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La memoria de la sed


Hasta hace pocas décadas no había agua en las casas, el agua era un bien escaso y limitado que había que preservar con mucho trabajo y esfuerzo, desarrollando toda una cultural que constituye un extraordinario patrimonio material e inmaterial que preservar.

A pesar de la existencia de los cursos fluviales del río Alcanadre, Guatizalema y La Isuela, actualmente conocido como Flumen, el resto de Los Monegros ha dependido de la lluvia y su almacenamiento como forma de subsistencia. Las escasas precipitaciones, propias del clima continental semidesértico, a veces no han superado los 350 mm al año, además de las sequías extremas propias de zonas desérticas. La cultura del agua, en la semiárida comarca de Los Monegros, ha sido una constante de carencia y ausencia.

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La memoria de la sed, una memoria que no podemos olvidar.

“Solamente quien carga su propia agua sabe el valor de cada gota derramada”

Durante todo el año 1995 se recogieron 205 mm de precipitación en Pallaruelo de Monegros, un año excepcionalmente seco, aunque la media de Los Monegros siempre ha sido muy baja, entorno a los 400 mm anuales. Con precipitaciones tan irregulares e insuficientes las cosechas siempre han sido pobres. Pocos, muy pocos años han sido buenos en el secano monegrino. Se recuerdan años muy malos en que no se cogía nada, como los años 1949 y 1953 en los que se perdió toda la cosecha. Con años secos muchos perdían sus tierras, no podían pagar los préstamos y las tierras acababan en manos de las casas ricas. Para salir del paso, la gente migraba o trabajaba a jornal para las casas pudientes. Aun así, cuentan que en las balsas siempre había algo de agua, todo un uso eficiente, de gestión tradicional, para asegurar y preservar la valiosa agua caída del cielo.

Alcubierre Balsa del Medio

Alcubierre. Balsa del Medio. José Santaliestra Capdevila entre 1945-1950.

Las balsas se abastecían por escorrentía superficial, por agua de lluvia, recogiendo el agua que se escurría por los barrancos y que a través de los regueros “agüeros”, «agüeras» o “güeras” de captación se recogía y llevaba el agua a las balsas. Previamente se obligaba a pasar el agua por una “contrabalsa” o “rebalseta” y un escalón de decantación previo que evitaba una pronta colmatación por sedimentación de la balsa principal. No obstante, cada cierto tiempo las balsas debían de ser limpiadas, retirar los lodos, el tarquín acumulado en el fondo. Era un trabajo comunal con implicación de todos los vecinos del pueblo “A vecinal”. Se limpiaban cuando se secaban, antes que las lluvias que les volviesen a dar vida y principalmente en mengua.

“Es evidente que, en este medio semiárido, la gestión de los recursos hídricos es fundamental. Salvo la lejana agua permanente del Alcanadre, la mayor parte del territorio depende directa o indirectamente de las escasas e irregulares precipitaciones, a través de las limitadas escorrentías superficiales temporales, y de las aguas subterráneas.”

Aproximación a la gestión del agua en Castejón de Monegros (Huesca)

 José Antonio Cuchí, José Luis Villarroel y Carlos Garcés. Revista Lucas Mallada, nº 20.

Pozo Monegrillo

Pozo en Monegrillo

“La rebalseta correspondía al depósito donde se iban quedando las gravas y arenas que arrastraban las tormentas a las balsas y aljibes” apunta Constantino Escuer, autor de diversos artículos en la revista Montesnegros y gran conocedor de la historia de los sistemas de abastecimiento de agua de la localidad monegrina de Perdiguera y de Los Monegros. En su artículo “El aljibe viejo, que antes fue nuevo” (Revista Montesnegros), Constantino recoge la historia del aljibe perdiguerano, proyectado en 1927, cuando la vieja balsa de la villa presentaba graves problemas: “Tiene agua potable, pero situada aguas debajo de las eras y la carretera, recoge una cantidad grande de materia orgánica vegetal y animal, que produce la descomposición del agua en los meses de calor, por otra parte, en esta época, la balsa se seca muchos años y los vecinos de Perdiguera tienen que traerla desde Villamayor, después de beber un último líquido, tan perjudicial para la salud, que las estadísticas acusan un coeficiente enorme de mortalidad (Proyecto de una balsa para el abastecimiento de agua para la población de Perdiguera)”. Aquella obra, señala Constantino “Sería vital para el abastecimiento de agua para la población de Perdiguera hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX“.

Actualmente hay abundancia agua, es abrir el grifo y ver correr el agua limpia y clara, sin miedo a que se termine. Antes era algo inconcebible, igual que imaginar que los amplios y bastos secarrales, los rabiosos secanos, serían regables. Nuestro medio, en determinadas zonas, ha sufrido una gran transformación y aquella aridez monegrina, que ha configurado la vida durante años, ha quedado relegada en gran parte de Los Monegros.

Mujeres yendo a cargar agua, Farlete. Documental «Agua en Monegros» de rtve, 1959.

Las mujeres iban a las balsas cargando los cantaros sobre sus cabezas y entre los brazos, acudían también con pozales y carretillos, con toneles y cubas tiradas por mulas. También existía la figura del “aguador”, que repartía agua por las casas a razón de “Cubadas”. Recogían el agua cuando más helaba, en las menguas de enero y febrero y la almacenaban en aljibes, tinajas o tinas en las bodegas de las casas. Había hogares que no disponían de aljibes particulares. Antes, en invierno, helaba mucho más, en las balsas se generaba una capa de hielo de más de tres dedos de grosor y el hielo se guardaba en los neveros para conservarlo. Siempre se ha preferido la nieve, señala Constantino Escuer: “Solamente se utilizaba el hielo en caso de escasez de nevadas”.

“El agua se trasladaba a las casas, al principio con cántaros desde la balsa de La Villa, que era la que subministraba el agua a la población. Luego cuando se hicieron los dos aljibes, se llevaba con pequeños cubos que iban en carros y a quien no tenía medios, la llevaba, pagando una tasa, el aguador”.

Constantino Escuer

El agua era vital, necesaria. Había que preservarla lo mejor posible, limpia y fresca, cubierta pero que respirase, colándola antes de usar para beber o cocinar. Había que conservar el agua y mantenerla fresca, en botijos, jarricos o cantaricos. Los botijos se cerraban con un manojo de tomillo y así el agua respiraba y se conservaba mejor. Y qué decir del aseo, los pequeños en un barreño y los mayores con un pozalico en el corral. Para las fiestas, en la víspera, se lavaban en la balsa de los animales.

Balsa buena de Candasnos. Mujer con cántaro Fotografía F. Blasi y limpieza comunal de la balsa «La balsa buena de Candasnos»

“El agua de la Balsa Buena era extraída por las mujeres con cántaros y se guardaba fresca en las tinajas de las bodegas. Estaba prohibida la recogida de agua con cualquier medio o sistema que no fuera el cántaro, por medidas higiénicas, ya que los pozales o galletas eran también utilizados para otros fines; también por economizar  y evitar el abuso del consumo de agua, ya que costaba más llenar un cántaro,  obligando incluso  a formar filas para la extracción.”

