario de Avisos de Zaragoza del 28 de julio de 1878.

Estación Sariñena Cartuja Monegros

Inundaciones

«Huesca 29 (9 n).—El rio Alcanadre y el Isuela han destruido y echado en tierra el puente de hierro de Sariñena; cuyo valor asciende a diez mil duros. Se temen desgracias personales en los pueblos ribereños y grandes destrozos en las huertas. El tren núm. 45 sigue detenido en Terreu por estar interrumpida la vía por las aguas; éstas han llegado hasta cerca de los estribos de los coches, pero sin novedad en los viajeros.

El agua entró en las oficinas de la estación y gabinete telegráfico de Terreu hasta la altura de metro y medio, quedando inutilizado todo el aparato. Los railes da la línea están cubiertos de lodo, cuyo espesor es de media vara de altura. El inspector ingeniero y varias brigadas han salido llevando auxilios para los viajeros.»

El Constitucional español. 30 de octubre de 1879.

Reconstrucción del puente

«Por el Ministerio de Fomento se ha destinado una importante cantidad para la reconstrucción del puente de Sariñena.»

El Mundo político. 2 de noviembre de 1879.

«A 3.000 pesetas asciende la cantidad reunida por el gobernador civil de Huesca con destino á la construcción del puente de Sariñena.»

El Fénix (Madrid. 1879). 15 de diciembre de 1879.

«Trabajase activamente en Sariñena en la reconstrucción del puente provisional sobre el rio Alcanadre, en cuya obra, tan necesaria á los intereses agrícolas de aquella localidad, se invierten las 3.000 pesetas que del fondo de calamidades públicas se destinaron con dicho objeto.»

El Fénix (Madrid. 1879). 10 de enero de 1880.

Tren correo

«El tren correo que sale para Sariñena y Huesca a las 8 en punto de la tarde, lo efectuará desde aquella fecha á las 8 1/2 de la misma».

El Viajero ilustrado hispano-americano. 30 de enero de 1880.

Horario

estación ferroviaria sariñena 1880

La Publicidad. 21 de julio de 1880.

Tren mixto

«El tren mixto de Zaragoza núm. 662 que muere en Sariñena, se hallaba detenido en la estación de Villanueva y el de Barcelona en Tardienta.»

El Tiempo (Madrid. 1870). 5 de enero de 1881.

«El tren mixto que sale por la mañana de la estación de Sariñena para Zaragoza, no enlaza generalmente con el tren de Huesca, y los viajeros que vienen á esta capital, se ven obligados á esperar en Tardienta hasta el tren de la tarde. Hemos oído que el retraso del tren-mixto se debe al expreso. Si así es, ¿por qué no se combinan las horas de salida de aquel, ó se establece un cruce á fin do evitar perjuicios á los viajeros?».

El Movimiento (Huesca). 13 de septiembre de 1881.

Importantísima modificación

El Movimiento de Huesca ha oído a persona que debe saberlo, que la empresa de los ferrocarriles del Norte va a introducir una importantísima modificación en el servicio de trenes para viajeros. La innovación consiste en que el tren mixto que sale diariamente de Sariñena, a las seis de la mañana, empiece en Manresa, y que termine en esto punto, el que antes terminaba en Sariñena a las diez de la noche. Dicho servicio dícese que comenzara en el próximo mes de Junio.

Diario de Avisos de Zaragoza. 3 de mayo de 1882.

La prensa aragonesa

Dice un colega zaragozano, que la villa de Sariñena y los pueblos próximos a la vía férrea de Zaragoza á Barcelona, en el trozo comprendido entre la citada villa y Tardienta, han elevado exposiciones a la Dirección general de los ferrocarriles del Norte, reclamando contra el acuerdo de dicha dirección que mandó que los trenes 609 y 603 no conduzcan viajeros desde Sariñena á Zaragoza o viceversa, pidiendo que se agregue un coche al tren 603 que sale de Sariñena á las 6 y 21 de la mañana, y que continúe hasta esa estación el tren número 51 que descansa en la de Tardienta.

Esperamos que aquella dirección acceda á lo que piden los pueblos recurrentes, ya que al favorecer los intereses de éstos, en nada se perjudica la empresa de los ferrocarriles del Norte.

Diario de Huesca, 9 de agosto de 1882.

Jotas a Alfonso XIII

Años más tarde, el rey Alfonso XIII volvió a recorrer la línea y e el ciego de Sariñena le dedicó al rey algunas jotas: “El conocido ciego de Sariñena improvisó algunas rondallas alusivas a S. M.”. La vanguardia, 25 de agosto de 1883.

