El Cañicero
Duro oficio el del cañizero que servía para completar la economía familiar en tiempos difíciles al igual que el esparto o el regaliz.
Las cañas había que cortarlas en invierno en tiempo de mengua (aunque alguno no lo respetara), las más rectas se usaban para las costillas y las torcidas para abrirlas y tejer con ellas. Los lugares más reconocidos para cortar las cañas eran las Cequinbajas, los Charcales, la Capellanía, o las acequias del Molino y Albalate. Las herramientas que se usaban para su elaboración eran muy sencillas: una astral para cortar las cañas, una hoz para pelarlas y un partidor de madera con punta de cono que se introducía en la caña y la reventaba en tres o cuatro varas. En cuanto a la calidad de las cañas, las buenas eran las duras, las otras llamadas banas no servían por su blandura. Después de cortadas no debían ser almacenadas en el suelo porque se estropeaban. Se utilizaban 23 pares para el cañizo y 15 cortadas para las trasversales. La medida estandar era de 90cm x 2m.
El uso que se le daba era muy variado, lo mismo se utilizaban para los cielos rasos de las casas como para secar higos, tomates, claudias, cerollas, escurrir el cerdo de la matacía, vallas en las parideras o varear la lana.
Hubo un comercio muy pujante de este producto que se llevaba a Huesca en carros con caballerías como hacía Félix Marías.
La familia Anoro (Joaquín, Francisco, Salvador y Rafael) podían hacer unos 1000 cañizos al año.
Los ricos mandaban hacer los suyos, se quedaban dos tercios y regalaban el tercio restante al cañizero.
Según me contaron mis informadores los cañizos mejores y más limpios eran los de Jesús el Can Can.
M.A.C.P.
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