El agua y las balsas. La Balsa Buena.

Los aljibes estaban en las casas, Alejandro Campoy, del Museo de Oficios Antiguos Monegros de Sena, explica sobre los aljibes: “Se bebía habitualmente y se limpiaban en la mengua de enero, se fregaba y se terminaba de vaciar con un plato de porcelana en un pequeño foso que tenía en la base, para después llenarlo de nuevo con alguna cubeta desde el exterior de la vivienda. Quizá es por este motivo que solían estar construidos en los patios, muy cerca de la calle. Recuerdo cuando los limpiábamos, también como era la técnica que utilizábamos los albañiles para rebozarlos con varias capas de mortero y malla para finalmente darles un yiscado  fino de llana y pintado de cemento puro”.

La Almolda balsa

La balsa para el abastecimiento de agua potable. Fotografía E. Hernández, abril 1920 (Fondo CCDOC). 

En algunos pueblos había pozos manantiales, de aguas subterráneas, y de ellos se extraía el agua fresca. También se usaban los pozos para conservar alimentos, se metían los alimentos en los pozales y se bajaban a los fondos del pozo. Cuando los pozos se llenaban de tierra, bajaban al pequeño de la casa para que limpiase el pozo. Por su poco tamaño y poco peso los bajaban en el pozal, con un candil para poder ver mientras poco a poco iban soltando cuerda mientras chirriaba la vieja y oxidada carrucha. Y qué decir de cuando se caía algún pozal al pozo, había que bajar a recuperarlo y de esas hay muchas historias del Tío Migueler de Alcubierre, que ágilmente bajaba para recuperarlos. Todo sin olvidar las viejas bombas manuales de extracción de agua en pozos y abrevaderos.

“En Alcubierre recuerdo ver gran cantidad de pozos, muchos se han tapado y otros siguen con agua, hay aguas subterráneas en la base de estratos de grava y sobre salagón. La presencia de paleocanales en sasos y vales, favorece la concentración de agua freática que se va aprovechando en las captaciones tradicionales de agua, en zonas semi áridas como Monegros. Como ejemplos tenemos la fuente del Milagro en La Cartuja de las Fuentes, La Fuente Madre de Castejón de Monegros, la de Alberuela de Tubo.”

Alberto Lasheras Taira

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Balsa en la salinas de Bujaraloz

La salinidad ha sido muy significativa en Alcubierre o Bujaraloz, allí los pozos eran salinos y aquellas aguas solamente se usaban para lavar o fregar, no resultaba apta para beber. El barranco salado por Lalueza o las saladas de Bujaraloz, la antigua laguna salada de Sariñena, tierras de sales y yesos. Suelos de sed, agrietados y desecados, esta tierra de Los Monegros ha sido dura, muy dura: “Polvo, viento y sol”. En Los Monegros decían que había más vino que agua ¡Hasta las adobas se hacían con vino!. En muchos pueblos no había ni huerta, el hambre también fue una constante, tierra dura, tierra oscura de Los Monegros (La memoria del hambre).

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Aquellos lavaderos públicos y sus construcciones, en las balsas, acequias y ríos, los abrevaderos para el ganado, las fuentes, la fuente madre de Castejón de Monegros, las acequias, azarbes y brazales, tajaderas y enfilas, el azud de Bastaras, la fuente del milagro de la cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, el manantial camino San Caprasio, pozo Pablico… infraestructuras que dejan testimonios de una forma de vida ya muy pretérita.

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Pozo Pablico, Alcubierre.

Balsas, balsazas, balsetas, balsetes, aljibes, pozos, el pozer… salpicaban y salpican abandonados Los Monegros, muchos revestidos de piedra y con accesos que evitaban la entrada de animales. Con escaleras o zonas estrechas para el paso de personas o con rampas para el paso de animales. Ahora son oasis para la fauna silvestre, anfibios, invertebrados, peces, aves y mamíferos, ecosistemas dinámicos que a veces son verdaderas trampas que podríamos gestionar adecuadamente.

Topónimos de la zona meridional de Monegros (Castejón de Monegros, La Almolda, Peñalba y Valfarta) relacionados con el agua.

Los Alteros de la Balsa Matín (LA) Balsa Alta (LA) Balsa del Perdigón (Va), Balsa del Reguero (Va), Balsa Nueva (Pe), La Balsa Roya (Pe), La Balsaza (LA), Balsa del Escobizo (CM) Balsa de la Cerveriza (Pe) Balsa de Puyal de Lobos (Pe).

Arroyo de la Torre (CM), Arroyo de Pedregales (CM), Arroyo del Medio (CM), Arroyo Valdeva (Pe), Balaguero, (Pe), Balsa Alta (LA), Balsa Alta – Balsa Baja y la ‘güera (Va) (termino no registrado de forma escrita, pero de uso en la lengua hablada), Balsa Boboral (LA), Balsa Calzada (Pe), Balsa de la Cerveriza (Pe), Balsa de la Marga (Pe), Balsa de la Pedrera / Balsa la Pedrera (Va), Balsa de las Oliveras (Va), Balsa de Puyal de Lobos (Pe), Balsa de Sanchorroyo (LA), Balsa del Mas de Ros (Va), Balsa del Perdigón (Va), Balsa El Escobizo (LA), Balsa Fraguada (Pe), Balsa Güera (CM), Balsa la Pedrera (Va), Balsa Lorén (Pe), Balsa Martín (LA), Balsa Pallarés (LA), Balsa Pedrera (LA), Balseta Güera (Pe), Barranco de la Valcuerna (Pe) (y 128 Luenga & fablas, 17-18 (2013-2014) I.S.S.N.: 1137-8328 los restantes Barrancos), Barranco Val de Alcolea (LA), Charcos de Valpeseguera (Va), El Aljibe de Sta. Quiteria (LA), El Balsetón (Pe), El Charco del Reguero (LA), El Manantial (CM), El Reguero / Reguero / Regueros (LA), El río Alcanadre (CM), Embalse de Ballestero (CM), Embalse de Valcabrera (Pe), Fuente La Madre (CM), Guaral / El Guaral (CM), L’Azú (Pe), La Balsa Fraguada (Pe), La Balsaza (LA), La Balseta (LA), La Balseta Longa (LA), La Fuente de Val de Previllo (Pe), La Val (LA), La Val de Castejón (Pe) (y deriv.), Las Clamores (CM), Las Lagunas (Va), Los Galochos (CM), Los Pozos (LA), Los Pozos de Carpio (LA), El Manantial (CM), Plana el Pozo (Va), Pocer de Viturián (Pe), Pozo “La Val” (LA), Pozo de nieve, Nevero (LA), (Va), Pozo de Trallo (LA), Pozo de Valserenosa (Pe), Pozo del Catalán (Pe), Pozo del Hielo y Pozo de la Bomba (Va), Pozo el Hielo (LA), Pozo Ripa (Pe), Río

Balsa del Corral de Dueso (Va) Balsa Calzada (Pe) Balsa del Obispo (CM)

Balsa de la Pedrera / Balsa la Pedrera (Va), Balsa Pedrera (LA) (y todos los demás términos compuestos de Balsa: Embalse de Ballestero (CM), Embalse de Valcabrera (Pe), Balseta el Ordio (CM), Balsetón (Pe), La Balsaza (LA),

La balsaza, La Balseta, Los pozos  de La Almolda; El Balsetón, L´Azu,  La Fuente de Val de Previllo y el Pocer de Viturián de Peñalba y  El Manantial de Castejón de Monegros

Toponimia de la zona meridional de Monegros por Mª Angeles Lax Cacho

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Azud bastaras, Lanaja. SIPCA. Rivas, Félix A.