«En Sariñena esperaban el paso del tren el obispo de Huesca, el gobernador de la provincia, el presidente de la Diputación, el gobernador militar y el delegado de Hacienda.»

Diario oficial de avisos de Madrid. 25 de agosto de 1883.

«El reverendo obispo de Huesca se ha incorporado á la comitiva regía en Sariñena. El ilustre prelado ha manifestado á S. M. sus sentimientos de adhesión, haciendo fervientes votos por la consolidación de la dinastía y por la paz de España».

El Siglo (Madrid. 1878). 25 de agosto de 1883.

Tormenta

«A consecuencia de la tormenta del domingo por la tarde, se produjo una manga de agua tan fuerte entre la estación de Sariñena ÿ el apeadero de Capdesaso, en el kilómetro 86 de la línea de Barcelona, que destruyó un trozo de terraplén arrojándolo sobre la vía. Como consecuencia del accidente, los trenes mixto y correo de Barcelona, que debieron llegar á esta ciudad à las 8,5 y 7,40 respectivamente, sufrieron un retraso de cuatro horas próximamente, llegando á Zaragoza á las doce y las diez de la noche.»

La Fe (Madrid. 1876). 20  de septiembre de 1883.

Sentencia a muerte en garrote

El lunes, 10 del actual, se publicó solemnemente en la Audiencia de lo criminal de la provincia de Huesca la sentencia dictada por la misma en la causa seguida contra José y Nicolás Allué, por robo con homicidio de un casillero o guarda vía del ferrocarril de Zaragoza a Barcelona, que prestaba servicio en las inmediaciones de la estación de Poleñino.

Por dicha sentencia se absuelve libremente a José Allué y se condena a Nicolás Allué a sufrir la pena de muerte en garrote, que deberá ejecutarse en Sariñena.

Esta es la primera sentencia de muerte pronunciada por aquella Audiencia desde su creación.

Quiera Dios que el Tribunal Supremo, en el recurso de casación necesario en que ha de entender, o la regia prerrogativa, en su caso, encuentren méritos para conmutar tan terrible pena libren y libren a aquel país del tristísimo espectáculo que, de otra manera, habría de presenciar.

13 de enero de 1887.

El puente de Sariñena

Ha salido para Sariñena y Barcelona el ingeniero de la inspección facultativa, D. Cirilo Muñoz, encargado por la compañía del Norte de practicar una visita de inspección al puente de la vía férrea sobre el Alcanadre, recién construido en dicha villa de Sariñena.

Si el resultado de la inspección hubiese sido satisfactorio, se autorizará en breve el paso provisional del tren por los tramos nuevos, en la posición que hoy ocupan, sin perjuicio de colocar el tablero metálico de dicho puente, en su lugar definitivo, después que se haga desaparecer, sin entorpecimiento en el tráfico, el tablero del puente viejo.

Diario de Huesca, 12 de junio de 1896.

Movimiento social

La estación de Sariñena no fue ajena a los tiempos convulsos de la sociedad española. Durante la primera década de 1900, el jefe de la estación Agripino Fernández Sisniega, fue expulsado de la compañía a raíz de una denuncia colectiva de varios trabajadores. Eran tiempos de confrontaciones, en que la clase obrera luchaba por sus derechos ante una patronal que no dudaba en mantener su poder y privilegios. De hecho, en la huelga de 1917 fueron expulsados algunos trabajadores, tal es el caso del agente del ferrocarril Aurelio Ruiz Álvarez, quien además: “fue detenido por sospechar pudiera ser uno de los firmantes de la denuncia contra el jefe de la estación”.

Accidente

«El correo que hace el servicio á la estación de Sariñena arrolló ayer á un viajero que pretendió subir al coche cuando los caballos iban al galope. Pasáronle las ruedas por encima del cuerpo, produciéndole lesiones tan graves, que se espera de un momento a otro el fallecimiento.»

El Imparcial (Madrid. 1867). 23 de septiembre de 1905.

Robo

Entre las estaciones de Zuera y la de Almudébar, se verificó un robo en el tren que procedente de Sariñena iba a terminar en la estación del Arrabal en Zaragoza.

Iban en un coche de tercera unas doce mujeres y tres hombres de aspecto poco simpático y mal vestidos, cuando en el trayecto entre las dos estaciones citadas, éstos comenzaron a cerrar las ventanillas, lo cual llamó la atención de sus compañeras de viaje que habiendo preguntado por qué cerraban haciendo tanto calor, los individuos de referencia respondieron que para evitar que penetraran los rayos del sol.