En Lanaja gracias al “Acueducto del caño” se abastecía de agua a la población, una construcción del siglo XVI de 400 metros de longitud y construida con sillares de arenisca y forma abovedada. El Acueducto del caño recogía el agua desde un manantial y a través de un conducto subterráneo llevaba el agua hasta una fuente en el centro del pueblo. También en Castejón de Monegros encontramos una conducción similar, el acueducto “La Madre”, que también desde un manantial lleva el agua hasta una fuente en la localidad, un acueducto subterráneo de unos 1200 metros de longitud.

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Aljibe en el monte de Jubierre, Castejón de Monegros.

En Farlete se encuentra el «Gallipuén». Según el SIPCA (Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés) en Aragón se denomina «gallipuente» a una especie de puente sin barandas que se hace en las acequias para salvar hondonadas y comunicar de los campos. En este caso estamos ante una conducción que derivaba el agua del barranco de san Caprasio hacía la balsa Alta. Cada vez que llovía, un sistema de tajaderas regulaba la entrada del agua, salvando un barranco a través del «Gallipuén» que actuaba a modo de acueducto.

Gallipuén

Gallipuén de Farlete

Aquellas construcciones e infraestructuras fueron vitales para el asentamiento humano en Los Monegros, los balsones circulares con muros de piedras y acceso por escaleras que no permitía el paso de animales ni ganado, o los pozos ganaderos, también circulares, de uso exclusivo para los ganados. En La Almolda “El pozo de la Val”, de origen romano, abastecía a la localidad. La Balsa Calzada en Bujaraloz, el Pozo de Baño y la Balsa Vieja en Monegrillo, la Balsa Buena en Farlete, los pozos de Escuer y de las Planas en Leciñena, el lavadero de Robres, los aljibes del prado de Perdiguera, la Balsa de la Pez (llamada así por su fondo impermeabilizado) para su distribución con fines medicinales o el Pozo del desengaño “Construido por el propietario de la casa a pesar de que sus vecinos se lo desaconsejaban. Sin embargo encontró agua e hizo colocar una placa en la fachada de la casa que dice: POZO DEL DESNGAÑO/ AGUA PARA EL ABASTECIMIENTO / DE ESTA CASA Y DESENGAÑO DE / LOS INCRÉDULOS/ JOSÉ MUÑÓZ 15 ABRIL 1940”.En definitiva, Los Monegros presenta un extenso y rico patrimonio que preservar y conservar.

Desengaño Perdiguera

Inevitablemente, Los Monegros nunca dejan de escapar de esa imagen de lugar seco, vacío y de paso, es su esencia. Ya en tiempos inmemoriales, la antigua vía romana que unía Ilerda (Lérida) y Cesaraugusta (Zaragoza), el camino de los Fierros, ofrecía avituallamiento de agua en Candasnos, Peñalba y Bujaraloz. De aquellas balsas se abastecía de agua de balsa a los viajeros. Es el caso de la balsa buena de Candasnos, donde, en un reportaje del Heraldo de Aragón «Candasnos: una balsa real y un cine de fábula», Gemma del Pueyo cuenta como la balsa buena para Candasnos “Es el símbolo del pueblo desde siempre. De origen romano, proveía de agua de boca a lugareños y visitantes”. Además, en el mismo reportaje, Gemma añade «En esta balsa siempre ha habido agua, incluso en los tiempos de las peores sequías. Era cosa sabida por los viajeros, y en una ocasión llegó una visita especial;Isabel II iba camino de Zaragoza, y paró en el pueblo para que los animales que utilizaba su comitiva bebieran agua. Le explicaron que el agua de consumo humano estaba en otro sitio y la trasladaron hasta la Balsa Buena en una silla con porteadores, además de invitarle acto seguido a reposar en una casa contigua”. 

Vía de Ilerda a Cesaraugusta

Salía de Ilerda por calle Mayor, ermita de Butsénit, Alcarrás y detrás de Aytona, Serós, llegaba Masalcoreig hacia Torrente por Torralba. Cruzaba el Cinca más abajo de Torrente y ascendía por la escarpada de este río por Valcarrera hacia el Camino del diablo hasta los Monegros. Paraba en Cardiel (campamento), Candasnos (de cándara, el puente), Peñalba, Bujaraloz, Celsa (Velilla de Ebro), a Cesaraugusta.

Diario del Altoaragón.

La disponibilidad era esencial para la subsistencia de las poblaciones, su salubridad era vital, pues las aguas no estaban exentas de transmitir enfermedades. A pesar de diferenciar balsas para consumo humano o animal, por el contacto, especialmente de los perros que bebían en balsas humanas. Aberto Lasheras cuenta que en Alcubierre se contaban varios casos.  Por el agua se transmitían los quistes hepáticos o hidatídicos, además de las distintas afecciones como diarreas o gastroenteritis causadas por la baja calidad del agua de balsa. Como explica la doctora sariñenense Carmen Nicas: “En general se podían transmitir todas las infecciones digestivas, parasitarias, malaria, poliomielitis, shigellosis…sobre todo en aguas estancadas, pero también corrientes”. Constantino Escuer recuerda como su madre fue operada en varias ocasiones de esos quistes que luego se pasaban a los pulmones. Además, Constantino apunta como en Perdiguera se dictaban, a través de bandos,  normas para vacunar a los perros contra la hidatidosis.

Bandos de Perdiguera,  cortesía de Contastino Escuer.

Las necesidades se hacían en pozos negros o pozos ciegos tal y como los denomina Constantino Escuer de Perdiguera “Los antiguos retretes antes de que hubiese agua corriente y vertidos. Se excavaba un pozo en el corral y luego se cubría. Sobre la excavación una caseta estrecha con puerta era el retrete. Dentro, un asiento de tablas con un agujero en medio, generalmente con tape de madera, servía para sentarse y hacer aguas mayores. En la pared del retrete, un gancho de alambre con recortes de periódico (hojas del Heraldo de Aragón) cortadas en cuatro era el papel higiénico que, a la vez que nos entretenía el rato leyendo, luego nos rascaba el culo inmisericordemente. Se acumulaban los excrementos hasta que se colmataba.”. Cuando llegó el agua corriente a las casas fue un gran cambio para las personas mayores, para ellos dejar correr un hilillo de agua era un derroche imperdonable. Constantino recuerda lo que hubo que insistir para que su padre tirase de la cadena cuando hacía aguas menores: “Pues lo consideraba un derroche de agua, solo digno de ser utilizado cuando se hacían aguas mayores”.