Hecha esta operación, los criminales intimaron a las viajeras que les entregaran los dineros que llevaban, amenazando con asesinarlas en caso contrario, y uno de ellos dio un golpe en la boca a una de las mujeres, produciéndole bastante sangre. Registradas, arrebataron a una procedente de Poleñino, cinco mil reales a otra de Almudébar, dos mil ciento sesenta; sobre mil doscientos, a una tercera, y de cincuenta a sesenta a otra, no habiendo robado a las demás porque nada llevaban en metálico.

Perpetrado el robo, los delincuentes siguieron en el tren, hasta que próximo éste a la estación de Zuera, fue disminuyendo su velocidad y entonces descendieron y escaparon por los campos.

Diario de Huesca 23 de agosto de 1916.

Robo en una estación

El factor de la estación ferroviaria de Sariñena don Fernando Gracis, sorprendió al vecino Miguel Novellón en el momento de apoderarse en el muelle de mercancías de tres talegas de trigo.

Este sujeto huyó y la benemérita se hizo cargo de dos caballerías menores donde iba a cargar el fugitivo los sacos que se proponía robar.

Diario de Huesca 6 de septiembre de 1916.

En la estación de Sariñena. Un niño destrozado por el tren

En el ascendente número 232, regresabas a Sariñena la vecina Benita Vidal Campos, acompañada de su hijo Sixto Coto Vidal, de seis años. Al llegar el tren a la estación, la mujer abrió la portezuela, cayendo el niño con tan mala suerte, que quedó con la Cabeza aprisionada entre el andén y los estribos. El pobre niño recibió tan graves heridas, que falleció a los pocos momentos.

Diario de Huesca 7 de noviembre de 1926.

Obrero herido

SARIÑENA 9 (11 n.).—Cuando regresaba del trabajo una brigada ferroviaria en una vagoneta de servicio, fue lanzado a la vía el obrero Joaquín Olivan, de veinticuatro años, soltero, vecino de Sariñena, que resultó con heridas de pronóstico reservado. El accidente ocurrió al frenar violentamente el vehículo.

El Sol, Jueves 10 de febrero de 1927.

Bendición del nuevo pueblo ferroviario

En la estación ferroviaria de Sariñena, donde se forma un nuevo pueblo ferroviario con gran solemnidad ha sido bendecida por el obispo de Huesca la primera piedra de la iglesia que se ha de construir.

La Vanguardia, 24 de octubre de 1928.

Incendio

«En Sariñena se declaró un incendio en la fábrica de Juan Basol, situada en el barrio de la Estación de ésta villa. El fuego empezó en el cuarto donde está situado el motor que acciona la fábrica y pronto pudo ser sofocado. Las perdidas son de bastante consideración

La Época (Madrid. 1849). 31 de agosto de 1929, n.º 27.978.

En una fábrica de harinas

«SARIÑENA 30 (1 t.). —Anoche se declaró un incendio en la fábrica de harinas de Juan Basol, situada en el barrio de la Estación de esta villa. El fuego empezó en el cuarto donde está situado el motor que acciona la fábrica y pronto pudo ser sofocado. Las pérdidas son de bastante consideración. No se conoce el origen del fuego. (Febus.)».

El Sol (Madrid. 1917). 31 de agosto de 1929.

Cuando desinfectaban una estación

Los gases penetran en la habitación del guarda agujas y perecen asfixiados dos niños,

«Huesca,23 (2 t.) —En el muelle de gran velocidad de la estación férrea de Sariñena una brigada de obreros se dedicaba a la fumigación y desinfección de los pabellones. Los gases se extendieron y por unas hendiduras, se filtraron en la habitación del guardaagujas, donde descansaban dos hijos de éste, de diez y cuatro años, que murieron a los pocos momentos. El suceso ha producido honda impresión.»

El Heraldo de Madrid. 23 de octubre de 1929.

Precio de los trigos

«Los trigos para harinas fuerza siguen firmes. Se han hecho ajustes en procedencias Aragón – Villanueva de Sigena, a 55,55,50 pesetas los 100 kilos, estación Sariñena.»

Crisol (Madrid. 1931). 13 de noviembre de 1931.

La Guardia Civil mata a un contrabandista. 

«Comunican del pueblo de Sariñena que las autoridades descubrieron a tres Individuos sospechosos que llevaban un gran saco, al parecer de tabaco de contrabando. Al acudir la fuerza, procedió a cachear a dos de los sospechosos, dándose a la fuga el tercero. Como a las voces de los guardias no se detuviera ni hiciera caso a los disparos al aire que se le hicieron, aquéllos volvieron a disparar, causándole heridas a consecuencia de las cuales falleció al ser trasladado a Sariñena, El muerto se llamaba José López López, de treinta años, natural de Grallas, provincia de Lugo. La Guardia civil se Incautó de más de 1.000 pesetas de tabaco.»