“Solamente hay que recordar que en pueblos como Leciñena, Perdiguera, Farlete y Monegrillo, no llegó el agua corriente hasta 1976, año en que también se hizo la red de vertidos, y se sustituyeron los antiguos retretes, pasando a ser unos modernos WC”. Constantino Escuer recuerda que el agua potable llegó del embalse de La Sotonera a través del canal de la Violada hasta la balsa de San Mateo que distribuye a Leciñena, Perdiguera, Farlete y Monegrillo.

Un año antes llenaban las piscinas en Perdiguera con agua dura de un pozo y el agua de boca provenía “Gracias a dos grandes aljibes que llenaban con el agua que recogía una zona de escorrentía de 18 Has. Cuando se secaban todas las balsas y aljibes el agua se traía con bidones y cubetas desde las acequias de Villamayor y Peñaflor”.

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Canal de Monegros.

El canal de Monegros permitió el desarrollo de nuevas poblaciones, el regadío llegó a parte de Los Monegros, los nuevos pueblos de colonización, las nivelaciones, los canales, canaletas y acequias de riego, el riego a manta, las concentraciones, la modernización… Aunque, al principio la visión de Costa de redistribuir las aguas se vio como una amenaza para los grandes terratenientes, dicen que muchos se opusieron a su llegada. Parte de la población vio en el canal una esperanza de futuro, allí estuvieron las mujeres canalistas de Lanaja cuando en 1915, marcharon caminando a Huesca reivindicando y reclamando que el canal llevase agua a sus campos de rabiosos secano: “pan y trabajo”. A pesar de ser expulsadas de Huesca por la fuerza y devueltas hasta Lanaja en dos autobuses, que fletó el propio Gobierno Civil, aquellas mujeres se convirtieron en todo un ejemplo de lucha y reivindicación por el futuro de su pueblo.

El agua ha sido tan importante que hasta el monasterio cartujo de Los Monegros está dedicado a Nuestra Señora de las Fuentes. La fuente del milagro, un manantial donde brota milagrosamente el agua, un agua con propiedades medicinales que incluso fue embotellada y dio origen a un intento fallido de balneario. Definitivamente, el agua en Los Monegros ha sido y es un milagro, el milagro de la vida.

Fuente cantaro

La fuente del Cántaro se encuentra en el kilómetro 69 en la A-230 entre Sariñena y Bujaraloz, a escasos tres kilómetros de la primera. Es una fuente moderna de 1968. Entonces se estaban construyendo los pueblos de colonización y el mismo Instituto de Colonización hizo brotar el agua en ese mismo lugar construyendo la fuente.

Fue un símbolo del progreso, de hacer brotar agua en un lugar tan seco. Se plantaron árboles, un pequeño oasis entre los secarrales. Sí, fue un símbolo del progreso, de la transformación, de la llegada del agua y del adiós a las balsas.

Postal de la jornada: Una fuente en los Monegros.

Como la varita mágica de Moisés haciendo manar el agua de una roca, el Instituto de Colonización ha hecho brotaría en una fuentecilla situada en el mismo corazón de los Monegros.

Es la «Fuente del Cántaro», y se halla en la carretera de Bujaraloz a Sariñena. La ruta está perfectamente asfaltada y de la fuente brota un chorro espeso, increíble en esa comarca donde todavía persisten las balsas de recogida del agua de lluvia para consumo humano.

Hoy la fisonomía ha cambiado y en la inmensa mayoría de los pueblos monegrinos de nuestra provincia, se han hecho abastecimientos y saneamientos y en otros están en curso de ejecución… Las balsas, ahora casi resecas, son ya una estampa del pasado.

En esa fuentecilla, situada en medio de un secarral, se han plantado cuatro arbolitos y unos cuantos rosales, bien protegidos  por unas rejas a modo de tiestos… El mero hecho de esa fuente nos habla del cambio radical sufrido por nuestra provincia en el escaso margen de veinte años. Entonces el pretender instalarla hubiera sido quimérico…

Un oasis, junto a una calzada, antaño polvorienta e intransitable y hoy en perfectas condiciones y en medio de un paraje estremecedor por su falta de arbolado. Un símbolo, en suma, de la redención de los Monegros…

Nueva España – 06/05/1970

 

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La memoria de la sed es nuestra memoria, nuestra memoria colectiva que nos precede, la memoria que deberíamos tener siempre presente. El candasnino y teólogo José Bada ha tratado la memoria del agua en los Monegros en sendos trabajos “La Sed” y “Una cultura del agua en Los Monegros”. Su gran visión del pasado, de la necesidad y su ruta de la sed es digna de reconocimiento y de tener muy enciuenta: “Si hubiera que hacer un monumento a la sed propondría hacerlo en Los Monegros. Y si hubiera que darle forma, yo le daría la forma de un botijo”.

Abrir el grifo y ver salir agua fue impensable durante siglos y siglos, antes valoraban cada gota y ahora carecemos del significado de aquel valor, ahora es un privilegio que malgastamos. Es imposible evolucionar olvidando de dónde venimos, la memoria de la sed es la memoria de la superación, del esfuerzo, el trabajo y la solidaridad.

A su memoria y a todo el patrimonio olvidado.

Escrito en plena ola de calor a finales de junio del 2019 y finalizado tras el fatídico incendio de la sierra de Alcubierre entre los montes de Leciñena y Perdiguera, del 23 de julio del 2019. Gracias a Alberto Lasheras, Alejandro Campoy, Carmen Nicás y Constantino Escuer.

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Las dichas y venturas del Tío Migueler


 En un lugar de Los Monegros, de Alcubierre para más señas, y a los pies de la sierra que el mismo nombre porta, se forjó la vida, hazañas y proezas del gran Migueler. Historias que se hacen leyendas, de un hombre difícil de igualar al que nadie se atrevería a disputarle el trono de las múltiples y variadas correrías. Así, que las manos fuera de los bolsillos y adentrémonos en las dichas y venturas del Tío Migueler.

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El gran Tío Migueler

 

El Tío Migueler

Miguel Puivecino Cano nació en Alcubierre el 18 de enero 1888 y murió a los 72 años de edad, el 19 de febrero de 1960. De familia de albañiles, desde pronto quisieron que Migueler se forjase en los estudios. Pero Migueler, muy arraigado a su tierra, y con grandes inquietudes en la destreza de las artes de la construcción, ejerció el oficio de albañil durante toda su vida. Hasta en dos ocasiones trataron de internarle en un colegio de Zaragoza, llegándose a escapar hasta en dos ocasiones seguidas. La primera vez que se escapó tenía sobre unos diez años y regresó caminando hasta su hogar natal de Alcubierre. Su madre enseguida lo condujo de nuevo al internado pero a lo que volvió a Alcubierre, Migueler ya se encontraba en casa, se había vuelto a escapar y corriendo había llegado antes que su madre. ¡Por mucho atajo que pudo coger, naide se lo podría creer!.

            Fue rebelde con causa, de retar la normalidad y desafiar la gravedad, sin malicia alguna y siempre dispuesto a ayudar a los demás. Fue hombre de gran corazón. Sus dos hermanas, Conchita y Modesta, recibieron buena educación y ejercieron de maestras. Migueler tuvo tres hijas y un hijo, su primera mujer Cristobalina Taules era de La Almolda y falleció poco después de dar a luz con tan sólo 28 años. Su segunda mujer fue Laureana Campo de Lanaja, a quien conocían como Laura. Fruto de su primer matrimonio nacieron Conchita y Migueler y de su segundo matrimonio Aurora y Ascensión.

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Vino de Gabarre. Tonel año 1874 «Superviviente de la guerra» vino de agua de balsa de Monegros.

            La puerta de su casa siempre estaba abierta, cosas de antes. Si a alguien veía pasar por delante de su puerta enseguida decía: “Anda, entra un rato y echa un traguer”. Era muy amigo de Rafael Nogués, gran ganadero ovino, eran vecinos y muchas veces iba a comer a casa. Migueler era muy generoso, hasta el punto que su hermana a veces le recordaba: “a ti en el pueblo no van a decir que Migueler es bueno, sino que Migueler es tonto”. Debió de ser muy confiado y fiarse bastante de la gente, sobretodo en el trabajo. Debió de ser muy buen albañil y trabajo para las mejores casas de Alcubierre. También hizo el puente del Pucero, cerca de la balsa del Pucero camino de Zaragoza. Trabajó mucho para casa Gabarre, se llevaban muy bien y cada año le regalaba botellas de vino: “Especial para los amigos y elaborado con las mejores anilinas y agua de balsa de monegros”. Un año hubo plaga de conejos y Gabarre le pagó por conejo cazado, Migueler fue un extraordinario cazador.

De casa Gabarre recibió afecto y amistad, las botellas de vino las regalaba en contadas ocasionmes.”

 Alberto Lasheras Taira    

           Seguro que participó en rondas, bailes y subió raudo y veloz de romería a San Caprasio, a la cumbre de la sierra de Alcubierre. De zagal seguro que participó en la Vieja Remolona con sus amigos. Una tradición que aún se mantiene y que caracteriza la Vieja Remolona con trapos y paja en un palo de escoba. Luego la pasean por las calles replegando naranjas, longanizas y chullas de tocino que vecinos y vecinas dan a zagales y que estos pincharían en el espedo, una varilla de acero acabada en punta. ¡Migueler llevaría por las alturas a la Vieja remolona!.

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Tío Migueler en la sagrada Familia.

            Migueler pasó algunas temporadas en Barcelona, donde fue a parar parte de su familia. En una de sus visitas, Migueler contempló y admiró la Sagrada Familia, no pudiendo mas que exclamar: “Cuando Colón baje el dedo y Gaudí vuelva a nacer, la Sagrada Familia se terminará de hacer”. Su hijo, también llamado Miguel, fue a vivir a Barcelona y su nieto, como no ha podido ser de otra manera, lleva de nombre Miguel, Miguel Puivecino Suñen. Preciosa y peculiar es la anécdota del hijo de Migueler que, paseando por las ramblas, conoció una chica que curiosamente resultó ser de Alcubierre. Era Victoria Suñen Aparicio, que acabó siendo su mujer. Una historia realmente bonita que cuenta Miguel Puivecino Suñen y su mujer Lola Bernal. Ambos residen en Barcelona, pero él y su familia a Alcubierre siempre lo llevan en el corazón.

            Victoria Suñen Aparicio fue antepasada de Paco Paricio, de los Titiriteros de Binefar. Los titiriteros rescataron magistralmente la “historia de Mariano Gavín, el bandido”, una obra estrenada en 1989 y que recorrió numerosas plazas de Aragón. Una obra que hizo las delicias de zagales, zagalas y mayores, una fascinante obra que dio a conocer y a hacer celebre al gran bandolero alcuberreño “El Cucaracha”. Curiosamente, el apellido ha perdido la “a”, quizá para no ser de los primeros de la clase y poder estar atrás enredando con títeres y marionetas.

            Fueron tiempos muy duros. Se sucedieron muchas vicisitudes y correrías, muchas aventuras que al final tan sólo buscaban sobrevivir en una sociedad muy empobrecida, con muchas necesidades. Pero a la vez fueron tiempos llenos de familiaridad, fraternidad y de amistad entre vecinos y vecinas, de solidaridad y ayuda mutua, de valores muy fuertes que no hemos sabido heredar.

«Veo a Migueler como una persona trabajadora, bueno, con carácter, ingenio, humor, espíritu de supervivencia, capaz de superar situaciones difíciles y con un fuerte sentimiento de apego a su pueblo, que no quiso abandonar. No quiso alejarse de sus raíces. «

Alberto Lasheras Taira    

           Por concluir, apreciareis, como buenos lectores, cierta socarronería en la redacción, algo que tan solamente puede responder a la incapacidad del autor de estar a la altura del sensacional, singular, inigualable, excepcional, asombroso y sorprendente Tío Migueler. Así, disculpen las molestias y disfruten de las historias, correrías y gestas del Tío Migueler.

¡Ay! este  Migueler

Que intrépido que es

Ten cuidau no te vayas a caer

Ten cuidau no te vayas a caer

¡Que el mundo no es al revés!

 

Un furtivo muy vivo

Escopeta Migueler

Escopeta de Tío Migueler

Migueler fue cazador furtivo y con extraordinaria astucia burlaba a la guardia civil, con sutil picaresca evitó más de una vez caer en sus manos. Una travesura elegante de un hombre hecho y derecho que cazaba para comer, una forma de sobrevivir que se convirtió en un juego. Pues ingenio nunca le faltó y su reputación a pulso se ganó, fue un hombre bravo y valiente que a nadie indiferente dejó.

            Tenía una escopeta del calibre del 16 y a los del 12 les decía: “¡con ella ya podéis cazar!”, pues era más fácil acertar con el disparo. Por la sierra colocaba lazos para cazar, llevaba perros de caza y hurones; se conocía la sierra a la perfección y se desenvolvía con extraordinaria facilidad por sus vales y barrancos, por sus cerros y lomas. La sierra no tenía misterios para Migueler, de Puiladrón a Monteoscuro, del Monte Viejo a Puchinebro y de Puigsabina a Loma Gorda.

Fabricaba su propia munición

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Cacharros de Tío Migueler para fabricar los cartuchos de caza.

El mismo elaboraba su propia munición que luego utilizaba para cazar. Migueler tenía las herramientas y útiles necesarios para la recarga de los cartuchos: caja de pólvora, medidor de pólvora, caja con perdigones, rebordeador de cartuchos del 16 y maquina de quitar y colocar pistones. Migueler era muy mañoso, ¡qué decir!, pues Migueler era hombre de diversas y variadas cualidades.

 

Las correrías con la benemérita 

Su incontrolable afán por los desafíos y su afición por la caza más de una vez le llevó a protagonizar diversos encontronazos con la guardia Civil, episodios de persecuciones y correrías por la sierra de Alcubierre. Inevitablemente, la similitud nos traslada al forajido y bandolero Mariano Gavín Suñen, archiconocido, allende de los áridos desiertos de la redolada monegrina, como el terrible y temible bandido Cucaracha. Salvando las distancias, Migueler era bondad, no hacía daño a nadie y ayudaba a todos. Y, a pesar de mil correrías por la sierra, con la guardia civil siempre mantuvo un verdadero y sincero respeto.