El Siglo futuro. 24 de enero de 1934, n.º 8.150.

Ciclón

«Sariñena.—En esta población se desencadenó un horrible ciclón, que causó grandes daños. En la carretera un autobús fue derribado, hiriendo gravísimamente a tres muchachos. La garita del guardaagujas rodó unos 300 metros por la vía férrea, llevando dentro al empleado, que por fortuna sólo se produjo pequeñas contusiones. También volcó el ciclón carros y galeras de trigo.»

El Heraldo de Madrid, 6 de agosto de 1934.

En la estación de Sariñena. Un factor alcanzado por un tren en maniobras

«A la víctima se le amputaron un brazo y una pierna. En la mañana de ayer, un tren en maniobras alcanzó cuando pasaba de una vía a otra, en la estación de Sariñena, al factor Pablo Sierra Hecho, de 28 años, casado, natural de Cabezas de Ebro (Zaragoza). El desventurado factor fue trasladado al hospital de Huesca, donde le fueron amputados el  brazo y pierna derechos. Su estado es gravísimo.»

El Diario de Huesca, 12 de enero de 1935.

Tres víctimas de accidentes en Saríñena

«En los almacenes que en la estación de la línea férrea de esta población construye una empresa de abonos ha tenido la desgracia de caerse de un andamio, a tres metros de altura, el joven Epifanio Fernández, hijo del jefe de la estación férrea, resultando con heridas de consideración.

El propietario de esta localidad don Domingo Pardo fue arrollado por un carro, produciéndole lesiones graves.

En la carretera de Sariñena a Bujaraloz, al saltar del camión que transporta grava para el asfaltado do la carretera de Huesca a Mequinenza, fue arrollado el joven Ángel Santolaria por el vehículo, quedando en gravísimo estado por las lesiones sufridas.»

Ahora (Madrid), 10 de mayo de 1935.

Huelga de brazos caídos

«En la madrugada de ayer se declararon en huelga de brazos caídos cincuenta y siete obreros de la contrata del deposito de máquinas de la Compañía del Norte de esta ciudad, y pocas horas después, y por solidaridad, se planteó la huelga por los equipos de la contrata de Cervera y Sariñena.

Estos obreros, que pertenecen a la Unión General de Trabajadores, tenían anunciada la huelga desde hace veintisiete días y habían llevado a término varias gestiones en la consejería de Trabajo de la Generalidad, y sin poderlo resolver por varias circunstancias, no por culpa de los obreros, puesto que éstos no plantearon la huelga hasta el último momento.»

La Vanguardia, 11 de julio de 1936.

El Ramio

El Ramio fue el antiguo trazado que comprendía el tramo anterior a la llegada al puente sobre el río Alcanadre en dirección a Barcelona. Consistía en una gran curva con una considerable subida para los trenes provenientes de Barcelona que, como hemos comentado anteriormente, diferentes locomotoras acudían a ayudar a superar los convoyes ferroviarios la cuesta del Ramio.

Ramio Estacion Sariñena vuelo 1927

Trazado antiguo ferroviario del Ramio. Vuelo 1927. 

El Ramio a través de un texto de Manuel Antonio Corvinos Portella

El aprendiz del desfiladero del Ramio

   Acérquense por el Ramio y serán testigos de cómo desaparece un trozo de la pequeña historia local arrumbada por una de las pestes de nuestra época, la basura.

   Recordemos, mientras tanto, cómo esa infeliz cortada era capaz de hacer hincar la rodilla a los trenes más poderosos de la época, cómo las orgullosas locomotoras heridas en su amor propio resoplaban enfurecidas, hendían el paisaje con sus pitidos estridentes y por fin, humilladas, aflojaban su trepidante marcha.

   Recordemos cómo se amortecía la luz diurna en el interior de los vagones y se multiplicaba por diez el sonido acompasado monocorde de aquellas mastodónticas máquinas de hierro y carbón. Y también cómo el viejo congosto angosto conseguía excitar la curiosidad, el temor y la extrañeza de los viajeros que, indefectiblemente, asomaban sus cabezas por las ventanillas intentando encontrar una explicación a aquella anómala situación que perturbaba su placentero viaje.

   Los más avispados o experimentados aprovechaban la coyuntura y utilizaban una sencilla táctica para hacerse con algún negro racimo de uva de los campos próximos con el que endulzar las aburridas horas de aquellos interminables viajes. Decía pues, que los viajeros espabilados se apostaban, con antelación, en el primer vagón y cuando el convoy reducía ostensiblemente su velocidad, bajaban raudos, se desparramaban por los campos aledaños y arramblaban con los frutos de Baco y procedían con tranquilidad a subirse en cualquiera de los últimos vagones del tren.