            Una vez le persiguieron durante horas, le seguían por el monte pero mientras no le pillasen con las manos en la masa no le podían acusar de ningún delito. ¡Cómo hacía correr a la Guardia Civil! ¡Cómo se divertía el Tío Migueler!, era como un juego, una emoción, adrenalina, un riesgo infantil con enormes dosis de realidad, de la supervivencia de capturar caza prohibida que permitía sobrevivir en una tierra dura y salvaje. Una vez, tras varias horas de persecución, subiendo y bajando cerros y lomas, Migueler regresó rápidamente a Alcubierre, se lavó en casa y luego pasó por el puesto de la Guardia Civil de Alcubierre. Al tiempo llegó la patrulla de guardias civiles que habían participado en la persecución, con evidentes signos de agotamiento y fatiga, quedándose estupefactos al enterarse que hacía rato que Migueler, todo fresco, había pasado a saludar por el cuartel. ¡A Migueler no le hubiera pillau ni el Cucaracha!.

            Seguramente Migueler haría algún trabajo de albañilería en el cuartel y los guardias conocían su valía, al igual que conocían sus tretas furtivas. Pero casi podemos decir que entre ellos había una relación de caballeros, de cierta cordialidad ya que los guardias, en repetidas ocasiones, pasaban por la casa de Migueler a echar un traguer o tomar un café y de paso charrar un poco. En ningún caso fueron a su casa a molestarle o echarle alguna reprimenda.

            Tenía amistad con el sargento y algún guardia. El sargento le decía: “Migueler, si te encorren los guardias, corre tú más que si no te agarran, no pasará nada”.

Alberto Lasheras Taira    

El reclamo preso

Solía ir mucho a cazar con Rafael Berdún de casa Puliceto. Utilizaban a menudo la técnica de caza de reclamo. Para ello colocaban una perdiz disecada a la vista mientras ellos se escondían al otro lado. Además tenían un instrumento de caña que soplaban imitando el sonido de la perdiz o del perdigacho.

            Otras veces usaban una perdiz enjaulada como reclamo, la dejaban en un lugar estratégico y se ocultaban esperando a que se acercase alguna perdiz y tratar de atinar con la escopeta. Pero un día, la perdiz debió de errar en su canto y a quien atrajo fue a la patrulla de la Guardia Civil. De sopetón apareció la de la Guardia Civil y casi ni se dieron cuenta. Pero al final no los vieron ya que estaban bien escondidos entre matojos. Bien quietos en la mata tuvieron que aguardarse ocultos hasta que los guardias, cansados de buscarles, marcharon y se perdieron de vista. La que acabó detenida fue la incauta perdiz, aunque presa ¡ya estaba!.

De correría en correría

¡De correria en correria casi cogieron a Migueler cazando!, pero este Migueler se las sabía todas. En estas, los guardias civiles consiguieron agarrarlo por la chaqueta, pero el habilidoso y escapista Migueler logró zafarse de la chaqueta que acabó en manos de la benemérita. Ya liberado corrió como una liebre consiguiendo escapar. ¡Raudo y veloz!, en Migueler, la suerte nada tenía que ver.

            En otra correría con los civiles, Migueler andaba cazando por la paridera de los vales de Gabarre. Al avistar la presencia de los guardias, Migueler corrió alredor de la caseta hasta encontrar el botero abierto (hueco o ventana del pajar para meter la paja) y, en lo que canta un gallo, por el botero se metió en el pajar escondiéndose entre la paja. Los guardias dieron vueltas y vueltas, examinado todo sin encontrarlo, hasta que desistieron y rendidos abandonaron su búsqueda. ¡Con la fama que tiene el Migueler, a ver quién es el listo que lo puede coger!.

            Y en una de tantas otras correrías, a Migueler le encorría la benemérita pisándole los talones. Para despistarlos se vio forzado a brincar una tapia, pretendiendo que le perdieran de vista. ¡Cuál sería su sorpresa al ver que al otro lado de la tapia del corral había dos guardias almorzando! Éstos sorprendidos por la aparición de Migueler y los gritos de los otros guardias que lo perseguían, se lanzaron tras él pero no pudieron agarrarlo. Migueler, durante la persecución, perdió la escopeta que recogieron la Guardia Civil y tuvo que ir otro día al cuartel a recogerla. No sabemos si tuvo que hacer frente a alguna multa.

            ¡¡Las correrías que no sabremos!!!

El sombrero de Demetrio Oto Borau y de Nicasio Gavín Casterad

La presente historia resulta contemporánea a Migueler, le iguala en ingenio y talento a cualquier correría de Migueler, ya que cuenta con gran similitud en su particular modo de actuar. Para hacer honor a la verdad, decir que de primeras nos la contaron como propia de Migueler. Pero a Alberto Lasheras nada se le escapa y, lo que acontece a continuación, a Demetrio Oto y Nicasio Gavín les sucedió:

            ¡Ya fue casualidad!, caprichoso destino, ¡Qué Nicasio se comprase el mismo sombrero que Demetrio Oto! o ¡Qué Demetrio se comprase el mismo sombrero que Nicasio!. ¿Quién sabrá?, ¿quizá se compraron los sombreros juntos?. ¡Y qué más da!

            ¡Qué pinchos y contentos iban Nicasio y Demetrio! Los dos con sus sombreros nuevos, ¡como los lucían por las calles de Alcubierre!. ¡Hasta para cazar lo llevaba Demetrio!, como aquella vez que perseguía perdices cerca del corral de Ruata. La guardia civil le sorprendió pero, como también era tan templado y ligero, pronto les dio esquinazo con la mala fortuna que el sombrero perdió. La pareja de guardias civiles quedaron satisfechos con tan preciado botín, pues ya tenían la prueba del delito, ¡por fin tenían pillado al furtivo Demetrio!. Pero este, que de avispado tenía lo suyo, regresó raudo y veloz a Alcubierre, cogió el sombrero a Nicasio y por el cuartel de la guardia civil se pasó a saludar. Cuando la pareja de guardia civiles regresó, algo sofocados pero con la prueba del delito, no daban crédito a lo que les contaban, pues hacía un rato que Demetrio, completamente relajado, descansado y escoscado, se había pasado con su flamante y elegante sombrero.

La última pizca de Alcubierre

Deben de ser avispados estas gentes de Alcubierre y siempre muy acogedores si por sus lares caes, ¡pueden hacer gala de buen carácter!. Pero para quien no les conozca, a buen seguro que la siguiente costumbre y anécdota no les dejará indiferente.

            Dicen por todos los lugares, que es bien conocida y por todos reconocida, que la última pizca es la de Alcubierre. Pues cuando solamente queda la última pizca en el plato o fuente, a la gente siempre le da reparo cogerla; así que, en Alcubierre, discurrieron ingeniosa solución. Siempre apagan la luz y así nadie sabe quien coge la última pizca. Pero la verdad no deja ser algo a medias, ya que las manos acaban luchando entre ellas, con las luces apagadas, disputando la última pizca de Alcubierre.

Animales son amores

A Migueler tenía perros y hurones, le encantaban los animales y tenía una mano especial con ellos. A un perrito le enseñó ir  a comprar a la carnicería. Al perrito le colocaba una cestita con el dinero y lo mandaba de compras a la carnicería. Allí le colocaban el pedido y los cambios en la cestita y el perrito volvía a casa con el encargo para Migueler. El bueno del perrito nunca abusó de la gran confianza depositada en él y la suculenta carga siempre llegó a buen destino.

            Su habilidad también quedó patente cuando adiestró a dos perros en el ejercicio de la caza. Los perros iban solos a cazar, la primera pieza de caza era para ellos y las siguientes para Migueler.

            En una desafortunada ocasión, uno de sus perros se adentró en un corral ajeno y trató de montar una perra. El vecino los sorprendió, cogió una horca y mato al perro de Migueler. Este se enojó tanto que trató de rendir cuentas, pero al final desistió.

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Tío Migueler, un hombre de alturas.

El reto de la torre

Al Tío Migueler le encantaban los retos, desafiar a los más jóvenes y superarlos, en destreza y agilidad nadie le superaba, grandes dotes que su fama precedían. Aún contando con cierta edad, no dudaba de retar, lo llevaba en la sangre.

            La preciosa torre mudéjar de la iglesia de Alcubierre fue escenario de uno de sus mayores y rememorados retos. El desafío era ver quien subía antes a lo alto de la torre. Desafió a Manuel el guarnicionero a subir los más rápido a lo alto de la torre de Alcubierre y tocar la campana. El contrincante subía por las escaleras y Migueler trepando por el exterior. Migueler ganó la apuesta y esta hazaña dejó profunda huella en la memoria de Alcubierre.

            Hay que reseñar, tal y como dice Alberto Lasheras, que entonces la torre estaba muy deteriorada y presentaba numerosos entrantes y salientes que facilitaban extraordinariamente su escalada. Pero que nadie se engañe, esto no justifica ni infravalora su renombrada epopeya y que nadie se atreva a ponerlo en duda. Pues no hay mayor valor ni maestría que la que Migueler poseía.

Campanadas a mangazos

Durante la guerra las campanas de la iglesia de Alcubierre desaparecieron. ¿De alguna manera tenían que ingeniárselas par dar las campanadas?. Así, que buena solución idearon. Y como era de esperar, optaron por la única solución imaginable: cogieron una enorme llanta, la colgaron con una soga y con un mallo (una maza o martillo grande) fueron dando campanadas. Pero de tanto mallar, pues todas las horas debían de dar, la soga se rompió y la llanta disparada salió, rodando calle abajo hasta la plaza. Por poco no causó ninguna desgracia: ¡podría haber matado a alguien!.

Las campanas de Alcubierre

Las campanas se tuvieron que reponer a primeros de la década de los cuarenta. Las trajo Ángel Cisterna, que se dedicaba a carrear paja. Las descargaron al pie de la torre de la iglesia y Migueler y su hijo fueron los encargados de subirlas a la torre. ¡Todos los críos fueron a ver como subían las campanas!. Pero mientras subían una campana, la estructura del andamiaje cedió y una campana corrió un serio riesgo de caída, ¡estuvo a punto de caer!. Migueler, rápido y valiente, se descolgó por los andamios y consiguió amarrar fuertemente la campana a una soga, impidiendo que se precipitase al vacío. Evitaron una tragedia cantada y definitivamente pudieron subir las campanas que volvieron la alegría a la torre de la iglesia de Alcubierre.

            Para probar una de las campanas, el hijo de Tío Migueler se puso a bandear la campana con tanto brío que no la soltó y quedó agarrado a ella saliendo afuera del campanario y volviendo a entrar, al volver la campana al interior de la torre. Tuvo que tener gran pericia y agilidad mental para sujetarse bien y evitar que la inercia lo despidiese hacia fuera arrojándole al vacío. De tal palo tal astilla.

El pozal al pozo

Cuando un pozal caía al fondo del pozo llamaban a Migueler para que lo recuperase, ¡quién sino!. Descendía con gran destreza, apoyando la espalda en la pared  y con las piernas en la otra pared. Bajaba a los pozos y recuperaba los valiosos pozales que se caían en la localidad de Alcubierre.

            Una vez tubo que bajar para sacar un pollino, una mula joven que se había caído a un pozo. Las gentes del lugar trataron en vano de sacarlo con ganchos, ¡para haberlo matau!. Así que apareció Migueler y en un suspiro bajó al pozo, formó un braguero a modo de arnés atando al pollino y con una buena soga, correas y una garrucha izaron al pollino hasta ponerlo a salvo.

            En Alcubierre el agua de pozo contenía abundantes sales, así que no era apta para consumo humano. El agua de boca se obtenía de las balsas que recogían el agua de lluvia.

La virgen del pozo

Tanta fama tenía Migueler rescatando pozales de los pozos que, después de la guerra, lo llamaron de otro pueblo para rescatar unas imágenes religiosas de un pozo. Hay quien sitúa el hecho en La Almolda, otros en Monegrillo, aunque lo verdaderamente certero es que solo Migueler era capaz de tal empresa. Durante la guerra civil ocultaron en un pozo dos esculturas pequeñas de la virgen. Una era de yeso que se deshizo en el pozo y otra de bronce que fue la que rescató el Tío Migueler.

La burla a la muerte

Durante la guerra Migueler salía por la parte de atrás de su casa y burlaba el toque de queda de Alcubierre; ¡él salía cuando quería! pues Migueler era un alma libre difícil de dominar. Pero sus escapadas se volvieron conocidas en la localidad hasta que le estuvieron esperando, consiguiendo sorprenderle saltándose el toque de queda. A Migueler le acusaron de espionaje y lo llevaron detenido a Tardienta. Cuando su familia acudió a visitarlo, Migueler les entregó el reloj y alguna pertenencia creyendo que su fusilamiento era inminente e inevitable. Pero por suerte, una pariente conocía a un alto mando que le ayudo. Ella había trabajado de maestra en un pueblo del Somontano de Barbastro, donde él acudió a dar un mitin y le conoció al tenerle que entregar las llaves de la escuela. Al parecer, aquel encuentro dejó profunda impresión entre ellos. Ella lo buscó antes que ejecutasen a Migueler y gracias a su elevada posición en el ejército republicano, pudo interceder para que soltasen al pobre Migueler. Para ella y el militar fue el comienzo de una gran historia de amor, de vicisitudes y exilios, pero con final feliz. Para Migueler, ¡esta vez sí que esquivó la muerte de verdad!

            Migueler era bravo y valiente, aunque pecaba de cierta ingenuidad. Una vez, en la plaza mayor de Alcubierre se hallaba un miliciano de barba larga y con un aspecto fiero, bruto y feroz que infundaba razonado respeto y temor. A Alcubierre llegaban cientos de milicianos. El miliciano se encontraba sentado afilando un enorme machete cuando el atrevido Migueler, sin consideración alguna y con cierta inocencia, le soltó: “¡quiere que se lo afile yo, que afilo bien!”. Quienes apreciaron esa escena no pudieron evitar un frío escalofrío recorriendo sus cuerpos, afortunadamente, este hecho ya no tuvo más recorrido.