   Un viajero avezado sabía también que asomarse al exterior, además de esta prohibido, podía ir acompañado de pequeñas molestias oculares, originadas por minúsculos fragmentos de carbón llamados carbonilla y que implacablemente arrojaba la máquina hacia los viajeros incumplidores.

   Aquel mítico lugar fue testigo del estraperlo y de carboneras que se acercaban a recoger el carbón que aquellas máquinas de vapor dejaban de quemar y que eran arrojadas a las vías por los maquinistas. Aquellas mujeres enfilaban todas las mañanas por el camino de los olivares y cruzaban el río camino del Ramio a recoger el carbón que y cuando tenían lleno el saco se lo ponían en la cabeza y regresaban a Sariñena para venderlo por 25 pesetas o utilizarlo en los fogones de su propia casa.

   Este aprendiz de desfiladero ya no es testigo de una época dura y complicada porque ha dejado de existir ahogado por una fraudulenta avalancha de escombros que somos incapaces de ubicar.

   El ramio es una planta originaria de Asia Central perfecta para alimentación animal, pues tiene un alto contenido en proteínas y vitaminas.

La estación en la Guerra Civil

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Edificio con la inscripción: Hospital de Evacuación.

Durante la Guerra de España de 1936 a 1939, la estación de Sariñena sirvió de punto estratégico de enlace entre el frente de Aragón y Barcelona. De la estación llegaban y marchaban las tropas republicanas. Además fue un lugar de evacuación de heridos y aún se puede observar, casi desaparecida, una inscripción en el edificio de agentes de la estación «Hospital de Evacuación». Así, desde el hospital evacuaban a los heridos, en trenes medicalizados, de 1ª línea, frente, a los hospitales de 2ª línea, retaguardia, y a los de Barcelona. Sin embargo, antes de ser «Hospital de Evacuación» fue «Hospital de Sangre del POUM».

Hospital Estacion Sariñena POUM

Almacén de Alas Rojas

A medio kilómetro de la estación de la población de Sariñena hay unos barracones donde se almacenan camiones y material de guerra.

3.000 =15= 28-10-37.
Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) C2896, 8.

José Porta Martín, vecino del barrio de la estación, relató como uno de los almacenes de su casa lo utilizaron para guardar bombas destinadas al aeródromo “Alas rojas”. José las veía desde una ventaneta: “Estaban sin la espoleta, para que no explotasen”. Es de suponer que llegarían a bordo de trenes y se almacenarían en algunos almacenes hasta su posterior traslado al aeródromo.

Una anécdota

Nos la cuenta Salvador Coll empleado de la compañía de vagones camas.

El vagón quirófano -se dice- tiene un valor histórico. Antes era un vagón-salón en el cual viajaba Francesc Macià cuando iba a Madrid a llevar el Estatuto de Cataluña. Precisamente va a seguir la misma ruta: Lérida, Sariñena… Es el vagón número 4.168.

La Humanitat: Any 5, núm. 1426 (20 set. 1936).

Conocidos fueron los hechos de la expulsión de mujeres del frente aragonés a Barcelona. Todo a partir de una orden dada por Durruti que culpaba a las mujeres del aumento de enfermedades venéreas entre sus filas: «que causaba más bajas que las balas enemigas». Un hecho recogido en la película Libertarias de Vicente Aranda. También aparece recogido por Jesús Arnal Pena (Por qué fui secretario de Durruti: Memorias del cura que ayudó al líder anarquista en la guerra civil (1936-1939)): «Habla con la gente de Transportes y manda todos los vehículos disponibles a las centurias. Que recojan a las milicianas, sin dejar ni una; que las lleven a la estación de Sariñena y que las facturen a Barcelona en vagones precintados. ¿Lo oyes bien? ¡Precintados!.» 

«Hay un capítulo sobre la columna que me gustaría aclarar: es totalmente falso que Durruti hiciera fusilar prostitutas. Efectivamente, llegaron algunas prostitutas por su cuenta y se les hizo regresar a Barcelona ante los temores de contagio de enfermedades venéreas, eso es todo. Esa imbecilidad del fusilamiento la inventó una escritora comunista.» El amor y la lucha de un anarquista, entrevista a Emilienne Morin compañera de Durruti, realizada el 12 de febrero de 1977 en Francia, por Pedro Cuesta y Luis Artime, revista «Interviú».

Durante la guerra, en la Estación de Sariñena existió una tienda de comestibles llamada “El miliciano”, gestionada por Miguel Masferrer. También existió un Pub del que no he podido conocer su nombre, tan sólo una referencia incompleta “Pub ..esnite”.

 Ayer, a la noche, llegaron (A Lérida) procedentes de Tardienta, algunos milicianos heridos. Antes de ser hospitalizados tuvieron el infortunio de dejar de existir los dos héroes combatientes del frente aragonés llamados Josep Saavedra, caporal de la guardia de asalto y Nicolás St. Miquel Martínez, factor de la estación de Sariñena. 

La Humanitat: Any 5, núm. 1397 (18 ag. 1936).

En la edición del viernes 11 de junio de 1937, La voz del combatiente, diario de los comisarios de guerra del ejército del pueblo, recogía un bombardeo sobre la estación ferroviaria de Sariñena. A la vez, daba cuenta de la existencia del cercano aeródromo de alas Rojas.

Bombardeo estación sariñena

Tras la guerra, muchos trabajadores fueron depurados y en los archivos de Sariñena se encuentran abundantes solicitudes de Informes Políticos-Sociales a personal de la estación. A Julián Sierra Hecho se le atribuyó haber formado parte del comité férreo de CNT y UGT. A José Mora Gómez se le consideró de “Ideas extrema izquierda, afiliado a la C.N.T., activo propagandista del marxismo, voluntario en las milicias rojas y al que se le desconocen actos delictivos”. Antonio Lombarte Val, obrero de vías y obras del ferrocarril se le anotó como “C.N.T. antes del 18 de julio del 36, comunista. Peligroso, perteneció al comité de la estación como miembro, se ignora interviniera en hechos delictivos, elemento peligroso”. A Alejo Sierra Bernad, maquinista del ferrocarril y subjefe del departamento de Sariñena, le avaló el maestro de la estación de esa localidad, Don José Castanesa Escamed. José Clemente Félix, mozo guarda aguja de la estación fue descrito como “de la C.N.T., abandonó su servicio 15 días durante los cuales hizo salidas a los pueblos, después se incorporó a la estación. Estuvo siempre en contacto con los dirigentes de los comités de la estación, fue miembro de la junta de abastos. 12 días antes de la liberación escapó a Barcelona”. Ramón Pérez Larrea, ferroviario: “Afiliado a la C.N.T., miembro del comité del poblado de Sariñena, persiguió a miembros de derechas. Se presentó a mi y a mi hijo una detención falsa y por lo tanto no es digno… con la… de que pague todo el mal que nos ha hecho”… Un largo repertorio de solicitudes de expedientes que evidencian el gran número de trabajadores y su gran actividad sindical y durante la guerra.

ferroviario 1.jpg Circular del Consejo Obrero de Sariñena del Sindicato Nacional Ferroviario. Pieza séptima de Huesca. Actuación de las autoridades gubernativas locales FC-CAUSA_GENERAL,1414,Exp.6. PARES.

Estación Ferroviaria de Sariñena

Plano de la estación ferroviaria de Sariñena. Servicio de Información y Policía Militar (SIPM). AGMAV,M.2207,2 / 2.

El 25 de marzo de 1938 la Legión Cóndor bombardeó Sariñena y el barrio de la Estación (Sariñena Antigua, Salvador Trallero 2005), «cuatro escuadrillas de tres aviones Heinkel-111». La imagen del bombardeo al barrio de la Estación de Sariñena está extraída de la web www.borgato.be. 

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Bombardeo barrio La Estación

El lunes, 10 del actual, se publicó solemnemente en la Audiencia de lo criminal de la provincia de Huesca la sentencia dictada por la misma en la causa seguida contra José y Nicolás Allué, por robo con homicidio de un casillero o guarda vía del ferrocarril de Zaragoza a Barcelona, que prestaba servicio en las inmediaciones de la estación de Poliñino.

Por dicha sentencia se absuelve libremente a José Allué y se condena a Nicolás Allué a sufrir la pena de muerte en garrote, que deberá ejecutarse en Sariñena. 

Esta es la primera sentencia de muerte pronunciada por aquella Audiencia desde su creación.

Quiera Dios que el Tribunal Supremo, en el recurso de casación necesario en que ha de entender, o la regia prerrogativa, en su caso, encuentren méritos para conmutar tan terrible pena libren y libren a aquel país del tristísimo espectáculo que, de otra manera, habría de presenciar.

La Vanguardia, 13 de enero de 1887.

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«Este edificio se destinaba como muelle de carga y descarga de los trenes, siendo un edificio presente en todas las estaciones de ferrocarril de mayores o menores medidas. Generalmente (como en este caso), los muelles siempre solían contar con un gran almacén o nave en uno de sus lados para almacenar el producto y guardarlo.»