El ingenio como juego

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Juego de habilidad del Tío Migueler

Migueler debió de ser muy manitas, una de sus aficiones era realizar juegos de ingenio. Uno de aquellos juegos era una superficie con anillas por los que en determinados movimientos había que pasar un alambre. Migueler debió de ser un alma con inquietudes, retos y destrezas.

El tocino escoscau

Migueler era muy amigo de Julian Mene, de Gabarre y del cura de Alcubierre. De tanta amistad gozaba que no dudaba en pedirles consejo y opinión. Cuando en una ocasión el tocino le se puso malo a Migueler estos le dieron buena solución, ya que resfriado y fiebres podía tener, el tocino enseguida debía de bañar “¡y ya verás que pronto se recuperará!”. Y de esta manera, fiel a sus amigos, Migueler actuó y a su apreciado tocino bañó. Pero por causas del destino, la fatalidad provocó que el tocino a los pocos días falleciera. Cuando la gente le preguntaba a Migueler “-¿qué tal el tocino?-” este respondía: “Ni dios, ni el cura, ni Julián Mene me harán lavar el tocino otra vez!”.

La escopeta confiscada

Por orden de los militares republicanos presentes en Alcubierre, Migueler se vio obligado a entregar su querida escopeta en el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Pero a Migueler no lo iban a privar tan fácilmente de su querida escopeta. Así que cogió la escopeta y la desmontó en tres partes: los cañones, la culata y la acción. Solamente entregó la culata y los cañones, así nadie la podría usar. Unos días después, aprovechando el barullo que había en el puesto de la guardia civil, un hombre salió con las dos partes de la escopeta y al trajinarlas y ver que eran inservibles las tiró. El hijo de Migueler lo vio y no dudó en recoger las partes y llevárselas a su padre, este se debió de alegrar, pero a la vez se molestó por el riesgo que había corrido su hijo.

La edad no perdona

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Tío Migueler por el puerto de Barcelona.

Sus atrevimientos le acompañaron durante toda su vida, sobretodo sus triquiñuelas con los cuerpos de seguridad. De hecho se llevaba bien con la guardia civil, pero la edad no perdona y esta vez si que cayó.

            Ya algo mayor, Migueler fue a cazar furtivamente con otro amigo. Se colocaron en una zona algo distantes, pero se veían. La guardia civil apareció de repente por detrás de Migueler y por muchas señas que le hizo el amigo, Migueler no se enteró y la guardia civil acabó atrapándolo. El Tío Migueler se estaba haciendo mayor e iba perdiendo oído, adquiriendo paulatinamente una cierta sordera.

Anécdota de Juliana Suñen Frantiñan

La bisabuela de Miguel Puivecino Suñen, Juliana Suñen Frantiñan, protagonizó un curioso encuentro que aún permanece en la memoria familiar. Una jovencísima Juliana volvía una vez  a casa cuando de repente se encontró con un hombre desconocido:

-¿A dónde vas pequeña?-

-Voy a casa corriendo, que me ha dicho mi madre que tenga cuidado que puedo encontrarme con el Cucaracha-.

-Pues ya puedes marchar tranquila, que esta noche al Cucaracha ya no te lo vas a encontrar-.

            Siempre supusieron que aquel hombre fue el bandido Cucaracha. Mariano Gavín Suñen, celebre bandido conocido como “El Cucaracha” que actuó en Los Monegros a principios de la segunda mitad del siglo XIX.

El Tío Migueler, la leyenda

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Recreación del Tío Migueler en la portada de Forbes.

A Migueler no le gustaba que nadie llevase las manos en los bolsillo: “¡rediós!, quítate las manos de los bolsillos”. Expresión que aún dijo estando en el lecho de muerte cuando un amigo le fue a visitar. Siempre las manos fuera de los bolsillos y las manos abiertas, nunca cerradas. El Tío Migueler no las podía ver en los bolsillos, sufría y carrañaba a quien las llevaba en los bolsillos. En ninguna fotografía se ve a Tío Migueler con las manos en los bolsillos ni con las manos cerradas.

            Cuando Tío Migueler falleció en 1960, por todo Alcubierrre y redolada se corrió la peculiar expresión: “Si no vuelve Migueler, es que no se puede volver”. Migueler había salido airoso de todas sus peripecias, pero de la última… Ágil, intrépido y audaz, nuca hubo hombre sin igual por estos agrestes territorios monegrinos. Tío Migueler es toda una leyenda.

            Por último y por finalizar, comentar que, tras arduas consideraciones, se ha considerado oportuno y prudente omitir una muy pertinaz consideración. Así pues, para evitar desconsideraciones, para nada comentaremos la extraña, rara y al parecer reiterada torpeza de las gentes de Alcubierre con las artes del pozo; pues por lo visto muy a menudo se les caían los pozales al fondo del pozo. Para no herir sensibilidades  y susceptibilidades ignoraremos y obviaremos la falta de destreza izando pozales de las gentes del lugar de Alcubierre, para así llevar a buen termino las dichas y venturas del Tío Migueler.

            A la memoria de Tío Migueler, que andará feliz por las alturas sin querer baja

 

               – FIN –

 

            Las historias del Tío Migueler son reales y responden a un trabajo de investigación realizado por Alberto Lasheras Taira y Joaquín Ruiz Gaspar.  Muy especialmente gracias a los testimonios de Miguel Puivecino, descendiente del Tío Migueler, nieto,  y Lola Bernal, mujer de Miguel. La publicación de «Las dichas y venturas del Tío Migueler» se ha realizado el 18 de enero del 2018 en conmemoración de su centésimo trigésimo aniversario de su nacimiento.

 

 

Pozalero y un pozo en Los Monegros


Pozalero y un pozo en Los Monegros

– Pozalero

De pozaliar viengo

pues de mí dizen

que soy el pozalero,

¡y ni pozal tiengo!.

En estas, que con el pozal marchaba,

y bien amadrugau el día,

pronto m´alcontre con el pozo;

¡qué me s´escapa el pozal!

menuda rujiada me´n di,

¡pa mañana refriau!

y carrañada me´n darán;

pues el pozal me s´ha escapau

p´al fondo del pozo

me s´ha caido.

De mí dizen

que soy el pozalero

y que no valgo p´al secano,

ni pa ser el pozalero,

ni pa dallar y ni pa trillar.

De pozaliar viengo

pues de mí dizen

que soy el pozalero,

¡y ni pozal tiengo!.

– Un pozo en Los Monegros

¡Un pozo en Los Monegros!

¿Llegará al mar?

y si el vacío es infinito como el horizonte

en esas entrañas foscas y perennes

impenetrables por el Sol,

ande s´encuentran afogadas las penas

y  l´agua que nos da la vida.

Publicau en “ Os Monegros el 2 de enero del 2011.

Zancarriana w