SIPCA

La posguerra

A mitad del siglo XX se construyeron dos silos para almacenaje por parte del ministerio de agricultura. La función de estos grandes edificios fue el almacenaje del grano previo a su transporte ferroviario, mucho de aquel grano fue destinado para siembra. Dos edificios de gran envergadura, robustez y hermetismo que configuran el paisaje del peculiar barrio de la Estación, junto a su singular Harinera de Monegros. Construida en 1949, la Harinera de Monegros resulta una esplendida edificación industrial racionalista de posguerra. La estación aún conserva parte de su historia que poco a poco va desapareciendo y olvidando, que tristemente continuaremos perdiendo sino sabemos valorar. ¿Y qué decir de aquel almacén de madera?

«Generalmente (como en este caso), los muelles siempre solían contar con un gran almacén o nave en uno de sus lados para almacenar el producto y guardarlo. El almacén junto al muelle es de grandes dimensiones de planta rectangular y con una pronunciada cubierta a dos aguas con una estructura totalmente metálica, de cerchas y tirantes en la cubierta, estando  construido en su totalidad con madera. Debido al abandono y la erosión, este edificio de madera se encuentra prácticamente en ruinas.»

SIPCA

Tristemente el almacén ha desaparecido.

Grua estación ferroviaria Sariñena

Grúa en la estación de Sariñena.

Barrio de la Estación ferroviaria de Sariñena

El barrio de la estación fue un barrio vivo. Berta Castanera Lascorz recuerda como el barrio se nutría de numerosas viviendas y negocios: «vivían muchos ferroviarios y había mucha amistad y familiaridad con todo el barrio». Estaban las fondas de Casa Gil y El Gorrión eran fondas y había muy buenas fiestas y el baile era en el frontón, en casa Gil, por el paso a nivel.

José Porta Martín  y sus amigos jugaban por la estación, se metían por los vagones y cuando transportaban gallinas metían una cuchara y cogían los huevos de las jaulas. A las maquinas pequeñas las llamaban chocolateras. José nombra al cura don Pedro: «Iba siempre con una sotana y una vara y cuando alguno le decía – ¡Mosén!, que parece un pastor- él contestaba -¡sí! De cabritos-«. Como la iglesia no se encontraba en condiciones hacían la misa en el Cuarto de Agentes.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Almacenes de Joaquín Blasco.

La Escuela de la Estación de Sariñena

En 1932 la república española realizó el proyecto de la escuela del Barrio de la Estación de Sariñena, a cargo del arquitecto Antonio Uceda García. En 1933 se aprobó la subvención de 18.000 pesetas para llevar a cabo su construcción (El esfuerzo de la República en la construcción de nuevas escuelas en Aragón (1931-1937), a través de la Gazeta. Cazabaret).

Don José Castanera Escaned, natural de Binaced, ejerció de maestro en la escuela del Barrio de la Estación de Sariñena. Llegó antes de la guerra y tras la contienda fue reingresado como docente en 1940 en la escuela del Barrio de la Estación. Un año después fue destinado a las Escuelas Nacionales de Sariñena. Manuel Antonio Corvinos Portella recogió su memoria “En homenaje al maestro Don José Castanera Escaned” de quien cuenta: “Aún recuerdo su enjuta figura, su bien hacer, su carácter bondadoso y su célebre boina que utilizaba alguna que otra vez a modo de elemento admonitorio contra los que tenían dificultades  en mantener cierta disciplina. Tenía fama de buena persona y de buen maestro, con gran habilidad para enseñar  matemáticas, contabilidad y gramática. Incluso dicen que se sabía el Quijote de memoria”.

José Castanera en la escuela de la Estación.

José Castanera en la escuela de la estación. 

El sariñenense Don Rafael Mendiburo Allue también estuvo en la estación de maestro y luego en la Graduada de Sariñena. Gloria Mendiburo, hija de Rafael, recuerda como su padre estuvo con don Blas, doña Emilia, don Fausto… “Rafael era muy recto y le gustaba enseñar. Subía en bicicleta a la escuela estación, que estaba donde la cruz roja y llevaba la escuela con doña Adela”. Primero estuvo en Castelserás, en Lérida, pero se vinieron a Sariñena porque tenían casa, huerto y una horquilla grande. En la estación estuvo unos diez años y unos siete años, hasta jubilarse en la escuela de Sariñena.

Asún Porta Murlanch estudió hasta los diez años “Estudié con Dña. Tere Guillén en la escuela del Barrio de la Estación”. Allí le prepararon D. Francisco Pons y Dña. Urbana para el Bachiller Elemental para examinarse de forma libre en el Instituto Ramón y Cajal.

En 1969 se suprime la escuela de niños de acuerdo a la orden de 26 de julio («Boletín Oficial del Estado» de 4 de agosto). Convirtiendo la escuela de niñas de La Estación en mixta (Nueva España – 14/08/1969). Las escuelas del Barrio de la Estación de Sariñena se debieron de cerrar en aquel año de 1969, cuando los maestros Don Ramon Sambia Alos y Doña Urbana pasaron a las escuelas viejas.

Iglesia del Barrio de la Estación de Sariñena

La iglesia de la estación se inauguro en 1929 siendo dedicada a San Jorge. Aparece citada en la sección de inauguraciones de la publicación «La Construcción moderna» n.º 9 del 15 de mayo de 1929: «Sariñena (Huesca}.—Iglesia parroquial en el barrio de la Estación.»

Tras la guerra y la gran destrucción que sufrió Sariñena y el barrio de la Estación la nueva iglesia se inaugura el 1 de junio de 1950, cuyo proyecto databa de 1940. Asistió al acto inaugural el vicario general de la diócesis Ramón Abizanda, acompañado de los funcionarios de Regiones Devastadas los arquitectos Miguel Aranda y Luis Lagunilla y el aparejador Luis Felipe Monzón. Además el reverendo arcipreste Jorge Lecha y miembros del ayuntamiento encabezado por el alcalde Valentín Medina, entre otras personalidades (Nueva España, 2 de junio de 1950). (Sariñena devastada).

Esteban Trigo Estúa. Por Victoria Trigo Bello.

Dionisio y Rosalía Sariñena

Rosalía y Dionisio y sus hijos Lourdes y Esteban en el Barrio de la Estación de Sariñena.

ESTEBAN TRIGO ESTÚA (Sariñena 3 de agosto de 1930, Zaragoza, 18 de junio de 2019)Esteban Trigo.jpg

Nacido en el barrio de la estación de Sariñena, su padre Dioniso estuvo destinado unos dos o tres años en un puesto humilde de la estación de sariñena, se alojaron en casa Porta. Criado a pie de ferrocarril en el zaragozano barrio del Arrabal, pasó buena parte de su infancia en Jaca, Bergosa, Villanúa y Canfranc. Hijo de una humilde familia ferroviaria, su formación académica apenas rebasó lo aprendido en la escuela de Matilde Sangüesa, donde lector devoto del Quijote manifestó su inclinación hacia las letras. Autor desde joven de artículos y relatos, fue colaborador en diversos periódicos, especialmente Heraldo de Aragón, en El Pirineo Aragonés y en El Periódico de Aragón, y también en los antiguos estudios de Radio Zaragoza en la calle Almagro. Persona inquieta y observadora, se introdujo de modo autodidacta en el mundo de la cinematografía, donde estuvo delante y detrás de la cámara. Miembro de la Escuela de Cine de Aragón, como actor encarnó papeles secundarios hasta protagonizar Últimas Cartas de Amor (2002), con guión propio y bajo la dirección de Octavio Lasheras.

Su trayectoria profesional se desarrolló en la banca en puestos de discreto nivel pero de proximidad al público, cuando sólo existían los cajeros humanos. Fue ahí, en la cercanía, donde Trigo destacó como excelente comunicador capaz de encontrar el aspecto divertido de situaciones complejas.

Lo más relevante de su legado cultural son dos libros de memorias publicados con Ediciones 94 (Mi pequeña Historia de Aquel Viejo Arrabal, 1998 y La Zaragoza que yo conocí, de 2015, ambos utilizados para estimulación cognitiva en personas mayores), video documentales dedicados a Belchite y a la línea del Canfranc, cortometrajes, contribuciones a movilizaciones en defensa de la naturaleza y muchas grabaciones de eventos familiares, escolares y sociales.

A los ochenta y ocho años se ha ido un hombre sociable, generoso y carismático hasta sus últimos días. Deja mucha tristeza en el barrio de San José del que fue vecino desde 1956. Las calles Doce de Octubre y García Lorca tardarán a olvidar a ese voluntario conseguidor de monedas de cambio para las cajeras del supermercado, al cliente de prensa, al improvisado camarero llevando cafés a sus compañeros de banca en activo y al conversador siempre con la frase oportuna.

Enamorado del ferrocarril, en mayo de 2017 subió a despedirse de su Canfranero. Hoy sus restos han regresado a su niñez de higos y moras en una humilde casilla. Allí le saludan y le lloran todos los trenes del mundo.

Victoria Trigo Bello

Barrio de la estación.

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